viernes, 8 de agosto de 2025

Nuestra Batalla Espiritual

 

El apóstol san Pablo, en sus cartas a los Efesios y segunda a los Corintios, nos habla de la batalla espiritual que está presente en nuestro caminar de fe. Nos advierte el apóstol que nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los principados, las potestades y las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires.

  Pues si es una batalla espiritual la que libramos de manera permanente, esta se da entre dos poderes espirituales: el poder espiritual del bien, representado por Jesús; y el poder espiritual del mal, representado por satanás. El terreno donde esta batalla se lleva a cabo, principalmente, es en el interior del hombre. Es decir, en su mente y su corazón. Pero, la postura del hombre ante esta batalla interior no es pacífica, sino activa. No se trata de que el hombre se haga el desentendido e indiferente con lo que sucede en su interior, sino que asuma una actitud activa para que, con la gracia de Dios, asuma la parte que le corresponde y así poder inclinar la balanza para el lado de Dios, y si no lo hace, pues la otra opción que le queda es la inclinación de la balanza para el lado de satanás.

  ¿Qué significa que esta batalla espiritual entre el bien y el mal, entre Cristo y satanás, se dé en el interior del hombre? En el libro del Génesis, en el segundo relato de la creación, el Señor dice que está cansado de la maldad del hombre porque ha visto que sus pensamientos son perversos y su corazón está inclinado al mal desde su juventud. Las acciones del hombre, - buenas o malas -, son consecuencia de los pensamientos y sentimientos que albergamos en nuestro interior. De ahí, pasan a nuestro exterior, a nuestras instituciones. Jesús dijo que, no es lo que entra al hombre lo que hace impuro, sino lo que sale de su boca. Pues esa lucha se libra en la mente y el corazón del hombre. O sea, es la constante lucha entre los pensamientos y sentimientos de Dios, sembrados en el interior del hombre; y los pensamientos y sentimientos, que satanás quiere sembrar al mismo tiempo en el corazón del hombre y que son contrarios a los de Dios.

  Por esto es por lo que el mismo Cristo inicia su predicación de la buena noticia invitando a la conversión. Pero, la conversión no es externa, sino más bien interna. Es conversión completa de la mente y el corazón del hombre. Que nos esforcemos todos en poner en práctica los pensamientos y sentimientos de Dios. La conversión no se da de afuera hacia dentro, sino al revés: de adentro hacia fuera. La conversión no tiene que ver con un cambio de iglesia. La conversión es un camino que tenemos que recorrer; un proceso personal y espiritual de cambio interior que termina con la muerte a este mundo.

  El pasaje del evangelio donde Jesús increpa al apóstol Pedro señalándole como satanás, no hay que entenderlo como si fuera que el Maestro lo llamara como tal. Sino más bien, fue que Jesús vio en la persona del apóstol el accionar de satanás al utilizarlo a él, - poniendo en su mente pensamientos contrarios a los de Dios -, para hacerlo desviar de su propósito evangelizador. Esto, de hecho, fue también una de las tantas tentaciones que Jesús tuvo que enfrentar en su ministerio evangelizador.

  Pues a nosotros también nos sucede igual. Si nos descuidamos en no poner en práctica la gracia de Dios que nos ha dado, corremos el riesgo de permitir que sea satanás el que domine en nuestro interior, sembrando pensamientos y sentimientos contarios a los de Dios. No tiremos jamás la toalla en nuestro caminar de fe y eclesial, poque esto es lo que quiere satanás. Recordemos que Cristo dijo que él venció al mundo y que nosotros también lo podremos vencer, pero con la única condición de que tenemos que ir hacia él, porque sin él, nada podremos hacer.

viernes, 4 de julio de 2025

¿Honramos a Dios con los labios o con el corazón?

 Por P. Robert A. Brisman P.

En el libro del profeta Isaías 29,13, leemos lo que se puede interpretar como una queja o lamento del Señor hacia el pueblo elegido: “El Señor ha dicho: puesto que este pueblo se me acerca con la boca, y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí…” Vemos que el Señor, a través del profeta, le expresa su descontento al ver que el pueblo se dedica a practicar una religión solamente de los labios hacia fuera. Es una religión que no conlleva una transformación interior; que se basa en un puro cumplimiento de preceptos y rituales sin consecuencia para la transformación del corazón; que no busca la conversión.

  Jesucristo, en el mensaje del evangelio, una de las observaciones y preocupaciones que hizo a sus oyentes y seguidores, fue precisamente la advertencia de que no se conformaran con practicar una religión basada sólo en un puro cumplimiento de normas y ritos externos, que no buscaban la transformación del corazón. En el evangelio de san Marcos 7,1-13, nos presenta una controversia entre Jesús y los fariseos, donde éstos le reprochan el que sus discípulos comen con las manos impuras, es decir, sin lavárselas. Y Jesús les responde diciéndoles que ellos les dan más importancia a los preceptos humanos que a los mandatos divinos. Y les cita al mismo tiempo el texto del profeta Isaías citado más arriba.

  En esta controversia, Jesús hace la advertencia a los fariseos de las consecuencias de la práctica puramente legal de la religión. Aquí Jesús no critica ni descalifica la religión per se, sino más bien que hace la advertencia del sinsentido que tiene practicar una religión basada en un puro cumplimiento de normas y ritualista, pero que no busca la conversión del corazón. Dice el Señor que lo que hace impuro al hombre no es lo que entra a él de fuera, sino lo que sale de su boca, porque lo que habla viene del corazón. Jesús hace la crítica con un sentido evangelizador. No ataca a las personas, sino las actitudes negativas e hirientes en las que las personas pueden caer, creyendo al mismo tiempo que cumplen con la voluntad de Dios.

  La religión es necesaria. De hecho, Jesús no la abolió ni tampoco dio pie para que cada uno siguiera o hiciera su religión como se le antoje o mejor entienda o a la carta. Jesús era un fiel cumplidor de los preceptos religiosos de su tiempo, pero la practicó en su real y verdadero sentido. En esto también fue Maestro.

  La palabra fariseo quiere decir “separado”. Una cosa son los fariseos, es decir, las personas; y otra cosa es el fariseísmo, es decir, las actitudes de las personas. Jesús y el evangelio no atacan a las personas, sino las actitudes de las personas. Son nuestras malas actitudes o acciones que van en contra de la voluntad de Dios, las que tenemos que cambiar de acuerdo con su palabra. Una cosa es el pecador y otra cosa es el pecado. Dios ama al pecador, pero rechaza el pecado; Jesús vino a salvar al pecador del pecado. El pecado mata el alma, la condena eternamente.

  Esto tiene relación con la conversión. Los fariseos querían y buscaban la transformación fuera de ellos. Pero se olvidaban de que esa transformación hay que buscarla y encontrarla dentro, en el corazón, ya que, es el lugar donde el Padre y el Hijo quieren habitar: “Mira que estoy a la puerta, tocando, si me abres, mi Padre y Yo vendremos y haremos en ti nuestra morada”.

  El fariseísmo, que también se entiende como “hipocresía”, sigue estando presente entre nosotros en la actualidad. Y son de las actitudes que tenemos que seguir combatiendo para que, con la gracia de Dios, podamos vencerla y transformar nuestro corazón y nuestra mente, con su amor misericordioso. Tenemos que aprender a practicar una religión verdadera y esta es la que nos ayuda a transformar el corazón y la mente. Practicar una vida de fe y espiritualidad que iluminen y limpien nuestro corazón y que nos conduzca siempre en un continuo camino de conversión de mente y corazón, para tener los sentimientos y pensamientos de Cristo.


miércoles, 14 de mayo de 2025

Papa León XIV a los periodistas: informar la verdad y custodiar la libertad de expresión y prensa.

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  El pasado lunes, el santo padre León XIV tuvo su encuentro con la prensa en el aula magna San Pablo del Vaticano. Fue su primer discurso a los medios de comunicación que estuvieron, desde días anteriores cubriendo todo lo concerniente al Cónclave, donde fue elegido como Sumo Pontífice.

  Desde su entrada al aula magna, fue recibido de pie y con un fuerte y largo aplauso de los presentes. Inmediatamente terminado el aplauso, continuó con sus palabras al auditorio.

  Comenzó su alocución citando las palabras del señor en su discurso de las bienaventuranzas o sermón de la montaña, cuando proclamó “bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). Vemos aquí, una vez más lo que ya habíamos señalado de este Pontífice, el cuál podría ser la identidad de este pontificado que inicia. Llamó nuevamente a la paz. Este será el Papa de la paz. Relató la labor que vienen haciendo gran parte de los periodistas a este respecto y las consecuencias que esto les ha traído: muchos han sido encarcelados y otros asesinados.

  Motivó a que el periodismo se realice con un sentido de búsqueda de la paz. La paz es una realidad que todos queremos y nos corresponde a todos buscarla, fomentarla, proponerla y defenderla. La paz es un compromiso universal, de todos y para todos. “Hacerlo así es propiciar un periodismo y una comunicación diferente”. Que no sea un periodismo manipulador, que no use palabras agresivas; que sea un periodismo que busque la verdad del amor.

  Recordó el Santo Padre que la paz comienza por cada uno de nosotros. Por esto, la paz que el señor nos da es un don, un regalo. Es la paz que nace y transforma nuestro interior, nuestro corazón, y de ahí, pasa a nuestras actividades, a nuestras instituciones.

  El Santo Padre volvió a insistir en el fin de la guerra: “Decir no a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra".

  Como pastor universal de la Iglesia, resaltó una vez más la solidaridad de la Iglesia con los periodistas, sobre todo aquellos que han sido encarcelados por informar la verdad. Pero esta solidaridad está fundamentada en el diálogo sincero, honesto y verdadero. Y, al mismo tiempo, pidió, - como un grito -, su inmediata liberación. Así la Iglesia se mantiene en la "defensa y promoción de la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres". Este pensamiento viene muy bien ante esta ola de manipulación y engaño que arropa a la humanidad en estos tiempos. La mentira disfrazada de verdad. Un mundo en el que, intencionalmente, nos ocultan la verdad y nos cuentan la mentira.

  Otro punto importante en su alocución a los periodistas fue su posición en cuanto a "la defensa y promoción de la libertad de expresión y prensa". Esto es importante ya que, envía una señal clara de que, en este sucesor del apóstol San Pedro, la prensa y los periodistas tendrán a un defensor y aliado. También estas palabras del Santo Padre nos caen como anillo al dedo en momentos en que se viene imponiendo en muchos países, - como en nuestra República Dominicana, - y que los medios locales no han resaltado -, con el proyecto de ley, sin consenso, para regular los medios de comunicación, sobre todo las redes sociales -, la coacción a este derecho constitucional de los pueblos. Se viene imponiendo la llamada "ley mordaza" para controlar las opiniones, sobre todo en las redes sociales.

  Y es que una prensa matrimoniada con el poder político se convierte en una especie de prostituta de ese poder. Deja de ser y ejercer el llamado "cuarto poder", para promocionar solo imágenes que no son más que ilusiones mediáticas. De hecho, desde el anuncio de su elección al pontificado, muchos y grandes medios periodísticos se han cebado contra el Santo Padre acusándolo y señalándolo con falsedades. No le han permitido ni siquiera que inicie bien su pontificado porque quieren ya predisponerlo ante los cristianos. Como ejemplo de esto, sucedió el que se le haya señalado, cuando estaba saludando a los presentes, el que evadió, según los medios, saludar a unas personas de la comunidad LGTBIQ. Pero se nota de que fue manipulada esa acción.

  Por otro lado, llamó a los periodistas a enfrentar uno de los desafíos más importantes para promover una comunicación capaz de sacarnos de la Torre de Babel, en la que a veces nos encontramos. Es decir, una comunicación de confusión del lenguaje sin amor, a menudo ideológico o partidista.

  El Santo Padre León XIV compartió otras ideas con los periodistas allí reunidos. Pero, nos quedamos con estas que hemos compartido ya que, nos siguen dando señales claras de la línea de su pontificado. Seguimos esperando la misa del próximo domingo 18, donde dará inicio formal a su pontificado y esperaremos con ansias su homilía. Lo que sí es cierto es que este Pontífice está hablando de una manera clara y sin ambigüedades. Pedimos a Dios que lo siga iluminando y que la intercesión de nuestra Madre del cielo, lo proteja.

domingo, 11 de mayo de 2025

Interpretando los gestos y palabras del Papa León XIV en su primer mensaje a la Iglesia y el mundo.

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  Queridos hermanos, seguimos llenos de gozo y felicidad por el nuevo Pontífice que el Señor Jesús, por inspiración del Espíritu Santo, nos ha dado a su Iglesia. Podemos decir de manera jocosa que, estamos en nuestra luna de miel. Siguen siendo días de expectativas, incertidumbres, especulaciones, acusaciones, señalamientos, juicios, etc., con respecto a la persona del recién electo sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. Los comentarios no han cesado y se sigue diciendo de todo sobre este sucesor 267 del primero de los apóstoles. Una vez más recordamos que debemos tener mucho cuidado con esos comentarios, porque muchos de ellos, - quizá la mayoría -, son malintencionados. Los enemigos de la Iglesia de Cristo y del cristianismo no han perdido tiempo para enfilar sus cañones y reiniciar el ataque. Podemos decir que tuvieron unos días de tregua esperando a ver lo que sucediera o saliera del recién concluido Cónclave para la elección del Romano Pontífice. Lo cierto es que con el elegido al ministerio petrino, se provocó mucha desilusión y frustración con los pronósticos que los medios, - sobre todo seculares -, hicieron de los llamados “papables”. Se cumplió, una vez más el dicho: “el que entró papa salió cardenal, y el que entró cardenal, salió papa”.

  Pero, a parte de lo anterior mencionado, quiero enfocarme en hacer algunos señalamientos acerca de por dónde creo que el Papa León XIV llevará su ministerio petrino y que se traduce en el camino por dónde llevará a la Iglesia, al rebaño de Cristo. Voy a hacerlo sobre todo partiendo de su mensaje que dirigió desde el balcón de la Basílica de san Pedro a todos los allí reunidos y al mundo, después de su elección.

  Lo primero que debemos notar es que, salió al balcón vistiendo las prendas litúrgicas pontificales tradicionales. También va a vivir en el Palacio Apostólico. Me llamó la atención que inició invocando y llamando a la paz: “La paz esté con ustedes. Quiero que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, a todas las familias, a todos los pueblos, a toda la tierra…, la paz esté con ustedes. Esta es la paz del resucitado: una paz desarmada y una paz desarmante y también perseverante; que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente”. Creo que este Pontífice podría ser llamado el Papa de la paz, hacedor y constructor de la paz. Y quiero aquí hacer una notación sin que se me malinterprete. El Papa León XIV es de nacionalidad norteamericana y creo que será un punto clave en su ministerio petrino el trabajo que pudiera realizar, junto al presidente de los Estados Unidos, en la búsqueda de la paz en los diferentes conflictos bélicos actuales más sonados: Rusia-Ucrania; India-Pakistán; Israel-Franja de Gaza; China-Taiwán.

  Otra señal que descubro en este Pontífice nuestro es que ha centrado su ministerio en la persona de Cristo; será un pontificado Cristocéntrico, y “llamó a que seamos verdaderos discípulos de Cristo, ya que él nos precede; el mundo necesita de su luz; la humanidad necesita de él como el puente para alcanzar de Dios su amor. Ayúdennos también ustedes a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, poniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”.

  Resaltó también en su mensaje “la unidad que debe de haber en la Iglesia, como un caminar juntos, buscando siempre la paz, la justicia; trabajando siempre como hombres y mujeres fieles a Jesucristo sin miedo para proclamar el evangelio y para ser misioneros”. Aquí resalto el llamado que hizo para que la Iglesia sea misionera que, de hecho, esa es su esencia, es la única misión, esa es su naturaleza, para eso existe: para evangelizar y llevar las almas al cielo (san Pablo VI).

  No podemos dejar pasar el hecho de haber especificado su filiación religiosa, cuando mencionó una frase emblemática de su padre fundador san Agustín: “Para ustedes soy obispo, pero con ustedes soy cristiano”. Este santo es imagen de la custodia, defensa y proclamación de la sana y verdadera doctrina evangélica, y también es conocido como el “doctor de la gracia”. El santo Padre León XIV no tiene la salvación asegurada, sino que también está en el camino para salvarse con el resto de los creyentes, de la Iglesia.

  Volvió a resaltar la unidad en el caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado. “Llamó a su Iglesia particular, como Obispo de la diócesis de Roma, a ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre abierta a recibir con los brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de recibir nuestra caridad y presencia de diálogo y de amor”.

  Pues este es uno de los desafíos a tener cuenta: buscar, construir y edificar la unidad de la Iglesia de Cristo, dando así cumplimiento al deseo de Jesús en su oración al Padre: “Padre, que así como tú y yo somos uno, que éstos también sean uno, como tú en mí y yo en ti” (Jn 20,21-23).

  León XIV es un hombre políglota. Habla perfectamente varios idiomas: su natal inglés, español, italiano, francés y portugués. En su primer mensaje dirigió unas breves palabras en español, sobre todo, saludando a su antigua diócesis de Chiclayo en el Perú. Llamó también a seguir siendo una Iglesia sinodal. Una Iglesia que camina y busca la paz, que busca siempre la caridad, una Iglesia que busca siempre estar cerca de quienes sufren.

Ha sido muy significativo también el que haya mencionado y encomendado su ministerio a la Virgen María, que camina siempre con nosotros y está cerca de nosotros, ayudándonos con su intercesión y su amor. Por esto terminó su mensaje, invitando a rezar juntos el Ave María. Nos da la impresión de que será un pontificado mariano.

  Si su pontificado estará marcado por el pilar de la unidad, esto nos tiene que llevar a pensar en cómo, - y será uno de sus grandes retos -, enfrentará la crisis doctrinal que está avanzando en la Iglesia católica alemana. Recordemos que los obispos alemanes, no bien había sucedido la muerte del Papa Francisco, aprobaron el reglamento para bendecir a las parejas homosexuales. Y esto lacera precisamente la unidad de la Iglesia. Su primer predecesor homónimo, el Papa san León Magno, es llamado el “doctor de la unidad”: defensor de la unidad de la Iglesia, tanto en el campo doctrinal como disciplinar (Papa san Juan XXIII, Enc. Aeterna Dei Spientia).

  Pues este es el Romano Pontífice, el sucesor del apóstol san Pedro, que nuestro Señor Jesucristo quiso darnos a su Iglesia en estos tiempos convulsos. Es un hombre y sacerdote de una gran experiencia de vida espiritual, pastoral, doctrinal y eclesial. Es un hombre de los polos, de los extremos, es decir, norteamericano de nacimiento y pastor en el sur del continente. El nombre elegido por él no ha sido casualidad, sino que, tiene que ver con el legado que dejó su predecesor homónimo, León XIII: el Papa que, - entre muchas cosas -, introdujo a la Iglesia en la cuestión social, que condenó el socialismo-comunismo, defendió la propiedad privada y a los obreros, condenó la masonería dentro y fuera de la Iglesia, retomó la doctrina tomista dentro de la Iglesia para contrarrestar la ideología progresista y del relativismo moral, y que tuvo una visión de la batalla de la Iglesia contra satanás y compuso una oración al arcángel san Miguel para proteger a la Iglesia, para que fuera rezada al final de cada misa. Además, bíblicamente hablando, en Amós 3,8, se nos muestra la autoridad divina manifestada a través de la fortaleza del rugido del león; y en el Apocalipsis 5,5, Cristo mismo es denominado “el león de la tribu de Juda”, título que refleja su realeza y su victoria definitiva sobre el mal. Ya san Isidoro de Sevilla, en sus “Etimologías”, explica que el león es llamado rey porque sus rugidos hacen temblar a todas las bestias. Y esto es lo que la Iglesia hoy necesita: un pastor que haga temblar con su voz a aquellos que amenazan la fe y la moral cristianas. Y es que el santo padre León XIV, tendrá que enfrentar poderes imperiales e ideologías totalitarias, que han penetrado la Iglesia de Cristo e intentan destruirla desde dentro.

  No es bueno ni justo hacer juicios ni señalamientos de su persona ni de su pontificado, puesto que, apenas ha sido elegido al mismo. No es lo mismo ser un subordinado que pasar a ser y tener el puesto de máxima autoridad en la Iglesia universal. Debemos dejar que inicie su ministerio petrino para darnos cuenta de cuál o cuáles serán las líneas que seguirá en su pontificado. Él tendrá que impregnar de su impronta, como todo Pontífice, su ministerio petrino. Había temor e incertidumbre de que el nuevo Pontífice fuera de mentalidad ideológica liberal, progresista, conservadora, tradicionalista, radical, etc. Lo que nos toca es orar por él, por su ministerio petrino para que sea un buen pastor. El pastor no es nada sin su rebaño, como tampoco el rebaño es nada sin su pastor.

  No caigamos ni nos dejemos llevar por los prejuicios. Nos toca orar con fe, humildad, perseverancia, confianza y devoción. Somos la Iglesia de Cristo, su pueblo santo. Somos Iglesia misionera, evangelizadora y evangelizada. Debemos ser luz para este mundo que camina en tinieblas y en la mentira. Estamos viviendo una gran crisis de fe, de la pérdida de lo sagrado y del hombre en su naturaleza. Somos buscadores de la verdad de Dios, para ser real y verdaderamente libres. Somos y debemos ser Iglesia de la paz. Pero no de esa paz que nos ofrece el mundo, sino la paz que nos da Dios: la paz que es un don, un regalo de Dios.

  Seamos, junto a nuestro santo padre León XIV, leones de la fe, dispuestos a defender la verdad sin componendas y sin miedo, pero con caridad, firmes en los principios y misericordiosos con las personas.

viernes, 9 de mayo de 2025

León XIV: ¿el papa que quiere el mundo o el papa que necesita la Iglesia de Cristo?

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  En el libro del profeta Jeremías 3,15, Dios le dice al rey Saul por medio del profeta: “Les daré pastores según mi corazón, que los apacienten con saber e inteligencia”. Estas palabras del Señor no las podemos entender en un sentido meramente político. Es verdad que el pontífice realiza un ejercicio político ya que es el jefe del estado del Vaticano. Pero, no olvidemos sobre todo que la dimensión primaria y fundamental del Pontífice es la de “confirmar a sus hermanos en la fe”, según el mandato del mismo Jesucristo al apóstol Pedro (Lc 22,32). Es decir que, la esencia del ministerio petrino es fundamentalmente espiritual.

  Ahora, cuando el elegido de Dios rechaza hacer la voluntad del Señor, este es rechazado a causa de su desobediencia, pues se olvida de Dios para dar cauce a sus propias ideas y voluntad. Por esto, en el primer libro de Samuel 13,14, el Señor Dios dice a Saul: “El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y le ha constituido guía de su pueblo porque tú no has guardado lo que el Señor te había ordenado”. ¿Qué significa la expresión “un hombre según su corazón”, según el corazón del Señor? Pues es un hombre, en este caso un pontífice, - sucesor del apóstol Pedro -, que dé prioridad en su misión a lo que le dice Dios, y no a sus corazonadas ni ideas propias ni antojadizas, aquellas que dan paso a la desobediencia, que fue lo que hizo Saul.

  Ya el apóstol Pablo, al hablar del Rey David y su elección departe de Dios, resalta la unión indisoluble entre el corazón recto según y conforme a Dios: “Cuando lo depuso, les suscitó como rey a David, a quien acreditó diciendo: encontré a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, que hará en todo mi voluntad”. Pues vemos aquí muy claro cuál debe ser el accionar del romano pontífice: velar y esforzarse por hacer y buscar en todo la voluntad de Dios, y no buscar el reconocimiento del mundo ni sus pompas. O sea, debe ser fiel a Cristo y a su Iglesia. San Bernardo dijo: “que el prudente nos gobierne, que el sabio nos enseñe y que el santo, rece por nosotros”. Santo padre León XIV, que has sido elegido al ministerio petrino, tienes que ser una fuente de alegría, porque tendrás la encomienda de entregar la vida divina y conducir a las almas al cielo, que es la alegría perfecta.

  El sucesor del apóstol Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, no debe de buscar la gloria humana, poder, honores ni placeres terrenales. El ministerio petrino no es un privilegio ni una exclusividad; sino más bien un servicio, una elección divina, un don de Dios a su Iglesia y para su Iglesia. Ser Vicario de Cristo en la tierra, obliga a hacerse el más pequeño, el servidor de todos, respetar a todos y, sobre todo, obliga a estar dispuesto a subir con Jesús a la cruz. Este es el trono al que debemos de aspirar. Al hacerlo de esta manera, se encamina y nos encamina a resplandecer en santidad; a transfigurarnos en otros cristos. Ya decía san Juan Crisóstomo: “El alma del sacerdote ha de ser más pura que los rayos del sol para que el Espíritu Santo no lo deje nunca solo, para que pueda decir: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.

  Santo padre León XIV, sucesor del apóstol Pedro y Vicario de Cristo, debes irradiar esa santidad que resplandezca en tu vida y ministerio, para que seas el guía y pastor universal que necesita la Iglesia de Cristo y que no te amoldes a los criterios del mundo. Debes de ser y guiarnos en la fidelidad a Cristo y a su evangelio, sin adaptarte, ni adaptar ni diluir el mensaje de salvación que debes custodiar y proclamar según la voluntad del Maestro de Nazaret.

  Encomendemos el ministerio apostólico de nuestro santo padre León XIV, a la gracia de nuestro Señor; que, a través de su personal correspondencia, prevea los momentos y la santificación suya y de cada uno. Que sea ese canal por el cual siga llegando la gracia del Señor, manifestada a través de la acción del Espíritu Santo. Que, a ejemplo de Cristo, sea amigo de los discípulos del Maestro; que sepa dedicar todo el tiempo que le sea necesario para el diálogo sincero, para alimentar al rebaño; que nos guíe a la amistad con el Amigo. Y que tenga presente que ha sido elegido para guiar la Iglesia de Cristo al martirio, si fuera necesario; y para la salvación del mundo.  Que nuestra Madre del cielo le acompañe en este nuevo servicio que hace a la Iglesia para que, en fidelidad al Señor, siga confirmando a sus hermanos en la fe.

martes, 29 de abril de 2025

Un Cónclave en tiempos de Tribulación

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  En el evangelio de san Mateo 16,18, leemos: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Esta es la promesa del mismo Jesucristo con relación al primado del apóstol Pedro y la permanencia de su Iglesia.

  En estos días, en la Iglesia Católica nos encontramos transitando un camino de trascendencia, - si cabe el término -, por lo que nos ha tocado vivir. Estamos, primeramente, en el novenario por el eterno descanso del alma del santo padre Francisco, a quien el Señor decidió llamarlo a su presencia. Ciertamente que su muerte nos sorprendió a todos. Sabíamos de su delicado estado de salud física. Pero, no nos imaginamos que sucediera tan de repente su partida. Todos lo recordamos en su última aparición pública en la Plaza de san Pedro, durante la misa de resurrección cuando dio su breve mensaje y su bendición para la ciudad y el mundo; y al día siguiente, temprano por la mañana, se nos informaba de su muerte repentina. Debemos, como cristianos de fe, elevar nuestras oraciones por su eterno descanso y que nuestro Señor le perdone sus pecados y le otorgue el premio de la vida eterna.

  Terminado el novenario por el eterno descanso del alma del papa Francisco, pues entraremos en la segunda parte de este proceso, y es el inicio del Cónclave para elegir al nuevo Pontífice, que será el sucesor 267 del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. La palabra “papa” viene del latín papas, padre, y se emplea desde hace mucho tiempo para designar al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.  Los papas no son sucesores de Cristo. ¿Qué significa que el papa sea llamado sucesor del apóstol san Pedro? Que ha heredado la autoridad de san Pedro, que fue el príncipe de los apóstoles y primera cabeza de la Iglesia Universal, por voluntad de Jesucristo. ¿Qué significa que el papa sea llamado Vicario de Cristo? Significa que ha sido establecido para representar a Cristo en la tierra, para actuar en su nombre y para llevarlo a las naciones de manera especial en razón del lugar que ocupa. Se le llama Romano Pontífice, porque Pedro estableció su sede en Roma, donde murió en el 64-68 d/C. El término Pontífice (del latín pontifex), originalmente significaba “constructor de puentes”, entendido espiritualmente en el sentido de que el Papa debía servir de conexión entre la presencia invisible de Cristo y su cuerpo visible, la Iglesia. Y los poderes espirituales los recibe directamente de Cristo, quien los entrega a un Papa electo al aceptar el cargo o elección” (Mons. Athanasius Schneider).

  Según el canon 332 del Código de Derecho Canónico, en el obispo de la Iglesia romana permanece una función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles, y que se transmitió a sus sucesores. Conforme al mismo canon ese obispo es cabeza del Colegio Episcopal, Vicario de Cristo y pastor de la Iglesia Universal en la tierra. De estos tres títulos, el primero hace referencia a que el Papa preside el cuerpo sucesor el Colegio Apostólico en la función de gobernar y enseñar a los fieles cristianos; el segundo, a que teológicamente ejerce su potestad en nombre del Señor; y el tercero, a que tiene poder primacial sobre todos los miembros del pueblo de Dios.

  La naturaleza de la Iglesia es jerárquica. Es decir, la autoridad en ella se ejerce de manera vertical, no horizontal. La Iglesia no es una institución democrática, como tampoco es un parlamento. Cito al Papa Benedicto XVI: “La Iglesia de Cristo no es un partido, no es una asociación, no es un club: su estructura profunda e inamovible no es democrática, sino sacramental y, por lo tanto, jerárquica; porque la jerarquía fundada sobre la sucesión apostólica es condición indispensable para alcanzar la fuerza y la realidad del sacramento, la autoridad no se basa en los votos de la mayoría; se basa en la autoridad del mismo Cristo, que ha querido compartirla con los hombres que fueran sus representantes, hasta su retorno definitivo” (Informes sobre la fe).

  En los evangelios vemos que Jesús, al elegir al grupo de los Doce, no hizo ni convocó una especie de votación para ver quiénes eran los más votados entre sus seguidores. Tampoco, al elegir al apóstol Pedro como cabeza de la comunidad creyente, no convocó a una votación. Cristo eligió y nombró directamente con su autoridad, a sus discípulos más cercanos y quién sería la cabeza de ésta. Pues en esta tradición ha venido caminando la Iglesia de Cristo. Vuelvo y repito: esa es su naturaleza y no puede ser cambiada.

  Volvamos al Cónclave. Ya está anunciado al público que iniciará el día 7 de mayo en horas de la tarde. Estarán los Cardenales electoreres listos para ello. Según las normas del Cónclave, con sus modificaciones establecidas por los pontífices san Juan Pablo II y Benedicto XVI, para la elección del Romano Pontífice es necesario dos tercios de los votos y, una vez cumplida, el elegido tendrá que aceptar o no su elección. De aceptarla, inmediatamente se le preguntará con qué nombre quiere ser llamado, y a partir de su aceptación, ya ostenta la autoridad universal en la Iglesia.

  Tengamos en cuenta de que el Cónclave es para elegir al Romano Pontífice, sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. No es para elegir al presidente del estado del Vaticano.

  Los cardenales, que son los que tienen la responsabilidad de la elección del Romano Pontífice y ayudar colegialmente al Papa, sobre todo en los consistorios eran llamados los “príncipes de la Iglesia”, haciendo referencia precisamente a esta característica. El cardenalato no es parte del sacramento del Orden sacerdotal, sino que es más bien, una “dignidad o título honorífico” que el Papa otorga a un ministro eclesiástico en la Iglesia. Puede recibirlo un presbítero: “Para ser promovidos a cardenales, el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos; pero los que aún no son obispos deben recibir la consagración episcopal” (c 351, 1).

  En la Iglesia hay algunos casos de estos. El más reciente es el del sacerdote franciscano capuchino Rainiero Cantalamessa, quien era el predicador de la casa pontificia, revestido de la dignidad cardenalicia por al papa Francisco, y no es obispo por una dispensa que le otorgó el mismo Pontífice.

  Con respecto al Cónclave, pues ya hemos venido escuchando de todo. Todos opinan, aun sin tener el mínimo fundamento de cómo funciona esta elección. Ya los mismos enemigos de la Iglesia y del cristianismo han “elegido” al Papa que ellos quieren. Se ha dicho que el Papa que vendrá ya está elegido y que el Cónclave solo será un medio para cumplir con el requisito. Otros están esperando y quieren un Papa que ponga la Iglesia de patas arriba cambiando la doctrina: quieren un Papa que elimine el celibato sacerdotal, que apruebe la ordenación sacerdotal de las mujeres, que apruebe las uniones del mismo sexo como sacramento, así como el aborto, etc. En definitiva, quieren a un Papa que arrodille a la Iglesia al mundo, que sea su esclava, una Iglesia moderna y progresista. Estos grupos quieren a un Papa que actúe como el “dueño” de la Iglesia de Cristo. No les pasa por la cabeza de que el papa NO ES el dueño de la Iglesia, sino más bien el custodio, defensor y anunciador del evangelio de Cristo y tiene que mantener la unidad de la Iglesia, como Cristo lo mandó al apóstol Pedro.

  Nosotros debemos pedir a Cristo que le dé a la Iglesia, no el Papa que quiere el mundo, sino el Papa que necesita su Iglesia: un Pontífice que defienda la integridad de la fe católica en medio de tanta confusión de este relativismo moral que ataca a la institución natural del matrimonio y la familia, así como la sexualidad. La moral no debe adaptarse a las preferencias personales. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; no es el cuerpo místico del Papa. Es la Iglesia de Cristo y no la iglesia de cada Papa. Como tampoco es válido ni correcto decir que la diócesis es del obispo fulano, o la parroquia es la parroquia del cura fulano. Nosotros pasamos y la Iglesia de Cristo permanece. Citando nuevamente al papa Benedicto XVI, al hablar de la comunión de los santos: “La comunión de los santos, significa también tener en común las cosas santas, es decir, la gracia de los sacramentos que brotan de Cristo muerto y resucitado. Es este vínculo misterioso y realísimo, es esta unión en la vida, lo que hace que la Iglesia no sea nuestra Iglesia, de modo que podamos disponer de ella a nuestro antojo; es, por el contrario, su Iglesia”.

  Necesitamos y tenemos el compromiso, como cristianos, de orar y pedir para que el próximo sucesor del apóstol san Pedro sea un sacerdote santo y que nos guíe en la santidad, en la fidelidad doctrinal del evangelio y la unidad querida por el mismo Cristo para su Iglesia: “Padre, que todos sean uno, como tú y yo somos uno”. La Iglesia se sigue construyendo, edificando en este mundo. Y debe seguir haciéndolo sobre la roca firme que es Cristo y su palabra. Una vez más hay que decir que la Iglesia no tiene que ser moderna, sino fiel a Cristo y a su evangelio. La Iglesia no está para complacer peticiones personales ni grupales adaptando la doctrina a sus gustos. Esta es la Iglesia que es camino de salvación.

  Concluyo este artículo citando la oración dirigida por la comunidad de los creyentes al Señor, en el libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 24-30: “Señor, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, el que, por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? Se han alzado los reyes de la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo. Pues bien, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato, con las naciones y los pueblos de Israel, se aliaron contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, para llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera. Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus servidores que puedan proclamar tu palabra con libertad; y extiende la mano para que se realicen curaciones, milagros y prodigios por el nombre de tu santo Hijo Jesús”. Amén.