viernes, 1 de agosto de 2014

Venga a nosotros tu Reino...


La actividad más importante de Jesús es la proclamación el Reino de Dios. No hay un dato más seguro en los evangelios de que Jesús se dedicara a esta proclamación; no hay un tema más tratado en ellos que este Reino de Dios. Jesús proclama el Reino de Dios en continuidad con la historia de su pueblo, que ya se trataba en el antiguo testamento. Pero hay también una innovación: Jesús no sólo repite lo que ya hay, sino que lo enriquece.

  Con esta petición se reconoce la primacía de Dios: donde Él no está nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En muchos creyentes la búsqueda de Dios ha desaparecido de la vida diaria y parece ser asunto de pocos. Pero lo cierto es que la búsqueda de Dios se realiza comprometiendo toda nuestra humanidad. Esta búsqueda se nos presenta con muchos matices: se nos aparece como escuchar, orar, callar, obedecer, servir, velar… Toda búsqueda apunta a una percepción de Dios, del Dios que está aquí.

  El Reino de Dios quiere decir “soberanía de Dios”, y eso significa asumir su voluntad como criterio. Esa voluntad crea justicia, lo que implica que reconocemos a Dios su derecho y en Él encontramos el criterio para medir el derecho entre los hombres. La petición es “venga tu reino”, y no “venga nuestro reino”. Se necesita de un corazón dócil para que sea Dios el que reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha: “el que es de Dios escucha las palabras de Dios…” (Jn 8,47). Ese es su camino, y por eso nosotros hemos de rezar siempre: debemos de cambiar profundamente nuestra manera de pensar; aprender a pensar desde Dios y no desde el hombre, a fin de evaluar correctamente nuestra vida con sus oraciones escuchadas y nos escuchadas. Jesús no solamente proclamó el Reino de Dios, sino que donde está Él ahí está el Reino de Dios. Jesús es el Reino de Dios entre nosotros ya.

  Este Reino de Dios tiene varias connotaciones. Entre ellas podemos mencionar la que evoca un “nuevo orden social”: este nuevo orden social involucra al mismo Jesús y sus discípulos y a los demás de la comunidad (Iglesia). Es un nuevo orden social que sigue siendo un orden futuro. Sus elementos son: la purificación del templo, -ya que era el centro político y económico de Israel. Desde la monarquía, con el rey David, el pueblo de Israel se va constituyendo en el foco de todo con su capital Jerusalén. Aquí también entra la reforma religiosa del rey Josías que hace del templo el centro, la polarización de las actividades del pueblo. Hay una serie de actitudes de Jesús ante el templo que son desconcertantes para el pueblo: la expulsión de los vendedores del templo, por ejemplo; gesto profético que significa un cambio en la manera de cómo realizar los sacrificios y relacionarse con Dios. Con este hecho, Jesús anuncia que el orden presente está pasando, es decir, es un anuncio escatológico. El conflicto que se genera aquí no es solamente en contra de los dirigentes, sino que Jesús toca algo que está muy dentro del corazón del pueblo y no solamente de un grupo, es decir, la gente no acepta este gesto profético de Jesús. El nuevo orden que Dios está pidiendo no está en los sacrificios del templo, sino ahora en el cuerpo de Cristo resucitado: el templo no hecho por manos humanas.

  Un segundo elemento es la escogencia del grupo de los Doce, -que hace referencia a las doce tribus de Israel-, nuevo pueblo de Dios. Un tercer elemento es todo aquello referente al “banquete escatológico”: Jesús comienza a constituir un nuevo pueblo con lo que llamaríamos “banquete de mesa”. Esta imagen del banquete es interesante ya que nos habla de un orden social distinto en que su característica será “incluyente” y no excluyente: todos estaremos participando de él.

  Otra connotación es que nos presenta un “orden nuevo”: los principales destinatarios ahora no son solamente los ricos, sino los pobres; no sólo los justos, sino también los pecadores; no sólo los grandes, sino también los pequeños, etc.

  Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: déjanos ser tuyos Señor. Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y tú puedas entregar el universo al Padre, para que Dios sea todo para todos (Benedicto XVI).

 

Bendiciones.

 

 

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