martes, 27 de diciembre de 2016

Respuesta a César Medina


  Señor Medina, he leído con detenimiento y atención en su columna de este prestigioso diario su escrito titulado “Wally Brewster…(1)”, de fecha 22/12/2016 en donde usted hace una defensa del señor embajador de los Estados Unidos y su esposo en cuanto a su labor diplomática y también en referencia a su condición sexual. Usted dice en el artículo que, y cito: “El que diga que no, miente: El embajador Wally y su esposo Bob harán falta cuando se marchen en enero y se despidan como embajadores de los Estados Unidos”. Que yo sepa, el embajador es el señor Wally, no su esposo. Pero a lo mejor será cuestión de semántica o jerga diplomática de la cual me declaro ignorante. Continúa usted diciendo de ellos que dominaron el debate público, dando de qué hablar, impusieron su agenda y cumplieron su misión…que es mucho para dos embajadores improvisados que llegaron a la defensiva con el estigma de su preferencia sexual en una sociedad homofóbica que aún cree que la homosexualidad se contagia por ósmosis. No sé si el término este bien usado aquí, pero creo que es más seguro y certero referirlo a lo que dice la ciencia con respecto a la conducta homosexual. Usted también menciona que “la Iglesia, y me imagino que se refiere a la Católica, que es más homofóbica aún, gritándole ¡maricones! desde el altar”.

  Señor embajador Medina, permítame aclararle lo siguiente. Cuando el señor Brewster fue designado como embajador de los Estados Unidos ante el Estado dominicano y antes de que nuestro gobierno le diera el plácet, hubo manifestaciones en contra de ello no debido a su preferencia homosexual, sino más bien a que de ante  mano se sabía que venía con una agenda de imposición LGTB. Nuestra sociedad dominicana tiene sus principios, valores y costumbres propias y, absolutamente nadie, aún en su condición de embajador, tiene derecho a venir a imponernos cosas contrarias que atenten contra nuestra identidad cultural. Por otro lado, le recuerdo que no fue la Iglesia, como usted dice, que le gritó maricones a estos señores y mucho menos desde el altar. Me imagino que se refiere usted a unas palabras dichas por nuestro Cardenal López en una entrevista improvisada después de un acto religioso. Con todo el respeto que me merece y le debo a mi Cardenal, le aclaro que él no es la Iglesia; él es parte de la iglesia. La Iglesia la formamos todos los bautizados, por el hecho de ser bautizados. Pero cuidado, el ser bautizados no nos garantiza que ya estemos salvados, tenemos que vivir de acuerdo a ese regalo de Dios. Una de las cosas que muchas personas y, sobre todo muchos comunicadores, tienen que aprender  a distinguir es saber cuándo un obispo, cura o diácono hablan de manera personal y cuándo hablan en nombre de la Institución eclesial. Sepa usted que ninguno de éstos ministros anteriormente mencionados ostenta la voz oficial de la Iglesia Católica en la República Dominicana. La voz oficial de la Iglesia Católica en nuestro país es la Conferencia del Episcopado Dominicano, y es un organismo colegiado. Además, le remito al Catecismo de la Iglesia Católica nn. 2357-2359 sobre lo que nos enseña nuestra Iglesia con respecto a los homosexuales y la homosexualidad.

  Por otro lado, señor Medina, en varios diarios digitales, entre ellos “7 días.com.do”,-que no me extrañaría que los calificara de estiercoleros digitales-, aparece un escrito de la columnista Margarita Cordero, de fecha 15/06/2013, donde escribe un artículo titulado “España niega el plácet a Oscar Medina para sustituir a su padre César en la embajada”. Este artículo deja claro algunas aseveraciones que son atribuidas a su persona sobre el tema de su visión de la homosexualidad y del interés de su persona por ocupar la legación diplomática dominicana en los Estados Unidos. El artículo hace referencia que el gobierno español se negó a dar el plácet a su hijo alegando su consanguinidad como razón de su decisión inapelable, sobre todo cuando se conoció que usted pernoctaba más en nuestro país que en su puesto de trabajo. Pero con el tema sobre la homosexualidad, habla de su “furibunda homofobia”  a la briosa defensa de los LGTB: dice que por los pasillos se sabe de su interés por ocupar la embajada dominicana en Washington, y del cambio dado por usted de su más cerril homofobia al abanderamiento en la defensa de la homosexualidad del señor Brewster, y de cinco antológicos artículos escritos por usted comenzando el 2 de julio de ese año 2013 sobre el tema. Habla también de la utilización de sus programas y columna del Listín Diario para imputar a personas que no le agradan, con intención marcadamente insultante, la condición homosexual. Desórdenes hormonales, repetía cada vez más de las más recientes el 7/12/2012, para asimilar inmoralidad sexual y enfermedad. Su regodeo de la descalificación era patético pero a usted no le importaba.

  Señor embajador Medina, sea honesto y no manipulador. Usted tiene todo el derecho a hablar en defensa del señor embajador Brewster, pero hágalo con dignidad, respeto y decoro hacia el público; y sobre todo apegado a la verdad. Usted es primero un comunicador. No se trata de ocupar el primer lugar en la palestra pública, en este caso, de la comunicación. Comunique la verdad. Le recuerdo que andan en las redes sociales videos de usted despotricando contra el señor Danilo Medina cuando todavía no era candidato presidencial y, hoy presidente lo nombró a usted embajador. Cuidado con la hipocresía señor Medina. Hay que tener cuidado con lo que se habla hoy en día porque todo queda grabado y publicado. Y una cosa más señor Medina, estoy seguro que muchos que lean su artículo no estarán de acuerdo con su opinión, -derecho que también les asiste. Tenga la seguridad, y lo puede escribir con tinta indeleble, que yo soy uno de los que no extrañaré al señor Brewster y su esposo, y no estoy mintiendo. La misión diplomática del señor Brewster me recuerda a la también anterior misión de su compatriota el señor Robert Pastorino, a quien usted se refirió en uno de sus artículos titulado “Wally Brewster, Pastorino” (20/4/2016), como “un chicano embajador metiche que tuvo sus desavenencias con el ex presidente Joaquín Balaguer en el 1994”, y con nuestro señor Cardenal López Rodríguez.

  Yo también soy una especie de comunicador; tengo que comunicar la verdad, en mi caso, la verdad de Dios manifestada en la revelación divina en su Hijo Jesucristo porque creo y quiero ser libre como el Maestro de Nazaret lo enseñó.

jueves, 15 de diciembre de 2016

¿Nueva Tolerancia o Autoritarismo?


Etimológicamente la palabra tolerancia significa la actitud de la persona que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias. El hablar de nueva tolerancia ya nos da la idea de que hay una vieja tolerancia o una tolerancia pasada de moda, etc. Esto, visto así, es un absurdo. El cristianismo en este punto es fundamental, ya que es y ha sido siempre desde sus inicios el fruto del carácter cristiano. El apóstol san Pablo la menciona en su carta a los Gálatas como una de las actitudes fundamentales de todo cristiano: capacidad de soportar sin quejarse, y como base de la convivencia.

  Actualmente, y desde hace mucho tiempo, podemos decir que estamos viviendo un despojamiento de la racionalidad, esto causado por la falacia de esta nueva tolerancia en nuestra cultura, y cada vez es más profundo. Francisco Goya, en su obra “Los caprichos”, -que es una crítica a la sociedad española-, en uno de sus grabados que es un auto-retrato, presenta al pintor durmiendo sobre su escritorio después de haberse agotado, y su frase lapidaria es que “el sueño de la razón produce monstruos”. Es decir, si nosotros suspendemos la  razón, llegamos a la monstruosidad. Así va naciendo esta nueva tolerancia. La humanidad hace tiempo que viene huyendo, escapándose de lo racional y adentrándose en lo absurdo; el sociólogo Juan José Sebreli, en  su libro “El olvido de la razón”, donde cuestiona a otros grandes pensadores como Freud, Nietzsche, Heidegger, etc., dice que éstos formulaban preguntas cuyas respuestas estaban alejadas de la racionalidad, y así nos conducen a un callejón sin salida. En este marco aparece entonces esta nueva tolerancia. El absurdo es la negación de la razón. Hoy se está dando prioridad al sentimiento por encima de la razón.

  Entonces, todo esto aplicado a lo que en la actualidad estamos viviendo, hay que decir y afirmar que todo este nuevo pensamiento o, mejor dicho, “pensamiento único”, que ha hecho su entrada al mundo y se nos está imponiendo, nos lleva a vivir, proclamar y defender este absurdo. Esta Ideología de género que se está imponiendo en las sociedades es el gran absurdo de la humanidad: ¿cómo se puede interpretar el hecho de que una persona que nace siendo hombre se le ocurra decir después de unos años, que se siente mujer y viceversa, que por tanto hay que cambiarle el nombre y todo lo demás? Es decir, la persona puede llegar a ser cualquier cosa. Y a esto es lo que muchos llaman “progreso”. Somos iguales ante la ley, pero no iguales mediante la ley: la igualdad jurídica no puede ni debe suplantar la desigualdad biológica. Por ende, las leyes positivas, -es decir, las leyes escritas-, deben subordinarse a las leyes naturales y no colisionar con ellas.  El Papa Francisco ha  afirmado y denunciado que imponer esta ideología de género, -o como él ha llamado colonización ideológica-, a los niños en las escuelas y colegios es una maldad. Se establecen leyes por pura subjetividad y esto no es más que un absurdo jurídico, porque no se legisla para un grupito sino para la mayoría, aunque lo quieran pintar de otra cosa que suene bonito. Nuestros legisladores, legisladoras, jueces y demás autoridades deben tener mucho cuidado en no caer y no dejarse chantajear por esta irracionalidad para que no construyan monstruos.

  En el mundo hay muchas idioteces y éstas las promueven, proclaman y defienden los idiotas; por lo tanto, en nuestro mundo hay muchos idiotas. Y al utilizar esta palabra no lo hacemos con intención de ofender a la sociedad, porque la idiotez, según los griegos, es la persona sin formación académica, la persona que no razona culturalmente. Vivimos en lo se ha llamado como la “idiotización de la cultura”: y es que estamos en medio de una batalla cultural que busca generar cambios reales a partir del cambio cultural. Así entonces, esa vieja tolerancia que preconizaba la valoración del individuo, el respeto y la aceptación del otro ya es obsoleta, y ahora hay que darle paso a la nueva tolerancia para abandonar así los viejos principios y valores e inventarse y asumir otros nuevos. En la vieja tolerancia se discutían las ideas para llegar a la verdad, mientras que en la nueva tolerancia estas discusiones están vedadas porque es discriminación: cada grupo e individuo tiene sus verdades éticas. Esto es un relativismo moral, no hay valores morales absolutos. Es cierto que todas las verdades de los demás son respetables, pero también es cierto que son discutibles. Y es que pensar distinto no es intolerancia. Estamos siendo llevados a vivir en una sociedad autoritaria, y eso es peligroso: ejemplo de esto son EE.UU, España, Argentina, Francia, México, Canadá, etc.

  Aquí hay que mencionar otra consecuencia que está provocando esta nueva tolerancia, y es que se está llevando a la humanidad a un “vaciamiento espiritual”. Si todo es relativo, ¿qué valores les enseñaremos a nuestros hijos? ¿Qué valores enseñarán los maestros en las escuelas y colegios a los estudiantes? ¿Sobre qué se van a sustentar los valores de la sociedad en el futuro? Los cristianos, los que pensamos diferente, no podemos dejar que se nos avasalle; que se nos trate como ciudadanos de segunda, tercera o cuarta categoría.  Tenemos que seguir siendo tolerantes, pero de convicciones profundas,  proclamarlas y defenderlas; porque, como ya lo dijo Jesús “si callamos, las piedras hablarán” (Lc 19,40).