En el capítulo 3 del Génesis, se nos narra la
tentación y la caída de los primeros seres humanos, - Adán y Eva -, después de
haber sido advertidos por Dios de que no debían de comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal, porque el día que lo hicieran, morirían. Pero,
lo más curioso de este texto bíblico es la manera en cómo el escritor sagrado
lo narra. Se podría decir que lo hace de una manera muy plástica o inverosímil,
como quiera que se pueda calificar. No importa la manera en cómo lo ha hecho el
escritor sagrado, porque lo importante de este texto es descubrir cuál es el
mensaje religioso que quiso transmitir. Estos textos se califican también como
“relatos teológicos” ya que son narraciones escritas con la intención de enviar
un mensaje religioso.
Según los estudios e investigaciones bíblicas
que se han hecho al respecto, se sabe que los primeros once capítulos del libro
del Génesis están escritos en el género literario conocido como “mito”. Pero,
debemos tener cuidado en cómo entendemos esta palabra: al decir que son mitos,
no se está refiriendo a que son escritos falsos o mentira. Nosotros,
lamentablemente, tenemos una visión o costumbre errónea con respecto al uso
correcto de esta palabra: decimos que algo es un mito para significar que es
falso o mentira. De hecho, la palabra “mito”, en su sentido original se
entiende como “un conjunto de historias narradas en forma poética que nos
transmiten una verdad”. Pensemos por ello en toda la mitología griega.
Pero volvamos a nuestro punto central. En el
texto bíblico de la tentación y caída, narrada en el libro del Génesis, se nos
presenta un diálogo entre la mujer Eva con la serpiente. Claro que no debemos
de pensar que este diálogo se llevó a cabo tal cual se nos narra en el texto.
No debemos ni podemos entender este texto bíblico de manera literal, ni
siquiera posible. Los únicos seres vivos capaces de hablar y dialogar somos los
seres humanos, nadie más. Sólo los seres humanos fuimos creados con inteligencia,
voluntad y libertad. Recordemos que Dios, - después de haber creado a todas los
vivientes (aves del cielo, peces del mar y animales terrestres) y, antes de
crear al hombre -, no pudo entrar en relación con ellos, son su creación,
porque algo faltaba, y esto que faltaba era precisamente encontrar la manera de
cómo hacerlo a través de la misma criatura. Y es aquí cuando crea al hombre y
lo dota de las capacidades y cualidades necesarias para dialogar, comunicarse y
poder relacionarse con su creación. El texto bíblico dice bien claro que “sólo
el hombre (varón y mujer), fueron creados a su imagen y semejanza”.
Lamentablemente, la mujer entra en diálogo con el enemigo de Dios, satanás.
Este se presentó en figura de serpiente. Lo que más bien debió hacer la mujer
fue alejarse inmediatamente de la presencia de la serpiente.
En este punto, es bueno que profundicemos en
el significado bíblico de la serpiente. Este animal fue utilizado por el diablo
como símbolo de la destrucción del plan perfecto de Dios; este animal simboliza
la muerte, la mentira, la astucia y la venganza; físicamente se arrastra sobre
la tierra y posee veneno mortal. En la Biblia se nombra a Lucifer como la
serpiente antigua, porque es capaz de mentir, engañar y matar a quienes están
prestos a escucharle. Pero también recordemos el texto del libro del Éxodo
donde la serpiente es usada por Dios a través de Moisés para liberar a su
pueblo de la esclavitud de Egipto; también fue usada como castigo para hacer
recapacitar al pueblo de Israel de sus pecados. Ya en el Nuevo Testamento, se
nos señala la imagen de la serpiente como un signo espiritual de la Palabra de
Dios comparando el carácter del ser humano, haciendo un llamado a ser astutos
como la serpiente y sencillos como la paloma; a levantarse derecho como la
serpiente en el desierto para hacer frente a las tribulaciones.
Podemos decir que, de forma genial, el autor
sagrado nos presenta el proceso que lleva al pecado. No lo escribe usando un
lenguaje intelectual, sino más bien a través de en un diálogo vivo. La
tentación comienza con una mentira, exagerando y falseando la prohibición de
Dios. Presenta a Dios como alguien inhumano y cruel, que impone al hombre algo
terrible. La tentación continua: niega la existencia del peligro. Y entonces
surge la atracción por lo prohibido y la apetencia. Adán y Eva parecen no
fijarse en el árbol. El simple pensamiento de morir los retrae de su
contemplación: “la mujer vio que el árbol tentaba el apetito, era una delicia
para los ojos y apetecible para adquirir conocimiento” (3,6). A partir de ese
momento, está perdida y también su marido.
La serpiente ha sido identificada con
satanás, con una figura simbólica, - el apetito humano, la curiosidad
intelectual -, con una figura mitológica. Inmediatamente vienen las
consecuencias del pecado, es decir, el pecado produce sus frutos. La serpiente
había prometido que se les abrirían los ojos (3,5), y así sucede, pues
adquieren un conocimiento nuevo (3,7). Pero lo que aprenden es que están
desnudos, y eso provoca vergüenza mutua, vergüenza y miedo ante Dios. También
surge el sentimiento de culpa y el ansia de descargar en el otro la propia
responsabilidad. En su deseo de justificarse, el hombre culpa a la mujer,
rompiendo con ello la solidaridad entre la pareja. La mujer, sin otra
alternativa, culpa a la serpiente.