viernes, 2 de agosto de 2024

Rebelión contra el orden divino

 

Entre los males que arropan a la Iglesia y la humanidad hoy en día podemos señalar este que va en contra del orden divino y que se viene desarrollando como una rebelión. Ya el Señor Jesús había dicho que “el que no está con él, está contra él. El que no cosecha con él, desparrama”. Pues esto es en lo que ha venido caminando gran parte de la Iglesia y la humanidad hoy. Se han convertido en unas desparramadoras de los bienes sobrenaturales y de la vida divina; no están produciendo los buenos y abundantes frutos que el Señor espera recoger de la vendimia.

  Esta rebelión se ha matizado más en el total rechazo y cambio de la enseñanza moral que encontramos en el evangelio y en la doctrina moral católica, sobre todo. Estamos asistiendo, desde hace un tiempo atrás, a la rebelión que se ha hecho presente y ha estallado dentro de la Iglesia de Cristo. Muchos de sus miembros, - jerarcas y fieles laicos, así como varias instituciones católicas -, han tomado el camino equivocado y se han apartado de Dios y de su enseñanza, para asumir como norma de vida sus propios criterios. Ya el Señor nos había profetizado desde hace siglos lo que nos sucedería si no nos apartábamos de su camino y enseñanza: “Esto dice el Señor: esta es la orden que di a mi pueblo: Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré, para que les vaya bien. Pero ellos no escucharon ni prestaron oído. Caminaron según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, y en vez de darme la cara, me dieron la espalda, desde que sus padres salieron del país de Egipto hasta hoy” (Jer 7,23-25).

  Vemos aquí cómo el Señor Dios nos marca y señala el camino para que nosotros, si queremos prosperar correctamente, tengamos vida. El Señor siempre ha dejado claro que es el Dios de la vida; y su Hijo Jesucristo lo ratificó y selló con su evangelio: “Dios es el Dios de la vida; es Dios de vivos, no de muertos; él vino para que tengamos vida en abundancia”. Pero, cuando el hombre se aparta de este camino y enseñanza, pues el otro camino que le queda es el contrario, el camino del pecado, es decir, la mentira, la oscuridad y la muerte.

  La grave crisis de la Iglesia hoy, y de Gran parte de la humanidad, es que han abandonado su relación con Dios para establecer solamente la relación entre los seres humanos, renunciando así al sentido trascendente de su existencia, para construirse un paraíso terrenal sin relación con Dios ni nada que se le parezca; han dejado de escuchar la voz del Señor, de su Dios, para escuchar su propia voz. De esta manera han renunciado a ser el pueblo de Dios, su pueblo santo, para irse a entregar a sus dioses de barro. Le han dado la espalda a Dios; su corazón es obstinado y cerrado, y así le han negado la entrada a Dios y sus bendiciones. Así entonces, esta parte de la Iglesia y de la humanidad van caminando hacia su perdición, hacia su muerte. Todo esto es consecuencia del pecado.

  Esto es lo que se viene profundizando en la actualidad; y en la Iglesia por igual. Muchos de los miembros de la Iglesia, - jerarcas y fieles creyentes -, se han apartado del camino de Dios, de su palabra, de su enseñanza, para recorrer su propio camino con su propia enseñanza. Promoviendo estilos de vida contrarios a los valores cristianos, redefiniendo las instituciones del matrimonio, la familia y el aumento del relativismo moral, donde la verdad es vista como subjetiva y variable; la sustitución de los mandamientos de Dios por los mandamientos del hombre; la predicación de la llamada “agenda verde” del ecologismo, el cuidado de la tierra o la pacha mama, migración, indigenismo, multiculturalismo, etc., en vez de predicar el evangelio de Cristo. Se viene normalizando el pecado y la rebelión contra Dios. Esto provoca la apostasía y el alejamiento de la fe, y así hace su entrada triunfal el reinado del anticristo.

  Nuestra dependencia debe estar cimentada en Dios, y no en los deseos humanos. No caigamos ni fomentemos la normalización del pecado. Ya nos dijo el mismo Señor Jesucristo que es al pecado que debemos tenerle miedo porque este lo que busca y quiere es nuestra perdición y muerte. Pero fuimos creados por Dios para la vida.

  Busquemos esa vida ahora más que nunca en la medida en que escuchamos la palabra de Dios y nos esforzamos en ponerla en práctica. Así seremos luz para este mundo que camina en las tinieblas, la mentira y la muerte.

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