miércoles, 15 de mayo de 2019

¿Por qué los católicos casados por lo civil o en unión libre, están impedidos de recibir la comunión eucarística y la confesión sacramental?


Lo primero que quiero dejar claro es que no pretendo agotar todo el tema en estas líneas ya que es imposible. Lo que sí quiero es presentar lo más fundamental al respecto y que nos sirva para poder conocer y entender la doctrina de nuestra fe con respecto a este tema. El mismo puede verse enriquecido por las opiniones y preguntas que se susciten, pero siempre apegado a la doctrina evangélica y eclesial. La enseñanza de la Iglesia se fundamenta en lo que podríamos llamar un trípode: 1) sagrada escritura, 2) la sagrada tradición (porque no todo fue escrito) y, 3) magisterio eclesial. Que no prevalezcan las opiniones personales y sentimentales, por encima de la doctrina evangélica y eclesial. Santa Catalina de Siena decía: “Hablen, griten con mil lenguas, porque de tanto callar, el mundo está podrido”. ¡Y nosotros no podemos callar la verdadera enseñanza que nos salva: el evangelio de Cristo!

  Quiero partir del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 31-32, que dice: “La Iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaría. Se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo”.

  En estos dos versículos de los Hechos, leemos lo que es fundamental en todo este caminar en la fe, es decir, lo que le dará a la Iglesia y la mantendrá firme en su camino, es en la medida en que ella permanezca fiel a Cristo y su evangelio, y se deje guiar, sea dócil (sumisa) a  las inspiraciones del Espíritu Santo.

  La Iglesia es de Cristo, no nuestra. Y esto quiere decir que ella no tiene que reinventarse, sino ser fiel a Cristo y su evangelio. La Iglesia nace desde el evangelio, no al revés; el mensaje evangélico es anterior a la Iglesia. Por lo tanto, la Iglesia tiene que ser, -y de hecho lo es- , custodia, guardiana, depositaria y predicadora del único evangelio de Cristo. La Iglesia no se predica a sí misma, sino que predica a Jesús resucitado. El mandato de Jesús a la comunidad de los Doce y en ellos a sus sucesores, fue la de “ir por todo el mundo a predicar el evangelio, enseñarles a las gentes a cumplir todo cuanto el Maestro de Nazaret les enseñó y todo el que crea en este mensaje y se bautice, se salvará”. Pues esto es lo que viene cumpliendo la Iglesia desde su fundación hasta nuestros días.

  El obispo de Hipona, san Agustín, dijo: “¡Ay del hombre y de sus pecados! Cuando alguno admite esto, TÚ te apiadas de él; porque TÚ lo hiciste a él, pero no sus pecados”. Cristo mismo dijo: “No teman al que mata el cuerpo, pero no el alma. Teman más bien al que, matando el cuerpo, puede matar también el alma”. ¿Y quién es ese que puede matar el cuerpo y el alma? Pues el pecado mortal o grave. ¡Y es la muerte eterna, condenación eterna! Recordemos que una cosa es la persona, el pecador; y otra cosa es el pecado. Dios ama al pecador, pero rechaza el pecado; y Jesús vino a buscar, sanar, liberar y salvar al pecador de la enfermedad, esclavitud y condenación del pecado. Y también dijo Jesús: “Yo no vine al mundo a condenar al mundo, sino a que el mundo se salve por mí”.

  Hablando específicamente de nuestro tema, hay que decir que en toda la Sagrada Escritura  hay abundantes citas y textos que nos hablan acerca del adulterio. El adulterio es pecado grave, mortal. La misma Sagrada Escritura nos deja ver la importancia profunda que Dios le otorga al matrimonio; y ya el mismo san Pablo hablando del matrimonio, lo presenta como imagen de Cristo-esposo como cabeza de su Iglesia-esposa. Y la traición que en esta unión, -querida y establecida por Dios desde el principio, adulterio-, se considera o califica como pecado grave y es causa de condenación.

  Veamos lo que leemos en algunos pasajes bíblicos con respecto a este pecado. En el libro del Éxodo 20,14; así como en Deuteronomio 5,18 se nos habla del mandamiento de “no cometer adulterio”. En Levítico 20,10 leemos: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera”; en Mateo 5,28 leemos: “Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”; en 5,32: “Pues yo les digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en el caso de fornicación, la hace ser adúltera, y el que se case con una repudiada, comete adulterio”; en 15,19 leemos: “Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias”. En Marcos 10,11-12 leemos: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; lo mismo la mujer que repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

  Como vemos, es la misma Sagrada Escritura que califica el adulterio como pecado grave; y Jesús fue quien le dio su más profundo y definitivo sentido al calificarlo como pecado grave o mortal. Una de las cosas que muchos de nosotros los cristianos no hemos reparado en ello, a pesar de que está muy especificado en la Sagrada Escritura, es la radicalidad de Jesús y del evangelio. Jesús no vino a suavizarnos el mensaje, fue radical; Jesús no vino a buscar consenso ni a fortalecer el sentimentalismo ni a otorgar derechos; él vino a cumplir con la misión encomendada por su Padre, que fue la de salvar a sus hijos, predicando y enseñándoles la verdad, para que por esa verdad fuéramos libres y salvos. Y la Iglesia, que es la depositaria y continuadora de la misión de la evangelización iniciada por Jesús, anuncia en fidelidad a Cristo resucitado y su evangelio, nos guste o no nos guste; estemos de acuerdo o no; porque esto no se trata de consenso, sino de doctrina evangélica y eclesial. Hay quien le reclama a la Iglesia que de dónde ella se adjudicó esa autoridad para enseñar lo que enseña. Pues esa autoridad le viene dada, le fue otorgada, delegada por el mismo Jesús para que la ejerza en su nombre, cuando le dijo al apóstol Pedro y al resto de los Doce, y en ellos, a sus sucesores: “Te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19). Por esto, en continuidad con este mandato, la Iglesia nos enseña en el Catecismo de La Iglesia Católica n.1385c: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la reconciliación antes de acercarse a comulgar”; y en el n. 1415: “El que quiere recibir a Cristo en la comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la penitencia”. No podemos dejar de mencionar a san Pablo, que dijo: “Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre de Cristo. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre ustedes muchos enfermos y débiles, y mueren tantos. Si nos examináramos a nosotros mismos, no seriamos condenados”. Es claro que el apóstol de los gentiles apela aquí a la conciencia de cada uno para el recto examen interior y poder estar capacitado espiritualmente para recibir la comunión. Cabe destacar con las citas anteriores del Catecismo que, queda claro que la Iglesia está basando su enseñanza en este aspecto en lo que respecta al fuero externo de la persona y no en el fuero interno. El papa san Juan Pablo II dijo: “De lo interno, ni la Iglesia se atreve a juzgar”.

  Entonces, dicho todo lo anterior, hay que decir lo siguiente. Un católico que esté casado sólo por el civil o en unión libre, o divorciado y vuelto a casar; está impedido de acercarse a los sacramentos de la comunión y confesión sacramentales. Pero, ¿por qué al de la confesión? Pues porque este sacramento está en relación y orientado a la comunión eucarística. Cuando la persona se acerca a la confesión, no puede hacerlo para confesar algunos pecados sí y otros no. Esto no quiere decir que la persona no pueda buscar y ser recibida para una dirección espiritual o conversación. Una cosa es la confesión sacramental y otra cosa es la dirección espiritual. También la persona debe saber y ser consciente de que, una cosa es el impedimento para recibir estos sacramentos; y otra cosa es la “exclusión de la comunidad”: la persona, aun en razón de su pecado mortal, no está excluida de la vida eclesial y comunitaria. La exclusión de la comunidad eclesial se da por medio de un decreto público de “excomunión” o, por autoexclusión de la misma persona. Cuando una persona, fiel católico, se auto excluye de la comunidad porque no le parece o no está de acuerdo con la doctrina enseñada, es un asunto personal del que así actúe; no puede echarle la culpa a la Iglesia. Es importante que la persona entienda que, al enseñar esta doctrina, la Iglesia no le está juzgando, sino más bien, evitándole una situación espiritual de condenación. También recordemos que los sacramentos y la gracia que recibimos en ellos, no son un derecho que tenemos los católicos en la Iglesia, sino más bien, son un don (regalo) de Dios a sus hijos en su Iglesia; y este regalo nos exige a todos cumplir con ciertas condiciones para poder recibirlos. No comulgamos porque tenemos derecho a comulgar; sino que, comulgamos porque estamos viviendo en la gracia de Dios. Ahora bien, su situación de “irregularidad matrimonial” no le impide vivir, practicar y realizar alguna acción apostólica en la Iglesia ni tampoco participar de los diferentes grupos eclesiales. De hecho, desde hace mucho tiempo existe en nuestra Iglesia una pastoral para divorciados.  

  Es bueno saber que el impedimento sacramental se aplica a partir del momento en que la persona tiene relaciones íntimas con su pareja. Es enseñanza de nuestra Iglesia el que a estos hermanos se les instruya en la belleza y práctica de la castidad, pero también sabiendo que esto nos exige una práctica de vida virtuosa, ya que es la misma gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo el que lo hace posible en nosotros de acuerdo a nuestra disposición. También hay que saber que, una persona que este casado por la Iglesia y se haya separado, pero no establece una nueva relación sentimental, no tiene ningún impedimento para recibir los sacramentos; lo mismo el que haya estado casado solo por lo civil y se haya divorciado sin establecer una nueva relación sentimental.

  Por último, escuchemos lo que nos dice el profeta Jeremías 23, 9-15, al respecto de todo esto y de la actitud corrupta que asumen los falsos profetas y sacerdotes de su tiempo y que son denunciados: “Acerca de  los profetas. Se me rompe el corazón dentro de mí, se estremecen todos mis huesos, estoy como un borracho enajenado por el vino, a causa del Señor y de sus palabras santas. Pues de adúlteros está lleno el país, porque por una maldición está de duelo la tierra, se han secado los oasis del desierto. Corren tras la maldad. Su fortaleza no tiene fundamento. Hasta el profeta y el sacerdote son impíos, incluso en mi templo encontré su perversión. Por eso, su camino será como un resbaladero, serán empujados a las tinieblas y caerán en ellas; les traeré la desgracia el año de su castigo. Entre los profetas de Samaría vi una atrocidad: profetizaron por Baal y descarriaron a mi pueblo Israel. Pero entre los profetas de Jerusalén vi algo horrible; fornicar y caminar en la mentira. Y apoyaban a los malvados para que no se convirtiera nadie de su maldad. Por eso, así dice el Señor de los ejércitos acerca de los profetas: Yo les daré a comer ajenjo (comida amarga) y les hare beber agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén salió la impiedad para todo el país”. Quiero decir que, debemos tener mucho cuidado con la  enseñanza de una falsa misericordia. Hay sacerdotes que le dicen a algunos fieles que, sabiendo su situación sacramental irregular, les impulsan a comulgar y confesarse. El sacerdote que así actúa, sabe que está actuando en contra de la doctrina evangélica y eclesial induciendo al fiel a cometer sacrilegio y el fiel que está consciente de esto no debe de seguir ni aplicar ese mal consejo. Hay que decir que, “el que me ama de verdad, me dice la verdad, aunque me duela”; precisamente porque quiere lo mejor para mí; ese es el camino del verdadero amor. Cuando caemos en el falso concepto de la misericordia, hacemos daño y engañamos al otro. El que nos da falsa misericordia, es como si nos estuviera dando un caramelo diciéndonos que con eso nos vamos a sanar de nuestra enfermedad. No podemos caer en el abuso de la misericordia de Dios; es verdad que Dios es inmensamente misericordioso, pero también es inmensamente justo.

  Pues pidámosle a nuestro Señor Jesucristo que nos enseñe siempre, con su gracia, a ser fieles a él y su evangelio y que nos ayude siempre a ser obedientes a lo que nos enseña su iglesia en sus pastores. Que envíe siempre a su Iglesia buenos y santos pastores; y que los que ya somos pastores, que nos esforcemos por ser buenos, fieles y santos discípulos de Cristo. Que TODOS pongamos en práctica sus palabras: “El que a ustedes los escucha, a mí me escucha; y el que me escucha a mí, escucha al que me ha enviado”. Que nos de sabiduría y discernimiento para saber rechazar lo malo y quedarnos con lo bueno.



Bendiciones.

viernes, 3 de mayo de 2019

Testigos de la persecución


El pasado mes de abril, -justamente en semana santa-, que para nosotros los cristianos católicos es de importancia trascendental, como lo es el Santo Triduo Pascual y el Domingo de Resurrección, el catolicismo fue objeto, o más bien, víctima de dos horrendos acontecimientos que marcan o alimentan más lo que es la persecución a la que hace mucho tiempo atrás nos han sometido, sobre todo, en la Europa cristiana que, cada vez más se está descristianizando. Y todo esto debido a un plan muy bien orquestado por grupos poderosos económica y políticamente; así como por una parte radical de los musulmanes, apoyados e impulsados por organismos internacionales que se han dado a la tarea de someter a la Europa cristiana en un proceso profundo y continuo de descristianización. Se han puesto como meta romper, destruir todo vestigio de cristiandad en el viejo continente, porque es el gran obstáculo que tienen estos grupos y organismos para imponer su agenda globalista-mundial del tan llamado Nuevo Orden Mundial. El papa Francisco ya ha dicho en reiteradas ocasiones una verdad que está en nuestras narices: “hoy en día, en estos tiempos modernos, -en este siglo XXI-, la persecución religiosa contra los cristianos es más fuerte que en los primeros tiempos del cristianismo. Hoy en día, hay más mártires por la fe, que en los primeros años del cristianismo”.

  Hay una acción muy marcada por acabar, borrar las raíces cristianas de occidente. Estamos en una guerra espiritual, una guerra entre el bien y el mal. Es el poder mundial que quiere destruir el cristianismo. Hay quienes que, viendo este tétrico panorama, piensan a lo mejor que es difícil, por no decir imposible, que el bien pueda vencer al mal. Hay una realidad que nuestros políticos no quieren ver, o se hacen los desentendidos; que más bien la fomentan, y es esa actitud de colaborar, por sus mezquinos intereses grupales, políticos-partidarios de socavar los cimientos cristianos de nuestros países para dar paso a toda una serie de medidas y de grupos anti cristianos, con sus creencias, costumbres, cultura, y fomentando con ello un multiculturalismo que borra las identidades de los pueblos para querer convertirnos en “ciudadanos del mundo”. Este lenguaje chabacano y manipulador que ya están fomentando y exportando a los demás países desde la sede de este poder global que es la ONU.

  Y es que nuestra fe cristiana, una de las enseñanzas que proclama es “hacer el bien, orar y amar a nuestros enemigos”. Pero es que también este buenismo nos ha llevado a muchos a no ver la realidad. Es decir, muchos de nosotros creemos que los demás, los que no son cristianos y que profesan otra creencia religiosa, son también practicantes de esta enseñanza, ¡y no es cierto! Bien dicen muchos que “los cristianos somos el enemigo perfecto”, ya que, mientras a nosotros nos atacan con bombas y persecuciones de todo tipo, nosotros les respondemos con oraciones; pero no tratan así a otros creyentes religiosos, por ejemplo, los musulmanes. La realidad es que estos grupos quieren y están destruyendo la institución familiar natural fundada en el cristianismo. La cultura occidental-cristiana, está sufriendo un ataque directo al corazón de nuestras tradiciones, cultura, creencias, valores, principios e identidad. Hay un grupo muy específico que se sabe y se le señala que está detrás de toda esta agenda discriminatoria y de persecución contra el occidente cristiano, y son los grupos de izquierdas radicales o marxistas, donde se incluye también la rama feminista de izquierda marxista que, encabezan una lucha sin sentido de una guerra de la mujer contra el hombre. Estos grupos hablan mucho y exigen a los demás que sean tolerantes, pero ellos a su vez no lo son; esta actitud contradice la enseñanza evangélica de “trata a los demás como quieres que te traten a ti”.

  Volviendo a los hechos que mencionamos al principio de este escrito, hay algunos críticos y analistas, sobre todo del ámbito religioso, que han advertido y señalado, -por estos hechos, sobre todo el acto terrorista de Sri Lanka-, que este 2019 será  “el año más sangriento para los cristianos”. El tema del incendio de la catedral de Notre Dame ya hay indicios de que fue un hecho provocado. Hay analistas, expertos en arquitectura que han dicho que esa estructura de la catedral está hecha para resistir esos tipos de siniestros; hay otros que, según las investigaciones, han encontrado el químico que se conoce como “nano termitas”. Apunta todo esto a un plan dirigido por las logias masónicas para convertir la catedral en una especie de museo público o plaza pública, quitándole así todo el significado de lo religioso. Sumémosle a esto más de 1,200 atentados terroristas registrados en Francia en el 2018 contra los  templos cristianos, específicamente contra los católicos. De los atentados terroristas en los templos cristianos en Sri Lanka, la rama radical del ISIS se adjudicó el mismo disque en represalia por el atentado de hace unas semanas atrás en una mezquita en Nueva Zelanda llevado a cabo por un supremacista blanco que asesinó con ametralladora a más de cincuenta fieles musulmanes. ¡Éstos les cobraron a los cristianos aquella barbaridad! Se estima el número de muertos en unos 300 y más de 500 heridos, en un país donde la población cristiana  representa el 7%; entre las víctimas fatales, habían unos niños que estaban celebrando su primera comunión. Esto nos recordó el asesinato del obispo san Arnulfo Romero que fue asesinado mientras presidia la eucaristía. Se resalta de este atroz hecho que, varios líderes mundiales, entre ellos el ex presidente estadounidense Barack Obama y la ex candidata a la presidencia de los EE.UU., la demócrata Hillary Clinton, que se refirieron al hecho lamentando la tragedia de esos “adoradores de pascua”. Es decir, estos líderes políticos ni siquiera se refirieron a estas víctimas como “cristianos”. Por otro lado, el gobierno de Sri Lanka estaba advertido de que había la posibilidad de este atentado terrorista y no hizo absolutamente nada para evitarlo. Se puede decir que fue cómplice de esta matanza. 

  Con este acto terrorista aprendemos que, para ser testigo cristiano no hace falta morir en un espectáculo público; porque el martirio es imitación de Cristo y anticipación del cielo. Definitivamente, estos hermanos mártires son el verdadero rostro de la Iglesia de Cristo.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Exhortación Apostólica Christus Vivit


Ha sido publicada la esperada Exhortación Apostólica del papa Francisco Christus Vivit (Vive Cristo). Esta es la cuarta Exhortación del pontificado de Francisco. Recordemos que este documento pontificio, -la Exhortación Apostólica-, es el documento final que el romano pontífice escribe donde recoge o sintetiza las conclusiones de un Sínodo, ya sea solamente de obispos o también de obispos con la participación de laicos, para tratar algún tema de interés pastoral de una iglesia particular o regional, así como de la Iglesia universal. Este documento no es de contenido doctrinal, es decir, no define aspectos de la doctrina eclesial, sino más bien, trata aspectos o elementos en la línea pastoral.

  Pues con este documento que el papa Francisco ha firmado y la Santa Sede publicado, se marcan unos lineamientos a tener en cuenta en lo que respecta al trabajo pastoral con los jóvenes ya que, es el fruto del pasado Sínodo de los jóvenes que se llevó a cabo en la Ciudad del Vaticano en octubre del año pasado. Este documento tiene la particularidad de que en su mayoría de contenido está dirigido a los jóvenes, pero no de manera exclusiva a ellos; sino también a todos los fieles católicos (obispos, presbíteros, diáconos, laicos), y personas de buena voluntad. Otra particularidad que encontramos en el mismo es su extensión: consta de 299 puntos o párrafos y nueve capítulos. Otro aspecto es que fue publicada el pasado 2 de abril, día en que murió el papa san Juan Pablo II y que fue declarado por el papa Francisco como “Patrono de las jornadas mundiales de la juventud”. También recordemos que el documento se titula haciendo uso de las primeras palabras con las que inicia su escritura: “ Vive Cristo”.

  Los capítulos en que está dividido la Exhortación son: 1- ¿Qué dice la palabra de Dios sobre los jóvenes?; 2- Jesucristo siempre joven; 3- Ustedes son el ahora de Dios; 4- El gran anuncio para todos los jóvenes; 5- Caminos de juventud; 6- Jóvenes con raíces; 7- La Pastoral de los jóvenes; 8- La vocación, y 9- El Discernimiento. En este documento, el papa Francisco nos recuerda algunas convicciones de nuestra fe y alienta a crecer en la santidad y en el compromiso de la propia vocación. También explica el Papa que la Iglesia tiene que ser liberada de aquellos que quieren avejentarla, volverla inmóvil. Pero también hay que liberarla de otra tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece; creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza (tomar la apariencia de las cosas o seres de su entorno), con los demás. La Iglesia es joven cuando es ella misma; cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, la Eucaristía, de la presencia de Cristo…de la fuerza de su Espíritu cada día.

  Apoyando lo anterior, el cardenal arzobispo de Colonia, Monseñor Rainer María Woelki dijo: “La Iglesia no necesita reinventarse, sino ser fiel a Cristo y al evangelio”. Esto lo dijo a raíz de todos esos comentarios y afirmaciones que se están dando en muchas personas e incluso en muchos católicos que piden y quieren que la Iglesia cambie su enseñanza moral y sexual, ya que esto parece ser, según el cardenal, consecuencia de no haberla predicado bien. Y advierte también que a pesar de la presión de la sociedad y los medios de comunicación, la Iglesia no puede cambiar sus enseñanzas y contradecir el evangelio. Es aterrador y vergonzoso que cada vez más haya personas que no quieren escuchar el mensaje de salvación, que no pidan los sacramentos, que consideren el evangelio como algo piadoso y el credo como algo poético. Al parecer, los heraldos de la fe han fracasado.

  ¡Jesús vive y te quiere vivo!, les dice el papa a los jóvenes. El papa advierte que, como joven, uno puede pasar la vida distraído; volar sobre la superficie de la vida; adormecido e incapaz de establecer relaciones profundas y de entrar en lo más hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin sustancia; o uno puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes y así preparar un futuro lleno de riqueza interior. Necesitamos proyectos que fortalezcan a los jóvenes, los acompañen y los lancen al encuentro con los demás, al servicio generoso, a la misión. Jesús es la verdadera juventud de un mundo envejecido y también es la juventud de un universo que espera con “dolores de parto” ser revestido con su luz y con su vida.

  Otro aspecto que el papa subraya es que ser joven, más que una edad, es un estado del corazón. Los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”. Todos tenemos que sentirnos hermanos y cercanos como los Apóstoles. Pero al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece; a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, del perdón, fidelidad a la propia vocación, la oración, lucha por la justicia y el bien común, amor a los pobres, etc.

  Con estas palabras no queremos ni pretendemos evitar la lectura de este documento apostólico; más bien lo que queremos es provocar todo lo contrario: que nos motivemos a leer sus páginas de una manera atenta, sin prisa, con paciencia, porque su contenido es muy rico para seguir creciendo y fortaleciendo nuestra fe y fidelidad a Cristo y su evangelio, y también nuestra pertenencia a su Iglesia.