El diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española define la palabra “absurdo” como contrario
y opuesto a la razón, que no tiene sentido. Y esta definición aplicada a la
realidad del mundo de hoy es precisamente lo que estamos viviendo. Vivimos en
el mundo de lo contrario y opuesto a la razón y al sinsentido. Dicho de otra manera,
es aplicar la frase conocida de que hoy el sentido común es el menos común de
los sentidos.
Pues no es de extrañar que, si no todos, si
muchos nos preguntemos ¿Qué le está pasando a la humanidad? ¿Por qué hemos caído
en lo absurdo? ¿Quién es el que está mal: yo o el resto del mundo? ¿Por qué la
humanidad hoy ha perdido el sentido común? ¿Qué le está sucediendo a la
humanidad hoy, que parece que ya ha dejado de pensar? Parece que estamos
viviendo en un mundo utópico, el cual ya describió el novelista británico,
George Orwell, en su novela utópica “1984”. Si este autor hubiera vivido en
nuestros días de seguro que se habría quedado asombrado de ver cómo lo que describió
a mitad del siglo pasado en su novela, hoy se está convirtiendo en una
realidad.
Se percibe un cierto sentido de demencia
total en el que muchos, sobre todo aquellos que nos sentimos y nos esforzamos
por vivir en la cordura, nos sentimos hasta a veces solos, solitarios; se percibe
una sensación de vivir en otro planeta muy lejano a la tierra. Nuestra sociedad
occidental ha venido sufriendo lo que se ha denunciado como su decadencia. Cicerón
dijo: “Cuanto más cerca está la caída de un imperio, más locas son sus
leyes”. Y esta decadencia parece que tiene un tinte de irreversibilidad. Pero
esto no ha sido algo fortuito, sino más bien provocado, buscado y fomentado.
Porque hay una élite globalista que se ha enfocado precisamente en inflingir el
más grande y profundo daño a los valores y principios occidentales para ellos
poder ir imponiendo su propio estilo de vida a la humanidad. Se han erigido en
una especie de dioses que, - sin que nadie se lo haya pedido ni tampoco han consultado-,
le vienen a decir al resto del mundo cómo tienen que vivir. Pero son medidas
que ellos no están dispuestos jamás a enseñar con el ejemplo. Todo viene siendo
parte de una agenda que es bien conocida como “Agenda 2030 Objetivos del
Desarrollo Sostenible”, y que se ha prolongado ahora en una nueva agenda
llamada “Pacto del Futuro 2045”, denunciada por muchos. Ya un ministro
del interior español afirmó que esta Agenda era la “biblia”.
Parece que estamos viviendo una de esas películas
de ficción, que ya muchos no saben distinguir entre la realidad de la ficción,
ciertamente. Como ejemplo de este mundo absurdo, parece que tenemos que
creernos cosas como esta: un hombre, - en el estado norteamericano de Arkansas -,
que se enamoró de su automóvil, acabó con su corazón partido porque el carro
Chevy Monte Carlo del 98, fue desguazado por un accidente cuatro años antes.
Esto es lo que se ha denominado “objetofilia”, amor por los objetos. Años
atrás, estas conductas eran objeto de que a la persona se le tratara de manera
psiquiátrica. Pero hoy esta conducta es validada y defendida, y hasta legislada
como un derecho. Nos hace pensar en la canción de Juan Luís Guerra que lleva
por título La guagua va en reversa. Pues así va el mundo, en reversa. Esta
gente ahora se cree que son los normales y, los que permanecen o permanecemos
en la cordura, en el sentido común, en la realidad, son o somos tachados de
anormales, homófobos, tránsfobos… y toda hierba aromática que se les ocurra.
Afirmar que un hombre es un hombre y que una mujer es una mujer, es de retrógrados
y discriminadores. Pero es que esto es parte de este mundo absurdo, de esta
sociedad decadente.
Hoy, a nuestros gobernantes parecen ser que
no les importa hacer las cosas con lógica para que sus ciudadanos vivan con y
en libertad, sino más bien lo que les importa y quieren es contribuir a acabar
con sus gobernados imponiendo leyes absurdas, contrarias a la razón y al
designio divino. Es una nueva reingeniería social.
Pues no lo permitamos. No debemos ceder un
solo ápice para que esta élite globalista siga con su intención de destruir a la
humanidad. Ninguno de ellos es Dios. No podemos permitirles que destruyan lo
que ellos no crearon. Somos creación de Dios: si dejamos de creer en Dios,
creeremos cualquier cosa, dijo G. K. Chesterton.