domingo, 10 de octubre de 2021

¿A Quién Iremos?

 

Todo el capítulo seis del evangelio de san Juan es conocido y enseñado por los biblistas y exégetas, así como transmitido por la doctrina eclesial católica como el “Discurso eucarístico de Jesús”. En este capítulo seis se nos presenta también una controversia entre Jesús y sus oyentes porque ha puesto y profundizado su enseñanza sobre el Pan de Vida y sobre la necesidad de comer su carne y beber su sangre, para tener vida. Sus oyentes, al escuchar esas palabras, se muestran escépticos, actitud ante la cual Jesús tiene que usar palabras más fuertes para profundizar más en el mensaje que quiere transmitir; a estas palabras del Maestro, la respuesta de los oyentes no se deja esperar y comentan que “esa enseñanza es dura, ¿quién puede escucharla?” (v 60); y en el versículo sesenta y seis, sigue diciendo el evangelista que “Desde ese momento, muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él”. Pero esta actitud o conducta de muchos de los creyentes y discípulos de Jesús sigue repitiéndose hoy, porque su mensaje y seguimiento comprometen toda la vida y todos los ámbitos de la vida.

  Esta breve introducción y, basándome en este pasaje bíblico del evangelio, viene a cuentas de echar una mirada a toda esta situación de crisis que nos está tocando vivir. Es una crisis en todos los aspectos o realidades de nuestra vida. Y qué más que partir de la misma Palabra de Dios que nos ilumina nuestra vida y nuestra realidad. Sin tratar de ser pretencioso en mi comentario, miremos lo que está sucediendo en el mundo en los diferentes ámbitos de la vida nuestra. El hombre de hoy, el hombre moderno mira con desprecio el pasado. Cree, afirma y defiende que su civilización es mejor que cualquier otra del pasado. Es una ilusión que se ha creado basándose sobre todo en el progreso científico-técnico. La intercomunicación que, desde que apareció el internet, ha venido desarrollando con el paso de los años, lo ha llevado a alimentar el orgullo de que el mundo está más y mejor comunicado.

  Se puede decir que el hombre moderno, al perder la memoria del pasado, vive hoy en una gran y profunda amnesia, en una profunda crisis de memoria que lo conduce por ello a otra gran y profunda crisis cultural. ¿Podemos nosotros en verdad romper, rechazar el pasado? Si esto fuera posible, ¿qué consecuencias nos traería de cara al futuro? ¿Podríamos afirmar que seríamos una sociedad, una civilización viva? ¿O más bien seríamos una sociedad, una civilización desmemoriada? ¿Cuál es el horizonte de la civilización moderna? Parece ser que el horizonte es el progreso. Aquí puede alguien preguntar ¿y es que tener como horizonte el progreso es malo? La respuesta puede ser: depende. ¿Depende de qué? Claro que el ser humano, al ser creado por su Señor, fue creado para que pusiera en práctica las capacidades dadas y pusiera a producir la tierra; el hombre no puede estancarse porque eso iría en contra de la voluntad de su Creador y Señor. Tiene que desarrollar sus capacidades. Pero cuando ese progreso se convierte para el hombre en una especie de ídolo, facilita la llegada de un hombre nuevo, y el nacimiento de una civilización puramente tecnológica, que ansía vivir, ocuparse en la opulencia y la sobreabundancia de unos bienes materiales que este mismo hombre moderno codicia ávidamente.

  El hombre moderno vive una especie de abrumadora y avasalladora saturación de información incapaz de digerir y, en muchos de los casos, hasta incapaz de discernir. Desde hace tiempo atrás se nos viene motivando a que demos el paso para irnos adaptando al cambio. Hoy más que nunca y, aprovechando la excusa perfecta de esta aparición del virus del covid-19, los amos y poderosos del mundo vienen insistiendo con más fuerza sobre la necesidad del cambio que debe asumir el mundo, y de su adaptación y aceptación por parte de la humanidad. Tenemos por ejemplo las palabras del director del Foro Económico Mundial o Foro de Davos, el señor Klaus Schwab que dijo: “La pandemia representa una ventana de oportunidad poco común pero estrecha para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo para crear un futuro más saludable, más equitativo y próspero”. Las preguntas aquí caen por su propio peso: ¿En verdad alguien se va a creer estas palabras de “buenas intenciones y de justicia social” de este señor y su camarilla de secuaces de querer, buscar y propiciar un mejor bienestar para la humanidad? ¿Cuándo se reunieron él y su camarilla para preguntarle a la humanidad qué es lo que necesitamos? ¿De dónde sacaron ellos o se adjudicaron esa autoridad para decidir lo que le conviene o no a la humanidad? Desde que esta “pandemia” hizo su aparición, lo cierto es que los gobiernos han implementado o impuesto encierros a sus ciudadanos; muchas industrias han colapsado y siguen colapsando; se ha generado una creciente desconfianza entre los ciudadanos y sus gobiernos; se ha producido una mayor adopción de tecnología de vigilancia biométrica; se ha profundizado la censura en las redes sociales en nombre de una falsa lucha contra la desinformación; se ha producido un desempleo masivo; disturbios, desórdenes en las calles.. y muchas otras fatalidades más.

  Les comparto otras palabras dichas por este señor Schwab, en una entrevista que dio en el 2016, donde afirmó: “En los próximos diez años se presentará un microchip implantable de “pase sanitario global” para rastrear y controlar a toda la humanidad. Al principio los implantaremos en las ropas y luego podríamos imaginar que los implantaremos en nuestro cerebro, o en nuestra piel”. ¿Pueden relacionar estas palabras del señor Schwab con la creación del llamado “pasaporte verde, pasaporte de vacunas o pasaporte sanitario” que ya algunos países están implementando o imponiendo a sus ciudadanos para viajar y acceder a servicios y lugares públicos y privados y que la misma OMS ya se ha pronunciado en su contra y también de la obligatoriedad de la vacuna? Pero sabemos que, en estas opiniones del organismo mundial de salud, los gobiernos no hacen caso ¿por qué? Pues porque no les conviene. Esto ha dado paso a lo que estos amos del mundo, a la cabeza el señor Schwab están fomentando y acelerando su tan amado sueño del “gran reseteo”. Este concepto o idea, lamentablemente mucha gente no está enterada de lo que se trata y está ajena al mismo y mucho menos se va a dar cuenta de su relación con este tema de la pandemia. Tenemos las palabras del príncipe Carlos que ya había dicho “La pandemia es la oportunidad de pensar en grande y actuar ahora”. Por otro lado, la famosa revista de comunicación Time, publicaba “La pandemia covid 19 ha proporcionado una oportunidad única para pensar sobre el tipo de futuro que queremos”. Y algunos jefes de estado, como el primer ministro de Canadá, el señor Trudeau, dijo en una conferencia de la ONU: “La pandemia proporcionó oportunidad para un reseteo de todo el mundo en el 2020”.

  Pues a nivel mundial ya estamos viendo, viviendo y padeciendo lo que está sucediendo, sobre todo desde la aparición de este virus del covid-19. Hemos venido viendo el accionar de los organismos internacionales, - como la OMS sobre todo -, el de los gobiernos, el de los ciudadanos, la economía mundial y de los países, el accionar de los profesionales del campo de la salud, el accionar en el campo de la educación, etc. A esto hay que sumarle ahora el estado de guerra entre Israel y Palestina.

  Toda esta situación de calamidades y crisis nos hace exclamar “¿A quién iremos?”. El mundo, la humanidad está viviendo una gran crisis, una gran convulsión. Pero ¿qué es lo que ha llevado a la humanidad a vivir esta gran crisis o convulsión? Esta civilización moderna y progre, sigue apostando a que esta búsqueda compulsiva del progreso por ella misma es la solución a los grandes problemas de la humanidad. Se sigue olvidando de que es criatura y que necesita encontrarse con Su Creador, con su Señor, con Dios. Y es que el sentido de cualquier progreso auténtico es Dios.

  Pero, echemos una mirada a nuestra situación particular como nación. Estamos viviendo actualmente una situación en extremo desestabilizadora, angustiante y desesperante. Ya tenemos la crisis sanitaria mundial del virus del covid-19. Pero las situaciones de crisis que como país producimos, se vienen a añadir o a sumar a ésta y nos complica más la vida, la convivencia y también nuestra ya difícil salud mental.

  En términos políticos seguimos padeciendo los mismos males que antaño. Sabemos que la corrupción pública de nuestra nación es un cáncer que sigue haciendo metástasis y no se vislumbra manera, medios, formas ni métodos para detener o eliminar dicho cáncer. Nuestros líderes políticos nos marean con el discurso demagógico de que van a acabar con la corrupción, de que con ellos viene el cambio, etc. Y la población le compra el discurso. Aquí me viene a la mente el conocido refrán popular “No es lo mismo con guitarra, que con violín”. Cuando se está abajo las cosas se ven de una manera, pero cuando se está arriba se ven de otra. Sabemos que nuestro aparato o sistema político-´partidario carece de muchas herramientas para discernir la idoneidad de los candidatos a postularse a un cargo público; no se hacen las investigaciones de lugar de los candidatos, como tampoco se investiga el origen o procedencia del dinero que gastan o invierten en sus campañas políticas, así como las de los partidos políticos. Al mismo tiempo tenemos al estamento militar y policial que, según establece nuestra Constitución, son “apolíticas”; pero en la práctica sabemos que no es así y tampoco hay un régimen de consecuencias, a menos que se destape una situación profunda de corrupción, como el actual caso que estamos viendo. El dinero que se roban de las arcas públicas no tiene dolientes porque parece ser que el lema es “agarra lo que quieras que ese dinero no es de nadie” ¿No es de nadie? ¿Qué no es dinero del pueblo? ¿Dinero recaudado de los impuestos del pueblo? La política es un negocio. Los políticos son negociantes que invierten en sus campañas para poder llegar a una posición pública y recuperar con creces lo invertido, resolver sus problemas y los de los suyos. El Estado sigue siendo un botín, aunque otros quieran ocultarlo. La política no es la ciencia de lo ideal, sino la ciencia de lo posible, y como sociedad tenemos que esforzarnos en “hacer lo posible” una realidad. Como en todo, también hay sus excepciones.

  Estamos lidiando con el tema de la salud pública en medio de esta pandemia. Se une a ésta el tema de las vacunas. Las vacunas, que se ha venido denunciado por gran número de científicos de diferentes países especialistas en virología, epidemiologia, bioanalistas, y otros más, son de fase experimental. Esta verdad, un alto porcentaje de personas no la quieren escuchar porque están aferrados a que la vacuna es “la salvación”. Así se viene promoviendo en muchas sociedades y, últimamente ha tomado relevancia un anuncio expuesto en el Cristo Redentor de la ciudad de Sao Paulo-Brasil, que dice “la vacuna salva”. ¿Salva de qué? Creo que más bien lo correcto hubiese sido decir que “cura, protege”. Pero ni eso hacen. Vemos así cómo se ha utilizado una imagen religiosa del catolicismo en el país latinoamericano donde hay más católicos para transmitir un mensaje que nada tiene que ver con la fe cristiana. Bien lo dijo el doctor Fauci, director de los CDC de Estados Unidos, en una entrevista reciente en el mismo corazón del catolicismo, el Vaticano, que es conveniente el que los sacerdotes católicos convenzan a los feligreses para que se vacunen ya que a ellos los siguen y escuchan. Pues conmigo que no cuenten.

 Pues parece ser que la ciencia es el nuevo dios, el nuevo salvador, el nuevo redentor. Hay mucha presión, - y yo diría que demasiada presión -, por parte de nuestras autoridades para que toda la población se vacune. Se ha llegado hasta a proponer una ley de vacunación obligatoria, que sería violatoria a nuestra Constitución y acuerdos internacionales de derechos humanos, que establecen que la vacunación no es obligatoria y deja más bien la decisión en la persona adulta.

  Tengo conocimiento y hasta lo he dicho como advertencia y denuncia que, tanto en el sector público como en el privado, se viene presionando y chantajeando a los empleados para que se vacunen obligatoriamente diciéndoles que, si en sus lugares de trabajo se producen contagios del virus, ellos tendrán culpa por no vacunarse y hasta podrían perder sus trabajos. Y como no pueden darse el lujo de perder su trabajo en medio de esta crisis, no les queda otra que vacunarse en contra de su voluntad. Pero el problema que veo aquí es que nadie protesta. Nos dejamos violar nuestras libertades y derechos fundamentales. El gobierno ha hecho una inversión millonaria en la compra de las vacunas, pero ese dinero ha venido de préstamos internacionales; no ha salido de las arcas del estado. Tenemos el reciente “escándalo”, - si se quiere -, de la compra de diez millones de vacunas a la farmacéutica Pfizer a un costo de    ciento veinte millones de dólares y que dicho contrato establece que el país renuncia a su “inmunidad soberana”, es decir, que renuncia irrevocablemente a cualquier derecho de inmunidad y regirá ante cualquier procedimiento legal iniciado para confirmar o ejecutar una decisión arbitral u orden. En pocas palabras, el estado dominicano no puede reclamar absolutamente nada ante la farmacéutica. No hay duda, nuestras autoridades arrodillan al país. ¿Y me vienen a hablar a mí que sea responsable y que me vacune sin yo saber ni nadie decirme qué contiene esa vacuna? Es decir, ¿quieren que me inocule una vacuna de la que nadie se hace responsable y que más bien les proporciona inmunidad y riquezas a sus fabricantes? Vacunas estas que incluso ya otros países de Europa y Estados Unidos han suspendido por sus efectos secundarios irreversibles y de muertes. Y ya se viene hablando por parte del ministro de salud de que habrá que aplicar una tercera dosis. ¿Por qué no se atreven a decir cuál es el negocio que hay detrás de todo este entramado con la compra de estas vacunas? ¿Por qué se vino a destapar ahora el asunto de la compra de las vacunas Pfizer? ¿No sabía el gobierno lo que ha estado sucediendo en otros países con esa empresa farmacéutica y sus vacunas, que no cumplen con lo acordado entre comprador y vendedor? Que revisen el caso de la Argentina para que entiendan. Pues a esto le añado las palabras dichas por el premio nobel de medicina, el francés Luc Montaigner: “Las nuevas cepas del covid-19 han sido creadas por las diferentes vacunas”. El que no quiera oír ni entender, pues que siga en las nubes.

  Cuidado con seguir dejándonos presionar y chantajear. Aquí han jugado y siguen jugando un papel preponderante los medios de comunicación y las redes sociales, que se han prestado, y no gratis, para proporcionar información que emana de los gobiernos, pero que nunca se ha pronunciado ni han exigido un debate científico-médico de esta pandemia. Desde la aparición de este virus, el lema que ha regido es “la autoridad es la verdad”, apoyados por médicos comprados. Pero tenemos que cambiar por el lema “la verdad es la autoridad”. Sin debate científico no hay ciencia. ¿Dónde está el papel que debe jugar aquí el Colegio Médico Dominicano? Ya lo dijo el periodista y editor Joseph Pulitzer “Con el tiempo, una prensa cínica, mercenaria, demagógica y corrupta formará un público tan vil como ella misma”. Ah, pero ahora resulta que se ha dado la voz de alarma con los supuestos rebrotes del virus que están apareciendo. Esto era algo que se sabía que venía en camino. En el vecino país de Haití se ha detectado que han llegado las cepas del virus que se detectó en Brasil e Inglaterra. Es el mismo guion de otras naciones. Pero resulta que ahora la consigna es que los culpables de estos rebrotes son los no vacunados. Se está creando así la división entre unos y otros, y hasta hay quienes están exigiendo que se pongan o establecer restricciones y limitaciones a lugares, servicios públicos y privados a los no vacunados. Esto no es más que una pura señal de lo que sería un Estado totalitario y dictatorial, violador de las libertades y derechos fundamentales de sus ciudadanos.

  Pero viene a ser el caso de que un alto porcentaje de esos nuevos casos son de personas ya vacunadas con sus dos dosis, y hay un alto porcentaje de no vacunados que hasta ahora ni una gripe normal les ha dado. ¡Más chantaje! Así no avanzamos. Todo aquel que esté convencido o se deje convencer de la bondad y efectividad de la vacuna, que se inyecte; pero el que está convencido de lo contrario, pues que se espere un tiempo o que no se inyecte. Ambas decisiones hay que respetarlas. Por otro lado, quien todavía sigue creyendo en lo que dicen otros de que con la vacuna volveremos más rápido a la normalidad, entiendan que no será así. Esto también ya lo sentenciaron los amos del mundo del Foro Económico Mundial, el señor Schwab nuevamente. (Como nota aclaratoria: estas afirmaciones del señor Klaus Schwab pueden encontrarlas en sus diferentes entrevistas que ha dado en estos años y que están en la plataforma de YouTube; así como en sus libros La Cuarta Revolución Industrial y Covid-19: El Gran Reinicio).

  Una vez más decimos, ante esta realidad ¿A quién iremos? ¿Iremos a los nuevos dioses que la civilización moderna se ha creado o iremos al encuentro del Dios único, vivo y verdadero? ¿En quién tenemos puesta nuestra esperanza? La muerte de Dios anuncia el fin de la humanidad. La civilización moderna y progre quiere vivir sin Dios y esto no es más que vivir en el vacío, en una inquietud y un sufrimiento permanentes. Si la civilización moderna y progre, el hombre de hoy deja de buscar a Dios, si sigue creando sus propios dioses al servicio de sus ideas y antojos individuales y personales, el Dios verdadero desaparece del horizonte del mundo. Una cosa es que la civilización moderna y progre quiera ser autónoma respecto a su Creador, y otra es que jamás podrá matar a su Creador. Ya lo dijo san Agustín “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Y con el apóstol Pedro decimos “Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna, nosotros hemos creído y conocido que tú eres el santo de Dios”.

jueves, 7 de octubre de 2021

¡No tengan miedo!

 

“Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: Levántense; no tengan miedo” (Mat 17,7).

  El miedo es un sentimiento característico de nosotros los seres humanos. Hay quienes no les gusta y hasta evitan sentir miedo, pero por más que lo intenten, saben que esto es imposible porque sentir y experimentar el miedo es algo normal y natural. Hemos oído también a muchos decir y, hasta en ocasiones lo hacen como una actitud presumida, de que nunca han experimentado el miedo. Pero ni ellos mismos se lo creen. Personas que viven su vida con una cierta temeridad, pero que no pueden negar que de todas maneras han experimentado el miedo.

  ¿Y qué decir del miedo que experimentó el mismo Jesús? Recordemos que los evangelios no son una biografía, - en el sentido estricto del término -, sobre la vida, palabras y acciones de Jesús. Los evangelios son escritos para animar, alimentar la fe, la confianza, la fraternidad y el amor de la comunidad cristiana, para que así crean que Jesús es el Hijo y enviado de Dios para nuestra redención y salvación. Sabemos también que, - como lo dice las misma Sagradas Escrituras -, siendo Dios, asumió nuestra condición humana, se asemejó en todo a nosotros, menos en el pecado. Por lo tanto, por eso podemos ver en Jesús esas ocasiones en que él experimentó el miedo, y no en una o dos ocasiones. Los textos evangélicos son textos también paradigmáticos. Jesús no sólo experimentó el miedo en el huerto de los olivos antes de su prendimiento ni tampoco en su agonía en la cruz, cuando le reclamó a su Padre por qué lo había abandonado.

  Así entonces, si es cierto que es normal y propio del ser humano sentir y experimentar el miedo, no es menos cierto que tampoco es bueno dejarnos dominar por él, ya que nos paraliza. Y esto es lo que les sucede a muchos cristianos. El miedo los paraliza, no los deja avanzar en su caminar de fe y comunidad eclesial. Quizás cuando Jesús les dijo a sus discípulos que “no tengan miedo” se estaba refiriendo a eso mismo; y lo volvemos a ver en el mismo Jesús que, a pesar de haber sentido el miedo, no se dejó dominar por él ni se paralizó y más bien siguió avanzando en su misión de anunciar el Reino de Dios. Pues así mismo nosotros.

  Tenemos, por otro lado, la insistencia del papa san Juan Pablo II que, constantemente nos insistía en que “no tengamos miedo”. Son memorables aquellas palabras que dirigiera a todos los fieles de Cristo en su última Jornada Mundial de la Juventud que presidió en España cuando, en la misa solemne exhortó a todos con las palabras “No tengan miedo. Abran las puertas de su corazón de par en par a Cristo; porque Cristo lo pide todo y, al mismo tiempo, no quita nada”. Pero ¿por qué el papa polaco nos insistía mucho con estas palabras? ¿Acaso él sabía algo que se estaba fraguando contra la humanidad que nosotros no teníamos conocimiento o conciencia de ello? ¿Era ingenua esta exhortación suya para con nosotros? ¿Cómo nos exhortaba el papa para que disipáramos ese miedo?

  Recordemos que el pontificado del papa san Juan Pablo II ha sido uno de los pontificados más largos de la historia de la Iglesia Católica, el segundo para ser exactos (26 años, 5 meses y 18 días), después del pontificado del papa Pío IX, (31 años, 7 meses y 22 días). Pues este pontificado del papa polaco está muy relacionado al tercer secreto de Fátima. Hay que mencionar que, cuando el papa polaco fue objeto del atentado contra su vida en 1981 en la Plaza de san Pedro, durante su audiencia pública, fue al santuario de Fátima en Portugal a dar gracias a Dios por la intercesión de nuestra Madre y poner a los pies de la imagen bendita la bala que, según su testimonio, fue desviada para no quitarle la vida.

  Según el papa san Juan Pablo II, las profecías son condicionales, ya que su materialización depende de la respuesta del ser humano; si el ser humano se arrepiente y vuelve a Dios, él lo ve y no cumple la profecía de dejar pasar el castigo; también que las grandes tribulaciones que vinieran, los que estuvieran en amistad con Dios, que cumplieran sus mandamientos y se sacrificaran por la conversión de los pecadores, tendrían la protección de Dios; y, Dios quiere que vayamos al cielo, manteniendo nuestro estado de gracia y colaborar para la purificación de los pecadores.

  Pues cumplir con estas tres condiciones, nos lleva a nosotros a no tener miedo ante lo que se nos pueda venir y, de hecho, estamos viviendo en la actualidad. Tenemos que actuar y vivir como verdaderos cristianos, sobre todo en las tribulaciones, en las pruebas Por eso las advertencias que el Hijo de Dios nos ha hecho por medio de su santísima Madre durante los siglos. Nos ayuda mantenernos firmes en la promesa del Señor de que, así como él venció al mundo, nosotros también lo podemos lograr, si nos mantenemos adheridos a él como ramas pegadas al tronco para alimentarnos de sabia, de su gracia.