martes, 16 de abril de 2019

“Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? (Lc 18,8)


Hoy, martes santo, nosotros los católicos nos encontramos llorando de la tristeza y pesar el que ha provocado enterarnos de que, uno de los templos más emblemáticos de nuestra cristiandad católica, la Catedral de Notre Dame en Paris, fue objeto de un incendio que, si no destruyó por completo este templo, si hizo un gran y terrible daño a su estructura que tomará un largo tiempo su completa restauración.

  Este desastroso siniestro, tenemos que verlo o comentarlo desde una postura lo más objetivamente posible. A causa de esto, no han dejado de salir a la palestra pública, sobretodo de las redes sociales, los comentarios desagradables, juiciosos, cristianófobos, catolifóbicos, burlescos, y todo lo que se le quiera añadir. Se ha aprovechado este siniestro para que grupos y personas en particular, sobre todo anti católicos, manifiesten su odio, su intolerancia, que no es más que fruto de su misma ignorancia ante este lamentable acontecimiento. Lo cierto es que, si una persona es atea, agnóstica, gnóstico, creyente no católico o creyente de otra religión; no puede negar el valor histórico, artístico y cultural que tiene esta joya de la arquitectura para la humanidad. Yo no me imagino ni caería en la ignorancia o estupidez de desear que las pirámides de Egipto, el Taj Majal de la India, la imagen de Buda, etc…, sean destruidos por cualquier evento, y que eso me provoque alegría y burla. Soy consciente del valor histórico, arquitectónico y cultural de los mismos para la humanidad. Además, si tuviera la oportunidad de visitar esos lugares sagrados y especiales para tanta gente, lo haría sin pensarlo dos veces, ya que provocaría en mi interior una satisfacción inenarrable poder contemplar su majestuosidad e historicidad.

  Pero vamos al comentario. Aclaro que esto es solo un comentario; no pretendo abarcar todas las circunstancias para ello. El mismo puede y debe ser enriquecido con otras opiniones. De lo que se trata es de aportar; no de condenar ni burlarse ni alegrarse ni de manifestar el odio por la religión ni el catolicismo. Lo primero que hay que decir es que en Francia desde hace mucho tiempo, -sobre todo desde la Revolución Francesa con su trípode de fraternidad, igualdad y libertad-, viene siendo sometida a un proceso de secularización y un mal entendimiento de una laicización que está afectando en su mayoría a la cristiandad, sobretodo la fe católica. Ahí están las situaciones, los hechos trágicos que dejó la Revolución Francesa. Francia se ha convertido en el bastión del secularismo y laicismo europeo, y desde ahí viene propagándose a todo el continente. Desde hace unos años atrás se ha venido recrudeciendo la persecución e intolerancia religiosa cristiana católica de muchas maneras. En Paris se vienen quemando, destruyendo y profanando templos, imágenes, monumentos católicos por estos grupos radicales marxistas izquierdistas, intolerantes, (remito al medio informativo INFOBAE, en su artículo titulado “Una serie de ataques a Iglesias en Francia siembra dudas sobre el incendio de Notre Dame: ¿fue provocado o accidental?”). La misma catedral de Notre Dame fue objeto de un atacante radical islamita del ISIS que en el 2018 intentó entrar a la misma con un bulto de explosivos para detonarlos en su interior, hirió a uno de los policías que cuidan la catedral, pero fue detenido.  Francia fue uno de los bastiones del cristianismo católico. Sin embargo, hoy en día viene sufriendo, -causa de la laicización y secularización-, un proceso de  descristianización. Esto es fruto también del tema de la migración, sobre todo islámica, que viene asumiendo desde hace tiempo y que tiene su contribución al mismo fenómeno. Se sabe que las mujeres musulmanas tiene entre seis y ocho hijos, mientras que las cristianas solo uno o dos y, en muchos de los casos, ninguno.

  Por otro lado, cuando se dan estos acontecimientos o casos desastrosos, siempre surgen aquellos que se creen expertos en la materia a dar sus opiniones como algo verdadero. Me refiero a que, ninguno de nosotros estuvimos ni estamos en el lugar para saber a ciencia cierta la (s) causa (s) del siniestro. Se han oído que ese incendio pudo haber sido provocado o accidental. La catedral ha sido sometida a un proceso de restauración desde hace un par de años y los informes preliminares que se tienen de los encargados es que, pudo haber sido causa de un accidente en algún tramo que se está usando para la misma; hay otros que dicen que puede haber indicios de que fuera provocado, etc. Lo cierto es que no se sabe la causa o causas; habrá que esperar los resultados de la investigación, que tomará su tiempo largo. Ciertamente que las autoridades tendrán que dar una respuesta que sea convincente.

  En la catedral se guardan algunas reliquias de la cristiandad, como es la corona de espinas de nuestro Señor Jesucristo, uno de los clavos de su crucifixión, un trozo de la cruz, etc. Son reliquias de gran importancia, no sólo y nada más de valor histórico, sino sobre todo de valor religioso y de fe. Según el rector de la catedral, ha dicho que la corona de espinas de nuestro Señor Jesucristo y la túnica de san Luis, rey de Francia, están intactas, así como el trozo de madera de la cruz. El párroco de la catedral ha dicho que se salvaron los sacramentales. Habrá que esperar el reporte final de los daños y de lo que no fue afectado.

  Por otro lado, el presidente Macron ha dicho que se encargarán de restaurar la catedral junto a los demás franceses. Yo en lo personal no estoy muy convencido de que así vaya a ser, puesto que me parece un discurso que es más bien de “pose”. La masonería es la que domina en en Francia, y se sabe que el presidente pertenece a ella. Otro factor es que el costo que se lleva su restauración ciertamente es muy elevado y no creo que el gobierno haga esa inversión. Tendrán que venir inversiones de fuera, de otras instituciones y personas físicas (A propósito de esto, ya se ha publicado que el esposo de una famosa actriz mexicana, ha ofrecido la donación de cien millones de euros para la restauración de la catedral; así como la familia del multimillonario francés Bernard Arnault, que donara 200 millones de euros, y otras más que se están anunciando).

  Este desastroso siniestro ha provocado y llevado a muchos parisinos a una manifestación de fe, publicitados por las redes sociales, con el rezo del santo rosario y otras oraciones. Ha sido un hecho que, entre lo malo, ha despertado el fervor religioso de muchos católicos. El catolicismo en Francia viene sufriendo una debacle profunda, en la que muchos católicos ya no practican la fe; otros no les interesa practicar ni escuchar la doctrina católica; otros son indiferentes y llevan una práctica religiosa y católica a su manera y licenciosa, etc. ¿Se puede interpretar este siniestro de la Catedral de Notre Dame como una señal de lo mal que están los cristianaos católicos o el catolicismo en Francia y en Europa? Cristo prometió que su Iglesia no iba a ser derrumbada por ningún poder. Pero esa promesa ciertamente no se refería a los templos ni a ningún grupo cristiano en particular ni comunidad religiosa; sino a su pueblo santo, su cuerpo místico. Una cosa es el templo, el edificio; pero otra es su pueblo santo, su cuerpo místico, del cual Él es la cabeza. ¿Será este siniestro una señal de que hay que restaurar, reforzar, profundizar la fe y volver a ser luz en medio de tanta oscuridad? En tiempo de Jesús, los judíos se admiraban de la majestuosidad del templo y sus exvotos, y sin embargo de ello no quedo nada más que un muro; de esta catedral majestuosa, impresionante, casi destrozada por el fuego, ¿qué nos queda? No quiero que se entienda el que no valore en su justa dimensión lo que significa para nuestra fe este Catedral. Soy muy consciente de ello, y me uno a la expresión del Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el Cardenal Ravasi, que dijo: “Las grandes Catedrales son cuerpos vivientes”.

  Creo que es el momento de hacer una mirada retrospectiva e interna a nuestra fe y práctica religiosa. Nuestra fe tiene que seguir creciendo y fortaleciéndose día a día. El fuego que debe de arder en nuestros corazones es el del Espíritu Santo, y llevarlo a que ilumine nuestra sociedad alejada cada vez más de Cristo. La Iglesia de Cristo no arde en el infierno; tiene que arder en este mundo para que el mudo encuentre la luz que le guía a cumplir la voluntad de Dios. Nuestro Señor Jesucristo espera a su regreso encontrar fe en sus seguidores. Él ha rogado y sigue rogando por nosotros para que nuestra fe no desfallezca, y así podamos confirmar a los demás hermanos en ella.



Bendiciones.

martes, 9 de abril de 2019

Concluyó el Encuentro de los obispos en el Vaticano: ¿Ahora qué?


En los días del 21 al 24 de febrero pasado, el Papa Francisco convocó a la ciudad del Vaticano a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo para lo que se llamó “Encuentro sobre protección de menores”; pero que otros llamaron el pequeño “Sínodo de obispos sobre los abusos de menores por parte de sacerdotes”. También es bueno señalar que en el mismo hubo la participación de laicos, religiosos y religiosas que, desde su profesión y apostolado compartieron su visión de este problema dando luz y cómo luchar juntos ante este flagelo moral. Creemos que no importa tanto el nombre con el que se quiera identificar esta convocatoria del Papa, sino más bien lo que importa fue el tema tratado sobre esta “lacra o cáncer” que está haciendo mucho daño y destrozando interiormente vidas de personas y también a la familia de Cristo, su Iglesia.

  Han sido muchos los comentarios que esta reunión del Papa con los obispos concitó desde su convocatoria, desarrollo y resultado. Creemos que tendremos que ver la misma lo más objetivamente posible y con la sincera intención de ser honestos a la hora de analizar sus resultados. Esa cumbre no pretendía jamás proporcionar la solución definitiva a tan nefasto y desastroso problema. Se pretendía buscar juntos, -con sinceridad, humildad, docilidad y obediencia-; métodos, posibles acciones a tomar en cuenta para enfrentar y luchar contra este flagelo. Tenemos el conocimiento de que el Papa, al comienzo de la reunión, entregó a cada asistente una lista de 21 puntos de reflexión sobre este problema. Dijo el Papa: “Estos puntos son una línea orientativa para ayudar a nuestra reflexión; son un punto sencillo de partida, que viene de ustedes y vuelve a ustedes, y que no quita la creatividad que debe tener este encuentro… son una forma de compromiso, una hoja de ruta para el debate, son puntos muy concretos y hay que tomarlos en atenta consideración, de forma muy seria”.

  Y ciertamente, estos puntos no son los únicos existentes, sino que vienen siendo un punto de partida, pero no un punto de llegada. Los obispos han puesto su disposición en el tema, pero han dejado que el Espíritu Santo sople sobre ellos. Ha sido una actitud de sinceridad y humildad de nuestros obispos ya que han tenido que seguir reconociendo las fallas, descuidos y hasta complicidad que han asumido en muchos de los casos de los abusos a menores por no haber sabido enfrentarlos con coraje, entereza y justicia, sobre todo para las víctimas. Pero es de sabios reconocer los propios fallos y pedir perdón.

  Fueron muchos los aportes que surgieron en este encuentro, tanto de los mismos obispos como de los laicos y religiosos que participaron. Hubo motivaciones para que jamás se calle o tape  ningún caso de acusación de un sacerdote que abuse de un menor; se instó encarecidamente a los obispos a que colaboren totalmente con las autoridades civiles; el manejar con transparencia estos casos, etc. Por parte del Papa hubo un reconocimiento de tomar conciencia de la responsabilidad de la Iglesia e hizo nuevamente un llamado para seguir luchando contra el abuso de menores; los obispos reconocieron su responsabilidad en el mal manejo de la situación, y Monseñor Scicluna afirmó que una persona peligrosa para los menores no puede ejercer el ministerio sacerdotal.

  La eficacia de las propuestas-conclusivas en este encuentro, habrá que esperar sus resultados a un largo plazo. Cada Conferencia Episcopal, así como cada obispo en su diócesis, tendrá que poner en práctica y seguir buscando formas, medios y maneras de cómo prevenir estos abusos y, los que ya se hayan dado, denunciarlos y colaborar con la autoridad civil para lograr la justicia a las víctimas. También es bueno tener en cuenta de que al sacerdote no se le va a dejar solo o a abandonar a su suerte. La iglesia es madre de todos, -tanto de las víctimas como de los victimarios-; hay que estar atentos también para enfrentar las falsas denuncias, que se han dado y han hecho mucho daño. La Santa Sede ha comunicado que en los próximos meses, el Papa escribirá un documento fruto de ese encuentro para que sea objeto de estudio y aplicación por los obispos diocesanos en conjunto con toda la iglesia y ayudados por laicos expertos en la materia. Hay que luchar por recuperar y volver a la santidad. Es verdad que en la Iglesia de Cristo, el humo de satanás está metido; hay mucha oscuridad en la Iglesia de Cristo; hay mucha práctica de vida cristiana, espiritual y moral licenciosa en la Iglesia de Cristo por muchos de sus hijos; para muchos ya nada es pecado, todo se vale; ya lo dice el apóstol san Pedro: “Sean sobrios, estén despiertos, porque su enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resístanles firmes en la fe”.

  El reto de que esta situación cambie es responsabilidad de toda la Iglesia, de todos los bautizados en Cristo. Somos todos los bautizados que tenemos que luchar por recuperar la santidad a la que fuimos llamados por el mismo Cristo: “Sean santos, como su Padre celestial es santo”; así como recuperar la práctica de una vida virtuosa. Si queremos seguir caminando en dirección al cielo, a la casa del Padre, debemos de permanecer en el camino correcto, el único camino que nos lleva al Padre y entrar por la puerta que nos da acceso al Padre: Su Hijo Jesucristo.