jueves, 14 de enero de 2021

Vacunas y Aborto: ¿cuál elegir?

 

El cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, denunció que existen investigaciones de vacunas contra el covid-19 que están fabricadas con células de fetos abortados, y al mismo tiempo subrayó que reza para que se encuentre una vacuna para este virus sin caer ni abrir dilemas éticos para su producción. Las palabras exactas del cardenal Cañizares fueron dichas en la homilía en la celebración de Corpus Cristi el año pasado, y fueron estas: “El demonio existe, en plena pandemia, intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas y curaciones. Nos encontramos con la dolorosísima noticia de que una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados. Así de claro… es inhumano, cruel y ante eso no podemos alabarlo ni bendecirlo, todo lo contrario. Debemos luchar por otra manera de actuar a favor del hombre, no contra el hombre. Eso es despreciar al hombre mismo, porque primero se le mata en el aborto y después se le manipula. Y mira que bien, tenemos una vacuna. No señor, tenemos una desgracia más, obra del diablo. Y la eucaristía es el antídoto contra el diablo”.

  El cardenal se basó en informaciones internacionales publicadas a cerca de varias líneas de investigación que plantean problemas bioéticos en la producción y uso de vacunas contra el covid-19, en las que, según se afirma, se han utilizado para su fabricación células humanas de abortos, según fue publicado en junio del año pasado en la revista científica Science en el artículo “Las vacunas que usan células fetales humanas fuertemente criticadas”. Cabe destacar que no en todas las vacunas que se están fabricando o ya se han fabricado, tienen este componente. Según esta revista Science, en el artículo ya citado, según datos de la OMS, se  están fabricando unas 130 vacunas contra el covid-19, pero solo seis de éstas se ha comprobado que usan una de las dos líneas celulares de fetos abortados: HEK-293, una línea de células renales ampliamente utilizada en la línea de investigación y la industria que proviene de un feto abortado alrededor de 1972; y PER-C6 una línea celular patentada propiedad de Janssen, una subsidiaria de Johnson and Johnson, desarrolladas a partir de células de la retina de un feto de 18 semanas abortado en 1985.

  A todo esto, la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó una nota el 21 de diciembre del año pasado, sobre la moralidad de algunas de las vacunas contra el covid-19. Este documento consta de cinco puntos breves que dejan, si no muy claro el tema, sí ayudan un poco a su comprensión, pero dejando siempre la decisión libre de la persona. El documento de la CDF hace alusión a otros dos documentos publicados en años anteriores sobre este tema moral de las vacunas: el primero de la Pontificia Academia para la vida titulado “Reflexiones Morales acerca de las Vacunas Preparadas a partir de células procedentes de fetos humanos abortados” (junio 2005); y el segundo documento es “Instrucción Dignitas Personae” (septiembre 2008). Dice la CDF en el numeral 3 del documento: “La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota”. Aquí se plantea una situación que contradice la doctrina milenaria católica con respecto al aborto y que viene especificada en el Catecismo (n 2271): “Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral”. Como podemos ver, el Catecismo no hace distinción ni diferencia entre lo remoto y lo permanente.  Hay que tener en cuenta de que estos documentos a los que hace referencia la CDF, así como el suyo propio, no son documentos infalibles; es decir, no son documentos libres de errores ni de contenido doctrinal; no es un documento en el cual el papa Francisco ha hablado ex cathedra. Es más bien un documento orientativo. Y también el documento deja claro que la vacunación es voluntaria.

  Por otro lado, hay que señalar que no todos los obispos están de acuerdo ni comparten lo expresado en este documento de la CDF. Por ejemplo, tenemos las palabras de Monseñor Athanasius Schneider, obispo Auxiliar de Astaná-Kazajistán, que dijo: “De crearse una vacuna obligatoria para el coronavirus, que contenga células de bebes abortados, habrá llegado el tiempo del apocalipsis”. también dijo: “Tal vez me equivoque, pero tengo la sospecha de que en parte esta situación del covid-19 se creó no sólo para implementar una nueva dictadura y control de la población, sino de alguna manera para legalizar el aborto a nivel mundial para que todo el planeta colaborara en el proceso de matar bebés a través de la vacuna que utilizará partes de bebés abortados”. Y, por último, añadió: “No estoy afirmando ahora que esto sucederá, pero es mi sospecha: Me parece realista que esto pueda suceder. Este es para mi el último paso del satanismo: que satanás y el gobierno mundial obligarán a todos, incluso a la Iglesia, a aceptar el aborto de esta manera. Y, por lo tanto, debemos resistir muy fuertemente contra esto, si llega. Incluso debemos aceptar ser mártires”. Y hay otros obispos más con opiniones contrarias al respecto.

  Entonces, ¿cómo debemos actuar ante esta problemática moral que se nos plantea? ¿debemos negarnos a vacunarnos sin más? ¿Cuál es la vacuna idónea que debemos aceptar y que no sea para nosotros un problema moral? La doctora Grazie Pozo Christie, del Charlotte Lozier Institute, explica la diferencia entre la vacuna de Pfizer y Moderna y las de Astra Zeneca y Johnson and Johnson desde el punto de vista de su utilización de células provenientes de abortos. Dice ella que las vacunas de Astra Zeneca y Johnson and Johnson sí utilizaron células de fetos abortados; y las otras dos, lo hicieron al principio, pero de una manera muy remota. Dice esta doctora que el real motivo de estas farmacéuticas para utilizar estas células de fetos abortados es por su bajo costo, es muy barato. También aclara que la mayoría de las vacunas que se están fabricando no utilizan células de fetos abortados. Remitimos nuevamente al documento de la revista Science citado más arriba. En definitiva, lo que cada persona, en su libertad debe de hacer es tomar la vacuna que, según su conciencia no le cause un problema ético-moral. Las farmacéuticas deberían decirle al público de donde están tomando esos componentes de sus vacunas para que el público esté bien informado.

  Otra dificultad que plantea el uso de las vacunas y que está provocando el que un gran porcentaje de la población se niegue a vacunarse, es que no se está del todo seguro de su efectividad. Aunque las farmacéuticas así lo aseguran, no se puede obviar los resultados o efectos secundarios que ellas están provocando en gran parte de los voluntarios y que están documentados. Se habla del bien común, del cuidado de los demás; hasta que es un acto de caridad cristiana el vacunarse. Pero, en definitiva, no es obligatorio vacunarse y siempre se deja a la decisión libre de la persona y de los que de su autoridad dependen. Tanto una postura como la otra de si me vacuno o no, debe de ser respetada. Esto está provocando una división y fuertes enfrentamientos tanto en unos como en otros, y eso no es bueno ni saludable. La constitución de nuestro país, en su artículo 42, que habla de Derecho a la Integridad de la Persona, párrafo 3, establece claramente: “Nadie puede ser sometido, sin consentimiento previo, a experimentos y procedimientos que no se ajusten a las normas científicas y bioéticas internacionalmente reconocidas. Tampoco a exámenes o procedimientos médicos, excepto cuando se encuentra en peligro su vida”. Dicho en otras palabras, no podemos politizar las decisiones personales. No podemos satanizar ni desmeritar ni juzgar a los que no quieran ponerse la vacuna, como tampoco a los que sí quieren ponérsela.

La sola sabiduría humana: Necedad ante Dios

 

“La ciencia más alabada es que el hombre bien acabe, porque al final de la jornada, aquél que salva sabe, y el que no, no sabe nada” (Gonzalo de Bercea. El Poeta Castellano).

 

  Se nos dice en el libro del Génesis, en el relato de la creación, que Dios nos creó a su imagen y semejanza, y una de esas cualidades de nuestra imagen y semejanza con Dios está en la inteligencia que se nos ha dado. El ser humano es la única criatura que puede y tiene la capacidad de pensar, razonar sobre su existencia. Por la razón, el hombre puede llegar a la existencia de Dios, - aunque no pueda abarcar a Dios -, al conocimiento de Dios. Jesús mismo ya nos insiste en la necesidad que tenemos de conocerlo. Fue voluntad de Dios, al crearnos, que el hombre transformara, hiciera crecer la creación con su trabajo e inteligencia.

  Muchos agnósticos se amparan en la excusa de que no se puede conocer con certeza la existencia de Dios, para así vivir en la práctica como si no existiera. Y resuelven sus dudas intelectuales apostando a nivel práctico por la no existencia de Dios, con una seguridad y asumiendo unos riesgos difíciles de conciliar con sus anteriores argumentos. Otros profesan una especie de agnosticismo estético, con el que hacen difíciles equilibrios entre el escepticismo y la búsqueda de aprobación social, o entre el miedo al compromiso y el miedo “al que dirán”. Parecen pensar que la incredulidad es prueba de elegancia y sabiduría, y quizá por eso llegan hasta el extremo de fingirla. El físico inglés y sacerdote anglicano, John Polkinghorne, sostiene que, en el fondo, la ciencia y la religión son parientes cercanos. Ambas buscan una creencia motivada. Y también afirma la posibilidad de la existencia de una teología natural, que es una rama de la filosofía que trata de llegar a la existencia y atributos de Dios mediante la razón (la Teodicea = justificación de Dios por la razón), sin contar con la autoridad de las Sagradas Escrituras o del Magisterio de la Iglesia.

  El apóstol san Pablo, en 1Cor 1,18-24, nos dice que el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros los creyentes, es fuerza de Dios. Pues está escrito: “Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría de este mundo?” Ser sabio humanamente hablando no es malo per se; lo malo es cuando esa sabiduría humana nos aleja, nos aparta de Dios creyéndonos que todo lo podemos saber y abarcar. Recordemos que muchos hombres y mujeres que han sido y son unas luminarias en el terreno científico, al mismo tiempo han sido y son personas creyentes en el Dios Creador y hacedor de todo. Blas Pascal dijo que mucha ciencia lleva a Dios, y poca ciencia aleja de Dios. Y el poeta Gerard Manley Hopkins dijo: “El mundo está lleno de la grandeza de Dios”. La sola sabiduría humana nos puede conducir a la soberbia, a la altanería, al orgullo. La sola sabiduría humana nos puede llevar a perderlo todo: “De qué te sirve a ti ganarte el mundo entero, si al final pierdes tu alma” (Lc 9,25). La fórmula, no para vencer la sabiduría, sino más bien para no caer en esta actitud soberbia, es buscar la humildad, ser sabio según el corazón de Dios: “Adúlteros, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios… Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes. Por tanto, sean humildes ante Dios, pero resistan al diablo y huirá de ustedes. Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes… Humíllense ante el Señor y Él los ensalzará” (St 4,1-10).

  La humildad no es una condición, es una virtud. Y es que la humildad es la madre de las demás virtudes. La humildad engrandece, mientras que la soberbia empequeñece. Hay muchos enanos espiritualmente hablando. El Dios de Israel es el Dios omnipotente y al mismo es el Dios humilde. Esto no lo conciben muchos en sus mentes acomplejadas. Sólo los grandes hombres y mujeres que han sido pequeños por su humildad son los que han alcanzado la grandeza de Dios, de su reino, de su vida eterna: “Te doy gracias, Padre, porque le has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños y humildes”. La persona humilde es una persona verdadera porque camina en la verdad de Dios: “Desde el principio te han desagradado los soberbios, mientras te ha sido siempre acepta la oración de los humildes y mansos” (Jd 9,16); el humilde es escuchado y atendido, mientras que el soberbio es ignorado: “Les digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla, será ensalzado” (Lc 18,14).