martes, 12 de diciembre de 2017

La Dirección Espiritual (3): Canal de Gracia


“Quien a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16).



  Dios ha derramado su gracia abundantemente sobre nosotros, sus hijos e hijas. Jesús mismo nos vino a participar de la gracia de Dios-Padre cuando dijo que vino al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo; y también cuando dijo “yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Esto es lo que podemos entender como la gracia de Dios. San Pablo nos dirá que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Entonces podemos decir que la dirección espiritual es un canal de gracia. Sabemos también que el Señor nos ofreció curación, sanación de la enfermedad del pecado: “son los enfermos los que necesitan al médico; no los sanos”. Esta sanación del alma nos la participa el Señor por medio de Él mismo y, otras veces por medio de otros que Él ha elegido para obrar en nuestro favor.

  Nuestro Señor tiene sus formas y maneras de cómo actuar en nosotros; tiene sus instrumentos que ha elegido. Nadie tiene la exclusividad de este actuar en nombre de Dios. Pero también nosotros debemos de tener mucho cuidado de no instrumentalizar a Dios ni al Espíritu Santo para intentar hacerles que hagan lo que nosotros queramos. Aquí nos estamos refiriendo más específicamente al director espiritual, ya que es una persona, un instrumento en las manos de Dios; una persona elegida por Él para este servicio. El director espiritual es una persona que conoce el sendero, que se ha preparado para este ministerio; es una persona que ha profundizado en el conocimiento interior del alma y que, en muchas de las veces, hace de maestro y guía, de médico; es un amigo que acompaña en el caminar; es también ese buen pastor en las cosas que a Dios se refiere.

  El director espiritual es esa persona que ayuda a ver los posibles obstáculos que nos podemos encontrar en el camino de la vida; nos guía por caminos y senderos de vida interior para que luchemos con eficacia y nos anima en toda circunstancia. Por eso, quien a él lo escucha, escucha a aquel que lo ha enviado y de quien en su nombre habla y actúa. Es el Espíritu de Dios que actúa y habla en él y por medio de él. El director espiritual tiene que saber despertar la sed y el hambre de Dios en el alma; tiene que saber avivar la llama del Espíritu cuando percibe que ésta se quiere apagar en el alma; guía al alma por el sendero de la vocación a la que ha sido llamada por el Señor y así también puede reafirmarla si ya se conoce la misma. El director espiritual nos ayuda a conducirnos por el camino de la santidad enfrentando con valentía el pecado. De ahí que, como nos dice Francisco Fernández-Carvajal: “Por eso, estos deseos de ser mejores, de crecer en la amistad con Jesucristo y de preocuparnos de los demás, son el fundamento de la dirección espiritual”. De ahí que insistamos en que la dirección espiritual sea un canal de gracia, ya que la vida del Señor, su amor y su amistad se desbordan abundantemente para que desde ya en esta vida luchemos por nuestra santidad, como lo dijo el mismo señor Jesucristo: “sean santos como su Padre celestial es santo”. El director espiritual nos ayuda a mantenernos en el camino que Dios desde un principio ha elegido para nosotros, porque él mismo es un hombre que vive en libertad y nos encamina para que vivamos y usemos de esa libertad con la cual hemos sido creados y revestidos por Dios.

  La Iglesia, que es el pueblo de Dios, siempre ha visto y recomendado esta práctica desde antiguo como un camino eficaz que nos ayuda a mantenernos en el camino hacia esa santidad que el Señor Jesús nos ha llamado. Es un medio eficaz también para mantenernos en la práctica de una vida espiritual y práctica cristiana efectiva, profunda y comprometida; por esto siempre la ofreció a sus hijos e hijas porque ella es consciente de que solos no podemos avanzar o se nos hace difícil el camino para poder vivir y ser luz en medio de tanta tiniebla que nos rodea.

  La vida del hombre sobre la tierra es un constante desafío. Cada día debemos estar dispuestos a nuevas cosas que pueden ocurrir: una enfermedad, un accidente, un fracaso, una pérdida… Ante todo esto corremos el riesgo de apartarnos del camino de Dios. Con la ayuda del director espiritual podemos mantenernos en el sendero de nuestra vocación divina, porque solo el dominio de Dios conduce al bien, a la bendición; mientras que, el dominio del mal, de la desidia, del sin sentido conduce a la destrucción, inseguridad, temor y muerte.

Si lo sabemos, ¿Por qué no lo practicamos?


En el diccionario etimológico encontramos que la palabra autoridad viene del latín auctoritas, que derivó de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar, promover, hacer progresar. Desde el punto de vista etimológico, autoridad es una cualidad creadora de ser, así como de progreso. Pero también en latín las palabras ducet et docet hacen referencia a conducir y enseñar. Así entonces, tenemos que la persona que ejerce autoridad es aquella que es creadora o forjadora del ser propio y del ser del otro. Pero, también en base a las palabras latinas antes mencionadas, podemos decir que la persona que ejerce autoridad es aquella que sabe o debe conducirse en la vida y a la vez enseña a los demás.

  Desde el punto de vista da la fe, podemos afirmar que estas cualidades estaban bien claras y definidas en la persona de Jesús: Jesús fue llamado por los demás como el Maestro; que enseñaba con una sabiduría diferente a la de los demás escribas y fariseos. Jesús también se conducía con autoridad y esto era muy bien percibido por sus oyentes; sabía muy bien ejercer esta cualidad con sus seguidores, principalmente con sus discípulos. Una cosa es ejercer la autoridad y otra es ejercer el autoritarismo: la primera, como ya lo hemos visto, es positiva y ayuda al buen conducirse de la persona; mientras que la segunda es entendida como el ejercicio abusivo de la autoridad, y puede derivar en despotismo, dictadura, absolutismo, etc.  Todo esto viene al asunto de preguntarnos por qué hoy en día la humanidad esta tan falta de autoridad o, como dicen otros, hay un gran vacío de autoridad en la humanidad, en sus instituciones. Se puede decir que esta falta de autoridad se ha institucionalizado, es estructural; y esto, como es lógico, está contribuyendo al deterioro de la convivencia social, familiar y cultural.

  Pensemos rápidamente en la falta de autoridad que hay en la institución familiar. Parece ser que en nuestros días, los padres tienen miedo a ejercer la autoridad que es su deber. Hay padres que tienen o manifiestan miedo a corregir a sus hijos de sus errores; que, en el colmo, hasta parece que les piden permiso a sus hijos para hacer o decir las cosas, etc. Uno de los grandes errores en muchos hogares es que hoy todo lo dialogan, y no todo se dialoga; la aplicación de las normas se regatea y los padres, muchas veces, ceden ante el chantaje de  los hijos. Un error de muchos padres es pensar que sus hijos no pasen las dificultades que ellos pasaron en su niñez o que no tengan las limitaciones que ellos tuvieron. Pero, ¿es este pensamiento correcto? Claro que no. A los hijos  no se les puede dar todo, aunque se pueda darlo; más bien hay que enseñarles a esforzarse en la vida, hay que enseñarles el valor del sacrificio, del trabajo, del respeto, de la responsabilidad; como se dice popularmente: hay que enseñarles a rascarse con sus propias uñas. A los hijos no se les puede llenar de derechos, y no recordarles sus deberes. Hay que educarlos enseñándoles quién tiene la autoridad en el hogar, y la autoridad es monopolio de los padres. Los padres cristianos deben de pedirle a Dios que les ilumine para que sepan ejercerla con amor y de acuerdo a su voluntad; el mejor ejemplo lo tienen en el mismo Jesús que practicó el servicio con amor y autoridad.

  Y en cuanto al ejercicio de la autoridad en la sociedad, ¿qué pasa? Pues que vemos cómo la autoridad está desacreditada en ella. Hoy tenemos una sociedad desafiante a la autoridad, en gran parte consecuencia de que la misma Institución ha caído en la violación de la misma ley que ella está llamada a cumplir y hacer cumplir. Tenemos una Institución que negocia y hasta le regatean y se deja chantajear en la aplicación de la ley. Las leyes se negocian, se discuten, se aprueban o se rechazan en el Congreso; pero una vez aprobadas y promulgadas, se tienen que aplicar: “la ley es dura, pero es la ley”. Hoy en día se está exigiendo el “imperio de la ley”. Debemos y tenemos que ser una sociedad que no transija con la aplicación de la ley; que sea cierto de que todos somos iguales ante la ley. Que la ley no sea utilizada para proteger a los poderosos y fastidiar a los pequeños. Y es que cuando una sociedad esta manga por hombro, no queda más que el desorden y caos. No se trata de exigir a los demás que cumplan la ley que yo no estoy dispuesto a cumplir. Es muy característico de nosotros que cuando vamos a un país en donde sí se cumplen las leyes, nos adaptamos inmediatamente a ello, pero no queremos hacerlo en nuestro país. Y es que ese es el problema, no queremos hacerlo. Seguimos fomentando el desorden, la anarquía, el caos, porque hay quienes se benefician del desorden; queremos ser una sociedad ordenada, pero sin esfuerzo ni sacrificio. La autoridad tiene que devolverle a la Institución el monopolio de la misma, pero ella tiene que dar ejemplo de su fiel cumplimiento al resto de la sociedad, porque el ejemplo entra por casa.

  Si sabemos esto, pues actuemos en consecuencia. No seamos cobardes ni acomodaticios ni irresponsables. Tenemos un deber y responsabilidad que asumir, ya que por esto se nos pedirá cuenta.

 

martes, 28 de noviembre de 2017

Ser Profeta Hoy

Cuando el ministro ordenado administra el sacramento del bautismo, hay unas palabras que pronuncia en el momento de la unción con el santo crisma: “…que Dios te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo sacerdote, profeta y rey”. Esta es lo que se conoce como la triple dimensión del bautizado. Pero muchas personas, incluyendo muchos cristianos, tienen una idea errónea de lo que es el verdadero profeta, (estamos refiriéndonos al profeta bíblico). El profeta bíblico no es la persona que adivina el futuro; no es una especie de chaman o brujo, etc. El verdadero profeta bíblico es, -en su definición más sencilla y clásica-, el que denuncia la injusticia y anuncia, al mismo tiempo, la justicia.
  El profeta bíblico es la persona elegida por Dios y no al revés; después es llamada por Dios para servirle; es la persona poseída por el Espíritu de Dios; no es él el que posee ni domina el Espíritu. De manera que hablará y actuará de acuerdo a lo que el Espíritu le inspire, en el momento que le inspire y en el lugar o circunstancia que le inspire. Es la persona que habla en nombre de Dios y no en nombre propio: “No serán ustedes los que hablen, es el Espíritu de mi Padre que hablará por ustedes”, dijo Jesucristo; el profeta hablará palabra de Dios y por eso es que el mensaje que anuncia siempre incomoda. Pero hay una actitud normal ante esta elección de Dios, y es que se manifiesta por lo común un rechazo a esta elección divina. El ejemplo más paradigmático que tenemos en las Sagradas Escrituras es el de Jonás que, al ser elegido por Dios para ir a profetizar a Nínive, -la gran ciudad-, se le escabulle y se esconde de Dios hasta que después de varios intentos no le queda de otra que acceder a lo que Dios le encomienda.
  En el libro del profeta Jeremías 20,7-9, leemos que el profeta le dice a Dios: “me sedujiste Señor y me dejé seducir…” Si es cierto que es Dios el que elige y llama a la persona para este ministerio, también es cierto que Dios no coacciona la libertad de la persona; Dios tiene la forma o manera de cómo lograr convencer a la persona para que acceda a su petición; es como si Dios nos enamorara. Pero es que también la persona decide con su libertad dejarse seducir, porque la Palabra de Dios es como fuego ardiente que quema las entrañas, sigue diciendo el profeta.
 El profeta de Dios, es la persona que molesta, fastidia, incomoda; pero también es incomprendida, perseguida, mofada, etc.; y como si todo esto fuera poco, su desenlace es por lo general la muerte. Tenemos tantos ejemplos en las Sagradas Escrituras y en la historia de la Iglesia, y el mismo Jesucristo no se libró de esta situación. Por eso es que la persona que ha sido elegida por Dios para este ministerio por lo general manifiesta su rechazo a esta elección aun sabiendo que viene del mismo Dios. Hoy, más que nunca,  necesitamos asumir esta dimensión de nuestro bautismo; ser verdaderos cristianos que, sin mirar hacia atrás, asumamos desde nuestra fe, este ministerio. El profeta no es la persona que esta puesta por Dios para asumir una actitud de pura y sólo criticadera; el profeta de Dios no es la persona criticona; no es la que habla sólo por hablar, sin razones, sin fundamentos ni argumentos: “Les daré palabras que ningún adversario suyo podrá rebatir”, dijo Jesucristo.  Hoy en día a nosotros se nos está prohibido o se nos quiere prohibir hacer crítica, denunciar sobre todo lo que está mal. Una de las características de nuestra sociedad dominicana es que es una sociedad criticona: todo lo critica pero pocas veces hace algún aporte importante para remediar o cambiar eso que critica; muchas veces es una crítica despiadada, vulgar, desconsiderada, con un lenguaje violento e incitando a la violencia, falta de respeto, sin fundamentos, y todo amparado en la libre expresión: “No hay dudas de que las redes sociales han permitido dar voz a una masa de personas que nunca la tuvo; y que buena parte de ella es ignorante, maleducada y hace del insulto, la mentira y la estupidez su forma de manifestarse. En cierto sentido es verdad que los idiotas han encontrado en las redes sociales su ambiente natural, y también que sus opiniones, cuando son repetidas por un número suficiente de personas, son influyentes a pesar de su contenido absurdo” (Gloria Álvarez, Cómo hablar con un Progre, pp. 66-67); y san Pablo en su carta a los Colosenses 3, 1-11 nos dice “desháganse de la ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡Fuera de su boca!”
  Los del bando contrario tienen cansado a uno con la desgastada y manipuladora frase “es que son unos retrogradas, medievales y conservadores”; frase esta que desde hace mucho tiempo nadie se las compra ni se las cree. El mundo de hoy está cada vez más descristianizado; Voltaire dijo: “dime a quién no puedes criticar, y te diré de quién eres esclavo”. Y es que para muchos, el disentir es sinónimo de odio. Pero el profeta no debe de amedrentarse ni por qué ceder ante estas insinuaciones y pretensiones de los adversarios. El profeta, que es la persona que habla en nombre de Dios, jamás se sentirá ni estará desamparado de Dios; el mismo Dios lo ha dicho y prometido, y Jesús lo ratificó: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

  Dios es el que nos convoca para que seamos y hagamos de sus profetas en medio de las contrariedades y peligros que Él sabe a los que nos podemos enfrentar o encontrar en el camino. El mismo Jesucristo dijo que si nosotros dejamos de hablar en su nombre, entonces hablarán las piedras; y si esto llegara a suceder, pues podemos estar seguros de que algo grande en lo que respecta a nuestra fe y compromiso cristiano está fallando. Y es que el que no está con Cristo está contra Él; y el que no recoge con Él, desparrama.

miércoles, 11 de octubre de 2017

¿Existe el "derecho" al matrimonio homosexual? (2a. parte)


Si bien es cierto que hay grupos o lobbies que están haciendo todo el esfuerzo y presión para lograr el reconocimiento de derechos, no es menos cierto que también hay una gran cantidad de homosexuales que esto no les interesa. Es más, hay testimonios de personas con atracción al mismo sexo que no se sienten representados por estos grupos y que han manifestado su desacuerdo en la manera en cómo los mismos vienen ejerciendo su lucha. Testimonios de esto hay muchos, pero los medios de comunicación esto no les interesa resaltarlo porque también están fuertemente contaminados con esta ideología totalitarista, manipuladora y avasallante. Más bien, estos se sienten que están siendo tratados como tontos útiles por estos grupos y organismos para conseguir sus fines. De hecho, hay que afirmar que para que una ideología avance necesita del apoyo del Estado. Lo que en realidad quieren conseguir es la homosexualización de las sociedades.

  De esto nos damos cuenta cómo, desde las escuelas, se viene imponiendo esta ideología. Presentar como normal, lo que por naturaleza no lo es. Recordemos, hace unos meses atrás en nuestra sociedad dominicana, la asistencia del ex embajador norteamericano Wally Breuster y su compañero sentimental que asistían a las escuelas a tener pláticas y reuniones con los estudiantes y personal docente disque llevando ayuda a las escuelas. Su real y verdadera intención era ir mentalizando a los estudiantes, desde temprana edad, a ver esas relaciones entre personas del mismo sexo como normales. Y es que estos individuos están siempre buscando la manera de cómo ingeniárselas para conseguir y buscar el apoyo de su estilo de vida. Esto, en palabras evangélicas se dice así: “Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta el tiempo oportuno” (Lc 4,13). Así actúan éstos, se retiran pero a planear su siguiente estrategia para volver al ataque.

  No hay dudas de que nuestro sistema educativo está siendo permeado por esta ideología de género. Hay testimonios de personal docente de nuestras escuelas que dicen que en ocasiones son invitados a retirarse un fin de semana para darles unos talleres sobre educación y cuando empiezan a escuchar las charlas o conferencias no son más que pura charlas con contenido ideológico de género, sobre cómo  deben de hacer en sus cursos con los alumnos y transmitirles estos contenidos, y esto se hace con conocimiento del mismo Ministerio de Educación sin que los padres se enteren;  esto seguirá sucediendo mientras los padres no se planten ante esta mentalización ideológica de sus hijos y rechacen lo que se llama el “pensamiento políticamente correcto”.

  Con respecto al “matrimonio homosexual”, el derecho no protege cualquier relación humana, sino sólo aquellas imprescindibles para la organización comunitaria. En consecuencia, la razón por la cual el matrimonio propiamente dicho o,- matrimonio natural-, tiene un estatus especial dentro del ordenamiento jurídico, es porque las futuras generaciones surgen precisamente de estas uniones. Otro argumento de estos grupos de presión o lobbies es que afirman que la existencia de estas uniones homosexuales no afectaría en nada al matrimonio natural y podrían convivir sin problema alguno en la sociedad. Pero es que hacer esto va contra toda lógica porque lo cierto es que no es bueno ni sano equiparar lo que es bueno y natural con lo malo y anti natural. Es como querer poner al mismo nivel la virtud y el vicio. El matrimonio natural vendría a convertirse en una cosa más dentro de tantos modelos de convivencia de parejas que se están proponiendo actualmente. El columnista italiano Michael Signorile dijo: “Pedimos el derecho a casarnos no como una forma de adherirnos a los códigos morales de la sociedad, sino de desbancar un mito y alterar radicalmente una institución arcaica, la familia. La acción más subversiva que pueden emprender los gays y lesbianas es transformar por completo la noción de familia”.  

  Conforme a la lógica aristotélica, la no discriminación consiste en el trato igualitario entre iguales, por ende, no otorgarles a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio no encarna discriminación alguna, dado que no son iguales, sino justamente homosexuales. Somos iguales ante la ley, pero no mediante la ley. La igualdad jurídica no puede ni debe suplantar la desigualdad biológica. La igualdad jurídica significa que todos aquellos que tienen capacidad para contraer matrimonio tienen el derecho de estar habilitados para hacerlo. Entonces, dos homosexuales que quieran vivir juntos lo pueden hacer. Pero ese acto privado no es de interés público, el Estado no tiene ni debe otorgarle aval oficial alguno, ni proveerles privilegios que la propia naturaleza del vínculo que eligieron tener les impide. Las leyes positivas, -es decir, las leyes escritas-, deben subordinarse a las leyes naturales y no colisionar con ellas.

 

martes, 10 de octubre de 2017

¿Existe el "derecho" al matrimonio homosexual? (1a. parte)


De todos los argumentos más falsos, pero más cacareado por los grupos LGTBI, es decir que el matrimonio es un derecho, o que se trata de igualdad de derechos. NO LO ES. Y en esto estarán de acuerdo los expertos en materia de derecho, aunque muchos de ellos no se atrevan a decirlo porque a lo mejor no quieren que los tachen de intolerantes o de homofóbicos. Pero, como ya lo dijo el Cardenal Robert Sarah, Prefecto para la Congregación del Culto Divino: “decirles la verdad a los homosexuales, es amarles”. Y esto es lo que le falta a muchas personas, incluyendo los cristianos.
  Es sabido por todos que en muchos países del globo terráqueo (en Europa unos 14 países tienen regulados estas uniones, así como Canadá, USA, México, Argentina, Brasil, Colombia, Chile), este tipo de legislaciones lo han logrado estos grupos o lobbies de presión LGTBI con ayuda de organismos internacionales como la ONU, OEA, UE; y Ongs poderosas económicamente como las que patrocina George Soros, Los Rockefeller, Bill Gates, etc.; gente poderosa que ha utilizado gran parte de su fortuna para ir imponiendo todo este tipo de legislaciones englobadas en la ideología de género, que incluye el aborto, eutanasia, el mal llamado e infundado cambio de sexo, etc.
  Pero sigamos hablando del matrimonio. Y es que para empezar, la misma palabra “matrimonio” ya le queda grande a estos grupos. La misma raíz etimológica lo contradice: matrimonio viene del latín mater  (matriz, madre = sitio en que se desarrolla el feto), y monium (calidad de = la aportación de la mujer que contrae nupcias para ser madre. En su aspecto natural implica la procreación, es decir, la multiplicación de la especie humana). El matrimonio es también, por un asunto jurídico, protección de la madre. Como vemos, en las parejas del mismo sexo esto no se cumple; ya desde aquí, empiezan mal. El matrimonio no es un derecho que el Estado le confiere a los individuos. El matrimonio no fue inventado por el Estado, por lo tanto, no tiene derecho ni potestad a cambiarlo; tampoco fue inventado por la Iglesia, y ésta tampoco tiene derecho a cambiarlo. El matrimonio es de institución divina y por lo tanto, es un don o regalo de Dios para el hombre y éste debe de realizarlo tal cual su Creador lo instituyó: entre un hombre y una mujer.
  Pero sigamos con la parte legal. El matrimonio no es un derecho, sino más bien una restricción de los derechos que el individuo ya tiene. Por ejemplo: en el Estado de California y otros más, si la esposa se compra un carro con su dinero, la mitad del valor de ese carro le pertenece al esposo aunque su nombre no esté en el título de propiedad y viceversa. Las personas que simplemente viven juntas pueden hacer todos los acuerdos que entre ellos les parezca, sean heterosexuales u homosexuales. Pueden dividir sus posesiones como quieran 50-50, 70-30, 90-10, etc. Pueden hacer su unión temporal, permanente o sujeta a ser cancelada cuando así lo decidan.
  La sociedad no tiene los mismos intereses en el resultado de la unión de parejas homosexuales, como sí las tiene las parejas heterosexuales. Transferir todas esas leyes a estas parejas, es como querer transferir las reglas del béisbol al futbol (Thomas Sowell). El  tribunal internacional de Estrasburgo, que es el más importante en materia de Derechos Humanos en la Unión Europea, sentó jurisprudencia ante esta realidad y concluyó que el tal derecho al matrimonio homosexual no existe. Argumentó este Tribunal lo siguiente: “Recuerda por unanimidad que la Convención Europea de los Derechos Humanos, no incluye un supuesto derecho de las parejas del mismo sexo, tanto en el marco del derecho a la vida privada y familiar (art. 8), como el derecho a casarse y tener una familia (art. 12)”.El artículo 12 consagra el concepto tradicional y natural del matrimonio, a saber, la unión de un hombre y una mujer. Por otro lado, tenemos también que el Tribunal Supremo de Israel acaba de emitir una sentencia sobre el mismo: “El TS ha rechazado una petición de la asociación israelí LGTBI para equiparar, sin legislación mediante, el matrimonio y las uniones de personas del mismo sexo. Según la ley israelí, los tribunales rabínicos son la única autoridad relativa al matrimonio en el país”. Y el Tribunal de Irlanda del Norte también sentó jurisprudencia en el mismo tema: “Este Tribunal ratificó la sentencia del Tribunal de Estrasburgo”.
  Entonces, si se ha sentado bases a nivel internacional sobre este aspecto, la pregunta obligada es ¿por qué los países, organismos internacionales, ongs y demás, ignoran estas sentencias? ¿Por qué los activistas homosexuales quieren ver sus derechos restringidos con las leyes matrimoniales, cuando pueden perfectamente hacer sus propios contratos con sus propias provisiones y realizar todo tipo de ceremonias que les plazca para llevarlo a cabo? La respuesta es inmediata: en realidad lo que estos grupos de presión LGTBI buscan es que el resto de la sociedad les acepte su estilo de vida, una aprobación social oficial y no un asunto de derechos. ¿Por qué insisten tanto en que una institución como la Iglesia Católica les apruebe su estilo de vida, si ya a nivel legal lo han logrado en muchos países? Y esto le ha traído persecución a la misma institución eclesial como a los cristianos; hay tantos casos de esto, que solo basta con navegar un poco en internet y con solo poner la palabra “persecución religiosa o contra los cristianos, tenemos de sobra.

martes, 3 de octubre de 2017

Cumplir los mandatos del Señor o rechazarlos


En el primer relato de la creación del capítulo primero del Génesis, leemos que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Pero lo cierto es que muchas personas todavía hoy no entienden estas palabras o no saben cómo interpretar esta imagen y semejanza del hombre con Dios. La respuesta más sencilla a esta cuestión es saber que, el hombre, a diferencia de los demás seres vivientes creados por Dios, fuimos creados con tres facultades específicas y que nos hacen exclusivos frente a los demás seres vivos, y son las facultades de la inteligencia, voluntad y libertad. Aquí está nuestra imagen y semejanza con Dios. Pero también lo cierto es que estas facultades no las poseemos o tenemos de manera absoluta, sino que tienen sus límites. Pero cuando el hombre se ha empecinado en transgredir esos límites ahí vienen las dificultades. Recordemos el pasaje del a Torre de Babel donde el hombre quiso, no sólo ser igual que Dios, sino más que Dios y las consecuencias que esta actitud le trajo. Y es que el hombre, hoy en día,  sigue queriendo ser más que Dios.

  En el libro del Eclesiástico 15,16-21 leemos que el escritor sagrado nos señala que “si queremos, guardaremos los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad, y que por eso Dios ha puesto delante de nosotros fuego y agua, vida y muerte, para que escojamos de acuerdo a nuestra voluntad y libertad; y que Dios no ha mandado al hombre a pecar…”  La palabra guardar hay que entenderla como practicar. Por eso el mismo Jesús nos dice en el evangelio de san Juan: “si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Y es que guardar los mandatos del Señor nos da la herencia eterna porque ellos alegran nuestro corazón (Slm 119,11). Aquí entran en juego la voluntad y libertad del hombre; Dios nos da la opción de elegir. Sabemos lo que Dios quiere para nosotros, pero no basta con que Él quiera nuestro bien, es necesario que nosotros también queramos nuestro bien. También se nos habla de la prudencia. Y la prudencia es una de las virtudes cardinales, que son cuatro: prudencia, justicia, templanza y fortaleza. Las virtudes cardinales son fundamentales en el ser humano. La palabra virtud quiere decir hacer hábito; pero este hábito no es en sentido de rutina, sino hábito de hacer lo bueno, porque es bueno.

  La virtud de la prudencia ayuda al hombre a discernir el bien del mal o distinguir entre el bien y el mal, para que pueda elegir siempre el bien. Pero, como está en juego la facultad de la libertad, pues no siempre elegimos el bien, sino el mal. Para el hombre siempre es bueno elegir la voluntad de Dios, eso lo hace un hombre prudente: “…el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca” (Mt 7,24); elegir lo contrario, por lo tanto, lo hace un hombre imprudente. El hombre siempre está pidiéndole a Dios que le muestre su voluntad y que se haga su voluntad en él, pero cuando Dios muestra cuál es su voluntad, que no siempre coincide con la del hombre, éste se echa para atrás.

  El mal, el pecado, más que estar fuera del hombre, está más bien dentro del hombre. Todo lo que Dios creó lo creó bueno, y al hombre lo creó muy bueno, nos dice el Génesis. Entonces, si el hombre fue creado muy bueno, ¿por qué peca? Pues porque quiere y elige pecar. El pecado se gesta, se anida en el interior del hombre, y de su interior pasa al exterior: “no es lo que entra al hombre lo que lo hace impuro, sino lo que sale de su boca…”, dijo Jesús. Cuando el hombre consiente en su interior, es lo peligroso. El consentir es como un deleitarse, gozarse en el pecado, y después viene la acción. Cuando Jesús habla de que si no somos mejores que los fariseos y escribas, no entraremos al reino de los cielos, nos está exhortando a que no nos quedemos en la letra, en lo externo de la ley, sino que seamos capaces de ir al espíritu de la ley. Por eso fue que Él vino a darle su plenitud a la ley y a los profetas, y no a abolirla. La ley de Dios y la ley dada a Moisés, nos son dos leyes contrapuestas, sino una sola ley dada al hombre en dos etapas: una en el Antiguo Testamento, que es preparación para la segunda, dada en el Nuevo Testamento y revelada en el Hijo de Dios. Jesús se nos muestra así como el verdadero legislador. Jesús nos hace ver en nuestro interior; por eso insistió tanto en limpiar nuestro corazón y en que no nos parezcamos a los fariseos y escribas. Que no hagamos de nuestro culto a Dios un culto vacío; que no honremos a Dios con los labios, sino con el corazón. Que elijamos cumplir sus mandatos y enseñemos a los demás a cumplirlos para así ser grandes en el reino de los cielos. Que seamos capaces de hablar de los mandatos del Señor ante los reyes y poderosos de la tierra, y en especial de nuestra sociedad, sin miedo ni vergüenza. Los mandatos del Señor dan vida y alegran el corazón.

lunes, 2 de octubre de 2017

Renovar nuestra mente


En su carta a los Romanos, san Pablo nos exhorta a que no nos ajustemos a los criterios de este mundo, sino que nos dejemos transformar por la renovación de nuestra mente, para que sepamos discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto (12, 1-2).

  En otras ocasiones hemos dicho y lo repetimos, que este mundo cada vez más está descristianizándose, (veamos principalmente a Europa); y es que cada vez más muchos cristianos se están acomodando a los criterios de este mundo y esto va en contra de la enseñanza del evangelio. Si Cristo, que se nos presentó como la luz verdadera que alumbra a todo hombre, y gran parte de la humanidad ha rechazado esa luz, por lo tanto está viviendo y caminando en la tiniebla; muchos cristianos también se han sumado y sumido en esa tiniebla porque se han alejado de la luz y han dejado de ser la sal y luz para el mundo; han perdido su sabor, se han vuelto sosos y están siendo tirados al suelo para ser pisoteados; se han llenado de oscuridad y ya no pueden iluminar.

  Hoy escuchamos a muchos cristianos decir a boca llena que son cristianos pero de mente abierta o, dicho en inglés que parece que suena más bonito, son “open main”. Pero lo cierto es que hay tantas personas con la mente abierta que podemos decir que se les ha salido el cerebro y parece que no se han dado cuenta. Esta actitud ya la denunció el mismo Cristo cuando dijo “nadie puede servir a dos amos al mismo tiempo…” Y es que con esa frase se da paso a todo lo que quiera entrar: aborto, uniones legales entre homosexuales y adopción de niños por estos, eutanasia, ideología de género, etc. Porque hay que ser inclusivos, y parece y el mensaje es que Cristo, el evangelio y la Iglesia son excluyentes. Muchos dicen “soy cristiano, pero de mente abierta”. Esto no es correcto: o se es cristiano completo o no se es cristiano.

  Pero esta mentalidad, esto de ser de mente abierta, no afecta y tampoco es una conducta que asumen sólo los laicos; es que también hay sacerdotes, obispos, religiosas y algunas instituciones de la nuestra iglesia Católica que se han plegado a este pensamiento relativista. En nombre de una falsa misericordia, una falsa caridad y falsa tolerancia, hoy muchos están aceptando todo como bueno y válido. No es raro encontrarnos con sacerdotes, obispos y colegios católicos apoyando todo esto que el evangelio denuncia. Muchos cristianos se han dejado arropar por esta oscuridad que les tiene nublado el cerebro y su fe, porque hay que estar bien con el mundo y sus pompas, sus errores, sus equívocos, pero se rechaza la enseñanza evangélica: Ya lo dijo el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino: “decirle la verdad a los homosexuales es amarles”.

  Otro síntoma de este plegarse a los criterios del mundo es adherirse a lo que los analistas políticos llaman “lo políticamente correcto”, o como otros prefieren llamar “pensamiento único”. Por eso es que también vemos cómo muchos de los hombres y mujeres de la política, que están encargados de elaborar, aprobar y aplicar las leyes en sus países y que se dicen que son cristianos, sucumben tan fácil a este pensamiento único; no son fieles a sus convicciones cristianas y después que la Iglesia les llama la atención, se sienten ofendidos, rechazados, juzgados, señalados, etc. Tenemos el caso, -no el único-,  de la legalización del aborto en Chile con el apoyo del partido demócrata-cristiano y lo que les ha dicho el obispo de Villarrica al respecto; y aquí en nuestra sociedad dominicana se ha tomado el caso trágico de Emely y el aborto al que fue sometida para traer el tema de su legalización por parte de los diputados con apoyo de las Ongs pro aborto, politizando así esta tragedia, como si esta fuera la solución a esta problemática.  Eso popularmente se llama “pescar en río revuelto”. Y es que la Iglesia de Cristo, como madre que es, también debe de llamarles la atención y hacer los correctivos de lugar cuando uno de sus hijos comete un error, y más si este error es voluntario o intencional. En el evangelio esto se llama “corrección fraterna”, es decir, corregir al que yerra con caridad, pero, -al mismo tiempo-, con autoridad.

  Por eso san Pablo nos exhorta a que renovemos constantemente nuestra mente, pero a la manera cristiana, de acuerdo a lo que el Espíritu Santo nos inspire. El cristiano debe de ser el discípulo que manifieste sin tapujos ni vergüenza las enseñanzas de su Maestro, Cristo Jesús, porque todo el que se avergüence de Cristo delante de los hombres, Él se avergonzará de suyo delante de su Padre. Cristo mismo ya nos había advertido que aunque estamos en el mundo, no somos del mundo; y que nos eligió para que demos fruto en abundancia y que ese fruto perdure. No se trata de estar con Dios y con el Diablo al mismo tiempo; no se trata de ser complacientes con el mundo; no se trata de enseñar un mensaje diferente al que nos vino a enseñar Jesucristo, porque el que se enseñe a los demás a cumplir un mensaje diferente, ése será el más pequeño en el reino de los cielos.

  Tenemos que ser instrumentos en manos de Cristo para ayudar a otros a que lleguen al conocimiento de la verdad y sean personas verdaderamente libres, porque para eso nos libertó Cristo. Tenemos el Espíritu de Dios para poder discernirlo todo y quedarnos con lo bueno rechazando lo malo. El que tenga oídos para oír, que oiga.

martes, 26 de septiembre de 2017

La dirección espiritual es camino y fuente de alegría (2)


Nos dice Anselm Grün en su libro sobre los diez mandamientos: “Nuestro mundo se hace cada día más complicado e incomprensible. Por eso mucha gente busca una clara orientación. Buscan buenas indicaciones para conseguir una vida plena.  ¿Qué podríamos responder a esas personas que se afanan en buscar este bienestar, esta orientación para alcanzar esa vida plena? Creo que la respuesta sería: Solo el Señor tiene el remedio. Únicamente Él puede arreglar nuestra vida, falta de armonía y de sentido de tantas ocasiones, y realizar una obra maravillosa. Solo Él”.

  Ya sabemos que el Señor Jesús se nos reveló como el único camino para llegar al Padre, cuando uno de sus discípulos le preguntó cómo podrían saber el camino. Pero el Señor Jesús también es la puerta que nos da acceso al Padre. Entonces, nuestra presencia en este mundo es un retorno al Padre puesto que de Él hemos venido y a Él vamos a volver. Pero tenemos que hacerlo tal como el mismo Jesús nos lo indicó, y que podríamos resumirlo en sus propias palabras cuando resumió todos los mandamientos en dos: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús es nuestro Maestro y nos señala con verdad y autoridad el camino que conduce a la alegría, a la eficacia y a la salvación.

  Pero es ahí el punto. Recorrer el camino nos indica ya una acción. Los evangelistas nos presentan en ocasiones a Jesús “poniéndose en camino”. Nosotros también tenemos que ponernos en camino, ponernos en acción. Tenemos que gastar energía y acumular cansancio y fatiga en este recorrido de la vida. Ponernos en camino es ir hacia la meta de la vida, que es la salvación. Pero es que esta meta de la salvación ya implica para nosotros en este mundo un gozo y una alegría: “Les daré un gozo y una alegría que nada ni nadie se las podrá quitar”, nos dice el Señor. Por eso es que decimos, o más bien afirmamos, que la dirección espiritual es camino de alegría. Una alegría que no nos cae del Cielo, sino más bien es una alegría que tenemos que ir construyendo, edificando en nuestro día a día en esta vida, en la medida en que nos abrimos al Dios que es la fuente de ella: “Dichosos todos aquellos que al escuchar mis palabras no se sientan defraudados de mí”.

  En el transcurrir de nuestra vida en este mundo, son muchas las contrariedades y pruebas que tenemos que ir enfrentando y sorteando en el caminar. Muchas veces sentimos el cansancio, la fatiga y hasta la derrota de no querer seguir avanzando a pesar de que la meta a alcanzar es lo más grandioso que puede experimentar el creyente. Este cansancio y fatiga nos hace perder, -la más de las veces-, el rumbo y sentido de la vida. Nos hace caer también en una especie de enfermedad que atrofia todo nuestro ser; nos aparta y aleja de Dios y su mensaje de salvación. Por esto Jesús se nos presentó como el “médico”, que vino a buscar y sanar a los enfermos del alma por el pecado, ya que posee la ciencia y las medicinas necesarias para realizar en nosotros esta sanación. Pero, ¿cómo vamos a encontrar o dar con este doctor y su medicina si nos negamos a ir donde Él; si le cerramos las puertas de nuestra casa interior para que no entre porque nos creemos que estamos sanos?: “vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré”, nos dijo.

  Nuestro Señor Jesucristo es el Dios cercano; es el Dios próximo a nosotros. El está siempre más cerca de nosotros que nunca, no importa la falta, el ánimo, la fatiga, el cansancio, etc. Y es que Cristo Jesús es el remedio a nuestros males; es el remedio a nuestra fatiga; a nuestro cansancio; a nuestra tristeza; a nuestro sin sentido en la vida. Por eso es que tenemos que ir siempre hacia Él para poder descansar en Él y renovarnos en Él. Es volver a llenarnos de la sabia suya porque Él es el tronco y nosotros los sarmientos, y si es que queremos experimentar de esa sabia tenemos que estar adheridos a Él.

  Una buena dirección espiritual nos conduce a experimentar todo esto y más. Nos conduce a cambiar nuestro dolor, amargura y  tristeza en nuevos caminos de sanación, dulzura y alegría porque nos viene dada por el mismo Hijo de Dios, que le dijo a la samaritana “si sigues bebiendo del agua de ese pozo, seguirás teniendo sed; pero si tomas del agua que yo te doy nunca más tendrás sed”. Y nosotros tenemos que decirle como la samaritana: “Señor, dame de esa agua para nunca más tener sed”. Cristo es la fuente inagotable de toda nuestra existencia. Nos pide, nos invita a que vayamos hacia Él; que nos atrevamos a sumergirnos en su misma persona, que es la fuente inagotable de nuestra alegría y de nuestra salvación.

martes, 5 de septiembre de 2017

La dirección espiritual (I)


“Les dijo también una parábola: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo?” (Lc 6,39).

  Queremos hablar en los próximos números de nuestra revista acerca de un medio tan importante en nuestra vida cristiana como lo es la dirección espiritual. Hay muchas dudas y resistencia de muchos cristianos a utilizar este medio o recurso que nos ayuda a crecer en la vida de la fe. Muchos miran la dirección espiritual con cierta “sospecha”. Son muchos los cristianos que dicen a voz en grito que no necesitan  hablar con nadie acerca de lo que ocurre en sus vidas. Ya lo dice el dicho popular “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Una de las falsas visiones que se tiene del director espiritual es que a veces se le ve como si fuera una especie de “metiche”. Nada más falso. Por esto y otros malos entendidos es que queremos compartir en estos artículos el que podamos entender la verdadera y real necesidad que tenemos los cristianos de una ayuda en nuestro caminar de fe y espiritual. La necesidad que tenemos que existan otras personas que nos ayuden a ver cuando sentimos o sabemos que el camino se nos ha oscurecido. Dicen, y con razón, que dos cabezas piensan más que una; cuatro ojos ven más que dos, etc. Así, de esta manera, introducimos este apasionante tema y lo hacemos siempre con la única intención de aportar al crecimiento espiritual de todos los creyentes y también de todo aquel que lea estas líneas para su fortaleza  en la vida comunitaria.

  Es por todos nosotros sabido que el hombre no fue creado para estar solo, para vivir en soledad: “no es bueno que el hombre esté solo”, leemos en el libro del Génesis. Dios le crea al hombre la mujer para que le acompañe y le ayude. Pero también el hombre es compañía y ayuda para la mujer. Ambos fueron creados con la misma dignidad y con sus diferencias, y así surge entre ellos un complemento. Así vemos nosotros cómo se va desarrollando la vida de ambos en su caminar, en la vida en el paraíso del Edén.

  Si aplicamos esta voluntad divina a la vida espiritual, podemos también decir que no es bueno que el cristiano esté solo. De hecho, el mismo Jesús ya lo había previsto, y fue más lejos: Él mismo no quiso llevar a cabo la misión del Reino solo, sino que se hizo acompañar por un grupo de hombres elegidos por Él mismo para instruirlos en las cosas del Reino de Dios y después enviarlos a la misión de seguir o continuar su obra. Pero Jesús sabía a qué tipo de terreno o realidad los enviaba y por eso les dijo que los enviaba como corderos en medio de lobos. Sabía que iban a estar sometidos a muchas y diferentes pruebas en su caminar y que esto provocaría el que pudieran flaquear en el camino de la fe. Les insistió muchas veces en la necesidad de estar siempre unidos y de confiar plenamente en Dios para que les diera la fortaleza necesaria para cumplir con la misión. Él mismo prometió su presencia, su acompañamiento a los discípulos todos los días hasta el fin del mundo. Jesús así se convertiría en el guía, custodio, acompañante de los suyos y atestiguaría sus palabras con obras de sanación, liberación y salvación; haría creíbles con gestos concretos las palabras de los discípulos. Jesús mantendría en la dirección correcta a los discípulos para que no se desviasen del camino trazado y sería también el motivo de la fortaleza de los mismos. Por eso les prometió el Espíritu Santo, que era el que terminaría de comunicarles y revelarles lo que faltaba a la misión iniciada por Jesús.

  En la vida de la fe y de la espiritualidad no podemos caminar solos. Jesús lo sabía y por eso estableció la comunidad cristiana que es la Iglesia, su Iglesia, su pueblo santo. Vivir la vida cristiana en comunidad es la manera más fácil de poder llegar a la meta, que es la casa de Dios-Padre. Cuando Jesús resucitó y se le apareció a María Magdalena le dio el mandato de que le dijera a los discípulos que permanecieran juntos y así se les manifestaría resucitado y también vendría sobre ellos el Espíritu Santo. Así podrían caminar y cumplir con lo mandado por el Maestro de Nazaret. Estarían en sintonía con la voluntad de Jesús y en profundo discernimiento de las palabras del buen pastor. Esto les permitiría saber cuándo el buen pastor les habla y cuándo sería el lobo el que actúa. Y es que, sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.



Bendiciones.

 



 

... Y formó Dio al hombre del polvo


  En el segundo relato de la creación que se nos narra en el capítulo segundo del Génesis, encontramos nosotros unos indicios muy interesantes para nuestra fe. A diferencia del primer relato del capítulo primero, en donde se nos va narrando lo que Dios iba haciendo día por día, y que cierra ese relato con la creación del hombre como culmen de la misma creación; en este segundo relato, más breve, nos encontramos con un Dios artesano, un Dios alfarero.

  Leemos en este pasaje bíblico que Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz un aliento de vida, y así el hombre se convirtió en ser viviente (2,7). Es interesante esto porque, si en el primer relato de la creación se presenta a Dios creador de todo: pone orden donde antes había caos, las dos lumbreras, el mar y la tierra, los seres vivientes del mar, las aves del cielo, las plantas, etc., y crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Pero en este segundo relato es muy específico al presentar a Dios como moldeador o una especie de alfarero que se detiene a darle forma al cuerpo del hombre, cosa que no hace con los demás seres vivientes. Podemos nosotros incluso pensar, sin que esto se vaya a interpretar como un atrevimiento de nuestra parte, que a lo mejor Dios tuvo que intentar varias veces la formación del cuerpo del hombre hasta darle la forma perfecta que Él quería. Pero dejémoslo ahí. Lo que sí es de resaltar es la actitud de Dios en detenerse a formar el cuerpo del hombre.

  Pero esto tampoco queda ahí. Se nos dice inmediatamente que, después de formar al hombre del polvo, insufló en sus narices el aliento de vida. Dios le dio la vida, y esto se interpreta como un don o regalo. La vida del hombre viene o procede de Dios, que es el Dios de la vida. La vida al hombre se le ha sido dada como don; el hombre no se ha dado la vida a sí mismo. La vida no le pertenece, sino a Dios. De aquí entenderemos entonces las palabras de Jesús cuando dijo “Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos ustedes están vivos para Él; y también cuando dijo: “ustedes están en el mundo, pero no son del mundo, sino de Dios”. Por esto mismo y en base a esta enseñanza bíblica, la Iglesia defiende, protege y promueve la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Ella no puede renunciar a esta enseñanza ya que si lo haría traicionaría el mensaje evangélico. Esto lamentablemente es lo que muchos, incluyendo creyentes, no han entendido y por eso nos encontramos con esas ideas disque progresistas que niegan el primer derecho que es el fundamento de todos los demás: el derecho a la vida.

  Ahora bien, tengamos en cuenta que existe alma animal y alma humana. Los hombres tenemos alma humana; tenemos el aliento de la vida. Pero nos falta algo para poder ser y llamarnos hijos de Dios. Además del alma humana, se nos ha dado también el don del Espíritu. El Espíritu es lo que nos hace tener relación con Dios, a diferencia de los demás seres vivos. Sólo el hombre puede relacionarse con Dios a través del Espíritu. Tengamos en cuenta que cuando somos bautizados el gran don o regalo que recibimos es el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. Este Espíritu Santo es el que nos guiará hacia nuestra relación con Dios; es por el Espíritu Santo que nosotros, como lo dijo san Pablo, podemos dirigirnos a Dios como “Padre”; es el Espíritu Santo el que ora en nosotros y a través de nosotros. Es el Espíritu Santo el que nos impulsa a obrar de acuerdo a la voluntad de Dios. Es decir, no basta con que nosotros tengamos el don de la vida por medio del soplo divino, es necesario y hasta indispensable, que seamos revestidos por el Espíritu de Dios, y esto lo logramos por medio del sacramento del bautismo. Jesús mismo, -cuando elogió a Pedro cuando éste le reconoció como el Señor, el Hijo del Altísimo-, le dijo que eso no se lo había revelado ni carne ni sangre alguna, sino su Padre del cielo: ¿cómo fue o se da esta revelación en la persona? Pues por medio del Espíritu Santo.

  ¿Qué podemos concluir de esto? Pues que la salvación de Dios ha sido dada sólo a nosotros los seres humanos, porque somos las únicas criaturas destinada a ello. Sólo a nosotros los seres humanos vino el Hijo de Dios para llevarnos de regreso al Padre: “es mi voluntad que donde yo esté, estén también todos ustedes los que creen en mí, y  los que por su testimonio también creerán en mi”. Hay muchas personas que se preguntan si los animales se salvarán o llegarán a la vida eterna. Pues según las Sagradas Escrituras, eso no es así por las razones antes expuestas; es decir, los animales tienen aliento de vida, pero no tienen Espíritu. Cristo vino a rescatar a los enfermos por el pecado, y esos enfermos somos nosotros los seres humanos; no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, y esos pecadores somos nosotros los seres humanos.

miércoles, 12 de julio de 2017

La cultura de lo inmediato

El ser humano, por una de las cosas que se ha destacado en el devenir de su historia ha sido siempre por querer hacer las cosas de inmediato. Claro que esta actitud se ha acentuado más en los últimos tiempos; es como si se tuviera la impresión de que cuanto más el hombre ha avanzado, sobre todo en el campo del saber humano, se ha hundido más en lo que muchos han llamado la cultura de lo inmediato: todo lo quiere rápido, al instante, de una vez…, la respuesta instantánea; dicho en otras palabras, y haciendo una analogía con muchos productos comestibles, sería aquello de lo “instantáneo”: café instantáneo, comida rápida, palomitas de maíz al instante, etc.
  Pero, ¿esta actitud funciona? ¿Es buena? ¿Es correcta? De pronto muchas personas caen en la certeza de que es todo lo contrario, es decir, se dan cuenta de que vivir así no funciona, no es correcto. Una de las actitudes que podemos decir y que es manifestación de esta inmediatez, es que muchas personas no son corteses ni amables ni respetuosas, no quieren esperar, hacer su turno. Esta actitud nos lleva siempre a caer en la violación del derecho de los demás, y esto exacerba los ánimos, quita la paz, etc. Ya lo dijo el benemérito de las Américas Benito Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”. De esto nos damos cuenta en nuestro diario vivir: muchas personas les molesta que el otro sea amable, cortés y respetuoso. Pero esta molestia se da sobre todo cuando esa amabilidad, cortesía y respeto no son asumidas para conmigo; la molestia viene siempre cuando se asume con los demás; es lo que en muchas ocasiones hemos dicho: que las normas, leyes que yo exijo que cumplan los demás, son las mismas normas y leyes que yo no estoy dispuesto a cumplir. Y esto es hasta evangélico, porque el mismo Jesucristo dijo “trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Nos atrevemos a decir que pareciera que no se nos está educando para la amabilidad, la cortesía y el respeto, porque parece que para el hombre de hoy, manifestar estas actitudes, -o virtudes humanas-, es sinónimo de cobardía y debilidad (por no decirlo con otra palabra). Es como si pareciera que estas actitudes o virtudes humanas fueran anticuadas y hoy están fuera de moda.
  Hay personas creyentes que muchas veces le reclaman a Dios el que no actúe de inmediato cuando ellos le exponen sus problemas y, al no recibir la respuesta que esperan y en el momento que esperan, muchos de esos reclamos terminan en un abandono de los caminos de Dios. ¡Y es que no hay solución mágica a los problemas! A Dios le exigimos que nos diga lo que queremos oír, pero Dios nos dice lo que tenemos que oír. Tenemos que aprender que la fe nos exige siempre paciencia y perseverancia; hay que regarla, cuidarla, abonarla… la fe no es magia.  Además de que tenemos que fortalecer la esperanza, tenemos que aprender a saber esperar en el tiempo de Dios. Tenemos que aprender a “aplacar esta urgencia” de nuestra vida de querer que las cosas se hagan cuando yo quiero, como yo quiero y donde yo quiero.
  Otro aspecto que no queremos dejar pasar es que una de las causas de este inmediatismo es la influencia que tienen los medios de comunicación; esta insistencia por estos medios de conducirnos por este camino de lo inmediato con su “¡llame ya, llame ahora mismo, qué espera!”; pareciera como si el mundo, la vida se nos va a acabar si no hacemos esa llamada en el momento, y caemos en la trampa. Y esto, claro está, es lo que contribuye a este consumismo que nos arrastra y nos convierte en compradores compulsivos en el que estamos inmersos y que nos lleva también por consecuencia a crearnos falsas necesidades. Recordemos que, según la lógica cristiana, rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita.
  Otro punto de este inmediatismo lo encontramos en la relación que muchas veces se establece entre el fetichismo y la religión: personas que llevan a su casa un determinado objeto o amuleto y lo ponen en un lugar determinado en el hogar para que se vayan las “malas vibras”, creyendo que esto provocará que los problemas familiares desaparezcan. La superstición está muy metida y arraigada en nuestra gente. Son muchas las personas que después de ir a misa el domingo o al culto, se dan su vueltecita donde el brujo o la señora adivina para que les lea la tasa, les lea la mano, le haga una limpia, le contacten con los espíritus del más allá, etc.
  Tenemos que recuperar la confianza en el Dios Todopoderoso, el Dios que Jesucristo nos vino a revelar y que no nos chantajea ni engaña. Jesús vino para que tengamos vida y vida en abundancia, vida eterna. Pero esta vida eterna cuesta y exige esfuerzo y sacrificio, y sólo los que se esfuerzan y se sacrifican logran alcanzarla; y es que el hombre de hoy  vive como si nunca fuera a morir, y muere sin haber vivido.

  

martes, 23 de mayo de 2017

Los cien años de Nuestra Señora La Virgen de Fátima


En este mes de mayo, exactamente el 13 en Covadeiria-Portugal, se cumplen cien años de las apariciones de la Virgen de Fátima a tres pastorcitos: Lucía de Jesús (principal vidente), Jacinta y Francisco Marto (hermanos). Covadeiria es el lugar de las apariciones, mientras que Fátima era el nombre de la princesa hija de Mahoma. Desde el año pasado ya se están llevando a cabo celebraciones jubilares con indulgencias plenarias a todos los que participen de este acontecimiento de nuestra fe católica, y ya se ha anunciado la participación del santo padre el Papa Francisco el día propio de la aparición. La aparición de la Virgen de Fátima, más que ser entendida en sentido mariano, debe ser entendida más bien en sentido eucarístico; y esto debido a que, según las palabras que les dirigió el ángel a los niños videntes, les encaminó a recibir la sagrada comunión. Y es que para llegar a Jesús, el camino más corto es María, su santa Madre. La Virgen Madre se irá encargando de ir preparando, orientando y hasta educando a los pastorcitos para estas manifestaciones, sobre todo por medio de la oración y el sacrificio. El ángel les indicará a éstos la manera de cómo será el sacrificio: les indicará que levanten sus manos con las palmas hacia arriba y estará en ellas el copón y la hostia consagrada acompañada por esta oración: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no aman”. Cuenta la tradición de la aparición que Lucía vio algo que sus dos primos no vieron: un obispo vestido de blanco en gran sufrimiento. Y hemos de imaginarnos quién sería: el Papa. Jacinta murió a los once años y su hermanito Francisco a los diez años. El libro que escribió Lucía se titula Las memorias de Lucía.

  Pero sin dudas que lo que más llama la atención de esta manifestación divina, es lo que se llama como El secreto de Fátima, y que ha dado lugar a tantas especulaciones e interpretaciones, muchas de ellas manipuladas porque se ha querido hacer con ello un medio para infundir miedo o terror. Muchas veces, y hasta el día de hoy es así, se le ha señalado a la Iglesia el ocultar ese secreto a la humanidad o de no decir la verdad sobre el mismo; muchas veces se le ha dado hasta un cierto sentido de oscurantismo, si se quiere, a este hecho. Para algunos Fátima no es un mensaje apocalíptico ni del fin del mundo, mientras que para otros sí lo es. La Virgen nos invita a que no tengamos miedo ni estemos tristes, porque estamos todos en su Corazón Inmaculado. Este secreto de Fátima se ha ido comunicando por partes, -tres partes específicamente-; pero hay  que resaltar que lo más importante de la aparición de Fátima es el mensaje de la oración y la penitencia. Y es que la Virgen lo que entregó a partir de ese momento fue el medicamento de la misericordia a través del rezo del santo rosario para que lo recemos con fe, perseverancia y devoción por la conversión de la humanidad, ya que Rusia se encargará de esparcir sus errores, -el ateísmo, promoviendo guerras y persecuciones contra el santo padre y la Iglesia-, por todo el mundo.

  Pero, ¿qué es lo que quiere la Virgen?, pregunta Lucía. Pues en la segunda aparición, -13 de junio de 1917-, la Virgen le dice a Lucía que quiere establecer en la tierra la devoción a su Corazón Inmaculado. También en esta segunda aparición habla del Purgatorio. En 1941 Lucía escribe las dos primeras partes del secreto y añade que la Virgen le mostró el Infierno: aquí van las almas de los pobres pecadores por no recurrir a Dios ni al sacramento de la confesión. Pero para impedirlo, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi corazón inmaculado. Si el mundo hace lo que digo, se salvarán muchas almas y vendrá la paz. Vendré a pedir la comunión reparadora de los cinco primeros sábados de mes.

  Ya en la última aparición, -3 de octubre-, es donde ella revela quién es: “soy la Señora del rosario, y quiero que se levante en este lugar una capilla. No ofendan más a nuestro Señor, porque ya está muy ofendido”. Podríamos decir que este es el gran mensaje de la Virgen de Fátima. Pero lamentablemente esto no ha sucedido. Es como la voz del clama en el desierto. La tercera parte del secreto es el mismo ángel levantando el brazo con una espada de fuego listo para castigar al mundo, y la Virgen le dice que se detenga; entonces el ángel grita tres veces: ¡penitencia, penitencia, penitencia!

  Celebremos con gozo profundo este acontecimiento de nuestra fe cristiana y eclesial. Jesucristo no quiso dejarnos huérfanos de madre; nos entregó a su santa Madre para que no perdiéramos el camino de nuestra salvación. Recemos con devoción a tan insigne señora pidiendo su intercesión. El mensaje de Fátima sigue siendo actual. Como ya lo diría el p. Peyton: “familia que reza unida, permanece unida”.  Y es que la oración es la omnipotencia del hombre y la debilidad de Dios. Somos la gran familia de Dios, Jesucristo es nuestro hermano mayor y la Virgen María nuestra Madre.

 

miércoles, 12 de abril de 2017

Ustedes son la luz del mundo…


  Uno de los más versados asesores políticos estadounidenses y de descendencia japonesa, Francis Fukuyama, quien fuera asesor del presidente norteamericano George Bush-padre, en el 1990, y que es una abanderado, defensor y promotor del Nuevo Orden Mundial; ha escrito varios libros siendo el último de ellos su más célebre titulado El fin de la historia y el último hombre, donde hace un análisis de la historia contemporánea desde la perspectiva mundialista antes dicha. En el libro afirma que el hombre contemporáneo ya está sustancialmente satisfecho. Pero es su afirmación más tremendista ya que dice que los tres grandes enemigos que impiden la implantación de este NOM son la familia natural (porque es una institución opresora y hay que desplomar sobre todo la maternidad, de ahí que desde hace unos años atrás se esté presentando al mundo estos nuevos modelos de familias); el patriotismo (los Estados no deberían de existir ni sus fronteras, hay que destruir todo indicio de valores, identidad patriótica), y la religión, -principalmente el cristianismo católico por sus valores y moral que proclama. De hecho, dice que el cristianismo católico podría seguir existiendo si renuncia a creerse que es la verdad y pasara a ser una verdad más entre muchas o un pensamiento más y se recluye al ámbito de lo privado. Pero si la fe cristiana hiciera esto, caería nada más y nada menos que en traicionar a Jesucristo ya que Él mismo fue que dijo “soy el camino, la verdad y la vida”; y también “..Conocerán la verdad y serán verdaderamente libres”.

  Así entonces, los cristianos somos a los que se nos ha encomendado seguir anunciando la verdad de Cristo, no nuestra verdad. La Iglesia Católica nunca ha afirmado que sea dueña de la verdad, pero sí ha afirmado que está en la verdad de Dios revelada en y por Jesucristo a la humanidad. Esta es la verdad que proclama, promueve y defiende. No la impone, ya que el mismo Jesucristo mandó que se proclame a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, y el que crea y se bautice se salvará, y el que se resista a creer, se condenará. Esta verdad de Jesucristo es la que ilumina toda nuestra vida, y es la que tenemos que proclamar en fidelidad al discipulado cristiano, y tenemos que proclamarla tal cual la hemos recibido.

  Esta es la verdad que viene a nosotros como luz que ilumina toda nuestra tiniebla. La función de la luz es iluminar las tinieblas, no taparla: “no se enciende una lámpara para ponerla debajo de la mesa, sino sobre la mesa para que alumbre a todos los de la casa”. Pero es cierto que hay muchos cristianos que, a pesar de estar en el camino de la fe, no se dejan iluminar por esta luz porque no quieren que sus obras malas sean descubiertas. Hay cristianos que caminan en la fe pero lo hacen como si estuvieran arropados con un gran manto que impide el paso de la luz de Cristo. Y es que somos hijos del día, no de la noche. Se sigue dando en la vida de muchos creyentes aquello que nos dice el evangelista san Juan al principio del evangelio que lleva su nombre: “la luz vino a los suyos pero los suyos no la recibieron; prefirieron mejor seguir caminando en las tinieblas…” Ya el mismo Cristo nos dirá que Él es la luz verdadera que alumbra a todo hombre; el que viene hacia Él nunca caminará en las tinieblas; y también dijo: “alumbre así su luz a los hombres para que vean sus buenas obras y puedan glorificar a su Padre que está en el cielo”.

  Pues esta es la luz que los creyentes en Cristo tenemos que llevar a los demás y testimoniar. Pero para lograrlo, lo primero que tenemos que hacer es dejarnos iluminar por ella. Es la luz que debe de iluminar a este mundo que cada día camina en las tinieblas; es la luz que tiene que transformar el mundo, a la humanidad en una humanidad cada vez más humana y cristiana. Por eso la Iglesia, pueblo de Dios, es la que tiene que ir al mundo para ser éste transformado; pero no al revés: no es el mundo que hay que meter en la Iglesia, es la Iglesia la que tiene que ser llevada al mundo. Y es que muchos cristianos que viven en la oscuridad les exigen a los demás que se dejen iluminar, pero ellos no están dispuesto a hacerlo; se convierten muchas veces en jueces de los demás, y así contravienen las enseñanzas del Maestro de Nazaret que nos dijo que “la medida que usen con lo demás la usarán con ustedes”. Y es que nosotros somos muy rápidos para señalar a los demás sus errores y juzgarlos, pero somos muy tardos en reparar en los propios errores. Una cosa es ayudar al otro a que se corrija en sus errores, -que es corrección fraterna-, y otra muy diferente es señalarle sus errores y estrujárselos en la cara.

  Si nos decimos que somos cristianos, discípulos de Cristo, pues que se nos note. Hoy en día la gente se convence más con los testigos de la fe, que con los maestros. Cristo nos bautizó con fuego y Espíritu. Llevemos ese fuego y Espíritu al mundo, a esta humanidad cada vez más descarriada, cada vez más arropada por las tinieblas del pecado. Pero llevemos la luz que ilumina nuestra vida, la luz de Cristo sin renunciar ni traicionar jamás su verdad en la que hemos sido bautizados y confirmados por su infinita misericordia.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Vivir con inteligencia


“Y habiendo llamado de nuevo a la muchedumbre, les dijo: Escúchenme todos con inteligencia” (Mc 7,14).



  Según el diccionario etimológico, la palabra inteligencia proviene del latín intelligentia, y está compuesta por el prefijo inter (entre), y el verbo legere (escoger, separar, leer). De modo que, la inteligencia es la cualidad del que sabe escoger entre varias opciones. Ser inteligente es saber escoger la mejor alternativa entre varias, y también saber leer entre líneas.

  En las Sagradas Escrituras y, sobre todo en los evangelios, nos encontramos con pasajes bíblicos en los cuales Jesucristo hace referencia a esta cualidad del ser humano. En ocasiones elogiándola, y en otras, haciendo críticas a las personas por no saber hacer un correcto uso de la misma: “¿A tal punto ustedes están también sin inteligencia?...” (Mc 7,18); en otras ocasiones los oyentes de Jesús se quedaban estupefactos al escuchar al Maestro hablar y se quedaban admirados de su inteligencia: “y todos los que lo oían, quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas” (Lc 2,47); otras veces era el mismo Maestro el que les regañaba cuando no entendía nada de lo que les enseñaba: “entonces les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas” (Lc 24,25).

  La doctrina católica nos enseña que la inteligencia es también uno de los dones que da el Espíritu Santo: el profeta Isaías lo incluye en la lista de los diferentes dones atribuidos al Espíritu de Dios (Is 11,2). La inteligencia humana tiene un aspecto intuitivo, tiene la capacidad de introducirse, de penetrar y ver desde dentro el sentido de las cosas. La inteligencia va unida a otro don del Espíritu que es la sabiduría, que es “un saber sabroso”, nos dice el p. Juan Luís Lorda en su libro sobre las virtudes. Y añade: “La sabiduría es un saber alto que da un gusto interior, el saber más profundo sobre el sentido del universo y sobre el sentido de la vida humana dentro de él”. En el libro de los Proverbios, que forma parte de la Biblia, nos dice que la sabiduría ha presidido la formación del universo porque, “desde la eternidad fui moldeada, desde el principio, antes que la tierra…y yo estaba allí como arquitecto” (Prov 8,30). Por lo tanto, es sabiduría descubrir el orden maravilloso del universo, como nos lo muestran las distintas ciencias. Y es sabiduría también descubrir el orden por el que tiene que guiarse la vida humana, el orden que tiene la inteligencia y el deseo y el amor.

  Hoy tenemos carros inteligentes, teléfonos inteligentes, semáforos inteligentes, edificios inteligentes, etc. Pero, parece ser cierto que cada vez más tenemos gente poco o menos  inteligentes. Pero lo más contradictorio de esta realidad es que todas estas “cosas inteligentes” quien las ha creado es el mismo ser humano con su inteligencia. Pero no parece que la esté usando como debiera para poder llegar a la fuente de toda inteligencia y sabiduría que es Dios. No está utilizando su inteligencia, en muchos de los casos, para escudriñar las cosas o misterios de Dios, sino más bien para ensoberbecerse cada vez más en su afán de creerse dios. A muchos se les han embotado los sentidos y se han cerrado al Dios Creador de todo, de toda sabiduría e inteligencia. Una inteligencia que a muchos los está conduciendo cada vez más a su alejamiento de Dios y por lo tanto a su perdición: “la ciencia más alabada es que el hombre bien acabe; porque al final de la jornada, aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada” (Gonzalo de Bercea, conocido como el poeta castellano), o como dijo el hombre de ciencia Luís Pasteur: “Poca ciencia aleja de Dios. Mucha ciencia acerca a Dios”.

  ¿Qué está sucediendo con gran parte de la humanidad que cada día se aleja más de Dios y sigue sin entender los designios divinos revelados en Jesucristo? Se hace necesario e indispensable que vivamos con inteligencia. Que aprendamos a discernirlo todo, según la voluntad divina, para que aprendamos a escoger lo bueno y rechazar lo malo. Nuestra vida humana se ilumina cuando tiene ideales que la dirigen. Y se hace eficaz con el trabajo continuado y responsable. Dios, que es la fuente inagotable, nos ha dado la inteligencia para que así, junto al don de ciencia sepamos relacionar con Él los demás conocimientos y nuestra experiencia de la vida.




miércoles, 8 de febrero de 2017

Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

En el evangelio de san Juan 1,29 leemos que Juan Bautista al ver a Jesús que se acercaba exclamó: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.  Y es que esta imagen del Cordero era muy conocida y practicada por el pueblo de Israel desde la antigüedad, sobre todo desde el acontecimiento de su liberación de la esclavitud de Egipto: El pueblo elegido sacrificaba un cordero para la Pascua y así recordaba la intervención de Dios en favor de su liberación. Ya con el profetismo, principalmente con Isaías, Dios le irá recordando al pueblo esto mismo; sólo que el profeta le añadirá un elemento más: el Mesías no sólo será el cordero sino que también será el “siervo sufriente” que cargará con los pecados del pueblo y de la humanidad. Así entonces, estas serán las dos características fundamentales de Mesías de Dios.
  Ya el en Nuevo Testamento cuando Cristo da el paso a su vida pública después de ser bautizado por Juan en el Jordán, recaerán sobre Él estas dos características mesiánicas: Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es importante entonces entender que la palabra pecado va a ser referencia a todo aquello que vaya en contra de la voluntad divina, por eso se habla de pecado del mundo. No es sólo pensar que Cristo es el cordero que quita el pecado de los que cometen adulterio, o de los que dicen malas palabras, o de los que tienen malos pensamientos, o de los que tiene malos deseos, etc. Es sobre todo, el Cordero de Dios que quita el pecado que se anida, se gesta, se incuba en las estructuras de la humanidad. Es el Cordero que quita el pecado, sobre todo, institucional. Es lo que la Iglesia siempre ha denunciado como el pecado estructural: ese pecado que está presente en las instituciones humanas.
  Es el pecado que está presente en la estructura o institución política, financiera, militar, cultural, familiar y religiosa. Es conocida la frase “la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana el poder del Estado”. Y es que es cierto que el soberano es el pueblo; el que quita y pone es el pueblo. Parafraseando el pasaje del evangelio de san Lucas 16,2: “Lo hizo venir y le dijo: ¿qué es eso que oigo de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no puedes ser mayordomo”.  Y es que es al pueblo que sus dirigentes políticos tienen que rendir cuentas claras de su administración. También el mismo san Lucas nos dirá que en una ocasión se le acercaron a Juan Bautista unos militares y le preguntaron qué tenían que hacer ellos para salvarse, y les contestó que no hicieran extorción a nadie, no denuncien falsamente a nadie, y que se contente con su paga (3,14). Este es el pecado estructural de la corrupción que, al igual que la violencia, son pecados estructurales o institucionales. Estos males de nuestra sociedad tenemos que hacer todo el esfuerzo posible por erradicarlos, y si no se puede erradicar, pues hay que reducirlo a su mínima expresión.
  Nadie tiene derecho a venir a destruir nuestra cultura. Y es que nuestros valores, principios, identidad y costumbres son sagrados y tenemos que defenderlos y protegerlos. No podemos ni debemos alinearnos jamás con los poderes oscuros que van en contra de Dios y su evangelio. La historia fundacional de nuestro país está cimentada en la fe cristiana católica, y por eso la primera palabra que resalta en nuestro escudo nacional es Dios, después la Patria y luego la libertad, y como centro la Biblia. El fundamento de todo es Dios. Una sociedad que se aleja de Dios está condenada a su decadencia y anulación. Hay sociedades que han sacado o han eliminado a Dios hasta por decreto. Nosotros somos una nación que cree en la vida y la defiende y la ha protegido en su Constitución desde la concepción, y esto se quiere burlar, porque a nuestras autoridades les ha parecido mejor alinearse con lo políticamente correcto. Pero lo más triste de esto es que muchas de estas leyes las propician y promueven personas que dicen que son cristianos.

  Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pero es sobre todo el que nos bautiza con Espíritu Santo y fuego. El bautismo de Juan estaba incompleto, pero Jesucristo vino a completarlo: ya no es sólo para quitar el pecado, sino sobre todo, para darnos la vida de Dios, darnos su Gracia; Él dijo que no vino a condenar al mundo sino a que el mundo se salve por Él; que sus palabras dan vida y vida en abundancia. Tenemos que preguntarnos entonces: ¿Qué hemos hecho o estamos haciendo los bautizados con esa Gracia y fuego que recibimos de Dios? ¿Se ha o se está apagando en nuestro interior? ¿Cómo queremos que el pecado estructural de nuestra sociedad desaparezca si nosotros lo seguimos incubando en nuestro corazón? ¿Queremos que nuestra sociedad sea fuerte? Pues cimentemos sus instituciones sobre la roca firme de la persona  de Cristo y su Palabra.

martes, 10 de enero de 2017

Misericordia et Misera


El 20 de noviembre pasado, tuvo lugar en Roma la clausura del año santo de la misericordia que el Santo padre quiso llevar a toda la Iglesia y a sus hijos para que profundicemos en esta característica fundamental de nuestra fe Cristiana. Pero el Papa quiso, además de la celebración eucarística de clausura, escribir o dejarnos un legado o enseñanza permanente por medio de una carta apostólica a toda la Iglesia, que se titula “Misericordia et Misera”. Este es un título que algunos teólogos y autores laicos han calificado de poco inusual porque combina un nombre y un adjetivo: la misericordia y la miseria (miserable, alguien que está roto o quebrado, frágil, dañado, y que necesita en consecuencia de la misericordia), acompaña al sustantivo como un adjetivo. No está haciendo referencia al sentido del insulto.

  El Papa ha querido dejar bien claro que si por un lado la celebración del año santo de la misericordia llegó a su fin, por otro lado, la misericordia nunca acaba. Dios siempre está ofreciendo su misericordia al ser humano hasta el fin del mundo. La misericordia es por eso un don de Dios que nos ha sido revelado en su Hijo Jesucristo, y éste a su vez, lo ha entregado a su Iglesia para que la siga ejerciendo y ofreciendo, en su nombre, a todos los hombres y mujeres de todos los lugares y todos los tiempos. La misericordia de Dios es el gran tesoro de la Iglesia y como tal el Papa insiste y pide a los católicos que sigamos ejerciéndola y ofreciéndola incansablemente; la misericordia, las obras de misericordia tanto espirituales como corporales deben ser una práctica permanente nuestra. Debemos dejarnos guiar por el espíritu de piedad que está detrás de estas obras de misericordia. Debe de ser un verdadero y profundo amor a Dios el que nos conduzca a esta práctica siempre.

  Dice el Papa que si la Iglesia no muestra o no se manifiesta como ese vehículo de misericordia, no sirve para nada, no tiene sentido su misión para la salvación de todos los hombres; la Iglesia debe de ser camino seguro y puerta abierta de misericordia. Formar parte de la Iglesia no consiste en ser parte de una militancia específica, no se trata de cumplir un conjunto de leyes o normas específicas; es verdad que nuestra Iglesia tiene sus normas, principios, documentos, etc., pero todo existe para estar al servicio de esta gran obra de misericordia. Esto nos tiene que llevar a preguntarnos el por qué una persona que estaba alejada de la Iglesia viene o regresa a ella. Y lo más seguro es que esa persona se deja inundar toda por la misericordia que la Iglesia misma le proporciona, sobre todo a través de los sacramentos, medios por excelencia que nos dejó nuestro Señor Jesucristo para que sigamos experimentando su gran e infinita misericordia.

  Pero no todo es gozo, es decir, no han faltado una vez más quienes, en una abierta actitud anti papal, anti clerical, anti eclesial o anti católica, etc., empezaron a hacer sus conjeturas con respecto a esta carta apostólica. Son varias las opiniones a favor y en contra, y hasta de manipulación que se han estado emitiendo. Todo esto es sin duda una actitud más de desprecio que se manifiesta porque una gran parte de la humanidad no ha comprendido lo que significa la misericordia de Dios. Incluso muchos católicos opinan en contra de esta exhortación del Santo padre a seguir practicando la misericordia.   En esta carta, el Santo padre ha querido y mandado el que, la Iglesia, -como depositaria y dispensadora de la gracia divina-, sus sacerdotes sigan ofreciendo este don de Dios a todos los hombres que así lo necesiten y busquen. Por esto ha dado potestad a todos los sacerdotes, -en razón de su ministerio-, para que absuelvan válidamente el pecado del aborto. Con esto el Papa no ha dicho ni declarado que el aborto no sea malo o pecado; al contrario, el Papa ha reiterado en el mismo documento la gravedad y pecaminosidad del crimen del aborto. Con esta medida, el Papa lo que ha cambiado es una normativa de la Iglesia, pero no de la moral cristiana católica. La absolución del pecado del aborto estaba en la lista de los “pecados reservados”, es decir, la absolución del mismo estaba reservada sólo al obispo o a un sacerdote delegado por el obispo; pues a partir de ahora, la absolución del pecado del aborto puede y debe ser ejercida por cualquier sacerdote hasta que se dicte otra norma, según el Santo padre. Y es que esta medida es de gran valor para la práctica de la fe y el alivio espiritual y de conciencia de los fieles católicos que estén en la necesidad de experimentar la misericordia divina ejercida con autoridad por la Iglesia en nombre de Cristo.

  Leamos con detenimiento y un profundo espíritu de misericordia esta carta del Papa Francisco que nos entrega a los católicos como guía para el ejercicio de una verdadera piedad. La carta está disponible en muchos y confiables portales católicos en internet. No nos dejemos manipular por los enemigos de Cristo y su Iglesia. Recordemos que el mismo Señor nos dio un espíritu de discernimiento para que aprendamos a quedarnos siempre con todo lo bueno que él nos regala.