viernes, 24 de septiembre de 2021

Homilía en la Solemnidad Las Mercedes 2021. Patrona de la Rep. Dom.

 

  En la oración colecta de la misa, hemos recordado que Dios en su admirable providencia, hizo que la madre de su hijo participara en las angustias y sufrimientos humanos, y que por la intercesión de ella en su advocación de la Merced -misericordia-, consuelo de los afligidos y liberadora de cautivos, le pedimos que todos los que sufren cualquier tipo de esclavitud, consigan la verdadera libertad de los hijos de Dios.

  En agosto pasado, la familia de la Orden de la Merced celebró ochocientos tres años de existencia en la que ha venido realizando una misión y un apostolado de liberación de las diferentes esclavitudes a las que el ser humano ha sido sometido, de manera muy especial, de la esclavitud por causa de su fe en Jesucristo por los musulmanes. De hecho, esta situación fue la que dio origen al nacimiento de la Orden religiosa. Fue esta realidad la que provocó el que la madrugada entre el 1 y 2 de agosto de 1218, se manifestara al joven mercader Pedro Nolasco, la Madre del cielo, la virgen María con el título de Nuestra Señora de la Merced, redentora de cautivos por la fe. Por medio de la Madre de su Hijo, Dios escuchó el clamor y el sufrimiento de esos hijos suyos que sufren esclavitud por creer en él, y bajó a liberarlos.

  En la actualidad, la Orden de la Merced se dedica a liberar las almas de los cristianos de las cadenas del pecado, más fuertes y duras que las de la peor de las prisiones. El Señor dijo: “Mas a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mt 10,33). Pues muchos cristianos tuvieron que enfrentar y aceptaron la esclavitud por el hecho de no renegar de su fe en Cristo; supieron mantenerse firmes en la libertad que Cristo vino a ofrecernos; porque, como dice san Pablo en la segunda lectura, fuimos llamados a la libertad.

  Recordar y celebrar a nuestra Madre de la Merced, nos tiene que conducir a acordarnos de nuestros hermanos que de diferentes modos sufren cautiverio o son marginados a causa de su fe, o padecen en un ambiente hostil a sus creencias. Y es que la persecución por motivos religiosos siempre ha existido desde los orígenes de la Iglesia, del cristianismo. El mismo Jesús padeció la persecución. Él dijo que, si a él lo han perseguido, a nosotros, -sus discípulos-, también nos perseguirán. Pero el que se mantenga firme hasta el final, ese se salvará. Y esta persecución se da también en países de tradición cristiana.

  Dios sigue padeciendo en sus hijos. No llora en el cielo, sino más bien en la tierra. Sus lágrimas se deslizan ininterrumpidamente por el rostro divino de su Hijo amado que, aun siendo Uno con el Padre celestial, aquí en la tierra sobrevive y sufre. Y las lágrimas de Cristo son lágrimas de Dios. El monje holandés W. Van Straten, en su obra “Dios llora en la Tierra”, dice: “Dios llora en todos los afligidos, en todos los que sufren, en todos los que lloran hoy en día. No podemos amarlo sino enjugamos sus lágrimas.” Y es que Cristo sigue padeciendo hoy en día en cada hombre y mujer que sufre cualquier esclavitud. Sigue padeciendo con la cruz a cuestas ante nuestros ojos, y nosotros no podemos quedarnos indiferentes, como meros espectadores.

  El cristiano debe de ser, a ejemplo del Maestro de Nazaret, discípulo con corazón misericordioso para todos aquellos que sufren en su propia carne la esclavitud de la enfermedad o cualquier otra necesidad. Orar por aquellos que sufren a causa de su fe, para que sean fuertes y den testimonio de Cristo. Hemos de vivir la misericordia con aquellos que experimentan el mayor de los males y de las opresiones: el pecado. “Por esto, les dije que morirán en sus pecados. Sí, si no creen que yo soy, morirán en su pecado” (Jn 8,24).

  La humanidad está atravesando lo que podríamos calificar como “nuestro valle de lágrimas”. Estamos viviendo unos tiempos muy difíciles, de muchas convulsiones, que nos están llevando a una especie de colapso, de caos y de esclavitud. La humanidad parece no reaccionar ante este colapso que está experimentando y pareciera más que está poseída por una especie de “espíritu impuro”. Las sociedades están en un proceso de reinvención por la fuerza: las verdades fundamentales las están reemplazando por nuevas y falsas verdades. Hoy vemos cómo se ha caído en la destrucción de la misma vida del ser humano, sobre todo del ser humano más indefenso, el que se desarrolla en el vientre materno. Se siguen estableciendo leyes asesinas en las legislaciones de los países disfrazándolas de unos nuevos, pero falsos derechos de la mujer y que golpean de tal manera el conjunto de los verdaderos derechos humanos hasta su anulación, así como la cohesión social y el aparato económico. Se aprueban leyes que se ensañan contra los ancianos y los enfermos que, bajo la falsa de una “muerte digna”, se les asesina porque son un estorbo y ocasionan gastos económicos para el estado y las familias. Porque el fin no es eliminar la enfermedad, sino eliminar a los enfermos y a los ancianos.

  La civilización cristiana y occidental, que está fundamentada en la dignidad de la persona como criatura e hija de Dios, está siendo aniquilada, resquebrajada, borrada…, para ser sustituida por una nueva sociedad, por un nuevo orden. Las bases, los fundamentos y los principios de la sociedad occidental están siendo atacados por los partidarios del maligno, del enemigo de Cristo. Esta es una lucha entre dos poderes espirituales: el poder del bien enfrentando al poder del mal, el Reino de Dios contra el reino del mundo. Es como si el maligno gobernara las naciones.

  En la segunda lectura de la misa, hemos escuchado que el apóstol san Pablo nos recuerda que “Para ser libres, nos libertó Cristo. Y hay que mantenernos firmes, para no dejarnos oprimir nuevamente por el yugo de la esclavitud”. El cristianismo creó el concepto de libertad, pero esa libertad no implica que las criaturas se revelen al Creador: “Hemos sido llamados a la libertad; pero no podemos tomar esa libertad como pretexto para la carne”, - nos sigue diciendo el apóstol de los gentiles-; sino que debemos asumir plenamente que somos hijos de Dios, y que, como tales, debemos de actuar. Es por esto por lo que la libertad en sentido cristiano nos conduce a superar el egoísmo y a vivir la capacidad del amor. ¡Esta es la verdadera libertad de los hijos de Dios!

  Pero hay quienes están enfocados y empecinados en quitarnos esta libertad, para encadenarnos y esclavizarnos a sus directrices, para llevarnos al servilismo, para tiranizarnos con la drogadicción, la pornografía, el desenfreno, la avaricia, etc. Los poderosos de hoy, los que se han adueñado del mundo, los que se creen que son los amos del mundo, ridiculizan y combaten la fe, y esto sucede ante la mirada indiferente de gran parte de la humanidad e incluso de muchos que se dicen cristianos. Se forman en grupos para ir contra los símbolos religiosos y grandes figuras del pasado. Algunas instituciones católicas, como universidades y colegios, han claudicado a esta nueva dictadura del pensamiento único y de lo políticamente correcto. El occidente cristiano se ha convertido en una cultura de muerte y conflictos. Ya esto lo denunció el papa san Juan Pablo II cuando la calificó de la “cultura de la muerte”, con imposición de la ideología de género, aborto, eutanasia, legalización de las uniones civiles homosexuales, adopción por parte de estas uniones, legalización de las relaciones entre adultos y menores, que no es más que la legalización de la pederastia; el mal llamado “cambio de sexo”, que no es más que una cirugía de amputación del órgano sexual biológico y sano para implantarse uno artificial, y que en algunos países se ha legalizado para los menores sin el consentimiento de sus padres, ya que dicen que es violatorio a los derechos del menor;  el mal llamado lenguaje inclusivo, etc. Estos poderosos quieren hacer un mundo a su medida; quieren eliminar al Dios único y verdadero, nuestra fe en Jesucristo y su Iglesia, para imponer a su dios y sus ídolos. Siguen resonando en sus conciencias, -si es que la tienen -, las palabras dichas por la serpiente a Adán y a Eva: “serán como dioses”. Y todo esto, ya en algunos países se les enseña a nuestros niños desde su más tierna edad en las escuelas; y en nuestro país lo quieren imponer. ¿Qué es en realidad lo que está en caos? ¿El planeta o la civilización humana?, ¿Las relaciones entre las personas? ¿La valorización de la vida humana? La civilización occidental ha venido transitando el camino de labrar su propio destino, apartándose de Dios. Somos una especie de jurado que ha decidido quién vive y quién muere; quién es un hombre y quién es una mujer. Nos estamos destruyendo a nosotros mismos. Dios, por medio del profeta Jeremías (13,10), nos advirtió: “Este pueblo malo que rehúsa oír mis palabras, que siguiendo su obstinado corazón se va tras otros dioses, para servirles y adorarlos, vendrá a ser como este cinturón que para nada es útil”.

  ¿Cómo afecta todo esto a la religión, a la fe, al cristianismo? Pues hay muchos creyentes que dentro de la misma religión ya no creen que el mal existe. Pero es que esta es la gran estrategia del maligno: hacerle creer al hombre que él no existe, para entonces tener todo el camino libre para hacer su guerra, contando con la complicidad ciega de muchos cristianos de mentalidad liberal y progresista, y esto incluye a muchos políticos que promueven leyes morales contrarias a la fe cristiana. Sólo volviendo a Dios, aceptando humildemente nuestra condición de criatura de un Dios amoroso, entregándole las riendas e inclinándose en obediencia a él, nuestra cultura puede salvarse.

  Ya el papa Benedicto XVI había denunciado que la civilización occidental ha caído en las garras de la esclavizante “dictadura del relativismo”, que no es más que la doctrina que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo al yo y sus deseos como medida última.

  Con todos estos acontecimientos que se están sucediendo en el mundo, podríamos decir que parece ser que nos encontramos ya en el final de los tiempos: un momento en que Dios hará una purificación de la civilización humana, donde vendrá una iluminación de conciencia de cada ser humano para que vuelva a él.

  Hoy la humanidad está inmersa y dominada por la esclavitud del miedo, del pánico y del terror. El miedo está anulando nuestra capacidad crítica y estamos asumiendo obligaciones y limitaciones que no tienen ninguna lógica. La mayoría, asustada, ya no cuestiona esta falta de lógica; y es que el temor, el miedo, el pánico y el terror les impide razonar. El novelista George Orwell dijo: “Lo importante es mantener a la población en estado de continuo miedo… así se mantiene un estado de emergencia nacional interminable justificando cualquier abuso de las autoridades”.

  Hay un mar de confusión. Por una parte, nuestras autoridades civiles demuestran una falta de criterio al dictar órdenes confusas y contradictorias; por el otro lado, tenemos unos medios de comunicación que se han unido a la narrativa de lo ilógico, confundiendo más que aclarando, desinformando más que informando. Nos encaminan hacia un proceso de control social, y no de un real y verdadero control de una enfermedad.

  Hoy celebramos a nuestra madre la Virgen María de la Merced, Patrona de nuestra República Dominicana. En nuestro escudo nacional tenemos la palabra “libertad”. Juan Pablo Duarte, en su proyecto de constitución de la república, escribió: “La nación está obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual, así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”. Vemos así que, para Juan Pablo Duarte, su primera preocupación era la libertad personal del ciudadano que ha de vivir en una sociedad libre. El deber de salvar y proteger esa libertad la sitúa en la comunidad humana y jurídica que es la nación. La protección jurídica de la libertad es un modo humanista de pensar, bien fundado en los postulados del evangelio, que él no sólo profesaba de palabra, sino que vive y proyecta fiel en su obra redentora. Sólo una educación de la libertad en la conciencia de cada ciudadano es fundamento sólido para que en la comunidad surja un verdadero respeto a ese don inapreciable que Dios ha dado al hombre.

  Debido a esta crisis mundial de salud, provocada por el virus del covid-19, nuestra sociedad dominicana se debate entre lo que parece ser la búsqueda del enfrentamiento y la división vs la protección de la libertad y de conciencia. Tenemos el ejemplo de lo que está sucediendo con el tema polémico de las vacunas (tema que nunca nos pondremos de acuerdo). Este tema ha venido calando en lo profundo de la sociedad provocando mucha división, incluso a lo interno de las familias y ha llegado a implantarse en la comunidad cristiana. Es una especie de nueva esclavitud que atenta contra la unidad de los cristianos querida por Jesús: “A fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que eres Tú el que me enviaste” (Jn 17,22). La sociedad dominicana se ha dividido en dos grupos antagónicos: los pro-vacunas y los anti-vacunas. Han venido realizando una campaña publicitaria basada más en el miedo, el pánico y el chantaje; y no en una real y verdadera campaña de motivación, exhortación y concientización. Por un lado, una parte de nuestros legisladores quieren establecer una ley de vacunación obligatoria, violando así lo establecido en nuestra constitución y en los diferentes tratados internacionales de derechos humanos. Por el otro lado, no solamente hay quienes abogan porque se obligue a todos los ciudadanos a vacunarse, sino que también se les coarten sus libertades y derechos; y, como si fuera poco, que se imponga en la comunidad cristiana. Se crean así categorías de ciudadanos y también de feligreses. Se quiere que sólo los vacunados puedan entrar a los restaurantes, supermercados, tiendas, cines, gimnasios, bancos, plazas, eventos públicos, etc., y lo mismo al templo; y los no vacunados que se queden en sus casas y fuera del templo. Eso es discriminación y segregación; es establecer diferencias y categorías de ciudadanos y de cristianos. No podemos jamás permitir ni auspiciar que caigamos en esta especie de discriminación. Tan fácil es pedir que todo el que sienta que los demás son una especie de amenaza de contagio, pues que se compre un perro y se quede encerrado en su casa. La Iglesia, el templo es para todos, para los pecadores, no para el pecado. Lo que nos hace cristianos e hijos de Dios es el bautismo, jamás una vacuna. La casa de Dios no es un lugar exclusivo. No podemos hacer esta distinción entre los hijos de Dios, ni entre ciudadanos.  El apóstol Santiago (2,1-4), nos dice: “No junten la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Ven al bien vestido y le dicen: por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado. Al otro, en cambio: estate ahí de pie o siéntate en el suelo. Si hacen eso, ¿no son inconsecuentes y juzgan con criterios malos?”. ¿O también se le va a exigir a un católico que, para recibir la gracia de los sacramentos, tener un encuentro de fe con Cristo, debe estar vacunado?

  Entonces ¿quiere decir que nosotros vamos a decirles a los vacunados: pasa y siéntate aquí, en el lugar reservado porque estas protegido; y al no vacunado le diremos no vengas al templo y si vienes quédate en el rincón porque nos puedes contagiar? Ya se sabe, por los resultados científicos que los vacunados también se contagian y pueden contagiar a los no vacunados, porque todas las vacunas para este virus todavía están en su fase experimental. En fin, éstos son los nuevos leprosos y cautivos que nosotros, - los que nos creemos sanos, buenos y puros -, estamos creando y apartándolos de Cristo. Y yo pregunto: ¿quién les ha dado esa autoridad?

  Nuestra sociedad dominicana, hoy padece y experimenta lo que podríamos llamar como la claudicación de la libertad, de la libre expresión y libertad de conciencia. Nuestra sociedad hoy se debate entre la esclavitud de la degradación moral, - auspiciada por instituciones públicas y privadas, con esta agenda progresista, globalista, genocida y deshumanizante, llamada Ideología de género -; y  la puesta en práctica de valores básicos como son la verdad, el amor, el respeto mutuo, el trabajo, la honradez, la caridad, la solidaridad, la fraternidad, el desinterés, la valentía, la constancia y otros valores que por tanto se han de inculcar desde muy temprano en la juventud. Dante Alighieri, autor de la Divina Comedia, dijo: “Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral.”

  “La unidad hace la fuerza”, reza el dicho. Necesitamos hoy más que nunca que nuestra sociedad dominicana esté unida para poder enfrentar todas estas nuevas esclavitudes que amenazan nuestra convivencia. Hay quienes nos quieren divididos y enfrentados, sometidos a sus directrices esclavizantes. Quieren nuestra libertad, quieren tiranizarnos. No lo permitamos. Liberémonos de la esclavitud del miedo, del pánico, la manipulación y el chantaje. Aprendamos a cuestionar, a investigar, a saber escuchar a otros más doctos; ¡Manifestémonos en la plaza pública! En fin, no claudiquemos en nuestros derechos y libertades.

   Acudamos con confianza, amor y devoción a nuestra Madre de la Merced como eficaz intercesora, para que mueva a todos aquellos que se encuentran alejados de su Hijo para que se acerquen a él, especialmente a través del sacramento de la penitencia y para que fortalezca y alivie a quienes de alguna forma sufren persecución por ser fieles a su fe, a la Iglesia de Cristo y su evangelio. Vivamos en la libertad de los hijos de Dios si queremos que los demás sean libres. Asumamos en nuestra vida el lema de los mercedarios: ¡Libres para liberar!

 

Que Dios les bendiga.

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

La masonería está empeñada en eliminar la Cruz de Cristo (y 2ª. Parte)

 

La masonería no es una persona. Es más bien un grupo de personas, - de poderosos económicamente hablando -, dueños de la banca mundial, grandes cadenas y medios de comunicación, las llamadas Big Tech y Big farma; foros mundiales, como el de Davos; Club Bilderberg, Organismos Mundiales como la ONU, que ha dicho: “Las iglesias cristianas deben unirse a la burocracia internacional para defender los nuevos derechos humanos, la interrupción de la vida, la ideología de género y que no hacerlo es odio contra el progreso”; sumémosle a estas palabras de la ONU, aquellas otras palabras nefastas de la señora Hillary Clinton, cuando dijo: “Los códigos profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Dicho en otras palabras, lo que estaba proponiendo esta señora y sus amos, era que ellos se iban a encargar de decidir qué es lo que tenemos que creer y cómo tenemos que creerlo; tenemos también la OEA y sus organizaciones satélites; el Council on Foreign Relations (CFR), la Comisión Trilateral, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, las familias Rockefeller y Rothschild, los magnates George Soros y la Fundación de Bill y Melinda Gates, Fundación Ford, y un largo etcétera. Este grupo comanda una lucha, no contra Dios directamente ya que su Hijo Jesucristo venció al demonio; es una lucha más bien contra la misma humanidad; seres humanos tratando de destruir al mismo ser humano para quedarse con todo, por su afán desmedido de poder y dominio. ¿No es esto contradictorio? Crean el caos y el problema, para después venir a proponer el orden y la solución. ¿Algún parecido o coincidencia con la situación actual de esta crisis sanitaria mundial del virus del covid19? Y ya se viene hablando y denunciando la próxima gran crisis mundial, anunciada por los “amos del mundo” del Foro de Davos, que ya está calificada como “ciberpandemia”, y advierten que ésta será tan fatal para la humanidad, que la crisis del covid19 será algo insignificante; y el presidente de la firma Microsoft acaba de anunciar que en aproximadamente tres años más lo que muestra la novela de George Orwell, “1984”, podría ser una realidad en el 2024. Sumémosle a todo esto lo ya anunciado también por el dueño de Facebook, el señor Mark Zuckerberg, de “conectarse con Dios on line”, que no es más que un macabro plan global para borrar del mapa las religiones occidentales, induciendo a los miembros de estas a que abandonen sus creencias y lugares de culto para inducirlos a que se relacionen con Dios sin necesidad de ir a los templos mediante su plataforma digital de red social. ¡Bienvenidos a la nueva dictadura totalitaria mundial de la llamada inteligencia artificial!

  Las Constituciones de Anderson, que son una especie de “biblia masónica”, y contiene las obligaciones fundamentales del masón, se lee: “Además prometo solemnemente que no escribiré estos secretos, ni los dictaré, esculpiré, marcaré o dibujaré de ningún modo. Tampoco incitaré a otros a hacerlo ni toleraré que otros lo hagan, si está en mis manos evitarlo, sobre cualquier cosa móvil o inamovible bajo la bóveda del cielo, donde quiera que una letra, carácter o dibujo o la más mínima traza de letra, carácter o dibujo se pueda leer o comprender… para que nuestras artes secretas y misterios ocultos no sean inadecuadamente conocidos por culpa de mi imprudencia. Juro solemnemente observar todos estos puntos sin subterfugio, equívoco o restricción mental alguna bajo una pena no menor -si violase algunos de ellos-, que mi cabeza sea cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la línea de la marea baja, o a la distancia de un cable desde la playa, donde la marea regularmente fluye y refluye dos veces en 24 horas”. Por otro lado, tenemos el testimonio del masón arrepentido y converso al catolicismo, Serge Abad-Gallardo, en su libro “Por qué dejé de ser Masón”, la siguiente fórmula de juramento, practicada actualmente en su logia: “Yo, hermano o hermana, juro y prometo solemnemente, en presencia de esta respetable asamblea, no revelar jamás a ningún profano ni tampoco a ningún aprendiz los secretos correspondientes al grado de compañero. Juro estudiar y practicar las enseñanzas que acaban de serme dadas y renuevo mi promesa de amar a mis hermanas y hermanos y de socorrerles en la necesidad”. Las Constituciones de Anderson están impregnadas de la peor de todas las herejías; la más perversa.

  En definitiva, lo cierto es que estamos atravesando un camino difícil en la actualidad. ¡Nuestro valle de lágrimas! Gran parte de la humanidad ha perdido la brújula del sentido de la vida y de la existencia. Se sigue abogando, promoviendo y defendiendo la destrucción, eliminación del ser humano por diferentes medios: aborto, ideología de género, eutanasia, comunismo, marxismo propagado por los políticos masones. Se quiere amordazar a la Iglesia para que así su predicación desaparezca. La Iglesia está amenazada de volver a las catacumbas. El pensador y escritor católico G. K. Chesterton, lanzó su predicción de que se venía una batalla total para defender las obvias verdades del cristianismo, porque iba a ser criminalizado, señaló que “hay quienes odian al cristianismo, y hay quienes llaman a su odio un amor porque abarca a todas las religiones”. Aun así, con este panorama nada halagüeño, debemos de permanecer en pie, con la cabeza en alto porque se acerca nuestra liberación; y la Madre de Dios, madre nuestra, intervendrá de manera prodigiosa, sobre los destinos del mundo y la humanidad, gracias a sus elegidos, aplastando la cabeza del dragón rojo. Cristo venció al diablo, al príncipe de este mundo. Su triunfo es también nuestro triunfo, si permanecemos en él.

martes, 21 de septiembre de 2021

La masonería está empeñada en eliminar la Cruz de Cristo (1ª. Parte)

 

  Así es. Cristo ya había dicho que el que no toma su cruz para seguirle, no es digno de él. Pues esto lo tiene muy claro la masonería y sus adeptos. La orientación que va tomando nuestra cultura moderna, nos comprueba que sigue el camino del hedonismo, la vida fácil y un cierto empeño por eliminar la cruz de Cristo. Una civilización actual tambaleante por el deterioro gravísimo de sus cimientos. Y es que una sociedad que no conoce pierde su medida; cuando Dios muere en una sociedad es el fin de la libertad, porque muere el propósito de la orientación, desapareciendo la brújula que enseña a distinguir el bien del mal. G.K. Chesterton dijo: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”.

  Es mucho lo que se ha escrito sobre este grupo oscuro o secta satánica, diabólica y luciferina. Es una fuerza contrapuesta y antagónica al cristianismo.  Parece que el plan de este grupo es liquidar al cristianismo y los mandamientos que le dejó Dios. Esta lucha del cristianismo contra la masonería, la Iglesia Católica la ha tomado muy en serio, sobre todo hace unos siglos atrás, con el magisterio de algunos pontífices, como León XIII, con su encíclica Humanum Genus, de 1884; Clemente XII, Benedicto XIV, Pío VII, León XII; Pío VIII, que dijo: “La masonería es una secta satánica, que tiene al demonio como su dios. Y su esencia consiste en la perversión, en la subversión del orden divino y de la creación y en la transgresión de las leyes dadas por Dios”; también Gregorio XVI y Pío IX, el Código de Derecho Canónico, etc. Siglo y medio de condena de esta secta oscura: su único objetivo siempre ha sido la lucha contra la Iglesia Católica, contra todo lo que representa y custodia. Ya la misma Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó la Declaración Quaessitum est, de noviembre de 1983, cuando aún era prefecto de ésta el cardenal Joseph Ratzinger (futuro papa Benedicto XVI), - y bajo el pontificado de san Juan Pablo II -, donde advirtió que “Los fieles católicos que se inscriban en asociaciones masónicas están en pecado grave y no pueden recibir la santa comunión”. Y esta condena sigue vigente hasta el día de hoy.

  Es de resaltar que estas condenas pontificias de la masonería no tienen nada que ver con asuntos políticos; más bien son condenas que están muy bien fundamentadas con argumentos teológicos y filosóficos. Pero hay que señalar que en algunas ocasiones es la misma institución religiosa católica, en la persona de su alta jerarquía, como es el caso del presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi que, en 2016 publicó un artículo a favor del diálogo entre la Iglesia Católica y la masonería: “Tenemos los católicos en común con los masones, entre otras cosas, el ser creyentes”, dijo el cardenal en esa ocasión.  Aquí recuerdo las palabras del papa Francisco advirtiéndonos de que “con el diablo no se dialoga”. Este mismo cardenal presentaba como justificación para este diálogo el que, entre ambas, - Iglesia Católica y masonería -, existen puntos de unión. Pareciera que este cardenal habría leído al autor masón Alvin Reuben Montañez Schilansky, su libro “Albert Pike. El Padre de la Masonería”, donde escribe lo siguiente: “Albert Pike era un profundo teólogo. Escribió: Dios es uno, inmutable, inalterable, infinitamente justo y bueno; su luz superará finalmente toda oscuridad, el bien finalmente vencerá el mal, y la verdad será vencedora sobre el error… para todo masón hay un Dios -supremo, infinito en bondad, en sabiduría, en previsión, en justicia y benevolencia. Creador y conservador de todas las cosas... Albert Pike tenía una confianza inquebrantable en la bondad de Dios y una fe inquebrantable en la inmortalidad del alma”.  Pero cuidado, porque las creencias de los masones postulan que existe un conocimiento salvífico que te lleva a la perfección absoluta. Y que te convierte en un ser autónomo, en un ser privilegiado que no necesita de ningún salvador. Para ellos su máxima deidad es el gran arquitecto del universo que no es el Dios de la revelación y del evangelio. Y es que en ninguna parte de las Constituciones de Anderson se menciona a Cristo. Su dios es Baphomet, - el dios luciferino -, es el portador de luz.

  Los adeptos de esta secta luciferina siempre han querido infiltrar a la Iglesia Católica desde los seminarios ya que ésta ha sido y sigue siendo una especie de dique de contención para que los postulados de la masonería no lleguen a imponerse ni dominar el mundo con sus garras asesinas. Existe una lista de 1976, publicada por el periodista italiano Mino Pecorelli -, quien fuera asesinado en el 1979 de forma misteriosa -, que contiene los nombres de aproximadamente 124 obispos cardenales y sacerdotes italianos iniciados en la logia P2, con nombre, seudónimo y fecha de ingreso (a esta lista se puede acceder en internet).  Hay que recordar que, con la ruptura provocada por Martín Lutero y la Reforma Protestante, donde sostenía que solamente la “sola escritura” era digna de veneración, pues todo lo demás del depósito sagrado de la Iglesia era rechazable: desde la tradición hasta la obra de los santos padres y doctores; desde las declaraciones dogmáticas hasta el magisterio, sobre todo el primado de Pedro; pues la masonería hace su propuesta de creencias con el deísmo, sincretismo, panteísmo y gnosis. Esto es lo que podríamos llamar una religión a la carta, - pero en apariencia -, para quien se aproxime a ella por primera vez. Este grupo esotérico, oscuro, luciferino, es un grupo en extremo exigente e intolerante: amordaza al adversario afectando respetarle mientras se le exige el máximo respeto. ¿Le suena a alguien el término “corrección política o, lo políticamente correcto”?

  Este diálogo que el cardenal Ravasi ya había propuesto hace unos años atrás, ha traído sus consecuencias en lo referente a la doctrina católica. Vemos cómo en la actualidad muchas o algunas de las enseñanzas doctrinales del catolicismo han venido suavizándose hasta llegar al punto de hacerlas desaparecer. Pensemos en el ejemplo de lo que está sucediendo con la Iglesia Católica en Alemania y su camino sinodal; así como otros países de Europa, Canadá, Estados Unidos de América, Argentina, Colombia, Brasil.., donde son los obispos (con algunas excepciones), los que están encabezando este desafío a la Santa Sede y la doctrina milenaria católica; y lo sucedido con el pasado Sínodo de la Amazonía y su ritual pagano llevado a cabo en la ciudad del Vaticano a la diosa de la Pachamama (la madre tierra).

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Cristianos en la Política

 

“Adúlteros, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? Quien, pues, quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios” (St 4,4).

  No podemos ocultar que el mundo, la humanidad hoy está cada vez más encaminándose a lo que podríamos llamar como su “decadencia”. Vemos, cada día, cómo los enemigos de Cristo, de su evangelio y de su Iglesia, están ganando terreno en los puestos de mando. Da la impresión de que esta guerra la estamos perdiendo sin más ya que, el esfuerzo que hacemos una gran parte de los que están convencidos de que el bien triunfa sobre el mal, no parece estar dando buenos ni motivantes resultados. Un alto porcentaje de la población parece que ha tirado la toalla en señal de rendición y derrota, mientras otros permanecemos en pie de guerra, siempre dispuestos al buen combate desde nuestra fe para intentar aportar y lograr los cambios que nuestra sociedad necesita en estos momentos de crisis. Vemos cómo el manto de tinieblas se sigue extendiendo sobre el mundo y la luz que debemos de irradiar los hombres y mujeres, desde nuestra fe, se hace cada vez más opaca. No podemos negar que estas escenas dantescas tienen desanimados a muchos y hasta nos hace preguntarnos si en verdad sigue valiendo la pena seguir luchando ante tantos signos de derrotas que estamos viviendo. ¿Son reales y verdaderas las palabras del Señor de que el enemigo no podrá derrotarnos? ¿De quién, en realidad, depende el triunfo, la victoria en este mundo cada vez más apartado de Dios?

  Se percibe un ambiente de pesadez, de derrota, de desilusión. Vemos cómo los principios morales y de felicidad siguen siendo pisoteados por el cinismo de muchos gobiernos y poderosas instituciones y familias financieras. Siguen las guerras que, junto con las grandes crisis económicas, son fruto de vergonzosas políticas cuyos verdaderos motivos permanecen ocultos. Tenemos el ejemplo de los Estados Unidos de Norteamérica que, en la administración pasada de Donald Trump, no inició un nuevo conflicto armado; más bien, todo lo contrario, fomentó y propició acuerdos de paz entre naciones enemigas de mucho tiempo. Pero ahora con la nueva administración, a días de haber asumido la presidencia el señor Joe Biden, ha retomado los conflictos bélicos y ya ordenó bombardear el país de Siria. Hemos de recordar, hace ya unas décadas atrás, las palabras que en su momento había dicho el papa san Juan Pablo II cuando se iniciaba la guerra contra Irak, que sabía que era una campaña para encubrir una guerra comercial animada por falsos principios humanitarios. Y que esos grupos militares-petrolíferos, en realidad, nunca les ha importado los derechos ni la vida del pueblo iraquí. Con el paso del tiempo, ¿tuvo o no tuvo razón el papa polaco? ¡Pues no hay duda de ello! Otro ataque que vemos que se está profundizando y arreciando más con la llegada de la nueva administración de los Estados Unidos de Norteamérica, es contra la institución familiar. Las señales que está dando esta administración es que parece que están decididos a recuperar aceleradamente, el tiempo perdido que le provocó la administración pasada de Trump a la agenda globalista y genocida para imponer sus ideologías de un “maravilloso bienestar” a la humanidad. Están fomentando así el esperado “reseteo o reinicio” de la humanidad, pero sin contar con Dios; un reinicio basado solamente en la pura percepción y capacidad humana, donde un grupito le ha prometido al resto de la humanidad de que en unos años no tendremos nada, pero seremos felices. Siguen apostando a proveer la felicidad sin acercarse a la fuente de ésta, que es Jesucristo.   Hay una quiebra en nuestra cultura occidental, que lleva a la crisis cultural y de identidad. Podemos muy bien decir que occidente está cada vez más paganizado y ésta paganización afectará al mundo entero llevándolo a la ruina general, destruyendo la cultura, la demografía y la religión de manera absoluta.

  ¿Qué nos queda a nosotros como cristianos seguir aportando a esta situación caótica y de degradación en la que está caminando la humanidad actualmente, y en ella, nuestra sociedad? Y es que, si la democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno, en el que la mayoría puede decidir, desde su libertad y elección el bien y el mal, debe de tener unos criterios morales que orienten a elegir el bien. La sociedad y, en ella la Iglesia, están en grave y profunda crisis. La seguridad que tenían los cristianos dentro de la institución religiosa, hoy esa seguridad ya no es tal. El enemigo o los enemigos de Cristo y su Iglesia se han establecido en los altos puestos de mando del mundo y así viene avanzando la imposición de la agenda ideológica neomarxista.

  Los cristianos no debemos renunciar, aunque los tiempos no sean del todo motivadores, a nuestra participación en el terreno de la política. La solución a nuestros problemas en este terreno no nos caerá del cielo, si nosotros, desde nuestra fe, no asumimos nuestro compromiso de aportar al bien común desde el campo político; debemos interesarnos porque nuestra nación este bien dirigida; no importan las tentaciones y los peligros que nos podamos encontrar en ese terreno. Las tentaciones y los peligros se pueden vencer, siempre que estemos fortalecidos por la gracia de Dios. Son muchos los que huyen a esta responsabilidad ciudadana, como si los cristianos no fuéramos también ciudadanos de la nación. Se nos olvida que esa realidad también necesita ser sanada y santificada de todo aquello que la afea y la denigra. El cristiano tiene que ser y llevar la luz de Cristo al terreno de la política. Cristo no quiso que escapáramos a esta realidad. Él vino para anunciarnos que el Reino de Dios está entre nosotros y dentro de cada uno de nosotros. El Reino de Dios también debe de estar presente y transformar la realidad política desde su interior y eso se logra a través de cristianos comprometidos profundamente con Cristo, su evangelio y su Iglesia. Muchos cristianos han perdido la dirección de Dios en cuanto a lo que tenemos que aportar ante los gobiernos.

  Termino este artículo, citando un fragmento del documento titulado The Mayflower Compact, de noviembre de 1620, escrito por los Padres Peregrinos en el Estado de Virginia y considerado como el fundamento de la Constitución de los Estados Unidos de América: “En el nombre de Dios, amén. Nosotros, cuyos nombres quedan inscritos, nuestra soberana lealtad a nuestro Rey James, por la gracia de Dios, de la Gran Bretaña, Francia e Irlanda, rey, defensor de la fe; habiendo tomado para la gloria de Dios el avance de la fe cristiana, y en honor a nuestro rey y país, viajamos para establecer la primera colonia en las partes norteñas de Virginia, en presencia solemne y mutua de Dios, y entre unos y otros, pactamos y nos unimos en un cuerpo civil y político para un mejor orden y preservación futura. Y por virtud ahora actuar, constituir y formar leyes justas y de igualdad, ordenanzas, actos, constituciones y gobiernos, de tiempo en tiempo para la mejoría de nuestra colonia, lo cual prometemos en sumisión y obediencia”.

  ¿A quién queremos obedecer?: “A lo cual respondieron Pedro y los apóstoles: hay que obedecer primero a Dios antes que a los hombres” (Hc 5,29) ¿De quién queremos ser amigos?: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando” (Jn15,14) ¿A quién queremos servir?: “Nadie puede servir a dos amos… no pueden servir a Dios y al dinero” (Jc 16,13).