viernes, 2 de febrero de 2024

Una Nación bajo Dios

 

  Al proclamar la Independencia Nacional en 1844, de la dominación haitiana, Juan Pablo Duarte y sus compañeros quisieron que los cimientos de la nueva nación se forjaran sobre la base del cristianismo y por eso asumieron como lema Dios, Patria y Libertad.

  No hay dudas de las convicciones de fe que tenía y manifestaba Juan Pablo Duarte en el Dios de Jesucristo, el Dios de Israel. JPD, tenía una creencia religiosa profunda, fruto no del azar, sino de una educación y acompañamiento que se gestó desde su más tierna edad. Era un hombre de una manifiesta entrega, solidaridad, generosidad y sensibilidad. Pareciera que JPD encarnaba el más noble ideal del verdadero cristiano que asumía la enseñanza del Maestro de Nazaret, que no era indiferente ante el dolor y sufrimiento humano. La caridad cristiana era distintiva de su persona y de su vida. No era un hombre desencarnado. Por eso sigue siendo un ejemplo, no sólo en lo referente a la libertad de la opresión del yugo extranjero, sino que también es un ejemplo en obras de amor y sacrificio para sus semejantes. Este también fue parte del legado que nos dejó como dominicanos.

  JPD quiso dejar claro los cimientos cristianos de la naciente nación y por eso los plasmó en el credo patriótico de la sociedad secreta La Trinitaria. Podemos afirmar, de manera jocosa, que JPD no fue un cristiano de la secreta. Su fe cristiana fue cauce de expresión que hizo de él un gigante: “No es la cruz signo de padecimiento, sino símbolo de la redención”. Vivió una fe religiosa que lo llevó a servir a la Patria y no a servirse de ella. Leemos en su ideario: “Sigan, repito, y su gloria no será menor por cierto que la de aquellos que desde el 16 de julio de 1838 vienen trabajando en tan santa empresa bajo el lema Dios, Patria y Libertad, que son los principios fundamentales de la República Dominicana”.

  Dios es la fuerza creadora, el infinito, razón última de todo cuanto existe. Dios es Padre, Creador, Redentor, Salvador, Providencia. El Padre que no se olvida ni abandona a sus hijos; que reúne a sus hijos como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, para protegerlos y cuidarlos.

  Todo lo anterior viene al caso de que, ciertamente somos una “nación bajo Dios”. Pero debemos preguntarnos si vivimos y actuamos como tal. Recordamos aquí las palabras de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, John Winthrop que, en un discurso a la nación dijo que, si los Estados Unidos seguía los caminos de Dios, se iba a convertir en la más bendecida, próspera y poderosa de las civilizaciones”. Pero les advirtió al mismo tiempo que, “si nuestro corazón se desvía, y no obedecemos, sino que somos seducidos, adoramos y servimos a otros dioses, a nuestro propio placer y a favor de nuestras ganancias, y servimos a todo eso… ciertamente pereceremos” (sermón Un Modelo de Caridad Cristiana, 1630).

  Pues el ADN espiritual nuestro, - como nación libre, soberana e independiente -, proviene nada más que del mismo pueblo de la alianza, de Israel: la ley, los salmos, los profetas de este pueblo son los que contiene la Biblia cristiana. Pero, así como Israel traicionó a Dios, también podemos decir que nuestra nación está en un camino de traición a Dios; nos estamos apartando poco a poco del camino de Dios; nos estamos alejando de Dios para acercarnos a los ídolos de la modernidad y el progresismo, que deviene en el ecologismo, el feminismo radical, la fiebre climática, la ideología de género, el veganismo, el indigenismo. Estamos abandonando la lucha con Dios para rendirnos a la seducciones y esclavitudes de este modernismo y progresismo idolátrico que nos impone sus esclavitudes para apartarnos del Dios verdadero.

  Nuestros valores, principios y fundamentos cristianos están siendo reemplazados por principios idólatras, la ética cristiana por una ética mundial-pagana y la cosmovisión cristiana por una cosmovisión de fraternidad universal. Podríamos afirmar, aunque suene fuerte, que nuestra sociedad dominicana viene avanzando en un proceso de paganización. Gran parte de nuestra nación viene arrodillándose a sus baales, que son sus amos, dueños y señores, ya que le han prometido prosperidad, fecundidad, aumento y ganancia. Y han caído en la tentación de adorarle y rendirse a ellos, a sus seducciones y engaños. Gran parte de las calamidades que vivimos como nación son causa de esta traición y alejamiento de Dios. Y es que no podemos negar que la palabra de Dios y su ley han servido como salvaguarda contra los poderes y dioses paganos, pero al ir echando a un lado a Dios, se han abierto las puertas de nuestra sociedad para que entre el enemigo. Nuestra nación dominicana está abandonando la edificación sobre la piedra angular, que es Cristo y su palabra, para edificar sobre arena. Las instituciones de nuestra nación están siendo vaciadas de la presencia de Dios, y ese espacio lo están ocupando otros espíritus paganos. Las consecuencias las estamos pagando.