El cardenal Antonio Cañizares,
arzobispo de Valencia, denunció que existen investigaciones de vacunas contra
el covid-19 que están fabricadas con células de fetos abortados, y al mismo tiempo
subrayó que reza para que se encuentre una vacuna para este virus sin caer ni
abrir dilemas éticos para su producción. Las palabras exactas del cardenal Cañizares
fueron dichas en la homilía en la celebración de Corpus Cristi el año pasado, y
fueron estas: “El demonio existe, en plena pandemia, intentando llevar a cabo
investigaciones para vacunas y curaciones. Nos encontramos con la dolorosísima noticia
de que una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados. Así
de claro… es inhumano, cruel y ante eso no podemos alabarlo ni bendecirlo, todo
lo contrario. Debemos luchar por otra manera de actuar a favor del hombre, no
contra el hombre. Eso es despreciar al hombre mismo, porque primero se le mata
en el aborto y después se le manipula. Y mira que bien, tenemos una vacuna. No
señor, tenemos una desgracia más, obra del diablo. Y la eucaristía es el
antídoto contra el diablo”.
El cardenal se basó en informaciones
internacionales publicadas a cerca de varias líneas de investigación que plantean
problemas bioéticos en la producción y uso de vacunas contra el covid-19, en
las que, según se afirma, se han utilizado para su fabricación células humanas
de abortos, según fue publicado en junio del año pasado en la revista
científica Science en el artículo “Las vacunas que usan células
fetales humanas fuertemente criticadas”. Cabe destacar que no en todas las
vacunas que se están fabricando o ya se han fabricado, tienen este componente.
Según esta revista Science, en el artículo ya citado, según datos de la
OMS, se están fabricando unas 130
vacunas contra el covid-19, pero solo seis de éstas se ha comprobado que usan
una de las dos líneas celulares de fetos abortados: HEK-293, una línea de
células renales ampliamente utilizada en la línea de investigación y la
industria que proviene de un feto abortado alrededor de 1972; y PER-C6 una línea
celular patentada propiedad de Janssen, una subsidiaria de Johnson and Johnson,
desarrolladas a partir de células de la retina de un feto de 18 semanas
abortado en 1985.
A todo esto, la Congregación para la Doctrina
de la Fe, publicó una nota el 21 de diciembre del año pasado, sobre la moralidad
de algunas de las vacunas contra el covid-19. Este documento consta de cinco
puntos breves que dejan, si no muy claro el tema, sí ayudan un poco a su comprensión,
pero dejando siempre la decisión libre de la persona. El documento de la CDF
hace alusión a otros dos documentos publicados en años anteriores sobre este
tema moral de las vacunas: el primero de la Pontificia Academia para la vida
titulado “Reflexiones Morales acerca de las Vacunas Preparadas a partir de células
procedentes de fetos humanos abortados” (junio 2005); y el segundo
documento es “Instrucción Dignitas Personae” (septiembre 2008). Dice la
CDF en el numeral 3 del documento: “La razón fundamental para considerar moralmente
lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal
(cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas
mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes,
es remota”. Aquí se plantea una situación que contradice la doctrina
milenaria católica con respecto al aborto y que viene especificada en el
Catecismo (n 2271): “Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la
malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado;
permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como
un medio, es gravemente contrario a la ley moral”. Como podemos ver, el
Catecismo no hace distinción ni diferencia entre lo remoto y lo
permanente. Hay que tener en cuenta de
que estos documentos a los que hace referencia la CDF, así como el suyo propio,
no son documentos infalibles; es decir, no son documentos libres de errores ni
de contenido doctrinal; no es un documento en el cual el papa Francisco ha
hablado ex cathedra. Es más bien un documento orientativo. Y también el
documento deja claro que la vacunación es voluntaria.
Por otro lado, hay que señalar que no todos
los obispos están de acuerdo ni comparten lo expresado en este documento de la
CDF. Por ejemplo, tenemos las palabras de Monseñor Athanasius Schneider, obispo
Auxiliar de Astaná-Kazajistán, que dijo: “De crearse una vacuna obligatoria
para el coronavirus, que contenga células de bebes abortados, habrá llegado el
tiempo del apocalipsis”. también dijo: “Tal vez me equivoque, pero tengo
la sospecha de que en parte esta situación del covid-19 se creó no sólo para
implementar una nueva dictadura y control de la población, sino de alguna
manera para legalizar el aborto a nivel mundial para que todo el planeta
colaborara en el proceso de matar bebés a través de la vacuna que utilizará
partes de bebés abortados”. Y, por último, añadió: “No estoy afirmando
ahora que esto sucederá, pero es mi sospecha: Me parece realista que esto pueda
suceder. Este es para mi el último paso del satanismo: que satanás y el
gobierno mundial obligarán a todos, incluso a la Iglesia, a aceptar el aborto
de esta manera. Y, por lo tanto, debemos resistir muy fuertemente contra esto,
si llega. Incluso debemos aceptar ser mártires”. Y hay otros obispos más
con opiniones contrarias al respecto.
Entonces, ¿cómo debemos actuar ante esta
problemática moral que se nos plantea? ¿debemos negarnos a vacunarnos sin más?
¿Cuál es la vacuna idónea que debemos aceptar y que no sea para nosotros un
problema moral? La doctora Grazie Pozo Christie, del Charlotte Lozier
Institute, explica la diferencia entre la vacuna de Pfizer y Moderna y las de Astra
Zeneca y Johnson and Johnson desde el punto de vista de su utilización de
células provenientes de abortos. Dice ella que las vacunas de Astra Zeneca y
Johnson and Johnson sí utilizaron células de fetos abortados; y las otras dos,
lo hicieron al principio, pero de una manera muy remota. Dice esta doctora que
el real motivo de estas farmacéuticas para utilizar estas células de fetos abortados
es por su bajo costo, es muy barato. También aclara que la mayoría de las
vacunas que se están fabricando no utilizan células de fetos abortados.
Remitimos nuevamente al documento de la revista Science citado más
arriba. En definitiva, lo que cada persona, en su libertad debe de hacer es
tomar la vacuna que, según su conciencia no le cause un problema ético-moral.
Las farmacéuticas deberían decirle al público de donde están tomando esos
componentes de sus vacunas para que el público esté bien informado.
Otra dificultad que plantea el uso de las
vacunas y que está provocando el que un gran porcentaje de la población se
niegue a vacunarse, es que no se está del todo seguro de su efectividad. Aunque
las farmacéuticas así lo aseguran, no se puede obviar los resultados o efectos
secundarios que ellas están provocando en gran parte de los voluntarios y que están
documentados. Se habla del bien común, del cuidado de los demás; hasta que es
un acto de caridad cristiana el vacunarse. Pero, en definitiva, no es
obligatorio vacunarse y siempre se deja a la decisión libre de la persona y de
los que de su autoridad dependen. Tanto una postura como la otra de si me
vacuno o no, debe de ser respetada. Esto está provocando una división y fuertes
enfrentamientos tanto en unos como en otros, y eso no es bueno ni saludable. La
constitución de nuestro país, en su artículo 42, que habla de Derecho a la
Integridad de la Persona, párrafo 3, establece claramente: “Nadie
puede ser sometido, sin consentimiento previo, a experimentos y procedimientos
que no se ajusten a las normas científicas y bioéticas internacionalmente
reconocidas. Tampoco a exámenes o procedimientos médicos, excepto cuando se
encuentra en peligro su vida”. Dicho en otras palabras, no podemos
politizar las decisiones personales. No podemos satanizar ni desmeritar ni
juzgar a los que no quieran ponerse la vacuna, como tampoco a los que sí
quieren ponérsela.