miércoles, 11 de noviembre de 2015

Hablemos del pecado: su raiz


¿Puede el hombre ser o encontrar la felicidad plena en esta vida? La experiencia nos dice que no. Es cierto que nosotros estamos llamados a ser felices, pero es cierto también que esa felicidad plena no es posible, no es realizable en esta vida, en este mundo. Lo que podemos lograr es ir probando de esa felicidad para la cual fuimos creados. Es una ilusión prometer la felicidad plena y total en esta vida. Todos lo sabemos, pero aun así, seguimos prometiendo lo que sabemos que no vamos a cumplir. ¿Por qué esto es así? Porque el hombre por sí mismo no puede dar lo que él no tiene ni posee. La felicidad la posee Dios, y no sólo la posee sino que además “es” la felicidad; él nos la ha prometido. Dios es la fuente inagotable de todo, incluyendo la felicidad. Él es el que nos ha llamado a ella y es el único que nos la puede dar porque la tiene en plenitud. Por esto mismo, cuando el hombre decide apartar descaradamente a Dios de su vida, cada día está más lejos de encontrar las respuestas a sus interrogantes, lo quiera o no aceptar. ¿Qué dirían de esto los filósofos, los científicos, los hombres y mujeres de ciencia? Para muchos de ellos, esto no le suena más que a un absurdo. Si ellos no son capaces de recorrer el camino del espíritu, el camino de Dios…nunca podrán llegar a la raíz del problema ya que rechazan la verdad.

  El mal existe, ya hemos dicho. Es una realidad palpitante en la vida del hombre. Pero también es un misterio, ya que no está a nuestro alcance el comprenderlo, abarcarlo y dominarlo. No tenemos ni contamos con los remedios o elementos necesarios para controlarlo o eliminarlo. De ahí que insistamos en que es necesario que el hombre cuente con y busque a Dios para poder tratar con esta realidad. Por eso nos dice el apóstol san Pablo en 1Cor 2,14: “el hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios, son necedad para él. Y no las puede conocer pues solo espiritualmente pueden ser juzgadas”. Es necesario por tanto, que el hombre se auxilie de la fe si es que quiere profundizar en el misterio del mal. El conocimiento natural es limitado.

  Son muy ilustrativas a este respecto las palabras del matemático y filósofo Oliver Rey sobre “el límite de la razón”. Dice: “la ciencia moderna ha fracasado: ambicionaba darnos la verdad sobre la naturaleza; pero en cambio, nos ha alejado de ella… Ser racionales no significa considerar que la razón es competente con todo, sino reconocer que tiene sus límites… La razón aseguraba la libertad y en cambio, ha regalado el determinismo absoluto… La razón promovía la autonomía, y en cambio, elimina al sujeto mediante su objetivación… La razón prometía una humanidad más fuerte y poderosa gracias a la tecnología, y en cambio, junto al poder, ha creado, con las armas nucleares y químicas en particular, y la contaminación y degradación ambiental, las premisas para la autodestrucción del planeta… Por lo tanto concluye: Hoy disponemos de mucha más información que en el pasado, pero no poseemos más conocimiento; somos más ricos, longevos y poderosos, pero no sabemos más sobre el sentido de la vida”.

  El conocimiento natural no es contrario al conocimiento de Dios. Ambos se necesitan y se complementan. El conocimiento de Dios no va en contra de la libertad, ni de nuestra inteligencia; más bien tenemos que aprender a depositar nuestra confianza y nuestra adhesión a la verdad revelada por Dios. Ambas realidades, fe y razón, proceden del mismo y único creador, y en Él no puede haber ni hay contradicción. La fe es un don de Dios y es también un acto humano. Dios mismo es quien nos otorga la gracia para que podamos creer y acercarnos a Él, guiados por el Espíritu Santo.

Bendiciones.

Papa Francisco...el Papa de la misericordia


“Vayan, aprendan lo que significa misericordia quiero y no sacrificios…” (Mt 9,13).



  La palabra misericordia viene del latín “miser” (miseria, miserable, desdichado), y “cordis” (corazón). Es decir, se refiere a la capacidad de sentir desdicha de los demás.

  La misericordia es una de las características del creyente cristiano, del seguidor de Cristo y su evangelio. Ya el mismo Jesús en el evangelio de san Mateo 25, 31-46, nos habla del juicio final y también enseña de las obras o actitudes que se tomarán en cuenta para la salvación o condenación de los hombres: “tuve hambre y me dieron de comer; estuve desnudo y me vistieron; en la cárcel y me visitaron; enfermo y fueron a verme…” Estas actitudes que describe el Maestro de Nazaret es lo que la tradición de la Iglesia ha llamado o calificado como las “obras de misericordia”. Estas obras o actitudes son las que nos darán el pase o no al Reino de los cielos ya que Jesús deja bien claro que cuando actuamos a favor de las personas que están en estas situaciones, lo hacemos con Él. Por eso también en otra parte del evangelio Jesús nos advertirá que si nuestra justicia no es mejor que de la de los fariseos correremos la misma suerte que ellos. El poner en práctica estas obras de misericordia es lo que podríamos entender también como el “ir acumulando un tesoro en el cielo donde los ladrones no pueden robar ni la polilla destruir”.

  El Papa Francisco, como fiel custodio del evangelio y la tradición eclesial, ha insistido en su pontificado sobre este aspecto del auténtico cristianismo. Él mismo ha declarado que el próximo año 2016 sea el año de la misericordia. Nos conduce de esta manera a que fortalezcamos y profundicemos en este aspecto de nuestra fe no nada más en una forma teórica sino y, sobre todo, en la práctica. Debido a esta invitación, el santo padre concedió a todos los sacerdotes la facultad de absolver del pecado del aborto a quien se acerque a la confesión con una actitud de verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda.

  Ahora bien, volviendo al título de este escrito, el Papa Francisco ha realizado su décimo viaje pastoral fuera del Vaticano y esta vez volvió a América, específicamente a Cuba y Estados Unidos. Algunas de las pancartas que se utilizaron para promocionar esta visita en suelo cubano fue una que decía “Papa Francisco: el Papa de la misericordia”. Hay que decir aquí que, si bien es cierto que el santo padre es el Papa de la misericordia, lo cierto es también que no es el Papa del permisivismo. Lamentablemente esto es lo que, -principalmente-, los enemigos y detractores de la Iglesia Católica han querido presentar al mundo como la línea del pontificado de Francisco. Esto es un error y una manipulación tanto de la figura del Papa como del pontificado. El Papa no puede ir jamás en contra del evangelio y mucho menos de Jesucristo. El mismo Jesús dijo que Él vino a buscar y salvar al pecador, pero no al pecado. Es al pecador que hay que salvar, pero el pecado se rechaza; es al enfermo que hay que sanar de su enfermedad. Jesús nos reveló que Dios-Padre es el Dios misericordioso, pero no permisivo; Él mismo no lo hizo y esto lo dejó muy claro a sus apóstoles.

  Cuba ha sido un país que ha estado sometido a un régimen de gobierno comunista, dictatorial y por lo tanto represivo, en donde las libertades no existen. Ha pasado el tiempo, más de medio siglo, y las cosas en la isla están tomando otro giro. Recordamos la visita del Papa san Juan Pablo II cuando en una de sus homilías dijo las palabras “que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”; después el Papa Benedicto XVI,-peregrino de la caridad-, en su discurso de despedida invitó a los cubanos a crear una sociedad solidaria en la que nadie se sienta excluido. Por su parte, el Papa Francisco ha insistido en el mismo escenario en la práctica de la cultura del encuentro. El pueblo cubano ha sufrido mucho y tenemos que aprender a dolernos de su sufrimiento, pero no como algo puramente sentimental, sino más bien con la firme intención de ayudar a esa nación a que siga abriéndose al mundo. Tenemos que comportarnos como verdaderos prójimos de nuestro prójimo, como lo enseñó Jesucristo en la parábola del buen samaritano. No esperemos a que el otro se acerque; acerquémonos primero nosotros como lo hizo Jesucristo. Esto es ser prójimo de mi prójimo; y esto también es lo que ha hecho el Papa Francisco hacia el pueblo cubano.

  Seamos verdaderos creyentes-cristianos misericordiosos; pero rechacemos la permisividad, el libertinaje, la impiedad, la indiferencia, el sin sentido. El Papa Francisco nos sigue dando el ejemplo. Esto no es ideología; es más bien puro evangelio.