martes, 30 de enero de 2018

Homilía IV domingo tiempo ordinario


Si no para todos, pero si para muchos de nosotros, puede parecernos extraño o algo fuera de tiempo este tema que nos narra el evangelista Marcos en estos versículos que acabamos de escuchar. Quizá este comportamiento que se daba en tiempos de Jesús lo consideramos propio de los endemoniados; y que a nosotros nos parecerán más bien comportamientos de personas enfermas.

Pero aun así, no podemos nosotros ser ingenuos y cerrar los ojos para no darnos cuenta ni aceptar la presencia del mal en el mundo y entre nosotros. Las llamadas “tentaciones” no son sino manifestaciones de ese espíritu del mal que nos inclina a hacer lo que no debemos y nos frena cuando queremos hacer el bien, como lo diría el apóstol san Pablo: “el mal que no quiero hacer es el que hago, y el bien que quiero hacer es el que no hago”. No caben dudas de que en nuestro interior hay una constante y permanente lucha entre estas dos tendencias: las tendencias del espíritu contra las tendencias de la carne; el espíritu siempre dispuesto, pero la carne no, porque es débil.

¿Quién de nosotros puede decir o presumir que nunca ha experimentado el mal en su interior y de ahí manifestarlo hacia su exterior? Cuando  nos retorcemos de rabia y de indignación ante alguna situación que no nos gusta; nos retorcemos de ira y de rencor cuando nos ofenden, nos humillan, nos desprecian; nos retorcemos de envida cuando no nos valoran ni nos tienen en cuenta como nosotros quisiéramos; nos retorcemos de celos y de orgullo cuando no somos el centro de atención y los protagonistas de todo. ¿De cuantas cosas más nos retorcemos interiormente porque el maligno está presente en nuestras vidas? Y es que el mal nos acompaña como si fuera nuestra propia sombra. Cada uno sabe lo que pasa en su interior, aunque no lo diga o le cueste reconocerlo, y cuánto esfuerzo cuesta vencer la tentación.

A todo esto y según lo que hemos escuchado en este pasaje del evangelio de Marcos, nos encontramos que Jesús habla y actúa con autoridad. Y  esta autoridad la manifiesta y usa Jesús para hacer el bien; porque sólo quiere lo bueno para nosotros. Cuando con humildad nos ponemos ante Él, cuando acudimos al sacramento del perdón, también Jesús nos libra de todo mal y de todo pecado; cura las heridas de nuestro corazón; cura lo que nos hace estar espiritualmente enfermos, -como diría el escritor e historiador ruso Alexander Solzhenitsyn: “sin vida espiritual el hombre está mutilado; tan mutilado que ni siquiera es humano”.

 En el diccionario etimológico encontramos que la palabra autoridad viene del latín auctoritas, que derivó de auctor, cuya raíz es augere, que significa hacer crecer, hacer progresar. Desde el punto de vista etimológico, autoridad es una cualidad creadora de ser, así como de progreso. Pero también en latín las palabras ducet et docet hacen referencia a conducir y enseñar. Así entonces, tenemos que la persona que ejerce autoridad es aquella que es creadora o forjadora del ser propio y del ser del otro; que nos ayuda a crecer. Pero, también en base a las palabras latinas antes mencionadas, podemos decir que la persona que ejerce autoridad es aquella que sabe  conducirse en la vida y a la vez enseña a los demás a conducirse en la vida.

  Desde el punto de vista de la fe, podemos afirmar que estas virtudes estaban bien claras y definidas en la persona de Jesús: Jesús fue llamado por los demás como el Maestro; que enseñaba con una sabiduría diferente a la de los escribas y fariseos. Jesús también se conducía con autoridad y esto era muy bien percibido por sus oyentes; sabía muy bien ejercer esta virtud con todos, principalmente con sus discípulos. Una cosa es ejercer la autoridad y otra es ejercer el autoritarismo: la primera, como ya lo hemos visto, es positiva y ayuda al buen conducirse de la persona; mientras que la segunda es entendida como el ejercicio abusivo de la autoridad, y puede derivar en despotismo, dictadura y absolutismo.  Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué hoy en día la humanidad esta tan falta de autoridad? o, como dicen otros, se percibe un gran vacío de autoridad en la humanidad, en sus instituciones. Se puede decir que esta falta de autoridad se ha institucionalizado, es estructural; y esto, como es lógico, está contribuyendo al deterioro de la convivencia familiar, social y cultural.

Hoy en día, la debilidad institucional que atravesamos en nuestro país empieza sin duda por la primera de las instituciones humana y fundamental de toda sociedad: la familia. En ella descansa la fortaleza y estabilidad de todo el organismo social porque en ella se forjan hombres y mujeres, elementos activos que componen, al integrarse, las otras instituciones. Parece ser que en nuestros días, los padres tienen miedo a ejercer la autoridad, que es su deber y responsabilidad. Hay padres que tienen o manifiestan miedo a corregir sus hijos de sus errores; que, en el colmo, hasta parece que les piden permiso a sus hijos para hacer o decir las cosas, -cuantas veces no hemos escuchado a muchos padres decir “a estos muchachos de hoy no se les puede decir nada”. Uno de los grandes errores en muchos hogares es que hoy todo lo dialogan, y no todo se dialoga; la aplicación de las normas se regatea y los padres, muchas veces, ceden ante el chantaje de  los hijos. No se trata de vivir en el hogar como si fuera un lugar militar, pero tampoco como si fuera un parlamento. Un error de muchos padres es pensar que sus hijos no pasen las dificultades que ellos pasaron en su niñez o que no tengan las precariedades que ellos tuvieron. Pero, ¿es este pensamiento correcto? Claro que no. A los hijos  no se les puede dar todo, aunque se pueda darlo; más bien hay que enseñarles a esforzarse en la vida, hay que enseñarles el valor de las virtudes, como la benignidad, por la que se trata y juzga a los demás y a sus actuaciones con delicadeza; la indulgencia ante lo defectos y errores de los demás; la educación y la urbanidad en las palabras y modales; la cordialidad; la gratitud; la humildad; el sacrificio, el trabajo, el respeto, para mirar a los demás descubriendo lo que valen; la responsabilidad. Como se dice popularmente: hay que enseñarles a rascarse con sus propias uñas; o, hay que enseñarles a pescar y no siempre darles el pescado. A los hijos no se les puede llenar de derechos, y no recordarles sus deberes. Hay que educarlos enseñándoles quién tiene la autoridad en el hogar, y la autoridad es monopolio de los padres. Los padres cristianos deben de pedirle a Dios que les ilumine para que sepan ejercerla con amor y de acuerdo a su voluntad; el mejor ejemplo lo tienen en el mismo Jesús que practicó la autoridad con amor y servicio.

  Y en cuanto al ejercicio de la autoridad en la sociedad, ¿qué pasa? Pues que vemos cómo la autoridad está desacreditada en ella. Hoy tenemos una sociedad, en extremo, desafiante a la autoridad; en gran parte consecuencia de que la misma Institución ha caído en la violación de la misma ley que ella está llamada a cumplir y hacer cumplir. Tenemos una Institución que negocia y hasta le regatean y se deja chantajear en la aplicación de la ley. Las leyes se negocian, se discuten, se aprueban o se rechazan en el Congreso; pero una vez aprobadas y promulgadas, se tienen que aplicar: “la ley es dura, pero es la ley”. Hoy en día se está exigiendo el “imperio de la ley”. Debemos y tenemos que ser una sociedad que no transija con la aplicación de la ley; que sea cierto de que todos somos iguales ante la ley. Que la ley no sea utilizada para proteger a los poderosos y fastidiar a los pequeños. Y es que cuando una sociedad esta manga por hombro, no queda más que el desorden y caos. No se trata de exigir a los demás que cumplan la ley que yo no estoy dispuesto a cumplir (ahí tenemos el ejemplo de los “padres de familia”). Es muy característico de nosotros que, cuando vamos a un país en donde sí se cumplen las leyes nos adaptamos inmediatamente a ello, pero no queremos hacerlo en nuestro país. Seguimos fomentando el desorden, la anarquía, el caos, porque hay quienes se benefician del desorden; queremos ser una sociedad ordenada, pero sin esfuerzo ni sacrificio. La autoridad tiene que devolverle a la Institución el monopolio de la misma, pero ella tiene que dar ejemplo de su fiel cumplimiento al resto de la sociedad, porque el ejemplo entra por casa.

Ante este panorama al cual hemos hecho referencia, el pasado día 26 celebramos un aniversario más del nacimiento de  nuestro prócer  de la Patria Juan Pablo Duarte y Diez. Él inicio el proceso de nuestra independencia y liberación, pero hemos de reconocer que éste aún no ha terminado. Falta lo que cada uno de nosotros debe hacer para que ese proceso, que prácticamente no termina nunca, porque nada humano es perfecto, sea completado por las próximas generaciones. Y es que toda liberación plena en lo político, en lo social, en lo económico o en lo espiritual es ciertamente un proceso que se desarrolla, se cumple en lo interno o en lo externo de una determinada sociedad, y también en lo interno o espiritual de cada ser humano. Hay otras esclavitudes en el cuerpo y en el alma como son la ignorancia, la miseria, el temor, el vicio y desde luego el pecado. Nuevamente cito a Alexander Solzhenitsyn: “una sociedad entregada a la idolatría del progreso social y tecnológico, entregada a la consecución de una felicidad de orden inferior, -esto es, carente de un sentido moral-,  camina sin remisión hacia el desaliento... y es que hemos puesto demasiada esperanza en las reformas políticas y sociales y solo para darnos cuenta de que hemos sido privados de nuestra posesión  más valiosa: nuestra vida espiritual”.

Para Duarte, el compromiso con la Patria fue un deber. Pasar de la libertad a la responsabilidad supone aceptación y puesta en práctica de valores básicos como son la verdad, el amor, el respeto mutuo, el trabajo, la honradez, la caridad, la solidaridad, la fraternidad, el desinterés, la valentía, la constancia y otros valores que por tanto se han de inculcar desde muy temprano a nuestra juventud.

Precisamente, gran parte de las tragedias que actualmente estamos viviendo como sociedad, es consecuencia del tipo de ciudadanos que estamos formando, tanto en el hogar como en las instituciones educativas. Desde hace años se eliminó del sistema educativo nacional la educación moral y cívica. Queremos ciudadanos rectos, justos, responsables, solidarios, trabajadores… pero sin moral: que hacen de la mentira su ley de vida; del odio su razón de ser; del irrespeto su cotidianidad; de la vagancia su costumbre. Una carencia hacia el amor y respeto a los valores y principios que han fundamentado por tantos años nuestra nación. Si en nuestra sociedad, el ejercicio de la autoridad, se realiza fuera de los límites del orden moral, no será raro que se pretenda ignorar o pasar por alto los derechos individuales y se tomen decisiones con miras egoístas al margen del bien común. Y es que las acciones moralmente erróneas, aunque puedan parecer útiles al principio, aunque reporten beneficios inmediatos, acaban arrastrándonos inexorablemente a la ruina.

El filósofo y teólogo danés Soren Kierkegaard escribió que “Lutero f ue el hombre más plebeyo que jamás haya existido; pues, sacando al Papa de su trono, puso en su lugar a la opinión pública”. Hoy, nuestra sociedad, se está adentrando en una especie de laicismo  que acusa a la Iglesia de inmiscuirse en la política, aduciendo aquella sentencia evangélica que suelen enarbolar quienes leen el evangelio a su conveniencia: “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Pero, ¿qué es lo propio del César? Las cosas temporales, las realidades terrenas; pero no, desde luego, los principios de orden moral que surgen de la misma naturaleza humana, no los fundamentos éticos del orden moral. Este nuevo laicismo, tan celoso de expandir las libertades de sus súbditos, niega en cambio a la Iglesia la libertad de enjuiciar la moralidad de sus actuaciones temporales, pues sabe que tal juicio incorpora una radical subversión de esta ilusión óptica, de este engaño sobre el que se asienta este laicismo trasnochado. Anhela una Iglesia farisaica y corrompida que renuncie a restituir al hombre su verdadera naturaleza y acate el misterio de la iniquidad, que es la adoración del hombre; anhela, en fin, una iglesia puesta de rodillas ante el César.

Como diría Dostoievski: “las sociedades sanas se dedican a fortalecer los frenos morales que mantienen a todos los demonios encadenados; mientras que las sociedades enfermas desatan a los demonios para después escandalizarse cuando empiezan a hacer fechorías”.

Hoy hay muchos traidores a los más nobles ideales del que fuera el ideólogo de nuestra independencia; traidores a la Patria en la que nacieron y se han desarrollado. Duarte veía con atenta y gran preocupación estas actitudes. Su concepto de fidelidad era altamente moral, puesto que la vivía y no solo se concretaba a enseñarla. La traición no merece consideración ni indulgencia ni recompensa. Decía en su ideario: “se prohíbe recompensar al delator y al traidor, por más que agrade la traición y aun cuando haya justos motivos para agradecer la delación”. Los “vende patria” son los mismos, ayer y siempre. La única diferencia parece ser la elegancia de las formas, muy bien encubiertas en la estrategia de salón. Entre una gran traición y muchas relativamente pequeñas traiciones, el resultado es el mismo: la Patria se puede perder. Aquí recuerdo, y debiéramos hacer nuestras las palabras del Papa Francisco, cuando aún era arzobispo de Buenos Aires: “tenemos que echarnos la Patria al hombro”. Pero si nosotros, como hijos que somos de esta tierra tan hermosa, como dijo el poeta, apartamos a Dios de nuestro camino como nación y de nuestras vidas, queriendo eliminarlo hasta por decreto, tendremos que decir con el salmista: “si Dios no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”.



  Termino afirmando: creo y pienso que ha de hacerse valer la fuerza de la ley, descartando, por irracional, la ley de la fuerza. Hablando, por necesidad, en términos claros, en toda sociedad civilizada se necesita un gobierno con fuerza, no un gobierno de fuerza. No con la fuerza del garrote, o del fusil, sino con la fuerza moral que lo identifique como primer responsable del bien común. La ley que nunca falla, la ley de Dios, es el mejor apoyo para la ley civil cuando establece para todos por igual la ley del amor sin dejar a un lado la justicia.

Siendo consciente de esto, pues actuemos en consecuencia. No seamos cobardes ni acomodaticios ni irresponsables. Tenemos un deber, una responsabilidad y un compromiso que asumir, ante Dios y la Patria, ya que por esto, también se nos pedirá cuenta.

 

viernes, 19 de enero de 2018

Rep.Dominicana camino al Etnocidio (y 3)


Parto nuevamente diciendo que, en lo que respecta a la migración, la ley tiene que aplicarse a todos los extranjeros por igual. No se trata de ensañarse sólo con un grupo. Ahora, también soy consciente que en lo que respecta a los migrantes haitianos, son pocas las cosas que podemos decir que tenemos en común en comparación con otros grupos de migrantes. Pero esto no es tampoco un motivo para hacer o cometer injusticias y exigirles orden y respeto a unos, y a otros no. RD y Haití somos dos pueblos muy diferentes; la cultura haitiana es lo que se ha calificado como “cultura depredadora”, sobre todo del medio ambiente: han acabado con la capa vegetal de su nación y desde hace tiempo vienen y depredan la vegetación de la RD; lo único que tenemos en común es que compartimos una misma isla y como tal lo que más nos conviene a ambas naciones es establecer políticas que nos lleven a convivir como buenos vecinos. Pero en este punto ha habido más condescendencia y cooperación de la parte dominicana que de la haitiana. Los haitianos han sabido jugar muy bien al chantaje y al hacerse las víctimas. Esta actitud de víctimas es lo que ya tiene cansados también a las otras naciones que han recibido ciudadanos haitianos y hasta le han exigido a las autoridades haitianas que den una explicación convincente de por qué esto es así si reciben tantas ayudas y la nación no da señales de despegar hacia una franca mejoría de su gente e instituciones. Pero hasta el sol de hoy esta explicación no la han dado.

  Yo veo en el tema de la migración ilegal haitiana una especie de caballo de Troya. Es decir, se está utilizando este asunto para minar la cultura, identidad, valores y principios de la nación dominicana. Los haitianos siempre han dicho que ellos van a volver a tomar lo que les pertenece, refiriéndose al lado dominicano, y no lo harán por medio de las armas, sino más bien por lo que se ha llamado “invasión pacífica”. Los haitianos,- como sucede con los migrantes musulmanes en Europa-, no se integran a la sociedad que llegan o los reciben; ejemplo de esto son los estudiantes dominicanos de descendencia haitiana, que no cantan el himno nacional dominicano porque no se sienten identificados con ello. Llegan al país exigiendo derechos y concesiones, pero no quieren cumplir con los deberes que la sociedad exige a todos.

  Desde el punto de vista religioso, hemos escuchado, sobre todo, al Papa Francisco decir y pedir que se acoja a los migrantes. Pero yo creo que estas palabras e intención del Papa, él no las ha explicado de manera clara, y tampoco los demás las hemos entendido correctamente. Es verdad que la enseñanza evangélica nos habla del acogimiento de los demás, sobre todo del forastero. Pero una cosa es acoger al forastero que llega a mi casa, y otra es decirles a estos que vengan para acá que aquí los vamos a recibir sin más. Tenemos que cuidar y proteger nuestra casa común, -como el mismo Papa Francisco enseña-, que es el planeta Tierra; pero otra cosa es pensar que tenemos ambas naciones una patria común. NO. Esta afirmación, ninguna nación la acepta. A los haitianos hay que ayudarlos, pero en su tierra; no podemos permitir que vengan de fuera a echarnos de nuestras casas por un mal entendimiento del acogimiento del forastero; hacer eso es una insensatez y hasta injusto. El planeta está compuesto por continentes, y estos a su vez por países que son libres y soberanos, y están divididos por fronteras. Cada país tiene sus propias leyes migratorias. Las fronteras existen y los países no renuncian a ellas. Establecer una política de fronteras abiertas es un aniquilamiento que ninguna nación está dispuesta a hacer, y quienes lo han hecho, hoy se están arrepintiendo. Religiosamente hablando, es verdad que una gran población haitiana tiene sus fundamentos cristianos, pero también está la práctica de sincretismo religioso profunda con una fuerte mezcla del vudú, gaga, hechicería, y otros cultos esotéricos; y ahora se suma el crecimiento del islam en territorio haitiano; pero también están las costumbres (vemos a muchos haitianos cómo hacen sus necesidades en plena vía pública), la idiosincrasia, etc.; yo no digo con esto que nosotros seamos mejores que los haitianos; cada nación, cada cultura tiene su valor en sí misma; las artes, la música, el idioma… son totalmente diferente.

  El Etnocidio supone la muerte de la diferencia. Sus partidarios hablan de la diversidad y que si nuestro país se entremezcla con  diversas culturas tendremos una gran diversidad de personas con gran diversidad de personalidades. En RD tenemos diversidad desde siempre: el sureño es diferente al del Cibao y del sur; y así respectivamente. ¿Quiénes son los que deciden esta aniquilación de la diversidad? Pues los políticos, cuando dicen o se oponen a que se hable de estos temas ya que el que lo hace, lo tachan de xenófobo, racista y discriminador, y hasta otras sanciones más.

  No seamos ingenuos. Esto es parte de un plan muy bien orquestado por las élites extranjeras y nacionales. En este problema están metidos gente de ambas naciones y de otros lugares, como organismos internacionales. Ahí tenemos el caso de la CIDH de la ONU con sus presiones. El que quiera ayudar a los haitianos, que lo haga en Haití. No podemos asumir una política de frontera abierta porque sería nuestro suicidio étnico, como lo está haciendo un pastor protestante haitiano en Juana Méndez alentando  a sus feligreses para que vengan en masa y sin cumplir las leyes y defendiendo la unificación de ambas naciones. No podemos ni nos pueden obligar a igualarnos; nosotros no podemos acomodarnos al que venga, sino ellos a nosotros manteniendo cada quien sus costumbres pero sin pretender anular al otro. Es inmoral ayudar a los demás a costa de nuestro suicidio cultural.

jueves, 18 de enero de 2018

Rep. Dominicana camino al Etnocidio (2)


Ahora, la pregunta aquí es: ¿Qué interés/s tiene/n el/los que patrocina/n este etnocidio? Aquí recuerdo aquellas destempladas palabras del secretario general de la OEA, el uruguayo Luís Almagro, cuando dijo que en una isla no puede haber dos países. Inmediatamente nos asaltó la pregunta de por qué este señor dijo eso y qué en realidad era lo que estaba insinuando. Desde hace un buen tiempo, a la RD se le viene enrostrando en cara que es una nación discriminadora y xenófoba, y que además, ha metido en el limbo jurídico a miles de ciudadanos dominicanos de descendencia haitiana al negarles la nacionalidad dominicana. Ya se ha dicho hasta el cansancio, desde el campo de la jurisprudencia, que una ilegalidad no puede producir una legalidad. La Constitución dominicana es clara cuando dice que todo ciudadano extranjero en situación de tránsito no puede obtener la nacionalidad dominicana puesto que su situación migratoria es ilegal; y todo nacido en suelo dominicano de padres extranjeros en situación de ilegalidad, no es dominicano por la ilegalidad de sus progenitores. En el caso de los haitianos, se sabe que la Constitución de su país dice claramente que todo hijo de ciudadano haitiano, nazca donde nazca, es haitiano. Si constitucionalmente para los haitianos es así, ¿por qué entonces no le entregan sus documentos que los acreditan como ciudadanos haitianos? No es la RD la que está creando apátridas; es más bien el propio Haití, ya que sus autoridades no hacen lo que en justicia les corresponde hacer con los suyos. Pero es que todo esto tiene “maco entre macuto”, como se dice popularmente. Todo esto es parte de una estrategia que se gesta en las esferas más altas de la élite haitiana que incluye no sólo a sus autoridades, sino también a esa élite aburguesada y explotadora de su mismo pueblo. Todo el mundo defiende a Haití, pero nadie quiere a los haitianos en sus países. Tienen montada una fuerte presión a la RD con esto, pero al mismo tiempo les cierran las puertas para que no entren a su territorio; ejemplo de esto es el CARICOM, -del cual Haití es miembro con voz y voto, mientras que RD no-, que sus ciudadanos tienen libre tránsito entre sus países, pero no los haitianos.

  En este problema tenemos, no solamente la parsimonia o timidez de las autoridades dominicana que deben de cumplir y hacer cumplir las leyes migratorias, sino también la acción del gran conglomerado empresarial de ambas naciones, que saca provecho de este movimiento migratorio ilegal tremendo y que consigue así aniquilar el estado de bienestar y todos los logros sociales que hemos conseguido como nación durante todo este tiempo de existencia patria, y también el conseguir mano de obra barata. Así se asume que el dominicano exige demasiado y también demanda prebendas sociales; pero con esta migración masiva e ilegal, estos pueden ser recortados, y el dominicano que no hace el trabajo pues lo hará otro, ¡y a que costo!

  Pero también hay un punto en esto que se trata a muy largo plazo y es complicado, pero no por eso hay que dejarlo que pase. Para muchos hablar de esto es prohibido y provoca mucha roncha y sospecha, y de eso hay que cuidarse porque se cree que son delicadas y pueden ofender a los demás. El tocar este tema “étnico” para muchos representa un asunto de rechazo y hasta de anularlo en todo; por eso es que para los que piensan así, lo mejor es presentarse como simpático, inclusivo, aceptado por los demás; en otra palabra, es el famoso “buenismo”, del cual, por ejemplo, la nación italiana se cansó para con los migrantes refugiados que están llegando a su territorio. Es también ese famoso discurso cultural que los de izquierda han sabido dominar e imponer muy bien a través de los medios de comunicación, el pensamiento, la escuela. Es este pensamiento que se difunde en las sociedades y así las sociedades piensan aquello que les dicen o mandan a pensar.

  Yo no tengo ningún problema con la migración de un país a otro. Pero que se haga de manera ordenada y aplicando las leyes. La situación migratoria que vive la RD no puede medirse con la misma vara que la de Estados Unidos, Alemania, Canadá, Chile, etc.; cada país se da las leyes migratorias que crea son las que les conviene y es un ejercicio libre de su soberanía el decidir quién entra o no a su casa. Todo extranjero que quiera venir a RD de paseo, a estudiar, a trabajar, hacer negocio, obtener la nacionalidad dominicana, tiene que hacerlo bajo el estricto marco legal migratorio dominicano. Soy partidario de que se construya el muro en la frontera, pero al mismo tiempo con varios puentes para que los ciudadanos de ambos países que quieran cruzar de un lado y otro, a visitar, estudiar, trabajar o hacer negocios, lo hagan por ellos cumpliendo con las leyes migratorias de los países. El muro fronterizo no es para sellar las fronteras. Eso es imposible. Es más bien para ayudar a un mejor control del paso de las personas. Y con este tema del muro, hay mucha hipocresía en nuestro ambiente. Hay muchos países que han construido muros en sus fronteras, y si para unos son buenos y hasta los ven con beneplácito, ¿por qué para nosotros tiene que ser malo? El mismo Haití construyó parte un muro de su lado fronterizo y nadie dijo nada. Años atrás recuerdo que era un castigo mandar a alguien a la frontera; pero ahora es un premio y un tremendo negocio y hasta filas hacen muchos para que los manden allá y así aprovecharse de todas las chapucerías que pueden hacer en ella, como lo es el tráfico de personas, contrabando de mercancías de todo tipo, drogas, armas; y cumplir también con la respectiva cuota o peaje con los que están aquí en la capital, porque es que tampoco es gratis el envío.

miércoles, 17 de enero de 2018

Rep. Dominicana camino al Etnocidio (1)


Estoy consciente de que el título de este artículo puede parecerle a algunos una exageración, pero yo no lo veo ni creo ni asumo así. Tratare, en el desarrollo de las ideas o argumentos, de justificar el por qué utilizo este término para referirme a un grave problema que la República Dominicana está enfrentando actualmente y que si no se toman las medidas correctivas para enfrentar dicho problema, será una situación que lamentaremos como nación. No pretendo ser un gurú o que mis ideas expresadas aquí sean palabra de Dios; es solamente mi opinión personal y que está sujeta a que no sea compartida por otros, ese es su derecho; es más bien, un aporte que hago a que seamos valientes y digamos las cosas sin miedo ni tapujos y que no nos dejemos seguir manipulando ni chantajeando por los enemigos, carniceros, estafadores y negociantes extranjeros y del patio. Me refiero al problema de la migración ilegal, sobre todo la que nos viene de Haití, y esto por el hecho de que lo nos divide es un río que no representa un peligro para cruzarlo, como sí lo es, por ejemplo, el río Bravo en la frontera méxico-estadounidense.

  Y es que este problema migratorio ilegal que afecta a nuestro país, veo que son muy pocos o casi nadie que aborda este tema con la seriedad, sinceridad y objetividad que amerita. Se percibe en la atmosfera un miedo a hacerlo, y este miedo es el mismo que los enemigos, tanto los de fuera como los de dentro, aprovechan para tener al país en cierta forma genuflexa o de postración y con manos atadas y mordaza. Esto da pie a que el país sea sometido a un permanente acoso y chantaje, sobre todo, ante la comunidad internacional. La RD vienen sufriendo un masivo flujo de migrantes de diferentes naciones; esta migración, muchos de ellos llegan de manera legal, pero después de cumplido el tiempo de permanencia, se quedan ilegalmente a residir en nuestro país. Pero el gran problema de esta migración ilegal es la que viene del vecino Haití. El día que estoy escribiendo este artículo, ya en la prensa escrita se resalta la noticia de que aproximadamente uno 35,000 ciudadanos haitianos han sido devueltos a su país porque habían cruzado de manera ilegal la frontera, y esto en apenas los primeros 15 días de enero. Pensemos por un instante y de manera rápida, -redondeándolo-, lo que significa si en un mes completo entraran a nuestro país 70,000 ciudadanos haitianos ilegales y multiplicado por 12, estaríamos hablando que, a la RD, solo de la parte de Haití, de manera ilegal entran unos 840,000 haitianos; que este cálculo es exagerado, puede ser o lo es; pero es simplemente un cálculo simple.

  El problema de la migración ilegal haitiana es una problemática que otras naciones han abordado sin tapujos ni miedo porque a ellos ya les está afectando de manera significativa esa migración ilegal haitiana, tenemos los casos de Brasil, Chile, Perú, México. El flujo de ilegales haitianos que ha llegado y está llegando a estos países esta trastornando la vida  de estas naciones. En lo que se refiere a la RD, el tema de esta migración ilegal haitiana hay que abordarla desde diferentes perspectivas: desde lo político, económico, cultural, social, religioso, etc. Pero una vez más lo digo, se percibe un miedo que impide hacerlo porque inmediatamente se nos mira con ojos extraños y sobre todo calificándonos de xenófobos, racistas y discriminadores. Esto no más que puro chantaje. Yo me atrevo a decir o afirmar que nos estamos enfrentando a dos noticias: una mala y otra no tan mala. Es decir, la mala es que, de seguir esta migración ilegal, sobre todo haitiana, nos puede llevar a desaparecer como nación, o sea, desaparecerán nuestros valores, principios, identidad, cultura, etc.; es un proceso de extinción en donde nuestras familias, nuestras raíces, lo que representa nuestra cultura e historia, está en proceso de extinción. Y la noticia no tan mala es que podemos seguir luchando para que este proceso no siga su avanzado camino. Pero recordemos, nos toca luchar. No podemos dejar las cosas como están o como van. Esto no es ni debe ser una posibilidad, ya que esto significaría que nuestros hijos, las futuras generaciones, dejarán de pertenecer a una cultura e identidad dominicana y cristiana.

  ¿Qué es el genocidio? Dicho de manera sencilla es la eliminación de toda una raza, una cultura que es aniquilada físicamente, ejemplo: lo que hicieron los norteamericanos con los japoneses de Hiroshima y Nagasaki; y, ¿Qué es el etnocidio? Es poner en discusión los valores, la ideología dominante de un pueblo concreto y, mediante la mezcla racial y cultural, hacerla desaparecer lentamente; de forma indolora, pero efectiva y segura. Así entonces, el etnocidio de la RD tiene lugar en el momento en que una cultura concreta (Haití), unos políticos concretos o grupo ideológico concreto, plantea poner en discusión lo que somos, lo que hemos sido y lo que podemos llegar a ser.

   


martes, 16 de enero de 2018

Se arrepintió de haber creado al hombre en la Tierra


  No deja de ser siempre interesante lo que leemos en el libro del Génesis en el capítulo seis en relación al tema de las consecuencias de la maldad del hombre, la corrupción de la creación, la salvación de Noé y su familia y la tentativa por parte de Dios de destruir todo lo que había creado, incluyendo al hombre. Será interesante que veamos paso por paso estos versículos para poder entenderlos mejor y que nos sirva para nuestra fe y esperanza en la promesa de Dios.

  Lo primero que se nos dice es que, “al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todo su modo de pensar era siempre perverso”. Es importante recordar que ya anteriormente se nos había dicho que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, hombre y mujer los creó. La semejanza del hombre con Dios radica ciertamente en que, a diferencia de los demás seres vivos, fue creado con inteligencia, voluntad y libertad. Pero cuando el hombre hace un uso erróneo de estas facultades, se opone a la voluntad divina. Ya el pecado había entrado al mundo, pero este no se detuvo; más bien prosiguió su avance, iba arropando todo. Pero el que se encargaría de propagarlo era precisamente el hombre con su mal uso de sus facultades. Pero también hay que resaltar que esto era debido a que el pecado o maldad se gestaba en el interior del hombre y de ahí pasaba a su exterior. Por eso Jesús nos dirá que el pecado se da primero en el interior de la persona y del interior pasa al exterior. Esa perversidad del hombre mancha toda la creación.

  Es característica del escritor sagrado en el Génesis, atribuirle a Dios lo que los biblistas han llamado antropomorfismos, es decir, aplicarle a Dios formas humanas; por eso se nos dice que Dios se paseaba por el paraíso, se oían sus pasos. En este capítulo seis se nos dice que Dios se arrepintió de haber creado al hombre y decide borrarlo, pero no solo a él, sino también a toda la creación. Fijémonos aquí que, como dice el dicho popular “por uno pagan todos”, pues el resto de la creación pagará la maldad del hombre. Pero también se dice que “por el sacrificio de uno, ganamos todos”, en referencia al sacrificio redentor de Cristo. Aunque Dios se ha arrepentido y toma la decisión de acabar con todo, se encuentra con un sólo hombre que es justo a sus ojos: ese hombre es Noé. Dios decide salvarlo, pero no solo a él sino también a toda su familia: por la justicia de uno, se salvan todos. ¡Ese es el gran Dios nuestro que nos reveló su Hijo Jesucristo!

  Ahora bien, aquí ya entramos en el tema de la barca o del Arca. Los Padres de la Iglesia y en ellos la tradición eclesial, siempre han visto en la imagen de la barca la prefiguración de la Iglesia. La Iglesia es el pueblo de Dios, como ya lo dijo el Concilio Vaticano II. Esta Iglesia va avanzando en el agua que es imagen del mundo, y va enfrentando incontables movimientos en tormentas, mareas, tranquilidad, oscuridad, fuertes vientos, etc. Así es el mundo: muchas veces hostil a la Iglesia; arremeten contra la Iglesia, pero no la hunden. En ella se llega a puerto seguro. Noé y su familia y los otros seres vivientes se salvaron porque iban en el Arca. Así nosotros también: nos salvamos porque vamos en la barca de la Iglesia porque así lo dispuso el mismo Jesús ya que los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella.

  Pero ya el mismo diluvio es imagen del bautismo. Con el diluvio Dios limpió esa maldad y perversidad en el hombre. El bautismo limpia nuestro interior de estas cosas y más; de todo aquello que provoca el pecado original en nosotros. Dios también nos ha dado un tiempo para que retornemos a Él: un tiempo de gracia, de vida, de misericordia, de paz, etc. Porque se ha arrepentido de intentar acabar con su creación, y sobre todo con el hombre. Esa Gracia es su misma vida, como nos lo comunicó su Hijo Jesucristo: “yo vine para que tengan vida, y vida en abundancia”.

  Dejemos que la Gracia de Cristo limpie nuestro interior de toda mancha de pecado; dejémonos iluminar por su luz para que no sigamos caminando en tinieblas; escuchemos sus palabras y pongámoslas en práctica para que así el mundo pueda ser más humano y más cristiano. Nosotros los cristianos hemos sido puestos como luz para el mundo. Debemos de aprender a vivir nuestra vida bajo los criterios de Cristo ya que Él dijo que seriamos sus amigos si hacemos lo que Él nos manda; y lo que Él nos manda es que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado; porque en la práctica del amor cristiano, es como los demás sabrán que somos sus discípulos; recordando las palabras la madre Teresa de Calcuta “amar hasta donde nos duela”, y el mismo san Agustín que dijo “ama y haz lo que quieras”.


La dirección espiritual nos ayuda a perseverar en el camino (4)


“Más el que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mt 24,13).

  La vida de fe, la vida cristiana, la vida espiritual nos exige siempre y de manera constante y permanente, perseverancia. Jesús mismo nos invita en varias ocasiones a perseverar, a ser constantes y asiduos en nuestra práctica religiosa. Así sucede también con nuestro amor a Dios Padre. Estamos llamados a ejercitar día a día nuestra vida espiritual, porque en la medida en que lo hacemos nos vamos fortaleciendo en ella; es parecido a la práctica deportiva. Ninguno de nosotros nace siendo un experto en la vida espiritual, sino que tenemos que ir aprendiendo y fortaleciéndola en nuestro día a día. El deportista se traza metas en su disciplina deportiva; el cristiano también debe de trazarse metas concretas en su vida espiritual; debe tener unos objetivos claros a alcanzar; debe saber a dónde se dirige o quiere dirigirse; debe tener claro la meta a la cual quiere llegar. Recordemos que el cristiano es una persona caminante, peregrino; uno que siempre está en camino a ejemplo del Maestro. Jesús lo expresó con estas palabras: “pónganse en camino”; y también en otro momento dijo que “Él es el camino”.

  Ahora, es cierto que corremos el riesgo de perder este camino; perder el sendero trazado. Muchas veces vivimos sin camino: he ahí el origen o causa de muchos de nuestros fracasos, angustias y sufrimientos. Para que no perdamos el camino, Jesús nos dijo que es la luz verdadera que alumbra a todo hombre y mujer, y que quien fuera a Él nunca caminaría en las tinieblas. Pero es que muchos hombres y mujeres han escogido y siguen escogiendo las tinieblas, el error, el pecado… y esto solo conduce a la muerte. Pero tampoco nadie puede guiarse a sí mismo en este camino que conduce a Dios. Cristo no sólo es el camino que nos conduce al Padre, sino que es también la puerta que nos da acceso al Padre: “preocúpense por entrar por la puerta estrecha que es la que conduce a la vida”, nos dijo.

  Cuando no hay claridad en el camino, nos sumergimos en el estancamiento espiritual, en el desánimo, en la tibieza. Somos como esos barcos perdidos en alta mar en medio de la tormenta porque se ha dañado la brújula. Pues la dirección espiritual es como esa brújula que siempre nos ayuda a encontrar el camino perdido o nos devuelve a él para poder seguir avanzando. Es el medio por el cual podemos llegar a puerto seguro. Esta es la ayuda de Dios para que sus hijos e hijas no se pierdan, no importa los errores que hayan cometido. Este camino tenemos que aprender a recorrerlo en libertad, porque libres nos creó Dios. Pero, cuando hacemos mal uso de ésta libertad, elegimos el camino equivocado y nos dejamos arrastrar a la maldad. Por eso tenemos que aprender a darle un mejor uso a nuestra libertad para saber elegir entre el bien y el mal: esta es la base del éxito en la vida. Llevar una vida de acuerdo a lo que Dios y Jesucristo nos han revelado es ir encaminándonos por el sendero del éxito que nos conduce al Padre: “¿de qué le sirve a un hombre ganarse el mundo entero si al final pierde su alma? Por eso, preocúpense por acumular tesoros en el cielo, donde los ladrones no pueden robarlo ni la polilla destruirlo”.

  Recorrer este camino es cumplir con los mandatos de Dios. El camino no se recorre porque si o sin más. Eso no tiene sentido. Lo recorremos por algo y para algo; y más bien, lo recorremos por alguien, con alguien y para alguien: Dios. Por eso es que obedecemos sus mandatos, ordenanzas y reglas que Él ha establecido y como Él las ha establecido. Este camino nos exige fidelidad si es que queremos experimentar el favor de Dios, no porque él lo necesite, sino más bien porque estamos llamados a vivir con Él en la eternidad, experimentando su amor y disfrutando de su infinita presencia: San Pablo nos dice que “contemplaremos su rostro y lo veremos tal cual es”.

  Tenemos que mantenernos en constante y permanente obediencia a Él, a lo que le agrada; así tendremos vida en abundancia y en todo nos irá bien. Nos apartaremos de lo malo, de todo lo que nos aleja de Dios; y nos decidiremos por lo bueno, que es el camino seguro de nuestra salvación, porque para esto fuimos creados: “por el amor y para el amor”, ya que nuestra alma estará inquieta hasta que descanse en él, dijo san Agustín.



Bendiciones.

jueves, 4 de enero de 2018

¿Violencia de Género o Violencia Intrafamiliar? (2)


“Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas a personas que sabe que son idiotas” (H.M. Menckel)

  Hay otros aspectos de este flagelo de la violencia de género o violencia intrafamiliar que no se está tomando en cuenta o no se habla; parece como si fuera un silencio culpable y cómplice. Me refiero a las otras violencias que se ejercen en el seno familiar: no se habla de la violencia que ejercen algunas mujeres contra algunos hombres, y esto se puede entender un poco por el tema de la “vergüenza” que provoca en estos hombres el no hablar ni denunciar a una mujer maltratadora y abusadora. Pero este es un hecho real; en menos porcentaje que a la inversa, pero real. Otra violencia de la cual no se habla es de la ejercida de padres contra los hijos; hijos contra los padres; y también no se habla de la violencia ejercida entre parejas del mismo sexo que llevan una vida juntos sentimentalmente, y que hay estudios científicos que certifican que este tipo de violencia es mayor en lesbianas que entre homosexuales. Tampoco se habla de la violencia que hay contra los ancianos por parte de sus familiares.  Ni qué decir de la violencia contra los no nacidos. Sólo se habla de la violencia de hombres contra mujeres. Y es que hacerlo así es manipulación, porque se quiere dar la impresión de que esto sucede por un odio cada vez más profundo de los hombres hacia las mujeres. Se falsean estadísticas; no se les da el mismo apoyo a los hombres abusados ni psicológico ni económico ni de protección. Como ejemplo de esto podemos mirar hacia España. La justicia no tiene sexo, tampoco debe buscar el bien de ningún colectivo, sino el triunfo del bien común y la reparación del aquel que es realmente víctima, no del que se hace la víctima para recibir una dadiva.

  Ahora, también es cierto que en lo que respecta a nuestro país, toda esta campaña que se ha venido haciendo por diferentes medios y que está presentando este mal como una pandemia y abultando las estadísticas y el aumento de la indignación colectiva, es patrocinada por agencias foráneas como la ONU, UE, BM, BID, OPS, FMI. Porque es que hay detrás de todo esto una mala intención de control y querer inducir de esta manera el que, si los hombres son o somos violentos, pues lo que hay que hacer es renunciar a ellos y buscarse a una compañera sentimental. O sea, para que quede claro, la manipulación con el tema de la violencia de género lo que en el fondo busca es fomentar el lesbianismo y homosexualismo. Esta manipulación de este mal lo que busca es alejar a las mujeres de los hombres y dar paso a profundizar unas relaciones entre personas del mismo sexo. Es la estrategia implementada. Volvamos a mirar a la situación de los países europeos sobre todo. Esto contribuye además al ya mencionado control de la natalidad mundial.

  Con lo expuesto hasta ahora y de manera muy apretada, creo que de lo que en realidad hay que hablar es de violencia intrafamiliar. También se puede hablar de violencia social. La función esencial de la familia es amar, nutrir, cuidar, proteger y educar a sus miembros y la violencia intrafamiliar para nada contribuye a esto. Hay varios elementos que provocan este flagelo, como lo son aspectos psicológicos (problemas de identidad, poca tolerancia a la frustración, impulsividad, agresión, miedo a la intimidad, baja autoestima); aspectos sociales (socialización del agresor durante su infancia, su posición en la familia y su posición en la sociedad), y biológicos. Pero la lista de estos elementos o factores es muy larga, ya que también hay que considerar el alcoholismo, farmacodependencia, traumas severos, armas de fuego y armas blancas, y un largo etcétera.

  Creo que debemos tener mucho cuidado y saber hacia dónde queremos encausar esta cruzada contra este flagelo social que, como ya he dicho, no es nuevo, siempre ha existido. No podemos ni debemos dejar que nos manipulen la información para que no nos lleven a donde estos grupos foráneos nos quieren llevar, como lo están haciendo con otros países. Aquí, -nos guste o no, lo queramos ver o no-, hay una intención ideológica de género. No podemos dejar ni conducir a los demás a que nos eduquen ni educar para el odio, -y el odio hacia el hombre-, mucho menos dejarnos lavar el cerebro. Desde hace tiempo se está fomentando una persecución contra la virilidad, silenciosa, pero aterradora. La ley no está para juzgar el corazón, es decir, los sentimientos sino el acto, la intención. Ante la ley el asesinato de una mujer por un hombre y viceversa, con sus agravantes, deben juzgarse con la misma intención porque son asesinatos.

  Concluyo con las palabras de Carlos Aurelio Caldito, profesional de servicios para el individuo y la familia,- en España-, refiriéndose al movimiento feminista políticamente correcto: “Si el feminismo fuera sinceramente liberador, promovería relaciones armoniosas entre ambos sexos y fortalecería la familia; sin embargo, la agenda feminista, al hacer lo contrario, perjudica a la mayoría de las mujeres, y por descontado, a los hombres”.

 

 

miércoles, 3 de enero de 2018

¿Violencia de Género o Violencia Intrafamiliar? (1)


“La soberbia los envuelve como un collar; y la violencia los cubre como un manto” (Slm 73,6)



  No podemos negar que en nuestra sociedad hay un mal que se ha extendido como una pandemia; aunque también es de resaltar que ese flagelo social no es nuevo ni único de nuestra sociedad dominicana. Me refiero al flagelo de la violencia de género o violencia intrafamiliar. En esto hay muchas personas que no se ponen de acuerdo en cómo llamarle adecuadamente. Lo cierto es que en más de los casos este tema se está prestando a una manipulación profunda por parte de grupos interesados en que así sea. Con respecto a este tema, siento y percibo que no se nos está diciendo toda la verdad y que hay muchos datos que se nos están falseando para así crear una percepción del mismo errónea, y además, presentar esta situación como una guerra de odio de los hombres hacia las mujeres. A esto, la señora magistrada fiscal del Distrito Nacional, Yeni Berenice, escribió en su red social de twiter: “…Nos están matando, las madres, hijas, tías, hermanas, amigas… por el hecho de ser mujeres”. Esto es más un slogan político. Es decir, que se está dando la impresión de que lo que realmente existe es un odio del hombre hacia la mujer. Esto no es cierto. Las tragedias de los asesinatos cometidos por algunos hombres contra algunas mujeres, que son o han sido sus parejas sentimentales, hay que buscarlas en lo más profundo de la psique de estos hombres y que por lo regular tienen que ver con asuntos sentimentales. Preguntémonos: ¿existe el feminicidio? Es decir, ¿hay hombres que salen a las calles a matar mujeres por el solo hecho de ser mujeres? De hecho, lo que la ley castiga es el acto violento en sí y sus agravantes. La ley no mira si es un hombre o mujer; no es que la vida de la mujer vale más que la del hombre o viceversa, porque ambos somos iguales ante la ley.

  Y es que desde hace un buen tiempo atrás se viene presentando y dando a conocer a través de los medios de comunicación sobre todo, la magnitud de este problema. Desde hace unos meses para acá no hay día que llegue sin que se publique una o varias noticias de este problema social y esto viene creando, como se dice popularmente, roncha en la sociedad. Se han establecido o creado campañas de concientización para ayudar a disminuir o acabar con el problema. No estoy en contra de las mismas; pero lo cierto es que no sólo o nada más con esas campañas se resolverá esto; esa es una parte. En la solución de este problema todas las instituciones de la sociedad debemos de asumir la parte que nos corresponde: el Estado establecer políticas públicas claras y efectivas; las instituciones privadas también aportar para que establezcan políticas en sus empresas de fortaleza a la institución familiar;  las iglesias fomentar y fortalecer su trabajo  pastoral familiar con talleres, seminarios y todas las herramientas que la doctrina eclesial nos provee para este fin; las instituciones educativas estableciendo lineamientos de educación y orientación familiar entre el alumnado y profesorado; los medios de comunicación deben de aportar en ver cómo no promover programas ni películas que contengan violencia hacia la mujer, ni violencia sexual, ni violencia verbal; los artistas de los géneros de moda no incluir en sus letras incitación a la violencia ni contenido sexual en los que se degrada a la mujer sobre todo, etc.

  Ahora, yo me pregunto: ¿La lucha que se ha iniciado en diferentes medios para contrarrestar este flagelo social es real, sincero, verdadero? ¿En realidad se quiere acabar con esto?  Siempre se ha dicho que del desorden que se vive o se provoca, hay alguien o algunos que se beneficia/n. Hoy escuchamos, sobre todo a grupos de feministas, con el grito al cielo ante este hecho nefasto. ¿Pero ese grito de estos grupos es verdadero, sincero? ¿Están ellas en verdad defendiendo a estas mujeres abusadas y asesinadas?

  Hay quienes se refieren a este problema de la violencia de género como “industria de la violencia de género”. Afirman que hay grupos feministas que se ocuparon de generar el problema, apoyados con recursos del Estado y de Ongs poderosas económicamente, y así propagar lo que también llaman la “ideología de odio” recibiendo subvenciones e impartir cursos de adoctrinamiento en la guerra de los sexos y las casas de acogida donde se refugian las mujeres abusadas y maltratadas. Pero no existe esto mismo para los hombres.

  En nuestra sociedad dominicana podemos estar cayendo, y quizá hacia allá nos quieren llevar, en un estado de paranoia colectiva con este tema. Se están engrosando las denuncias en las fiscalías y pobre del hombre que caiga en este expediente. Hay que tener cuidado, ya que esto se puede prestar muy bien a manipulación y engaño de parte de muchas mujeres y organizaciones. Los jueces en estos momentos están muy severos y se manejan con mucha precaución para que no se les vaya a acusar de aplicar las leyes en detrimento de unos y a favor de otros, es decir, en detrimento de las mujeres y a favor de los hombres. Estamos en estos momentos en una situación de que el hombre que le dirija a una mujer algún piropo o palabra mal dicha, corre el riesgo de ser denunciado como maltratador y abusador, con la consecuente acción de ser detenido, enjuiciado y encarcelado así no más.