martes, 12 de mayo de 2015

Espiritualidad para un mundo desespiritualizado4: Las Sagradas Escrituras.

“Tu, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quienes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2Tm 3,14-17).
  Uno de los elementos esenciales de la vida espiritual cristiana y que de ella no puede jamás prescindir, es la lectura asidua, profunda y meditativa de la palabra de Dios. Esto también es propio de las demás religiones que tienen sus libros sagrados y meditan y reflexionan sus enseñanzas. En el cristianismo de hace unos siglos atrás se había prohibido la lectura de la Biblia a los fieles, y solamente estaba reservada a la interpretación del magisterio eclesial. Lo que se buscaba con esa prohibición era impedir que los fieles, la gente sencilla, no cayeran en interpretaciones erróneas ni manipuladoras de los textos sagrados; pero gracias al Concilio Vaticano II (1965), esta prohibición desapareció y se dio apertura total a la lectura de la Biblia. Los textos bíblicos son leídos de manera primordial en la liturgia, pero también la gente lee los textos bíblicos y medita sobre ellos de manera personal y en grupos de oración; y también tienen acceso a un estudio más profundo de los mismos en lo que se llaman “escuelas de formación bíblica”; todo esto debido, como ya hemos dicho, a la apertura, por parte del Concilio Vaticano II, a la lectura de las Sagradas Escrituras.
  La idea fundamental al leer las Sagradas Escrituras no es convertirse en un experto en memorizar citas bíblicas, sino más bien el profundizar en el mensaje de Dios para nosotros y que de esa manera pueda iluminar nuestra vida de acuerdo a la realidad que estemos viviendo. Jesús dijo: “mis palabras son palabras de vida”; y también: “Las palabras que yo les he dicho, son espíritu y son vida” (Jn 6,63). Por lo tanto, las palabras de Cristo deben llegar al corazón. La palabra de Dios que llega a nuestra mente, deben ser bajadas al corazón para que así nos llenemos del fuego del Espíritu Santo: “Fuego vine a echar sobre la tierra, y cuanto deseo que ya este ardiendo” (Lc 12,49). La palabra de Cristo Jesús es una palabra purificadora: “ustedes ya están purificados por la palabra que yo les anuncié” (Jn 15,3). Pero también la palabra de Dios nos colma de alegría: “Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes y ese gozo sea perfecto” (Jn 15,11). En cada uno de nosotros hay una fuente de gozo, pero muchas veces esa fuente está cubierta por la tristeza.
  La palabra de Dios me ayuda a interpretar el mundo de acuerdo a su voluntad. Dios, por medio de su palabra, nos ayuda a superar y salir de nuestra enfermedad interior causada por el dolor, el sufrimiento… por el pecado. Hay personas que lo primero que hacen al levantarse cada día es acercarse a la palabra de Dios buscando en ellas la luz y la paz que necesita su interior; se encomiendan de esta manera a las manos de Dios para que les guie en todos sus afanes durante todo el día. Se busca también combatir por medio de la palabra de Dios el pesimismo y la negatividad que pueden estar en nuestro interior y que no nos permiten ver la vida con entusiasmo y positivismo. Pero lo que más se busca desde el comienzo del día al ponernos en contacto con la palabra de Dios es su bendición permanente, y que todo lo que haga la persona durante el mismo, esté  bajo la bendición de Dios; que Dios le acompañe y guie cada pensamiento, sobre todo en esos momentos de oscuridad (Slm 23).
  En este aspecto de la lectura de las Sagradas Escrituras, es muy practicado y difundida la “Lectio Divina”: tomar un texto sagrado, orar con él y meditar con él, y descubrir la voluntad de Dios y pedirle su gracia para poder ponerlo en práctica y así su palabra sea luz para nuestros pasos y luz en nuestro sendero. Las palabras de la Biblia son como una luz en nuestro camino de vida. Nos muestran todo lo que vivimos bajo una luz distinta: la luz de Dios. Iluminados por esta luz, podremos entender nuestra vida. Y solo cuando la entendemos podremos aceptarnos a nosotros mismos y a nuestro destino (Anselm Grün).

Bendiciones.



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