jueves, 30 de enero de 2020

El Voto del Católico


Hace unos días atrás, se originó un debate por las redes sociales a raíz de unas palabras dichas por un pastor evangélico en donde éste invitaba a sus feligreses y a toda persona comprometida con su fe, a no votar por cierta candidata al Senado de la República, esto basado en sus ideas, o programa de propuestas políticas por las cuales legislaría de ser electa con el voto popular; propuestas estas que van en contra de los valores, principios y fundamentos cristianos de nuestra nación. Esto suscitó un fuerte debate en la que se expresaron la misma candidata señalada, otros políticos, comunicadores, y público en general. Y es que siempre se ha cuestionado y hasta señalado a la Iglesia el que se meta u opine en asuntos políticos. Muchas veces se le estruja en la cara a la institución eclesial el que “meta” la mano en un terreno que no le corresponde ya que, la religión no debe mezclarse con la política, -dicen muchos; que los sacerdotes deben de ocuparse del púlpito y no inmiscuirse en el terreno político, etc. Nada más falso que faltar a la verdad. El papa Benedicto XVI dijo: “No puedo sino expresar mi malestar ante la creciente marginación de la religión, y en particular del cristianismo, que está teniendo en naciones que ponen mucho énfasis en la tolerancia. Algunos sostienen que la voz de la religión debe ser silenciada, o al menos relegada al ámbito de lo privado… Y también hay quien arguye, -paradójicamente, con la intención de erradicar la discriminación-, que debe exigirse a los cristianos que ocupan cargos públicos que actúen, en ocasiones, en contra de su conciencia. Estas son muestras de un preocupante fracaso a la hora de reconocer no sólo los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y de religión, sino también el legítimo papel que tiene la religión en los foros públicos”. Los fundadores de Estados Unidos no confundían el Estado con la sociedad civil. No deseaban una vida pública radicalmente secularizada. No tenían la intención de desterrar la religión de los asuntos públicos. Por el contrario, querían garantizar a los ciudadanos la libertad para que viviesen su fe de forma pública y vigorosa, y contribuyesen con sus convicciones religiosas a construir una sociedad justa. Una sociedad donde la fe no puede tener una expresión pública fuerte es una sociedad que ha hecho del Estado un ídolo; y cuando esto sucede, los hombres y las mujeres se convierten en la ofrenda del sacrificio. El cardenal Henri De Lubac dijo: “No es cierto… que el hombre no pueda organizar el mundo sin Dios. Lo que sí es verdad es que, sin Dios, el hombre puede sólo organizarlo contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano”. Desde hace tiempo se viene preconizando la cacareada “laicidad” del Estado dominicano. Pero lo que en realidad se quiere implantar es un ateísmo que entraña una falsa neutralidad. La separación entre Iglesia y Estado no significa la supresión de la religión en la vida pública, ni la marginación política de los creyentes. Si todos somos libres e iguales en derechos, no pueden ser más libres los ateos que los creyentes. Que el Estado no profese ninguna confesión religiosa, no significa que deba profesar la incredulidad.

  Comencemos por lo que nos enseña el evangelio. Jesucristo vino a proclamar al mundo, es decir al hombre, el evangelio, - un mensaje que es una buena noticia de sanación, liberación y salvación. Pero este mensaje de salvación no abarca sólo lo que tiene que ver con la realidad religiosa del hombre, sino que abarca todas y cada una de las demás realidades en las que el hombre desenvuelve su vida. La causa de Jesús contenida en el evangelio es el Reino de Dios. Esta categoría teológica, -como ya lo indica el mismo nombre, abarca todas y cada una de las realidades de éste: abarca lo social, lo cultural, lo económico y lo político. Son varios los pasajes del evangelio que nos muestran a Jesús señalando a los sujetos en cada una de estas realidades para que se dejen impregnar de esa buena noticia y la apliquen en su vida cotidiana, en todas sus realidades de la vida -. Jesús no solamente se dirigió a los sacerdotes de su tiempo para instruirlos y llamarles la atención de sus actuaciones, sino que también se dirigió a los otros grupos de su sociedad con la misma intención: a los grupos religiosos de los fariseos, escribas, levitas, zelotes, etc.; así como a los políticos y también militares. Jesús enfrentó a todos estos grupos por el hecho de que muchas de sus actuaciones no estaban de acuerdo, no eran coherentes a la verdadera enseñanza religiosa que debía impregnar sus vidas; hasta a los pobres el mismo Jesús les llamó la atención o los confrontó por lo mismo.

  Pero todos estos argumentos de querer impedir que la iglesia oriente en el terreno de la política no son más que manipulaciones por parte de sus detractores. No vamos a mencionar ni hablar de los pasajes bíblicos que hay en el AT con respecto a los gobernantes políticos y de cómo tienen éstos que ejercer ese poder. Vamos a quedarnos en el NT, y claro, partiendo del mismo evangelio. Tenemos, por ejemplo, las palabras que Jesús le dirigía a los gobernadores como Herodes y Pilato. Con Herodes se nos dice las actitudes que este asumió con respecto a la llegada del Mesías, del rey de Israel; de su intención de querer matarlo porque se sentía amenazado en su poder por el nuevo rey; del engaño que participó a los reyes de oriente para que averiguaran la ubicación exacta del nacimiento del niño para después ir a adorarlo y de cómo éste reaccionó ante la actitud de los magos de oriente que no cayeron en la trampa porque el ángel del Señor les había avisado en sueños que regresaran por otro camino, y entonces decidió mandar a matar a todos los niños menores de dos años. Otro pasaje evangélico sobre el tetrarca Herodes se refiere al gran respeto que sentía por Juan Bautista, pero después de haberlo encarcelado, lo mandó a decapitar por complacer de la hija de Herodías, esposa de su hermano Filipo; tenemos el pasaje donde Jesús se refiere a Herodes como “zorro” porque algunos fariseos le habían advertido de que éste lo quería matar (Lc 13,31-32). El mismo Herodes después perseguiría a los cristianos (Hc 12,1); también tenemos en el mismo libro de los Hechos, el siguiente pasaje: “Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se han coligado contra el Señor y contra su Ungido. Porque verdaderamente se han juntado en esta ciudad contra Jesús su santo siervo, a quien tu ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y los pueblos de Israel” (4,26-27). Con respecto a Pilato, tenemos el diálogo que nos presentan los evangelistas en el momento del juicio, donde éste le dice a Jesús: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder de liberarte y el poder de crucificarte? Y Jesús le respondió: No tendrías sobre mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto; por eso, quien me entregó a ti, tiene mayor pecado” (Jn 19,10-11).



  Ahora bien, cada vez más este tema se convierte en dificultad para los cristianos que tienen que equilibrar o tomar en cuenta a la hora del voto, hacerlo por aquellos candidatos a puestos públicos que estén de acuerdo con sus convicciones de fe o con la moral evangélica-cristiana. Si es verdad que a muchos cristianos esto representa una grave dificultad, también es cierto que hay muchos otros cristianos que no les importa para nada o no les preocupa el ejercer este derecho y deber ciudadano, de acuerdo con sus convicciones de fe. El mensaje de la iglesia en este tema se dirige siempre a la conciencia de los fieles, pero tampoco les puede obligar a punta de pistola, para que lo pongan en práctica; esto queda ya en la conciencia de cada uno. Pero, aun así, la Iglesia no puede ni debe dar su brazo a torcer en lo que a ella le corresponde en orientar y enseñar en base a la doctrina evangélica y eclesial. Un cargo público lo ha de ostentar una persona con vocación.

 En este año, en la RD estamos inmersos en un doble proceso electoral: una primera jornada de votación será para elegir a los legisladores, alcaldes y vicealcaldes, regidores; y una segunda jornada electoral será para elegir al presidente y vicepresidente del país. Es a raíz de estos procesos que he querido tratar el tema y recordar lo que nos enseña nuestra Iglesia Católica al respecto de nuestro deber como ciudadanos. Y es que nosotros los cristianos no somos ciudadanos ni de segunda ni tercera categoría. Somos ciudadanos de pleno derecho como los demás; también tenemos obligaciones como todos los demás. ¡No podemos dejar que nos traten como ciudadanos para unas cosas, y para otras no! No pretendemos mucho menos convertir el país en una iglesia gigante; pero sí queremos aportar a la sociedad en la que hemos nacido, crecido y desarrollamos desde nuestra fe, al bien común.

  Lo primero que debemos de tener en cuenta es que el voto no sólo es un acto civil, sino también es un acto moral. ¿Qué significa esto? Que el acto moral es la opción que tiene consecuencia y, por lo tanto, vamos a ser juzgados por ello. ¿Por qué esto es así? Porque la elección de nuestros representantes políticos implicará para la sociedad, el cambio o la creación de leyes que conducirán a la nación por el camino de la justicia, el orden y el bien común.

  Entonces, ¿Cómo NO debo votar? El voto no debe de ser pasional, ni motivado por vínculos, ni por beneficios personales o colectivos. Ahora, ¿cómo SÍ debo votar? Lo primero que hay tener en cuenta es que el voto de un cristiano católico es racional y en conciencia, es decir, racional es que tengo que pensar, discernir con la cabeza; y en conciencia es que mi voto tiene que estar inspirado, fundamentado en mis principios, valores y convicciones.

  Todo esto está basado, fundamentado en la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Qué nos enseña la Iglesia Católica al respecto de este tema? Vamos a empezar por el tema de “Ir eliminando a los candidatos y partidos que no debo votar”. Partimos de la enseñanza de los PRINCIPIOS NO NEGOCIABLES, - ya que implican una gravedad moral grande y no están fundamentados en la fe, pero sí iluminados por ella; están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad -, y son: 1.- los que promueven, propician y defienden el aborto (en este punto el Papa Benedicto XVI dijo: “Le recuerdo a todo aquel que se autonombre católico o que lo sea, cualquier bautizado que quiera seguir en comunión con la Iglesia, con nuestro Señor Jesucristo y vivir en estado de gracia, No puede votar ni apoyar a ningún candidato abortista”); 2.- la eutanasia y manipulación de los embriones, porque todo esto es atentar contra la vida humana; 3.- tampoco que promueva la prostitución y legalización de las uniones homosexuales, (Al respecto de este punto dijo el cardenal Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI: “Si todos los fieles católicos están obligados a oponerse al reconocimiento legal de la homosexualidad, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que le es propia. Ante proyectos de ley a favor de las uniones homosexuales, se deben tener en cuenta las siguientes indicaciones éticas: en el caso de que una asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de estas uniones, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad, es un acto gravemente inmoral”); 4.- la pornografía y la legalización de las drogas (estos van en contra de la familia natural, de la salud y del recto uso de la sexualidad); 5.- aquellos que se opongan a la libertad religiosa, que niegue el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones; 6.- el que el candidato le garantizará, al votante, que no utilizará en beneficio propio o partidario los recursos públicos; y por último, 7.- no votar por un candidato o partido que no se comprometa a cuidar la dignidad de la familia natural y que no esté dispuesto a combatir contra las distintas situaciones que atenten con destruir la sociedad, como las drogas y la delincuencia en sus diferentes manifestaciones. La tarea nuestra, como sacerdotes, es anunciar lo que el Magisterio proclama firmemente y a menudo, dejando que los laicos disciernan prudencialmente la mejor manera de implementar estos principios en la vida política ordinaria.

  Por otro lado, entonces, ¿Cuáles son los candidatos y partidos por los que SÍ puedo votar? 1.-por un candidato que de ejemplo de virtudes humanas y cristianas probadas; 2.- que tenga un espíritu de servicio y defienda la dignidad humana; 3.- que tenga cualidades de gobierno justa y eficaz.

  Vistos estos elementos, entonces viene la gran pregunta: ¿Cómo poner en práctica o combinar estos elementos en el discernimiento del voto para un candidato y un partido? Lo primero que nos enseña la Iglesia en este punto es a ejercer la virtud de la prudencia: aquí viene bien recordar una frase emblemática de santo Tomás de Aquino, que dijo: “Que los santos recen por nosotros, que los sabios nos eduquen, que los prudentes nos gobiernen”. El mismo santo Tomás nos describe esta virtud, dice: “La prudencia es aquella virtud que regula el uso y la ocasión de las otras virtudes”.

  Esto anteriormente dicho, nos lleva a pensar en nuestra realidad política nacional. Nos topamos primeramente con la falta de un candidato ideal (el mal menor o voto de protesta); un segundo punto es que nos encontramos la falta de claridad doctrinal (necesidad de conocer cada candidato); un tercer punto es la falta de lealtad a los principios partidarios (especialmente partidos que llevan el nombre de cristianos).

  Concluyendo. Ejercer el voto en esta democracia es complicado. Y es que la democracia en sí misma no es un sistema óptimo. Es un medio para llegar a un fin. Es un tipo de sistema que nos ha de servir para tener algo, y ese algo es la Libertad para desarrollarnos a nosotros mismos y conseguir bienestar. Los cristianos somos ciudadanos del cielo, -la Jerusalén celestial que es nuestra patria definitiva -; pero también tenemos una responsabilidad y compromiso como ciudadanos de nuestra nación. Tenemos que darnos el gobierno y los gobernantes que nos merecemos. No nos escudemos ni justifiquemos en la irresponsabilidad para decidir nuestro futuro como nación. Recordemos las palabras del poeta y escritor estadounidense Walt Whitman: “Los peores gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. Y es que el peor enemigo de la libertad es la indiferencia del ciudadano.



Bendiciones.

miércoles, 29 de enero de 2020

A propósito de las elecciones 2020 y los candidatos


Discurso Provida del presidente de los EE.UU Donald Trump



  El pasado 24 de enero, tuvo lugar en la capital de los Estados Unidos, la tradicional marcha por la vida, que llevaba por título: “Empodera la vida: Ser provida es ser pro-mujer”. Dicha marcha, como su nombre lo indica, es la más clara manifestación en la sociedad norteamericana en defensa de la vida por nacer o contra el aborto, o como se dice en inglés, en contra de los “Prochoice”. Esta marcha, en esta ocasión, tuvo la particularidad de contar, por primera vez, con la presencia del presidente norteamericano y esta presencia no fue nada más con la intención de estar ahí sin más, sino que dirigió un discurso a los presentes, y que ha sido considerado como histórico por su contenido, su clara y profunda referencia a la fe cristiana, doctrina evangélica y dignidad de la persona humana.

  Independientemente del comportamiento de Donald Trump en lo personal, -con sus desmanes, misoginia y cualquier otro defecto que se le quiera adjudicar, puesto que todos los tenemos, y todos los presidentes estadounidenses, como personas, también los han tenido, unos mas otros menos -, hay que hacer un acto de justicia ante este discurso provida del presidente Trump. Hemos querido rescatar lo que serian las ideas centrales de su discurso en esa manifestación por la defensa de la vida, sobre todo del niño por nacer ya que, es el primero de todos los derechos humanos y en el cual se sustentan todos los demás. Hemos querido resaltar esto por la importancia que tiene para el resto de los países que en estos momentos estamos luchando contra este genocidio moderno que es el aborto; contra sus promotores y defensores que lo presentan, no sólo como un derecho humano, sino que lo presentan como signo de progreso y que tiene que ser defendido y legislado en todas las sociedades, con el apoyo de grupos, instituciones, organismos y sus ongs, con un fuerte financiamiento exorbitante.

  He aquí entonces esas ideas centrales del discurso provida de Trump:

1.- Los jóvenes son el corazón de la marcha por la vida: su generación es la que está haciendo a los EE.UU. una nación provida y profamilia.

2.- Todos nosotros aquí entendemos una verdad eterna: cada niño es un regalo precioso y sagrado de Dios. Juntos debemos proteger, apreciar y defender la dignidad y la santidad de toda vida humana.

3.- Cuando vemos la imagen de un bebe en el útero, vislumbramos la majestad de la creación de Dios; cuando sostenemos a un recién nacido en nuestros brazos, sabemos el amor infinito que cada niño trae a una familia.

4.- Cuando vemos crecer a un niño, vemos el esplendor que irradia cada alma humana: una vida cambia el mundo.

5.- Los niños no nacidos no han tenido un defensor más fuerte que yo en la casa blanca, desde que ésta existe.

6.- Como nos dice la Biblia: cada persona está hecha maravillosamente a imagen y semejanza de nuestro Creador.

7.- Hemos tomado medidas decisivas para proteger la libertad religiosa: nos ocupamos de médicos, enfermeras, maestros y grupos, como las Hermanitas de los Pobres. Estamos preservando la adopción basada en la fe.

8.- Estamos protegiendo los derechos de los estudiantes provida a la libertad de expresión en los campus universitarios. Si las universidades quieren dólares de los contribuyentes federales, deben defender su derecho a la primera enmienda para decir lo que piensan y en lo que creen, y si no lo hacen, pagarán una multa financiera muy grande que no estarán dispuestos a pagar.

9.- Lamentablemente, la extrema izquierda, está trabajando para borrar nuestros derechos otorgados por Dios: cerrar organizaciones benéficas basadas en la fe, prohibir a los líderes religiosos en la plaza pública y silenciar a los estadounidenses que creen en la santidad de la vida.

10.- Para todas las mujeres que están hoy aquí, apoyando la marcha provida, tú simplemente haces que la misión de tu vida sea ayudar y difundir la gracia de Dios.

11.- Y todas las madres aquí – hoy -, las celebramos y declaramos que las madres son las heroínas. Gracias a ustedes nuestro país ha sido beneficiado con almas increíbles que han cambiado el curso, no sólo de nuestra historia local, sino de la tierra entera.

12.- No podemos saber qué lograrán nuestros ciudadanos aún no nacidos, los sueños que imaginarán, las obras maestras que crearán ni los descubrimientos que harán. Pero sabemos esto: cada vida trae amor a este mundo, cada niño trae alegría a una familia; vale la pena proteger a cada persona desde el momento de la concepción.

  Concluyo este artículo recordando las palabras del Papa Benedicto XVI: “Le recuerdo a todo aquel que se autonombre católico o lo sea, cualquier bautizado que quiera seguir en comunión con la Iglesia, con nuestro Señor Jesucristo y vivir en estado de gracia, NO puede apoyar ni votar a ningún candidato abortista”.



Bendiciones


El sacerdote: hombre de afectos.


  El verdadero discípulo de Cristo no puede jamás tenerle miedo a mostrar los afectos, puesto que esto es propio del ser humano. De hecho, ya el mismo Cristo fue un hombre que mostró, vivió y testimonió afectos a todos los que le rodeaban; nunca se cohibió para ofrecer su amor, cariño… sus afectos a los demás, principalmente a aquellos que más lo necesitaban. Son varios los pasajes evangélicos que nos muestran al Señor en esta actitud. El problema para muchos o algunos es que parece ser que viven una mentalidad que concibe a la afectividad y a su esfera como algo ambiguo, peligroso y espinoso. Pareciera entonces que, este tema estuviera vedado entre muchos, y del cual hasta a veces no se quiere hablar, y si se habla, se le trata de una manera muy tenue o sutil, que nada tiene que ver con la enseñanza evangélica.

  El Papa san Juan Pablo II dijo: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente”. Se nos dice en el evangelio de san Juan que Dios-Padre envió su Hijo al mundo por amor; fue tanto su amor por hombre que eso lo llevó a enviar a su único Hijo para que todo el creyera en Él no muera, sino que tenga la vida eterna. El mismo Cristo también dijo que no hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos; y también dijo que nosotros seremos sus amigos si hacemos lo que Él nos manda. Y lo que nos manda es que nos amemos unos a otros así como Él nos ha amado, ya que en esto conocerán los demás en que somos sus discípulos. Se trata de un amor que compromete a toda la persona: psíquica, física y espiritual; y se expresa a nivel esponsal del cuerpo humano, gracias a la cual una persona se entrega a la otra y la recibe.

  En el Antiguo Testamento, este amor ya viene como mandato de parte del Dios de Israel: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas” (Dt 6,5). Este amor es lo que le da sentido a la vida del sacerdote ya que nos habla de todo un programa de la relación íntima y personalísima con Dios, ya que se pretende amarlo con una vida entregada, dedicada total y exclusiva a Él: “…hay otros hombres que, estando capacitados para casarse, han descartado esta posibilidad por amor al reino de los cielos”, dijo Cristo. Este amor es un amor esponsal: así como Cristo es cabeza y ama a su Iglesia, así es el amor de sacerdote por su Señor; por eso se consagra para Él, vive para Él y vive por Él. De esta manera podrá entregarse por entero a la comunidad que sirve, porque, entregarse a su comunidad es entregarse a su Señor y viceversa; todo lo que hace en y por su comunidad lo hace en y por su Señor. Este es el amor que le da sentido a la norma eclesial del celibato, porque si no fuera así, la norma sería pura letra muerta.

  También el sacerdote de Cristo sabe y es consciente de que este amor es exclusivo; solo puede tener “Un Amor” (con mayúscula). Este es un amor que mantiene al sacerdote en permanente atracción hacia Dios y lo encamina siempre al encuentro con el Amado. Se podría decir que el apóstol es siempre un anunciador atraído, ya que se experimenta elegido e invitado a ser totalmente suyo. El sacerdote es llamado y enviado a vivir una vida normal para que así pueda y dé testimonio de que sólo Dios basta, que no hay nada, ninguna otra cosa superior a Él; Dios es y debe convertirse para él en su ideal pleno, vital y alcanzable. Este es el verdadero sentido del celibato sacerdotal. Y es que el celibato no debe entenderse ni verse como una huida a algo hostil o considerada difícil y engañosa. Se trata de un camino privilegiado para llegar al Amor. Dios se convierte, para el célibe, en el único, en el absoluto y cualquier otro amor humano queda excluido cuando se lo trata de absolutizar. Es verdad y tiene que considerar el poder amar a otras personas, pero al mismo tiempo debe de tener en cuenta que deberá considerar el enamoramiento de una sola. Nos es muy ilustrativo a esto las palabras de Jesús al apóstol Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? ¿Simón, hijo de Juan, me amas? ¿Simón, hijo de Juan, me quieres?” Lo cierto y real de todo esto es que se puede tener muchos amigos y muchos hermanos, pero sólo un esposo: “El que prefiera a su padre, madre, hermano más que a mí, no puede ser mi discípulo”. Por esto es que el amor celibatario por el reino de los cielos es y debe ser siempre exclusivo. Esta es su dignidad. Hay un único significado para la vida del sacerdote célibe: dejarse amar por Dios, buscarle y amarle de todo corazón. 

El Reino de Dios está dentro de ustedes


  La palabra “sabiduría” viene de la palabra latina “sapere” que significa tener conocimiento, tener buen gusto; saborear, sabroso. Pero no es tanto entenderlo al sabor percibido por el sentido del gusto o paladar; es más bien, el buen sabor del conocimiento; deleitarse, saborear, gustar el conocimiento. En este caso, el conocimiento divino, el conocimiento de Dios; deleitarse en el conocer a Dios, en la verdad de Dios revelada en su Hijo Jesucristo que es el camino, la verdad y la vida; y que también nos dijo que busquemos la verdad para que seamos realmente libres (en contraposición a la frase del ex presidente del gobierno español Rodríguez Zapatero “la libertad los hará verdaderos”). En otra ocasión Jesús dijo: “nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”; y a los fariseos les dijo que, si conocieran al Padre, lo conocerían a Él; también en el diálogo con la samaritana, le dijo a ésta: “si conocieras el don de Dios”. Vemos que el mismo Jesús en varias ocasiones hace referencia y nos hace ver la necesidad que tenemos de conocer a Dios y la delicia que este conocimiento provoca en nosotros.

  En el evangelio de san Lucas 17,20-25, en un pequeño diálogo que nos presenta entre Jesús y los fariseos, donde éstos le preguntan sobre la llegada del Reino de Dios, Jesús les responde que el Reino de Dios está dentro de ustedes. Y es que el Reino de Dios no es un Reino tipo humano, es decir, no es el reino de gran ejército, un gran poder político, económico, cultural, social, etc. En el interrogatorio que le dirige Pilato a Jesús, éste le pregunta a cerca de ese Reino, y la respuesta fue: “Mi Reino no es de este mundo. Si fuera de este mundo, mi Padre habría enviado un ejército para defenderme. Pero mi Reino no es de aquí”. Es decir, el Reino de Dios, si no es de tipo humano, entonces es de tipo espiritual; por eso está dentro de nosotros. No como una realidad material, sino como realidad espiritual. De ahí que también nos advirtiera que no nos dejemos engañar si escuchamos que “está aquí o está allá”. El lugar del Reino de Dios es el interior de la persona. El Reino de Dios no viene; ya está desde el principio entre y dentro de nosotros. Pero cuidado, esto no quiere decir tampoco que por ser espiritual no tiene nada que ver con nuestra vida o con nuestra realidad humana. Es todo lo contrario.

  Así entonces, tiene que venir a nuestra mente una primera pregunta: ¿cómo sé o cómo me doy cuenta de que el Reino de Dios está dentro de mí? Aquí volvemos al tema de la sabiduría. En el capítulo 7, 22-30; 8,1 leemos que la sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, amigo del hombre, etc. El creyente que actúa de esta manera, poniendo en práctica estas características del espíritu sabio, pues testimonia el Reino de Dios; y entonces viene la segunda pregunta que tenemos que hacernos: ¿Para qué o por qué está dentro de mí el Reino de Dios? Si Dios lo sembró, -recordemos la parábola del grano de mostaza-, en nuestro corazón es para algo o para que hagamos algo con él, y ese hacer algo es testimoniarlo, vivirlo, hacerlo vida en nuestra vida. Y es que sólo así será creíble. No fue para que lo guardemos, en una actitud egoísta y de indiferencia; ya que, si en nosotros no da fruto, se nos quitará y se le dará a otro que lo ponga a producir de acuerdo a la voluntad de Dios.

  Pero este Reino de Dios, si es verdad que está dentro de nosotros y es para que lo testimoniemos, también es cierto que aún no lo vivimos de manera plena. Es el “ya, pero todavía no”. La plenitud del Reino de Dios la viviremos cuando, -al dejar este mundo-, por los frutos buenos cosechados y el tesoro acumulado en el cielo, estemos gozando de la presencia eterna de Dios; en su compañía eterna. Y es que esto nos tiene que llevar a pensar y saber que la verdadera riqueza nuestra no está en el poseer o tener; la verdadera riqueza nuestra está en el conocimiento. Pero no cualquier conocimiento. Es el conocimiento de Dios. El conocimiento es riqueza. Por eso Jesús mismo dijo: “¿De qué le sirve a uno ganarse el mundo entero, si al final, pierde su alma?”. Gonzalo de Bercea, conocido como el “poeta castellano” dijo: “la ciencia más alabada, es que el hombre bien acabe; porque al final de la jornada, aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”.

  Pues pidámosle a Dios y a su Hijo Jesucristo que sigan derramando su gracia en nuestros corazones para que cada día más podamos profundizar en el conocimiento de su Reino, y que nos ayuden a testimoniarlo en medio de las realidades en las que cada uno desenvuelve su vida; ya que sólo así seremos luz en medio de las tinieblas.



Bendiciones

martes, 21 de enero de 2020

Homilía en la Solemnidad de nuestra señora, La Virgen María De La Altagracia 2020: Protectora del pueblo Dominicano


En el pasaje del evangelio que nos narra la expulsión de los mercaderes del templo hecha por Jesús, una de las razones que presenta el Señor a sus oyentes es que el templo es casa de oración. Esto quiere decir que el templo es lugar de encuentro con el Señor en un ambiente de fe y oración, de diálogo confiado entre dos personas, dos amigos; el templo es el lugar privilegiado donde nos reunimos para celebrar nuestra fe. El Señor nos espera cada día en la sagrada eucaristía. La presencia maravillosa de Cristo en el sagrario en medio de nosotros debe renovar cada día nuestra vida. Cuando le recibimos y le visitamos, podemos decir con toda seguridad: hoy he estado con Dios. Estar en la presencia del Señor ante el sagrario, es estar, - a imitación María, su madre-, meditando y guardando todas estas cosas en nuestro corazón; también como la otra María, -hermana de Martha y Lázaro-, estar a los pies del Maestro, en contemplación, escuchando su palabra y su enseñanza, porque hemos sabido elegir y escoger la parte mejor, la que no se nos quitará. Es también la actitud de dar gracias al Señor por las bendiciones recibidas. El hábito de Jesús de dar gracias nos dirige a tomar la decisión de ser agradecidos con Dios en cualquier situación, creyendo que Dios está por encima de todas las situaciones. Dar gracias es una opción, no un sentimiento. Los enemigos de dar gracias son: el quejarse, tomar las bendiciones de Dios como algo obligatorio, la falta de fe, el pesimismo y el egoísmo. Dios no nos debe nada a ninguno; pero sí nosotros le debemos todo a Dios. Su gratuidad sigue siendo y será para cada uno un gran don de su infinita misericordia e infinito amor.

  Estos tiempos que estamos viviendo no dejan de ser y presentarnos a todos, en lo personal, social y eclesial grandes retos y desafíos que de alguna manera tocan nuestro ser cristiano, nuestra fe y nuestro compromiso apostólico. Estamos viviendo lo que el escritor español José Javier Esparza ha llamado como “La civilización más materialista de todos los tiempos. Esta es una civilización que descansa, sobre todo, en la eficacia técnica-material, la eficacia tecno-económica”.

  En lo que respecta a nuestra sociedad dominicana, este año se nos presentan y, por lo tanto, experimentaremos una vez más, el tener que elegir, por medio del voto, a nuestras autoridades. Siempre hemos escuchado a muchos decir, a manera de queja, que no van a ejercer ese derecho al voto, porque ya están hartos de los entuertos, trapacerías y corruptelas de los actores políticos. Cada cual tiene o tendrá su manera de ver y asumir su postura ante este hecho y otros más. Pero lo cierto es que, todos tenemos un deber cívico de ser los protagonistas de nuestro futuro como nación. Tenemos el deber y el compromiso de votar cada uno por sus convicciones. Aquí recuerdo las palabras del poeta, ensayista, periodista y humanista estadounidense, Walt Whitman, que dijo: “Los peores gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. Tenemos que luchar contra los enemigos de la desconfianza, el desacuerdo, la culpa y la ignorancia. Las leyes nos permiten vivir en una sociedad civilizada. En lugar de estarnos quejando del gobierno, comencemos por dar gracias a Dios por nuestro país. Recordemos que nosotros somos cristianos, ciudadanos del cielo, pero también somos parte de esta nación en la que hemos nacido, crecido y desarrollamos. Y es que, un buen cristiano, es también un buen ciudadano.

  En lo que respecta a nuestra condición de miembros de la Iglesia, desde hace ya un buen tiempo atrás, se ha venido denunciado la triste realidad que viene enfrentando y golpeando a la vez la Iglesia de Cristo. Hoy se denuncia la situación a la que está siendo sometida la Iglesia, con lo que el ex prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, cardenal Gerard Müller, ha denunciado como “el afán o intención de muchos miembros de la Iglesia de querer llevarla a acomodarse al espíritu del mundo”. Hoy en día muchos quieren una iglesia moderna, a tono con los tiempos; otros afirman que la iglesia debe de discernir los signos de los tiempos, y estos tiempos modernos exigen y reclaman que la Iglesia de Cristo se amolde al mismo, asumiendo todo aquello que el mismo Señor combatió como manifestaciones del espíritu del mundo, del padre de la mentira. Lo peor de esta situación es que son fomentadas, alentadas, defendidas y justificadas por algunos pastores que se han adueñado del evangelio de Cristo y están cediendo a los impulsos del demonio. Ellos se encaminan hacia el infierno y están arrastrando otras almas con ellos. Los cristianos, hace tiempo ya, que solo ven en sus pastores a hombres en busca de poder; porque éstos han olvidado que el poder y la autoridad son para servir en la Iglesia. El pastor posee, por el sacramento del Orden, el poder y la autoridad de Cristo, que es servidor y como tal debe ejercerla. Debe despojarse de todo el ser, las ideas personales, de las preferencias y los gustos para hacerse humilde servidor de la salvación de todos. Es Jesucristo que edifica a su Iglesia con la Palabra y la Eucaristía. Decía Benedicto XVI: “Lo que necesita la Iglesia para responder en todo tiempo a las necesidades del hombre es santidad, no administración”. ¿Qué es lo que está en crisis hoy en día? No son las instituciones ni las estructuras, sino nuestra fe y fidelidad a Cristo. Si el cristianismo pacta con el mundo en lugar de iluminarlo, los cristianos no somos fieles a la esencia de nuestra fe. La tibieza del cristianismo y de la Iglesia provoca la decadencia de la civilización. Recordemos las fuertes palabras del Apocalipsis de que a los tibios los vomita el Señor.

  En el evangelio de la misa de hoy, hemos escuchado que el Señor envió al ángel Gabriel, -que significa “fuerza de Dios o, Dios es mi fortaleza” -, a una joven virgen, de una ciudad pequeña, que por su pequeñez era a los ojos de las demás naciones insignificante; pues de esta virgen pobre y de esta pequeña ciudad saldría el Mesías de Dios. Así mismo ha querido el Señor visitarnos a nosotros, el pueblo dominicano, por medio de la madre de su Hijo, la virgen María de la Altagracia; la mujer de la más alta gracia y bendición entre los demás. Dios, por medio de su ángel, habita en el interior de María, en su corazón, tal como lo dirá más adelante el mismo Jesucristo: “Mira que estoy a la puerta, tocando; si tú me abres, mi Padre y yo vendremos y haremos en ti nuestra morada”. El corazón humano es el lugar privilegiado de la presencia Trinitaria; quiere hacer de nosotros un sagrario permanente de su presencia santificadora. Así, nos llena de alegría, gozo y felicidad; nos hace a nuestro pueblo dominicano, una nación bendecida, dichosa, bienaventurada. María de la Altagracia es la puerta por la cual el Hijo de Dios se ha hecho presente en la historia de nuestra nación. Dios, por medio de María de la Altagracia, camina con nuestro pueblo dominicano en sus luchas diarias: en sus sufrimientos, inquietudes, anhelos, proyectos y metas; María de la Altagracia es la puerta de entrada para nuestro pueblo dominicano por la cual Cristo se hace presente, a pesar de que gran parte de sus hijos, quieren vivir sin Dios.

  Por otro lado, descubrimos en este pasaje del evangelio el deseo y anhelo de María de querer ser madre; el anhelo de toda mujer de vivir la experiencia de sentir cómo se va desarrollando la vida de otro ser humano en su vientre, alimentándolo de su propia sangre. No le importó a María las consecuencias que esta aceptación de la voluntad divina le traería; por eso, ella sabe muy bien en quién cree y confía, y se abandona a las manos del Dios todopoderoso; puede que haya sentido el miedo, pero no se dejó dominar por él. ¿Cómo contrasta todo este deseo de la madre del Hijo de Dios con lo que actualmente estamos viviendo en nuestra sociedad, con relación a la maternidad? Hoy en día estamos siendo testigos del desprecio que hay en muchas mujeres para no convertirse en madres; hoy se presenta la maternidad como un obstáculo al desarrollo personal; se presenta la maternidad como una esclavitud deseada y propiciada por el hombre para mantener dominada y sumisa a la mujer. Para estos grupos feministas radicales y manipuladores, la maternidad no es más que una retranca de la cual toda mujer tiene que liberarse, porque la consideran una maldición. Nuestra Constitución establece la protección e inviolabilidad de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural; pero hemos llegado al descaro, como sociedad, de ver cómo se está ofertando a todas luces y sin consecuencias jurídicas, talleres de formación basados en la falacia de aborto seguro y el uso de anticonceptivos, en franca violación a la misma Constitución, como un medio para ayudar a la mujer para que asesine a sus hijos en el vientre. Siempre es bueno recordar que, cuando una mujer decide embarazarse, se convierte en madre para siempre, y lo que ella tiene que decidir es si quiere ser madre de su hijo asesinado o madre de su hijo vivo.

  Nuestra nación, hace tiempo que viene siendo sometida de diferentes modos a un proceso de ir sacando a Dios de su camino, y esto traerá consecuencias serias para nosotros. Denunciamos aquí los acuerdos a lo que se están comprometiendo algunos candidatos a cargos públicos y sus partidos, de implementar la llamada perspectiva de género en las instituciones públicas, y que no es más que una especie de caramelo envenenado que ofrecen e imponen países, organismos internacionales y ongs, para socavar los cimientos, valores y principios en los que está fundamentada nuestra nación dominicana. Y ojo, ¡que estos acuerdos no son para nada gratuitos! Como siempre, hay mucho dinero de por medio. En todos nosotros, los seres humanos, hay un deseo inextinguible de infinito que no lo podemos apagar ni expulsar de nuestro interior. No hay duda de que una vida sin Dios es una vida limitada, una vida superflua; una vida que busca su sentido en ideologías que han fracasado siempre porque son insatisfechas. María de la Altagracia nos lleva, nos guía al infinito de Dios, la satisfacción plena de infinito que no termina en Dios, sino que comienza en Él.

  Nuestra fe y pertenencia a la Iglesia no deben llevarnos jamás a perder de vista que predicamos a Cristo y su evangelio, en la fidelidad de su Iglesia. Ninguno de nosotros jamás debe buscar ni fomentar ni querer vivir su propia Iglesia; no es la Iglesia ni la doctrina que proclama las que tienen que adaptarse a nosotros; es al revés; caminar para donde camina la Iglesia de Cristo, que la guía en la verdad y hacia puerto seguro; no se trata de imponer nuestras ideas, criterios ni costumbres. La Iglesia y nuestro pueblo dominicano tienen necesidad de santos, y éstos no caen del cielo, porque ¡los santos no nacen, se hacen! Los cristianos tenemos que ser el perfume de Dios. Todos los que somos de Dios y trabajamos para su gloria y para la salvación de las almas, hemos de ser como una ofrenda del suave olor, agradable ante Dios. Tenemos que seguir dejándonos amar por Dios para amarlo a él; tenemos que seguir enseñando a los demás a amar a Dios; tenemos que seguir aprendiendo entre nosotros a amarnos como Cristo nos ama. Esto es lo que cambia y transforma el corazón de la persona y hace que el evangelio de Cristo sea creíble. Porque si el corazón de la persona no se transforma, su realidad tampoco se transformará.

  Necesitamos seguir profundizando en el silencio interior; seguir madurando nuestra fe y compromiso cristiano; seguir creciendo en nuestro interior. No estamos aquí para perder el tiempo: la escucha y la reflexión de la palabra de Dios, la oración, los sacramentos, la reflexión sobre nosotros mismos, el estudio, la lectura, la formación, etc., serán necesarias para seguir creciendo, para dar consistencia a nuestra fe y compromiso eclesial, para seguir madurando como personas y como cristianos. Tenemos el Espíritu de Dios que nos llena de su vida y su presencia y nos llamó sus hijos amados y predilectos. Tenemos que seguir siendo instrumentos de Dios para que otros se acerquen a Él; a nosotros no nos toca decidir quien sí y quien no puede buscar a Dios y su amor.

  Propongámonos hacer el esfuerzo de preocuparnos de nuestra formación cristiana, para que nuestra fe y nuestra vida interior madure y tenga consistencia. Procuremos hacer siempre el bien y poner el corazón en ello para que así, nuestro pueblo dominicano, pueda estar lleno siempre de la gracia de Dios que nos comunica por medio de la Madre de su Hijo, María de la Altagracia.



¡Que así sea!