miércoles, 5 de marzo de 2025

Vivamos esta cuaresma 2025 con esperanza viva

 

Iniciamos el tiempo fuerte de la cuaresma. En esta ocasión, se nos presenta la oportunidad de recorrerla en este ambiente jubilar de la esperanza. El santo padre, papa Francisco, en su mensaje de apertura para este año jubilar nos dijo que este jubileo es un tiempo de gracia, que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un renovado encuentro con Dios. Recordemos que, una de la insistencia del santo padre, desde que asumió el pontificado, ha sido invitarnos a la constante renovación de nuestro primer encuentro con Cristo. De ser posible, renovar este encuentro de fe cada día, porque cada día es nuevo.

  En el evangelio, el mismo Jesús nos dice que nos cuidemos de querer entrar por la puerta ancha ya que, esa nos lleva a nuestra perdición. Más bien, nos motiva a que nos esforcemos por entrar por la puerta estrecha ya que, esa es la que nos da acceso a nuestra salvación, a la vida. Y esa puerta es él mismo. Cristo es el camino que nos conduce al Padre, pero también es la puerta por la cual tenemos acceso al Padre. Cruzar la puerta es cruzar el umbral de nuestra esperanza, cruzar hacia un nuevo comienzo, hacia el camino de la esperanza que se abre a todos.

  El título que escogió el santo padre para este Jubileo fue “La esperanza no defrauda”, que son palabras del apóstol de los gentiles, san Pablo, en su carta a los Romanos 5,5. Somos peregrinos de la esperanza; no de cualquier esperanza, sino de la verdadera esperanza cristiana; la esperanza que se fundamenta en el mismo Cristo. Por esto el santo padre nos ha recordado que somos peregrinos de esperanza; personas con corazón lleno de esperanza, con deseo y expectativas de bien. Ya lo dice el dicho popular que “la esperanza muere al último”.

  La esperanza, junto a la fe y a la caridad, forma el conjunto de las tres virtudes teologales que nacen del amor y se fundamenta en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz.

  La cuaresma nos invita, y es una oportunidad, para acercarnos y experimentar la misericordia de Dios y reconciliarnos con él, con nosotros mismos y con los demás. La cuaresma tiene que ser para cada cristiano el camino que no solo impregne nuestra vida personal, sino que pueda extenderse a la sociedad en su conjunto, a las relaciones interpersonales y a la promoción de la dignidad de cada persona. “Que nos ayude a recuperar la confianza necesaria, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación”, nos dice el santo padre.

  Esta cuaresma, vivida desde y con esperanza, nos permitirá seguir profundizando en el conocimiento del Hijo de Dios, para poder conocer al Padre. Acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Cristo, nos lleva a acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Dios Padre, porque, “todo lo ha puesto en manos del Hijo…, y en él, ha querido recapitular todas las cosas”.

  Esta cuaresma jubilar nos tiene que llevar a descubrir a Cristo en los evangelios, que es fuente inagotable de amor, sabiduría y esperanza. Asumamos la postura de María, hermana de Marta y Lázaro, para estar a los pies del Señor, escuchando su palabra y aprender de él, que es manso y humilde de corazón. Que podamos contemplarlo muy de cerca, desde nuestro corazón. Que nos dejemos conmover por su gran amor y misericordia. En esta cuaresma, seamos apasionados con el Señor y dejémonos guiar por el Espíritu Santo para vivir con gozo este camino cuaresmal con una esperanza viva y eficaz, y poder resucitar con Cristo en la Pascua.

jueves, 6 de febrero de 2025

Experimentemos el amor de Dios en el sufrimiento

 Por Pbro. Robert A. Brisman P.

El mes de febrero la Iglesia siempre lo ha dedicado a la Jornada mundial del enfermo. La mística cristiana no elimina el sufrimiento, sino que lo eleva en Dios. El sufrimiento se convierte en un camino hacia el amor de Dios.

  Una parte importante del mensaje del evangelio es la que tiene que ver con la sanación. El evangelio de Jesucristo es mensaje de sanación, tanto física como espiritual. Jesús se nos presentó como el médico que vino a sanarnos de nuestras enfermedades físicas y espirituales. Pero, no solo es el médico que nos atiende, sino que también nos trajo la medicina que nos sana: su gracia, su misericordia. Para poder sanar de nuestras heridas, tenemos que acercarnos al médico y usar la medicina que nos receta.

  Son varios los textos del evangelio en los cuales Jesús nos muestra su acción sanadora. Él dijo que no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos, sobre todo, los enfermos por el pecado. Tenemos el texto del evangelio donde Jesús envió a sus discípulos a predicar el Reino de Dios dándoles poder y autoridad para sanar a los enfermos de sus enfermedades, y éstos, actuando en nombre de su Señor, realizaron milagros de sanación, tanto física como espiritual.  Y es que, el apóstol de Cristo es un evangelizador, predicador y sanador. Pero todo esto lo realiza en nombre del Señor, que es el que, en realidad sana, libera y salva. El apóstol de Cristo es el enviado de la misericordia y la compasión.

  La misericordia en el hombre es uno de los frutos de la caridad, y consiste en cierta compasión de la miseria ajena, nacida en nuestro corazón, por la que nos vemos movidos a socorrerla (san Agustín). La misericordia no se queda indiferente ante el dolor y el sufrimiento humano; hace suyos los dolores y apuros de ajenos; se acerca y actúa en consecuencia. El apóstol de la misericordia obra como Cristo lo haría, puesto que actúa en su nombre y, porque al acercarse y ayudar al que sufre, es como si lo hiciera al mismo Jesús: “Cuando ustedes hicieron algo a uno de estos pequeños, conmigo también lo hicieron”, dijo Jesús.

  Este mes de febrero la Iglesia siempre lo ha dedicado a la atención y acompañamiento de los enfermos, porque este ministerio es parte esencial del evangelio de Jesucristo. No lo hace como una acción altruista, sino evangelizadora. Y es que el dolor y el sufrimiento humano son también un terreno para la manifestación del amor misericordioso y sanador de Cristo y de evangelización. El corazón del mensaje de nuestra señora de Lourdes es la llamada a los enfermos del alma, de los cuales la enfermedad física es un signo visible. La enfermedad y la muerte, leemos en la Biblia desde el principio, han entrado en el mundo por culpa del pecado. El sanado es un testigo del hecho de que para el Dios de Cristo es posible un milagro mucho mayor que el de devolver la salud a quien, sin remedio, antes o después morirá: el perdón de los pecados y el don creer. Por lo tanto, los milagros son dones preciosos, de los cuales deberíamos estar agradecidos, pero no son indispensables. Por esto vemos en el evangelio la negativa, muchas veces de Jesús, a realizar milagros cuando se lo pedían como condición para creer en él. El milagro no es la base de nuestra fe, sino al revés: “Señor, que no necesitemos milagros para creer. Pero que tengamos tanta fe, que merezcamos que nos los hagas” (Hora Apostólica de la Guía de Peregrino MCC).

  Dios no evita el sufrimiento, pero puede transformarlo y mediante el sufrimiento provocar el bien. Demos amor, compasión, misericordia, consuelo y compañía a tantos hermanos nuestros que están enfermos y a sus familiares. Mostrémosles el amor compasivo y misericordioso de Cristo ante su dolor y sufrimiento que nos trae la sanación física y, sobre todo espiritual. Aprendamos a tratar a los demás como queremos que nos traten, sobre todo ante esta realidad humana de la enfermedad. Pidamos la virtud de la paciencia al Señor ante el hermano que sufre y está enfermo.

 

viernes, 31 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (y 3)

 Por Pbro. Robert A. Brisman P. 

 Quiero también citar un documento de 1988, publicado por la Pontificia Comisión de Justicia y Paz, titulado “La Iglesia ante el Racismo: para una sociedad más Fraterna”, donde la Iglesia da unas orientaciones sobre la inmigración, el trato a los migrantes y refugiados: “Pertenece, sin duda, a los poderes públicos, responsables del bien común, determinar la proporción de refugiados o inmigrantes que el país acoge, atendidas las posibilidades de empleo y las perspectivas de desarrollo, pero también la urgencia de las necesidades de otros pueblos. El Estado cuidará igualmente que no se creen situaciones de grave desequilibrio social, acompañadas por fenómenos sociológicos de rechazo como puede ocurrir cuando una excesiva concentración de personas de diferente cultura es percibida como una amenaza directa a la identidad y las costumbres de la comunidad de acogida. En el aprendizaje de la diversidad, todo no se puede exigir de entrada. Pero es preciso considerar las posibilidades que se abren de una nueva convivencia y aún de un mutuo enriquecimiento. Y una vez que un extranjero ha sido admitido y se ha sometido a los reglamentos de orden público, tiene derecho a la protección de la ley, mientras dure el período de su inserción social” (n 29).

  En el texto citado arriba de la Comisión Pontificia de Justicia y Paz, nos damos cuenta de que se mantiene el llamado a actuar con compasión y caridad hacia estos grupos de personas que, por su condición de irregularidad son vulnerables. Vela la Iglesia por la dignidad humana y el bien común, sin ningún atisbo de xenofobia. La Iglesia hace un llamado a la prudencia, de manera que no se ponga en peligro la identidad, los valores y la cultura del país receptor, así como la dignidad de las personas que llegan. La Iglesia orienta el accionar en esta materia poniendo en práctica y combinando la justicia, la prudencia y la caridad.

  El tema de la migración es una realidad que está golpeando en la cara a la soberanía de los Estados. Europa que, hasta hace unos años atrás, se dedicó a incitar y recibir sin más a los inmigrantes, con sus políticas de puertas abiertas, se han dado cuenta de que eso no les funcionó. Lo mismo ocurrió con Canadá; y los Estados Unidos de América, con la pasada administración demócrata y su política de brazos abiertos a los inmigrantes, los han llevado a echar para atrás esas políticas buenistas de recibir migrantes sin control ni depuración. La ideología del multiculturalismo no funciona, es un fraude.

  En nuestro caso particular, la República Dominicana, - lo hemos dicho en ocasiones anteriores -, tiene un grave problema con la migración ilegal masiva, sobre todo desde Haití. Esta crisis, de seguir a ese ritmo, puede llegar a convertirse en una grave crisis demográfica que socaban la identidad, la cultura, el aparato económico, social y político nacional. Tenemos un grave problema con la disminución de la natalidad de las mujeres dominicanas, en contraste con el alto porcentaje de nacimientos de mujeres haitianas en nuestros hospitales, con el agravante de que esos hijos de madres haitianas ilegales se quedan a residir de manera ilegal en nuestro país. No se diga de las costumbres y creencias que caracterizan esa población.  Las autoridades dominicanas deben enfocarse en establecer y aplicar las leyes migratorias como una forma de controlar el tipo y cantidad de migrantes que necesita, según los intereses nacionales. Aquí hay una gran cantidad de extranjeros de diferentes países no regularizados que viven de manera tranquila y realizando actividades lucrativas sin ningún problema.

  La inmigración no se puede eliminar. Es imposible. De hecho, tiene un elemento de necesidad, pero dentro de unos límites. Se puede y hay que controlarla. Y esto es lo que vienen haciendo y tienen que hacer los Estados. Estableciendo leyes que consideren según su realidad y necesidades, la inmigración no es mala per se; el problema es la inmigración ilegal, descontrolada y masiva de extranjeros que quieren entrar a la fuerza en otros países. Eso es violencia, y como tal, pues los gobiernos tienen el derecho y el deber de repelerla. Hay migrantes que, a pesar de su situación de irregularidad, contribuyen y aportan al bienestar del país de acogida y se integran. La realidad migratoria de un país no se puede medir ni comparar con la de otro país. Las leyes migratorias de un país no pueden ser aplicadas como la norma para otros países. No es el país el que tiene que adaptarse a los migrantes. Es al revés.

  Otra cosa que, - como creyentes -, debemos tener mucho cuidado es de no abusar o caer en la mala costumbre de querer justificar la inmigración citando textos bíblicos sacados de contexto. Es una burda manipulación utilizar la Palabra de Dios para justificar y valorar la inmigración. No se trata de caer en una acogida indiscriminada de inmigrantes. En la inmigración masiva e ilegal existe una gran mafia de tráfico de personas, trata de blancas, tráfico sexual y de pornografía infantil, que incluyen a las mismas autoridades, empresarios, ongs, bandas criminales y gente común.

  Concluyo esta reflexión citando las palabras del P. Gabriel Calvo Zarraute, en su libro “De la crisis de la fe a la descomposición de España”: “La obediencia a los pastores es ciertamente digna de elogio cuando manda algo legítimo. Ahora bien, la obediencia deja de ser una virtud y, de hecho, se convierte en servilismo cuando es un fin en sí mismo y contradice el fin al que está ordenada, que es la vivencia plena de la fe y de la moral”.

 

jueves, 30 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (2)

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Vamos ahora a ver lo que nos dice la Iglesia Católica al respecto de este tema. Lo primero que debemos tener en cuenta es que la migración no es un tema de doctrina católica. O sea, lo que queremos decir es que, la migración no pertenece al depósito de la fe. Pero, al mismo tiempo, sí hay que decir que la Iglesia Católica cuenta con todo un tratado de enseñanza al respecto. La migración es un tema primordialmente de orden político, en el que los Estados establecen sus leyes para regular la movilidad humana desde y hacia sus territorios. Este es un tema que tiene que ver con la soberanía de los Estados. Son los Estados los que, de manera soberana, regulan los flujos migratorios hacia sus territorios. La Iglesia Católica asume este tema desde la dignidad humana, la justicia social con apego a las leyes y velando por el bien común.

  La enseñanza de la Iglesia Católica en materia migratoria se expresa desde su doctrina social. Pero, el mayor contenido lo encontramos en los diferentes documentos del magisterio pontificio que se expresan en lo que se llama Jornada Mundial del Migrante y Refugiado.

  No es fácil dar una respuesta específica, clara y puntual a este fenómeno de la migración desde la perspectiva eclesial. Pero puede ser la más realista. Es complejo. Desde el magisterio del Papa Pío XII, la Iglesia ha venido transmitiendo una enseñanza continua sobre esta realidad humana de la migración. No vamos a exponer aquí, - porque no es el cometido -, la enseñanza de los pontífices sobre la migración ya que es abundante el material.  Vamos más bien a partir de lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto. En el numeral 2241, que citamos in extenso, leemos: “La naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no pueden encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar porque se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente a lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas”.

  Ahora bien. Según lo que leemos en el numeral del Catecismo arriba citado, nos damos cuenta de que, la Iglesia, si reconoce el que las personas pueden migrar a otros países, también deben hacerlo cumpliendo las normas y leyes del país al que emigran. Las fronteras existen y es un derecho de los Estados. La enseñanza de la Iglesia no aboga ni promueve, ni defiende una política de fronteras abiertas. Esta es más bien una idea del progresismo y modernismo ideológico que busca con ello la detonación de los Estados. Ningún país puede absorber una población ilimitada de migrantes. Esto es de sentido común. No se trata de motivar ni incitar a la migración indiscriminada, en franca violación de las leyes de los Estados. Pero, una vez los migrantes llegan a un país, aun sea de manera ilegal, se puede y se debe actuar con caridad y atención a esas personas vulnerables. Y esto no hay que verlo ni entenderlo como violación a las leyes migratorias del país al que llegan. No se puede caer ni llegar a fomentar, facilitar y ayudar a la inmigración ilegal. Los gobiernos tienen todo el derecho y el deber de controlar y proteger   sus fronteras y a sus ciudadanos de aquellos migrantes que, sobre todo llegan con malas intenciones. La inmigración ilegal ha llevado a que los terroristas, delincuentes, traficantes, miembros de bandas, etc., ingresen a otros países y eso provoca una tremenda crisis social. Es legítimo deportar a sus países de origen a aquellos inmigrantes que violen las leyes del país de acogida. Es verdad que también en las deportaciones, los gobiernos pueden cometer atropellos y abusos que generan una crisis moral. Es el riesgo.

miércoles, 29 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (1)

 Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  La migración se define como el desplazamiento, voluntario o forzoso, de personas de un lugar a otro. Puede darse dentro del mismo país, o entre países, y puede ser permanente, temporal o estacional.

  Son varias las causas o razones que produce la migración, como son los factores económicos, políticos, sociales, ambientales, familiares, etc. El fenómeno de la migración, conocido también como movilidad humana, ha existido siempre. El ser humano nunca se ha quedado fijo en un sitio, lugar o país. La migración influye mucho, positiva como negativamente, tanto en los países a los que se llega como a los países que se abandonan. Hay personas que emigran por decisión personal, otras porque se ven obligadas, otras por alguna conveniencia personal, etc.

  El ser humano siempre ha buscado su bienestar y cuando no lo encuentra en el lugar de nacimiento, pues siempre mira hacia el exterior. Por eso es por lo que nos encontramos con causas sociopolíticas, económicas, religiosas, naturales, familiares, atracción al lugar de destino, mayor y mejores oportunidades de trabajo y de ingresos, mejores servicios de salud, seguridad y desarrollo de capacidades. En fin, mayor bienestar en general.

  También existe lo que se ha denominado diferentes tipos de migraciones. Estas se pueden clasificar de acuerdo con el lugar, tiempo y razón. Tenemos la migración externa, que es aquella que se da cuando una persona o grupo de personas se muda a un estado, país o continente diferente; la migración interna, es el desplazamiento o cambio de residencia dentro de un estado, país o continente; la migración temporal, que es la que se realiza solo por un determinado tiempo y con la intención de regresar al lugar de residencia previo; la migración permanente, es la que se realiza a un nuevo destino sin la intención de regresar al lugar de origen; la migración voluntaria, se da cuando la persona elige mudarse a un nuevo lugar como una oportunidad de mejorar su forma de vida; y la migración forzosa, se da cuando una persona debe mudarse debido a una persecución, conflictos, guerra religiosa, étnica, racial o política, que ponen en peligro la libertad y su seguridad.

  Si es verdad que existe todo un tratado sobre la migración y los refugiados, también es cierto que ésta ha sido utilizada, en muchos casos, como arma para destruir, deconstruir y debilitar a los países. También ha sido utilizada por los partidos políticos para ganar elecciones. Todo esto por la imposición de intereses de unos grupos de poderosos globalistas que quieren imponer su visión de una nueva gobernanza mundial. El mundo, y en particular, los Estados soberanos, están enfrentando una situación de crisis migratoria que ha llegado a niveles incontrolables y de crisis interna que atacan sus costumbres, valores e identidad. Es lo que se ha llamado como el multiculturalismo, y esto en la práctica, no ha dado los resultados y bondades que anunciaban sus promotores.

  Algo que se ha planteado con respecto a la migración es si existe el derecho a migrar o no. No es fácil dar una respuesta exacta a esta cuestión. Hay muchos factores y otros derechos humanos que los Estados soberanos deben tomar en cuenta a la hora de establecer normas y leyes con respecto a la movilidad humana. En la legislación internacional no existe el derecho a migrar.  Por un lado, está el derecho al libre tránsito. Pero ¿cuál es el alcance de este derecho? ¿Sólo es nacional, dentro del mismo país? ¿O también alcanza el nivel internacional? Hoy los seres humanos pueden moverse libremente de un lugar a otro, de un país a otro. Pero tienen que hacerlo bajo ciertas restricciones. A nivel internacional deben contar o portar un pasaporte válido. Dicho de otra manera, esto va más orientado hacia un derecho de tipo administrativo. No todas las leyes migratorias son las mismas para todos los países. Cada país establece sus propias leyes migratorias de acuerdo con su realidad y sus necesidades

jueves, 23 de enero de 2025

La atención pastoral y espiritual a los feligreses: misa en creole ¿sí o no?

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Hay un dicho popular que reza: “Hay tres temas que al dominicano le gusta hablar, aunque no tenga el más mínimo conocimiento de ellos: la política, la religión y el beisbol”. Y cuando habla de esto, lo hace con una actitud como si fuera todo un experto.

Una de las características de nuestra sociedad dominicana, es que es una sociedad muy politizada. Todo lo ve y lo analiza desde la política, sobre todo, desde la política partidaria. Se puede decir que el dominicano sueña, se desayuna, come y cena con la política. Pareciera como si la política fuera inherente al dominicano; como si viniera en su ADN. Esto, claro que tiene a gran parte de la población en el nivel del hartazgo. Hace unas décadas atrás, la programación de las emisoras de radio solo era de música, noticieros; uno que otro programa educativo, de orientación médica, etc. Pero esto cambió. Comenzaron a incluirse en las programaciones radiales programas de contenido y análisis sociopolíticos, y esto fue en aumento hasta que, en la actualidad, solo existe una que otra estación radial que su programación la dedica solo a la música de diferentes géneros. Pero música al fin.

  Como he dicho más arriba, al ser la nuestra una sociedad muy politizada, pues las demás realidades se comentan, se analizan y se miran desde el ámbito político, y esto incluye la realidad religiosa. La política ha impregnado la cuestión religiosa y esto no ha sido para nada positivo ya que, son dos realidades que cada una tiene su propio terreno. No es que sean antagónicas. Pero sí cada una informa su propio terreno. Se puede decir incluso que hasta se acompañan, se apoyan, pero sin confundirse.

  La Iglesia católica tiene una misión bien clara y definida que le viene dada desde su fundación por el mismo Cristo: la salvación de las almas. Y esto lo busca y logra con la predicación del evangelio de Jesús. La Iglesia es Madre y, como madre, debe preocuparse por todos y cada uno de sus hijos e hijas, no solo en lo espiritual, sino también en las demás realidades que impregnan sus vidas.

  Pero, enfoquémonos en lo espiritual. Es obligación de la Iglesia velar, cuidar, fortalecer y promover el cuidado espiritual de sus hijos e hijas. La vida sacramental en la que se nos comunica la gracia de Dios, - su misma vida -, es fundamental para la vivencia y testimonio de la fe en Cristo, y que nos impulsa al apostolado. El Papa san Juan XXIII, en su encíclica Iglesia: Madre y Maestra, nos dice: “La doctrina de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas” (n 2). Entonces, si la Iglesia no cumple con su misión de cuidar y fortalecer la vida espiritual de sus hijos e hijas, ¿cómo podrá lograr alcanzar esta meta? La Iglesia es universal, su doctrina es universal. Está destinada para atraer a todos los hombres y mujeres, de todos los lugares y tiempos, a Cristo; ofreciéndoles el mensaje del evangelio donde se nos comunica y revela la voluntad de Dios, Creador y Padre nuestro.

  Hace un par de días, con motivo de la celebración de nuestra Señora de la Altagracia, - Protectora del pueblo dominicano -, se celebró en la Basílica una misa en creole. Esto provocó un malestar y comentarios negativos hacia la institución religiosa católica. Se acusó a la Iglesia católica de ser, fomentar y contribuir a la ya crisis de la migración ilegal haitiana. Es decir, por llevar a cabo un acto meramente religioso con una asamblea compuesta por persona haitianas católicas, como lo es la misa, se hizo una acusación política. Se politizó un acto religioso. Hay que tener mucho cuidado para no caer en este tipo de confusiones. Todo católico, sea de donde sea, tiene el derecho a ser y recibir atención, así como acompañamiento espiritual por parte de la Iglesia. ¿Es raro encontrar en comunidades parroquiales el que se ofrezcan servicios religiosos para personas extranjeras que viven en esa demarcación parroquial? Pues no. Aquí en República Dominicana hay varias parroquias donde se ofrecen este tipo de servicios religiosos a extranjeros de diferentes países, entre ellos, los católicos haitianos. En el clero dominicano hay sacerdotes de diferentes nacionalidades que ofrecen servicios religiosos a sus conciudadanos como también lo hacen con los dominicanos.

  Al hacer esto, - atender pastoral y espiritualmente a sus feligreses -, la Iglesia no está violando las leyes migratorias dominicanas, ni fomentando la migración ilegal haitiana, ni de ningún otro país. Lo que está haciendo es cumplir con su rol de atención pastoral y espiritual a esa población del pueblo de Dios. Para entrar a un templo católico, participar en un retiro espiritual, en algún taller de formación cristiana católica, etc., no se necesita ni se exige a los extranjeros carnet de residencia legal, ni se le pregunta a ninguno su estatus migratorio. La basílica de nuestra señora de la Altagracia, como cualquier otro templo católico, no son solo para los dominicanos y extranjeros legales. Es la casa de Dios donde tienen cabida todos sus hijos e hijas. La situación migratoria de los extranjeros es otra cosa que no puede confundirse.

  Por lo tanto, aprendamos a diferenciar estas realidades. La República Dominicana vive una situación difícil en lo que respecta a la migración. Aquí hay muchos extranjeros de diferentes países, que viven de manera ilegal en nuestro territorio, y realizan su vida de lo más tranquilos. Nuestras autoridades aun no tienen ni cuentan con los mecanismos legales, estrategias, equipo humano y tecnológico para aplicarlas y controlar la migración legal e ilegal. Si vienen haciendo esfuerzos para ello y hasta ahora son insuficientes. Y es que hay todo un entramado de corrupción en lo que a ese tema respecta. No hay un registro claro y confiable de los extranjeros que viven en nuestro país y saber su estatus migratorio. Claro que hay extranjeros que están regularizados. La atención pastoral y espiritual de los cristianos no se detiene ante fronteras, ni idioma, ni cultura.

  No nos dejemos confundir por esta situación difícil que nuestro país está viviendo con el tema de la migración ilegal, sobre todo, pero no nada más, de Haití. Hay una realidad en nuestro país con la población haitiana, y la Iglesia, pastoral y espiritualmente hablando, no puede ser indiferente. Ella debe dar atención a esa población. Otra cosa será el que esté fomentando, incentivando, provocando y llamando para que vengan a República Dominicana los extranjeros que quieran violando las leyes migratorias de nuestro país. La Iglesia y los cristianos debemos tener cuidado de no utilizar ni manipular de manera burda, la sagrada escritura para justificar la inmigración. Hay muchos dignatarios eclesiásticos “expertos” y feligreses solidarios en materia migratoria que adoban de citas bíblicas descontextualizadas la migración.

  Pues como ya hemos dicho, no tiene nada de malo ni extraño, ni mucho menos tiene que ver con violación a nuestras leyes migratorias, el que se celebre la misa en cualquier lugar o templo, para una comunidad de fieles católicos de cualquier país en su idioma o dialecto. Esto es tarea de la Iglesia, que es el pueblo de Dios, de atender y acompañar pastoral y espiritualmente a sus hijos e hijas, sin importar de dónde vienen.

miércoles, 22 de enero de 2025

¿Para qué existe la Iglesia? ¿Cuál es su misión?

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Estas preguntas se responden de esta manera: la Iglesia existe para evangelizar. Su misión es la salvación de las almas. En una visita de los obispos de Papua-Nueva Guinea al papa Benedicto XVI, éste les dirigió estas palabras: “La misión de la Iglesia es predicar el evangelio a todas las naciones más allá de las fronteras establecidas por los hombres”. Al decir estas palabras ¿el Papa Benedicto estaba dando una nueva misión a la Iglesia? ¿Se estaba inventando incursionar en un nuevo terreno, hasta hace un tiempo, olvidado por ella? Estas preguntas las podemos parafrasear con el dicho popular, a manera de pregunta: ¿Estaba el Papa descubriendo el agua tibia? Pues ya sabemos la respuesta. Y esta nos la da el mismo Jesús en su Evangelio: “Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado” (Mt 28,18-20). Siguió diciendo el Papa Benedicto XVI a los obispos de Papua-Nueva Guinea: “Deben llevar a todas las naciones, razas e idiomas, a Jesucristo el Salvador, en el que se revela la plenitud de la humanidad y la verdad. Y también: “Deben seguir aplicando las verdades eternas del evangelio a las costumbres de las personas, al servicio de las cuales está la Iglesia, con el objetivo de reforzar y consolidar los elementos positivos que hay en ellas y purificando otros, si es necesario”.

  Todo lo anterior viene a razón de que, en estos últimos años, y más recientemente en estos últimos meses, se han dado unas declaraciones y hechos nefastos y tristes de algunos obispos, sacerdotes e instituciones de la Iglesia católica que ponen en evidencia la infiltración ideológica del modernismo, del progresismo y la infidelidad a Cristo y la sana doctrina milenaria católica, que lo único que provocan son escándalos en los feligreses y manifiestan también lo que ya había anunciado nuestra Madre Santísima en algunas de sus apariciones. Por ejemplo, la aparición en Garabandal- España, la Virgen dijo: “Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas. A la eucaristía se le da cada vez menos importancia. Deben evitar la ira del buen Dios sobre ustedes con sus esfuerzos”.

  Cuando se estaba preparando el Sínodo sobre la amazonia, un sacerdote italiano P. Corrado Dalmolego, que realiza su trabajo misionero en esas tribus indígenas de América del Sur, dijo a manera de orgullo o de presunción de que, “En 53 años de trabajo eclesial en esa zona, nunca han administrado el sacramento del bautismo”. Él se justificaba con estas palabras: “Estas tribus de los yanomanis, con la vivencia de la propia religiosidad, de la propia espiritualidad, ayuda a la misma Iglesia a limpiarse, quizás de esquemas, de estructuras mentales, que pueden haber quedado obsoletas e inadecuadas”. Sigue diciendo que “los yanomamis ayudan a la Iglesia a defender este mundo, y a construir una ecología integral, al establecer puentes entre los conocimientos tradicionales y los conocimientos modernos, ecológicos, de la sociedad occidental”.  

  Bueno, como vemos, para este misionero el cumplir con el mandato de Jesús es una cosa del pasado, obsoleta, abusiva y anacrónica. Este sacerdote le ha enmendado la plana al mismo Cristo y es como si le dijera en su cara, que está equivocado. Las palabras de Cristo, para este sacerdote, hace tiempo que pasaron, han caducado. Y la Iglesia no tiene nada que cambiar ni proponer ni enseñar a estas tribus, sino más bien es la Iglesia la que tiene que aprender de ellos.

  Un segundo ejemplo de esta mentalidad antievangélica y anti doctrinal, la tenemos en el que fuera el responsable de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2023 en Lisboa-Portugal, el obispo y futuro cardenal de entonces, Mons. Américo Aguiar. Este obispo católico, en una entrevista que ofreció antes del inicio de la JMJ, se destapó con la siguiente afirmación: “Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia Católica ni nada de eso, en absoluto”; siguió diciendo que “La JMJ nunca es para los católicos…nunca los papas hicieron una invitación para los jóvenes católicos, siempre fueron invitaciones a los jóvenes del mundo entero. Es muy importante que los jóvenes que vienen a Lisboa, a Portugal, conozcan a otros jóvenes de África, Asia, América, ricos, pobres, de occidente, católicos, no católicos, con religión, sin religión, con fe y sin fe, y comprender primero que esta diversidad, cualquiera que sea, es una riqueza. De ahí en adelante, que se cuiden, que se amen, que tengan el gusto de estar juntos”.

  O sea, dicho de otra manera. Para este obispo y cardenal, las JMJ son un paseo turístico. Es una actividad organizada por la Iglesia Católica para que, principalmente jóvenes de todo el mundo, se den un paseo a un país, gasten un dinero para conocer a otros jóvenes y, fomenten las relaciones sociales.

  A este obispo hay que recordarle las palabras de san Pablo en 1Cor 9,16: “! ¡Ay de mí, si no evangelizo!”. Este apóstol de Cristo, junto al trabajo de la Iglesia, lo que buscan es que todos nos sometamos al señorío de Jesucristo. Por eso la Iglesia anuncia a Jesús. El Papa san Juan Pablo II siempre le dio a las JMJ un impulso evangelizador. Las JMJ no son para celebrar la diversidad y las diferencias. Son un encuentro evangelizador, porque Cristo es el centro de ellas y el que convoca por medio de su Iglesia: “Donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

  Pero, más recientemente, tenemos las declaraciones del obispo de la diócesis alemana de Essen, Mons. Franz-Josef Overbeck, - ¡otra vez los obispos alemanes! -; que se acaba de destapar con estas palabras: “No necesitamos evangelizar a todo el mundo ni ganar adeptos para una forma específica de vida eclesiástica”. Sigue diciendo que “conoce a muchas personas que viven de manera natural sin Dios. Que no necesitan religión, ni fe, y mucho menos una Iglesia; que son felices y están satisfechas: llevan a menudo una vida plena, y no por ello son personas egoístas”.

  Entonces, según las palabras de este obispo, nos preguntamos: ¿Basta ser solamente buenos para salvarnos? ¿Eso fue lo que predicó Jesús? Ya lo dice el dicho popular que “de buenas intenciones está lleno el camino al cielo”. Y Jesús dijo que “no todo el que me diga Señor, Señor, se salvará… sino el que escuche su palabra y la ponga en práctica”. Y san Agustín dijo: “El que te creó sin ti, no te puede salvar sin ti”. No olvidemos la parábola de las Vírgenes necias y prudentes en el evangelio de san Mateo 25, 1-13.

  Esta es la nueva doctrina que se predica en muchos ambientes eclesiales católicos: el buenismo. Si esto es cierto, pues ¿Qué sentido tuvo la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios? Es verdad que Dios es el que tiene la última palabra en lo que respecta a nuestra salvación, y salva a quién quiere. Pero, él estableció la manera de cómo accedemos a la salvación. Es verdad que Dios nos ama incondicionalmente, pero no nos salva incondicionalmente. Esto no es más que la equivocada teología luterana y calvinista.

  Otro hecho lamentable que sucedió en estos días recientes fue el escándalo que suscitó el anuncio de una obra teatral titulada “María Maricón”, nada más y nada menos que a presentarse en la Universidad Pontificia Católica de Perú, y que gracias a las protestas de muchos feligreses y algunas instituciones particulares, así como la pronunciación contundente de la Conferencia del Episcopado de Perú, y del Cardenal de Lima, que manifestó su indignación y rechazo, señalando que “la obra incluía elementos agresivos e irrespetuosos contra la fe de nuestro pueblo y que la promoción del evento fue igualmente injuriosa hacia nuestra fe cristiana”. Pues debido a estas manifestaciones de rechazo, la obra blasfema fue impedida de presentarse en el campus universitario. Al enterarnos de esto, vemos cómo viene avanzando la persecución, la burla y la discriminación contra la fe cristiana católica y su veneno ideológico dentro de la Iglesia. ¿Cómo es posible que una universidad pontificia permita estas acciones blasfemas dentro de su ámbito académico en contra de la Iglesia? ¿Quién dirige esa Universidad?

  Pues si la Iglesia no cumple con su misión para la que fue creada y enviada, no tiene ningún sentido su existencia. Ya el Papa Benedicto XVI había dicho que la misión de la Iglesia no es la de gobernar a los pueblos. La Iglesia ha sido puesta por el mismo Jesús como faro que ilumina al mundo: “Ustedes son la luz del mundo”; y también dijo que “somos la sal de la tierra”. Si no cumplimos con este cometido y misión, pues no tenemos ningún sentido de existir. Como dijo el Papa Francisco que, “no seriamos más que una ong gigante”.

  Tomemos conciencia de nuestro ser e identidad como Iglesia de Cristo. Conciencia de nuestra misión en el mundo. La Iglesia católica no es una multinacional, sino una comunidad religiosa, - el cuerpo místico de Cristo de la cual él es nuestra cabeza -, que fue creada con una misión específica de velar por la salvación de las almas, porque ese fue el mandato que le dio su fundador. Dejemos ya de seguir engañando a la gente. Concentrémonos en la predicación del evangelio de Cristo y no lo sigamos sustituyendo por conceptos mundanos del ecologismo, multiculturalismo, cambio climático, veganismo, migración. Prediquemos a Cristo vivo, su amor, su misericordia; la conversión de nuestros corazones y nuestra mente. Llevemos a la gente a tener un verdadero encuentro de fe con Cristo. Enseñémosle a la gente a comunicarse con Dios por medio de la oración de fe, confiada, humilde y perseverante.

  El sacerdote debe conocer realmente a Dios desde su interior y así llevarlo a los hombres:  este es el servicio principal que la humanidad necesita hoy. Busquemos la manera de acercar a la gente a que experimenten la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación y su amor en la eucaristía. La gente quiere ver en los sacerdotes a verdaderos pastores de Cristo y no burócratas de lo sagrado. Preocupémonos por ser verdaderos y fieles maestros de vida espiritual, y no instrumento del demonio para la perdición de las almas.

  En Deuteronomio 10,8, leemos: “En aquella ocasión destinó el Señor la tribu de Leví para portar el Arca de la Alianza del Señor, para estar en la presencia del Señor, servirle y dar la bendición en su nombre, hasta el día de hoy”. Pues esta es la esencia del sacerdote: estar en la presencia del Señor y servirle. El sacerdote tiene la misión de velar. Debe estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debe mantener despierto al mundo para Dios. Debe estar de pie frente a las corrientes del tiempo. De pie en la verdad. De pie en el compromiso por el bien. Servir significa cercanía y obediencia. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella.

Y si no es así, pues como dice el dicho popular: “Apaguen esto y vámonos”.