jueves, 16 de abril de 2015

YO SOY CRISTIANO


“Todos los odiarán por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza. Con su perseverancia salvarán sus almas” (Lc 21, 17-19).

 

  Es la nuestra una época en la que Cristo necesita hombres y mujeres que sepan estar junto a la cruz, fuertes, audaces, sencillos, trabajadores, sin respetos humanos a la hora de hacer el bien, alegres, que tengan como fundamento de sus vidas la oración, un trabajo lleno de amistad con Jesucristo. De esto no caben dudas a la hora ver lo que está sucediendo con esta persecución y asesinatos de tantos cristianos, sobre todo en el medio oriente y parte de África precisamente por razón de su fe. Este genocidio religioso que está sucediendo en nuestras narices está siendo ignorado por las grandes potencias y los organismos internacionales que se hace de la vista gorda ante estos asesinatos viles y crueles.

  Hace unos meses atrás, el mundo fue testigo del atentado terrorista de que fue objeto la revista francesa Charlie Hebdo por unos radicales musulmanes que se sintieron ofendidos por una publicación de esta revista de su fundador Mahoma. Fueron varias las personas que murieron en ese atentado. Este hecho fue condenado por los más importantes líderes políticos y religiosos. Pero recordemos también que esto dio pie a que en gran parte del mundo, grupos, países e instituciones se solidarizaran con esta revista y hasta se hizo viral la frase “yo soy Charlie” en los diferentes idiomas. Recordemos también que este hecho provocó que algunos líderes políticos se reunieran en Francia y participaron en una gran marcha en repudio a este atentado contra la libertad de expresión para unos, y para otros contra el hecho mismo del atentado terrorista. Aquí en nuestro país fuimos testigos de que uno que otro líder político también se fotografió con la frase “yo soy Charlie” y fueron subidas a las redes sociales. Todo esto está muy bien. Aunque, claro está, unos tenemos nuestras reservas de opinión con respecto a la actitud de esta revista laicista y blasfema.

  Pero, ¿y qué pasa con la persecución, asesinatos y secuestros de cientos de cristianos en el Medio Oriente y parte de África? ¿Por qué no se hace la misma campaña de repudio y rechazo contra este genocidio? ¿Por qué esta masacre de personas que profesan el cristianismo no es objeto de que nos solidaricemos con ellos y veamos formas de ayudarles? El Papa, y junto a él, obispos, líderes religiosos de estas zonas perseguidas no se han cansado de llamar la atención y pedir la intervención de las grandes potencias y organismos internacionales para que este genocidio termine y se respete a estos seres humanos y sus creencias religiosas. Da la impresión de que lo que están matando es a la lacra de la humanidad por el solo hecho de ser cristianos. NO. Son personas a las que se están masacrando. Haciendo de su asesinato hasta un espectáculo o show, como si fueran animales rabiosos lo que están eliminando. La voz de nuestros líderes religiosos es la voz de los que claman en el desierto. Las grandes potencias y organismos internacionales lo que han dicho es que ellos no saben cómo ayudar a evitar esta persecución y matanzas de estos cristianos. Pero sabemos también que detrás de todo esto hay un tema político y de intereses particulares de unas naciones. Yo me pregunto, si estos grupos radicales islámicos hubieran asesinado un soldado de estas naciones poderosas, ¿no habrían hecho ya todo lo posible para dar con los culpables y si fuera posible hasta asesinarlos? Ahí tenemos el caso reciente del soldado chileno de los cascos azules en Haití que asesinaron, en donde la ONU y el gobierno chileno ya han exigido que se llegue a esclarecer ese hecho lamentable y que se castigue a los culpables. No estoy diciendo con esto que la vida del soldado no tenga valor. Claro que la tiene, también es un ser humano. Pero, ¿por qué no se actúa de igual manera cuando se trata de cientos de personas perseguidas, secuestradas y asesinadas por su fe?

  Yo no seré un cristiano al cien por ciento fiel a Cristo. Pero me esfuerzo cada día en serlo con su gracia. Yo lo único que puedo ofrecerle a esos hermanos en la fe son mis oraciones y sacrificios para que no sucumban al poder del mal y no renieguen de Cristo. “Yo soy cristiano”. Cristo es el único que puede salvarnos, y si esto me causa persecución y muerte pues Cristo mismo será mi fortaleza para poder enfrentarla. Hagamos de esta frase un tema viral en las redes sociales. Demos testimonio de nuestra fe en Cristo. Charlie Hebdo no ofrece salvación. Cristo sí, y por eso dijo que el que lo reconozca delante de los hombres, Él también lo reconocerá delante de su Padre.

miércoles, 1 de abril de 2015

Espiritualidad para un mundo desespiritualizado: La Meditación y Los Rituales.


Hemos hablado de la necesidad de la oración para el descubrimiento de la fuente de la espiritualidad que nos ofrece Dios por medio de su Hijo Jesucristo, y que esa fuente inagotable es precisamente el Espíritu Santo prometido por Jesús a sus discípulos. Ahora, junto a la oración va de la mano también la meditación. Van de la mano y sin embargo, son diferentes. Meditar es hacer silencio frente a Dios y concentrar todo mi ser en Él. Debo de lograr entonces que su Espíritu penetre todo mi ser. La meditación no es exclusivo ni un invento del cristianismo. De hecho, en todas las religiones existe y se practica la meditación, con diferentes nombres, pero meditación al fin y al cabo.

  En la meditación nos vaciamos de nosotros mismos para llenarnos de Dios. La meditación va unida al abandono. Este abandono, para que sea efectivo y logre su objetivo tiene que ser pleno; que pongamos todo, sin excepción, en las manos de Dios. El abandono nos implica una inevitable renuncia, y eso es lo más difícil. Nos dice el Señor: “el que quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,25). El que es capaz de renunciar, de abandonarse, de desprenderse de todo aquello que le impide llenarse de Dios, encuentra la verdadera vida. El Señor nos pide una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no necesariamente toma todo: “Dios lo pide todo y al mismo tiempo no quita nada (Papa Francisco).

  Con respecto a los rituales, hay que decir que éstos proporcionan y crean un tiempo sagrado y un lugar sagrado. Los rituales nos ayudan a transformar la vida diaria y nos abren el cielo en medio de nuestros afanes. Los rituales nos llevan a adentrarnos en nuestro interior y fortalecer nuestra relación con Dios. Los rituales nos recuerdan que la bendición de Dios siempre nos acompaña, transforman la realidad de nuestra vida.

  Los rituales nos ayudan a cerrar puertas y a abrir otras. Muchas veces, por lo común, el cansancio, el estrés acumulado durante todo el día, no somos capaces de dejarlo fuera y los convertimos en nuestros acompañantes inseparables y esto nos acarrea muchas dificultades en el ámbito familiar y laboral. En nuestra vida debemos de ser capaces de manejar estas situaciones para que no ocupen un lugar que no les corresponden en nuestro diario vivir: debemos de aprender a que lo que ocurra en el trabajo se quede en el trabajo, y lo que ocurre en el hogar se quede en el hogar. Así nos libraremos de muchos conflictos. Debemos de estar en apertura a los que nos rodean, ya sea con los miembros de la familia –esposa/o, hijos-; o con los compañeros del trabajo. Debemos aprender a salirnos del flujo de dos corrientes de aires que entran por dos puertas abiertas de nuestra vida, para poder estar en la paz y quietud del hogar y que éste pueda crecer a algo nuevo. Los rituales nos ayudan a lograr esto y más.

  Aquí no podemos dejar de mencionar los rituales que nos proporciona la Iglesia. Es cierto que a muchas personas estos rituales no les dicen nada, son vacíos, carentes de todo sentido y distante. Pero en realidad, “son rituales sanadores”. Entre los más importantes  y más significativos tenemos el ritual del bautismo: “este nos recuerda que Dios purifica y clarifica todas las sombras que oscurecen nuestra imagen más auténtica y original. Las imágenes de los padres, de la sociedad, las imágenes que nosotros mismos nos adjudicamos son lavadas para que la imagen pura de Dios resplandezca nuevamente en nosotros” (Anselm Grün).

  Otro ritual que nos ofrece la Iglesia es la eucaristía: que nos muestra el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es la fiesta de la transformación, donde no solamente es transformado el pan y el vino en cuerpo y  sangre de Cristo, sino que nuestra vida es también transformada. “En la comunión penetra en nosotros el amor de Cristo para sanar nuestras heridas… Llegamos a ser uno con Jesucristo, pero a través de él también somos uno con Dios, y uno con nosotros mismos:  para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).

 

Bendiciones.

 

Los dioses hechos por los hombres.


El Papa Francisco, en su exhortación apostólica post sinodal “El gozo del evangelio”, aborda en el capítulo segundo las diferentes formas de crisis que llevan a la humanidad a un no compromiso comunitario real. A ellas las enumera como desafíos del mundo actual, y va enumerando algunas: no a una economía de exclusión; no a la idolatría del dinero; no a un dinero que gobierna en lugar de servir; no a la inequidad que genera violencia. E inmediatamente nos habla de unos desafíos culturales que se deben de tener en cuenta a la hora de implementar y hacer más efectiva la tarea de la evangelización.

  Nosotros sabemos que desde siempre el hombre ha caído en la idolatría en sus más variantes formas. El hombre nunca ha podido ser totalmente fiel al Dios de Israel y de Jesucristo. La alianza que el Dios de Israel estableció con el hombre desde el principio, éste siempre la ha quebrantado y siempre es Dios el que tiene que venir a restablecerla. Recordemos las diferentes etapas de la Alianza: la alianza con Adán y Eva, cuyo signo era la alianza matrimonial; la alianza con Noé, cuyo signo fue el arco iris; la alianza con Abraham, cuyo signo era la circuncisión; la alianza con Moisés cuyo signo fue la pascua. Y la última y definitiva alianza de Dios con la humanidad por medio de su Hijo Jesucristo, que es una alianza definitiva e inquebrantable.

  Pero, ¿Por qué el hombre siempre es el que ha quebrantado la alianza establecida por Dios? Pues porque siempre se ha dejado llevar y caído en la idolatría. El Papa Francisco, en la encíclica Lumen Fidei nos dice: “En la historia de Israel, la idolatría dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo desintegra en los múltiples instantes de su historia, negándole la espera del tiempo de la promesa”. Hay muchos hombres y mujeres que no creen en Dios; pero también hay que decir que esos hombres y mujeres tienen sus pequeños dioses, hechos a su imagen y semejanza, hechura de sus propias manos. El ídolo es algo que podemos manipular a nuestro antojo, hacer que diga y haga lo que yo quiero, cuando quiero y como quiero y donde quiero. El ídolo es manipulable; el Dios único y verdadero, el Dios de Jesús no es nada de esto. Los hombres forman sus dioses según su propia imagen. La afirmación del Antiguo Testamento que habla del ser humano creado a imagen de Dios se ha invertido: el hombre ha creado un dios según su propia imagen. Estas imágenes de estos dioses son proyecciones del mismo hombre, no de Dios; no nos dicen nada de Dios.

  Ludwig Feuerbach nos habla en su teoría de la proyección: el hombre, lo que teme o venera, a quien adora y sacrifica no es a Dios, es a él mismo, es decir, a la humanidad. El ser humano se experimenta como débil, mortal, imperfecto, pecador, infeliz. Su deseo es ser fuerte, inmortal, perfecto, santo y feliz. Ya que el mismo ser humano ve, en su finitud, frustrados sus deseos, los proyecta fuera de sí como realidad en Dios: Dios es fuerte, inmortal, santo y feliz. Solo que este dios no es más que una proyección de los deseos del ser humano y manifiesta una división interna en el ser humano.

  Jesús es la imagen de Dios: “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, dijo Jesús. La imagen humana de Dios es Cristo. Pero esta imagen de Dios en Cristo, que es conducido al calvario, no es ni fuerte, ni poderoso ni inmortal ni siquiera parece ser perfecto ni feliz. Todo lo contrario. El Dios cristiano no es el Dios de la proyección de los deseos, es completamente otro y diferente, no es como nosotros lo podríamos desear. En los evangelios se nos narra los diferentes intentos por parte de los discípulos de disuadir a Jesús para que no fuera a Jerusalén después de éste anunciarles lo que allí iba a sucederle; de cómo llamó al apóstol Pedro: apártate de mí Satanás, porque tú piensas como los hombres no como Dios”. Los discípulos no pueden comprender quién es Jesús, porque no cumple con sus expectativas, ideas, deseos, propuestas. En el crucificado, se lleva al extremo la negación de las falsas imágenes de Dios. Ahora, Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre y comparte la condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo (Benedicto XVI).

  Jesús es el mesías que salva al mundo de una manera como no se había esperado. Salva al mundo no a base de poder o de irradiar una felicidad despreocupada, sino desde la debilidad y el sufrimiento. Esta es la verdadera imagen de Dios. No un Dios hecho a mi medida y según mis esquemas. Una verdadera espiritualidad nos llevará cada vez más a derrumbar las falsas imágenes del único y verdadero Dios.

 

Bendiciones.