martes, 10 de marzo de 2020

El sacerdote: hombre de un solo amor.


“Tu corazón ya no es tuyo. Si lo diriges a otra parte, no será alegre. Si lo distraes, se sentirá insatisfecho. Si lo llenas de criaturas, quedará decepcionado. Tu corazón ya no es tuyo. Ya no te pertenece” (anónimo).



  Muchas veces o por lo común, se ve a la persona del sacerdote como si fuera un extraterrestre; un ser que está desafanado de este mundo; que a lo mejor no sabe dónde está pisando, etc. Estas no son más que visiones o pensamientos totalmente fuera de la realidad. Otras veces se le ve al sacerdote como si fuera un frustrado, -sentimentalmente hablando-, y hasta decepcionado, que no le queda más remedio que adentrarse en un camino, –como es el sacerdocio ministerial-, para que pueda vivir o sacar sus más profundas frustraciones amorosas. Todo esto, volvemos a decir, es falso. De hecho, el sacerdote es un hombre normal, que ha decidido tomar su opción por un amor que para él lo llena todo, tal y como lo dijo el Maestro de Nazaret: “todo el que deje casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (Mt 19,29). Para el sacerdote no hay más tesoro preciado y valioso que éste.

  Ahora bien, este desprendimiento exige fidelidad. Esta fidelidad es lo que podríamos decir que es expresión de ese único amor al que el discípulo está llamado a poner en práctica. El Maestro de Nazaret es exigente y radical; su amor es único, exigente y radical; es Él que nos ha amado primero para que después lo amemos a Él. Y es que el sacerdote es llamado a una vida normal. Este amor no puede tener nada que lo obstaculice para que pueda ser dado sin condicionamientos. Por eso es que el discípulo, apóstol, sacerdote se consagra completamente para Dios y asume como estilo de vida el celibato: “hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender que entienda” (Mt 19,12). Y es que el celibato no se entiende sin relación al Reino de Dios. Este es el verdadero y único sentido del celibato; por eso se habla del “celibato por el reino de los cielos”; no es celibato sin más. Lo que le da sentido a este don es precisamente el sentido trascendente referido al reino de los cielos. Así, el discípulo, apóstol, sacerdote está dispuesto completamente a su entrega permanente y diaria a Dios. El único horizonte en el que resulta posible situar el camino del celibato es el del amor. El celibato es una entrega por amor. No es una huida de una realidad hostil o considerada difícil y engañosa. Se trata de un camino privilegiado para llegar al amor. Y es que Dios se nos presenta como el Amor que atrae hacia sí todo el ser y toda la existencia del célibe, atrae todas las pasiones, hasta las más ocultas y profundas.

  El celibato es un don que el llamado recibe del que lo ha llamado para que pueda amarlo totalmente. Esta vocación convierte a Dios en el único por completo, donde otro amor humano queda excluido cuando se lo trata de absolutizar. Pero este amor no es egoísta; es el Amor que se abre y se da a los demás. Se puede tener muchos amigos y muchos hermanos, pero sólo un Amor. En este sentido, el Amor en el celibato por el reino de los cielos debe ser exclusivo. La dignidad del celibato consiste en su expresión del amor exclusivo al Señor. Por eso es que si el discípulo, apóstol, sacerdote perdiere de vista este sentido exclusivo y trascedente del celibato, su ministerio no tendría sentido. De hecho, hay que recordar que con su estilo de vida celibataria, el sacerdote anuncia ya en este mundo el estilo de vida futuro: “pues en la resurrección, hombres y mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles de Dios en el cielo” (Mt 22,30). Y es que el celibato, en nuestro mundo tan erotizado, puede convertirse, y de hecho lo es, en una realidad inquietante y provocadora. Ha habido muchos intentos, tanto desde fuera como desde dentro de la Iglesia, por anular o suprimir el celibato sacerdotal señalándolo como causa de muchos males (abusos sexuales); pero es que darse al Señor significa vivir, luchar, desear, actuar, soportar en virtud del único amor.

  Cuando el sacerdote asume el celibato por el reino de los cielos, es porque ha encontrado un tesoro muy superior, y que puede renunciar a un amor humano porque existe un Amor más grande, y que ese amor es de tal manera grande que es el único que merece la pena dar la vida por él. No hay más que un amor por el que vale la pena entregar la vida. Así, hay un único significado para la vida del sacerdote célibe: dejarse amar por Dios, buscarle y amarle de todo corazón.

¡Estamos en Feria!


  Así es hermanos, estamos en el mes de nuestra Feria del Libro Católico; evento que ya es tradición y muy esperado, no sólo por nuestros fieles, sino también por el público en general. Y es que, aunque es un evento de nuestra Iglesia Católica, se ha convertido en un evento para todos los que esperan encontrar un buen libro para leer y fortalecer el espíritu, así como participar de las diferentes actividades que se realizan en la misma ya que son para toda la familia. En nuestra feria del libro católico lo que queremos hacer es que la Palabra de Dios se siga anunciando, predicando y proclamando para que pueda ser recibida en cada corazón como terreno fértil donde ella pueda germinar. Que agradable y satisfactorio es saber y enterarnos de que ya para estas fechas se nos acercan muchas personas para preguntarnos sobre este evento y cuál será su contenido. Pero siempre nos quedamos en el factor sorpresa; no nos gusta adelantarnos sin antes tener la seguridad de lo que hemos planeado para cada ocasión; ya cuando está todo asegurado, es entonces que ya después se elabora todo el programa de la Feria y se da a conocer por los medios de comunicación televisivos, radiales, escritos y las redes sociales, así como con la colaboración de cada persona que se convierte en un promotor de este evento. Siempre nos esforzamos por dar lo mejor en cada Feria, ya que cada año es diferente y lo hacemos siempre con la intención de estar acorde con lo que está sucediendo en la actualidad y, sobre todo, hacer la planeación de acuerdo con el camino que está recorriendo nuestra Iglesia universal y particular en la República Dominicana. Queremos así estar, -como diría nuestro querido monseñor Amancio Escapa, - a quien esperamos que Dios tenga en su gloria -, en sintonía con la Iglesia.

  El lema que hemos escogido para esta edición trigésimo-primera de nuestra Feria es “La buena lectura desborda de sabiduría el alma”. Y es que esto es tan cierto que, el mismo Dios quiso que su Palabra quedara escrita de manera permanente para que nosotros tuviéramos acceso a ella siempre. Esa Palabra de Dios que es Palabra de vida, de fortaleza, de gracia y de verdad que nos reveló en su Hijo muy amado Jesucristo, su predilecto. Estamos llamados por el mismo Dios a buscar y llenarnos de su sabiduría. En el libro del profeta Nehemías 8,8 se nos dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”; y san Pablo escribirá en 1Tim 4,13: “Entre tanto que voy, ocúpate de la lectura, la exhortación y la enseñanza”. Fijémonos que no es cualquier lectura. Es la lectura nada más y nada menos que de las Sagradas Escrituras; la lectura del libro de la vida, de la verdad, de la sabiduría. Por eso hemos resaltado de que se trata de la “buena lectura”. Y es que hay otras lecturas que ciertamente no son para nada buenas. Hay lecturas que destruyen, que no edifican, que no fortalecen; nosotros promovemos, anunciamos y predicamos la lectura de la Palabra de Dios, la que nos da y llena de sabiduría, del conocimiento de Dios, tal y como lo especificó el mismo Señor: “Entonces respondió Jesús y les dijo: Están equivocados por no entender las Escrituras ni el poder de Dios (Mt 22,29)”. Pues es el mismo Jesús el que nos insta a acercarnos y leer, estudiar y aplicar la Palabra de Dios a las situaciones de la vida diaria con coherencia, ya se trate de tentaciones, pruebas o triunfos.

  Por esto, la buena lectura de la Palabra de Dios nos lleva a conocer a Dios; conocer a Dios es conocer la sabiduría divina que lo impregna todo, toda nuestra existencia, todo nuestro ser. La buena lectura de la Palabra de Dios nos lleva a vivir y actuar de manera correcta; a caminar por el sendero correcto de nuestra fe que nos lleva a Dios-Padre; a no caer en errores doctrinales; para enseñarles a los demás la verdad que nos hace libres y verdaderos discípulos de Cristo. La buena lectura de la Palabra de Dios nos da sabiduría para saber vivir con autenticidad nuestro ser cristiano y filiación divina; la buena lectura de la Palabra de Dios nos da la sabiduría para saber usar la autoridad que Dios participa a los padres, pastores y autoridad civil para que podamos ejercerla según su voluntad, porque es una palabra poderosa, útil para enseñar, exhortar, corregir, amonestar, guiar, construir, edificar. Es la palabra de Dios que inspira a tantos hombres y mujeres para que plasmen sus ideas con la luz de la verdad.

  Sean todos bienvenidos una vez más a su Feria del Libro Católico. Esta es su casa, y este es su evento. Vengan a compartir con nosotros estos días de fiesta educativa, esparcimiento, entretenimiento, fraternidad y fortaleza en la fe. Que el mismo Dios y nuestra Madre del cielo sean nuestros pilares en todo este caminar fraterno y eclesial.



Bendiciones.