viernes, 4 de julio de 2025

¿Honramos a Dios con los labios o con el corazón?

 Por P. Robert A. Brisman P.

En el libro del profeta Isaías 29,13, leemos lo que se puede interpretar como una queja o lamento del Señor hacia el pueblo elegido: “El Señor ha dicho: puesto que este pueblo se me acerca con la boca, y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí…” Vemos que el Señor, a través del profeta, le expresa su descontento al ver que el pueblo se dedica a practicar una religión solamente de los labios hacia fuera. Es una religión que no conlleva una transformación interior; que se basa en un puro cumplimiento de preceptos y rituales sin consecuencia para la transformación del corazón; que no busca la conversión.

  Jesucristo, en el mensaje del evangelio, una de las observaciones y preocupaciones que hizo a sus oyentes y seguidores, fue precisamente la advertencia de que no se conformaran con practicar una religión basada sólo en un puro cumplimiento de normas y ritos externos, que no buscaban la transformación del corazón. En el evangelio de san Marcos 7,1-13, nos presenta una controversia entre Jesús y los fariseos, donde éstos le reprochan el que sus discípulos comen con las manos impuras, es decir, sin lavárselas. Y Jesús les responde diciéndoles que ellos les dan más importancia a los preceptos humanos que a los mandatos divinos. Y les cita al mismo tiempo el texto del profeta Isaías citado más arriba.

  En esta controversia, Jesús hace la advertencia a los fariseos de las consecuencias de la práctica puramente legal de la religión. Aquí Jesús no critica ni descalifica la religión per se, sino más bien que hace la advertencia del sinsentido que tiene practicar una religión basada en un puro cumplimiento de normas y ritualista, pero que no busca la conversión del corazón. Dice el Señor que lo que hace impuro al hombre no es lo que entra a él de fuera, sino lo que sale de su boca, porque lo que habla viene del corazón. Jesús hace la crítica con un sentido evangelizador. No ataca a las personas, sino las actitudes negativas e hirientes en las que las personas pueden caer, creyendo al mismo tiempo que cumplen con la voluntad de Dios.

  La religión es necesaria. De hecho, Jesús no la abolió ni tampoco dio pie para que cada uno siguiera o hiciera su religión como se le antoje o mejor entienda o a la carta. Jesús era un fiel cumplidor de los preceptos religiosos de su tiempo, pero la practicó en su real y verdadero sentido. En esto también fue Maestro.

  La palabra fariseo quiere decir “separado”. Una cosa son los fariseos, es decir, las personas; y otra cosa es el fariseísmo, es decir, las actitudes de las personas. Jesús y el evangelio no atacan a las personas, sino las actitudes de las personas. Son nuestras malas actitudes o acciones que van en contra de la voluntad de Dios, las que tenemos que cambiar de acuerdo con su palabra. Una cosa es el pecador y otra cosa es el pecado. Dios ama al pecador, pero rechaza el pecado; Jesús vino a salvar al pecador del pecado. El pecado mata el alma, la condena eternamente.

  Esto tiene relación con la conversión. Los fariseos querían y buscaban la transformación fuera de ellos. Pero se olvidaban de que esa transformación hay que buscarla y encontrarla dentro, en el corazón, ya que, es el lugar donde el Padre y el Hijo quieren habitar: “Mira que estoy a la puerta, tocando, si me abres, mi Padre y Yo vendremos y haremos en ti nuestra morada”.

  El fariseísmo, que también se entiende como “hipocresía”, sigue estando presente entre nosotros en la actualidad. Y son de las actitudes que tenemos que seguir combatiendo para que, con la gracia de Dios, podamos vencerla y transformar nuestro corazón y nuestra mente, con su amor misericordioso. Tenemos que aprender a practicar una religión verdadera y esta es la que nos ayuda a transformar el corazón y la mente. Practicar una vida de fe y espiritualidad que iluminen y limpien nuestro corazón y que nos conduzca siempre en un continuo camino de conversión de mente y corazón, para tener los sentimientos y pensamientos de Cristo.


miércoles, 14 de mayo de 2025

Papa León XIV a los periodistas: informar la verdad y custodiar la libertad de expresión y prensa.

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  El pasado lunes, el santo padre León XIV tuvo su encuentro con la prensa en el aula magna San Pablo del Vaticano. Fue su primer discurso a los medios de comunicación que estuvieron, desde días anteriores cubriendo todo lo concerniente al Cónclave, donde fue elegido como Sumo Pontífice.

  Desde su entrada al aula magna, fue recibido de pie y con un fuerte y largo aplauso de los presentes. Inmediatamente terminado el aplauso, continuó con sus palabras al auditorio.

  Comenzó su alocución citando las palabras del señor en su discurso de las bienaventuranzas o sermón de la montaña, cuando proclamó “bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). Vemos aquí, una vez más lo que ya habíamos señalado de este Pontífice, el cuál podría ser la identidad de este pontificado que inicia. Llamó nuevamente a la paz. Este será el Papa de la paz. Relató la labor que vienen haciendo gran parte de los periodistas a este respecto y las consecuencias que esto les ha traído: muchos han sido encarcelados y otros asesinados.

  Motivó a que el periodismo se realice con un sentido de búsqueda de la paz. La paz es una realidad que todos queremos y nos corresponde a todos buscarla, fomentarla, proponerla y defenderla. La paz es un compromiso universal, de todos y para todos. “Hacerlo así es propiciar un periodismo y una comunicación diferente”. Que no sea un periodismo manipulador, que no use palabras agresivas; que sea un periodismo que busque la verdad del amor.

  Recordó el Santo Padre que la paz comienza por cada uno de nosotros. Por esto, la paz que el señor nos da es un don, un regalo. Es la paz que nace y transforma nuestro interior, nuestro corazón, y de ahí, pasa a nuestras actividades, a nuestras instituciones.

  El Santo Padre volvió a insistir en el fin de la guerra: “Decir no a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra".

  Como pastor universal de la Iglesia, resaltó una vez más la solidaridad de la Iglesia con los periodistas, sobre todo aquellos que han sido encarcelados por informar la verdad. Pero esta solidaridad está fundamentada en el diálogo sincero, honesto y verdadero. Y, al mismo tiempo, pidió, - como un grito -, su inmediata liberación. Así la Iglesia se mantiene en la "defensa y promoción de la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres". Este pensamiento viene muy bien ante esta ola de manipulación y engaño que arropa a la humanidad en estos tiempos. La mentira disfrazada de verdad. Un mundo en el que, intencionalmente, nos ocultan la verdad y nos cuentan la mentira.

  Otro punto importante en su alocución a los periodistas fue su posición en cuanto a "la defensa y promoción de la libertad de expresión y prensa". Esto es importante ya que, envía una señal clara de que, en este sucesor del apóstol San Pedro, la prensa y los periodistas tendrán a un defensor y aliado. También estas palabras del Santo Padre nos caen como anillo al dedo en momentos en que se viene imponiendo en muchos países, - como en nuestra República Dominicana, - y que los medios locales no han resaltado -, con el proyecto de ley, sin consenso, para regular los medios de comunicación, sobre todo las redes sociales -, la coacción a este derecho constitucional de los pueblos. Se viene imponiendo la llamada "ley mordaza" para controlar las opiniones, sobre todo en las redes sociales.

  Y es que una prensa matrimoniada con el poder político se convierte en una especie de prostituta de ese poder. Deja de ser y ejercer el llamado "cuarto poder", para promocionar solo imágenes que no son más que ilusiones mediáticas. De hecho, desde el anuncio de su elección al pontificado, muchos y grandes medios periodísticos se han cebado contra el Santo Padre acusándolo y señalándolo con falsedades. No le han permitido ni siquiera que inicie bien su pontificado porque quieren ya predisponerlo ante los cristianos. Como ejemplo de esto, sucedió el que se le haya señalado, cuando estaba saludando a los presentes, el que evadió, según los medios, saludar a unas personas de la comunidad LGTBIQ. Pero se nota de que fue manipulada esa acción.

  Por otro lado, llamó a los periodistas a enfrentar uno de los desafíos más importantes para promover una comunicación capaz de sacarnos de la Torre de Babel, en la que a veces nos encontramos. Es decir, una comunicación de confusión del lenguaje sin amor, a menudo ideológico o partidista.

  El Santo Padre León XIV compartió otras ideas con los periodistas allí reunidos. Pero, nos quedamos con estas que hemos compartido ya que, nos siguen dando señales claras de la línea de su pontificado. Seguimos esperando la misa del próximo domingo 18, donde dará inicio formal a su pontificado y esperaremos con ansias su homilía. Lo que sí es cierto es que este Pontífice está hablando de una manera clara y sin ambigüedades. Pedimos a Dios que lo siga iluminando y que la intercesión de nuestra Madre del cielo, lo proteja.

domingo, 11 de mayo de 2025

Interpretando los gestos y palabras del Papa León XIV en su primer mensaje a la Iglesia y el mundo.

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  Queridos hermanos, seguimos llenos de gozo y felicidad por el nuevo Pontífice que el Señor Jesús, por inspiración del Espíritu Santo, nos ha dado a su Iglesia. Podemos decir de manera jocosa que, estamos en nuestra luna de miel. Siguen siendo días de expectativas, incertidumbres, especulaciones, acusaciones, señalamientos, juicios, etc., con respecto a la persona del recién electo sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. Los comentarios no han cesado y se sigue diciendo de todo sobre este sucesor 267 del primero de los apóstoles. Una vez más recordamos que debemos tener mucho cuidado con esos comentarios, porque muchos de ellos, - quizá la mayoría -, son malintencionados. Los enemigos de la Iglesia de Cristo y del cristianismo no han perdido tiempo para enfilar sus cañones y reiniciar el ataque. Podemos decir que tuvieron unos días de tregua esperando a ver lo que sucediera o saliera del recién concluido Cónclave para la elección del Romano Pontífice. Lo cierto es que con el elegido al ministerio petrino, se provocó mucha desilusión y frustración con los pronósticos que los medios, - sobre todo seculares -, hicieron de los llamados “papables”. Se cumplió, una vez más el dicho: “el que entró papa salió cardenal, y el que entró cardenal, salió papa”.

  Pero, a parte de lo anterior mencionado, quiero enfocarme en hacer algunos señalamientos acerca de por dónde creo que el Papa León XIV llevará su ministerio petrino y que se traduce en el camino por dónde llevará a la Iglesia, al rebaño de Cristo. Voy a hacerlo sobre todo partiendo de su mensaje que dirigió desde el balcón de la Basílica de san Pedro a todos los allí reunidos y al mundo, después de su elección.

  Lo primero que debemos notar es que, salió al balcón vistiendo las prendas litúrgicas pontificales tradicionales. También va a vivir en el Palacio Apostólico. Me llamó la atención que inició invocando y llamando a la paz: “La paz esté con ustedes. Quiero que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, a todas las familias, a todos los pueblos, a toda la tierra…, la paz esté con ustedes. Esta es la paz del resucitado: una paz desarmada y una paz desarmante y también perseverante; que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente”. Creo que este Pontífice podría ser llamado el Papa de la paz, hacedor y constructor de la paz. Y quiero aquí hacer una notación sin que se me malinterprete. El Papa León XIV es de nacionalidad norteamericana y creo que será un punto clave en su ministerio petrino el trabajo que pudiera realizar, junto al presidente de los Estados Unidos, en la búsqueda de la paz en los diferentes conflictos bélicos actuales más sonados: Rusia-Ucrania; India-Pakistán; Israel-Franja de Gaza; China-Taiwán.

  Otra señal que descubro en este Pontífice nuestro es que ha centrado su ministerio en la persona de Cristo; será un pontificado Cristocéntrico, y “llamó a que seamos verdaderos discípulos de Cristo, ya que él nos precede; el mundo necesita de su luz; la humanidad necesita de él como el puente para alcanzar de Dios su amor. Ayúdennos también ustedes a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, poniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”.

  Resaltó también en su mensaje “la unidad que debe de haber en la Iglesia, como un caminar juntos, buscando siempre la paz, la justicia; trabajando siempre como hombres y mujeres fieles a Jesucristo sin miedo para proclamar el evangelio y para ser misioneros”. Aquí resalto el llamado que hizo para que la Iglesia sea misionera que, de hecho, esa es su esencia, es la única misión, esa es su naturaleza, para eso existe: para evangelizar y llevar las almas al cielo (san Pablo VI).

  No podemos dejar pasar el hecho de haber especificado su filiación religiosa, cuando mencionó una frase emblemática de su padre fundador san Agustín: “Para ustedes soy obispo, pero con ustedes soy cristiano”. Este santo es imagen de la custodia, defensa y proclamación de la sana y verdadera doctrina evangélica, y también es conocido como el “doctor de la gracia”. El santo Padre León XIV no tiene la salvación asegurada, sino que también está en el camino para salvarse con el resto de los creyentes, de la Iglesia.

  Volvió a resaltar la unidad en el caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado. “Llamó a su Iglesia particular, como Obispo de la diócesis de Roma, a ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre abierta a recibir con los brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de recibir nuestra caridad y presencia de diálogo y de amor”.

  Pues este es uno de los desafíos a tener cuenta: buscar, construir y edificar la unidad de la Iglesia de Cristo, dando así cumplimiento al deseo de Jesús en su oración al Padre: “Padre, que así como tú y yo somos uno, que éstos también sean uno, como tú en mí y yo en ti” (Jn 20,21-23).

  León XIV es un hombre políglota. Habla perfectamente varios idiomas: su natal inglés, español, italiano, francés y portugués. En su primer mensaje dirigió unas breves palabras en español, sobre todo, saludando a su antigua diócesis de Chiclayo en el Perú. Llamó también a seguir siendo una Iglesia sinodal. Una Iglesia que camina y busca la paz, que busca siempre la caridad, una Iglesia que busca siempre estar cerca de quienes sufren.

Ha sido muy significativo también el que haya mencionado y encomendado su ministerio a la Virgen María, que camina siempre con nosotros y está cerca de nosotros, ayudándonos con su intercesión y su amor. Por esto terminó su mensaje, invitando a rezar juntos el Ave María. Nos da la impresión de que será un pontificado mariano.

  Si su pontificado estará marcado por el pilar de la unidad, esto nos tiene que llevar a pensar en cómo, - y será uno de sus grandes retos -, enfrentará la crisis doctrinal que está avanzando en la Iglesia católica alemana. Recordemos que los obispos alemanes, no bien había sucedido la muerte del Papa Francisco, aprobaron el reglamento para bendecir a las parejas homosexuales. Y esto lacera precisamente la unidad de la Iglesia. Su primer predecesor homónimo, el Papa san León Magno, es llamado el “doctor de la unidad”: defensor de la unidad de la Iglesia, tanto en el campo doctrinal como disciplinar (Papa san Juan XXIII, Enc. Aeterna Dei Spientia).

  Pues este es el Romano Pontífice, el sucesor del apóstol san Pedro, que nuestro Señor Jesucristo quiso darnos a su Iglesia en estos tiempos convulsos. Es un hombre y sacerdote de una gran experiencia de vida espiritual, pastoral, doctrinal y eclesial. Es un hombre de los polos, de los extremos, es decir, norteamericano de nacimiento y pastor en el sur del continente. El nombre elegido por él no ha sido casualidad, sino que, tiene que ver con el legado que dejó su predecesor homónimo, León XIII: el Papa que, - entre muchas cosas -, introdujo a la Iglesia en la cuestión social, que condenó el socialismo-comunismo, defendió la propiedad privada y a los obreros, condenó la masonería dentro y fuera de la Iglesia, retomó la doctrina tomista dentro de la Iglesia para contrarrestar la ideología progresista y del relativismo moral, y que tuvo una visión de la batalla de la Iglesia contra satanás y compuso una oración al arcángel san Miguel para proteger a la Iglesia, para que fuera rezada al final de cada misa. Además, bíblicamente hablando, en Amós 3,8, se nos muestra la autoridad divina manifestada a través de la fortaleza del rugido del león; y en el Apocalipsis 5,5, Cristo mismo es denominado “el león de la tribu de Juda”, título que refleja su realeza y su victoria definitiva sobre el mal. Ya san Isidoro de Sevilla, en sus “Etimologías”, explica que el león es llamado rey porque sus rugidos hacen temblar a todas las bestias. Y esto es lo que la Iglesia hoy necesita: un pastor que haga temblar con su voz a aquellos que amenazan la fe y la moral cristianas. Y es que el santo padre León XIV, tendrá que enfrentar poderes imperiales e ideologías totalitarias, que han penetrado la Iglesia de Cristo e intentan destruirla desde dentro.

  No es bueno ni justo hacer juicios ni señalamientos de su persona ni de su pontificado, puesto que, apenas ha sido elegido al mismo. No es lo mismo ser un subordinado que pasar a ser y tener el puesto de máxima autoridad en la Iglesia universal. Debemos dejar que inicie su ministerio petrino para darnos cuenta de cuál o cuáles serán las líneas que seguirá en su pontificado. Él tendrá que impregnar de su impronta, como todo Pontífice, su ministerio petrino. Había temor e incertidumbre de que el nuevo Pontífice fuera de mentalidad ideológica liberal, progresista, conservadora, tradicionalista, radical, etc. Lo que nos toca es orar por él, por su ministerio petrino para que sea un buen pastor. El pastor no es nada sin su rebaño, como tampoco el rebaño es nada sin su pastor.

  No caigamos ni nos dejemos llevar por los prejuicios. Nos toca orar con fe, humildad, perseverancia, confianza y devoción. Somos la Iglesia de Cristo, su pueblo santo. Somos Iglesia misionera, evangelizadora y evangelizada. Debemos ser luz para este mundo que camina en tinieblas y en la mentira. Estamos viviendo una gran crisis de fe, de la pérdida de lo sagrado y del hombre en su naturaleza. Somos buscadores de la verdad de Dios, para ser real y verdaderamente libres. Somos y debemos ser Iglesia de la paz. Pero no de esa paz que nos ofrece el mundo, sino la paz que nos da Dios: la paz que es un don, un regalo de Dios.

  Seamos, junto a nuestro santo padre León XIV, leones de la fe, dispuestos a defender la verdad sin componendas y sin miedo, pero con caridad, firmes en los principios y misericordiosos con las personas.

viernes, 9 de mayo de 2025

León XIV: ¿el papa que quiere el mundo o el papa que necesita la Iglesia de Cristo?

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  En el libro del profeta Jeremías 3,15, Dios le dice al rey Saul por medio del profeta: “Les daré pastores según mi corazón, que los apacienten con saber e inteligencia”. Estas palabras del Señor no las podemos entender en un sentido meramente político. Es verdad que el pontífice realiza un ejercicio político ya que es el jefe del estado del Vaticano. Pero, no olvidemos sobre todo que la dimensión primaria y fundamental del Pontífice es la de “confirmar a sus hermanos en la fe”, según el mandato del mismo Jesucristo al apóstol Pedro (Lc 22,32). Es decir que, la esencia del ministerio petrino es fundamentalmente espiritual.

  Ahora, cuando el elegido de Dios rechaza hacer la voluntad del Señor, este es rechazado a causa de su desobediencia, pues se olvida de Dios para dar cauce a sus propias ideas y voluntad. Por esto, en el primer libro de Samuel 13,14, el Señor Dios dice a Saul: “El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y le ha constituido guía de su pueblo porque tú no has guardado lo que el Señor te había ordenado”. ¿Qué significa la expresión “un hombre según su corazón”, según el corazón del Señor? Pues es un hombre, en este caso un pontífice, - sucesor del apóstol Pedro -, que dé prioridad en su misión a lo que le dice Dios, y no a sus corazonadas ni ideas propias ni antojadizas, aquellas que dan paso a la desobediencia, que fue lo que hizo Saul.

  Ya el apóstol Pablo, al hablar del Rey David y su elección departe de Dios, resalta la unión indisoluble entre el corazón recto según y conforme a Dios: “Cuando lo depuso, les suscitó como rey a David, a quien acreditó diciendo: encontré a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, que hará en todo mi voluntad”. Pues vemos aquí muy claro cuál debe ser el accionar del romano pontífice: velar y esforzarse por hacer y buscar en todo la voluntad de Dios, y no buscar el reconocimiento del mundo ni sus pompas. O sea, debe ser fiel a Cristo y a su Iglesia. San Bernardo dijo: “que el prudente nos gobierne, que el sabio nos enseñe y que el santo, rece por nosotros”. Santo padre León XIV, que has sido elegido al ministerio petrino, tienes que ser una fuente de alegría, porque tendrás la encomienda de entregar la vida divina y conducir a las almas al cielo, que es la alegría perfecta.

  El sucesor del apóstol Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, no debe de buscar la gloria humana, poder, honores ni placeres terrenales. El ministerio petrino no es un privilegio ni una exclusividad; sino más bien un servicio, una elección divina, un don de Dios a su Iglesia y para su Iglesia. Ser Vicario de Cristo en la tierra, obliga a hacerse el más pequeño, el servidor de todos, respetar a todos y, sobre todo, obliga a estar dispuesto a subir con Jesús a la cruz. Este es el trono al que debemos de aspirar. Al hacerlo de esta manera, se encamina y nos encamina a resplandecer en santidad; a transfigurarnos en otros cristos. Ya decía san Juan Crisóstomo: “El alma del sacerdote ha de ser más pura que los rayos del sol para que el Espíritu Santo no lo deje nunca solo, para que pueda decir: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.

  Santo padre León XIV, sucesor del apóstol Pedro y Vicario de Cristo, debes irradiar esa santidad que resplandezca en tu vida y ministerio, para que seas el guía y pastor universal que necesita la Iglesia de Cristo y que no te amoldes a los criterios del mundo. Debes de ser y guiarnos en la fidelidad a Cristo y a su evangelio, sin adaptarte, ni adaptar ni diluir el mensaje de salvación que debes custodiar y proclamar según la voluntad del Maestro de Nazaret.

  Encomendemos el ministerio apostólico de nuestro santo padre León XIV, a la gracia de nuestro Señor; que, a través de su personal correspondencia, prevea los momentos y la santificación suya y de cada uno. Que sea ese canal por el cual siga llegando la gracia del Señor, manifestada a través de la acción del Espíritu Santo. Que, a ejemplo de Cristo, sea amigo de los discípulos del Maestro; que sepa dedicar todo el tiempo que le sea necesario para el diálogo sincero, para alimentar al rebaño; que nos guíe a la amistad con el Amigo. Y que tenga presente que ha sido elegido para guiar la Iglesia de Cristo al martirio, si fuera necesario; y para la salvación del mundo.  Que nuestra Madre del cielo le acompañe en este nuevo servicio que hace a la Iglesia para que, en fidelidad al Señor, siga confirmando a sus hermanos en la fe.

martes, 29 de abril de 2025

Un Cónclave en tiempos de Tribulación

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  En el evangelio de san Mateo 16,18, leemos: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Esta es la promesa del mismo Jesucristo con relación al primado del apóstol Pedro y la permanencia de su Iglesia.

  En estos días, en la Iglesia Católica nos encontramos transitando un camino de trascendencia, - si cabe el término -, por lo que nos ha tocado vivir. Estamos, primeramente, en el novenario por el eterno descanso del alma del santo padre Francisco, a quien el Señor decidió llamarlo a su presencia. Ciertamente que su muerte nos sorprendió a todos. Sabíamos de su delicado estado de salud física. Pero, no nos imaginamos que sucediera tan de repente su partida. Todos lo recordamos en su última aparición pública en la Plaza de san Pedro, durante la misa de resurrección cuando dio su breve mensaje y su bendición para la ciudad y el mundo; y al día siguiente, temprano por la mañana, se nos informaba de su muerte repentina. Debemos, como cristianos de fe, elevar nuestras oraciones por su eterno descanso y que nuestro Señor le perdone sus pecados y le otorgue el premio de la vida eterna.

  Terminado el novenario por el eterno descanso del alma del papa Francisco, pues entraremos en la segunda parte de este proceso, y es el inicio del Cónclave para elegir al nuevo Pontífice, que será el sucesor 267 del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. La palabra “papa” viene del latín papas, padre, y se emplea desde hace mucho tiempo para designar al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.  Los papas no son sucesores de Cristo. ¿Qué significa que el papa sea llamado sucesor del apóstol san Pedro? Que ha heredado la autoridad de san Pedro, que fue el príncipe de los apóstoles y primera cabeza de la Iglesia Universal, por voluntad de Jesucristo. ¿Qué significa que el papa sea llamado Vicario de Cristo? Significa que ha sido establecido para representar a Cristo en la tierra, para actuar en su nombre y para llevarlo a las naciones de manera especial en razón del lugar que ocupa. Se le llama Romano Pontífice, porque Pedro estableció su sede en Roma, donde murió en el 64-68 d/C. El término Pontífice (del latín pontifex), originalmente significaba “constructor de puentes”, entendido espiritualmente en el sentido de que el Papa debía servir de conexión entre la presencia invisible de Cristo y su cuerpo visible, la Iglesia. Y los poderes espirituales los recibe directamente de Cristo, quien los entrega a un Papa electo al aceptar el cargo o elección” (Mons. Athanasius Schneider).

  Según el canon 332 del Código de Derecho Canónico, en el obispo de la Iglesia romana permanece una función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles, y que se transmitió a sus sucesores. Conforme al mismo canon ese obispo es cabeza del Colegio Episcopal, Vicario de Cristo y pastor de la Iglesia Universal en la tierra. De estos tres títulos, el primero hace referencia a que el Papa preside el cuerpo sucesor el Colegio Apostólico en la función de gobernar y enseñar a los fieles cristianos; el segundo, a que teológicamente ejerce su potestad en nombre del Señor; y el tercero, a que tiene poder primacial sobre todos los miembros del pueblo de Dios.

  La naturaleza de la Iglesia es jerárquica. Es decir, la autoridad en ella se ejerce de manera vertical, no horizontal. La Iglesia no es una institución democrática, como tampoco es un parlamento. Cito al Papa Benedicto XVI: “La Iglesia de Cristo no es un partido, no es una asociación, no es un club: su estructura profunda e inamovible no es democrática, sino sacramental y, por lo tanto, jerárquica; porque la jerarquía fundada sobre la sucesión apostólica es condición indispensable para alcanzar la fuerza y la realidad del sacramento, la autoridad no se basa en los votos de la mayoría; se basa en la autoridad del mismo Cristo, que ha querido compartirla con los hombres que fueran sus representantes, hasta su retorno definitivo” (Informes sobre la fe).

  En los evangelios vemos que Jesús, al elegir al grupo de los Doce, no hizo ni convocó una especie de votación para ver quiénes eran los más votados entre sus seguidores. Tampoco, al elegir al apóstol Pedro como cabeza de la comunidad creyente, no convocó a una votación. Cristo eligió y nombró directamente con su autoridad, a sus discípulos más cercanos y quién sería la cabeza de ésta. Pues en esta tradición ha venido caminando la Iglesia de Cristo. Vuelvo y repito: esa es su naturaleza y no puede ser cambiada.

  Volvamos al Cónclave. Ya está anunciado al público que iniciará el día 7 de mayo en horas de la tarde. Estarán los Cardenales electoreres listos para ello. Según las normas del Cónclave, con sus modificaciones establecidas por los pontífices san Juan Pablo II y Benedicto XVI, para la elección del Romano Pontífice es necesario dos tercios de los votos y, una vez cumplida, el elegido tendrá que aceptar o no su elección. De aceptarla, inmediatamente se le preguntará con qué nombre quiere ser llamado, y a partir de su aceptación, ya ostenta la autoridad universal en la Iglesia.

  Tengamos en cuenta de que el Cónclave es para elegir al Romano Pontífice, sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. No es para elegir al presidente del estado del Vaticano.

  Los cardenales, que son los que tienen la responsabilidad de la elección del Romano Pontífice y ayudar colegialmente al Papa, sobre todo en los consistorios eran llamados los “príncipes de la Iglesia”, haciendo referencia precisamente a esta característica. El cardenalato no es parte del sacramento del Orden sacerdotal, sino que es más bien, una “dignidad o título honorífico” que el Papa otorga a un ministro eclesiástico en la Iglesia. Puede recibirlo un presbítero: “Para ser promovidos a cardenales, el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos; pero los que aún no son obispos deben recibir la consagración episcopal” (c 351, 1).

  En la Iglesia hay algunos casos de estos. El más reciente es el del sacerdote franciscano capuchino Rainiero Cantalamessa, quien era el predicador de la casa pontificia, revestido de la dignidad cardenalicia por al papa Francisco, y no es obispo por una dispensa que le otorgó el mismo Pontífice.

  Con respecto al Cónclave, pues ya hemos venido escuchando de todo. Todos opinan, aun sin tener el mínimo fundamento de cómo funciona esta elección. Ya los mismos enemigos de la Iglesia y del cristianismo han “elegido” al Papa que ellos quieren. Se ha dicho que el Papa que vendrá ya está elegido y que el Cónclave solo será un medio para cumplir con el requisito. Otros están esperando y quieren un Papa que ponga la Iglesia de patas arriba cambiando la doctrina: quieren un Papa que elimine el celibato sacerdotal, que apruebe la ordenación sacerdotal de las mujeres, que apruebe las uniones del mismo sexo como sacramento, así como el aborto, etc. En definitiva, quieren a un Papa que arrodille a la Iglesia al mundo, que sea su esclava, una Iglesia moderna y progresista. Estos grupos quieren a un Papa que actúe como el “dueño” de la Iglesia de Cristo. No les pasa por la cabeza de que el papa NO ES el dueño de la Iglesia, sino más bien el custodio, defensor y anunciador del evangelio de Cristo y tiene que mantener la unidad de la Iglesia, como Cristo lo mandó al apóstol Pedro.

  Nosotros debemos pedir a Cristo que le dé a la Iglesia, no el Papa que quiere el mundo, sino el Papa que necesita su Iglesia: un Pontífice que defienda la integridad de la fe católica en medio de tanta confusión de este relativismo moral que ataca a la institución natural del matrimonio y la familia, así como la sexualidad. La moral no debe adaptarse a las preferencias personales. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; no es el cuerpo místico del Papa. Es la Iglesia de Cristo y no la iglesia de cada Papa. Como tampoco es válido ni correcto decir que la diócesis es del obispo fulano, o la parroquia es la parroquia del cura fulano. Nosotros pasamos y la Iglesia de Cristo permanece. Citando nuevamente al papa Benedicto XVI, al hablar de la comunión de los santos: “La comunión de los santos, significa también tener en común las cosas santas, es decir, la gracia de los sacramentos que brotan de Cristo muerto y resucitado. Es este vínculo misterioso y realísimo, es esta unión en la vida, lo que hace que la Iglesia no sea nuestra Iglesia, de modo que podamos disponer de ella a nuestro antojo; es, por el contrario, su Iglesia”.

  Necesitamos y tenemos el compromiso, como cristianos, de orar y pedir para que el próximo sucesor del apóstol san Pedro sea un sacerdote santo y que nos guíe en la santidad, en la fidelidad doctrinal del evangelio y la unidad querida por el mismo Cristo para su Iglesia: “Padre, que todos sean uno, como tú y yo somos uno”. La Iglesia se sigue construyendo, edificando en este mundo. Y debe seguir haciéndolo sobre la roca firme que es Cristo y su palabra. Una vez más hay que decir que la Iglesia no tiene que ser moderna, sino fiel a Cristo y a su evangelio. La Iglesia no está para complacer peticiones personales ni grupales adaptando la doctrina a sus gustos. Esta es la Iglesia que es camino de salvación.

  Concluyo este artículo citando la oración dirigida por la comunidad de los creyentes al Señor, en el libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 24-30: “Señor, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, el que, por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? Se han alzado los reyes de la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo. Pues bien, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato, con las naciones y los pueblos de Israel, se aliaron contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, para llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera. Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus servidores que puedan proclamar tu palabra con libertad; y extiende la mano para que se realicen curaciones, milagros y prodigios por el nombre de tu santo Hijo Jesús”. Amén.

sábado, 19 de abril de 2025

Una reflexión para aprender a enfrentar el dolor y el sufrimiento

 

Por P. Robert Brisman

Saludos mis hermanos.

  Hemos concluido la cuaresma y semana santa. Estamos celebrando la Pascua del Señor. Y quiero compartir con todos ustedes esta reflexión que nos sirva para aprender a enfrentar y aliviar el dolor y el sufrimiento, como una manera de ayudarnos a seguir preparándonos en este duelo en el cual nos encontramos como sociedad, y que también sirva de apoyo a todas las familias que, lamentablemente, perdieron a algún ser querido en esta tragedia sucedida en la discoteca Jet Set, que nos sorprendió la madrugada del martes 8 del presente mes.

  Quiero iniciar recordando unas palabras de nuestro Señor Jesucristo en el evangelio, que nos dijo: “Ustedes están en el mundo, pero no son del mundo; ustedes son de Dios y a Dios tienen que volver. Por lo tanto, como no saben ni el día ni la hora, lo mejor es que se preparen”.

  Todos los seres humanos morimos. Unos se nos han adelantado, y otros aún estamos en el mundo, pero como peregrinos que nos encaminamos hacia otro lugar definitivo. Ese lugar definitivo, para los que creemos en Dios y creemos que hay vida después de esta vida, la llamamos “la Jerusalén celestial”. El mismo san Pablo nos dice que “nosotros somos ciudadanos del cielo” (Fil 3,20). Como no somos de este mundo ni le pertenecemos, sino que somos de Dios y a él le pertenecemos, pues tenemos que preparar nuestro retorno a él. Cuando nuestro señor Jesucristo dijo que debemos prepararnos, estas palabras no hay que entenderlas como si fuera prepararnos para no irnos de aquí, para no morir. Sino como, prepararnos lo más y mejor que podamos en cuanto a la vida de la gracia que él nos da. Nuestra fe cristiana nos enfrenta a lo que podríamos llamar como una gran paradoja: “tener que morir, para poder vivir”.

  La muerte no es un castigo de Dios; como tampoco lo es el dolor y el sufrimiento. La muerte es el paso necesario para que nosotros podamos acceder a la vida plena y eterna con Dios. La muerte es al mismo tiempo un gran misterio. A pesar de que creemos en Dios y creemos que hay vida después de esta vida, eso no quiere decir que ante la muerte no experimentemos cierto miedo porque no sabemos a ciencia cierta lo que hay después de la muerte. Nadie ha venido del más allá para contarnos lo que hay, ni cómo es ese estado de vida.  Cristo mismo no nos dio detalles de cómo es la vida con Dios. Todo lo fundamentamos en nuestra fe en Cristo que nos dijo que creamos en él y en su promesa de vida. Sabemos que el mismo Cristo, como hombre que fue, también experimentó la muerte a esta vida, a este mundo.

  Cuando nos toca experimentar la muerte de un ser querido y de otros allegados a nosotros y, en este caso de la tragedia de la discoteca jet set, es común que nos asalten las dudas y cuestionemos a Dios. Es común escuchar a personas preguntarle a Dios ¿Por qué te lo llevaste, si era tan bueno y no le hacía mal a nadie? ¿Cómo puede Dios permitir el sufrimiento, el dolor? ¿Por qué a mí, si no le hago mal a nadie? Esto es injusto. A los demás todo les sale bien. En cambio, a mí, todo me sale mal. La pregunta central siempre es ¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Y las respuestas a todas estas preguntas siempre es la misma: no lo sabemos. Ante el sufrimiento no es correcto preguntarnos el “por qué”, sino el “para qué”. Tenemos que preguntarnos qué hacer con el sufrimiento, cómo podemos encontrarle un sentido.

  Y es que, mis hermanos, los que creemos en Dios y en la vida eterna, no estamos exentos de experimentar el dolor, ni el sufrimiento, ni de morir a esta vida. El mismo Cristo nunca dijo algo así ni parecido; sino más bien, nos advirtió de lo que tenemos que experimentar como creyentes en Dios y seguimiento a él en el discipulado. Jesús no nos enseñó por qué debemos soportar el sufrimiento, como tampoco nos dijo por qué no eludió el sufrimiento. Sólo podemos intentar comprender lo que sucedió.

  Frente a las calamidades que sacuden nuestro mundo, sobre todo a las provocadas por la naturaleza, y que arrasan ciudades enteras y se cobran muchas muertes, esto es como una especie de bofetada para los creyentes que, nos preguntamos por qué y cómo es posible que un Dios amoroso y providente pueda permitir semejantes desgracias en la vida de sus hijos e hijas sin intervenir ni brindar ayuda. En el caso de lo sucedido en esta discoteca, las cuestionantes han venido en ese mismo sentido.

  Los accidentes, las catástrofes, el mal, las pruebas, las malas intenciones, etc., existen en el mundo. Y esto Dios no lo puede evitar. A pesar de esto, Dios existe y nos participa siempre de su amor misericordioso, de su protección. Nuestra fe en Dios Padre, no nos exenta de experimentar estas situaciones extremas. No podemos evitar el sufrimiento. Lo padecemos todos, sin excepción, creyentes, no creyentes; no importa la religión que se profese, ni la ideología que se siga. A ejemplo de Jesús, tenemos que aprender a darle un sentido existencial al dolor y al sufrimiento. El sufrimiento no lo buscamos, pero se no presenta en el camino.

  Dios no es el responsable de los males que nos llegan. Dios es justo, pero no vengativo. El mismo Jesús nos dice que Dios hace salir su sol y manda la lluvia sobre malos y buenos. Que Dios no quiere la muerte de nadie, sino que vivamos. Pero se refiere a la vida eterna, a la vida con Dios, la salvación. Y sus palabras las llevó a la práctica con sus milagros de sanación y liberación. Cuando alguien moría y le pedían que hiciera algo, nunca dijo “déjenlo así, que es la voluntad de Dios”, sino que actuaba en consecuencia: le devolvía la vida para que vieran que Dios no había mandado su muerte. Y en el pasaje de la sanación del ciego de nacimiento, cuando le preguntaron a Jesús que quién había pecado de su familia para que ese naciera ciego, y la respuesta de Jesús fue: ni pecó él ni sus padres. Este nació así para que se manifestara en él la misericordia de Dios. Y obró el milagro de sanación de este ciego (Jn 9,1-4).

  Dios no provoca la muerte, ni los accidentes, ni las catástrofes. De Dios solo procede lo bueno que hay en la vida, porque Dios ama profundamente al hombre y no puede enviarle nada que lo haga sufrir. Dios también sufre con el que sufre, ríe con el que ríe, llora con el que llora. Dios no se goza en el dolor y el sufrimiento de sus hijos, no es un Dios cruel ni sádico. Es Dios Padre de amor, de misericordia y compasivo. El sufrimiento tiene el efecto de dejarnos padecer la oscuridad de este mundo y, al mismo tiempo, transformarla en amor. El sufrimiento es una lucha contra la oscuridad y el poder del mal. El sufrimiento, asumido desde nuestra fe en Dios, se convierte para nosotros en un desafío. Dios no nos libera del sufrimiento, pero nos fortalece, como a su Hijo Jesucristo, para que soportemos la oscuridad e insoportabilidad de nuestro sufrimiento con la fuerza del amor y poder transformarlo en un lugar de profunda experiencia divina.

  Cuando un ser querido es arrancado repentinamente de esta vida sin poder despedirnos de él o de ellos, el dolor puede arrojarnos al abismo más profundo. Lo sucedido en la discoteca jet set no fue enviado por Dios, ni como castigo suyo. Él no tuvo nada que ver en esa tragedia. No es el culpable. Dios es Dios de vida y no de muerte. Dios no nos pide que entendamos ni comprendamos lo que sucede con la muerte a esta vida. Lo que sí nos pide es que creamos a su palabra, a su promesa de vida: “todo el que haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Este es nuestro consuelo y esperanza cristiana.  

  Pues mis hermanos, nosotros sabemos que vamos a morir a esta vida. Pero no sabemos nada más, es decir, no sabemos ni cuándo, ni cómo, ni dónde nos sorprenderá la muerte. Por eso ya Cristo nos dijo que lo que más nos conviene es que nos preparemos en la medida en que nos esforzamos por vivir en su gracia. Recorrer esta vida profundizando cada día más en la escucha de su palabra para ponerla en práctica; no vivir esta vida apegado a ella, sino unidos cada vez más a Cristo, como la rama está unidad al tronco para recibir su sabia, su vida.

  Tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos dé la fortaleza, la paz y el consuelo a todos. De manera especial a las familias que han vivido la experiencia amarga y desoladora de la muerte de sus seres queridos. Hay muchos que están llorando la muerte de los suyos en estos momentos y necesitan de personas que podamos estar junto a ellos, que les ayudemos a soportar su dolor, que estemos con ellos en su soledad y permanezcamos junto a ellos. Tenemos que aprender a soportar la pena que produce la pérdida de nuestros seres queridos.

  De esta tragedia nos sabremos levantar como sociedad y como creyentes en el amor y la misericordia de Dios. Que Dios se apiade de los que ha llamado a su presencia con el perdón de sus pecados y les otorgue el premio de la vida eterna. Y a nosotros que nos siga dando la fortaleza para seguir adelante. Debemos encomendar a nuestras autoridades a la providencia divina para que les ilumine y guíe en todo el proceso de esclarecimiento para buscar y encontrar la verdad de lo ocurrido en este hecho lamentable. Los familiares y toda la sociedad necesitan que se les diga la verdad de lo sucedido. El perdón y la misericordia son parte de la verdadera justicia que Dios nos pide que practiquemos. El perdón nos hace bien, primeramente, a nosotros mismos, porque nos libera de la energía negativa de la amargura y nos libera de las ofensas del otro. Es el requisito fundamental para dedicarnos nuevamente a nuestra persona y a nuestra propia vida, y para poder conformarla y vivirla con renovada energía.

  Pero esto tampoco debemos confundirla con el olvido. El perdón de Dios es medicina que sana nuestras heridas interiores, las heridas del corazón y del alma. Pero tenemos que dejar que esa medicina espiritual haga su efecto sanador. No permitamos que el odio y la rabia, que son un veneno, se apoderen de nuestro corazón, sino que el amor misericordioso de Dios sea el que inunde todo nuestro interior.

  Que Dios nos bendiga y que nuestra Madre de la Altagracia nos acompañe en nuestro caminar para la sanación de nuestro dolor y sufrimiento. 

jueves, 10 de abril de 2025

La discoteca Jet Set: una tragedia que se pudo evitar

 

Por P. Robert A. Brisman P.

  En la madrugada temprana del pasado martes 8, la sociedad dominicana nos levantamos con la lamentable y trágica noticia del derrumbe que sucedió en la discoteca Jet Set. Digo que muchos, - y quizá la mayoría de los dominicanos -, nos enteramos ya al amanecer de esta noticia puesto que, en el momento en que sucedió el hecho, pues estábamos descansando en nuestros hogares.

  Una vez más nuestra sociedad experimenta una tragedia que, a diferencia de otras que se han sucedido, pues esta ha sido de connotaciones extraordinarias por el hecho de cómo sucedió y las pérdidas de vidas humanas que ocasionó, así también como el número de heridos, tanto leves como de gravedad.

  Lo que quiero hacer en este escrito es expresar una opinión y que sea lo más objetiva posible, sin pretender jamás mostrarme como un experto en estos desastres porque, de hecho, no lo soy ni tengo la preparación profesional para hacerlo. Lo hago como un ciudadano más que, ante este hecho lamentable, no puede dejar de cuestionarse en algunas cosas que tienen que ver con el manejo o accionar de los diferentes actores e instituciones públicas y privadas, buscando siempre la postura más objetiva e imparcial que pueda asumir.

  Lo primero que hay que tener en cuanta es el lugar y ambiente del hecho. Sucedió en lo que se conoce como el lugar de esparcimiento más emblemático del país en las últimas décadas. La discoteca donde se reúnen, sobre todo, la crema y nata de la sociedad dominicana del jet set, a disfrutar de un ambiente totalmente de diversión, acompañado de música en vivo de grupos artísticos y bebidas alcohólicas. Esta discoteca también se le ha llamado o calificado como “marca país”. Una discoteca que convoca a personalidades de diferentes niveles sociales y del extranjero.

  Pues la tragedia llegó a este nivel alto de la sociedad dominicana. No ocurrió en ningún barrio ni sector de clase baja, sino en este nivel de la alta sociedad. Es un lugar y espacio para una clase social específica, donde se dan cita personalidades del arte, la política, el deporte, la cultura, el empresariado, etc. Y otras personas que también pueden darse, si cabe el término, ese gusto de asistir a este lugar de diversión.

  Como ha de ser, los medios y las redes sociales se han saturado de información y al mismo tiempo de desinformación. En momentos se ha llevado o tenido en vilo no solo a las familias de los afectados, sino también a la misma sociedad por los fallos y errores en cuanto a la rápida y confiable cantidad de información sobre la tragedia. Ya sabemos que el techo de la discoteca de desplomó completamente cayendo sobre la mayoría de los asistentes al show artístico que en su interior se realizaba. Algunos pudieron salir a tiempo, pero la mayoría quedó bajo los escombros sin saber, antes de que los organismos de rescate se presentaran, quiénes estaban con vida y quiénes habrían muerto.

  Pues se puso mano a la obra. Llegaron los diferentes organismos de recate y sus autoridades, así como los diferentes medios de comunicación. Los habitantes cercanos, curiosos y familiares de los involucrados, también se apersonaron para enterarse de la situación de los suyos. Comienzan los trabajos de rescate y al mismo tiempo el flujo de informaciones.

  Quiero resaltar que, lamentablemente nuestras autoridades no cuentan con un sistema eficiente que coordine las instituciones de socorro. Se nota un desorden. No figura claramente quién es la cabeza o el jefe en estos hechos. Llegan muchos y quieren mandar. No hay control fuerte del acceso de personas que no tienen nada que ver ni buscar en esos trabajos. A la autoridad le falta más temple en hacer cumplir las normas para el público en estos hechos. Todos quieren ayudar. Pero esto no es lo correcto y menos cuando no se coordinan para ello. Los comunicadores se meten a espacios que no deben y se enfrentan a la autoridad porque les impiden realizar su trabajo y esto se vuelve un caos. No se establece una cabeza visible a la cual se recurra para tener las informaciones precisas de los que va sucediendo. Todo el mundo opina, señala, dirige, afirma, etc., y esto lo que hace es llevar al desorden y la incertidumbre.

  ¿Esta tragedia se pudo evitar? ¡Pues claro que sí! Pero lamentablemente, por buscar sólo el interés económico a menos o baja inversión, pues no se hicieron al local los arreglos e intervenciones estructurales cuando se debía hacer. Eso no fue fortuito ni casualidad. Fue descuido, irresponsabilidad e inconsciencia de parte de los propietarios de la discoteca. Pero también esto retrata una vez más la incompetencia e irresponsabilidad de las autoridades por no supervisar como debe la idoneidad y adecuación de estos espacios públicos y multitudinarios. Nuestra sociedad dominicana no tiene una cultura real y consciente de prevención ante desastres. No es que estamos en cero. Pero no estamos como deberíamos estar en el nivel de una sociedad que tiene una estructura física y social de una gran metrópoli.

  No ha faltado el tema de ver esta tragedia desde la perspectiva religiosa. Es decir, mucha gente se ha preguntado el por qué Dios permitió que sucediera esta tragedia. No es raro que este cuestionamiento se haga presente cuando ocurren hechos de esta naturaleza. ¿Por qué cuando ocurre una desgracia, la tendencia es a cuestionar a Dios? ¿Y Por qué cuando ocurre algo bueno, se dice que es fruto de la suerte? ¿Por qué no se menciona a Dios en eso bueno que ha sucedido? El ser humano muere. Todos morimos a esta vida, a este mundo. Lo que ha impactado en esta ocasión es la forma y el momento en que la muerte sorprendió a estas personas y a la sociedad.  Y es que hay un sentir en el interior de mucha gente de que, frente a las calamidades y tragedias que suceden ante nosotros, es como una bofetada para nuestra fe que nos lleva a preguntamos cómo es posible que un Dios amoroso y providente pueda o permita semejantes desgracias y tragedias en la vida de sus hijos, sin intervenir ni brindar ayuda. ¿Dios estaba en la discoteca? ¿No estaba? Si estaba ¿en qué parte de la discoteca estaba sentado o parado? ¿Fue Dios el constructor de la discoteca? ¿Es Dios el dueño? ¿Dios es el que tiene que supervisar el local para dar su aprobación para realizar actividades recreativas y de diversión? ¿Fue voluntad de Dios que ocurriera esta tragedia? Pues claro que nada de esto.

  Otro aspecto que hay que mencionar es la disculpa y perdón que han presentado a las víctimas, las familias de las victimas y la sociedad, los dueños de la discoteca. Muy bien. Pero hay que tener en cuenta de que, pedir perdón y disculpas no exenta de la responsabilidad civil que tienen. De hecho, como dijo el Papa san Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1997, que cito in extenso: “Un presupuesto esencial del perdón y de la reconciliación es la justicia, que tiene su fundamento último en la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia sobre la humanidad. Entendida así, la justicia no se limita a establecer lo que es recto entre las partes en conflicto, sino que tiende sobre todo a restablecer las relaciones auténticas con Dios, consigo mismo y con los demás. Por tanto, no hay contradicción alguna entre perdón y justicia. En efecto, el perdón no elimina ni disminuye la exigencia de la reparación, que es propia de la justicia, sino que trata de reintegrar tanto a las personas y los grupos en la sociedad, como a los Estados en la comunidad de las naciones. Ningún castigo debe ofender la dignidad inalienable de quien ha obrado el mal. La puerta hacia el arrepentimiento y la rehabilitación debe quedar siempre a vierta”.

  Es decir, no es justo pedir la cabeza de los responsables del local. No se trata de pedir su sangre. Se trata de pedir y exigir que se aplique la verdadera justicia, sin miramientos ni privilegios. Hay un daño que se ha provocado y tiene que ser resarcido, aunque sabemos que por más que se haga, las vidas humanas perdidas en la tragedia no se recuperarán jamás.

  En este tema religioso muchos han dicho u opinado que, esto es culpa o tuvo que ver con el tema de la influencia de la brujería que nos viene dada por el vecino país de Haití. Pero también desde allá, hemos escuchado el que muchos se han alegrado de esta tragedia sucedida en nuestra sociedad ya que lo atribuyen como un cobro del destino por la política migratoria que ha querido aplicar las autoridades dominicanas contra la migración masiva ilegal haitiana. No creo para nada que esta tragedia tenga que ver o tenga como origen, dichas causas.

  Tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos dé la fortaleza, la paz y el consuelo a todos. De manera especial a las familias que han vivido la experiencia amarga y desoladora de la muerte sus seres queridos. De esta tragedia nos sabremos levantar como sociedad y como creyentes en el amor y la misericordia de Dios. Que Dios se apiade de los que ha llamado a su presencia con el perdón de sus pecados y les otorgue el premio de la vida eterna. Y a nosotros que nos siga dando la fortaleza para seguir adelante. Que nuestras autoridades hagan y busquen hacer justicia deslindando responsabilidades. Que no pongan en el archivo del olvido esta tragedia, como lo han hecho con otros casos parecidos. Que cumplan con su deber de supervisar las edificaciones sin caer en la corrupción. Que las personas e instituciones de la sociedad asuman con conciencia su responsabilidad.

  Que Dios nos bendiga y que nuestra Madre de la Altagracia nos acompañe en nuestro caminar como país. 

miércoles, 5 de marzo de 2025

Vivamos esta cuaresma 2025 con esperanza viva

 

Iniciamos el tiempo fuerte de la cuaresma. En esta ocasión, se nos presenta la oportunidad de recorrerla en este ambiente jubilar de la esperanza. El santo padre, papa Francisco, en su mensaje de apertura para este año jubilar nos dijo que este jubileo es un tiempo de gracia, que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un renovado encuentro con Dios. Recordemos que, una de la insistencia del santo padre, desde que asumió el pontificado, ha sido invitarnos a la constante renovación de nuestro primer encuentro con Cristo. De ser posible, renovar este encuentro de fe cada día, porque cada día es nuevo.

  En el evangelio, el mismo Jesús nos dice que nos cuidemos de querer entrar por la puerta ancha ya que, esa nos lleva a nuestra perdición. Más bien, nos motiva a que nos esforcemos por entrar por la puerta estrecha ya que, esa es la que nos da acceso a nuestra salvación, a la vida. Y esa puerta es él mismo. Cristo es el camino que nos conduce al Padre, pero también es la puerta por la cual tenemos acceso al Padre. Cruzar la puerta es cruzar el umbral de nuestra esperanza, cruzar hacia un nuevo comienzo, hacia el camino de la esperanza que se abre a todos.

  El título que escogió el santo padre para este Jubileo fue “La esperanza no defrauda”, que son palabras del apóstol de los gentiles, san Pablo, en su carta a los Romanos 5,5. Somos peregrinos de la esperanza; no de cualquier esperanza, sino de la verdadera esperanza cristiana; la esperanza que se fundamenta en el mismo Cristo. Por esto el santo padre nos ha recordado que somos peregrinos de esperanza; personas con corazón lleno de esperanza, con deseo y expectativas de bien. Ya lo dice el dicho popular que “la esperanza muere al último”.

  La esperanza, junto a la fe y a la caridad, forma el conjunto de las tres virtudes teologales que nacen del amor y se fundamenta en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz.

  La cuaresma nos invita, y es una oportunidad, para acercarnos y experimentar la misericordia de Dios y reconciliarnos con él, con nosotros mismos y con los demás. La cuaresma tiene que ser para cada cristiano el camino que no solo impregne nuestra vida personal, sino que pueda extenderse a la sociedad en su conjunto, a las relaciones interpersonales y a la promoción de la dignidad de cada persona. “Que nos ayude a recuperar la confianza necesaria, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación”, nos dice el santo padre.

  Esta cuaresma, vivida desde y con esperanza, nos permitirá seguir profundizando en el conocimiento del Hijo de Dios, para poder conocer al Padre. Acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Cristo, nos lleva a acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Dios Padre, porque, “todo lo ha puesto en manos del Hijo…, y en él, ha querido recapitular todas las cosas”.

  Esta cuaresma jubilar nos tiene que llevar a descubrir a Cristo en los evangelios, que es fuente inagotable de amor, sabiduría y esperanza. Asumamos la postura de María, hermana de Marta y Lázaro, para estar a los pies del Señor, escuchando su palabra y aprender de él, que es manso y humilde de corazón. Que podamos contemplarlo muy de cerca, desde nuestro corazón. Que nos dejemos conmover por su gran amor y misericordia. En esta cuaresma, seamos apasionados con el Señor y dejémonos guiar por el Espíritu Santo para vivir con gozo este camino cuaresmal con una esperanza viva y eficaz, y poder resucitar con Cristo en la Pascua.

jueves, 6 de febrero de 2025

Experimentemos el amor de Dios en el sufrimiento

 Por Pbro. Robert A. Brisman P.

El mes de febrero la Iglesia siempre lo ha dedicado a la Jornada mundial del enfermo. La mística cristiana no elimina el sufrimiento, sino que lo eleva en Dios. El sufrimiento se convierte en un camino hacia el amor de Dios.

  Una parte importante del mensaje del evangelio es la que tiene que ver con la sanación. El evangelio de Jesucristo es mensaje de sanación, tanto física como espiritual. Jesús se nos presentó como el médico que vino a sanarnos de nuestras enfermedades físicas y espirituales. Pero, no solo es el médico que nos atiende, sino que también nos trajo la medicina que nos sana: su gracia, su misericordia. Para poder sanar de nuestras heridas, tenemos que acercarnos al médico y usar la medicina que nos receta.

  Son varios los textos del evangelio en los cuales Jesús nos muestra su acción sanadora. Él dijo que no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos, sobre todo, los enfermos por el pecado. Tenemos el texto del evangelio donde Jesús envió a sus discípulos a predicar el Reino de Dios dándoles poder y autoridad para sanar a los enfermos de sus enfermedades, y éstos, actuando en nombre de su Señor, realizaron milagros de sanación, tanto física como espiritual.  Y es que, el apóstol de Cristo es un evangelizador, predicador y sanador. Pero todo esto lo realiza en nombre del Señor, que es el que, en realidad sana, libera y salva. El apóstol de Cristo es el enviado de la misericordia y la compasión.

  La misericordia en el hombre es uno de los frutos de la caridad, y consiste en cierta compasión de la miseria ajena, nacida en nuestro corazón, por la que nos vemos movidos a socorrerla (san Agustín). La misericordia no se queda indiferente ante el dolor y el sufrimiento humano; hace suyos los dolores y apuros de ajenos; se acerca y actúa en consecuencia. El apóstol de la misericordia obra como Cristo lo haría, puesto que actúa en su nombre y, porque al acercarse y ayudar al que sufre, es como si lo hiciera al mismo Jesús: “Cuando ustedes hicieron algo a uno de estos pequeños, conmigo también lo hicieron”, dijo Jesús.

  Este mes de febrero la Iglesia siempre lo ha dedicado a la atención y acompañamiento de los enfermos, porque este ministerio es parte esencial del evangelio de Jesucristo. No lo hace como una acción altruista, sino evangelizadora. Y es que el dolor y el sufrimiento humano son también un terreno para la manifestación del amor misericordioso y sanador de Cristo y de evangelización. El corazón del mensaje de nuestra señora de Lourdes es la llamada a los enfermos del alma, de los cuales la enfermedad física es un signo visible. La enfermedad y la muerte, leemos en la Biblia desde el principio, han entrado en el mundo por culpa del pecado. El sanado es un testigo del hecho de que para el Dios de Cristo es posible un milagro mucho mayor que el de devolver la salud a quien, sin remedio, antes o después morirá: el perdón de los pecados y el don creer. Por lo tanto, los milagros son dones preciosos, de los cuales deberíamos estar agradecidos, pero no son indispensables. Por esto vemos en el evangelio la negativa, muchas veces de Jesús, a realizar milagros cuando se lo pedían como condición para creer en él. El milagro no es la base de nuestra fe, sino al revés: “Señor, que no necesitemos milagros para creer. Pero que tengamos tanta fe, que merezcamos que nos los hagas” (Hora Apostólica de la Guía de Peregrino MCC).

  Dios no evita el sufrimiento, pero puede transformarlo y mediante el sufrimiento provocar el bien. Demos amor, compasión, misericordia, consuelo y compañía a tantos hermanos nuestros que están enfermos y a sus familiares. Mostrémosles el amor compasivo y misericordioso de Cristo ante su dolor y sufrimiento que nos trae la sanación física y, sobre todo espiritual. Aprendamos a tratar a los demás como queremos que nos traten, sobre todo ante esta realidad humana de la enfermedad. Pidamos la virtud de la paciencia al Señor ante el hermano que sufre y está enfermo.

 

viernes, 31 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (y 3)

 Por Pbro. Robert A. Brisman P. 

 Quiero también citar un documento de 1988, publicado por la Pontificia Comisión de Justicia y Paz, titulado “La Iglesia ante el Racismo: para una sociedad más Fraterna”, donde la Iglesia da unas orientaciones sobre la inmigración, el trato a los migrantes y refugiados: “Pertenece, sin duda, a los poderes públicos, responsables del bien común, determinar la proporción de refugiados o inmigrantes que el país acoge, atendidas las posibilidades de empleo y las perspectivas de desarrollo, pero también la urgencia de las necesidades de otros pueblos. El Estado cuidará igualmente que no se creen situaciones de grave desequilibrio social, acompañadas por fenómenos sociológicos de rechazo como puede ocurrir cuando una excesiva concentración de personas de diferente cultura es percibida como una amenaza directa a la identidad y las costumbres de la comunidad de acogida. En el aprendizaje de la diversidad, todo no se puede exigir de entrada. Pero es preciso considerar las posibilidades que se abren de una nueva convivencia y aún de un mutuo enriquecimiento. Y una vez que un extranjero ha sido admitido y se ha sometido a los reglamentos de orden público, tiene derecho a la protección de la ley, mientras dure el período de su inserción social” (n 29).

  En el texto citado arriba de la Comisión Pontificia de Justicia y Paz, nos damos cuenta de que se mantiene el llamado a actuar con compasión y caridad hacia estos grupos de personas que, por su condición de irregularidad son vulnerables. Vela la Iglesia por la dignidad humana y el bien común, sin ningún atisbo de xenofobia. La Iglesia hace un llamado a la prudencia, de manera que no se ponga en peligro la identidad, los valores y la cultura del país receptor, así como la dignidad de las personas que llegan. La Iglesia orienta el accionar en esta materia poniendo en práctica y combinando la justicia, la prudencia y la caridad.

  El tema de la migración es una realidad que está golpeando en la cara a la soberanía de los Estados. Europa que, hasta hace unos años atrás, se dedicó a incitar y recibir sin más a los inmigrantes, con sus políticas de puertas abiertas, se han dado cuenta de que eso no les funcionó. Lo mismo ocurrió con Canadá; y los Estados Unidos de América, con la pasada administración demócrata y su política de brazos abiertos a los inmigrantes, los han llevado a echar para atrás esas políticas buenistas de recibir migrantes sin control ni depuración. La ideología del multiculturalismo no funciona, es un fraude.

  En nuestro caso particular, la República Dominicana, - lo hemos dicho en ocasiones anteriores -, tiene un grave problema con la migración ilegal masiva, sobre todo desde Haití. Esta crisis, de seguir a ese ritmo, puede llegar a convertirse en una grave crisis demográfica que socaban la identidad, la cultura, el aparato económico, social y político nacional. Tenemos un grave problema con la disminución de la natalidad de las mujeres dominicanas, en contraste con el alto porcentaje de nacimientos de mujeres haitianas en nuestros hospitales, con el agravante de que esos hijos de madres haitianas ilegales se quedan a residir de manera ilegal en nuestro país. No se diga de las costumbres y creencias que caracterizan esa población.  Las autoridades dominicanas deben enfocarse en establecer y aplicar las leyes migratorias como una forma de controlar el tipo y cantidad de migrantes que necesita, según los intereses nacionales. Aquí hay una gran cantidad de extranjeros de diferentes países no regularizados que viven de manera tranquila y realizando actividades lucrativas sin ningún problema.

  La inmigración no se puede eliminar. Es imposible. De hecho, tiene un elemento de necesidad, pero dentro de unos límites. Se puede y hay que controlarla. Y esto es lo que vienen haciendo y tienen que hacer los Estados. Estableciendo leyes que consideren según su realidad y necesidades, la inmigración no es mala per se; el problema es la inmigración ilegal, descontrolada y masiva de extranjeros que quieren entrar a la fuerza en otros países. Eso es violencia, y como tal, pues los gobiernos tienen el derecho y el deber de repelerla. Hay migrantes que, a pesar de su situación de irregularidad, contribuyen y aportan al bienestar del país de acogida y se integran. La realidad migratoria de un país no se puede medir ni comparar con la de otro país. Las leyes migratorias de un país no pueden ser aplicadas como la norma para otros países. No es el país el que tiene que adaptarse a los migrantes. Es al revés.

  Otra cosa que, - como creyentes -, debemos tener mucho cuidado es de no abusar o caer en la mala costumbre de querer justificar la inmigración citando textos bíblicos sacados de contexto. Es una burda manipulación utilizar la Palabra de Dios para justificar y valorar la inmigración. No se trata de caer en una acogida indiscriminada de inmigrantes. En la inmigración masiva e ilegal existe una gran mafia de tráfico de personas, trata de blancas, tráfico sexual y de pornografía infantil, que incluyen a las mismas autoridades, empresarios, ongs, bandas criminales y gente común.

  Concluyo esta reflexión citando las palabras del P. Gabriel Calvo Zarraute, en su libro “De la crisis de la fe a la descomposición de España”: “La obediencia a los pastores es ciertamente digna de elogio cuando manda algo legítimo. Ahora bien, la obediencia deja de ser una virtud y, de hecho, se convierte en servilismo cuando es un fin en sí mismo y contradice el fin al que está ordenada, que es la vivencia plena de la fe y de la moral”.

 

jueves, 30 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (2)

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Vamos ahora a ver lo que nos dice la Iglesia Católica al respecto de este tema. Lo primero que debemos tener en cuenta es que la migración no es un tema de doctrina católica. O sea, lo que queremos decir es que, la migración no pertenece al depósito de la fe. Pero, al mismo tiempo, sí hay que decir que la Iglesia Católica cuenta con todo un tratado de enseñanza al respecto. La migración es un tema primordialmente de orden político, en el que los Estados establecen sus leyes para regular la movilidad humana desde y hacia sus territorios. Este es un tema que tiene que ver con la soberanía de los Estados. Son los Estados los que, de manera soberana, regulan los flujos migratorios hacia sus territorios. La Iglesia Católica asume este tema desde la dignidad humana, la justicia social con apego a las leyes y velando por el bien común.

  La enseñanza de la Iglesia Católica en materia migratoria se expresa desde su doctrina social. Pero, el mayor contenido lo encontramos en los diferentes documentos del magisterio pontificio que se expresan en lo que se llama Jornada Mundial del Migrante y Refugiado.

  No es fácil dar una respuesta específica, clara y puntual a este fenómeno de la migración desde la perspectiva eclesial. Pero puede ser la más realista. Es complejo. Desde el magisterio del Papa Pío XII, la Iglesia ha venido transmitiendo una enseñanza continua sobre esta realidad humana de la migración. No vamos a exponer aquí, - porque no es el cometido -, la enseñanza de los pontífices sobre la migración ya que es abundante el material.  Vamos más bien a partir de lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto. En el numeral 2241, que citamos in extenso, leemos: “La naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no pueden encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar porque se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente a lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas”.

  Ahora bien. Según lo que leemos en el numeral del Catecismo arriba citado, nos damos cuenta de que, la Iglesia, si reconoce el que las personas pueden migrar a otros países, también deben hacerlo cumpliendo las normas y leyes del país al que emigran. Las fronteras existen y es un derecho de los Estados. La enseñanza de la Iglesia no aboga ni promueve, ni defiende una política de fronteras abiertas. Esta es más bien una idea del progresismo y modernismo ideológico que busca con ello la detonación de los Estados. Ningún país puede absorber una población ilimitada de migrantes. Esto es de sentido común. No se trata de motivar ni incitar a la migración indiscriminada, en franca violación de las leyes de los Estados. Pero, una vez los migrantes llegan a un país, aun sea de manera ilegal, se puede y se debe actuar con caridad y atención a esas personas vulnerables. Y esto no hay que verlo ni entenderlo como violación a las leyes migratorias del país al que llegan. No se puede caer ni llegar a fomentar, facilitar y ayudar a la inmigración ilegal. Los gobiernos tienen todo el derecho y el deber de controlar y proteger   sus fronteras y a sus ciudadanos de aquellos migrantes que, sobre todo llegan con malas intenciones. La inmigración ilegal ha llevado a que los terroristas, delincuentes, traficantes, miembros de bandas, etc., ingresen a otros países y eso provoca una tremenda crisis social. Es legítimo deportar a sus países de origen a aquellos inmigrantes que violen las leyes del país de acogida. Es verdad que también en las deportaciones, los gobiernos pueden cometer atropellos y abusos que generan una crisis moral. Es el riesgo.

miércoles, 29 de enero de 2025

Migración y Doctrina Católica (1)

 Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  La migración se define como el desplazamiento, voluntario o forzoso, de personas de un lugar a otro. Puede darse dentro del mismo país, o entre países, y puede ser permanente, temporal o estacional.

  Son varias las causas o razones que produce la migración, como son los factores económicos, políticos, sociales, ambientales, familiares, etc. El fenómeno de la migración, conocido también como movilidad humana, ha existido siempre. El ser humano nunca se ha quedado fijo en un sitio, lugar o país. La migración influye mucho, positiva como negativamente, tanto en los países a los que se llega como a los países que se abandonan. Hay personas que emigran por decisión personal, otras porque se ven obligadas, otras por alguna conveniencia personal, etc.

  El ser humano siempre ha buscado su bienestar y cuando no lo encuentra en el lugar de nacimiento, pues siempre mira hacia el exterior. Por eso es por lo que nos encontramos con causas sociopolíticas, económicas, religiosas, naturales, familiares, atracción al lugar de destino, mayor y mejores oportunidades de trabajo y de ingresos, mejores servicios de salud, seguridad y desarrollo de capacidades. En fin, mayor bienestar en general.

  También existe lo que se ha denominado diferentes tipos de migraciones. Estas se pueden clasificar de acuerdo con el lugar, tiempo y razón. Tenemos la migración externa, que es aquella que se da cuando una persona o grupo de personas se muda a un estado, país o continente diferente; la migración interna, es el desplazamiento o cambio de residencia dentro de un estado, país o continente; la migración temporal, que es la que se realiza solo por un determinado tiempo y con la intención de regresar al lugar de residencia previo; la migración permanente, es la que se realiza a un nuevo destino sin la intención de regresar al lugar de origen; la migración voluntaria, se da cuando la persona elige mudarse a un nuevo lugar como una oportunidad de mejorar su forma de vida; y la migración forzosa, se da cuando una persona debe mudarse debido a una persecución, conflictos, guerra religiosa, étnica, racial o política, que ponen en peligro la libertad y su seguridad.

  Si es verdad que existe todo un tratado sobre la migración y los refugiados, también es cierto que ésta ha sido utilizada, en muchos casos, como arma para destruir, deconstruir y debilitar a los países. También ha sido utilizada por los partidos políticos para ganar elecciones. Todo esto por la imposición de intereses de unos grupos de poderosos globalistas que quieren imponer su visión de una nueva gobernanza mundial. El mundo, y en particular, los Estados soberanos, están enfrentando una situación de crisis migratoria que ha llegado a niveles incontrolables y de crisis interna que atacan sus costumbres, valores e identidad. Es lo que se ha llamado como el multiculturalismo, y esto en la práctica, no ha dado los resultados y bondades que anunciaban sus promotores.

  Algo que se ha planteado con respecto a la migración es si existe el derecho a migrar o no. No es fácil dar una respuesta exacta a esta cuestión. Hay muchos factores y otros derechos humanos que los Estados soberanos deben tomar en cuenta a la hora de establecer normas y leyes con respecto a la movilidad humana. En la legislación internacional no existe el derecho a migrar.  Por un lado, está el derecho al libre tránsito. Pero ¿cuál es el alcance de este derecho? ¿Sólo es nacional, dentro del mismo país? ¿O también alcanza el nivel internacional? Hoy los seres humanos pueden moverse libremente de un lugar a otro, de un país a otro. Pero tienen que hacerlo bajo ciertas restricciones. A nivel internacional deben contar o portar un pasaporte válido. Dicho de otra manera, esto va más orientado hacia un derecho de tipo administrativo. No todas las leyes migratorias son las mismas para todos los países. Cada país establece sus propias leyes migratorias de acuerdo con su realidad y sus necesidades

jueves, 23 de enero de 2025

La atención pastoral y espiritual a los feligreses: misa en creole ¿sí o no?

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Hay un dicho popular que reza: “Hay tres temas que al dominicano le gusta hablar, aunque no tenga el más mínimo conocimiento de ellos: la política, la religión y el beisbol”. Y cuando habla de esto, lo hace con una actitud como si fuera todo un experto.

Una de las características de nuestra sociedad dominicana, es que es una sociedad muy politizada. Todo lo ve y lo analiza desde la política, sobre todo, desde la política partidaria. Se puede decir que el dominicano sueña, se desayuna, come y cena con la política. Pareciera como si la política fuera inherente al dominicano; como si viniera en su ADN. Esto, claro que tiene a gran parte de la población en el nivel del hartazgo. Hace unas décadas atrás, la programación de las emisoras de radio solo era de música, noticieros; uno que otro programa educativo, de orientación médica, etc. Pero esto cambió. Comenzaron a incluirse en las programaciones radiales programas de contenido y análisis sociopolíticos, y esto fue en aumento hasta que, en la actualidad, solo existe una que otra estación radial que su programación la dedica solo a la música de diferentes géneros. Pero música al fin.

  Como he dicho más arriba, al ser la nuestra una sociedad muy politizada, pues las demás realidades se comentan, se analizan y se miran desde el ámbito político, y esto incluye la realidad religiosa. La política ha impregnado la cuestión religiosa y esto no ha sido para nada positivo ya que, son dos realidades que cada una tiene su propio terreno. No es que sean antagónicas. Pero sí cada una informa su propio terreno. Se puede decir incluso que hasta se acompañan, se apoyan, pero sin confundirse.

  La Iglesia católica tiene una misión bien clara y definida que le viene dada desde su fundación por el mismo Cristo: la salvación de las almas. Y esto lo busca y logra con la predicación del evangelio de Jesús. La Iglesia es Madre y, como madre, debe preocuparse por todos y cada uno de sus hijos e hijas, no solo en lo espiritual, sino también en las demás realidades que impregnan sus vidas.

  Pero, enfoquémonos en lo espiritual. Es obligación de la Iglesia velar, cuidar, fortalecer y promover el cuidado espiritual de sus hijos e hijas. La vida sacramental en la que se nos comunica la gracia de Dios, - su misma vida -, es fundamental para la vivencia y testimonio de la fe en Cristo, y que nos impulsa al apostolado. El Papa san Juan XXIII, en su encíclica Iglesia: Madre y Maestra, nos dice: “La doctrina de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas” (n 2). Entonces, si la Iglesia no cumple con su misión de cuidar y fortalecer la vida espiritual de sus hijos e hijas, ¿cómo podrá lograr alcanzar esta meta? La Iglesia es universal, su doctrina es universal. Está destinada para atraer a todos los hombres y mujeres, de todos los lugares y tiempos, a Cristo; ofreciéndoles el mensaje del evangelio donde se nos comunica y revela la voluntad de Dios, Creador y Padre nuestro.

  Hace un par de días, con motivo de la celebración de nuestra Señora de la Altagracia, - Protectora del pueblo dominicano -, se celebró en la Basílica una misa en creole. Esto provocó un malestar y comentarios negativos hacia la institución religiosa católica. Se acusó a la Iglesia católica de ser, fomentar y contribuir a la ya crisis de la migración ilegal haitiana. Es decir, por llevar a cabo un acto meramente religioso con una asamblea compuesta por persona haitianas católicas, como lo es la misa, se hizo una acusación política. Se politizó un acto religioso. Hay que tener mucho cuidado para no caer en este tipo de confusiones. Todo católico, sea de donde sea, tiene el derecho a ser y recibir atención, así como acompañamiento espiritual por parte de la Iglesia. ¿Es raro encontrar en comunidades parroquiales el que se ofrezcan servicios religiosos para personas extranjeras que viven en esa demarcación parroquial? Pues no. Aquí en República Dominicana hay varias parroquias donde se ofrecen este tipo de servicios religiosos a extranjeros de diferentes países, entre ellos, los católicos haitianos. En el clero dominicano hay sacerdotes de diferentes nacionalidades que ofrecen servicios religiosos a sus conciudadanos como también lo hacen con los dominicanos.

  Al hacer esto, - atender pastoral y espiritualmente a sus feligreses -, la Iglesia no está violando las leyes migratorias dominicanas, ni fomentando la migración ilegal haitiana, ni de ningún otro país. Lo que está haciendo es cumplir con su rol de atención pastoral y espiritual a esa población del pueblo de Dios. Para entrar a un templo católico, participar en un retiro espiritual, en algún taller de formación cristiana católica, etc., no se necesita ni se exige a los extranjeros carnet de residencia legal, ni se le pregunta a ninguno su estatus migratorio. La basílica de nuestra señora de la Altagracia, como cualquier otro templo católico, no son solo para los dominicanos y extranjeros legales. Es la casa de Dios donde tienen cabida todos sus hijos e hijas. La situación migratoria de los extranjeros es otra cosa que no puede confundirse.

  Por lo tanto, aprendamos a diferenciar estas realidades. La República Dominicana vive una situación difícil en lo que respecta a la migración. Aquí hay muchos extranjeros de diferentes países, que viven de manera ilegal en nuestro territorio, y realizan su vida de lo más tranquilos. Nuestras autoridades aun no tienen ni cuentan con los mecanismos legales, estrategias, equipo humano y tecnológico para aplicarlas y controlar la migración legal e ilegal. Si vienen haciendo esfuerzos para ello y hasta ahora son insuficientes. Y es que hay todo un entramado de corrupción en lo que a ese tema respecta. No hay un registro claro y confiable de los extranjeros que viven en nuestro país y saber su estatus migratorio. Claro que hay extranjeros que están regularizados. La atención pastoral y espiritual de los cristianos no se detiene ante fronteras, ni idioma, ni cultura.

  No nos dejemos confundir por esta situación difícil que nuestro país está viviendo con el tema de la migración ilegal, sobre todo, pero no nada más, de Haití. Hay una realidad en nuestro país con la población haitiana, y la Iglesia, pastoral y espiritualmente hablando, no puede ser indiferente. Ella debe dar atención a esa población. Otra cosa será el que esté fomentando, incentivando, provocando y llamando para que vengan a República Dominicana los extranjeros que quieran violando las leyes migratorias de nuestro país. La Iglesia y los cristianos debemos tener cuidado de no utilizar ni manipular de manera burda, la sagrada escritura para justificar la inmigración. Hay muchos dignatarios eclesiásticos “expertos” y feligreses solidarios en materia migratoria que adoban de citas bíblicas descontextualizadas la migración.

  Pues como ya hemos dicho, no tiene nada de malo ni extraño, ni mucho menos tiene que ver con violación a nuestras leyes migratorias, el que se celebre la misa en cualquier lugar o templo, para una comunidad de fieles católicos de cualquier país en su idioma o dialecto. Esto es tarea de la Iglesia, que es el pueblo de Dios, de atender y acompañar pastoral y espiritualmente a sus hijos e hijas, sin importar de dónde vienen.

miércoles, 22 de enero de 2025

¿Para qué existe la Iglesia? ¿Cuál es su misión?

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Estas preguntas se responden de esta manera: la Iglesia existe para evangelizar. Su misión es la salvación de las almas. En una visita de los obispos de Papua-Nueva Guinea al papa Benedicto XVI, éste les dirigió estas palabras: “La misión de la Iglesia es predicar el evangelio a todas las naciones más allá de las fronteras establecidas por los hombres”. Al decir estas palabras ¿el Papa Benedicto estaba dando una nueva misión a la Iglesia? ¿Se estaba inventando incursionar en un nuevo terreno, hasta hace un tiempo, olvidado por ella? Estas preguntas las podemos parafrasear con el dicho popular, a manera de pregunta: ¿Estaba el Papa descubriendo el agua tibia? Pues ya sabemos la respuesta. Y esta nos la da el mismo Jesús en su Evangelio: “Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado” (Mt 28,18-20). Siguió diciendo el Papa Benedicto XVI a los obispos de Papua-Nueva Guinea: “Deben llevar a todas las naciones, razas e idiomas, a Jesucristo el Salvador, en el que se revela la plenitud de la humanidad y la verdad. Y también: “Deben seguir aplicando las verdades eternas del evangelio a las costumbres de las personas, al servicio de las cuales está la Iglesia, con el objetivo de reforzar y consolidar los elementos positivos que hay en ellas y purificando otros, si es necesario”.

  Todo lo anterior viene a razón de que, en estos últimos años, y más recientemente en estos últimos meses, se han dado unas declaraciones y hechos nefastos y tristes de algunos obispos, sacerdotes e instituciones de la Iglesia católica que ponen en evidencia la infiltración ideológica del modernismo, del progresismo y la infidelidad a Cristo y la sana doctrina milenaria católica, que lo único que provocan son escándalos en los feligreses y manifiestan también lo que ya había anunciado nuestra Madre Santísima en algunas de sus apariciones. Por ejemplo, la aparición en Garabandal- España, la Virgen dijo: “Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas. A la eucaristía se le da cada vez menos importancia. Deben evitar la ira del buen Dios sobre ustedes con sus esfuerzos”.

  Cuando se estaba preparando el Sínodo sobre la amazonia, un sacerdote italiano P. Corrado Dalmolego, que realiza su trabajo misionero en esas tribus indígenas de América del Sur, dijo a manera de orgullo o de presunción de que, “En 53 años de trabajo eclesial en esa zona, nunca han administrado el sacramento del bautismo”. Él se justificaba con estas palabras: “Estas tribus de los yanomanis, con la vivencia de la propia religiosidad, de la propia espiritualidad, ayuda a la misma Iglesia a limpiarse, quizás de esquemas, de estructuras mentales, que pueden haber quedado obsoletas e inadecuadas”. Sigue diciendo que “los yanomamis ayudan a la Iglesia a defender este mundo, y a construir una ecología integral, al establecer puentes entre los conocimientos tradicionales y los conocimientos modernos, ecológicos, de la sociedad occidental”.  

  Bueno, como vemos, para este misionero el cumplir con el mandato de Jesús es una cosa del pasado, obsoleta, abusiva y anacrónica. Este sacerdote le ha enmendado la plana al mismo Cristo y es como si le dijera en su cara, que está equivocado. Las palabras de Cristo, para este sacerdote, hace tiempo que pasaron, han caducado. Y la Iglesia no tiene nada que cambiar ni proponer ni enseñar a estas tribus, sino más bien es la Iglesia la que tiene que aprender de ellos.

  Un segundo ejemplo de esta mentalidad antievangélica y anti doctrinal, la tenemos en el que fuera el responsable de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2023 en Lisboa-Portugal, el obispo y futuro cardenal de entonces, Mons. Américo Aguiar. Este obispo católico, en una entrevista que ofreció antes del inicio de la JMJ, se destapó con la siguiente afirmación: “Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia Católica ni nada de eso, en absoluto”; siguió diciendo que “La JMJ nunca es para los católicos…nunca los papas hicieron una invitación para los jóvenes católicos, siempre fueron invitaciones a los jóvenes del mundo entero. Es muy importante que los jóvenes que vienen a Lisboa, a Portugal, conozcan a otros jóvenes de África, Asia, América, ricos, pobres, de occidente, católicos, no católicos, con religión, sin religión, con fe y sin fe, y comprender primero que esta diversidad, cualquiera que sea, es una riqueza. De ahí en adelante, que se cuiden, que se amen, que tengan el gusto de estar juntos”.

  O sea, dicho de otra manera. Para este obispo y cardenal, las JMJ son un paseo turístico. Es una actividad organizada por la Iglesia Católica para que, principalmente jóvenes de todo el mundo, se den un paseo a un país, gasten un dinero para conocer a otros jóvenes y, fomenten las relaciones sociales.

  A este obispo hay que recordarle las palabras de san Pablo en 1Cor 9,16: “! ¡Ay de mí, si no evangelizo!”. Este apóstol de Cristo, junto al trabajo de la Iglesia, lo que buscan es que todos nos sometamos al señorío de Jesucristo. Por eso la Iglesia anuncia a Jesús. El Papa san Juan Pablo II siempre le dio a las JMJ un impulso evangelizador. Las JMJ no son para celebrar la diversidad y las diferencias. Son un encuentro evangelizador, porque Cristo es el centro de ellas y el que convoca por medio de su Iglesia: “Donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

  Pero, más recientemente, tenemos las declaraciones del obispo de la diócesis alemana de Essen, Mons. Franz-Josef Overbeck, - ¡otra vez los obispos alemanes! -; que se acaba de destapar con estas palabras: “No necesitamos evangelizar a todo el mundo ni ganar adeptos para una forma específica de vida eclesiástica”. Sigue diciendo que “conoce a muchas personas que viven de manera natural sin Dios. Que no necesitan religión, ni fe, y mucho menos una Iglesia; que son felices y están satisfechas: llevan a menudo una vida plena, y no por ello son personas egoístas”.

  Entonces, según las palabras de este obispo, nos preguntamos: ¿Basta ser solamente buenos para salvarnos? ¿Eso fue lo que predicó Jesús? Ya lo dice el dicho popular que “de buenas intenciones está lleno el camino al cielo”. Y Jesús dijo que “no todo el que me diga Señor, Señor, se salvará… sino el que escuche su palabra y la ponga en práctica”. Y san Agustín dijo: “El que te creó sin ti, no te puede salvar sin ti”. No olvidemos la parábola de las Vírgenes necias y prudentes en el evangelio de san Mateo 25, 1-13.

  Esta es la nueva doctrina que se predica en muchos ambientes eclesiales católicos: el buenismo. Si esto es cierto, pues ¿Qué sentido tuvo la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios? Es verdad que Dios es el que tiene la última palabra en lo que respecta a nuestra salvación, y salva a quién quiere. Pero, él estableció la manera de cómo accedemos a la salvación. Es verdad que Dios nos ama incondicionalmente, pero no nos salva incondicionalmente. Esto no es más que la equivocada teología luterana y calvinista.

  Otro hecho lamentable que sucedió en estos días recientes fue el escándalo que suscitó el anuncio de una obra teatral titulada “María Maricón”, nada más y nada menos que a presentarse en la Universidad Pontificia Católica de Perú, y que gracias a las protestas de muchos feligreses y algunas instituciones particulares, así como la pronunciación contundente de la Conferencia del Episcopado de Perú, y del Cardenal de Lima, que manifestó su indignación y rechazo, señalando que “la obra incluía elementos agresivos e irrespetuosos contra la fe de nuestro pueblo y que la promoción del evento fue igualmente injuriosa hacia nuestra fe cristiana”. Pues debido a estas manifestaciones de rechazo, la obra blasfema fue impedida de presentarse en el campus universitario. Al enterarnos de esto, vemos cómo viene avanzando la persecución, la burla y la discriminación contra la fe cristiana católica y su veneno ideológico dentro de la Iglesia. ¿Cómo es posible que una universidad pontificia permita estas acciones blasfemas dentro de su ámbito académico en contra de la Iglesia? ¿Quién dirige esa Universidad?

  Pues si la Iglesia no cumple con su misión para la que fue creada y enviada, no tiene ningún sentido su existencia. Ya el Papa Benedicto XVI había dicho que la misión de la Iglesia no es la de gobernar a los pueblos. La Iglesia ha sido puesta por el mismo Jesús como faro que ilumina al mundo: “Ustedes son la luz del mundo”; y también dijo que “somos la sal de la tierra”. Si no cumplimos con este cometido y misión, pues no tenemos ningún sentido de existir. Como dijo el Papa Francisco que, “no seriamos más que una ong gigante”.

  Tomemos conciencia de nuestro ser e identidad como Iglesia de Cristo. Conciencia de nuestra misión en el mundo. La Iglesia católica no es una multinacional, sino una comunidad religiosa, - el cuerpo místico de Cristo de la cual él es nuestra cabeza -, que fue creada con una misión específica de velar por la salvación de las almas, porque ese fue el mandato que le dio su fundador. Dejemos ya de seguir engañando a la gente. Concentrémonos en la predicación del evangelio de Cristo y no lo sigamos sustituyendo por conceptos mundanos del ecologismo, multiculturalismo, cambio climático, veganismo, migración. Prediquemos a Cristo vivo, su amor, su misericordia; la conversión de nuestros corazones y nuestra mente. Llevemos a la gente a tener un verdadero encuentro de fe con Cristo. Enseñémosle a la gente a comunicarse con Dios por medio de la oración de fe, confiada, humilde y perseverante.

  El sacerdote debe conocer realmente a Dios desde su interior y así llevarlo a los hombres:  este es el servicio principal que la humanidad necesita hoy. Busquemos la manera de acercar a la gente a que experimenten la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación y su amor en la eucaristía. La gente quiere ver en los sacerdotes a verdaderos pastores de Cristo y no burócratas de lo sagrado. Preocupémonos por ser verdaderos y fieles maestros de vida espiritual, y no instrumento del demonio para la perdición de las almas.

  En Deuteronomio 10,8, leemos: “En aquella ocasión destinó el Señor la tribu de Leví para portar el Arca de la Alianza del Señor, para estar en la presencia del Señor, servirle y dar la bendición en su nombre, hasta el día de hoy”. Pues esta es la esencia del sacerdote: estar en la presencia del Señor y servirle. El sacerdote tiene la misión de velar. Debe estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debe mantener despierto al mundo para Dios. Debe estar de pie frente a las corrientes del tiempo. De pie en la verdad. De pie en el compromiso por el bien. Servir significa cercanía y obediencia. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella.

Y si no es así, pues como dice el dicho popular: “Apaguen esto y vámonos”.