“…Pues los hijos de este mundo
son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz” (Lc 16,8).
En estos últimos meses nuestra sociedad ha
estado en un fuerte e intenso debate por una situación que se ha originado o
involucra al embajador de los Estados Unidos de Norteamérica y su activismo en
pro de la causa del colectivo gay (LGTB)
del país. Este embajador ha asumido como parte de su trabajo diplomático, -y
parece que a esto fue que lo enviaron-, el motivar a estos grupos y otras Ongs
a que se enfrasquen en su lucha porque les sean reconocidos unos supuestos
derechos, como por ejemplo, el que se apruebe la legalización de las uniones
entre parejas del mismo sexo. Hay que tener en cuenta, y es de nosotros
reclamar al señor embajador norteamericano, que ciertamente estas no son
funciones que le corresponden ya que no tienen nada que ver con la diplomacia. Ningún
embajador, hasta ahora, ni
norteamericano y de otra nación, había incurrido en una acción de esa
naturaleza puesto que no es de su facultad hacer ese tipo de acciones. Eso de
alguna manera se puede entender como injerencia en asuntos internos del país
que le ha recibido. Otra cosa que tenemos que recordar es que a raíz de su
nombramiento como embajador ente el Estado dominicano, de parte de la sede
diplomática en nuestro país, se emitió un comunicado público donde se aseguraba
que este embajador venía única y exclusivamente a cumplir con sus funciones de
embajador nada más. Pero qué ingenuos fueron muchos en creerse tal cuento,
cuando muchas personalidades de diferentes estratos de la sociedad advirtieron
lo contrario; es más, hasta hubieron voces que tildaron la observación de
exagerada y fuera de lugar; y ya vemos los resultados. Teníamos razón. No caben
dudas de que el enemigo es astuto.
Pero tratemos de ser honestos en este caso.
Al embajador norteamericano no podemos criticarle su preferencia sexual ya que
eso es un asunto personal y de la libertad de cada persona. Pero el promover y querer
imponernos a nuestra sociedad ese estilo de vida y presentarlo como algo normal
y como un derecho, sí que riñe con nuestras costumbres, fundamentos y valores.
Ni él ni nadie tienen derecho a venir a imponernos ese tipo de aberraciones. El
tema aquí no es nada más ni solamente el que se legalicen las uniones de
parejas del mismo sexo; el tema es que si se abre esa puerta en nuestra
sociedad, vienen otros aspectos como consecuencia, como lo es la adopción de
niños y niñas por estas uniones. Otros puntos de esa agenda de género es la
aprobación del aborto y eutanasia. Claro es que todo esto obedece a una
“agenda” que quieren imponer las naciones más ricas y poderosas, -a la cabeza
Estados Unidos-, con la intención de socavar a las demás naciones del
hemisferio y destruir su cultura y sus valores para imponer esta nueva cultura a
la que san Juan Pablo II llamó “cultura de la muerte”. Esto es parte de lo que
se llama “nuevo orden mundial”. El enemigo no duerme ni descansa. Es cierto que
en nuestro país tenemos muchos problemas, pero con la presencia de este
embajador nos ha llegado un problema más, al que tenemos que hacerle frente.
Como parte de esta imposición de esta agenda
de género, se plantea un adoctrinamiento desde las escuelas y colegios para
mentalizar a nuestros niños, niñas y jóvenes en presentarles a ellos que estas
actitudes son normales. Hemos de saber que ya hay personalidades,
comunicadores, Ongs y dirigentes políticos que se están dejando arropar por
toda esta ideología que nos viene importada desde los Estados Unidos. Este es
un proyecto político y cultural de la administración del presidente Obama, ya
que está comprometido políticamente con estos grupos por el aporte económico a
sus dos campañas electorales. Claro que este apoyo no es gratuito, hay mucho
dinero de por medio. Aquí jugarán un papel preponderante los padres y madres, y
la familia en consecuencia para que este adoctrinamiento no pueda ser llevado a
cabo. Uno de los medios, y no el único, que pueden ayudar a contrarrestar esto
es la formación de las asociaciones de padres y madres de las escuelas y
colegios, para que así vigilen qué tipo de enseñanza es la que están recibiendo
sus hijos.
A nuestros políticos tenemos que decirles que
no se dejen chantajear por este tipo de ideologías dañinas a la sociedad. Que
ellos están en esos puestos por el voto nuestro y es para que sean guardianes
de la identidad, cultura y valores de nuestro pueblo al que ellos juran y han
jurado servir. Que no vendan su conciencia ni negocien la verdad. Aquí no se
trata de derechos, sino de imposición. Todos los ciudadanos de esta nación
tienen sus derechos consignados en la Constitución, y la discriminación está penalizada en la misma. El Estado no
puede estar creándoles derechos especiales a cada minoría de la sociedad, ya
que de ser así, cada grupo tendría sus propias normas y leyes, y esto es
imposible. Al embajador norteamericano, la sociedad dominicana tenemos todo el
derecho a exigirle que se ocupe de sus funciones diplomáticas, y si no lo hace así
pues tenemos derecho a exigirle que se vaya de nuestro país. Por parte de las
autoridades es poco o nada lo que podemos esperar porque aquí hay un compromiso
político al cual no se va a poner en riesgo. El Papa Benedicto XVI denunció
esta nueva visión del ser humano como “dictadura del relativismo”. No
permitamos que a nuestra sociedad se le arrastre a este sin sentido de la
existencia humana que ya está haciendo sus estragos en otras sociedades de
mundo, por ejemplo, Europa y otras ciudades de América. Esto no es progreso; es
más bien atraso y destrucción del ser humano. El progreso no es sinónimo de
destrucción ni anulación del ser humano. No tengamos miedo, porque si nosotros
callamos, hablarán las piedras (Lc 19,40).