“Les ruego, hermanos, que tengan cuidado con
los que producen discordia y escándalos contra la doctrina que aprendieron.
Aléjense de ellos, pues esos nos sirven a Cristo, nuestro Señor, sino a su
propio vientre, y mediante palabras dulces y aduladoras, seducen los corazones
de los ingenuos”
(Rm 16,17-18).
Las
luchas intestinas dentro de la Iglesia siempre han estado presentes en ella;
desde su fundación hasta nuestros días. Ya el mismo Jesucristo tuvo en varias
ocasiones que enfrentar los conatos de división que se manifestaban entre sus
mismos discípulos por el hecho de querer los primeros puestos y de saber quién
o cuál de ellos era el más importante en el grupo. Pero el Maestro de Nazaret,
nunca perdía la oportunidad ni dejaba pasar la ocasión para aprovechar e
instruir a sus apóstoles en lo que es ser un verdadero discípulo suyo; Él ya
les había dicho que “aquel que quería ser
el primero entre todos, que se convierta en servidor de los demás, a ejemplo suyo, que no vino a ser servido
sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”. Jesús no vino a buscar
grandezas ni privilegios ni honras; sin embargo, sus seguidores en varias ocasiones
esto era lo que manifestaban. Por lo tanto, hay que decir, de acuerdo a lo que
leemos en el evangelio, que las rencillas, los pleitos, las divisiones y demás
actitudes parecidas, eran y son parte del caminar de la Iglesia; las divisiones,
los pleitos son inherentes a la Iglesia; la Iglesia no sólo ha sufrido, -en su
caminar-, los ataques y pleitos fuera de ella, sino también dentro de ella
misma. El mismo Jesús ya había dicho que los escándalos no se pueden evitar,
pero ¡ay de aquel que provoque el escándalo,
más le valdría que le ataran una piedra de molino y lo lanzaran al fondo del
mar! Recordemos que los peores enemigos de la Iglesia de Cristo han salido
de ella misma.
Estas
palabra vienen al caso por el hecho de que, en este mes de octubre, nuestra
Iglesia católica vivirá o será partícipe de dos acontecimientos eclesiales que,
por la magnitud que implica para ella, serán de gran importancia para su
continuidad cristiana, eclesial y doctrinal. Nos referimos específicamente al Sínodo
de la Amazonia o Sínodo Panamazonico, y el Sínodo de los obispos en Alemania.
Estos dos acontecimientos, desde que se anunció su realización desde el año
pasado, han provocado un sin número de opiniones, unas a favor y otras en
contra. Estos Sínodos, se supone que son o deben ser una respuesta de la
Iglesia para afrontar una realidad, sobre todo pastoral, que esta presentado un
reto a la institución religiosa sobre cómo seguir proclamando el evangelio de
Cristo. Pero, ¿qué es lo que ha venido sucediendo al respecto? Primeramente,
con relación al Sínodo de los obispos alemanes, algunos de ellos, sobre todo el
presidente de la Conferencia Mons. Marx y el cardenal Mons. Kasper, han
manifestado que la Iglesia Católica tiene que ponerse a tono con los tiempos
modernos, tiene que caminar en dirección a cómo va el mundo hoy; es decir, para
estos obispos- cardenales y otros más, la Iglesia Católica tiene que empezar a cambiar
la doctrina evangélica y eclesial si es que quiere que más personas se acerquen
a ella y a Cristo. Estos plantean que, sobre todo, la doctrina moral milenaria
de la Iglesia tiene que cambiar: debe de permitir, -moralmente hablando-, los
anticonceptivos, bendecir-casar sacramentalmente las uniones homosexuales, que
los divorciados vueltos a casar comulguen, que un protestante casado con un
católico acceda a la comunión sacramental, que las mujeres puedan acceder a la
ordenación sacerdotal, que el celibato sacerdotal sea abolido u opcional. O
sea, es cambiar totalmente la doctrina milenaria de la Iglesia y por lo tanto,
del evangelio. A estos obispos se les ha olvidado de quién es la Iglesia y de
quién es el evangelio. Hay otros grupos dentro de la Iglesia que también se han
unido a estos obispos que se les podría llamar “cismáticos”.
El otro
acontecimiento es el Sínodo de la amazonia. En el instrumento de trabajo que se
ha preparado para analizar y profundizar el mismo, según sus críticos, está
plagado de conceptos que rayan en la herejía. Los promotores del mismo, y un
importante grupo suramericano de teólogos y sacerdotes, han proclamado lo que
se ha llamado “una iglesia paralela” a la católica, a la de Cristo. Éstos
liberales y progresistas eclesiásticos y teólogos plantean que, para que esta
zona sea atendida como debe de ser, debe de implementar los cambios de las especies
sacramentales del pan y el vino por una especie de jugo y yuca; que hombres
casados y de buena reputación puedan ser ordenados sacerdotes (los viri
probatis); que algunos de los ritos sacramentales puedan ser sustituidos por
tradiciones cultuales propias, etc.
En fin,
parece ser que nos tenemos que preparar para lo que podría ser un nuevo
rompimiento o división dentro de la Iglesia católica. Ya hay quienes están
hablando de que podría ser más profundo que la Reforma Protestante de Lutero de
1517. Pero, la Iglesia es de Cristo, no nuestra. Cristo la mantendrá unida y
esa tarea sigue siendo materia pendiente en nosotros. Seamos fieles a Cristo y
Su Iglesia, a la doctrina milenaria eclesial, porque, el que no está con
Cristo, está contra Cristo. ¡Sigamos Predicando a Cristo y su evangelio!
Bendiciones.
Esta predicho que sera el cisma mas grande que atraviese la iglesia católica.
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