viernes, 1 de agosto de 2014

Dios: Creador y presente en todas las cosas


El Papa Benedicto XVI dice que el mundo en que vivimos es obra del Espíritu creador. El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu creador de Dios, de la palabra creadora de Dios. El hombre quiere hacerse por sí solo y disponer siempre y exclusivamente por sí solo de lo que le atañe. Pero de este modo vive contra la verdad, vive contra el Espíritu creador… Así, el testimonio en favor del Espíritu creador presente en la naturaleza en su conjunto y de modo especial en la naturaleza del hombre, creado a imagen de Dios, forma parte del anuncio que la Iglesia debe transmitir. Y san Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, nos dice que nosotros debemos de ser capaces de buscar y hallar  a Dios en todas las cosas como actitud frente al mundo y a la historia.

  Ya sabemos que Dios se nos muestra como el Dios del total acceso. Su Hijo Jesucristo nos ha hecho posible, nos ha abierto la puerta para el total acceso a Dios-Padre: yo soy la puerta, nos dijo, y, también que El es el camino para llegar al Padre: nadie va al Padre si no es por Él. De esta forma Jesús nos pone en contacto directo con el Dios creador y Padre nuestro. Nos conduce a Dios-Padre para que aprendamos a depender de Él. Nos enseña de esta manera que no dependemos de nosotros mismos, sino de Dios. Nos recuerda de esta manera también que por eso fuimos creados a su imagen y semejanza. Dios, Creador y Padre, es así nuestro fin y nuestra verdad. Es nuestra felicidad. Esta es la verdad que encargó a su Iglesia transmitir.

  Para san Ignacio de Loyola Dios no solamente esta presente en todas las cosas, sino que trabaja en cada una de ellas: descubrir a Dios como creador de todas las cosas, y que está íntimamente en ellas, nos permite mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender, y así, en mí, dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender, asimismo haciendo templo de mí, siendo criado a la similitud e imagen de su divina majestad. El Dios que pasa trabajo para que todo se mantenga en existencia es el mismo que pasa trabajo en la historia para salvar a sus criaturas colmando estos trabajos en la pasión de la cruz. A esto el Papa Benedicto XVI dice que la teología de la cruz no es una teoría, sino que es la realidad de la vida cristiana. Vivir en la fe en Jesucristo, vivir la verdad y el amor implica renuncias todos los días, implica sufrimientos.

  San Juan De La Cruz, en su cántico espiritual explica que, Dios creó todas las cosas con gran facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien Él era, no solo dándoles el ser de la nada, más aún dotándolas de innumerables gracias y virtudes. Y más adelante también dirá: descubre tu presencia y mantenme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor que no se cura sino con la presencia y la figura (cántico espiritual 11). San Juan de la Cruz ora diciendo: descubre tu presencia, no porque Dios estuviera ausente, sino porque esta presencia es aún escondida. Y también prosigue rezando: mantenme tu vista y hermosura, pidiendo que la maravilla de la presencia velada de Dios en este mundo sea superada más allá de la muerte por la presencia desvelada del amor divino.

 

Bendiciones.

    

Venga a nosotros tu Reino...


La actividad más importante de Jesús es la proclamación el Reino de Dios. No hay un dato más seguro en los evangelios de que Jesús se dedicara a esta proclamación; no hay un tema más tratado en ellos que este Reino de Dios. Jesús proclama el Reino de Dios en continuidad con la historia de su pueblo, que ya se trataba en el antiguo testamento. Pero hay también una innovación: Jesús no sólo repite lo que ya hay, sino que lo enriquece.

  Con esta petición se reconoce la primacía de Dios: donde Él no está nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En muchos creyentes la búsqueda de Dios ha desaparecido de la vida diaria y parece ser asunto de pocos. Pero lo cierto es que la búsqueda de Dios se realiza comprometiendo toda nuestra humanidad. Esta búsqueda se nos presenta con muchos matices: se nos aparece como escuchar, orar, callar, obedecer, servir, velar… Toda búsqueda apunta a una percepción de Dios, del Dios que está aquí.

  El Reino de Dios quiere decir “soberanía de Dios”, y eso significa asumir su voluntad como criterio. Esa voluntad crea justicia, lo que implica que reconocemos a Dios su derecho y en Él encontramos el criterio para medir el derecho entre los hombres. La petición es “venga tu reino”, y no “venga nuestro reino”. Se necesita de un corazón dócil para que sea Dios el que reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha: “el que es de Dios escucha las palabras de Dios…” (Jn 8,47). Ese es su camino, y por eso nosotros hemos de rezar siempre: debemos de cambiar profundamente nuestra manera de pensar; aprender a pensar desde Dios y no desde el hombre, a fin de evaluar correctamente nuestra vida con sus oraciones escuchadas y nos escuchadas. Jesús no solamente proclamó el Reino de Dios, sino que donde está Él ahí está el Reino de Dios. Jesús es el Reino de Dios entre nosotros ya.

  Este Reino de Dios tiene varias connotaciones. Entre ellas podemos mencionar la que evoca un “nuevo orden social”: este nuevo orden social involucra al mismo Jesús y sus discípulos y a los demás de la comunidad (Iglesia). Es un nuevo orden social que sigue siendo un orden futuro. Sus elementos son: la purificación del templo, -ya que era el centro político y económico de Israel. Desde la monarquía, con el rey David, el pueblo de Israel se va constituyendo en el foco de todo con su capital Jerusalén. Aquí también entra la reforma religiosa del rey Josías que hace del templo el centro, la polarización de las actividades del pueblo. Hay una serie de actitudes de Jesús ante el templo que son desconcertantes para el pueblo: la expulsión de los vendedores del templo, por ejemplo; gesto profético que significa un cambio en la manera de cómo realizar los sacrificios y relacionarse con Dios. Con este hecho, Jesús anuncia que el orden presente está pasando, es decir, es un anuncio escatológico. El conflicto que se genera aquí no es solamente en contra de los dirigentes, sino que Jesús toca algo que está muy dentro del corazón del pueblo y no solamente de un grupo, es decir, la gente no acepta este gesto profético de Jesús. El nuevo orden que Dios está pidiendo no está en los sacrificios del templo, sino ahora en el cuerpo de Cristo resucitado: el templo no hecho por manos humanas.

  Un segundo elemento es la escogencia del grupo de los Doce, -que hace referencia a las doce tribus de Israel-, nuevo pueblo de Dios. Un tercer elemento es todo aquello referente al “banquete escatológico”: Jesús comienza a constituir un nuevo pueblo con lo que llamaríamos “banquete de mesa”. Esta imagen del banquete es interesante ya que nos habla de un orden social distinto en que su característica será “incluyente” y no excluyente: todos estaremos participando de él.

  Otra connotación es que nos presenta un “orden nuevo”: los principales destinatarios ahora no son solamente los ricos, sino los pobres; no sólo los justos, sino también los pecadores; no sólo los grandes, sino también los pequeños, etc.

  Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: déjanos ser tuyos Señor. Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y tú puedas entregar el universo al Padre, para que Dios sea todo para todos (Benedicto XVI).

 

Bendiciones.