martes, 30 de abril de 2013

¿Un nuevo estadio de beisbol?


La semana pasada salió publicada la noticia en uno de los periódicos de circulación nacional,  que ofreció uno de los ejecutivos de las grandes ligas de Estados Unidos, de que la asociación profesional del beisbol de las grandes ligas tiene la intención de construir un estadio de beisbol en La Romana para así poder darle al país la posibilidad de ser sede de juegos del próximo clásico mundial y otros eventos de ligas menores. Se ha dicho que ninguno de los estadios del país, principalmente el quisqueya, cumplen con los requisitos o exigencias de las grandes ligas para que se puedan realizar juegos de esa organización en alguno de ellos. Del quisqueya se dice que no cuenta con los camerinos adecuados para los jugadores, la iluminación del estadio no es suficientemente buena, también se señala los asientos, principalmente los de detrás del home plate que están mal ubicados en relación al terreno, etc.

Hago la aclaración de que yo no soy un cronista deportivo ni nada que se le parezca. Solo soy un simple ciudadano y además un seguidor del deporte rey de nuestro país. Pero me creo en la suficiente capacidad para opinar en este tema desde mi situación de “seguidor” porque la verdad es que a mí me gustaría, y de hecho estaría fascinado de que así sucediera, que en nuestro país tuviéramos el privilegio de participar de juegos de beisbol a ese nivel de grandes ligas.

Las razones que se han presentado para el anuncio de este proyecto son varias. Entre ellas, -aparte de las que ya dijimos más arriba-, se argumenta la zona elegida por su fuerza o potencial turístico; otra es la distancia que hay con relación a otros países del área como Puerto Rico, Miami y Venezuela, es decir, el estadio seria un punto céntrico entre estos países beisboleros. Otro argumento es el flujo de turistas para participar en los eventos deportivos que en el estadio se realicen. Pero seamos honestos y realistas, el turista no viene de su país a ver un juego de beisbol; el turista viene a disfrutar de las playas, monumentos, montañas, parques, etc. Estas razones y otras más tendrán su validez. Pero, me pregunto: ¿no sería mejor que se pensara en someter a una remodelación profunda el estadio quisqueya para llevarlo a ese nivel de las mayores? ¿No sería mejor que, en vez de invertir 40 millones de dólares en el nuevo estadio, se invirtiera en el quisqueya en su remodelación y saldría menos costoso? ¿Qué significaría un estadio de grandes ligas en La Romana o cualquier otra provincia en relación a la capital? Yo lo pensaría dos veces para moverme de la capital a la provincia a ver un partido de beisbol. Se me podrá objetar que con las nuevas construcciones de carreteras que se están llevando a cabo la distancia se acorta y es más rápido llegar; sí, es cierto; pero, esa movilidad no sería gratis. Esta el consumo de combustibles y el costo del peaje; más la entrada al parqueo del estadio y el costo de la boleta de entrada para ver el partido. O sea, se gastaría un dinerito para ver un juego allá; agréguele a esto el que usted lo más seguro es que no vaya solo a La Romana a ver el juego; y también pensemos en los fanáticos de las demás provincias, como por ejemplo Santiago, San Francisco, La vega, etc…; el costo que le sería a estos fanáticos el trasladarse de sus provincias a La Romana. Pero creo que el argumento más fuerte en este punto es que aquí en la capital se encuentra el grueso de la fanaticada del beisbol. Aquí en la capital habemos fanáticos de todas las provincias y de todos los equipos. Cualquier juego que se celebrara en un nuevo estadio aquí en la capital tendría siempre el respaldo de los seguidores del beisbol porque somos apasionados con nuestro pasatiempo favorito. Además, si se eligiera el estadio quisqueya para su remodelación para estos eventos, sería un punto céntrico y serían mayores los beneficios para todos.

Otro punto a tomar en cuenta es el de la inversión. Se ha anunciado que sería con capital netamente privado. Pienso que con el estadio quisqueya se podría hacer lo mismo que con los aeropuertos, que se concesione al sector privado por un período de 25 años y renovable, para que pueda funcionar porque el estado dominicano no tiene la capacidad ni el interés de llevar a cabo un proyecto como este ni mucho menos velar por su mantenimiento. Claro que el estado sería garante de que el sector privado haga las inversiones requeridas en el mismo para que funcione y también el mismo estado recibiría los impuestos requeridos a todo el proyecto. Pero eso sería cuestión de que los interesados se sienten a negociar para acordar estos puntos.

En definitiva, sin querer insinuar que mis palabras tengan que ser escuchadas porque, como dije antes,- no soy un experto en la materia sino más bien un simple fanático-, en hora buena esta noticia; pues hay que echarle manos a la obra. Que arranque este proyecto y que no nos vengan nada más a entusiasmar a los dominicanos para después dejarnos con el moño hecho y todos alborotados. Nosotros hace años que nos merecemos tener un estadio de grandes ligas en nuestro patio, porque somos un país productor de grandes jugadores y lo mejor que nos pueden regalar es precisamente un lugar, un estadio donde nos podamos dar el gusto de ver a nuestras estrellas nacionales y extranjeras cerca de sus seguidores.

Bendiciones.

martes, 23 de abril de 2013

¡¡¡...Ay el tránsito vehicular...!!!


Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que resisten se atraerán sobre sí mismos la condenación. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer a la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ellos elogios, pues es un servidor de Dios para tu bien…” (Rm 13,1-4).

En estos días se ha anunciado que nuestros legisladores y legisladoras someterán un proyecto de ley para la regulación del tránsito en el país, principalmente en lo que se denomina como el “gran Santo Domingo”. También se ha informado que lo que se pretende con esta nueva reforma a la ley de tránsito es de agrupar todas las instituciones que tienen que ver con el tránsito vehicular  -aproximadamente unas catorce instituciones-, en lo que se llamaría “ministerio del transporte”.

Esta noticia pone de nuevo en la palestra pública lo que muchos han llamado “uno de los tremendos dolores de cabeza” de nuestra sociedad. Y con razón. Desde hace mucho tiempo atrás la sociedad dominicana vive caminando en un completo y profundo desorden en lo que a materia de transporte se refiere.

Pero este desorden no surgió de la noche a la mañana. Este es un desorden que tiene sus raíces principalmente en el desinterés que han mostrado las autoridades para tomar, como dice el dicho popular,” el toro por los cuernos”. Todos los gobiernos han tenido su cuota, -unos más que otros-, en el aumento de este desorden vehicular en el que vivimos. Todos los gobiernos se han encargado de alimentar a ese “monstruo” sin fondo que son los “sindicatos choferiles” con prebendas de todo tipo y beneficios y concesiones para un grupo de sindicalistas, que no son más que empresarios del transporte; que con la bandera del sindicalismo se han hecho ricos a expensas de poner al pueblo a sus pies. Todo esto porque los gobiernos se han metido en miedo porque no quieren que les hagan huelgas ni cosas parecidas cuando a estos empresarios se les ocurre.

Pero también parte de este caos en el tránsito vehicular tiene que ver con la falta de educación de la población. Son pocas las personas que circulan en las calles con un mínimo de conciencia, de prudencia, de amabilidad y de cortesía. Si nosotros, los ciudadanos comunes, fuéramos más conscientes de estas cualidades, claro que nuestras calles serían otra cosa. Me viene a la mente cuando en un semáforo en rojo se van algunos conductores sin esperar la luz verde y mirando la parte trasera del vehículo se lee la calcomanía que dice “yo exijo el 4%”. Y sí; es verdad que debemos exigir no el 4% sino mínimo el 100% para tener una sociedad bien educada. Lo cierto es que nuestro problema no es solo de dinero, sino también de conciencia ciudadana. Nosotros nos quejamos del desorden de nuestras calles en materia vehicular, pero cuando vamos a un país desarrollado, como Estados Unidos por ejemplo, nos sometemos inmediatamente a las leyes de allá como si nada. Con razón hay un dicho que reza así “el dominicano, desde que pisa el aeropuerto del país, se transforma”.

No podemos dejar pasar otro problema que complica más el desorden vehicular de nuestra sociedad. Y es el que se refiere al papel de la autoridad. ¿Qué le queda hacer al simple ciudadano cuando ve que la autoridad que está encargada de regular el tránsito vehicular es la primera que viola las leyes? La autoridad que hace esto queda en entre dicho al frente del ciudadano. Una autoridad que está más pendiente en acechar quien no lleva puesto el cinturón de seguridad o quien está hablando por el celular al manejar, etc.; tenemos una institución que es más “recaudadora” que garante de la observancia y cumplimiento de las leyes; y que aplica la ley con distinción. Una autoridad que se hace la desentendida ante las constantes violaciones a las leyes del tránsito por los choferes de las ya conocidas “voladoras” que circulan como los reyes de las calles, o como les califico un reputado periodista “los dueños del país”; motoristas que circulan sin casco protector, sin placas, sin luces y, vaya usted a ver que muchos hasta sin la documentación personal ni del motor la llevan encima. Una autoridad así nadie la va a respetar, porque ni ella misma se respeta. Nuestra sociedad no necesita de crear más leyes, sino más bien de poner en práctica las que ya tenemos. Pero esto hay que hacerlo todos, sin excepción. Hay que exigirles a nuestras autoridades la justa aplicación de las leyes y nosotros, -los ciudadanos comunes-, el fiel cumplimiento de las mismas. En materia de tránsito vehicular, las leyes que nosotros exigimos que se les apliquen a los demás, no queremos que nos las apliquen a nosotros. Así no se vale.

Quise iniciar este artículo mencionando un pasaje bíblico del apóstol san Pablo a los Romanos que nos habla de la necesidad e importancia de que nosotros nos sometamos a la autoridad. Pero lo cierto es que con este panorama que nos muestra ella misma, ¿que nos queda? Los cristianos auténticos debemos de dar testimonio de esto que nos pide el apóstol de los gentiles, aunque no nos guste. Debemos de dar el ejemplo y así ser “luz” para una sociedad que vive en un desorden y caos producto de su falta de educación y de conciencia ante los problemas que nos aquejan. Tenemos que aprender a aplicarnos en la actitud de que, aunque los demás no cumplan con sus obligaciones y responsabilidades, nosotros si debemos hacerlo. Los cristianos no podemos darnos el lujo de caer en el juego del desorden. No podemos estar esperando a que sean los otros los que den el primer paso siempre; démoslo nosotros. Hagamos las cosas ordinarias de manera extraordinarias, según la voluntad de nuestro Dios y Señor.

Bendiciones.

lunes, 15 de abril de 2013

¿Por qué casarse por la Iglesia?


“La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma” (salmo 19,8).

La oración colecta por los matrimonios del misal romano dice en sus primeros renglones “Dios Todopoderoso, que al crear al género humano, estableciste desde el principio la unión entre el hombre y la mujer…” Como vemos en esta oración, se nos está recordando aquella primera voluntad de Dios con respecto al matrimonio. Ya en el libro del Génesis, en el primer relato de la creación leemos “sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla…” (Gen 1,28); y en el segundo relato de la creación leemos “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer…” (Gen 2,24). Está claro cuál ha sido la voluntad, -la ley- de Dios desde el principio con respecto al matrimonio y cómo lo estableció, “la unión entre un hombre y una mujer”.

Todo este plan se fue desarrollando a lo largo de todo el Antiguo Testamento tal cual Dios lo estableció desde el principio. Ya entrando al Nuevo Testamento, Cristo vino a perfeccionar esta voluntad de Dios con respecto al matrimonio cuando ratificó este mandato de Dios Padre y además Cristo mismo le añadió un elemento más cuando lo elevó a “sacramento”, es decir, “medio de salvación”: “… ¿No han leído lo que el Creador estableció desde el principio? Los hizo hombre y mujer, y dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,4-8). Esta fue la enseñanza que recibió la Iglesia departe de su fundador, Cristo.

Aquí llegamos al punto entonces de que la Iglesia, como depositaria del mensaje del evangelio, no puede cambiar lo que ella no ha inventado. El matrimonio lo inventó Dios y estableció la forma cómo este debía de realizarse; Cristo ratificó esta voluntad del Creador y además lo elevó a sacramento (medio de salvación), y la Iglesia, como depositaria del mensaje del evangelio, es lo que siempre ha transmitido y enseñado y no lo puede cambiar. Aquí está claro que aquellos que propugnan porque la Iglesia católica celebre matrimonios sacramentales de parejas del mismo sexo no es posible ya que, si lo llegara a permitir estaría nada más y nada menos que cambiando y traicionando el plan de Dios y su voluntad. Es cierto que hay otras iglesias que celebran matrimonios de homosexuales, pero eso es un asunto de ellos que han interpretado el evangelio de otra forma y han roto con la tradición eclesial, aplicando sus propios criterios para ello. Las consecuencias de esta medida ya la sabemos.

Ahora, volvemos a nuestra pregunta inicial que da título a este artículo, ¿por qué celebrar el matrimonio por la Iglesia? Celebrar el matrimonio por la Iglesia o como sacramento indudablemente que tiene mucho significado, dependiendo del nivel de conciencia de los contrayentes. Podemos decir, a manera general que, celebrar el matrimonio por la Iglesia o sacramental es darle participación a Dios en tan importante proyecto de vida y felicidad. Es querer o manifestar que Dios desde el principio esté presente en el proyecto matrimonial y familiar de los esposos guiándoles en cada paso en el camino. En el sacramento, como bien sabemos, los esposos reciben una gracia especial para que les ayude y acompañe a lo largo de toda su vida. Esta gracia sacramental no es magia; es más bien la misma vida y fortaleza de Dios que les ofrece a los esposos para que fortalezca la voluntad de ellos para que en el matrimonio puedan vivir las condiciones o exigencias del mismo capacitándolos en su esfuerzo, perseverancia y sacrificio para que vayan así logrando las demás gracias que Dios da. Esta gracia se manifiesta de diferentes maneras en los esposos: fortaleciendo su amor, guardarse mutua fidelidad, apoyarse mutuamente en las buenas y en las malas, aceptación mutua, procreación y educación de los hijos, etc. Esta gracia santificante en los esposos es algo que ellos tienen que ir profundizando y robusteciendo en el día a día.

Es triste ver a tantos matrimonios, principalmente jóvenes, como solo celebran su matrimonio en el templo pero jamás vuelven a la iglesia ni andan el camino de Dios. Uno de los factores para esto por lo común ha sido que el matrimonio sacramental no se asume ni se celebra con la debida preparación, conciencia ni compromiso. Muchas veces no se tiene conciencia de lo que se celebra y por qué se celebra. La idea muchas veces es celebrar el matrimonio por la iglesia porque es más bonito y nada más. Al matrimonio no se va a improvisar. Este estado de vida exige responsabilidad y preparación de conciencia, material y espiritual (en el caso de los creyentes cristianos).

 

miércoles, 10 de abril de 2013

El cristiano y la corrección fraterna


“Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2Tim 4,2).

Una de las cosas o actitudes que nos cuesta mucho a nosotros los cristianos es precisamente la corrección fraterna. Si hay algo que a muchos de los hombres y mujeres no nos gusta es el que nos corrijan. A veces o por lo común, vemos en la corrección una falta de caridad o incluso hasta una actitud de juicio. Tanto una como la otra son falsas. La corrección fraterna es parte del mensaje del evangelio. La corrección fraterna está enmarcada en las obras de misericordia y de caridad. La corrección es movida por el amor. El ejemplo de esto lo tenemos en el mismo Jesús con sus discípulos: “si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: me arrepiento, lo perdonarás” (Lc 17,3-4). Y también en el evangelio de san Mateo 18, 15-18: “si tu hermano llega a pecar, vete y repréndelo a solas tu con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano…” Como vemos, la corrección fraterna es algo querido por Dios y nos lo ha manifestado en su Hijo Jesucristo.

Si bien es cierto que no a todos nos gusta que nos corrijan; lo es también el que no todos sabemos corregir. De ahí la necesidad de pedirle a Dios que nos dé siempre la sabiduría y la prudencia para poder llevar a cabo esta actitud cristiana. Sabiduría para que ponga en nuestros labios las palabras adecuadas al momento de la corrección; prudencia para que podamos saber cuál es el momento oportuno de hacer la corrección.

Algo que nosotros debemos entender con la práctica de la corrección fraterna es de que esta no es un juicio que se le este aplicando a la persona. Su mismo nombre ya indica su real significado: “es corrección fraterna”. Nuestra vida aquí en la tierra, como también en el sentido cristiano, es un permanente aprendizaje y, en este aprendizaje nos equivocamos, cometemos errores y necesitamos de la ayuda caritativa de los demás; por eso es “corrección”; es “fraterna” porque se hace con una actitud de hermanos en la fe y de hermanos en Cristo, que nos sentimos y experimentamos como hijos e hijas de un mismo y único Dios que es Padre de amor y de misericordia.

 Se da la situación en muchas ocasiones, que no ponemos en práctica esta actitud cristiana porque la confundimos con un falso respeto humano, que no es más que cobardía. Esto trae como consecuencia que el hermano que está en falta sucumba a la misma y entonces aquí ya caemos en una situación de complicidad al no hacerle ver al hermano que va por mal camino. Ya el Señor nos advierte contra esta actitud en el libro del profeta Ezequiel: “Si el impío permanece en su impiedad a pesar de tu predicación, él se condenará, y tú no serás responsable; pero si él permanece en su impiedad porque tú no le hayas predicado, él se condenará, pero a ti te cobraré el precio de su sangre” (Ez 3,18-20). Corregir al que yerra, es obrar por misericordia y caridad cristiana.

Los que estamos en el camino de la fe, en el camino de la Iglesia, de la comunidad eclesial, debemos de ser conscientes de que no estamos en ellas porque seamos unas personas pulcras e intachables. Estamos en ellas porque queremos ser buenas personas; porque esa bondad la queremos asumir desde nuestra fe en Dios y su Hijo Jesucristo. Parte de ese aprendizaje es ser conscientes de que necesitamos que los hermanos de la comunidad nos ayuden a ser cada día mejores personas. Hay quienes están más habituados a la corrección y hay otros que no; pero esto no debe ser obstáculo para no llevar a la práctica esta enseñanza cristiana.

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la cuaresma de 2012 nos exhortaba diciendo: “La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de corregir al que se equivoca. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí frente a aquellos cristianos que por respeto humano o simple comodidad, se adecuan a la mentalidad común y en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los malos modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia y brota de la verdadera preocupación por el hermano. En nuestro mundo, impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la corrección fraterna para caminar juntos hacia la santidad… siempre necesitamos una mirada que hable, corrija, reconozca, discierna y perdone como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros”.

No se trata de fijarnos en los defectos de los demás con la intención de estar chismeando en base a ellos, sino más bien de ayudar al otro a que se corrija, a que sea mejor persona. La corrección fraterna nunca es aconsejable hacerla cuando estamos irritados o molestos porque las palabras que salgan de nuestra boca a lo mejor no serán para edificar sino más bien pueda que suceda lo contrario.

Bendiciones.

martes, 9 de abril de 2013

Jesús y el silencio de las mujeres del evangelio


El evangelista san Marcos narra que todos los hombres huyeron cuando a Jesús lo crucificaron. Sin embargo, habían también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras mujeres que habían subido con él a Jerusalén (Mc 15,40ss).

Siempre hemos escuchado decir que un buen lector es aquel que sabe leer entre líneas; o dicho de otra manera, nosotros debemos a prender a leer entre líneas. Eso es lo que yo he pretendido al escribir esta reflexión sobre una situación que muchos, -quizá la mayoría-, pasamos desapercibidos cuando leemos el evangelio, principalmente el pasaje de la crucifixión de Jesús. Y es precisamente lo referente a las actitudes de las mujeres que le acompañaban, sobre todo en ese momento tan crucial de su vida que fue su crucifixión.

Me refiero al “silencio” de estas mujeres. Este silencio para nosotros debe ser edificante porque con ello estas mujeres nos dan lecciones de vida y de fe. Cuando leemos el evangelio nos damos cuenta las actitudes que asumió Jesús con respecto a la mujer. De hecho, una de las grandes novedades que asumió Jesús en su vida pública y anuncio del Reino de Dios, - y fue uno de los grandes escándalos también para sus contemporáneos-, fue el de ir integrando a la mujer al círculo de sus discípulos. Los mismos evangelistas nos van presentando el papel de éstas a lo largo de sus escritos.  El monje benedictino alemán, Anselm Grün nos dice que “en el círculo de los discípulos de Jesús las mujeres tenían los mismos derechos”. Fijémonos que en la cita bíblica de más arriba, el evangelista Marcos nos dice que estas mujeres “seguían” a Jesús igual que los demás discípulos varones. Es decir, que para Marcos las mujeres eran discípulas al igual que los varones discípulos. Un dato interesante que nos narran los evangelistas es que nos dicen que fueron estas mujeres las que estuvieron junto a Jesús al pie de la cruz; y de los discípulos solo uno estaba allí, Juan.

El evangelista Lucas, narra que Jesús no solo iba acompañado por los discípulos, sino también por algunas mujeres de las cuales había sacado o liberado de varios espíritus inmundos y enfermedades (Lc 8,2). Jesús practicaba con estas mujeres una relación muy personal. Su actitud fue la de restablecerles su dignidad personal; hacerlas sentir importantes, devolverles su dignidad de hijas de Dios. Esto las fue llevando a ser personas agradecidas y a devolverle a Jesús algo o mucho de lo que él les había dado: por eso “le servían” con sus capacidades que Dios les había dado, y oraban por todo el grupo. Ellas no solo servían a la mesa, sino que servían a la vida, daban la vida a Jesús y a sus discípulos. Jesús no tenía prejuicios hacia las mujeres. Dejaba que se acercaran, lo tocaran, le hablaran. Jesús toma en serio su hospitalidad y su papel como discípulas. Jesús enseñó su doctrina no solo a los discípulos sino también a las discípulas.

Así llegamos al momento de la cruz de Jesús. ¿Qué nos dice a cada uno de nosotros el silencio que estas mujeres guardaron en ese momento crucial de la vida de Jesús? ¿Qué enseñanzas podemos extraer de este silencio femenino que sirva de alimento a nuestra vida espiritual? Este silencio femenino no es ausencia, sino más bien presencia. El evangelio habla con respecto a la virgen María que “ella meditaba y guardaba todas estas cosas en su corazón”; pero creo que también se podría aplicar lo mismo para las demás mujeres que acompañaban a Jesús. El silencio de estas mujeres es un silencio profundo, meditativo, valiente, de fortaleza, de contemplación, de intimidad espiritual de la discípula con su maestro. En definitiva, es la parte mejor que ella supieron escoger; es un silencio bendito. Y es lo que ellas nos enseñan a los demás, sobre todo a los hombres: nos enseñan a callar antes que hablar. Muchas veces la lengua de los hombres esta pronta al insulto y a la violencia; estas mujeres con su silencio nos muestran que nuestra lengua debe de estar al servicio de la alabanza y contemplación del único Dios Todopoderoso.

En la Resurrección vemos cómo Jesús premia a las mujeres haciéndolas las primeras testigos de este acontecimiento de fe. Mientras los hombres, -los discípulos-, permanecían escondidos, fueron unas mujeres las que se envalentonan y van corriendo muy de madrugada al sepulcro donde habían puesto el cuerpo de Jesús. Pero no solo les regala este privilegio, sino que las convierte así en las primeras apóstoles de la Resurrección; y su primera misión fue la de anunciar a los demás discípulos lo que habían visto.

A todos, -hombres y mujeres-, nos enseñan estas mujeres silenciosas del evangelio lo que debemos hacer en ciertos momentos de nuestra vida, de nuestro caminar. Debemos aprender de ellas a hablar menos y callar más. Es el silencio que nos conduce a cada uno a encontrarnos en lo más profundo de nuestro interior con Cristo. Es el silencio que nos conduce también a convertirnos en apóstol de los apóstoles comunicando la buena nueva del evangelio, la buena noticia de la esperanza cristiana en un mundo y sociedad desesperanzados. Es el silencio que nos conduce a fortalecer y profundizar más y más nuestra amistad con Cristo; es el silencio que nos conduce a encontrarnos con el Dios de la vida y de la verdad, aquella verdad que nos hará hombres y mujeres realmente libres.

Bendiciones.

viernes, 5 de abril de 2013

¿Qué pasa con la religión?


Cuando miramos a nuestro alrededor, nos podemos dar cuenta de que nos rodea una sensación profunda que pone en alerta al más connotado estudioso como al más sencillo hombre y mujer de a pie: algo está pasando en el mundo religioso; algo está ocurriendo con la religión en el mundo.  En este tiempo de la modernidad, nos damos cuenta de que la religión o, como otros prefieren llamarle, el fenómeno religioso, no desaparece bajo este dinamismo moderno, a pesar de que esto era algo que muchos intelectuales habían pronosticado hace ya unas décadas atrás. Esto nos lleva a descubrir que hay una “revitalización de la religión”. Otra cosa que hay que advertir aquí es que, esta revitalización se produce, -en muchos de los casos-, al margen de los parámetros de la  visión religiosa institucional.

Uno de los retos que se plantea al mundo cristiano, sobre todo, es el gran porcentaje de indiferentes existentes. Este porcentaje, en países europeos como España por ejemplo, ha ido cada vez más creciendo debido principalmente al avance rápido del fenómeno del secularismo; y yo me atrevería a añadir, el secularismo ateo. Esto lógicamente, conlleva a una caída muy marcada del cristianismo a manera general; pero también habría que decir que en lo que respecta al catolicismo, el descenso en el número de católicos practicantes, por lo que se refiere a esa parte del mundo, ha crecido o está creciendo rápido. No así sucede, por ejemplo, en gran parte del continente africano, asiático y también en América Latina, donde todavía existe el mayor porcentaje de católicos de todo el mundo; aunque solo mencionamos el hecho sin hacer un análisis profundo de la práctica religiosa en estos continentes ya que también hay sus excepciones. Otros de los fenómenos que interpelan a la religión lo tenemos en el relativismo y subjetivismo. Ya el Papa Benedicto XVI nos había advertido del nuevo giro que ha dado el relativismo, cuando él mismo nos habla de la “dictadura del relativismo”. Es decir, que las cosas ya no son de acuerdo al cristal con se les mire, sino que, no admite que le lleven la contraria.

Mucho es lo que se ha insistido en querer relegar la religión al ámbito de lo privado, circunscripta a los muros religiosos, a la sacristía, como de manera peyorativa suele decirse. Si la religión cayera en esto, sería una religión invisible social y culturalmente, ya que queda cada vez más relegada al ámbito de la vida interior y afectiva de los individuos y de las familias; dicho de otra manera, es la religión de la sociedad secularizada. Esto provocaría la pérdida del influjo social de la religión.

Si esto es cierto, -y habría que decir más-; también lo es decir que existe o hay un profundo deseo o sed por experimentar el “misterio” (cuando hablamos de misterio, nos referimos a eso escondido, trascendente o como se le prefiera llamar). Basta que echemos un vistazo a lo que sucede a nuestro alrededor, sobre todo lo que sucede a través de los medios de comunicación, en donde se nos muestran u ofertan tantos medios para poder acceder al “misterio”. Esto nos podría llevar a afirmar que podríamos estar en camino hacia el “retorno”, -quizá no sea muy exacto el termino-, de la religión.

Una de la característica de la religión es que tiene que conducir a una experiencia de lo interior. De esto no ser así, seguirá sucediendo lo que hasta ahora: las gentes buscaran su experiencia de Dios por medios ideológicos y progresistas que les obliguen a marcharse por caminos muchas veces equivocados, o como diría J.M. Mardones, caminos disparatados.

A todo esto habría que preguntarnos, ¿Qué retos presenta esta sensibilidad religiosa al cristianismo?

¿Qué cosas tendríamos que hacer o implementar los cristianos para purificar desde el evangelio estas nuevas tendencias religiosas presentes en el mundo? ¿Cómo realizar esa nueva evangelización a la que estamos llamados a anunciar en medio de todas estas manifestaciones religiosas? No caben dudas de que el reto es arduo y exigente. Como discípulos de Cristo, estamos comprometidos a poner en práctica su mandato de “anunciar su evangelio a todas las gentes” (Mc 16,15); y con el apóstol san Pablo estamos en el deber  de “examinarlo todo y quedarnos con lo bueno” (1Tes 5,21).

 Bendiciones.

(Seguiremos abundando más sobre este tema en próximas entregas).