jueves, 9 de agosto de 2018

La Dirección Espiritual exige la sencillez y confianza.


“La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo gozará de luz” (Mt 6,22).



  Con estas palabras, el señor Jesús nos quiere hacer entender que esa sanidad de la que nos habla la podemos entender también como sencillez. Ya sabemos que nuestro Dios y Padre, es el Dios Todopoderoso pero también es el Dios sencillo; el Dios que no se complica y no es complicado. Por eso es que ama a los sencillos y humildes; y rechaza al soberbio y orgulloso. Para la dirección espiritual esta es una de las virtudes también muy importantes. De hecho, hay una relación muy estrecha entre la sinceridad y la sencillez. De la primera ya hemos hablado. Diremos algo de la segunda.

  La sencillez es consecuencia necesaria de un corazón que busca a Dios. Ya el mismo san Agustín llegó a decir que nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Dios. Esta virtud es lo opuesto al deseo de llamar la atención, la pedantería, el aire de suficiencia, la jactancia… (Fernández-Carvajal). Todas estas actitudes son obstáculos para un verdadero acercamiento y unión con Cristo, que nos impide por demás el seguirle de cerca; más bien crea barreras que nos impiden ayudar a los demás. El señor Jesús dijo que teníamos que aprender a ser sencillos como la paloma, es decir, a no ser complicados interiormente ni enredados.

  La sencillez nos conduce a ser hombres y mujeres auténticos: nuestra palabra y nuestra actuación de cristianos y de hombres y mujeres honrados debe tener un gran valor delante de los demás, porque hemos de buscar siempre y en todo la autenticidad, huyendo de la hipocresía y de la doblez. Cuando nosotros nos dejamos guiar por la verdad, seremos siempre un reflejo de Dios por esa verdad que guía nuestra vida y aprenderemos a tratarla con respecto: “busquen la verdad y serán hombres realmente libres”, nos dijo el Señor Jesús. Esa verdad tiene su nombre y su apellido: Jesús, el Hijo de Dios. Él se dijo de sí mismo que es el camino, y la verdad y la vida. No somos actores de la vida. No representamos un papel en el teatro de la vida. Por eso debemos de ser auténticos si queremos ser verdaderos; y ser auténticos según la voluntad de Dios. Y es que la dirección espiritual nos conduce a la vivencia de estas virtudes cuando la sabemos ejercer de acuerdo a la voluntad divina. Hoy se hace urgente que el cristiano sea un hombre, una mujer de una sola palabra, de una sola vida, sin utilizar máscaras o disfraces ante situaciones en las que puede ser costoso mantener la verdad, sin preocuparse del qué dirán y alejando los respetos humanos, rechazando toda hipocresía.

  ¿Y qué decir con respecto a la virtud de la confianza? Ciertamente es mucho lo que se puede decir. En las misma Sagradas Escrituras son muchos los pasajes bíblicos que nos hacen referencia a esta virtud. En el libro de los Proverbios leemos “porque el Señor te infundirá confianza y evita que caigas en alguna trampa” (3,26). La confianza, al igual que la sencillez y la humildad, también son parte de la verdadera oración. La virtud de la confianza es la firme seguridad, apoyada en la esperanza, que se tiene en uno mismo, en alguien o en algo. Confiar en todos y en todo es insensato, pero no confiar en nadie ni en nada, es un error. Es verdad que el Señor nos dice que el hombre que confía en otro hombre es maldito. Pero debemos de tener cuidado en cómo interpretamos esta afirmación. Si el hombre no pudiera confiar en los demás pues no tendría ningún sentido el que se lancen a un proyecto común como es el matrimonio; qué fuera de los hijos si los padres no confiaran en ellos y viceversa; tampoco tendría sentido el establecer una amistad con otra persona si no se le tiene confianza, porque también nos dice las Sagradas Escrituras que la persona digna de confianza sabe guardar el secreto (Prov 11,13).

  La confianza espiritual, como valor religioso y humano, tenemos que aprender a confiar en Dios, porque es nuestra fortaleza, sustento de nuestros ideales, solución a nuestras inquietudes y antídoto contra nuestros males, miedos y dudas. Si depositamos toda nuestra confianza en Dios, nos sentiremos mucho mejor, sin olvidar que debemos obrar responsablemente, por amor al prójimo y por civismo. Pero es muy importante aprender y practicar la confianza en Él. La dirección espiritual nos conduce a fortalecer y profundizar esta virtud de la confianza. El director espiritual tiene que ser digno de nuestra confianza, porque, se gana la confianza de aquellos en quienes ponemos la nuestra.

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