sábado, 20 de junio de 2020

¿Tiene o no razón el papa emérito Benedicto XVI?

“Por eso Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran entre ellos sus propios cuerpos: cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron culto y adoración a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amen” Rm 1-24-25.

 

En esta semana hemos sido testigos una vez más, de un nuevo paso avasallante de esta colonización ideológica llamada “Teoría del Gender”. La Corte Suprema de los Estados Unidos de Norteamérica, en las voces de sus incumbentes, ha determinado o cambiado, - por un mero trámite de sentencia de este máximo tribunal constitucional -, el significado de la palabra “sexo” en la ley federal para incluir no sólo el significado biológico tradicional del término, -hombre y mujer -, sino también la orientación sexual y la identidad de género, algo que el poder legislativo del país nunca tuvo la intención de hacer. Con esta sentencia, entonces, ahora se forza la parte legislativa que parece ser que tendrá que cambiar la Constitución para adaptarla a la sentencia del Tribunal Supremo. Esto me recuerda a la aprobación de la legalización del “matrimonio homosexual”, que se dio precisamente por una sentencia del máximo Tribunal judicial y no por una legislatura constitucional. Sigue siendo la misma treta que utilizan los poderosos lobbies LGTBIQ+ y abanderados del progresismo, para imponer su ideología totalitarista.

  A esta sentencia de la Corte Suprema, no se han hecho esperar las voces disidentes, como la del Presidente de la Conferencia Episcopal Norteamericana, Mons. José H. Gómez, Arzobispo De Los Ángeles, que dijo: “Estoy profundamente preocupado de que la Corte Suprema de Estado Unidos haya redefinido efectivamente el significado legal de sexo en la ley de derechos civiles de nuestra nación. Esta es una injusticia que tendrá implicaciones en muchas áreas de la vida… Nuestro sexo, ya sea hombre o mujer, es parte del plan de Dios para la creación y para nuestras vidas… Toda persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios y, sin excepción, debe ser tratada con dignidad, compasión y respeto. Proteger a nuestros vecinos de la discriminación injusta no requiere redefinir la naturaleza humana”. Como vemos, Monseñor Gómez mantiene la enseñanza de la Iglesia en materia de sexualidad y dignidad de la persona humana y deja en claro que una cosa no tiene que ver con la otra. Recordemos que una cosa es la persona, en cuanto que es criatura de Dios, con su dignidad; y otra cosa son las actitudes que la persona asuma en su vida. Dicho en lenguaje bíblico: una cosa es el pecador y otra el pecado; Dios ama al pecador, pero rechaza y aborrece su pecado; es al pecador al que hay que salvar, rechazando su pecado; Cristo vino a sanar y salvar al hombre de la enfermedad del pecado.

  También tenemos la opinión del senador norteamericano por el Estado de Missouri, el republicano Josh Hawley, que calificó la sentencia de la Suprema Corte como “una decisión sísmica” que cambia el alcance, el significado y el texto de la Ley de Derechos Civiles. La decisión tendrá efectos que van desde el derecho laboral a los deportes y las iglesias. Esta decisión representa el fin del movimiento jurista conservador. Es decir, la posibilidad de interpretar las leyes desde el punto de vista conservador. Después de Bostock (como se le conoce a la sentencia), ese movimiento tal como lo conocemos, tal como ha existido hasta ahora, ha terminado. Otra cosa que dejó en claro este senador norteamericano fue lo que se califica como un lamentable secreto a voces: “Toda persona honesta sabe que las leyes en este país hoy en día están hechas casi en su totalidad por burócratas y tribunales no elegidos. No están hechas por este cuerpo legislativo. ¿Por qué? Porque este cuerpo legislativo no quiere hacer leyes, por eso. Porque para hacer una ley, hay que hacer una votación. Para poder votar, tienes que registrarla, y registrarla es ser responsable, y eso es lo que este legislativo teme por encima de todo”. Y concluye diciendo: “Este cuerpo legislativo está aterrorizado de ser responsable de cualquier cosa en cualquier tema. ¿Podemos sorprendernos tanto de que donde los legisladores temen pisar, donde el artículo I del legislativo, -este legislativo que recibe el mandato de legislar por la Constitución -, se niegan a hacer su trabajo, los tribunales se precipiten y los burócratas también? ¿Rinden cuentas al pueblo? No, en absoluto. Ahora, ¿qué debemos hacer? Ahora debemos esperar a ver qué dirán los super legisladores sobre nuestros derechos en futuros casos”. Pues parece ser que, por estas palabras y visión de este senador, no hay mucha esperanza de que esta sentencia se revierta. ¿Y habrá sido casualidad que esta sentencia de la Suprema Corte haya sido dada a pocos días de que el Ejecutivo de esa nación promulgara la ley de protección a la objeción de conciencia? ¿Cómo se podría tomar este paso dado por la Suprema Corte frente al Ejecutivo de la nación: quizá como una traición de estos jueces que votaron a favor y que fueron presentados por el presidente norteamericano para ocupar un asiento en dicho Tribunal?, porque la votación fue de seis votos a favor y tres en contra.

  Esta sentencia del Supremo Tribunal de Estados Unidos, no hay dudas de que tendrá una gran influencia en los demás países del área, ya que, si esto ha sido legalizado en el país de las libertades, pues ¿qué nos queda a los demás países en donde esta gran nación tiene su influencia y tomamos como referente para posibles cambios en nuestras legislaciones nacionales? Como dijo una vez nefastamente, un comentarista radial afín al partido de gobierno en nuestro país, cuando en los Estados Unidos se legalizó el matrimonio homosexual: “Tenemos que subirnos a ese tren del progreso”. Y es que el progreso es un poderoso ídolo de las sociedades occidentales.

  Entonces, no cabe dudas de que lo que dijo hace unas semanas atrás el papa emérito Benedicto XVI, tiene razón en calificar la actual realidad de la sociedad moderna en la que ésta está formulando “un nuevo credo anticristiano y castigando a quienes los resisten con la excomunión social. El miedo a este poder espiritual del anticristo es, por lo tanto, demasiado natural, y realmente se necesitan las oraciones de toda una diócesis y de la Iglesia Universal para resistirlo. Dijo también que la mayor amenaza que enfrenta la Iglesia es una “dictadura mundial de ideologías aparentemente humanistas, y contradecirlas constituye una exclusión del consenso social básico. Continuó diciendo: “Hace cien años, todos hubieran pensado que era absurdo hablar de matrimonio homosexual. Hoy, el que se opone, es socialmente excomulgado. Lo mismo se aplica al aborto y la producción de seres humanos en laboratorios”.

  No hay dudas de que esta nueva embestida que se ha presentado será un enfrentamiento más al que tendrá que hacerle cara la Iglesia de Cristo al mundo, porque ella está en el mundo para evangelizarlo, no para perderse en él; ella está en el mundo, pero no es del mundo; está en el mundo como sacramento de Dios. Como vemos una vez más, los políticos y los juristas son los que nos están diciendo lo que es el hombre; no es la naturaleza, ni lo que nos ha revelado Dios lo que nos determina. Es más bien la pura voluntad del hombre, sus antojos, sus percepciones, etc., lo que lo define; si el matrimonio, según la legislación de muchos países, es cualquier cosa, pues también el sexo va por el mismo camino. Y es que el hombre, voluntariamente, quiere seguir transformando su cuerpo. Ya lo dijo el cardenal Robert Sarah: “La humanidad no perecerá: la salvará Cristo. La posthumanidad es una mentira: quiere ser autónoma respecto de su Creador, pero jamás podrá matar a su Creador. Nuestra esperanza esta en Dios. Si el hombre sigue odiando y apartándose de Dios, de su Creador, no le queda otro camino que el de su muerte; avanzar por un camino sin rumbo, sin sentido. Si el hombre deja de buscar a Dios, si se crea sus propios dioses al servicio de su plenitud personal, el Dios verdadero desaparece del horizonte del mundo. El hombre tiene raíces divinas, pues sólo Dios nos da la eternidad”.