miércoles, 23 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (6ª. Parte)

 

Sé que el panorama que he descrito con relación a la Iglesia puede parecer para muchos muy triste, desolador y pesimista. Pero no falta a la realidad, y no podemos negar ni tapar lo que está sucediendo y se está viviendo dentro de la Iglesia de Cristo. Pero es que estas cosas ya el mismo Señor las había advertido y la Virgen María, en sus diferentes apariciones, también nos lo recordaba y por eso insistía en que, si nosotros no nos arrepentimos con sinceridad de nuestros pecados, si no volvemos a Cristo, la catástrofe que se nos viene encima será grande. En el salmo 80 leemos: “Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: por eso, los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos.” Y esto es parte del problema que está viviendo la Iglesia de Cristo: en gran medida ha dejado de escuchar la voz de su Señor, para escuchar otras voces y seguir otros ídolos, dioses de barro que no oyen, ni ven, ni escuchan. Muchas ovejas han dejado de escuchar la voz de su pastor, no lo conocen y no lo pueden seguir. Y es que, lamentablemente, un gran porcentaje de cristianos hoy en día no oramos.

  El mal uso de la libertad que hemos hecho nos ha traído estas consecuencias. Desde hace tiempo se viene hablando de la creación de una nueva religión, una nueva iglesia, una nueva fe. Donde ella misma creará sus propios “dogmas”, rituales y marcará el “nuevo camino” a seguir para que el hombre sea feliz, pero todo eso aquí en la tierra. Es la búsqueda e implantación de la “unidad mundial”, pero sin el espíritu cristiano ni el catolicismo. Es una iglesia que proclamará la “fraternidad universal”: ¡todos somos hijos de Dios! Y si esto es así, entonces ¿dónde queda el bautismo? ¿Cuál será su sentido? ¿Todas las religiones serán lo mismo? ¿Todas las religiones salvan? Es por el sacramento del bautismo que somos hijos adoptivos de Dios, hermanos de Cristo, miembros de su gran familia espiritual, que es la Iglesia y herederos de la única promesa de la salvación. Es cierto que el cristianismo y los cristianos no somos poseedores de la Verdad. Pero sí afirmamos y proclamamos que “estamos en la Verdad” de Dios revelada en su Hijo Jesucristo para nuestra salvación, y todo el que escuche esta Verdad y crea en ella y la asuma en su vida, es bienvenido. La gracia bautismal es para que, al ser y convertirnos en hijos de Dios, vivamos como tales. En esta nueva religión, Cristo dejará de ser el Señor, el Hijo de Dios, el salvador, el redentor, el camino para llegar al Padre, la puerta por la cual tenemos acceso al Padre… para pasar a ser un iluminado más.

  Tenemos que enfrentar todo esto con nueva fuerza espiritual, para no perder la fe ante la división y derrumbamiento al que se está enfrentando la Iglesia de Cristo. Sus palabras tienen que ser el motor que nos mueva a cada discípulo suyo a entender de que, a pesar del panorama sombrío que estamos atravesando, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Cristo es el capitán de esta barca y la lleva a puerto seguro en medio de las tempestades.

  Tenemos que seguir profundizando y fortaleciendo nuestro crecimiento espiritual para poder vencer todas las pruebas que hay que enfrentar y, particularmente, la que acecha a la Iglesia en este final de los tiempos. El Señor nos dice en Jn 12,35-36: “Todavía por un poco de tiempo tienen luz en ustedes. Caminen mientras tienen luz, para que no les sorprendan las tinieblas, ya que el que anda en tinieblas ignora a dónde va. Mientras tienen luz, crean a la luz, para que se conviertan en hijos de la luz.”

  Así, vemos que Jesús nos advierte de la importancia de aprovechar bien la luz en este crepúsculo para prepararnos a pasar bien la noche, sin tropezar durante ella. Viviendo como hijos de la luz, nuestra fe no desfallecerá en la hora de las tinieblas.

martes, 22 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (5ª parte)

 

La Iglesia Católica no puede acomodar el mensaje del evangelio a los gustos, antojos y apetencias de las personas. No es el evangelio el que tiene que acomodarse a nosotros; somos nosotros los que tenemos que dejarnos iluminar por el evangelio de Cristo: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando”. Por dejar la Iglesia de cumplir con su misión de evangelizar, para cambiarla por anunciar un mensaje que raya más bien en el buenismo, es lo que en gran parte ha provocado y sigue provocando que un gran número de fieles católicos la abandonen y otros no encuentren en su mensaje algo atrayente. Tenemos el ejemplo triste de la Iglesia Católica en Alemania y otros países europeos; así como en Argentina, Chile, Colombia, México, Canadá, Estados Unidos de América, etc. En estos países, para muchos de estos fieles, la Iglesia ha dejado de ser sacramento de salvación y Cuerpo Místico de Cristo, y ha pasado a convertirse en un grupo religioso más que se mueve como una especie de empresa religiosa o iglesia democrática, donde sean los fieles los que escojan a los obispos, párrocos y decidan quién se puede ordenar y quién no, etc. Recordemos que la Iglesia es una realidad sobrenatural, que apunta hacia la salvación de las almas, y no una realidad sociopolítica.

  En estos momentos, la Iglesia Católica, por iniciativa del papa Francisco, ha iniciado lo que ha llamado “Camino Sinodal”. Pero ¿puede servir este camino sinodal para que la Iglesia pueda resolver todos los problemas que hay dentro de ella y pueda dar las respuestas adecuadas a las diferentes realidades pastorales en lo externo? Podría decir que la respuesta está en la medida en que ella vuelva, retorne a su origen, a su fuente, a su fundador; en la medida en que vuelva a Cristo. El papa Pablo VI, en su encíclica Ecclesiam Suam no. 3, dijo: “… el pensamiento, decimos, de que  ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio, debe explorar, para propia instrucción y edificación, la doctrina conocida, y este siglo estudiada y difundida, acerca de su propio origen, de su propia naturaleza, de su propia misión, de su propia suerte final; pero doctrina nunca suficientemente estudiada y comprendida, ya que contiene la dispensación del misterio escondido por los siglos en Dios.. a fin de que venga a ser conocida.. a través de la Iglesia…”; y G. K. Chesterton dijo: “Porque a veces es necesario caminar hacia atrás, como un hombre que, habiendo tomado el camino equivocado, retrocede hasta el poste de señales para encontrar la ruta correcta. El hombre moderno se parece en cambio a un viajero que ha olvidado el nombre de su destino y tiene que volver a su punto de partida, para encontrar hacia dónde dirigirse. Que el mundo ha perdido su camino, pocos lo negaran” (La Nueva Jerusalén, p. 13).

  No es la tecnología ni el marketin lo que ayudará a la Iglesia a darle respuesta a todo lo anterior. La Iglesia necesita siempre de una reforma, pero esa reforma es en lo que se ha llamado “reforma en santidad”, que viene dada y está cimentada en su fundador, que es el santo de los santos, Cristo. Fuera de Cristo y de su Gracia, la Iglesia y los cristianos, no estaremos enteramente libres de nuestra debilidad y de su servidumbre, sino que todos tenemos necesidad de Cristo, modelo, maestro, salvador y vivificador (Ad Gentes). La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo. Santa porque santo es su fundador, Cristo; y pecadora porque la formamos nosotros los hombres con nuestros defectos, debilidades, flaquezas y limitaciones. A pesar de haber recibido el bautismo, permanece en el alma la concupiscencia, que procede del pecado y al pecado inclina. La Iglesia tiene que ser capaz de producir nuevos santos. Si hace esto, entonces se está dando la tan anhelada reforma en santidad. El futuro de la Iglesia no dependerá de lo que ella haga a nivel estructural, sino en la medida que ella vuelva y se deje renovar permanentemente en, por y para Cristo: “Solamente mi gracia les basta”.

  El Concilio Vaticano I declaró: “Cristo, pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención” (Dz 1821). Cuando afirmamos que la Iglesia es “sacramento de salvación”, lo que queremos decir es que en ella encontramos todos los medios necesarios para salvarnos: los mandamientos de Dios y los sacramentos que nos comunican la Gracia santificante de Cristo, su misma vida. Porque Cristo es la cabeza de la Iglesia y nosotros somos su cuerpo, como nos lo dice san Pablo; y de él nos viene la salvación. La Iglesia no salva por ella misma, pero sí es camino, medio e instrumento establecido por Cristo para alcanzar la salvación. La Iglesia es la comunidad de fieles que profesando una misma fe, viviendo una misma ley, participando de unos mismos sacramentos y obedeciendo a un mismo pastor, buscan la salvación eterna de su alma.

viernes, 18 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (4ª. Parte)

 

  Volvemos a decir que es mucha la gente, grupos e instituciones que apuestan por la desaparición de la Iglesia Católica y todo lo que ella representa como depositaria del mensaje del evangelio. No les importa el que su fundador, Cristo, - el Hijo Unigénito de Dios -, haya prometido que los poderes del infierno no la derrotarán. Lo lamentable de estas posturas es que son muchos católicos que lo dicen y desean, porque no están de acuerdo con lo que ella proclama. Es el deseo o anhelo de querer una Iglesia acomodada al mundo, a las propias necesidades, y no a Dios; una Iglesia hecha a la imagen y semejanza del hombre. Católicos que nunca se han interesado por conocer su Iglesia ni su doctrina; son esos “católicos light”, bajo en compromisos cristianos y de fe; cristianos católicos que se han conformado con ser solo católicos nominales, de ocasiones, de cumplimiento (de bautizo, primeras comuniones, confirmaciones, bodas, funerales). Católicos que sirven al mismo tiempo a dos amos, a Dios y al diablo; que van a misa los domingos cuando se puede y, comulgan en pecado grave sin confesarse antes, pero que al mismo tiempo, están de acuerdo con el aborto y toda esa nueva política de género que se está imponiendo en las sociedades auspiciada y promovida por políticos, algunos de ellos católicos y que aplican una especie de divorcio entre la vida de fe y la realidad de la vida y el bien común; católicos que quieren que si un protestante está casado con un católico acceda a la comunión sacramental,  como si la comunión sacramental fuera un simple pedazo de galleta; son esos que dicen que son católicos porque beben alcohol, y así quieren justificar conductas dañinas; católicos que quieren que la Iglesia pase a ser una ong grande, o que sea una más del conglomerado de ofertas religiosas; que desean que la Iglesia sea incluso semejante a un partido político, donde las decisiones se tomen por consenso, por votación, de manera democrática y no por la autoridad otorgada por Jesucristo a los apóstoles y sus sucesores; católicos que quieren que el sacerdocio ministerial también sea asumido y enseñado como un derecho y no como un don de Dios, del cual ninguno somos dignos por mérito propio, ya que, el ministerio sacerdotal no es una llamada al poder, sino una llamada al servicio; que las mujeres puedan ser ordenadas como sacerdotes y que el celibato sacerdotal sea abolido para que los sacerdotes se puedan casar; católicos que desean que las uniones homosexuales sean bendecidas y equiparadas al matrimonio heterosexual, contraviniendo así lo establecido por Dios desde el principio de la creación, que los creó hombre y mujer y estableció la unión indisoluble entre ambos como una comunidad de amor y colaboradores en su creación, y al cual Cristo ratificó y elevó a sacramento y que la Iglesia sólo puede bendecirla en su nombre; católicos que quieren que toda la moral católica sea transformada… y un rosario más de acciones contrarias a la sana y milenaria doctrina católica.

  Sí, estamos en crisis. El humo de satanás ha penetrado en la Iglesia de Cristo. El cardenal Ratzinger, - en marzo del 2005 -, comentando la novena estación del tradicional Vía Crucis en el Coliseo romano, dijo: “¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizá nos haga pensar en la caída del hombre en general, en el alejamiento de muchos de Cristo, en la deriva de un secularismo sin Dios. Pero ¿no debemos pensar también en cuánto debe sufrir Cristo en su misma Iglesia? ¡En cuántas veces se abusa del santo sacramento de su presencia, en qué vacío y maldad de corazón él entra a menudo! ¡Cuántas veces nos celebramos solo a nosotros mismos sin ni siquiera darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces su Palabra es distorsionada y manoseada! ¡Cuán poca fe hay en tantas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, y precisamente entre aquellos que, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Que poco respetamos el sacramento de la reconciliación, en el cual él nos espera, para levantarnos de nuestras caídas! Todo esto está presente en su Pasión. La traición de sus discípulos, la recepción indigna de su cuerpo y de su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que dirigirle, desde lo más profundo del ánimo, el grito: Kyrie, eleison – ¡Señor, sálvanos!”

jueves, 17 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (3ª parte)

 

 El hombre se sigue apartado de Dios, de su evangelio, de su Iglesia, y busca su bienestar y felicidad por su propio camino: “Ten en cuenta esto: en los últimos días, se presentarán tiempos difíciles. Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad, pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos” (2Tim 3,1-5).

  La ciencia, los avances tecnológicos en gran medida, han contribuido a esto. Se ha querido siempre relegar el evangelio y su influencia al ámbito de lo privado, que no tenga nada que ver en el ámbito público. Pero es que ya en lo que se refiere a lo privado, también se le está atacando de manera que en algunos ambientes eclesiásticos se vigila el qué se dice o qué no se debe decir en las homilías, cometiendo la afrenta hasta de influenciar para cambiar algunos textos bíblicos o toda la Biblia, - como, por ejemplo, la creación de la mal llamada “biblia inclusiva” que presenta la caricatura de Dios como personaje o ser neutro -; así de cómo deben los cristianos educar a sus hijos, etc. Estamos ya en lo que se puede calificar como la dictadura del pensamiento único o lo políticamente correcto. Por otro lado, también se está fomentando o propiciando la denominada “cultura de la cancelación” dentro de la misma Iglesia. Lo cierto es también que estos elementos señalados, así como otros más, están provocando que el cristianismo católico, sobre todo, sea atacado permanentemente hasta reducirlo o hacerlo desaparecer, utilizando incluso otras creencias religiosas como el islam.

  Pero ¿por qué estos ataques están, en gran medida, teniendo éxito? Pues porque dentro de la Iglesia Católica hay prelados que están alineados con los enemigos de Cristo. Para que el mal haya avanzado y llegado al punto donde está, necesita del contubernio de muchos de los que están dentro de la Iglesia. Es la puesta en práctica del dicho “divide y vencerás”. En gran parte de la Iglesia, Dios ha dejado de ser el centro, para darle lugar a la centralidad del hombre. Ya no se trata de predicar el Reino de Dios ni el evangelio de salvación, sino predicar el “evangelio del bienestar”. Se abandona la amistad con Dios, para pasar a ser amigos del mundo, de las élites luciferinas que se asientan en las naciones poderosas con sus riquezas materiales y exvotos.

  La doctrina católica se ha corrompido. Se han invertido los mandamientos de la ley de Dios: el amor al prójimo ha desplazado el primero de los mandamientos de amar a Dios sobre todas las cosas. Es la religión del buenismo donde lo que ha tomado y está tomando la preminencia es hablar del ecologismo, las migraciones, la fraternidad universal -, (que es un concepto meramente masónico que parte de la Revolución Francesa, con sus tres pilares de “igualdad, libertad y fraternidad”); y el cambio climático, por sobre la doctrina universal de la salvación, los valores o principios innegociables de la doctrina católica (vida, familia y matrimonio, libertad de educación y religiosa, y bien común). Se predica que con solo ser buenos es suficiente para ir al cielo, sin necesidad de cumplir con los mandamientos de Dios ni contar con su ayuda, con su gracia. Esta idea contradice la enseñanza del mismo Cristo que dijo: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos; sino el que escucha mis palabras y las ponga en práctica, ya que será como el hombre prudente y sensato, que edifica su casa sobre roca firme”, y también “Sin mi nada podrán hacer”.

  Pero ¿quién o cuál es este grupo que ha infiltrado a la Iglesia? Este grupo tiene su nombre y está bien identificado. Es la masonería eclesiástica, que se ha dedicado a ir corrompiendo la doctrina católica con el pasar del tiempo. El apóstol de los gentiles, san Pablo, ya había advertido en 2Tim 4,3: “Llegará el momento en que la gente no tolerará la sana doctrina, sino que, siguiendo sus propios deseos, dejará de escuchar la verdad”. Los obispos de la Iglesia Ortodoxa llaman a la masonería “Organización Internacional Secreta” y afirman que “no es simplemente una unión filantrópica o una escuela filosófica, sino que consiste en un sistema que recuerda a las antiguas religiones y cultos paganos y esotéricos, y añaden que, tales conexiones entre la francmasonería y los antiguos misterios idolátricos se manifiestan también en las ceremonias de la iniciación” (Walton Hannah Darknes). Así, la francmasonería no puede ser compatible con el cristianismo. Lo propio haría el papa Pío X en su encíclica Pascendi, señalando: “Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera sino desde dentro”; también el papa León XIII en la encíclica Humanum Genus, que es un documento de condenación de la masonería y la excomunión de todo católico que sea parte de esta. Sentencia que sigue vigente hasta nuestros días. Tenemos también el Canon 2335 del Código de Derecho Canónico del 1917: “Quien se inscribe en la secta masónica o en otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o las legítimas autoridades civiles, incurre ipso facto (por el mismo hecho, de manera inmediata) en la excomunión reservada simplemente a la Santa Sede”. Es el tiempo de la batalla. Pero no de la batalla de las armas convencionales. Es la batalla de poderes espirituales, y el triunfo del bien sobre el mal está asegurado por aquel que ya venció al demonio y al mundo, Cristo: “Ánimo. No tengan miedo; yo he vencido al mundo”.

miércoles, 16 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (2ª. Parte)

 

  Hemos escuchado a mucha gente afirmar, - desde hace tiempo atrás -, que el catolicismo está muriendo; que la Iglesia Católica está o va a desaparecer si no cambia su doctrina y se amolda a los nuevos tiempos, si no se moderniza y asume una postura más progresista. Pero esta gente que afirma lo anterior, se ha olvidado de las palabras que dijo nuestro Señor Jesucristo con respecto a Su Iglesia: “Los poderes del infierno no prevalecerán contra ella; y también: “Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado” (Jn 7,16). Pues la Iglesia dice lo mismo: “La doctrina que anuncia no es de ella, sino de aquel que la fundó y le entregó su evangelio para que, en su nombre, siga siendo predicado a todos los hombres y pueblos del mundo, hasta que él vuelva en su gloria”. Hay que tener en cuenta que estas palabras del Señor no se refieren a que la Iglesia no iba o no va a sufrir ataques o embates en su caminar. Claro que sí los ha sufrido y los seguirá sufriendo. Pero eso es una cosa y la otra es pretender, pensar o querer que estos ataques la destruyan. Y esto fue lo que Cristo prometió: que no sería destruida, y que al final triunfaría. Porque Dios no puede ser derrotado por ningún ser ni poder del universo; si no, no fuera Dios.

  Es verdad que la realidad de nuestra sociedad o cultura occidental, que está cimentada sobre los pilares de la cultura clásica y del cristianismo, - principalmente de este último -, ha puesto al hombre como eje del sistema. Constatamos que la Iglesia tiene, cada vez más, menos fieles, menos vocaciones sacerdotales y religiosas, confusión doctrinal, pérdida de peso político a nivel internacional y pecados graves como los casos de abusos de menores por parte de algunos ministros ordenados. Aún con este tétrico y desolador panorama, Cristo, que sabía muy bien de lo que es capaz el ser humano con su concupiscencia, prometió que a su Iglesia nada ni nadie la destruiría, ningún poder prevalecería sobre ella. No dijo cuánto daño, ni hasta dónde será este daño, así como ni por cuánto tiempo padecerá este daño.

  Otra señal desalentadora que vemos en la Iglesia es el de muchos cardenales, obispos y sacerdotes titubeantes y tambaleantes en la fe, asociándose con personas de muy dudosa reputación y abandonando a los fieles hasta el punto de que estos mueren sin recibir los sacramentos. Situación que se constata en nuestros días con la crisis sanitaria del virus del Covid-19, donde muchos sacerdotes se negaron y se siguen negando a asistir espiritual y sacramentalmente a los feligreses en sus necesidades espirituales y de fe, alegando prudencia para evitar algún contagio, poniendo la salud por encima de la salvación; otros han cerrado los templos y hasta uniéndose a la exigencia de pedir a los feligreses la prueba o tarjeta de vacunación para poder entrar a los templos y participar de los actos religiosos o recibir algún servicio religioso-espiritual. Como ejemplo de esta barbaridad, tenemos el caso del arzobispo de Brisbane-Australia, Mons. Mark Coleridge, que está totalmente a favor del “mandato de vacunación y los encierros de todas las personas; además, estableció la fecha del 15 de diciembre pasado como fecha límite para que los sacerdotes de su diócesis estén vacunados alegando que “el clero no vacunado presenta un riesgo para los feligreses y se enfrentan a ser retirados de sus trabajos ministeriales y pastorales si no se vacunan. El arzobispo no considerará la objeción de conciencia como una excepción válida a las disposiciones aquí establecidas…”; ha dicho que va a hacer lo que sea necesario para apoyar al gobierno en lo que respecta a todo lo que establezca como medidas en lo referente a la pandemia; y otros, - en los que no les piden esta tarjeta -, los arrinconan como si fueran unos leprosos, como es el caso de lo establecido por la Conferencia Episcopal de Puerto Rico. Y la pregunta que surge automáticamente aquí es: ¿canónicamente esto es correcto? Y la respuesta es NO. Se podrán aducir las razones que sean para justificar la inoculación de una vacuna. Pero quien la rechaza, -por las razones que sea -, no comete falta moral, ni de fe ni doctrinal, ni siquiera es materia de confesión. Este arzobispo, como tantos otros, han ignorado medalaganariamente el comunicado de la Congregación para la Doctrina de la Fe que señaló que la vacunación no es un deber moral, sino que debe ser voluntaria (CDF: Nota sobre la moralidad del uso de  algunas vacunas contra el covid-19, dic/2020).

  Por otro lado, vemos también la irreverencia de algunos sacerdotes con respecto a la eucaristía, porque parece ser que sólo buscan o les interesan los honores. En Europa vemos cómo algunos templos católicos y protestantes se han convertido en lugares para la propagación y exaltación del pecado. Los altares, que una vez fueron el lugar del sacrificio incruento de nuestro Señor en la eucaristía, se han convertido en objeto de profanaciones, dándole lugar a la concupiscencia de la carne. La Virgen María, en algunas de sus apariciones, -aprobadas por la Iglesia -, siempre ha referido esta situación de profanación y decadencia que afecta a la Iglesia de su Hijo. Se ha referido a ello con palabras fuertes y ha advertido que el demonio se infiltraría en la Iglesia creando el caos, con cardenales y obispos oponiéndose entre ellos. En octubre 13 de 1973, - aniversario de la aparición de Fátima -, la Virgen reveló a Sor Agnes Sasagawa en Akita-Japón, el siguiente mensaje: “Mi querida hija, escucha bien lo que tengo que decirte. Tu informarás a tu superior. La obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros; iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor. El demonio será especialmente implacable contra las almas consagradas a Dios. Pensar en la pérdida de tantas almas es la causa de mi tristeza. Si los pecados aumentan en número y gravedad, no habrá ya perdón para ellos.” Es bueno tener claro que esta aparición de nuestra Madre del Cielo en Akita-Japón, ya el cardenal Joseph Ratzinger, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo al respecto sobre los eventos y mensajes de Akita, juzgándolos confiables y dignos de fe: “Akita es una continuación de los mensajes de Fátima.”

domingo, 13 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (1ª. Parte)

 

  Esta frase es del Papa Pablo VI. En una alocución titulada “Resístanles firmes en la fe”, en la Basílica de San Pedro, el Papa Pablo VI, refiriéndose a la situación de la Iglesia, dijo: “Tengo la sensación de que por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el Templo de Dios. Ahí está la duda, la incertidumbre, la complejidad de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía en el primer profeta profano que nos venga a hablar por medio de un periódico o movimiento social, a fin de correr tras él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida… Entró la duda en nuestras conciencias y entró por puertas que deberían estar abiertas a la luz… También en la Iglesia reina esta situación de incertidumbre. Pensábamos que después del Concilio vendría un día soleado para la historia de la Iglesia. Vino por el contrario un día lleno de nubes, de tempestad, de oscuridad, de indagación, de incertidumbre… ¿Cómo ha sucedido esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: que se ha producido la intervención de un poder adverso. Su nombre es Satanás, ese ser misterioso que también es aludido por san Pedro en su Epístola… Creemos que algo preternatural vino al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera en un himno de alegría por haber readquirido la plenitud de su conciencia sobre sí misma”. Recordemos que el Papa Pablo VI es el autor de una de las encíclicas fundamentales del magisterio de la Iglesia y, a la vez, una de las que más controversias ha provocado, no sólo fuera de ella, sino también hacia dentro. La encíclica se llama Humanae Vitae. Y es que el camino de la secularización y la falta de unidad interna se han vuelto dos grandes problemas para la Iglesia en el mundo entero.

  Ya antes de su muerte, el santo Pontífice le confiaría a su gran amigo, el filósofo francés católico Jean Guitton: “Hay una gran turbación en este momento de la Iglesia y lo que se cuestiona es la fe. Lo que me turba cuando considero al mundo católico es que dentro del catolicismo parece a veces que puede dominar un pensamiento de tipo no católico, y puede suceder que este pensamiento no católico dentro del catolicismo se convierta mañana en el más fuerte. Pero nunca representará el pensamiento de la Iglesia. Es necesario que subsista una pequeña grey, por muy pequeña que sea”. Y años después este filósofo comentaba: “Pablo VI tenía razón. Y hoy nos damos cuenta. Estamos viviendo una crisis sin precedentes. La Iglesia, es más, la Historia del mundo nunca ha conocido crisis semejante.. podemos decir que, por primera vez en su larga historia, la humanidad en su conjunto es a-teológica. No posee de manera clara, pero diría que tampoco de manera confusa, el sentido de eso que llamamos el Misterio de Dios” (Revista 30 días #97, pp. 44 y ss.).

  Lo cierto y lo triste a la vez es que, desde hace tiempo atrás, hay fuerzas ocultas que vienen haciendo un trabajo de infiltración en la Iglesia de Cristo para quitarle fuerza y peso a la doctrina católica y así corromper el evangelio que Cristo le entregó a los apóstoles. Es todo un proceso de debilitamiento para después conducirla a que se alinee con las ideas y criterios del mundo. En pocas palabras, lo que buscan estas élites mundialistas es instrumentalizar la institución religiosa para sus fines políticos, silenciando su discurso primero y cambiarlo después. La activista sindical italiana y miembro del partido comunista de América, Bella V. Dodd, quien fuera expulsada del mismo en 1949, escribió su libro titulado “Escuela de Tinieblas” (1954), en el que reveló que el comunismo era un engaño perpetrado por los financistas para controlar al hombre común y avanzar hacia la tiranía mundial. Denunció que, en 1930 el partido comunista infiltró más de 1,100 hombres al sacerdocio con el fin de destruir a la Iglesia Católica desde dentro. Y, doce años antes del Concilio Vaticano II, dijo: “En estos momentos se encuentran en los lugares más altos de la Iglesia.” La intención era debilitar la eficacia de la Iglesia contra el comunismo. Dijo además que, estos cambios serían tan drásticos, que no se reconocerá a la Iglesia Católica. Volvió a la fe católica en 1952. Me viene a la mente recordar la anécdota del emperador francés Napoleón y del cardenal italiano Ercole Consalvi, cuando el primero, estando en lo más alto de su gloria, enfurecido le dijo al cardenal: “Voy a destruir tu Iglesia. A lo que el cardenal le contestó: No, no podrá. En su furia, Napoleón volvió a repetirle: Voy a destruir tu Iglesia. El cardenal, manteniéndose firme, le volvió a contestar: ¡No, no podrás, porque ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo! Si miles de ministros infieles y de fieles pecadores no han podido destruirla desde su interior, ¿cómo cree usted que podrá hacerlo desde afuera?”

  Por otro lado, tenemos al escritor y asesor político estadounidense, de descendencia japonesa, Francis Fukuyama, autor del libro “El fin de la Historia y el Último Hombre”. Este escritor afirma que: “El hombre moderno está sustancialmente satisfecho. Los enemigos a vencer para implantar el Nuevo Orden Mundial son: la familia natural (el matrimonio como unión permanente y la moralidad familiar; permiso para el amor libre, confiando la educación de los hijos al Estado), la patria; la religión, particularmente el cristianismo católico -, que debe renunciar a creerse “la verdad” y pasar a ser una verdad o un pensamiento más entre otras y recluirse al ámbito privado.”

martes, 8 de febrero de 2022

Las tribulaciones continúan

 

“Miren que llega la hora, y ya llegó, en que se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán sufrimientos, pero confíen: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

 

  Son y siguen siendo muchas las voces en el mundo que advierten que esta crisis de salud en la que la humanidad viene caminando nos llevan a que las cosas ya no serán iguales a como las vivíamos antes de la misma, es decir, antes del 2019. Recordamos aquí las palabras dichas en una entrevista por el presidente del Foro Económico Mundial, el señor Klaus Schuab, cuando le preguntaron en una entrevista: “¿Cuándo volveremos a la normalidad? Y su respuesta fue simplemente “nunca”. A esta afirmación se suman también otros organismos como la ONU, el mismo papa Francisco, FMI, etc. Y es que las tribulaciones o pruebas siguen y no parece que vayan a parar. Pero cabe preguntarnos si nosotros sabemos cómo detenerlas.

  ¿Qué ha sucedido con el hombre? ¿Qué ha sucedido con el plan original de Dios con respecto al hombre? ¿Qué ha hecho el hombre con la libertad con que Dios lo creó? ¿Por qué el hombre sigue con la intención de aniquilar al mismo hombre? ¿Por qué el hombre quiere adueñarse y cambiar lo que él no creó ni inventó? ¿Por qué el hombre sigue con la idea de querer ser como dios? ¿Por qué sigue el hombre queriendo dominar hasta lo que no puede dominar: la naturaleza? Sigue el hombre cayendo en la misma tentación de nuestros primeros padres, cuando la serpiente les dijo “serán como dioses”. ¿Por qué sigue sucediendo todo esto? Pues la respuesta parece ser sin lugar a duda, que la humanidad sigue en su empecinamiento de revelarse contra Dios. Pero ¿esta revelación la adquirió solo o, alguien, algún espíritu maligno se la inoculó? Pues así es: el maligno, el padre de la mentira, el embaucador, enemigo de Cristo y de su Iglesia…, satanás es el causante de esta rebeldía de la humanidad. Es lo que se ha denominado la tan señalada batalla espiritual: guerra entre el Reino de Dios contra el reino de satanás. Ya el Señor nos había dejado en claro, en el diálogo con Poncio Pilatos, que su Reino no es de este mundo. Y es que el Reino de Dios nos ha llegado por medio de su Hijo como el remedio, la medicina que sana y cura esta enfermedad del mundo.

  Nuestra celestial Madre del cielo, en su aparición en Fátima, ya nos había advertido que Rusia esparciría sus errores por el mundo y que se le podía combatir cuando el Papa, en unión con todos los obispos del mundo consagraran a Rusia a su Inmaculado Corazón, para así tener y vivir una real y verdadera época de paz. Pero lo cierto es que este deseo de la Señora del cielo, su deseo de consagración de Rusia, no se realizó como ella lo pidió. Ha habido uno que otro intento de hacerlo, pero la realidad religiosa y política rusa lo ha impedido, ya que, no se ha querido entrar en una especie de controversia con la iglesia ortodoxa y el gobierno ruso. El Papa san Juan Pablo II, el 25 de marzo de 1984 lo que dijo fue: “Madre de la Iglesia, ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración”. Y en otra revelación de nuestra Madre, dijo estas palabras: “Hoy la consagración de Rusia y su consagración personal, son necesarias para la salvación de toda la humanidad, tan enferma y tan alejada de Dios y de la Iglesia”.

  Como parte de estas tribulaciones, tenemos lo que está viviendo la Iglesia de Cristo a lo interno en estos últimos tiempos. No podemos negar que la Iglesia está siendo azotada por embates externos, pero también por embates internos producto de la infiltración del enemigo de Cristo y sus secuaces: los masones y los comunistas que se han infiltrado desde los seminarios. ¿Y con qué intención hicieron esto? Pues con la intención de que influyeran, desde los altos puestos, para cambiar la doctrina y moral católica. Es una especie de sabotaje interno de la Iglesia. Estos ataques a la Iglesia de Cristo, desde fuera y desde dentro, conllevan la consecuencia de la disminución de la fe a su mínima expresión en países y continentes, para dar paso así a una nueva religión, despojada toda ella de su contenido trascendental; una vivencia religiosa puramente horizontal.

  ¿Qué es lo que debemos de hacer para contrarrestar esta situación de tribulaciones que está atravesando la Iglesia de Cristo? Nuestra Madre del cielo nos insiste que tenemos que fortalecer la oración, la penitencia y la práctica sacramental, para lograr, sobre todo, la conversión de los pecadores. Es el poder de la oración hecha con fe, perseverancia, confianza y humildad. Por medio de ella se disipan las tinieblas del pecado, los sufrimientos y tribulaciones que buscan apartarnos de Dios y de su plan de redención de sus hijos.