Por P. Robert A. Brisman P.
En el libro del profeta Jeremías 3,15, Dios
le dice al rey Saul por medio del profeta: “Les daré pastores según mi
corazón, que los apacienten con saber e inteligencia”. Estas palabras del
Señor no las podemos entender en un sentido meramente político. Es verdad que
el pontífice realiza un ejercicio político ya que es el jefe del estado del
Vaticano. Pero, no olvidemos sobre todo que la dimensión primaria y fundamental
del Pontífice es la de “confirmar a sus hermanos en la fe”, según el
mandato del mismo Jesucristo al apóstol Pedro (Lc 22,32). Es decir que, la
esencia del ministerio petrino es fundamentalmente espiritual.
Ahora, cuando el elegido de Dios rechaza
hacer la voluntad del Señor, este es rechazado a causa de su desobediencia,
pues se olvida de Dios para dar cauce a sus propias ideas y voluntad. Por esto,
en el primer libro de Samuel 13,14, el Señor Dios dice a Saul: “El Señor se
ha buscado un hombre según su corazón y le ha constituido guía de su pueblo
porque tú no has guardado lo que el Señor te había ordenado”. ¿Qué
significa la expresión “un hombre según su corazón”, según el corazón del
Señor? Pues es un hombre, en este caso un pontífice, - sucesor del apóstol
Pedro -, que dé prioridad en su misión a lo que le dice Dios, y no a sus
corazonadas ni ideas propias ni antojadizas, aquellas que dan paso a la desobediencia,
que fue lo que hizo Saul.
Ya el apóstol Pablo, al hablar del Rey David
y su elección departe de Dios, resalta la unión indisoluble entre el corazón
recto según y conforme a Dios: “Cuando lo depuso, les suscitó como rey a
David, a quien acreditó diciendo: encontré a David, hijo de Jesé, hombre según
mi corazón, que hará en todo mi voluntad”. Pues vemos aquí muy claro cuál
debe ser el accionar del romano pontífice: velar y esforzarse por hacer y
buscar en todo la voluntad de Dios, y no buscar el reconocimiento del mundo ni
sus pompas. O sea, debe ser fiel a Cristo y a su Iglesia. San Bernardo dijo: “que
el prudente nos gobierne, que el sabio nos enseñe y que el santo, rece por
nosotros”. Santo padre León XIV, que has sido elegido al ministerio petrino,
tienes que ser una fuente de alegría, porque tendrás la encomienda de entregar
la vida divina y conducir a las almas al cielo, que es la alegría perfecta.
El sucesor del apóstol Pedro y Vicario de
Cristo en la tierra, no debe de buscar la gloria humana, poder, honores ni
placeres terrenales. El ministerio petrino no es un privilegio ni una
exclusividad; sino más bien un servicio, una elección divina, un don de Dios a
su Iglesia y para su Iglesia. Ser Vicario de Cristo en la tierra, obliga a
hacerse el más pequeño, el servidor de todos, respetar a todos y, sobre todo,
obliga a estar dispuesto a subir con Jesús a la cruz. Este es el trono al que
debemos de aspirar. Al hacerlo de esta manera, se encamina y nos encamina a
resplandecer en santidad; a transfigurarnos en otros cristos. Ya decía san Juan
Crisóstomo: “El alma del sacerdote ha de ser más pura que los rayos del sol
para que el Espíritu Santo no lo deje nunca solo, para que pueda decir: ya no
vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.
Santo padre León XIV, sucesor del apóstol
Pedro y Vicario de Cristo, debes irradiar esa santidad que resplandezca en tu
vida y ministerio, para que seas el guía y pastor universal que necesita la
Iglesia de Cristo y que no te amoldes a los criterios del mundo. Debes de ser y
guiarnos en la fidelidad a Cristo y a su evangelio, sin adaptarte, ni adaptar
ni diluir el mensaje de salvación que debes custodiar y proclamar según la
voluntad del Maestro de Nazaret.
Encomendemos el ministerio apostólico de
nuestro santo padre León XIV, a la gracia de nuestro Señor; que, a través de su
personal correspondencia, prevea los momentos y la santificación suya y de cada
uno. Que sea ese canal por el cual siga llegando la gracia del Señor,
manifestada a través de la acción del Espíritu Santo. Que, a ejemplo de Cristo,
sea amigo de los discípulos del Maestro; que sepa dedicar todo el tiempo que le
sea necesario para el diálogo sincero, para alimentar al rebaño; que nos guíe a
la amistad con el Amigo. Y que tenga presente que ha sido elegido para guiar la
Iglesia de Cristo al martirio, si fuera necesario; y para la salvación del
mundo. Que nuestra Madre del cielo le acompañe
en este nuevo servicio que hace a la Iglesia para que, en fidelidad al Señor,
siga confirmando a sus hermanos en la fe.
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