Todo el capítulo
seis del evangelio de san Juan es conocido y enseñado por los biblistas y exégetas,
así como transmitido por la doctrina eclesial católica como el “Discurso eucarístico
de Jesús”. En este capítulo seis se nos presenta también una controversia
entre Jesús y sus oyentes porque ha puesto y profundizado su enseñanza sobre el
Pan de Vida y sobre la necesidad de comer su carne y beber su sangre, para
tener vida. Sus oyentes, al escuchar esas palabras, se muestran escépticos,
actitud ante la cual Jesús tiene que usar palabras más fuertes para profundizar
más en el mensaje que quiere transmitir; a estas palabras del Maestro, la
respuesta de los oyentes no se deja esperar y comentan que “esa enseñanza es
dura, ¿quién puede escucharla?” (v 60); y en el versículo sesenta y seis,
sigue diciendo el evangelista que “Desde ese momento, muchos discípulos se
echaron atrás y ya no andaban con él”. Pero esta actitud o conducta de
muchos de los creyentes y discípulos de Jesús sigue repitiéndose hoy, porque su
mensaje y seguimiento comprometen toda la vida y todos los ámbitos de la vida.
Esta breve introducción y, basándome en este
pasaje bíblico del evangelio, viene a cuentas de echar una mirada a toda esta
situación de crisis que nos está tocando vivir. Es una crisis en todos los
aspectos o realidades de nuestra vida. Y qué más que partir de la misma Palabra
de Dios que nos ilumina nuestra vida y nuestra realidad. Sin tratar de ser
pretencioso en mi comentario, miremos lo que está sucediendo en el mundo en los
diferentes ámbitos de la vida nuestra. El hombre de hoy, el hombre moderno mira
con desprecio el pasado. Cree, afirma y defiende que su civilización es mejor
que cualquier otra del pasado. Es una ilusión que se ha creado basándose sobre
todo en el progreso científico-técnico. La intercomunicación que, desde que
apareció el internet, ha venido desarrollando con el paso de los años, lo ha
llevado a alimentar el orgullo de que el mundo está más y mejor comunicado.
Se puede decir que el hombre moderno, al perder
la memoria del pasado, vive hoy en una gran y profunda amnesia, en una profunda
crisis de memoria que lo conduce por ello a otra gran y profunda crisis
cultural. ¿Podemos nosotros en verdad romper, rechazar el pasado? Si esto fuera
posible, ¿qué consecuencias nos traería de cara al futuro? ¿Podríamos afirmar
que seríamos una sociedad, una civilización viva? ¿O más bien seríamos una
sociedad, una civilización desmemoriada? ¿Cuál es el horizonte de la
civilización moderna? Parece ser que el horizonte es el progreso. Aquí puede
alguien preguntar ¿y es que tener como horizonte el progreso es malo? La respuesta
puede ser: depende. ¿Depende de qué? Claro que el ser humano, al ser creado por
su Señor, fue creado para que pusiera en práctica las capacidades dadas y
pusiera a producir la tierra; el hombre no puede estancarse porque eso iría en
contra de la voluntad de su Creador y Señor. Tiene que desarrollar sus
capacidades. Pero cuando ese progreso se convierte para el hombre en una
especie de ídolo, facilita la llegada de un hombre nuevo, y el nacimiento de
una civilización puramente tecnológica, que ansía vivir, ocuparse en la
opulencia y la sobreabundancia de unos bienes materiales que este mismo hombre
moderno codicia ávidamente.
El hombre moderno vive una especie de
abrumadora y avasalladora saturación de información incapaz de digerir y, en
muchos de los casos, hasta incapaz de discernir. Desde hace tiempo atrás se nos
viene motivando a que demos el paso para irnos adaptando al cambio. Hoy más que
nunca y, aprovechando la excusa perfecta de esta aparición del virus del covid-19,
los amos y poderosos del mundo vienen insistiendo con más fuerza sobre la
necesidad del cambio que debe asumir el mundo, y de su adaptación y aceptación
por parte de la humanidad. Tenemos por ejemplo las palabras del director del
Foro Económico Mundial o Foro de Davos, el señor Klaus Schwab que dijo: “La
pandemia representa una ventana de oportunidad poco común pero estrecha para
reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo para crear un futuro más saludable,
más equitativo y próspero”. Las preguntas aquí caen por su propio peso: ¿En
verdad alguien se va a creer estas palabras de “buenas intenciones y de
justicia social” de este señor y su camarilla de secuaces de querer, buscar y
propiciar un mejor bienestar para la humanidad? ¿Cuándo se reunieron él y su
camarilla para preguntarle a la humanidad qué es lo que necesitamos? ¿De dónde
sacaron ellos o se adjudicaron esa autoridad para decidir lo que le conviene o
no a la humanidad? Desde que esta “pandemia” hizo su aparición, lo cierto es
que los gobiernos han implementado o impuesto encierros a sus ciudadanos;
muchas industrias han colapsado y siguen colapsando; se ha generado una
creciente desconfianza entre los ciudadanos y sus gobiernos; se ha producido
una mayor adopción de tecnología de vigilancia biométrica; se ha profundizado
la censura en las redes sociales en nombre de una falsa lucha contra la desinformación;
se ha producido un desempleo masivo; disturbios, desórdenes en las calles.. y
muchas otras fatalidades más.
Les comparto otras palabras dichas por este
señor Schwab, en una entrevista que dio en el 2016, donde afirmó: “En los
próximos diez años se presentará un microchip implantable de “pase sanitario
global” para rastrear y controlar a toda la humanidad. Al principio los
implantaremos en las ropas y luego podríamos imaginar que los implantaremos en
nuestro cerebro, o en nuestra piel”. ¿Pueden relacionar estas palabras del
señor Schwab con la creación del llamado “pasaporte verde, pasaporte de vacunas
o pasaporte sanitario” que ya algunos países están implementando o imponiendo a
sus ciudadanos para viajar y acceder a servicios y lugares públicos y privados
y que la misma OMS ya se ha pronunciado en su contra y también de la
obligatoriedad de la vacuna? Pero sabemos que, en estas opiniones del organismo
mundial de salud, los gobiernos no hacen caso ¿por qué? Pues porque no les
conviene. Esto ha dado paso a lo que estos amos del mundo, a la cabeza el señor
Schwab están fomentando y acelerando su tan amado sueño del “gran reseteo”.
Este concepto o idea, lamentablemente mucha gente no está enterada de lo que se
trata y está ajena al mismo y mucho menos se va a dar cuenta de su relación con
este tema de la pandemia. Tenemos las palabras del príncipe Carlos que ya había
dicho “La pandemia es la oportunidad de pensar en grande y actuar ahora”.
Por otro lado, la famosa revista de comunicación Time, publicaba “La
pandemia covid 19 ha proporcionado una oportunidad única para pensar sobre el
tipo de futuro que queremos”. Y algunos jefes de estado, como el primer ministro
de Canadá, el señor Trudeau, dijo en una conferencia de la ONU: “La pandemia
proporcionó oportunidad para un reseteo de todo el mundo en el 2020”.
Pues a nivel mundial ya estamos viendo,
viviendo y padeciendo lo que está sucediendo, sobre todo desde la aparición de
este virus del covid-19. Hemos venido viendo el accionar de los organismos
internacionales, - como la OMS sobre todo -, el de los gobiernos, el de los
ciudadanos, la economía mundial y de los países, el accionar de los profesionales
del campo de la salud, el accionar en el campo de la educación, etc. A esto hay
que sumarle ahora el estado de guerra entre Israel y Palestina.
Toda esta situación de calamidades y crisis
nos hace exclamar “¿A quién iremos?”. El mundo, la humanidad está viviendo una
gran crisis, una gran convulsión. Pero ¿qué es lo que ha llevado a la humanidad
a vivir esta gran crisis o convulsión? Esta civilización moderna y progre,
sigue apostando a que esta búsqueda compulsiva del progreso por ella misma es
la solución a los grandes problemas de la humanidad. Se sigue olvidando de que
es criatura y que necesita encontrarse con Su Creador, con su Señor, con Dios.
Y es que el sentido de cualquier progreso auténtico es Dios.
Pero, echemos una mirada a nuestra situación
particular como nación. Estamos viviendo actualmente una situación en extremo desestabilizadora,
angustiante y desesperante. Ya tenemos la crisis sanitaria mundial del virus
del covid-19. Pero las situaciones de crisis que como país producimos, se
vienen a añadir o a sumar a ésta y nos complica más la vida, la convivencia y
también nuestra ya difícil salud mental.
En términos políticos seguimos padeciendo los
mismos males que antaño. Sabemos que la corrupción pública de nuestra nación es
un cáncer que sigue haciendo metástasis y no se vislumbra manera, medios,
formas ni métodos para detener o eliminar dicho cáncer. Nuestros líderes políticos
nos marean con el discurso demagógico de que van a acabar con la corrupción, de
que con ellos viene el cambio, etc. Y la población le compra el discurso. Aquí
me viene a la mente el conocido refrán popular “No es lo mismo con guitarra,
que con violín”. Cuando se está abajo las cosas se ven de una manera, pero
cuando se está arriba se ven de otra. Sabemos que nuestro aparato o sistema
político-´partidario carece de muchas herramientas para discernir la idoneidad
de los candidatos a postularse a un cargo público; no se hacen las
investigaciones de lugar de los candidatos, como tampoco se investiga el origen
o procedencia del dinero que gastan o invierten en sus campañas políticas, así
como las de los partidos políticos. Al mismo tiempo tenemos al estamento
militar y policial que, según establece nuestra Constitución, son “apolíticas”;
pero en la práctica sabemos que no es así y tampoco hay un régimen de
consecuencias, a menos que se destape una situación profunda de corrupción,
como el actual caso que estamos viendo. El dinero que se roban de las arcas públicas
no tiene dolientes porque parece ser que el lema es “agarra lo que quieras
que ese dinero no es de nadie” ¿No es de nadie? ¿Qué no es dinero del
pueblo? ¿Dinero recaudado de los impuestos del pueblo? La política es un
negocio. Los políticos son negociantes que invierten en sus campañas para poder
llegar a una posición pública y recuperar con creces lo invertido, resolver sus
problemas y los de los suyos. El Estado sigue siendo un botín, aunque otros
quieran ocultarlo. La política no es la ciencia de lo ideal, sino la ciencia de
lo posible, y como sociedad tenemos que esforzarnos en “hacer lo posible” una
realidad. Como en todo, también hay sus excepciones.
Estamos lidiando con el tema de la salud pública
en medio de esta pandemia. Se une a ésta el tema de las vacunas. Las vacunas,
que se ha venido denunciado por gran número de científicos de diferentes países
especialistas en virología, epidemiologia, bioanalistas, y otros más, son de
fase experimental. Esta verdad, un alto porcentaje de personas no la quieren
escuchar porque están aferrados a que la vacuna es “la salvación”. Así se viene
promoviendo en muchas sociedades y, últimamente ha tomado relevancia un anuncio
expuesto en el Cristo Redentor de la ciudad de Sao Paulo-Brasil, que dice “la
vacuna salva”. ¿Salva de qué? Creo que más bien lo correcto hubiese sido
decir que “cura, protege”. Pero ni eso hacen. Vemos así cómo se ha utilizado
una imagen religiosa del catolicismo en el país latinoamericano donde hay más
católicos para transmitir un mensaje que nada tiene que ver con la fe cristiana.
Bien lo dijo el doctor Fauci, director de los CDC de Estados Unidos, en una
entrevista reciente en el mismo corazón del catolicismo, el Vaticano, que es
conveniente el que los sacerdotes católicos convenzan a los feligreses para que
se vacunen ya que a ellos los siguen y escuchan. Pues conmigo que no cuenten.
Pues parece ser que la ciencia es el nuevo
dios, el nuevo salvador, el nuevo redentor. Hay mucha presión, - y yo diría que
demasiada presión -, por parte de nuestras autoridades para que toda la
población se vacune. Se ha llegado hasta a proponer una ley de vacunación
obligatoria, que sería violatoria a nuestra Constitución y acuerdos
internacionales de derechos humanos, que establecen que la vacunación no es
obligatoria y deja más bien la decisión en la persona adulta.
Tengo conocimiento y hasta lo he dicho como
advertencia y denuncia que, tanto en el sector público como en el privado, se
viene presionando y chantajeando a los empleados para que se vacunen obligatoriamente
diciéndoles que, si en sus lugares de trabajo se producen contagios del virus,
ellos tendrán culpa por no vacunarse y hasta podrían perder sus trabajos. Y
como no pueden darse el lujo de perder su trabajo en medio de esta crisis, no
les queda otra que vacunarse en contra de su voluntad. Pero el problema que veo
aquí es que nadie protesta. Nos dejamos violar nuestras libertades y derechos
fundamentales. El gobierno ha hecho una inversión millonaria en la compra de
las vacunas, pero ese dinero ha venido de préstamos internacionales; no ha
salido de las arcas del estado. Tenemos el reciente “escándalo”, - si se quiere
-, de la compra de diez millones de vacunas a la farmacéutica Pfizer a un costo
de ciento
veinte millones de dólares y que dicho contrato establece que el país renuncia
a su “inmunidad soberana”, es decir, que renuncia irrevocablemente a cualquier
derecho de inmunidad y regirá ante cualquier procedimiento legal iniciado para
confirmar o ejecutar una decisión arbitral u orden. En pocas palabras, el
estado dominicano no puede reclamar absolutamente nada ante la farmacéutica. No
hay duda, nuestras autoridades arrodillan al país. ¿Y me vienen a hablar a mí que
sea responsable y que me vacune sin yo saber ni nadie decirme qué contiene esa
vacuna? Es decir, ¿quieren que me inocule una vacuna de la que nadie se hace
responsable y que más bien les proporciona inmunidad y riquezas a sus fabricantes?
Vacunas estas que incluso ya otros países de Europa y Estados Unidos han suspendido
por sus efectos secundarios irreversibles y de muertes. Y ya se viene hablando
por parte del ministro de salud de que habrá que aplicar una tercera dosis.
¿Por qué no se atreven a decir cuál es el negocio que hay detrás de todo este
entramado con la compra de estas vacunas? ¿Por qué se vino a destapar ahora el
asunto de la compra de las vacunas Pfizer? ¿No sabía el gobierno lo que ha
estado sucediendo en otros países con esa empresa farmacéutica y sus vacunas,
que no cumplen con lo acordado entre comprador y vendedor? Que revisen el caso
de la Argentina para que entiendan. Pues a esto le añado las palabras dichas
por el premio nobel de medicina, el francés Luc Montaigner: “Las nuevas
cepas del covid-19 han sido creadas por las diferentes vacunas”. El que no
quiera oír ni entender, pues que siga en las nubes.
Cuidado con seguir dejándonos presionar y chantajear.
Aquí han jugado y siguen jugando un papel preponderante los medios de
comunicación y las redes sociales, que se han prestado, y no gratis, para proporcionar
información que emana de los gobiernos, pero que nunca se ha pronunciado ni han
exigido un debate científico-médico de esta pandemia. Desde la aparición de
este virus, el lema que ha regido es “la autoridad es la verdad”, apoyados por
médicos comprados. Pero tenemos que cambiar por el lema “la verdad es la
autoridad”. Sin debate científico no hay ciencia. ¿Dónde está el papel que debe
jugar aquí el Colegio Médico Dominicano? Ya lo dijo el periodista y editor
Joseph Pulitzer “Con el tiempo, una prensa cínica, mercenaria, demagógica y
corrupta formará un público tan vil como ella misma”. Ah, pero ahora
resulta que se ha dado la voz de alarma con los supuestos rebrotes del virus
que están apareciendo. Esto era algo que se sabía que venía en camino. En el
vecino país de Haití se ha detectado que han llegado las cepas del virus que se
detectó en Brasil e Inglaterra. Es el mismo guion de otras naciones. Pero
resulta que ahora la consigna es que los culpables de estos rebrotes son los no
vacunados. Se está creando así la división entre unos y otros, y hasta hay
quienes están exigiendo que se pongan o establecer restricciones y limitaciones
a lugares, servicios públicos y privados a los no vacunados. Esto no es más que
una pura señal de lo que sería un Estado totalitario y dictatorial, violador de
las libertades y derechos fundamentales de sus ciudadanos.
Pero viene a ser el caso de que un alto
porcentaje de esos nuevos casos son de personas ya vacunadas con sus dos dosis,
y hay un alto porcentaje de no vacunados que hasta ahora ni una gripe normal
les ha dado. ¡Más chantaje! Así no avanzamos. Todo aquel que esté convencido o
se deje convencer de la bondad y efectividad de la vacuna, que se inyecte; pero
el que está convencido de lo contrario, pues que se espere un tiempo o que no
se inyecte. Ambas decisiones hay que respetarlas. Por otro lado, quien todavía
sigue creyendo en lo que dicen otros de que con la vacuna volveremos más rápido
a la normalidad, entiendan que no será así. Esto también ya lo sentenciaron los
amos del mundo del Foro Económico Mundial, el señor Schwab nuevamente. (Como
nota aclaratoria: estas afirmaciones del señor Klaus Schwab pueden encontrarlas
en sus diferentes entrevistas que ha dado en estos años y que están en la
plataforma de YouTube; así como en sus libros La Cuarta Revolución Industrial y
Covid-19: El Gran Reinicio).
Una vez más decimos, ante esta realidad ¿A
quién iremos? ¿Iremos a los nuevos dioses que la civilización moderna se ha
creado o iremos al encuentro del Dios único, vivo y verdadero? ¿En quién tenemos
puesta nuestra esperanza? La muerte de Dios anuncia el fin de la humanidad. La
civilización moderna y progre quiere vivir sin Dios y esto no es más que vivir
en el vacío, en una inquietud y un sufrimiento permanentes. Si la civilización
moderna y progre, el hombre de hoy deja de buscar a Dios, si sigue creando sus
propios dioses al servicio de sus ideas y antojos individuales y personales, el
Dios verdadero desaparece del horizonte del mundo. Una cosa es que la
civilización moderna y progre quiera ser autónoma respecto a su Creador, y otra
es que jamás podrá matar a su Creador. Ya lo dijo san Agustín “Nos hiciste,
Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Y con el apóstol Pedro decimos “Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes
palabras de vida eterna, nosotros hemos creído y conocido que tú eres el santo
de Dios”.