martes, 11 de octubre de 2022

¿Desaparecerá la Iglesia? (3)

 

En cuanto al sacramento del matrimonio, el mismo Concilio nos recuerda: “El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana. Con su gracia la convirtió en sacramento grande en Cristo y en la Iglesia. Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores y educadores de la fe; los forman con su palabra y ejemplo para la vida cristiana y apostólica, les ayudan prudentemente a elegir su vocación y fomentan con todo esmero la vocación sagrada cuando la descubren en los hijos”.

  Debemos entender con este párrafo que, el matrimonio fue instituido por el mismo Dios Padre y, además estableció cómo éste se debía de realizar: entre un hombre y una mujer; no entre dos hombres o dos mujeres. Cristo no derogó lo establecido por su Padre celestial con respecto al matrimonio, sino que lo ratificó y dio un paso más: lo elevó a sacramento. Es decir, camino de santificación para los esposos y sus hijos. La Iglesia de Cristo sólo puede hacer con respecto al matrimonio lo único que está autorizada por su fundador: bendecir, en nombre de Cristo, esta unión. La institución del matrimonio es anterior al estado y la Iglesia; por lo tanto, ninguna de estas dos tiene el derecho ni la autoridad para cambiarlo, sino más bien protegerla y promoverla.

  El Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 372, nos dice: “El hombre y la mujer están hechos el uno para el otro: no que Dios los haya hecho a medias e incompletos; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser ayuda para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando una sola carne, puedan transmitir la vida humana. Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador”. Nos dice el Catecismo el fundamento originario del matrimonio: el matrimonio es comunidad de amor y de vida. La unión esponsal del hombre y la mujer es querida, deseada y protegida por Dios en su plan creador. Ha dado a esta unión el don de participar de su creación. Los hijos son un don, como lo es la paternidad. Los hijos son regalados o “prestados” a los padres para que los eduquen y los guíen en el camino que hacia Dios conduce. Es parte de la responsabilidad de los padres cristianos: guiar a sus hijos por el camino de la santidad. Como ya hemos dicho, vemos que este artículo de The Economist, está mirando lo que viene sucediendo en la Iglesia católica alemana con el Camino Sinodal.

  Pero, vamos un poco hacia atrás. Específicamente recordemos parte de lo que ya el Papa Francisco le comunicó a la Iglesia y al pueblo de Dios en Alemania, en su carta titulada “Al pueblo de Dios que peregrina en Alemania” (6/2019), con motivo a la Fiesta de san Pedro y san Pablo. La carta consta de trece puntos, donde el santo padre confirma su cercanía y asegura que quiere compartir su preocupación con respecto al futuro de la Iglesia en Alemania, alertando sobre el decaimiento de la fe, y anima a no asumir la situación actual con pasividad o resignación. También exhorta a intensificar la oración, la penitencia y la adoración. Destaca la necesidad de recuperar el primado de la evangelización para mirar el futuro con confianza y esperanza porque, evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. El Papa habla de que se requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho más que un cambio estructural, organizativo o funcional.

  Señala el Papa que la transformación verdadera responde y reclama también exigencias que nacen de nuestro ser creyentes y de la propia dinámica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversión. Sigue el Papa afirmando que, sin esta dimensión teologal, en las diversas innovaciones y propuestas que se realicen, repetiremos aquello mismo que hoy está impidiendo, a la comunidad eclesial, anunciar el amor misericordioso del Señor. El Papa identifica varias tendencias que le conciernen sobre la búsqueda alemana de soluciones: la primera es la preocupación de que la Iglesia en Alemania puede romper sus lazos con la Iglesia universal y separarse de la comunidad global de la fe. También alertó sobre la tentación de los promotores del gnosticismo, que buscan decir algo siempre nuevo y distinto de lo que la palabra de Dios les regalaba, y agrega que existe una tentación del maestro de la separación, que terminan fragmentando de hecho el cuerpo santo del pueblo fiel de Dios.

  A esta carta, la Conferencia Episcopal alemana no dio una respuesta. Más bien, desde que planeó el Sínodo hasta el día de hoy, han venido caminando en el mismo y sin estar aprobadas oficialmente sus conclusiones, han implementado dichas medidas contrarias a la sana doctrina milenaria católica en cuanto a la tradición, la moral sexual y el Magisterio milenario católico.

  Un segundo documento que quiero hacer mención es al “Responssum” o carta de respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), a la duda expresada por los fieles católicos a la pregunta “¿La Iglesia dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo?” (2/2021). En esta carta, la CDF, aclara y advierte al mismo tiempo a la Iglesia católica alemana: “En algunos ambientes eclesiales se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo… entre las acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los sacramentales: signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”. Recuerda la CDF que el Catecismo aclara que los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como los sacramentos, más bien significan siempre unos efectos, sobre todo de carácter espiritual, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella.

  Dice también la CDF que al género de los sacramentales pertenecen las bendiciones, con las cuales la Iglesia invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los enseña a hacerse dignos, con la santidad de vida, de su misericordia. Por lo tanto, recuerda y afirma la CDF que “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio, como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo. La presencia en tales relaciones de elementos positivos, que en sí mismos son de apreciar y de valorar, con todo no es capaz de justificarlas y hacerlas objetos lícitos de una bendición eclesial, porque tales elementos se encuentran al servicio de una unión no ordenada al designio de Dios”.