miércoles, 16 de marzo de 2022

Destitución arbitraria, injusta y discriminatoria (2ª. parte)

 

El tema de las vacunas no es del ámbito doctrinal ni moral ni de fe. Es un tema meramente de ciencia. Por esto mismo, la Nota publicada por la CDF, no es un documento infalible, sino más bien una opinión argumentada desde los conocimientos científicos, pero sin ningún peso y obligación moral. Por eso deja en claro que la vacunación debe ser voluntaria, aunque sea un bien. Por otro lado, los obispos puertorriqueños aluden que, si el papa Francisco se inoculó, nosotros también debemos hacerlo. Eso es falso. El papa Francisco tomó una decisión personal y hay que respetarla, pero esa acción no tiene ningún peso de obligatoriedad para los demás. Aducen también que hay que tomar en cuenta que el papa dijo que vacunarse es un “acto de amor”: el que piense que la vacuna hará bien para todos, pues la persona puede tener un motivo aquí para hacerlo. Pero ¿y si cree lo contrario? ¿si cree que esta vacuna es dañina para el ser humano? Pues por el mismo amor al prójimo, no se vacuna.

  Hay que tener cuidado de cierta manipulación que podemos hacer de la persona de Cristo y mensaje evangélico con este tema. Esto se podría entender incluso hasta como una blasfemia. ¿Jesús apoya esta vacuna? ¿Esto vendría siendo parte del mensaje del evangelio? ¿Los discípulos predicaron la bondad o necesidad de vacunarse cuando apareciera una enfermedad? Ah, ¡es que tenemos que obedecer a las autoridades, porque así lo dice la Biblia en Rm 13,1! ¿Y el amor al prójimo dónde queda? “Ahora es que tienes que obedecer y callar”. Es verdad que los cristianos debemos ser ciudadanos ejemplares: un buen cristiano, sabe y debe ser un buen ciudadano. Los cristianos tenemos derechos civiles como cualquier otro ciudadano; no solamente es callar y obedecer. Tenemos el derecho a protestar de todo aquello que consideremos que vulneran esos derechos y que es erróneo. Recordemos, por si alguien aún no se ha dado cuenta, que Jesús no fue un ciudadano sumiso a la autoridad. Ser un buen ciudadano no es solamente someterse sin más; sino, sobre todo, participar activamente en la sociedad civil haciendo oír nuestras voces, trabajando por unas leyes más justas para una convivencia mejor.

  Por otro lado, en cuanto a la decisión del obispo de Arecibo de no enviar a sus seminaristas al seminario interdiocesano aprobado por el Vaticano, tampoco es causa de destitución. Cada obispo tiene autoridad plena en su diócesis y asume, en conciencia, todo aquello que él considere que es lo que más le conviene a los feligreses de su diócesis, siempre y cuando no vaya en contra de la sana doctrina católica, ni la fe, ni la moral ni las buenas costumbres.

  Las Conferencias Episcopales no tienen autoridad sobre el obispo diocesano. ¿Cuál es la naturaleza de la Conferencia Episcopal? ¿Cuál es su función? ¿Para que existen? El canon 447, del Código de Derecho Canónico dice: “La Conferencia Episcopal, institución de carácter permanente, es la asamblea de los obispos de una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de los fieles de su territorio para promover, conforme a la norma del derecho, el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y de lugar”.  Es decir, del ministerio del obispo diocesano es ejercido personalmente por cada obispo individual en el ámbito de la Iglesia Particular a él confiada. En pocas palabras, no es función de la Conferencia Episcopal trazarle pautas o directrices a los obispos diocesanos; la Conferencia Episcopal no es una especie de organismo de gobierno centralizado de la Iglesia Católica. La Conferencia Episcopal es un organismo colegiado, apostólico; no piramidal ni autocrática; no es una especie de “comité central político” de la Iglesia Católica.

  En definitiva. Lo que se ha hecho con este obispo de la diócesis de Arecibo al destituirlo, fue una acción arbitraria, discriminatoria e injusta. En ningún momento ha habido manifestación de su parte de no comunión episcopal y eclesial. Se le conoce por ser un defensor de la doctrina, la fe y la moral católica en su diócesis, como en la isla. Ha sido un acérrimo defensor de la institución familiar natural, querida y establecida por Dios desde la creación y promovida y defendida por la doctrina católica; luchador contra la imposición de la agenda de la Ideología de género y el aborto en la isla.

  En el decreto de su destitución se afirma que no ha cometido ningún delito, ni leve ni grave, que se le señale. Entonces ¿Cuál ha sido la verdadera causa de su destitución? ¿Defender y promover la verdadera doctrina católica en materia de fe, moral y costumbres? Si se le señala como “falta o delito” el estar a favor de la objeción de conciencia, ¿qué no es eso lo que enseña nuestra Iglesia? ¿O se le puede señalar su negativa a enviar a sus seminaristas al seminario interdiocesano? Pero él tiene la autoridad y potestad para decidir lo que mejor sea para sus feligreses, incluyendo sus seminaristas. No es obligatorio que los envíe a ese seminario, si tiene otras posibilidades mejores en su diócesis más conveniente. Al mismo tiempo, a este obispo no se le dio la oportunidad de defenderse. Sólo como defensa de este obispo destituido, tenemos lo expresado por el arzobispo emérito de La Plata, Mons. Héctor Agüer, que dijo: “Avanza implacable el progresismo que impone la Santa Sede, sin importarle que hace víctima a hombres de Dios, cuya acción lleva a florecer la vida de la Iglesia. El obispo de Arecibo, Mons. Daniel Fernández Torres, ha sido depuesto de su diócesis por defender la objeción de conciencia, ante la ridícula obligación moral de vacunarse, impuesta por la Santa Sede”. Continua el arzobispo Agüer: “La Iglesia actual ya no se ocupa ni de Dios, ni del mandato de Cristo de evangelizar, sino solamente de imponer nuevos paradigmas y de adherirse a los principios de un Nuevo Orden Mundial, ajeno a la ley natural, y a la revelación cristiana”. Esta destitución arbitraria, injusta y discriminatoria, ¿a quién afecta más: al obispo en cuestión o a la Institución religiosa, que ha violado su propia legislación?

  En fin, vuelvo a decir que esta destitución es arbitraria, discriminatoria e injusta. Es la consecuencia de mantenerse fiel a Cristo, a Su evangelio y a Su iglesia. Por asumir una postura políticamente incorrecta, le vino esta sanción. Ya Cristo había advertido sobre estas contrariedades que enfrentarían sus fieles discípulos. Pero hay que mantenerse fieles hasta el final, si es que queremos llegar a la salvación. Ya el mismo obispo Fernández Torres, en su carta pública lo ha dicho: “Me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia, por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales en las que resulta incómodo: se opone a nuestras acciones”. Y sigue diciendo: “Lamento mucho que en la Iglesia donde se predica tanto la misericordia, en la práctica algunos carezcan de un mínimo sentido de la justicia”. Y, aun así, dice mantener su total obediencia y comunión al papa y la Iglesia. Pero ¿y por qué no se ha actuado de manera igual y hasta con más rigor, contra los obispos alemanes que claramente están en un camino sinodal cambiando la doctrina y moral católica y se han ido de frente contra el papa, al grado de afirmar que si Roma, el Vaticano, el santo padre no aprueba sus conclusiones cuando se las presenten, habrá un cisma más fuerte y desgarrador en la Iglesia Católica peor que el que encabezó Martin Lutero? Y como estos obispos alemanes, también los hay con el mismo pensamiento en otros países del globo terráqueo. ¡Las tinieblas siguen avanzando sobre la Iglesia de Cristo y el humo de satanás se esparce más!

martes, 15 de marzo de 2022

Destitución arbitraria, injusta y discriminatoria (1ª. Parte)

 

“Les Exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: este es su culto espiritual. Y no se amolden a este mundo, sino, por el contrario, transfórmense con una renovación en la mente, para que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto” (Rm 12,1-2).

 

  Ha caído como balde de agua fría la reciente destitución al gobierno pastoral de la diócesis de Arecibo -Puerto Rico, de Mons. Daniel Fernández Torres, por el papa Francisco. Esta destitución se califica como arbitraria, injusta y discriminatoria. En los medios digitales católicos se han publicado el decreto de destitución de la Santa Sede, así como la carta del obispo en cuestión y también el comunicado de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico sobre el tema. Pero para tener una visión y opinión lo más objetiva posible sobre este lamentable caso, es bueno hacer una especie de cronología de los hechos que llevaron a la conclusión de esta destitución de este obispo, ¿por qué? Pues porque las causas que se alegan son dos fundamentales: la primera señala la negación del obispo de Arecibo de enviar a sus seminaristas al seminario interdiocesano y la segunda tiene que ver con la no comunión eclesial con sus otros hermanos obispos de la isla, señalando específicamente su negación a no firmar el Decreto de la Conferencia Episcopal sobre la obligatoriedad de la inoculación de la vacuna contra el covid-19, defendiendo la objeción de conciencia.

  Partamos de la situación de la recién crisis sanitaria del virus del Covid-19, que inició en el año 2020, con todas las medidas protocolares que se llevaron a cabo o se impusieron en el mundo desde el ámbito político, que fueron y siguen siendo (porque aún hay algunos países que las mantienen vigentes), medidas más de tinte político y no de un real y verdadero cuidado de la salud pública.

  La Conferencia Episcopal de Puerto Rico, publicó una Instrucción Pastoral y Decreto, (documento muy extenso que sólo haré referencia a algunas ideas de este. Pero que puede ser consultado en internet con el título “Instrucción Pastoral Sobre la Importancia Moral de Vacunarse contra el covid-19”, publicada el 24 de agosto del 2020; y donde los obispos puertorriqueños hacen referencia a la Nota publicada sobre el tema de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe “La moralidad del uso de algunas vacunas contra el covid-19”, de fecha de diciembre /2020), donde afirmaban, - como medidas para “ayudar” a frenar el avance del virus del covid-19 en los templos y demás dependencias de esa iglesia particular, incluyendo todo el personal, y, - tomando en cuenta lo que había ya establecido la autoridad civil al respecto -, que ante la situación actual provocada por la pandemia del covid-19, es un deber vacunarse y no hay lugar para la objeción de conciencia. 

  Señalan los obispos puertorriqueños, que la CDF dice en su Nota que, “la vacunación no es, por regla general, moralmente obligatoria y que, por lo tanto, debe ser voluntaria”. Ellos señalan entre comillas que es importante tener en cuenta que “por regla general”, no es obligatoria normalmente. Añaden: “Desde nuestro punto de vista, la situación en el caso del covid-19 no es fácil aplicar lo de la “regla general” (para mí, esto ya es buscando una justificación de lo injustificable, como si fuera algo difícil de entender). Siguen diciendo: “Estamos ante una situación de una grave emergencia salubrista, lo que hace que el deber ético de contribuir al bien común tenga mucha más fuerza moral. Por lo tanto, creemos que hay un deber moral de vacunarse y que no vemos cómo pueda invocarse una objeción de conciencia desde la moral católica”.

Argumentan estos obispos puertorriqueños que, tanto el papa Francisco como Benedicto XVI, recibieron sus respectivas vacunas. Dicen que el papa Francisco no sólo ha hecho un llamado a la vacunación, sino que se ha referido a la misma como un “acto de amor”. Siguen afirmando que, con “este acto, el papa nos dice al pueblo católico del mundo entero, que la vacunación es un signo de esperanza, que salva vidas, que al momento presente es la manera más efectiva para combatir la mortal pandemia del covid- 19, y nos invita a emularlo”. En el Decreto de la Conferencia Episcopal, los obispo establecen “disposiciones para los sacerdotes y fieles católicos, como la prohibición de otorgar cualquier tipo de exención religiosa ante la vacunación, ni que se admita la objeción de conciencia: no se autoriza en nuestras diócesis que sacerdotes, diáconos, o agentes de la Iglesia comparezcan ante notarios a declarar ante juramento las exenciones por razones religiosas ya que no hay fundamento en la enseñanza moral de la Iglesia para rechazar los requerimientos de vacunación”.

  “Aunque los fieles son responsables de sus propias acciones, cortésmente debemos clarificarles que no deben usar de fundamento las enseñanzas morales de la Iglesia Católica para rechazar las vacunas. Tampoco estaremos aceptando declaraciones juramentadas que afirmen que las enseñanzas de la Iglesia son fundamento para rechazar la vacunación y/o texto similar ya que dicha aseveración no tiene fundamento en la enseñanza moral de la Iglesia. De la misma forma, ningún otro patrono o entidad pública o privada estará obligada a reconocerlas”.

  Los obispos también precisaron que “todos los empleados y voluntarios que realicen sus labores o servicios de manera presencial deben estar vacunados completamente para el 15 de septiembre de 2021. Y después de esa fecha, de no estar completamente vacunados, no podrán ejercer sus funciones o prestar sus servicios en nuestras diócesis”. Establecieron además que, “reservarán un espacio para los no vacunados en las celebraciones de las misas, con el objetivo de evitar contagios, una medida que toman por su propia seguridad, por la de los sacerdotes, religiosos, religiosas y también la de familiares y feligreses de las parroquias”. Sugieren además a los no vacunados que, por el momento presente, y hasta una ulterior determinación de la Conferencia Episcopal, se abstengan de participar en las demás actividades comunitarias presenciales de las iglesias y sigan aplicando con rigor las conocidas recomendaciones sobre el uso de mascarillas, lavado de manos, distancia física, etc. Y la comunión sacramental será distribuida únicamente en las manos.

  Pues este Decreto es el que el obispo de Arecibo se negó a firmar, siendo el único que lo hizo, a diferencia de los demás obispos (seis en total). La isla de Puerto Rico está dividida pastoralmente en siete diócesis.

Ahora bien. En cuanto al punto de la objeción de conciencia, es bueno tener en cuenta lo que nos enseña nuestra Iglesia Católica sobre esto. En el Catecismo numeral 1782 leemos: “El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar personalmente las decisiones morales. No debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa”. Como vemos, con esta enseñanza del Catecismo, y lo que están afirmando los obispos puertorriqueños con la objeción de conciencia, se equivocan.

viernes, 11 de marzo de 2022

Estamos bajo el ataque de los destructores de la fe, la tradición, la doctrina, la moral y la Iglesia de Cristo (2ª. Parte)

 

No podemos dejar de mencionar la afirmación reciente del arzobispo de Lima-Perú, Mons. Carlos Castillo Mattasoglio, que afirmó en una misa que “Jesús murió como un laico y lo hizo sin hacer un sacrificio: Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto. Jesús muere como un laico asesinado, que él decide no responder con venganza y que acepta la cruz para darnos signos de vida”. Esta afirmación, contradice la enseñanza del Catecismo que afirma en el número 1545 en relación con el sacramento del Orden Sacerdotal: “El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo”. Pero también, este mismo arzobispo, ya había sugerido y es partidario de que “familias, o parejas o grupos de esposos o de personas mayores laicas puedan ser párrocos”. Y añadió que ya está en la intención de pedir permiso al Vaticano para llevar a cabo estos cambios sugeridos en su diócesis.

  Para estos destructores de la moral cristiana, no existe tal cosa. Cada uno puede tener su propia moral. Afirman que esta cambia al ritmo de los cambios de épocas y tiempos. Esto de mantener un código moral por los siglos de los siglos y fundamentados en la creencia religiosa, es pura tontería y anacrónico. Y lo más penoso y triste de esta postura es que muchos ministros ordenados no lo denuncian por miedo al qué dirán. Contravienen así la enseñanza del apóstol Pedro de que “Hay que obedecer primero a Dios, antes que a los hombres”. Hay, sobre todo, un miedo a enfrentar las posturas de muchos políticos católicos que se empeñan en establecer normas y leyes contrarias a la sana doctrina y moral católicas, pero que el día domingo van a la misa y comulgan el cuerpo de nuestro señor Jesucristo sin el más mínimo reparo y acto de conciencia, cometiendo así un sacrilegio de recibir el cuerpo y la sangre de nuestro Señor en pecado grave. Esto ya lo advirtió el apóstol san Pablo que dijo: “El que se acerque a recibir el cuerpo y la sangre del señor indignamente, se está tragando su propia condenación”.

  Para estos demoledores de la fe, modernistas y progresistas, todas las religiones son iguales o enseñan lo mismo o tienen el mismo valor. Pero se olvidan de lo que dijo nuestro Señor Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no por mi” (Jn 14). Para estos modernistas, las sagradas escrituras no son más que meros escritos reflejo del sentimentalismo de un pueblo sin ningún valor histórico y menos trascendentales. Escritos inventados por una comunidad y mantenidos por la institución religiosa para mantener adormecidas las conciencias de la gente en una especie de manipulación y no dejarlos vivir en su plena libertad y de acuerdo con lo que les dicta su propia conciencia. Que Cristo fue solo un gran hombre, un gran ser humano; pero jamás un tal “Mesías” y mucho menos Hijo de Dios. Un hombre de una gran espiritualidad, pero sin ninguna conexión con un Dios Todopoderoso ni trascendente. Una espiritualidad más bien en relación con el universo. En fin, un hombre que vive en el recuerdo de sus seguidores. Consideran la eucaristía sólo como un acto, una reunión de encuentro de personas que se reúnen para compartir una comida que los lleva a pensar en que hay que ayudar a saciar el hambre de los demás, de los hambrientos. Pero despojan ese acto religioso y de fe, de todo su contenido trascendental, sacrificial y redentor. Para estos destructores de la fe, no existen los milagros ya que, éstos más bien son actos o signos del buenismo y solidaridad humana que debe de existir entre los seres humanos. Para ellos, la tradición no son más que costumbres arraigadas en la mentalidad de las gentes. En fin, para estos destructores de la fe, no hay vida después de la muerte. Todo se vive y se termina una vez la persona muere a esta vida y lo mejor que puede hacer cada uno es vivirla lo más intensamente posible esforzándose en ser buena persona, pero que, si hubiera vida después de la muerte, sólo esto bastaría para que se salvara.

  Estos destructores de la fe, modernistas y progresistas, lo que buscan y tratan de imponer es un puro humanismo desarraigado de toda relación trascendente con el Dios Todopoderoso. Sustituyen el primero de los mandamientos “Amar a Dios sobre todas las cosas”, por la preminencia del segundo “amar al prójimo como uno mismo”. Proclaman así la tolerancia con todos y todas las ideas y pensamientos. Todas las ideas pueden subsistir sin que ninguna se imponga a las demás; todas las ideas son buenas y de lo que se trata es de aprender a tolerarnos entre todos para que el mundo sea lo más vivible posible. Todos seremos felices y estaremos contentos. Lo que importa es el amor humano. Por eso, todas las religiones deben de unirse para seguir fomentando este humanismo y buenismo.

  Estos destructores de la fe tienen la meta clara de que hay que destruir la Iglesia o, por lo menos de disminuir a su mínima expresión su influencia y lo que ella significa y promueve. Y se la han ingeniado para intentar destruirla desde dentro con servidores revestidos con sotana, cruz pectoral, mitra y báculo. No nos podemos dejar engañar por estos lobos con piel de ovejas. Aprendamos a discernir las palabras de los verdaderos profetas y discípulos de Cristo.

 

jueves, 10 de marzo de 2022

Estamos bajo el ataque de los destructores de la fe, la tradición, la doctrina, la moral y la Iglesia de Cristo (1ª parte)

 

 Según lo que se sabe de la vida sacerdotal del Papa san Pío X, se dice que no fue o no brilló por ser un gran erudito en teología, sino más bien que fue un hombre que vino de una familia sencilla, de escasos recursos económicos; ingresó al seminario en medio de dificultades y las limitaciones propias de esa realidad de pobreza material. Fue un hombre y sacerdote rural, cercano a la gente; como diría el papa Francisco “Un pastor con olor a oveja”. Pero, a pesar de su procedencia humilde y de limitaciones materiales, fue un hombre y pastor de un gran espíritu de fe y de celo apostólico. Si no brilló por su intelecto y ciencia teológica, la experiencia que acumuló durante sus años como sacerdote en las diferentes funciones pastorales a la que fue encargado, nos dejó un gran legado de sapiencia, misión y consagración sacerdotal que hoy siguen siendo una gran riqueza para la Iglesia y sus miembros.

  Este hombre de Dios, pastor universal, tuvo una gran lucidez en lo que se refiere a ver más allá y descubrir el potencial destructivo que ya venía en el paquete de la modernidad, al que denominó “conjunto de todas las herejías”. Claro que, esta postura e ideas le provocaron toda una serie de rechazos y burlas, ya que sus contrarios lo tildaban de “cura rural, de aldea”. Aquí podríamos citar las palabras del apóstol Santiago: “Escuchen, queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres para el mundo, a fin de hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que tiene prometido a los que le aman?” (2,5).

  Este santo papa, en su encíclica Pascendi, en la introducción nos dice que Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. Y en el número 1 nos dice que “es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrada en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aún la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”.

  Los modernistas o progresistas son enemigos acérrimos de la tradición, la doctrina, la moral cristiana y de la Iglesia de Cristo. Como ejemplo de esto, tenemos la opinión del presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Mons. Georg Batzing, que ha afirmado que la “enseñanza moral de católica tiene que cambiar. La sexualidad es un regalo de Dios y no un pecado”. Y con relación a las uniones de personas del mismo sexo dijo “que estas están bien si se hacen con fidelidad y responsabilidad. No afecta la relación con Dios”. Este obispo también es partidario de que el celibato sacerdotal sea abolido o en dado caso, opcional; es partidario de la ordenación sacerdotal de mujeres. Esta idea es compartida por el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Suiza, Mons. Markus Büchel, que dijo “soñar con la ordenación sacerdotal de muchas mujeres”. Otro ejemplo lamentable es el del obispo alemán Franz Jüng, que “ha declarado que no tomará ninguna medida en virtud del derecho laboral o disciplinario si se conocen hechos sobre los empleados de la diócesis Würzburg, la asociación diocesana de Cáritas y otras entidades jurídicas afiliadas que conciernen al estilo de vida personal con respecto a las parejas, la orientación sexual o la identidad de género de un individuo/persona; también en las actividades relacionadas con la predicación”. Y añade en su comunicado que “no tomará ninguna acción bajo la ley eclesiástica o disciplinaria contra los clérigos con respecto a su orientación sexual”. Y el cardenal Reinhard Marx, ha afirmado que la “sinodalidad de la iglesia alemana es el requisito básico para una nueva Iglesia y que la homosexualidad no debía ser una restricción a la capacidad de convertirse en sacerdote”.  Tenemos el caso del arzobispo de Argel (Argelia), Mons. Jean Paul Vesco, que afirmó que “el bautismo no es necesario para la salvación y que hay que deshacerse de la idea de que tenemos que evangelizar”.   

  Estos destructores siempre han querido destruir la Iglesia desde dentro y por eso la han infiltrado. Recordemos las palabras del papa Pablo VI que dijo “El humo de satanás está dentro de la Iglesia”.  Son los lobos vestidos de ovejas que han infiltrado el rebaño de Cristo para devorarlas sin piedad. ¿Puede algún católico decir o afirmar que esas palabras de amenaza a la Iglesia de Cristo aún no se cumplen? ¿Por qué quieren estos modernistas, lobos disfrazados de ovejas, destruir la fe, la doctrina, la moral y la tradición eclesial? ¿En qué quieren convertir la Iglesia de Cristo? Pues parece ser que lo que quieren es convertir la Iglesia de Cristo y su evangelio en una “institución y camino de puro humanismo” alejada de las verdades bíblicas y adherirla a la moral del mundo; hacerla o convertirla en parte del mundo, propiedad de mundo. Pero la Iglesia no es del mundo, sino que está en el mundo, y está para ser luz y guía que ilumina la oscuridad: “Ustedes son la luz del mundo”.  Pero, es que ya el mismo Jesús había profetizado esta amenaza a su Iglesia cuando dijo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró grano bueno en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y echó grano, apareció también la cizaña” (Mt 13,24-26); y también: “Cuídense de los falsos profetas, los cuales vienen a ustedes como lobos disfrazados de ovejas” (7,15). Y tenemos, por otro lado, las advertencias marianas de nuestra Madre del cielo, en sus diferentes apariciones, donde ya nos habla de estas amenazas a la Iglesia de Su Hijo y de cómo éstas se harían presentes y la influencia que tendrían en los miembros de la jerarquía eclesiástica. Entonces, volvemos a preguntar: ¿Puede algún católico decir o afirmar que esas palabras de amenaza a la Iglesia de Cristo aún no se cumplen?

  Hay una triste y cruda realidad en el terreno de la fe muy marcada en nuestros tiempos: estamos transitando una gran crisis de fe. En nuestros días, son muchos los laicos, grupos, comunidades parroquiales, ministros ordenados, que están caminando por sendas distintas al designio original y revelado por Dios Padre en Su Hijo Jesucristo, su amado, su predilecto. Sabemos que muchos cristianos ya no escuchan la voz del Señor, la voz de Cristo; han cerrado sus oídos al Dios Único, vivo y verdadero, para abrirlos a los ídolos; los ídolos del modernismo y progresismo pagano. Las enseñanzas de Jesús están siendo rechazadas por muchos cristianos porque la consideran atrasadas y desfasadas. Hoy, muchos cristianos quieren vivir y, de hecho, practican un cristiano a la carta, en donde hay ideas y enseñanzas para elegir la que más guste y satisfaga sus deseos y apetencias. Para estos grupos y comunidades, la palabra “católico” ya es sólo un calificativo, título o una etiqueta. Son los católicos de boca, pero no de convicción. Son los creyentes que dicen “soy católico, pero estoy de acuerdo con el aborto, con las uniones homosexuales, el sacerdocio femenino, el fin del celibato sacerdotal o que sea opcional, etc. Son los que niegan la existencia de Satanás porque para ellos esto no es más que un invento de la Iglesia para amedrentar las conciencias de los creyentes”. Recordemos que el mismo Cristo fue tentado varias veces por Satanás; y el papa Francisco ya dijo que “con el diablo no se dialoga”. La autora María Vallejo Nájera, en su libro “Cielo e Infierno: verdades de Dios”, dice “que el gran triunfo del demonio en nuestros días es que el mundo crea que no existe. Esa ha sido su mayor trampa. Muchos jóvenes, incluso sacerdotes, les cuesta creer en la existencia del demonio; pero es un ser real”. Y el general de los jesuitas, Fr. Arturo Sosa Abascal, dijo en una entrevista para la revista Tempi, que “el diablo existe como una realidad simbólica, no como una realidad personal”. Esta es una afirmación heterodoxa que va en contra de la doctrina católica.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Cuaresma: oportunidad para contemplar más de cerca a Jesús.

 

La cuaresma es un tiempo especial y privilegiado de purificación, y nos ayuda para este propósito los medios que nos ofrece nuestra Iglesia para poder seguir profundizando en nuestro conocimiento y contemplación de Jesús, en este recorrido que haremos junto a Él en este camino cuaresmal que iniciamos.  La cuaresma nos invita a que, como María, hermana de Martha y Lázaro, nos sentemos a los pies del Maestro a escuchar sus enseñanzas. Este es el tiempo propicio para acompañar al Hijo de Dios, Señor de señores, en este camino de su Pasión y Muerte, que culminará en el calvario, donde será crucificado en medio de dos ladrones.

  La cuaresma es también, junto a la Semana Santa, un tiempo fuerte de profundización de nuestra fe, confianza, amor, conocimiento, misericordia, piedad y servicio a Dios. Si es cierto que ver, reflexionar y meditar en estos aspectos de la vida de Jesús a muchos nos aterra el verlo sufrir, padecer y morir de esta manera en la cruz, no es menos cierto que también es un gran tesoro que nos participa espiritualmente y que no podemos callarnos, sino más bien hay que buscar la manera de cómo compartirlo con los demás. Tenemos que penetrar, sin miedo, en la reflexión y meditación de los diferentes episodios que nos presenta el evangelio para este tiempo de penitencia para descubrir, al mismo tiempo, el mensaje que los mismos evangelistas nos quieren transmitir. Por esto es por lo que debemos estar atentos, como discípulos de Jesús, a su palabra.

  Tenemos que recordar que la cuaresma no sólo es un tiempo fuerte de penitencia y privaciones, ayuno y abstinencia, de oración más intensa y de dar limosna. Es un tiempo también para aprovechar y limpiar nuestra alma, nuestro corazón, nuestro interior… nuestra conciencia a través y por medio del sacramento de la confesión y reconciliación; que nos sirva para purificar nuestra alma. Todo el ambiente debe estar dispuesto para ello: los ornamentos en las celebraciones litúrgicas, la austeridad de los adornos y las flores, el sentido más meditativo de los cantos en la misa. La cuaresma también debe de ser un tiempo de recogimiento personal en nuestro desierto espiritual; que nos sirva para encontrarnos con el Señor en un diálogo de fe y amor, para regresar fortalecidos y continuar nuestro caminar. Cuarenta días con sus noches es un tiempo de penitencia, ni corto ni largo, pero sí suficiente para prepararnos para una misión. Cuarenta días con sus noches fue también el tiempo suficiente para la purificación del mundo, de la humanidad, para la renovación de la creación, con en el diluvio. Cuarenta años fue el tiempo suficiente del peregrinar del pueblo de Israel por el desierto para llegar a la tierra prometida y de la formación del pueblo de la alianza.

  Este tiempo de cuaresma debe llevarnos a profundizar en la intimidad con Dios. No se trata de andar por las calles dando gritos para que se fijen en nosotros y vean cómo hacemos penitencia y obras de misericordia. El que hace esto, el que obra de esta manera, lo pierde todo porque, el único que tiene que ver nuestro sacrificio es el Padre celestial, que ve en lo secreto y ahí en lo secreto, nos recompensará. Por eso, la vivencia cuaresmal se trata de ganar, no de perder. De no vivirla con hipocresía, sino con autenticidad, fe, devoción y amor cristiano. No se trata de hacernos notar sino más bien que, por nuestras obras, sea el Señor que sea notado, alabado y glorificado. Todos tenemos que hacer sacrificios y penitencia, pero esto debe de realizarse en lo secreto, en la intimidad personal. No hay que preguntar al otro ni tampoco que nos pregunten qué sacrificio o penitencia nos hemos propuesto para esta cuaresma.

Propongámonos practicar reales penitencias, como podrían ser:  renunciar a los chismes, a criticar a los demás, a la impaciencia, a enojarse por todo, a pelearse con todos, a no perdonar a nadie, al egoísmo, a la envidia.

  San León Magno decía: “Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de la caridad; si deseamos llegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí las demás y cubre multitud de pecado”. Por esto, busquemos el sincero arrepentimiento de nuestros pecados y la gracia santificante por medio del sacramento de la confesión y reconciliación; luchemos por cambiar aquello que sabemos que tenemos que cambiar. No se trata de seguir repitiendo “soy así, y el que quiera acercarse a mí, tiene que aceptarme tal cual, porque no voy a cambiar”. Tenemos que fortalecer la oración, el diálogo con Dios. Y qué mejor oración, - la que le agrada a Dios -, que la que sale del corazón.  

  Aprovechemos este tiempo para avanzar en nuestra conversión. El Señor nos dice: “conviértanse a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y luto. Rasguen sus corazones, y no sus vestiduras”. Y el apóstol san pablo nos dice: “No echemos en saco roto la gracia de Dios; este es un tiempo de gracia; ahora es el día de la salvación”. La cuaresma es también un tiempo de alegría y esperanza. Vivámosla como un tiempo de cambios.