Iniciamos el tiempo fuerte de
la cuaresma. En esta ocasión, se nos presenta la oportunidad de recorrerla en
este ambiente jubilar de la esperanza. El santo padre, papa Francisco, en su
mensaje de apertura para este año jubilar nos dijo que este jubileo es un
tiempo de gracia, que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un
renovado encuentro con Dios. Recordemos que, una de la insistencia del santo
padre, desde que asumió el pontificado, ha sido invitarnos a la constante
renovación de nuestro primer encuentro con Cristo. De ser posible, renovar este
encuentro de fe cada día, porque cada día es nuevo.
En el evangelio, el mismo Jesús nos dice que
nos cuidemos de querer entrar por la puerta ancha ya que, esa nos lleva a
nuestra perdición. Más bien, nos motiva a que nos esforcemos por entrar por la
puerta estrecha ya que, esa es la que nos da acceso a nuestra salvación, a la
vida. Y esa puerta es él mismo. Cristo es el camino que nos conduce al Padre,
pero también es la puerta por la cual tenemos acceso al Padre. Cruzar la puerta
es cruzar el umbral de nuestra esperanza, cruzar hacia un nuevo comienzo, hacia
el camino de la esperanza que se abre a todos.
El título que escogió el santo padre para
este Jubileo fue “La esperanza no defrauda”, que son palabras del apóstol de
los gentiles, san Pablo, en su carta a los Romanos 5,5. Somos peregrinos de la
esperanza; no de cualquier esperanza, sino de la verdadera esperanza cristiana;
la esperanza que se fundamenta en el mismo Cristo. Por esto el santo padre nos
ha recordado que somos peregrinos de esperanza; personas con corazón lleno de
esperanza, con deseo y expectativas de bien. Ya lo dice el dicho popular que
“la esperanza muere al último”.
La esperanza, junto a la fe y a la caridad,
forma el conjunto de las tres virtudes teologales que nacen del amor y se
fundamenta en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz.
La cuaresma nos invita, y es una oportunidad,
para acercarnos y experimentar la misericordia de Dios y reconciliarnos con él,
con nosotros mismos y con los demás. La cuaresma tiene que ser para cada
cristiano el camino que no solo impregne nuestra vida personal, sino que pueda
extenderse a la sociedad en su conjunto, a las relaciones interpersonales y a
la promoción de la dignidad de cada persona. “Que nos ayude a recuperar la
confianza necesaria, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales,
en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona
y en el respeto de la creación”, nos dice el santo padre.
Esta cuaresma, vivida desde y con esperanza,
nos permitirá seguir profundizando en el conocimiento del Hijo de Dios, para
poder conocer al Padre. Acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Cristo,
nos lleva a acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Dios Padre, porque, “todo
lo ha puesto en manos del Hijo…, y en él, ha querido recapitular todas las
cosas”.
Esta cuaresma jubilar nos tiene que llevar a
descubrir a Cristo en los evangelios, que es fuente inagotable de amor, sabiduría
y esperanza. Asumamos la postura de María, hermana de Marta y Lázaro, para
estar a los pies del Señor, escuchando su palabra y aprender de él, que es
manso y humilde de corazón. Que podamos contemplarlo muy de cerca, desde
nuestro corazón. Que nos dejemos conmover por su gran amor y misericordia. En
esta cuaresma, seamos apasionados con el Señor y dejémonos guiar por el Espíritu
Santo para vivir con gozo este camino cuaresmal con una esperanza viva y eficaz,
y poder resucitar con Cristo en la Pascua.