miércoles, 30 de diciembre de 2020

¿Cómo ha afectado la aparición del covid-19 la Práctica Religiosa?

 

“No vamos a vencer luchando o resistiendo, ni tampoco empleando astuta estratagema. No hay que luchar con bestias como si fueran hombres. Con la Bestia luchamos y ya fue conquistada. Sufriendo es como ahora hemos de conquistar. No cabe duda de que es victoria más fácil. Ahora es cuando llega el triunfo de la cruz” (Thomas Stearns Eliot).

  No hay dudas de que la llegada o aparición en el escenario mundial del virus covid-19 o, como unos prefieren llamarle “pandemia”, ha transformado todas y cada una de las realidades de nuestra vida, de nuestra cotidianidad. Hay un antes y un después del virus covid -19; muchos hablan de que la vida de la humanidad, como la conocíamos y vivíamos, ya no volverá a ser igual; la vida, antes del 2020 era una y, a partir del 2020 es otra. Este virus ha transformado, ha cambiado, - ¿para bien o para mal? -, la vida política, económica, social, cultural y religiosa de la humanidad. Pues, en medio de este escenario, en esta ocasión me enfocaré, - como lo dice el título del artículo -, en el aspecto de la práctica religiosa; de cómo la aparición del virus ha venido trasformando, trastornando, cambiando y hasta limitando la práctica religiosa de la población creyente y sus instituciones.

  Hace unos meses atrás, al principio de este año 2020, todo venía caminando en la normalidad y cotidianidad de la vida. Los hombres y mujeres, llegada la noche, nos íbamos a dormir, a darle descanso a nuestro cuerpo después de un día de intensa actividad, - en unos más y en otros menos -; nos levantábamos al otro día para cumplir con nuestras obligaciones, responsabilidades y compromisos. Todo iba y avanzaba tranquilo hasta que, de repente, al final del mes de febrero y principios de marzo, el mundo se despierta con la noticia de que un mortal virus se ha “escapado” de uno de los laboratorios más seguros del mundo en la ciudad china de Wuhan. Inmediatamente se dispararon todas alarmas en el mundo y comenzó así el corre corre ante una nueva amenaza a la humanidad que no teníamos la más mínima idea de cómo enfrentarla. Empezaron a surgir las preguntas, pero que no tenían o era muy difícil, - por no decir imposible -, que se le dieran respuestas adecuadas o convincentes: ¿cómo se dio esto? ¿cómo pudieron estos científicos experimentados cometer un error de esa magnitud, sabiendo el riesgo que ahora comporta para la humanidad el contener el avance de este virus mortal? Se empezaron a tomar medidas de corte extremo, como el cerrar y no permitir el acceso a esta ciudad; confinar en sus casas a sus habitantes; la actividad comercial tuvo que limitarse a su mínima expresión o suspenderse completamente; empezaron a aparecer los contagios y las muertes masivas; se empezó un trabajo de fumigación de la población; se buscaba al mismo tiempo a los responsables de este “descuido”; empezaron a surgir diferentes teorías de que quizá no fuera un accidente el escape del virus; se empezaron a cerrar aeropuertos en varios países como una manera de evitar que las personas de esta ciudad y del país asiático llevaran o transportaran el virus fuera de ella. Se da la voz de alarma en Italia, como primer país fuera de China, donde se descubre que el virus ha llegado, y otras cosas más.

  Pues así comenzó a avanzar y a expandirse el virus chino por el mundo. El organismo mundial de la salud, la OMS, instó a las autoridades de los demás países a que empezaran a asumir y aplicar acciones y medidas para proteger a su población. En este punto, la institución religiosa tampoco se quedó de brazos cruzados, puesto que su alta jerarquía también empezó a hacer lo suyo. Nosotros los católicos ya habíamos entrado en el tiempo litúrgico de la cuaresma para así irnos preparando para la celebración del Triduo Pascual y la Vigilia Pascual de Resurrección. Pero, con la llegada del virus, la cuaresma se convirtió en un verdadero camino de penitencia, no sólo en lo espiritual, sino también en lo referente a la parte presencial de la misma. Empezamos a transitar un verdadero camino de oscuridad, de incertidumbre; un angustiante valle de lágrimas que, muchas generaciones no habíamos vivido. Tuvimos que experimentar por primera vez el tener que ver cómo las puertas de nuestros templos se cerraban completamente; las llaves dadas al apóstol Pedro por el mismo Señor, para atar y desatar, fueron usadas para cerrar la casa de Dios a sus hijos: se suspendieron toda clase de celebraciones litúrgicas: no más misas, no más sacramentos, no más reuniones de comunidades, no más catequesis, no más retiros, no más…; tuvimos que empezar a ver la misa por medio del internet, la radio y la televisión. Por primera vez tuvimos que celebrar la Pascua de Resurrección de manera virtual y privarnos de la comunión sacramental. Algo parecido sucedió también con la celebración de la navidad en muchos países. Y es que el pánico y el miedo nos arropó de tal manera que nos ató de pies y manos y nos atrincheramos en la comodidad de nuestros hogares y nuestras seguridades, oyendo todas las noticias que se nos transmitían por los medios de comunicación masiva y las redes sociales con respecto a lo que estaba sucediendo con la expansión del virus. Gran parte de nuestros feligreses quedaron en una especie de “abandono espiritual” por parte de los ministros sacerdotales que tenemos el mandato del Señor de ser administradores de Su Gracia por medio de los sacramentos. Claro que estas restricciones de nuestros templos no han sido de la misma magnitud en todos los países. En estos momentos hay gobiernos que han implementado medidas restrictivas muy severas en lo que a la práctica religiosa, sobre todo cristiana, se refiere; y esto ha provocado la protesta, tanto de una parte de la jerarquía eclesiástica como de los mismos feligreses, ya que se ha denunciado que cómo es posible que los templos estén cerrados, si no son lugares de contagios, mientras otros lugares y espacios comerciales y de recreo, permanecen abiertos. Muchos nos hemos preguntado dónde han quedado los sagrados derechos de Dios, la libertad religiosa, la libertad y autonomía de la Iglesia, la salvación de las almas. Parece ser que muchos de nuestros pastores se han dejado intimidar y amenazar y hasta manipular para convertirse en voces del estado de alarma, fomentando el miedo y el terror, dejando abandonado y moribundo al rebaño del Buen Pastor. Hay obispos que hasta les han prohibido a sus sacerdotes escuchar confesiones, administrar los últimos sacramentos, privar de la sepultura cristiana a los difuntos. Pero también es de destacar que algunos obispos en varios países decidieron no cerrar los templos, cumpliendo con los protocolos de sanidad preventiva y dejando a los feligreses la decisión de ir o no al templo.

  ¿Y la práctica religiosa en nuestros templos? Pues está el tema de las mascarillas: en algunos templos el que no lleva su mascarilla, no lo dejan entrar o en la puerta se les provee de ella; el uso del gel sanitizador al entrar y antes de ir a comulgar, gesto que no se ha visto del todo correcto; el distanciamiento entre los asistentes y el no darse el saludo de la paz para evitar contacto físico, que se ha sustituido con un gesto a distancia. Recibir la comunión sacramental en las manos y no en la boca, a lo que también esto ha provocado mucho malestar entre los feligreses. El gesto litúrgico, ritual y penitencial del lavado de manos en la misa por el sacerdote, muchos lo han sustituido por una acción de higiene con el uso del gel. La limitación del número de asistentes a los templos, etc. En fin, todo esto es agobiante. Pues toda esta aplicación de medidas también tiene sus consecuencias psicológicas y espirituales. En el templo ya no nos vemos las caras, los rostros; no nos saludamos con un abrazo, un beso en la mejilla o apretón de manos, pero sí con el puño y con los codos, - ¿qué diferencia hay? -; vemos a los demás como un potencial asesino, alguien que me puede contagiar o yo lo puedo contagiar. Hay un gran descontento en gran parte de la feligresía ante estas actitudes y recomendaciones que ha asumido nuestra alta jerarquía que, por disque colaborar con las autoridades civiles en la no propagación de los contagios y el cuidado de la salud de los feligreses, más bien se han sometido y se han dejado socavar su autoridad eclesiástica. Da la impresión de que los feligreses parecen que están solos y abandonados. Recordemos que los santos nos enseñan el valor del sufrimiento; y nos lo enseñan porque lo han aprendido del que es la cabeza de la Iglesia y Santo entre los santos, Jesucristo. La trayectoria de Cristo fue la del “intransigente”: ¿No podía haber cedido un poco? ¿No habría algún modo de que callara cuando las palabras sólo servían para encender más los ánimos de sus adversarios? Entonces, ¿por qué nosotros sí callamos? ¿por qué nosotros sí cedemos?

  Viendo hacia el futuro, hacia lo que nos depara el año que se acerca, parece ser que las cosas no cambiarán tan pronto. Se siguen aplicando medidas fuertes ya que se ha anunciado la aparición de un nuevo brote del virus disque más peligroso. Esto no es bueno, porque viene a complicar más la situación sanitaria mundial y la misma práctica religiosa. No sabemos cuándo volveremos a reestablecer la asistencia normal de los feligreses al templo, cuándo se dejarán de usar las mascarillas, el gel, el distanciamiento; cuándo volveremos a retomar los ritos y gestos litúrgicos; en algunos países la celebración de los demás sacramentos; las catequesis, las reuniones de las pequeñas comunidades, los retiros, etc. La creación de las “milagrosas” vacunas, según han dicho los científicos en virología, no son una garantía de que el peligro del virus desaparezca ni dejemos de seguir usando las mascarillas, el gel, el distanciamiento social, las restricciones presenciales en los espacios públicos, privados y religiosos, etc. El año que se avecina no parece ser, por el momento, que será de fortaleza y constancia en la práctica presencial religiosa. El miedo y el pánico seguirán acompañándonos en el 2021, en nuestro caminar en la fe y práctica religiosa. Esto trae consecuencias de que la fe en muchos se vaya enfriando. Muchos feligreses seguirán sin ir al templo dominados por el miedo, porque piensan que la casa de Dios no es lugar seguro. ¿Pero qué tal la presencia de muchos en otros lugares y espacios públicos? Tenemos que ser prudentes; pero no podemos confundir la virtud de la prudencia con el miedo ni el pánico ni la temeridad. No tengamos miedo. Hemos de resaltar que, al mismo tiempo, hay comunidades parroquiales que han ido retomando poco a poco algunas actividades comunitarias en la medida que se lo permiten las normativas impuestas por las autoridades civiles. Y es que la comodidad y el confort en la vida espiritual es muy peligrosa.

  Termino este artículo citando unas palabras del Cardenal Robert Sarah: “No cabe duda de que la fe es un acto íntimamente personal, pero también hay que profesarla y vivirla en la familia, en la Iglesia, en la comunión eclesial”.

viernes, 11 de diciembre de 2020

¡No Permitamos que nos Sigan Engañando!

 

El escritor Robert Greene, en su libro Las 33 Estrategias de la Guerra, cuando hace referencia de que debemos ganar la guerra, aunque tengamos que perder batallas, dice: “La gran estrategia es el arte de ver más allá de la batalla y calcular por adelantado. Requiere que te concentres en tu meta última y planees cómo alcanzarla. Deja que los demás caigan atrapados bajo los altibajos de la batalla y se deleiten en sus pequeñas victorias.  La gran estrategia te dará la mayor de las recompensas: la de reír al último”.

  Todos estamos conscientes de que este año que está llegando a su fin, no ha sido del todo ni para nada motivante por lo que nos ha tocado vivir. En este año hemos sido testigos de dos hechos o acontecimientos que han marcado nuestras vidas y que lo más seguro es que quedarán registrados para la posteridad en los libros de la historia universal por la magnitud que han alcanzado y significan para la humanidad. Me refiero específicamente a la aparición del virus covid-19 o pandemia; y, - aunque está referido a una nación en concreto, pero tiene su repercusión en todo el mundo -, a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de Norteamérica. Del primero ya se ha hablado y se sigue hablando mucho. Yo, en este artículo, quiero hacer referencia al segundo. Y lo hago porque me parece que hay un gran porcentaje de la humanidad que todavía no es consciente del real significado de lo que implican estas elecciones presidenciales del país más poderoso, - sobre todo militarmente -, del mundo, y las repercusiones que tienen sus políticas, no sólo para sus habitantes, sino también para los demás países; de manera particular para nuestros países latinoamericanos, que también se nos conoce como “el patio de los Estados Unidos”. Hay un dicho popular que dice “Cuando los Estados Unidos estornudan, a nosotros nos da gripe”. Y es que no podemos negar ni tapar, por más que queramos, la influencia que tienen las políticas de esta gran nación en nuestros países pequeños y subdesarrollados en el contexto geopolítico.

  En estos momentos, aún no se sabe de manera oficial quién ha sido el vencedor de las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Aún no hay presidente reelecto ni electo. Pero ¿qué es lo que ha venido sucediendo al respecto de estas elecciones? Ha habido, por un lado, una narrativa mediática encabezada por las grandes cadenas de comunicación asentados en ese país y que han asumido una clara animadversión contra el presidente, - que incluye la censura -, actual desde la campaña presidencial pasada del 2015 hasta el día de hoy. Estos poderosos medios, sin tener ninguna autoridad, son los que han dado como ganador al opositor del actual presidente. Estos se refieren al señor Biden como “El presidente electo”. Pues esta narrativa es la que ha permeado el mundo y provocó el que varios mandatarios, incluyendo el nuestro y el papa Francisco; con la excepción de México, Rusia, Brasil, emitieran sus respectivos comunicados de felicitaciones a este candidato que oficialmente no ha sido declarado ganador de la contienda electoral. Se reconoce ante esta acción de los gobernantes que se adelantaron a un hecho que todavía no ha sido oficial. Pareciera que estos gobernantes se han alineado con ese grupo globalista mafioso y dictatorial contra la institucionalidad estadounidense. Este “supuesto presidente electo” ha venido asumiendo unas acciones que son contrarias a la ley de su país ya que, está tomando unas determinaciones que no le corresponden porque no es presidente electo. Una cosa es la proyección y otra cosa es la elección.

  Por el otro lado, tenemos al actual presidente Donald J. Trump que está contendiendo por su reelección presidencial. Este señor sabe y es consciente de que nunca la ha tenido fácil en su administración. Los enemigos no han salido sólo de la parte contraria, sino también dentro de las mismas filas de su partido, y ha tenido que luchar contra esas traiciones. No le han dado tregua. El presidente, como el hombre más y mejor informado de la nación, pues está enterado de lo que no sólo en su contra sino en contra de la nación estadounidense, -sus ciudadanos e instituciones -, vienen planeando sus contrarios. En muchas ocasiones siempre denunció que se estaba preparando un fraude electoral para las elecciones de este año y fue preparando la estrategia de guerra. Sólo quiero mencionar que en el 2018 emitió una orden ejecutiva (decreto presidencial), para prevenir posibles injerencias o interferencias, ya sea por acción, por omisión, o colaboraciones externas en unas elecciones internas de los Estado Unidos. Si esto sucediera, pues el gobierno estadounidense tendría toda las de la ley para intervenir en esos países con la fuerza militar por considerarlo un ataque o una traición a sus intereses, así como también expropiar bienes a personas e instituciones y cárcel. En los Estados Unidos el organismo que tiene la facultad para declarar un candidato ganador se llama Colegio Electoral. Ni los medios de comunicación ni persona en particular tienen esa facultad. Y esto lo saben muy bien estos medios de comunicación, pero siguen con su narrativa de confusión y engaño.  

  Todo este proceso electoral viene caminando en relación a fechas establecidas por la constitución norteamericana. Las elecciones fueron el 3 de noviembre; el Colegio Electoral, una vez certificadas las votaciones en cada Estado, se reúne para declarar al ganador y su fecha límite es el 14 de diciembre. Si no declara un ganador, pues el siguiente paso es la Suprema Corte de la Nación; si este organismo tampoco llegara a emitir una sentencia definitiva que declare al ganador, pues pasaría al Congreso de la Nación donde tendrían ambas cámaras legislativas que elegir al presidente y vicepresidente de la nación. Todo esto es según lo manda la Constitución norteamericana y tiene que suceder antes del 20 de enero del 2021, puesto que ese día es el traspaso de mando presidencial. En estos momentos se está en la discusión en los tribunales estatales porque la parte republicana ha presentado demandas de fraude electoral en cinco Estados claves. Las Cortes de estos Estados en disputa, no han emitido una sentencia definitiva al respecto y entonces estos casos pasarían a la Suprema Corte de la Nación. El equipo del presidente Trump ha ido agotando, paso por paso, el proceso judicial en los tribunales presentando las debidas pruebas del posible fraude electoral que son contundentes. No hay dudas de que hubo fraude electoral en las pasadas elecciones y no sólo se realizó desde dentro del país, sino que se han presentado pruebas de que el fraude se realizó desde otros países. Y este fraude conlleva pagos en sobornos a altas autoridades legislativas y judiciales. El presidente Trump dejó que avanzaran en su plan macabro de amañar las elecciones para poder agarrarlos en flagrante delito. La Constitución faculta al presidente de los Estados Unidos para actuar con todos los poderes que le permite la misma cuando se presentan estas situaciones. Pero, al mismo tiempo, el presidente ha actuado de acuerdo con la ley de la nación. Todavía no se sabe qué sucederá en cuanto a la decisión definitiva de saber quién ganó. Se suma a esta litis judicial la demanda presentada por el Estado de Texas, apoyado por otros 17 Estados, contra 4 Estados (Pennsylvania, Wisconsin, Georgia y Michigan), por violación a la Constitución, tomando como excusa la “pandemia” en los procesos electorales para estas elecciones presidenciales 2020. Pero a esto ya han respondido los Estados gobernados por los demócratas para que la Suprema Corte desestime la demanda. Por otro lado, podemos decir que esta lucha en los tribunales judiciales de la nación estadounidense ha destapado la corrupción que hay en éstos porque se ve que están permeados, infiltrados por ese “poder o estado profundo” (Deep State), que son los que manejan y dictaminan muchas de las sentencias que emanan de los tribunales judiciales y los gobiernos.

  Por todo esto y muchas otras cosas más que se pueden aducir, no entiendo cómo es posible que aún muchas personas y medios estén unidos a esta narrativa manipuladora que quiere seguir confundiendo a la población. Medios de comunicación que no son objetivos, que no buscan ni investigan la verdad, que callan intencionadamente, que se portan como lacayos de los poderosos porque les conviene alinearse con éstos por alguna conveniencia o por miedo. Tenemos que despertar, tomar conciencia de esta manipulación y engaño mediático que no nos deja llegar a la verdad, porque “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Tenemos que ser más racionales y dejar a un lado lo sentimental y lo emocional. Yo no estoy cuestionando a quien simpatice por uno u otro candidato. La realidad de las elecciones estadunidense es, sobre todo, una lucha entre poderes, más que entre partidos políticos y sus respectivos candidatos. A los globalistas les interesa eliminar al presidente actual para poner a su presidente títere. La institucionalidad que garantiza la democracia estadunidense está en juego. Esa es la lucha que están enfrentando los llamados patriotas y es lo que nosotros, desde nuestros países debemos de apoyar, porque si los resultados de estas elecciones en EE.UU. no emanan de una decisión institucional legal, este bastión de la democracia y del mundo libre, lo destruirán. Esperemos que la institucionalidad sea la que se imponga. Esta lucha no es sólo por Donald Trump, sino es por la preservación de las instituciones, las leyes de los Estados Unidos y el pueblo estadounidense para que no desconfíe de sus instituciones.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

El Covid-19 o Pandemia: La Excusa Perfecta para el Gran Reinicio

 

No podemos negar que esta llegada o aparición del virus covid-19 ha sido inesperada y sorpresiva y que, como decimos en el buen dominicano, nos agarró fuera de base. La crisis mundial, - económica, política, social, cultural -, que ha provocado el virus y en la que ha sumido a la humanidad no tiene parangón en la historia moderna. Estamos caminando o, más bien, nos está llevando esta crisis a vivir quisa la situación más difícil que jamás se ha visto en generaciones. Como en una ocasión ya he dicho: este virus llegó para quedarse y nos tendremos que ir adaptando y sorteando todo lo que nos pueda traer como sufrimiento debido a las secuelas que durante años viviremos, además de los cambios que experimentaremos de manera permanente porque, como ya se ha dicho, la vida nuestra no volverá a ser igual. Se habla por esto de la vida antes del covid-19 y la vida después del covid-19. Gran parte de la humanidad se pregunta ¿cuándo volveremos a la normalidad de nuestras vidas? Ya sabemos que la respuesta es “nunca”. De hecho, desde hace meses atrás se viene hablando de “nueva normalidad”, término este que no todos los analistas comparten y más bien dicen que, si hay una nueva normalidad, es porque nunca ha habido una normalidad; lo normal no es nuevo. También está la opinión de que este virus o, como otros prefieren llamarla “pandemia”, ha marcado un punto de inflexión en la trayectoria global; y otros incluso hablan de una profunda crisis de connotaciones bíblicas. Estas mismas consecuencias son de magnitudes monumentales que afectan la realidad medioambiental y la incrementación de la influencia de la tecnología en nuestras vidas.

  De los cambios muy marcados que esta presencia del covid-19 ha provocado tiene que ver cómo este estado de miedo y pánico en que se le ha sumido a la población, suspendiendo casi toda actividad y dejándose encerrar en sus casas, - como una especie de cárcel domiciliaria -, ciertamente no son buenos tiempos para la libertad. Recordemos que sin respeto a las libertades fundamentales no puede haber democracia. Con respecto al virus lo cierto es que, desde su aparición hasta el día de hoy, las cosas e información sobre el mismo no han fluido del todo claras. Siempre ha habido un manto de oscuridad, dudas y contradicciones que surge desde la misma autoridad sanitaria, - la Organización Mundial de la Salud y los gobiernos -, puesto que parece ser que las medidas que se han tomado van más en el plano político y no de una real y verdadera acción de cuidado de la salud pública. Parece ser que los gobernantes esperan y quieren que sus gobernados les crean o creamos sin más, sin cuestionar, sin preguntar, sumisos a sus órdenes y pareceres, no importándoles que estén llevando o conduciendo a sus países a la ruina económica, conculcando derechos humanos fundamentales en nombre de su sesgo ideológico. Podemos hablar sin más de un virus político y económico que puede ser tanto o más mortal que el biológico. No hay dudas de que, si no toda la humanidad, pero si gran parte de ella, están o estamos viendo cómo la vida que conocemos y vivimos se está desmoronando a una velocidad alarmante.

  Pues esta llegada del virus covid-19 o pandemia, nos está encaminando a lo que se ha denominado “El Gran Reinicio” (en inglés The Great Reset). Este concepto también es acuñado por el fundador del Foro Económico Mundial (FEM), conocido como el Foro de Davos, el economista Klaus Schwad. Digo “también”, porque este señor es el precursor de lo que ha llamado y promovido como “La Cuarta Revolución Industrial”, de la cual ya he hecho referencia en un artículo anterior. Este Gran Reinicio lo define el FEM como la cura, la respuesta, la solución a todas las consecuencias sociales, políticas y económicas derivadas de la pandemia. Por esto he titulado este artículo con esas palabras y también he argumentado por lo que ya más arriba he dicho. Pero sé que algunos de los que lean este artículo quizá no sepan o no tengan una idea de qué se trata esto del Reseteo o reinicio. Pues podemos decirlo de la siguiente manera. El gran Reinicio es como un guion, un gran proyecto, amparado en la excusa del covid-19, para hacer una reingeniería social a nivel global. Aquí juegan un papel fundamental los gigantes tecnológicos como China y los Estados Unidos, la Unión Europea y otras organizaciones mundiales, en donde resalta precisamente el FEM. Se está proponiendo una reestructuración del modelo económico del capitalismo que, - según sus detractores, ha sido un sistema de depredación -, guiado por la tecnología para así entonces ayudar a preservar el medio ambiente.  Hay que plantear una solución y parece ser que ésta es implantar el socialismo reinventado y el avance hacia un gobierno mundial.  En su libro “Covid-19: El Gran Reinicio”, el señor Schwad nos dice que este es un intento de identificar y arrojar luz sobre los cambios que se avecinan, y de contribuir modestamente a definir cómo podría ser su forma más deseable y sostenible. Y es que las pandemias han demostrado siempre ser agentes de cambios duraderos y a menudo radicales, provocando disturbios y enfrentamientos entre poblaciones y derrotas militares, pero también impulsando innovación, modificando fronteras nacionales y, a menudo, allanando el camino a las revoluciones. 

  Este gran reseteo mundial, que alientan estos grupos globalistas aprovechando la excusa del covid-19 o pandemia junto a las medidas de control exageradas, draconianas e inservibles que han aplicado los gobiernos, fueron resaltadas por la ex presidente de Chile y Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la señora Michelle Bachelet; ella destacó el antes y después que supone el covid-19 para la implementación de una “nueva era” basada en el principio masónico de la fraternidad, relacionándolo con la vacuna fijándose un objetivo: “Tenemos que vacunar a todos los seres humanos de la tierra”. El mismo Bill Gates, el principal financiador de las vacunas contra el covid-19, ya ha dicho que “no tenemos ninguna opción; la gente actúa como si tuviese una opción. La normalidad solo regresa cuando hemos vacunado en gran medida a toda la población mundial”. Pero ¿cuál es el interés, la obsesión, la insistencia de este señor con el tema de las vacunas? Por si alguien todavía no lo sabe, pues en una conferencia en Canadá en el 2015 dijo que la tierra está sobrepoblada y con las vacunas se buscará reducir la población mundial en un 15 %. No puedo negar la repulsa que siento cada vez que escucho a este señor hablando como todo un experto en lo que respecta a la ciencia médica, virología, epidemiología y vacunas, cuando ni siquiera se graduó en el área en la cual ha logrado amasar toda su fortuna. No hay dudas de que este ser humano odia a la raza humana. Pero sigamos con la señora Bachelet que dijo en la misma conferencia: “La pandemia del covid-19 nos ha demostrado que el modelo de sociedad existente construido sobre desigualdades generalizadas no es sostenible. No podemos volver al día cero, esa es una normalidad mala, que permitía un mundo tremendamente desigual… Necesitamos un nuevo contrato social por una nueva era… Para esto contamos con uno de los principios masónicos, la solidaridad, la fraternidad. Confío en que podamos unirnos y actuar como una sola humanidad. Porque esto es lo que somos... Cuando partió el covid-19 yo dije: Ojalá esta pandemia tenga el mismo efecto que la Segunda Guerra Mundial. El coronavirus tendría que servir para una afirmación de respuestas globales a problemas como el cambio climático o las migraciones. Tenemos que vacunar a todos los seres humanos de la tierra, porque mientras uno no esté a salvo, nadie va a estar a salvo. Y por eso estamos llamando a que la vacuna sea un bien público universal”. Es decir, que la vacuna sea obligatoria. El coronavirus no viene a cambiar nada, sino más bien a acelerar un proceso que ya estaba en marcha desde hace muchos años atrás. Su aparición lo que ha hecho es intensificar este proceso. La pandemia tiene la capacidad de desencadenar una crisis transformadora de proporciones anteriormente inimaginables.

  Según el pensador y analista político Miklos Lucas, este es el tiempo menos democrático que vivimos. Los estados no funcionan en base a los intereses de los ciudadanos, sino en base a los intereses de estos grupos y organismo supranacionales, todos de corte socialistas e izquierdistas. El poder político ha sido comprado, privatizado y prostituido por los metacapitalistas, por estos grandes filántropos que compran a los políticos, pero ellos mismos no participan en la política, ni hacen campaña política; ponen a sus lacayos o mecenas en el poder y desde ahí van imponiendo sus políticas al pueblo. Los Estados serán una especie de vigilantes que estén pendientes de que las órdenes emanadas de sus amos se cumplan al pie de la letra en sus territorios.

  No hay dudas de que este virus traerá o provocará unos cambios trascendentales para la humanidad, aunque en estos momentos no los podamos dilucidar del todo. Estos cambios traerán un nuevo mundo, un nuevo orden mundial, y la presencia del covid-19 con sus “milagrosas vacunas” son la gran panacea buscada y elegida para lograr este gran reseteo mundial y lograr una mayor solidaridad y ser más igualitarios.

 

 

martes, 8 de diciembre de 2020

Hacia la Cuarta Revolución Industrial

 

  Entre los diferentes significados de la palabra “revolución”, nos encontramos con el que hace referencia a un cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad; también se entiende como el cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad. Por otro lado, existen o se habla de diferentes tipos de revolución: política, cultural, social, económica, científica, tecnológica, etc. Pero quizá la que más esté o haya llamado la atención es la llamada revolución industrial. Hay autores que identifican o afirman que el mundo ha transitado por tres revoluciones industriales y que se encamina a la cuarta. Estas revoluciones, cuando han aparecido en el escenario del mundo, han provocado cada una de ellas cambios con mucha rapidez y esto ha contribuido a la transformación de la sociedad a mucha velocidad. Pues en esta cuarta revolución industrial hay una convergencia de distintas tecnologías, como físicas, digitales y biológicas; tienen muchas implicaciones y son realidades que estamos viviendo en el presente. Una de esas implicaciones es la vida altamente digitalizada que muchas personas están ya viviendo. Es la pérdida de la privacidad para darle paso a la publicidad de sus vidas a través de las redes sociales, la geolocalización, sus momentos más personales y sus amistades es de dominio público, así como sus datos biométricos. Es la mentalidad de querer o creer que compartiendo sus datos podrían mejorar sus relaciones y gustos, descubrir y elegir nuevos servicios y, una idea que está muy implantada en sus mentes es que, estos datos no serán utilizado con malas intenciones, sino más bien con respecto.

  Las revoluciones tienen todas sus elementos traumáticos o siempre son difíciles de asimilar, digerir y aceptar. La llegada y desarrollo de esta cuarta revolución traerá sus situaciones, como lo puede ser el que se generen nuevos empleos para aquellos que posean las capacidades y la formación adecuadas; pero, por otro lado, dejará en el atraso a todos aquellos que no puedan cumplir con estas exigencias, ¿y no son la mayoría? Esto ciertamente va a implicar un gran esfuerzo para los gobiernos de los países y las empresas, que tendrán que enfocarse en formar y preparar a la gente en la fuerza laboral del futuro. Tenemos el caso, por ejemplo, de la tecnología que avanza más rápido que el sentido moral y ético. La tecnología es muy útil, pero tiene que avanzar a la par con el sentido moral. La tecnología no puede decirnos qué decisiones tomar como seres humanos. La cuarta revolución nos encamina a un mundo nuevo, a un mundo más eficiente en el uso de la energía y las empresas tienen un papel fundamental en la construcción de este nuevo mundo.

  Lo más característico e intenso de esta llamada cuarta revolución industrial es lo que tiene que ver con la revolución tecnológica como medio para transformar la humanidad. Hoy ya es muy común y se viene asumiendo como parte de la vida cotidiana, esto gracias a la presencia de esta llamada pandemia del covid-19, se ha establecido el trabajo digital o también llamado teletrabajo. Pero también se está practicando en lo referente a la educación, llamada teleeducación. Estas formas de ejercer las diferentes actividades del ser humano están cambiando la forma y hábitos de este, y también están cambiando la forma de relacionarnos. Hoy en día, debido a la misma causa de la pandemia, ha aumentado el uso de las aplicaciones de reuniones virtuales. En la actualidad se pude estar o tener una reunión con un sin número de personas conectadas a través del celular o la computadora desde diferentes lugares del país y del planeta. O sea, la virtualidad o tele realidad llegó para quedarse. Se están dando cambios profundos en la manera de cómo en las industrias se están llevando a cabo los diferentes modelos de negocios; lo mismo está sucediendo en el terreno social en la manera de cómo nos estamos relacionando, entreteniendo y expresándonos. Los diferentes estamentos de los gobiernos se están reinventando, entre estos la educación y la salud entre otras: “Debemos tener una visión integral y compartida en el plano mundial de cómo la tecnología está cambiando nuestras vidas y las de las generaciones futuras, y de cómo está cambiando el panorama del contexto económico, cultural, y humano en el cual vivimos” (Klaus Schwab y La Cuarta Revolución Industrial).

  Pues este señor Klaus, - que es el fundador del Foro Económico Mundial, conocido también como el Foro de Davos -, es el precursor de esta cuarta revolución industrial y viene trabajando en ello a marcha acelerada. Según él, ha proporcionado una especie de manual para llevar a cabo esta revolución: lo que es, lo que traerá, cómo nos afectará y qué se puede hacer con el fin de aprovecharla para el bien común. Según él, esta cuarta revolución es para fortalecer el bien común, pero habría que ver si ese fin es posible por medio de esta: ¿Se puede hablar de beneficio para el bien común cuando se aboga por establecer el nuevo paradigma de relacionarse entre las personas por medio de la virtualidad, de la tecnología, de la pantalla, donde es fácil ocultar las expresiones? ¿Sirve al bien común el quedarse en la casa, en una especie de encierro domiciliario, para realizar todo tipo de trabajo en desmedro de fortalecer las relaciones humanas y presenciales? ¿Dónde quedan nuestras libertades individuales? ¿Tendremos libertad para pensar? ¿Dónde queda la propiedad privada? ¿Sirve al bien común pasar a la teleeducación y abandonar las relaciones humanas entre los estudiantes y profesores? O sea, ¿Qué tipo de seres humanos es al que en realidad se quiere llegar? ¿Al autómata? ¿Que todo lo hagamos por medio de la tecnología, por el internet, las redes sociales? ¿Ese es el bien común que este señor Klaus y sus compartes, - George Soros, Bill Gates, los grandes bancos del mundo y la industria farmacéutica -, quieren llevar a la humanidad a partir de la próxima década? Porque todo esto está programado por este grupo de la élite financiera global. Existe una agenda global para ir implementando e imponiendo esta revolución al 2030, y consta de los siguientes pasos: 1) no tendrás nada y serás feliz; 2) lo que desees lo alquilarás y te lo entregarán con un dron; 3) los EEUU no será la potencia que dirigirá el mundo, sino que un grupo de países lo gobernará; 4) no morirás esperando que alguien done un órgano porque no habrán trasplantes, sino que se crearán nuevos órganos; 5) comerás menos carne y sí muchos vegetales porque hay que cuidar el medio ambiente y nuestra salud; 6) más de mil millones de personas serán desplazados por el cambio climático y habrá que integrar a los refugiados; 7) los contaminadores tendrán que pagar por emitir dióxido de carbono; 8) posiblemente podríamos viajar al planeta rojo, a Marte y, 9) los valores occidentales serán sometidos a prueba hasta el punto de quebrarse. Esto es todo un plan diseñado por un grupo de poder internacional. No es algo que se piensa que puede llegar en unos cien o doscientos años. Esta revolución está ya planeada desde hace tiempo. Hay que tener en cuenta que la implementación de esta agenda global ha tenido un retraso de unos cuatro años, los cuatro años de la administración presidencial Trump de los Estados Unidos.

  Según el señor Klaus, aprovechar la revolución tecnológica nos dará la oportunidad de examinarnos a nosotros mismos, nos ayuda a analizar los modelos sociales y así tener oportunidades para dar forma a la revolución de una manera que mejore el mundo. Al mismo tiempo, este señor aprovecha la aparición del virus como una causa adecuada para reiniciar un nuevo diseño del mundo. Todo esto no es al azar. Esto ya estaba planeado, y el plan, o ya empezó a ejecutarse o está por empezar a ejecutarse. Un elemento importante para continuar o dar inicio al mismo, tiene que ver con las conclusiones que arrojen el proceso electoral de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, que aún están en discusión en los tribunales judiciales estatales, la Suprema Corte de la nación y si no se resuelven en dichos tribunales, pues habrá que esperar lo que decidan ambas cámaras legislativas por mandato de la Constitución.

 

viernes, 4 de diciembre de 2020

El virus: la excusa perfecta

 

  En el libro del profeta Jeremías leemos: “He desamparado mi casa, he desechado mi heredad; he entregado el objeto de mi amor en manos de sus enemigos… Muchos pastores han destruido mi viña; han pisoteado mi heredad; han convertido mi deliciosa posesión en desierto desolado” (12, 7.10).

  Hay un dicho popular que reza así: “Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal”. Pues parafraseando este dicho popular con la situación actual que estamos viviendo con el tema del virus, tenemos que decir: “Con la excusa del virus, lo estamos justificando todo”. Y es que con este asunto del virus del covid19, desde que hizo su aparición al inicio de este año y ya a principios del mes de marzo, cuando los gobiernos a una sola señal de salida tomaron la decisión, - por recomendación del ese gran ministerio mundial de la salud llamado OMS -, de confinar a la población de sus países con medidas restrictivas, - algunas de ellas draconianas -, como el toque de queda, el uso de mascarillas, el distanciamiento social, el cierre de casi todo el aparato productivo nacional, las restricciones en el transporte público, y otras más; no podemos negar que todo esto ha contribuido para que la vida cotidiana fuera y quedara de manera alterada casi en su totalidad. Todo lo que se ha venido haciendo y aplicando, según los mismos organismos oficiales, es para proteger la salud pública. Pero hay que preguntarnos si en verdad ha sido así, porque lo cierto es que otras enfermedades se han disparado y de eso casi no se habla. Parece ser más bien que las medidas han ido más en un sentido político y no en una real y verdadera función de cuidado de la salud pública. Es verdad que las autoridades han tenido que improvisar muchas veces porque este virus apareció de repente; por otro lado, la población en general tampoco ha asumido una actitud de conciencia profunda ante esta realidad, y lo que hemos tenido que ir aprendiendo y poniendo en práctica son las medidas, consejos y cuidados que, con el paso del tiempo se nos han ido transmitiendo. Ya sabemos de los efectos que estas medidas vienen provocando en nuestra sociedad y muchos de sus efectos psicológicos que han y están provocando en gran parte de la población a nivel general. Pero lo que yo quiero enfocarme en esta ocasión es en lo que tiene que ver con los efectos negativos que estas medidas preventivas están ocasionando en lo referente a la práctica religiosa de nuestros fieles y cómo están algunas diócesis de otros países enfrentando las mismas.

  Quiero empezar mencionado el caso de Bélgica. El gobierno de este país, tras emitir un decreto ministerial en noviembre pasado, ha ordenado el cierre de los templos hasta el día 15 de enero del 2021; esto implica que las fiestas litúrgicas de la navidad los fieles las tendrán que celebrar desde sus casas. Se aduce que es como medida preventiva debido al rebrote del virus que se está presentando en ese país. Por su parte, los obispos han entrado en un diálogo con las autoridades civiles para lograr un cambio en estas medidas. Un segundo ejemplo lo tenemos en Francia que, en el mes de noviembre, el gobierno ya había ordenado también el cierre de los templos y el Consejo de Estado francés ordenó al presidente Enmanuel Macrón eliminar las restricciones desproporcionadas al culto público que sólo permitían un máximo de 30 personas por celebración sin importar el tamaño del templo ya que esta medida violaba el derecho a la libertad de culto. Un tercer ejemplo lo tenemos en el estado de Nueva York, donde el gobernador demócrata Andrew Cuomo ordenó el cierre de todos los templos y lugares de culto. Pero vino una sentencia de la Corte Suprema de la Nación donde le ordenó al gobernador reabrir sin restricciones estos lugares ya que, según la jueza Barret, estas restricciones violaban la cláusula de libre ejercicio de la Primera Enmienda porque esas medidas trataban con más dureza a las iglesias que las instalaciones seculares comparables. Un cuarto caso lo tenemos en la Arquidiócesis de Toronto-Canadá. Aquí el gobierno dejó a las autoridades eclesiásticas decidir la afluencia de los fieles poniendo en práctica los protocolos establecidos para contrarrestar el virus. Lo que llama la atención en este caso es que ha sido el mismo obispo de la Arquidiócesis, Thomas Collins, que ha mandado a cerrar los templos o en su defecto sólo admitir un máximo de diez personas en las celebraciones incluidos los sacerdotes; se manda que los sacerdotes celebren una misa privada todos los días por intención del pueblo. Este obispo advirtió a sus sacerdotes que los suspendería si no cumplen con los protocolos de prevención, así como cerrar los templos; incluyen no dar la sagrada comunión en la lengua, distribuir la comunión en la misa a seis pies de distancia, con mascarillas y poner la hostia consagrada de manera vertical en el copón y otras medidas más. En una ocasión, este obispo interpeló a un sacerdote con palabras nada adecuadas de un pastor, que debe de ser como un padre para con su hijo sacerdote. Es decir, ya tuvimos el impedimento de celebrar la Pascua de Resurrección y ahora también se está impidiendo celebrar la liturgia de la Navidad, no por orden del gobierno civil, sino por mandato del obispo, y con la excusa de evitar posibles contagios del virus donde se sabe que no hay evidencia de que el culto católico sea causa de dichos contagios.

  ¿A dónde voy al mencionar estos ejemplos tristes que están viviendo muchos de nuestros hermanos en la práctica de su fe? Pues que lo más triste de esto es que muchas de estas restricciones no las están aplicando tanto los gobiernos civiles, como sí la misma autoridad eclesiástica. Bajo la excusa o sombrilla del cuidado de los fieles para que no se contagien, asumen una actitud, muchos de ellos, como de querer congraciarse con los poderes políticos en desmedro de la práctica religiosa de los fieles, de los hijos de Dios. Es lo contrario a lo que nos dice el Señor en su palabra por medio del apóstol Pedro: “Hay que obedecer primero a Dios antes que a los hombres”. Pero estos pastores hacen lo contrario. Parece que buscan agradar y los aplausos de los demás y no agradar a Dios. Para estos pastores parece que se trata de quedar bien con el mundo y no con Dios. Parece que se les ha olvidado que se trata de anunciar el evangelio de Cristo. El cardenal Carlo María Martini, en su libro Las Tinieblas y La luz, nos dice sobre el comportamiento de los sacerdotes del tiempo de Jesús: “Se comportan como personas incapaces de interrogar, que ni siquiera quieren indagar a fondo y han decidido ya la condena, pero se esfuerzan por salvar las apariencias y observar las reglas legales, en especial las relativas a su pureza. Son creyentes, quieren ser practicantes rigurosos, pero en realidad no poseen una percepción auténtica del misterio de Dios, representan la cerrazón a la verdad y la religiosidad hipócrita”. ¿Cuántas veces somos también los pastores hipócritas? Deben de retumbar en nuestros oídos y en nuestro corazón aquellas palabras del Señor cuando preguntó a Pedro: “Pedro, ¿me amas?” Y su respuesta fue: “Señor, tú lo sabes todo. Tú Sabes que te amo”. ¿Somos nosotros, los pastores, capaces de responder con las mismas palabras del apóstol? ¿En verdad le amamos?

  No permitamos que nos impidan que celebremos nuestra fe en Cristo. Nuestros templos, gracias a Dios, no han sido foco de contagios del virus porque se ha estado llevando a cabo con diligencia la aplicación de los protocolos. Somos conscientes de la existencia del virus, pero esto tampoco nos debe de llevar a que nos impidan la práctica de nuestra fe, que no nos cierren nuestros templos mientras otros lugares y espacios públicos si están abiertos. Demos gracias a Dios porque en nuestro país no estamos viviendo esas restricciones e imposiciones que rayan en lo dictatorial y de persecución religiosa; aunque hay sacerdotes que se han acomodado a la virtualidad y hay otros que ni quieren asistir sacramentalmente a los fieles, con la excusa de prevenir contagios del virus. Así que no debemos descuidarnos para que no nos veamos en una situación parecida y no tengamos que aplicarnos el conocido refrán que dice “nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

¿Cómo queremos vivir el adviento?

 

Quiero iniciar este artículo citando unas palabras de la madre santa Teresa de Calcuta: “Ni siquiera Dios puede hacer nada por quien no le deja sitio. Hay que vaciarse completamente de uno mismo para dejarle entrar y hacer lo que quiera”. Estas palabras de esta santa parafrasean las palabras de Jesús en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta tocando. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en él y cenaré con él, y él conmigo” (3,20).

  Sabemos que este tiempo de adviento y navidad será una experiencia de vida diferente a lo que estamos acostumbrados, y esto debido al tema del virus y sus consecuencias, tanto para la salud física como para la salud espiritual. Cuando miramos nuestra vida y nuestro entorno, la realidad del mundo en que vivimos, nos encontramos con situaciones nada motivantes y de desesperanza. La vida personal con sus problemas de salud, trabajo, problemas familiares, discordias, desengaños con los amigos, traiciones, proyectos frustrados y tronchados; el hambre, las injusticias, los poderosos que quieren dominar el mundo, las leyes injustas que imponen los poderosos a los más débiles, etc. ¿Dónde está o cómo encontrar esperanza? De hecho, este ha sido un año que ha tenido varias calificaciones, casi todas negativas. Un gran porcentaje de personas están anhelantes y deseosos de que ya termine para así dar la bienvenida al nuevo año y, como se dice popularmente, iniciar con el pie derecho. Pero al mismo tiempo se cierne una gran perspectiva e interrogante sobre cómo llegará el próximo año. Y parece ser que los augurios no son del todo halagüeños. Pero tenemos que esperar a que llegue para caminar y ya veremos qué situaciones tendremos que enfrentar.   Así entonces, lo que debemos de pensar, reflexionar y meditar como creyentes en Dios es: ¿Cómo queremos vivir este tiempo del adviento y la navidad? ¿Qué oportunidades tenemos, vemos o descubrimos en este tiempo litúrgico que nos motiven a vivir con fe, con esperanza, con amor y vida, un nuevo encuentro con nuestro señor Jesucristo?

  El papa Benedicto XVI, en la encíclica “Dios es amor”, dijo: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva”. ¿Qué es lo decisivo para nuestra fe? Pues el encuentro con Cristo. La oración colecta de la misa del primer domingo de adviento dice: “Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el adviento, el deseo de salir al encuentro con Cristo, acompañados por las buenas obras”. Y esas buenas obras son los dones y talentos que el Señor nos ha dado para que los pongamos a producir en el trabajo de la evangelización. Este tiempo de adviento nos tiene que servir para lograr este objetivo ya que hemos sido invitados a celebrar el misterio de la Encarnación, siendo al mismo tiempo, ocasión de reencuentro con Cristo a través de su Palabra y la atención a los acontecimientos que son leídos con ojos de fe (los signos de los tiempos).

  El adviento es tiempo de preparación y esperanza; el avivamiento de la esperanza cristiana en las promesas del Señor, que se nutre del encuentro con el acontecimiento de la Palabra que es proclamada. Fijémonos cual es la pregunta que estoy planteando: no estoy planteando el “¿qué?”, sino el “¿cómo?” Hay quienes ya están afirmando que, si no se toman las medidas necesarias para ayudar a detener los contagios y las hospitalizaciones por el virus, tendremos unas navidades muy tristes. Pero yo pregunto: ¿La alegría, el gozo que nos da el poder celebrar nuestra preparación a la navidad, depende de esos factores? ¿No depende de la gracia de Dios? Entonces, ¿dónde quedan las palabras del Señor Jesús “Les daré un gozo y una alegría que nadie se las podrá quitar”? ¿De qué estamos haciendo depender nuestra paz, nuestra felicidad, nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestro amor, si fue el mismo señor Jesucristo que nos dijo: “Les doy la paz no como la da el mundo…?” ¿Y cómo es esta paz, gozo, alegría que nos da el Señor? Pues son un don, un regalo. Pero, si lo doy es porque lo tengo, ya que nadie da lo que no tiene. ¿Qué queremos regalarnos en este adviento y en esta navidad? ¿Y qué queremos, por lo tanto, regalarle a los demás? ¿Solo cosas materiales? O más bien, ¿amor, vida, esperanza, alegría, gozo? Recordemos que el Señor nos dijo: “Si ustedes, que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos; ¿cuánto más dará su Padre celestial el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?” (Lc 11,13). Y es que para el evangelista san Lucas, todos los bienes espirituales se resumen en uno, en el gran don de Dios para nosotros: el Espíritu Santo.

  Claro que los regalos son bonitos, cada uno de ellos cuenta, tiene su valor. Pero recordemos que el sentido profundo del adviento y, sobre todo el de la navidad es, como nos lo dice san Lucas en su evangelio: “Dios nos ha visitado, nos ha redimido y nos ha dado la salvación”. Este es el verdadero regalo al cual nos preparamos en este adviento y celebrarlo en la próxima navidad. Es el señor, el salvador, el Hijo de Dios, que es la luz que nos ilumina y guía en nuestro caminar, que propicia nuestra alegría, que nos perdona, que se solidariza con nosotros y nos colma de su amor en medio de las tinieblas, de las angustias, de las tristezas, de las ansiedades, de los desánimos, de las frustraciones, del miedo, de la derrota.

  Al esforzarnos para poner en práctica todo lo anterior, llegaremos así entonces a la fiesta de la navidad, que se caracteriza por la renovación del encuentro con Dios, hecho hombre, como una celebración litúrgica o ceremonias de encuentros. Esta fiesta de la navidad nos dispone interiormente a una renovación que nos prepara para celebrar este gran misterio. Por eso, el adviento es una preparación interior que nos pone de frente a nuestros pecados y debilidades, como pueden ser, por ejemplo: la concupiscencia de la carne: que no hay que entenderla solamente como la tendencia desordenada de los sentidos en general, sino como también a la comodidad, a la falta de vibración, que empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino en apariencia más corto, aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios; la concupiscencia de los ojos: es una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar. Los ojos del alma se embotan. La razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios; y el orgullo de la vida… y así ser dignos de la misericordia divina y pasar al banquete del Señor.

  Toda la existencia del hombre es una constante preparación para ver al Señor, que cada vez está más cerca. Por eso la Iglesia, en adviento nos ayuda a pedir de una manera especial: Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.

“Fuego al clero”

 

  Martin Luther King dijo: “Tendremos que arrepentirnos no tanto de las acciones de la gente perversa, sino de los pasmosos silencios de la gente buena.”

  Hace unos días fue publicada en algunos portales católicos la notica sobre un hashtag o etiqueta en la red social Twitter de España “#fuegoalclero”, en donde se incitaba a emitir comentarios y mensajes de odio y crimen contra los sacerdotes católicos. Esto también suscitó en un gran porcentaje de fieles católicos su total rechazo y reclamo a la red social y a su representante en España porque se adujo que esto era discriminatorio, intolerancia y que está tipificado en las leyes españolas como delito de odio. Una sociedad civilizada y democrática no puede convivir, pasivamente, con este tipo de conductas. Los delitos de odio no siempre han sido calificados como delitos desde su origen; se tuvo que esperar a que aparecieran los Derechos Humanos en su ordenamiento jurídico internacional para poder entonces señalar el odio contra el diferente como causa singular que origina o motiva el delito.

  En el caso de España, como fue en ese país que se originó la noticia, la tipificación del delito de odio se consignó en el artículo 510 del Código Penal introducido en la última reforma de la ley orgánica 1/2015, y que proporcionó una nueva definición al delito de incitación al odio y a la violencia. Estableciendo penas de hasta 4 años de prisión para quienes fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, a la hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad. También se establece la misma pena para aquellos que distribuyan, difundan o vendan escritos o cualquiera otra clase de material o soportes que por su contenido sean idóneos para fomentar, promover, o incitar directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia. Así, en cuanto a la “Reacción Institucional ante los Delitos de Odio”: a través de la representación institucional que la misma ejerce en los Estados democráticos debe hacerse por la doble vía de castigar al autor de estos hechos y de proteger a la víctima de estos. Se castigará con penas privativas de la libertad comportamientos tales como: el fomento o la incitación al odio y a la hostilidad contra grupos de personas por su pertenencia a una determinada religión, etnia, origen, sexo, enfermedad u orientación sexual.

  Todo lo dicho anteriormente, me lleva a la siguiente reflexión. Vivimos unos tiempos, en una civilización que una de sus características muy marcadas es el odio, la destrucción del hombre, en donde también se vive el atropello de la fe, el ataque a los valores culturales, principios y fundamentos de la humanidad; así como pisotear y atacar las libertades y la misma dignidad del hombre. Hoy en día se habla de la transformación del hombre, pero lo que se está provocando es más bien su destrucción. Tenemos los regímenes totalitarios, absolutistas y dictatoriales que han y están contribuyendo para esto. Tenemos el ejemplo del avance idolátrico de la libertad total y absoluta, con su lema “mientras más libres, más verdaderos seremos”, y éstas potenciadas al máximo con la ideología de género y el transhumanismo. Todo esto y otras cosas más van en contra de la sacralidad y el respeto a la dignidad humana. La escritora francesa Chantal Delsol, en su libro Odio al Mundo, dijo: “Emplear el sarcasmo y destruir la reputación, la autoestima y el alma, puede resultar más grave y más cruel que utilizar una violencia desnuda, ya que muchas veces las cicatrices del cuerpo dejan una señal menos profunda que las cicatrices del alma”. Los sacerdotes, como ministros de la Iglesia de Cristo, defendemos un humanismo auténtico, defensa segura del hombre y su dignidad. Entonces, ¿por qué se incita al odio de esta manera contra los sacerdotes católicos y no hay consecuencias legales, cuando estas acciones, como ya hemos dicho más arriba, están tipificadas como delitos de odio? ¿Por qué se permite o se hacen de la vista gorda ante estas acciones que fomenta la discriminación y el odio a estos grupos? ¿Es esto un acto de libertad de expresión? ¿Por qué esta red social, Twitter, no censura no elimina este tipo de acciones y otros sí los censura? ¿Doble moral? ¿Doble racero? ¿Se actúa igual cuando es contra otros grupos religiosos y minoritarios, por ejemplo, que la etiqueta dijera fuegoAlIslam? ¿fuegoAlosjudíos? ¿fuegoalasmezquitas? ¿FuegoAlosgays? ¿Lo hubiera eliminado la red social y las autoridades policiales y judiciales se hubieran quedado pasivas? ¿Esto es tolerancia? ¿Esto es democracia?

  La Iglesia de Cristo sufre, porque el mundo moderno ha renegado de Dios. El mundo está sumido en una crisis contemporánea; camina hacia su suicidio. El mundo no ha entendido que la misión de la Iglesia y sus sacerdotes es la proclamación, anuncio y predicación del amor, no de la dominación. El amor está ahí para servir, para morir y para que los hombres tengan vida abundante. La Iglesia y sus sacerdotes permanecemos en el camino de la cruz ya que, si lo abandonamos, nos perdemos. Al hombre moderno le da igual vivir en un mundo dominado por el mal, la violencia, la corrupción, la relajación de las costumbres, la perversión, la irreligión, la manipulación, el engaño, el desprecio de Dios. ¿Sobrevivirá la democracia, la tolerancia, el respeto en un mundo en el que las sociedades y sus instituciones permiten sin más estas acciones discriminatorias y vejatorias?

  Pero lo cierto es que estas acciones no nos van a amedrentar, porque el sacerdote tiene la misión de velar, de vigilar. De estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debemos mantener despierto al mundo para Dios. Debemos estar de pie frente a las corrientes del tiempo; de pie en la verdad y en el compromiso por el bien. Si tenemos que refugiarnos en las catacumbas, lo haremos. Pero no nos van a vencer; tenemos más de dos mil años caminando y siempre han querido eliminarnos. Pero recuerden que el Señor dijo: “El que a ustedes los recibe, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado. El que a ustedes no recibe, no me recibe a mí ni recibe al que me ha enviado; el que a ustedes escucha, a mí me escucha y escucha al que me ha enviado; y el que no los escucha, a mí no me escucha ni escucha al que me ha enviado”. Perseguir a los cristianos, es perseguir al mismo Cristo. Y, sobre todo, Cristo venció al mundo y a la muerte. Y por nuestro testimonio de fe, salvaremos nuestras almas.