El 20 de
noviembre pasado, tuvo lugar en Roma la clausura del año santo de la
misericordia que el Santo padre quiso llevar a toda la Iglesia y a sus hijos
para que profundicemos en esta característica fundamental de nuestra fe
Cristiana. Pero el Papa quiso, además de la celebración eucarística de
clausura, escribir o dejarnos un legado o enseñanza permanente por medio de una
carta apostólica a toda la Iglesia, que se titula “Misericordia et Misera”. Este
es un título que algunos teólogos y autores laicos han calificado de poco
inusual porque combina un nombre y un adjetivo: la misericordia y la miseria (miserable,
alguien que está roto o quebrado, frágil, dañado, y que necesita en
consecuencia de la misericordia), acompaña al sustantivo como un adjetivo. No está
haciendo referencia al sentido del insulto.
El Papa ha querido dejar bien claro que si
por un lado la celebración del año santo de la misericordia llegó a su fin, por
otro lado, la misericordia nunca acaba. Dios siempre está ofreciendo su
misericordia al ser humano hasta el fin del mundo. La misericordia es por eso
un don de Dios que nos ha sido revelado en su Hijo Jesucristo, y éste a su vez,
lo ha entregado a su Iglesia para que la siga ejerciendo y ofreciendo, en su
nombre, a todos los hombres y mujeres de todos los lugares y todos los tiempos.
La misericordia de Dios es el gran tesoro de la Iglesia y como tal el Papa
insiste y pide a los católicos que sigamos ejerciéndola y ofreciéndola incansablemente;
la misericordia, las obras de misericordia tanto espirituales como corporales
deben ser una práctica permanente nuestra. Debemos dejarnos guiar por el
espíritu de piedad que está detrás de estas obras de misericordia. Debe de ser
un verdadero y profundo amor a Dios el que nos conduzca a esta práctica
siempre.
Dice el Papa que si la Iglesia no muestra o
no se manifiesta como ese vehículo de misericordia, no sirve para nada, no
tiene sentido su misión para la salvación de todos los hombres; la Iglesia debe
de ser camino seguro y puerta abierta de misericordia. Formar parte de la
Iglesia no consiste en ser parte de una militancia específica, no se trata de
cumplir un conjunto de leyes o normas específicas; es verdad que nuestra
Iglesia tiene sus normas, principios, documentos, etc., pero todo existe para
estar al servicio de esta gran obra de misericordia. Esto nos tiene que llevar
a preguntarnos el por qué una persona que estaba alejada de la Iglesia viene o
regresa a ella. Y lo más seguro es que esa persona se deja inundar toda por la misericordia
que la Iglesia misma le proporciona, sobre todo a través de los sacramentos, medios
por excelencia que nos dejó nuestro Señor Jesucristo para que sigamos
experimentando su gran e infinita misericordia.
Pero no todo es gozo, es decir, no han
faltado una vez más quienes, en una abierta actitud anti papal, anti clerical, anti
eclesial o anti católica, etc., empezaron a hacer sus conjeturas con respecto a
esta carta apostólica. Son varias las opiniones a favor y en contra, y hasta de
manipulación que se han estado emitiendo. Todo esto es sin duda una actitud más
de desprecio que se manifiesta porque una gran parte de la humanidad no ha
comprendido lo que significa la misericordia de Dios. Incluso muchos católicos
opinan en contra de esta exhortación del Santo padre a seguir practicando la
misericordia. En esta carta, el Santo padre ha querido y
mandado el que, la Iglesia, -como depositaria y dispensadora de la gracia
divina-, sus sacerdotes sigan ofreciendo este don de Dios a todos los hombres
que así lo necesiten y busquen. Por esto ha dado potestad a todos los sacerdotes,
-en razón de su ministerio-, para que absuelvan válidamente el pecado del
aborto. Con esto el Papa no ha dicho ni declarado que el aborto no sea malo o
pecado; al contrario, el Papa ha reiterado en el mismo documento la gravedad y
pecaminosidad del crimen del aborto. Con esta medida, el Papa lo que ha cambiado
es una normativa de la Iglesia, pero no de la moral cristiana católica. La absolución
del pecado del aborto estaba en la lista de los “pecados reservados”, es decir,
la absolución del mismo estaba reservada sólo al obispo o a un sacerdote
delegado por el obispo; pues a partir de ahora, la absolución del pecado del
aborto puede y debe ser ejercida por cualquier sacerdote hasta que se dicte
otra norma, según el Santo padre. Y es que esta medida es de gran valor para la
práctica de la fe y el alivio espiritual y de conciencia de los fieles
católicos que estén en la necesidad de experimentar la misericordia divina
ejercida con autoridad por la Iglesia en nombre de Cristo.
Leamos con detenimiento y un profundo
espíritu de misericordia esta carta del Papa Francisco que nos entrega a los
católicos como guía para el ejercicio de una verdadera piedad. La carta está
disponible en muchos y confiables portales católicos en internet. No nos
dejemos manipular por los enemigos de Cristo y su Iglesia. Recordemos que el
mismo Señor nos dio un espíritu de discernimiento para que aprendamos a
quedarnos siempre con todo lo bueno que él nos regala.