martes, 3 de marzo de 2015

¿La busqueda de Dios es una busqueda en vano?


“…Para que busquen a Dios, y quizá, como a tientas, puedan encontrarlo, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros” (Hc 17,27).

 

  Son muchas las personas, sobre todo, en el ámbito intelectual en donde destacan algunos grandes filósofos, que han apostado y manifestado siempre que la búsqueda de Dios es una búsqueda vana. Estos se fundamentan en que, según ellos, Dios no existe. Es pura invención del mismo ser humano que necesita crearse la idea de un ser supremo que lo domina y determina todo. Recordemos entre ellos a Frederick Nietzsche que habló de la “muerte de Dios”, que no fue más que un diagnóstico de la situación cultural y una profecía sobre el futuro crecimiento del nihilismo (actitud vital y filosófica que niega todo valor a la existencia, o que hace girar la existencia alrededor de algo inexistente); y la pérdida de sentido del todo en occidente. Dicho en otras palabras: para Nietzsche toda cultura que crea en la existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores objetivos de la verdad y el bien, es una cultura nihilista. Es una cultura de la nada.

  También tenemos que mencionar a Martin Heidegger, que habló de la “falta de Dios” en nuestro tiempo. Para Heidegger, vivimos en el tiempo de la noche del mundo. Martin Buber habló de un “eclipse de Dios”: durante su eclipse, el sol está ahí pero no se puede ver. Así, en nuestro tiempo, Dios está presente, pero no se puede ver. Podemos entonces decir en base a estas premisas, que si Dios está presente, permanece oculto; si Dios ya no es la luz, entonces el mundo está opaco.     Entendemos “algo”, pero  el sentido del todo se ha oscurecido. Las ciencias pueden explicar algo del todo, pero el conjunto se pierde de vista. En la V conferencia del CELAM leemos: “como pastores de la Iglesia, nos interesa cómo este fenómeno (el de los grandes cambios sociales), afecta la vida de nuestros pueblos y el sentido religioso y ético de nuestros hermanos que buscan infatigablemente el rostros de Dios… Sin una percepción clara del misterio de Dios, se vuelve opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres humanos” (no.35). Así, la ciencia y la razón que salieron a hacer transparente el mundo, acabaron por opacarlo más, disolviendo su unidad en muchos pedazos; por lo tanto, el todo es cada vez más difícil de percibir.

  El Papa Francisco, en su exhortación apostólica post sinodal Evangelii Gaudium (la alegría del evangelio), dice: “…La Iglesia propone un camino entre un uso responsable de las metodologías propias de las ciencias empíricas y otros saberes como al filosofía, la teología, y la misma fe, que eleva al ser humano hasta el misterio que trasciende la naturaleza y la inteligencia humana (no. 242).  El mundo, y en especial el ser humano, son un complejo e inmenso rompecabezas compuesto por un incontable número de piezas, muchas de ellas complejas de unir y que nos llevan a un profundo estudio con sus detalles para descubrir cómo encajarían en este mundo tan complejo. Pareciera que la imagen que forman esas piezas se nos perdiera de vista.

  Tenemos que desterrar de nosotros todas esas imágenes falsas de Dios que aún nos acompañan en nuestra vida. Tenemos que buscar al Dios único, vivo y verdadero que nos reveló nuestro Señor Jesucristo. Él nos invita a buscarlo ya que se deja encontrar: “…pidan y Dios les dará; busquen y encontrarán…” (Mt 7,7). La búsqueda de Dios nunca es en vano. Dios está con nosotros y camina con nosotros. Dios se hace el encontradizo: “Busquen al Señor todos ustedes, los humildes de este mundo, los que obedecen sus mandatos…” (Sof 2,3). Necesitamos purificar y clarificar nuestra idea de Dios, porque el Dios verdadero siempre es infinitamente más grande que cualquier idea o pensamiento que se pueda construir sobre Él.

 

Bendiciones.

 

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