viernes, 14 de agosto de 2020

Oposición, Mentira y Tergiversación

 

Entonces se adelantó un espíritu, se puso delante del Señor y dijo: Yo le engañaré. El Señor preguntó: ¿Cómo? Él respondió: iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Dijo el Señor: lo engañarás y saldrás victorioso. Vete y hazlo (1Re 22,21-22)”.

  La humanidad siempre ha caminado entre la luz y un manto de tinieblas. El evangelista san Juan ya lo advirtió en su evangelio: “Rechazaron la luz porque prefirieron mejor seguir viviendo en las tinieblas para que sus obras no se vean descubiertas” (3,19). Vivir en la tiniebla, en la oscuridad es vivir en la mentira. Lucifer, cuyo significado es “ángel de luz”, en verdad es el padre de la mentira. Los opositores a Cristo y su evangelio, con facilidad llevan a gran parte de la humanidad a vivir en el engaño. Ya lo dijo el escritor Mark Twain: “Es más fácil engañar a los demás, que convencerlos de que han sido engañados”. Por lo tanto, estos enemigos de Cristo y su evangelio, se las ingenian para alejar, lo más que puedan al hombre, de la fe y de Jesucristo.

  ¿Tenemos algo en común los cristianos con estos mentirosos? No, y el que afirme lo contrario, estará cayendo nada más que en una pura y gran blasfemia contra el Espíritu Santo, de la cual ya nos advirtió Jesucristo: “Por lo tanto, les digo que todo pecado y blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero” (Mt 12,31-32). Estos mentirosos, servidores de Lucifer, son capaces de atribuirle la obra y salvación de Dios: “La libertad los hará más verdaderos”, es su lema. Como tales ignorantes y anticientíficos, se creen sus propios cuentos y fábulas; entre ellos mismo se engañan, se mienten. El profeta Jeremías ya lo advirtió: “Guárdense los unos de los otros, no se fíen de sus hermanos, pues el hermano pone zancadillas y el compañero airea calumnias. Cada cual engaña a su vecino, ninguno dice la verdad, enseñan a sus lenguas a mentir; todos están pervertidos, son incapaces de cambiar. Fraude y más fraude, estafa y más estafa; y es que no quieren conocerme… ¿Por qué está deshecho el país, calcinado, como estepa intransitable? Respondió el Señor: Por abandonar la ley que les propuse, por desoír y abandonar mi palabra; por seguir su corazón obstinado los baales” (9,3-5.11b-13).

  ¿Hay alguna nación en la que se haya cumplido tal oráculo del profeta de Dios? ¡Pues claro! El ejemplo es Haití: primer país de América en obtener su independencia; único país del mundo consagrado al demonio en más de una ocasión; un país que ha experimentado diferentes tragedias: pobreza extrema, esclavitud, sida, ébola, huracanes, millares de muertos, inundaciones, tormentas, terremotos..., y otras catástrofes más. La naturaleza no es la culpable de todo. La culpa puede venir de la adoración de los dioses baales, de la adoración e idolatría de la “madre tierra”. El Señor dijo que “por eso se les quitará a ustedes el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Nuestro Dios es misericordioso y lo que mejor deberíamos de hacer es un acto de desagravio. Ya en algunos países se ha dado el paso de consagrarlos a la Madre del Verbo Divino, la Madre de Dios, casi continentes enteros se han consagrado a la Señora del cielo. Nuestro Señor Jesucristo dejó toda una comunidad, - la Iglesia, su Iglesia -, para bendecir y proteger al mundo; no podemos irnos en dirección contraria a la voluntad de Dios, al camino que ya Él nos ha revelado en su Hijo amado, su predilecto, al que dejó bien claro que debíamos de escuchar; que no nos conduce a la mentira, sino a la verdad. Cuando el hombre se aparta de Dios y vienen las desgracias, éste tiene que buscar la manera de cómo aplacar la ira divina. Pero debe de tener en cuenta de que tiene que convertirse y dejar de adorar los ídolos, para que no se burle del Dios vivo y verdadero.

  El Señor dijo que nosotros tenemos que conocer a Dios; lo planteó como algo indispensable. Conocemos de Dios lo que Él, en su infinita voluntad, ha dispuesto que podemos conocer; conocer a Dios no es abarcarlo. De hecho, la razón humana puede demostrar la existencia de Dios y conocer bastante sobre su naturaleza. Pero no puede llegar por sí sola a otras muchas verdades relacionadas con la naturaleza de Dios.  Conocer a Dios es conocer mi total dependencia hacia Él. Podemos decir, en definitiva, que si Dios existe, ha de haber una religión, pues la religión es lo propio de la relación natural entre cualquier ser y quien lo ha creado.

 

Yo sé a quienes elegí (Jn 13,18ª)

 

  Estas palabras del Señor a sus discípulos, después de haberles lavado los pies y mencionar nuevamente la traición de Judas, son de hecho palabras que nos deben de hacer reflexionar sobre el tema de la elección de Dios a nosotros. Lo primero que tenemos que decir es que, esta elección de parte del Señor no hay que entenderla nada más como la elección que hace Cristo de una persona para un ministerio o acción específica, -como podría ser el sacerdocio ministerial, la vida religiosa, etc. Tenemos que entenderla en su sentido amplio. Es decir, entenderla y asumirla en la elección que ha hecho el Señor de todos nosotros, sus hijos y discípulos. Y es que todos hemos sido elegidos por Dios, y elegidos de Dios. Pero, lo que debemos de preguntarnos es cómo estoy viviendo yo esa elección de Dios. No se trata de “sentirme” elegido por Dios, sino más bien de “vivir” como elegido por Dios y elegido de Dios. Y es que el vivir la elección como un puro sentimentalismo es limitado y superficial. Vivir la elección de Dios, es llegar al punto de la experiencia de vida; es dejar que esta elección transforme mi vida, mi existencia, todo mi ser. ¿Y cómo puedo lograr este cometido? Pues el mismo Señor nos lo dirá con estas palabras: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como el hombre prudente y sensato que edifica su casa sobre roca firme”. Pero también el cristiano que vive de esta manera, pasa a ser parte de la nueva familia de Jesús, es decir, se convierte en su hermano, su hermana y su madre.

  Fijémonos que el Señor deja claro que es el que ha dado el primer paso para esta elección. Ya en otra ocasión dirá a sus discípulos, y en ellos a nosotros, que no han sido ellos los que le han elegido, sino que es el Señor el que los ha elegido, y los ha elegido para que vayan y den fruto y ese fruto permanezca. La iniciativa siempre parte de Dios. El mismo evangelista san Juan nos dirá: “Nadie puede decir que ama a Dios, si Dios no lo ha amado primero”. Como Dios es el primero que ha dado el paso, pues espera que nosotros demos el segundo; y este consiste en que respondamos positivamente a su iniciativa. Pero como nos ha creado en y con libertad, sabe que esa respuesta no siempre es de acuerdo a lo que espera de nosotros.

  Por otro lado, este tema de la elección divina, -hay que decirlo-, tiene lo que podemos llamar un elemento de misterio. Pero, este misterio no hay que entenderlo como que existe algo que nosotros no debemos saber; sino más bien como, que siempre existe algo que al preguntarnos por qué Dios me ha elegido, no tenemos clara la respuesta. Es decir, fijémonos que los evangelistas no nos presentan al Señor dando explicación ni razones a los elegidos del por qué de la misma. Él solamente elige y así mismo espera que aceptemos su elección y que actuemos en consecuencia. El Señor no da detalles a nadie ni pregunta si la persona es buena, si no ha tenido malos pensamientos, si no ha dicho malas palabras, si nunca se ha equivocado, si eres devoto o no, si eres buen esposo o esposa, buen padre o buena madre, buen hijo o buena hija, buen empleado/a, buen jefe/a, etc. Él solo elige y punto. Ahora, es cierto también que nos elige para algo, y nosotros tenemos que ir descubriendo qué es o será ese “algo”. Es parecido a aquellas palabras que san pablo le dirigió al Señor después de su encuentro con él: “¿Qué tengo que hacer Señor?” o, las palabras que las gentes le dirigiera a Pablo y Pedro después de predicarles en la sinagoga sobre Jesucristo resucitado: “¿Qué tenemos que hacer?”.

  Yo sé a quienes he elegido”, quiere decir que el Señor nos conoce muy bien; mejor que a nosotros mismos. La elección del Señor es segura porque nos conoce y quiere que también nosotros le conozcamos para que le podamos amar: “Nadie ama lo que no conoce”. El Señor nos ha elegido para que estemos con él, le escuchemos, nos dejemos instruir y guiar por él para que hagamos lo mismo que nos dejó como enseñanza. El Señor nos ha elegido para ser hijos y, sobre todo, para que vivamos como sus hijos; portadores, anunciadores y testigos de la luz, ya que él vino como luz para el mundo. Nos ha hecho de esta manera “luz de las naciones para que, viendo los demás nuestras buenas obras, den gloria al Padre del cielo”; y así sea conocido y amado por todos, o por todos aquellos que aceptarán el mensaje de salvación del evangelio.

 

miércoles, 12 de agosto de 2020

Discurso Provida del presidente de los EE.UU., Donald Trump (2020)

 

El pasado 24 de enero, tuvo lugar en la capital de los Estados Unidos, la tradicional marcha por la vida, que llevaba por título: “Empodera la vida: Ser provida es ser promujer”. Dicha marcha, como su nombre lo indica, es la más clara manifestación en la sociedad norteamericana en defensa de la vida por nacer y contra el aborto, o como se dice en inglés, en contra de los “Prochoice”. Esta marcha, en esta ocasión, tuvo la particularidad de contar, por primera vez, con la presencia del presidente norteamericano y esta presencia no fue nada más con la intención de estar ahí sin más, sino que dirigió un discurso a los presentes, y que ha sido considerado como histórico por su contenido, su clara y profunda referencia a la fe cristiana, doctrina evangélica y dignidad de la persona humana.

  Independientemente del comportamiento de Donald Trump en lo personal, -con sus desmanes, misoginia y cualquier otro defecto que se le quiera adjudicar, puesto que todos los tenemos, y todos los presidentes estadounidenses, como personas, también los han tenido, unos más otros menos -, hay que hacer un acto de justicia ante este discurso provida del presidente Trump. Hemos querido rescatar lo que serían las ideas centrales de su discurso en esa manifestación por la defensa de la vida, sobre todo del niño por nacer ya que, es el primero de todos los derechos humanos y en el cual se sustentan todos los demás. Hemos querido resaltar esto por la importancia que tiene para el resto de los países que en estos momentos estamos luchando contra este genocidio moderno y liberal que es el aborto; contra sus promotores y defensores que lo presentan, no sólo como un derecho humano, sino que lo presentan como signo de progreso y que tiene que ser defendido y legislado en todos los Estados, con el apoyo de grupos, instituciones, organismos y sus ongs, con un fuerte financiamiento exorbitante.

  He aquí entonces esas ideas centrales del discurso provida de Trump:

1.- Los jóvenes son el corazón de la marcha por la vida: su generación es la que está haciendo a los EE.UU. una nación provida y Profamilia.

2.- Todos nosotros aquí entendemos una verdad eterna: cada niño es un regalo precioso y sagrado de Dios. Juntos debemos proteger, apreciar y defender la dignidad y la santidad de toda vida humana.

3.- Cuando vemos la imagen de un bebe en el útero, vislumbramos la majestad de la creación de Dios; cuando sostenemos a un recién nacido en nuestros brazos, sabemos el amor infinito que cada niño trae a una familia.

4.- Cuando vemos crecer a un niño, vemos el esplendor que irradia cada alma humana: una vida cambia el mundo.

5.- Los niños no nacidos no han tenido un defensor más fuerte que yo en la casa blanca, desde que ésta existe.

6.- Como nos dice la Biblia: cada persona está hecha maravillosamente a imagen y semejanza de nuestro Creador.

7.- Hemos tomado medidas decisivas para proteger la libertad religiosa: nos ocupamos de médicos, enfermeras, maestros y grupos, como las Hermanitas de los Pobres. Estamos preservando la adopción basada en la fe.

8.- Estamos protegiendo los derechos de los estudiantes provida a la libertad de expresión en los campus universitarios. Si las universidades quieren dólares de los contribuyentes federales, deben defender su derecho a la primera enmienda para decir lo que piensan y en lo que creen, y si no lo hacen, pagarán una multa financiera muy grande que no estarán dispuestos a pagar.

9.- Lamentablemente, la extrema izquierda, está trabajando para borrar nuestros derechos otorgados por Dios: cerrar organizaciones benéficas basadas en la fe, prohibir a los líderes religiosos en la plaza pública y silenciar a los estadounidenses que creen en la santidad de la vida.

10.- Para todas las mujeres que están hoy aquí, apoyando la marcha provida, tú simplemente haces que la misión de tu vida sea ayudar y difundir la gracia de Dios.

11.- Y todas las madres aquí – hoy -, las celebramos y declaramos que las madres son las heroínas. Gracias a ustedes nuestro país ha sido beneficiado con almas increíbles que han cambiado el curso, no sólo de nuestra historia local, sino de la tierra entera.

12.- No podemos saber qué lograrán nuestros ciudadanos aún no nacidos, los sueños que imaginarán, las obras maestras que crearán ni los descubrimientos que harán. Pero sabemos esto: cada vida trae amor a este mundo, cada niño trae alegría a una familia; vale la pena proteger a cada persona desde el momento de la concepción.

  Concluyo este artículo recordando las palabras del Papa Benedicto XVI: “Le recuerdo a todo aquel que se autonombre católico o lo sea, cualquier bautizado que quiera seguir en comunión con la Iglesia, con nuestro Señor Jesucristo y vivir en estado de gracia, NO puede apoyar ni votar a ningún candidato abortista”.

 

Bendiciones

 

Humanizar el sufrimiento

 

En el evangelio de san Marcos 1,29-39, se nos narra el milagro de la sanación de la suegra del apóstol Pedro y también la sanación de muchos enfermos y expulsión de muchos demonios de algunas personas por obra de Jesús. A todo esto, casi ya en los versículos finales se nos dice que los discípulos buscaban al Maestro y le dijeron que “todos” lo andaban buscando y el Señor les responde que hay que ir a otras ciudades y pueblos cercanos a seguir anunciando el evangelio porque para eso es que Él ha venido.

  Este pasaje del evangelista san Marcos nos pone de frente a reflexionar en la realidad del sufrimiento. Si a nosotros nos preguntaran si nos gusta el sufrimiento la respuesta por lógica ya sabemos cuál sería. Pero, lo cierto es que, aunque a ninguno de nosotros no nos guste sufrir, experimentamos el sufrimiento, y no una ni dos veces en nuestra existencia, sino varias veces. Claro que no se trata tampoco de afirmar que nuestra vida sea o deba de ser un continuo sufrimiento. Pero ¿por qué sufrimos? Pues porque el sufrimiento es parte de la realidad de nosotros los seres humanos; nosotros los seres humanos sufrimos, nos guste o no, estemos de acuerdo o no; el experimentar el sufrimiento no es una opción en nuestra existencia. Dios mismo no exentó a su Hijo del sufrimiento; al contrario, el mismo Jesús dijo que si a Él le hicieron todas esas cosas, a nosotros también nos sucederían o la experimentaríamos. Jesús no vino a explicarnos ni a quitarnos el sufrimiento; Jesús vino a llenarnos de su presencia. Aquí no cabe aquel slogan de una iglesia cristiana brasileña “pare de sufrir”. Pero en nuestros días se ha deshumanizado el sufrimiento y tenemos que recuperar esa dimensión de este. El que sufre no es una cosa; es un ser humano. No se trata de eliminar, matar al ser humano que sufre haciéndole sentir una falsa compasión (eutanasia); es más bien combatir y eliminar el sufrimiento, acompañando al que sufre. Por eso, ¡recuperemos la humanización del sufrimiento!

  Ante la realidad del sufrimiento tenemos que asumir actitudes. Actitudes que encontramos en estos breves versículos arriba mencionados. Vemos a Jesús que no es indiferente ante el sufrimiento del otro, es más bien solidario; se acerca al que sufre con amor, se compadece y actúa en consecuencia. Compadecerse del sufrimiento ajeno no es nada más sentir lástima; el compadecernos del sufrimiento ajeno nos lleva a actuar en consecuencia para ver o buscar la forma de cómo podemos ayudar a sanar o liberar del mismo, a ejemplo de Jesús. Es como lo dirá Jesús a sus discípulos en el pasaje de la multiplicación de los panes cuando éstos le pidieron que despidiera a la gente a sus casas porque ya casi anochecía y no habían comido, y el Señor les dijo “denles ustedes de comer”. No se trata de despedir a la gente ante sus necesidades, ante sus sufrimientos; se trata más bien de ayudarles a resolver sus necesidades, sus sufrimientos.

  Un aspecto muy importante que nos encontramos en estos versículos de san Marcos es que nos presenta a Jesús, -nuevamente-, realizando milagros; lo que en lenguaje técnico se conoce como un “taumaturgo” (hacedor de milagros). Pero debemos de tener muy claro que Jesús no vino al mundo a hacer milagros, sino más bien a anunciarnos el mensaje del Reino de Dios, la salvación. Por lo tanto, los milagros que Jesús realizaba se tienen que leer y ver en relación con este mensaje, no fuera de él. Por eso es que Jesús en ocasiones nos lo presentan los evangelistas que se niega a realizar milagros porque la gente eso es precisamente lo que buscaba en Él: ¡buscaban los milagros del Señor, pero no al Señor de los milagros! Ya en este mismo pasaje de san Marcos se nos narra que no sanó a todos los enfermos ni a todos los posesos, sino que sanó y liberó a “muchos”. Recordemos que en ocasiones se queja de esa visión y, justamente después del milagro de la multiplicación de los panes les reclama a la gente que están siguiéndolo no por el mensaje que transmite, sino porque les dio de comer; y en otra ocasión cuando dijo que esta generación si no ve no cree. Queda más bien especificado por el mismo Jesús que su misión es anunciar el evangelio, la buena noticia de salvación. Cuando Jesús, después de la resurrección, tiene que regresar al Padre les dice a sus discípulos que vayan a anunciar el evangelio a todos los hombres y todos los pueblos y el que quiera creer y se bautice se salvará; su mandato no fue que fueran a realizar milagros. El mismo apóstol san Pablo en su primera carta a los Corintios 9,16-19.22-23 nos dice “hay de mi si no anuncio el evangelio”, y como signos de la veracidad del mensaje les acompañarán los milagros. Pero no al revés. Como vemos, san Pablo sabe que su misión fue esa, la de anunciar el evangelio, no la de realizar milagros. En nuestros días también se sigue dando una visión taumatúrgica de la persona de Jesús; es decir, hay personas que sólo buscan a Jesús para que les realice un milagro, pero no tanto seguirlo porque hayan descubierto en él al Hijo de Dios, al Mesías, al salvador. Buscan y siguen los milagros del Señor, pero no buscan ni siguen al Señor de los milagros.

  Esta es la actitud que debemos de asumir los creyentes en Dios y también como parte de su gran familia que es la Iglesia, a la cual pertenecemos por el bautismo que hemos recibido. Tenemos que ser fieles al mandato del Señor de seguir anunciando su evangelio y Él mismo se irá encargando de ir realizando los pequeños o grandes milagros en nuestras vidas que considere que nos merecemos. Recordemos que la base del milagro es la fe, y no al revés. Como pedimos los cursillistas de cristiandad en nuestra guía del peregrino: señor, que no busquemos tus milagros; pero sí que tengamos tanta fe que merezcamos que nos los hagas.