Hemos entrado en la recta
final de este proceso electoral con miras a las elecciones presidenciales y
congresuales. En el mes de febrero pasado, tuvimos un primer torneo electoral
que fue para elegir o confirmar a los alcaldes. Ahora nos ha llegado la segunda
oportunidad de elección nacional, pero estas son las presidenciales y
congresuales. No podemos negar que el interés que despiertan estas elecciones
presidenciales y congresuales de mayo sea el mismo que para las alcaldías. La
República Dominicana es un país presidencialista. A nivel político, todo gira
en torno a la figura presidencial. Así nos concientizaron nuestros líderes
políticos y esto está muy difícil, -por no decir imposible -, que sea cambiado
de la mentalidad del pueblo dominicano. Quien ha ocupado la primera magistratura
del estado siempre es visto y tratado como una especie de rey o príncipe, a
quien hay que rendirle pleitesía.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, n
1776, leemos lo que nos dice con relación a la conciencia moral: “En lo más
profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí
mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en
los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y hacer el bien y a evitar
el mal… el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón… la conciencia
es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con
Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella”. Y, Santo Tomás Moro, que es
el patrono de los políticos y gobernantes, nos dijo “El hombre no puede ser
separado de Dios, ni la política de la moral”.
Ante este torneo electoral que se avecina,
los cristianos estamos llamados a votar con conciencia cristiana, es decir,
elegir a aquellos candidatos y partidos políticos que estén más acorde con la
búsqueda del bien común y que luchen por defender y promover lo que nos enseña
nuestra Iglesia Católica sobre los llamados “Principios no negociables, a
saber: la defensa de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural; la
defensa y promoción de la familia natural (papá, mamá e hijos); la libertad de
los padres de elegir la educación que quieren para sus hijos de acuerdo a sus
convicciones, y el derecho de libertad religiosa. ¿Por qué son llamados Principios
no negociables? Pues porque expresan valores de razón y de fe fundamentales
para construir una sociedad respetuosa de la dignidad de la persona humana.
Pero cuando se acerca un torneo electoral,
estos principios siempre son cuestionados de manera más incisiva. Luchar por
defender el valor absoluto de la dignidad de la persona garantiza un diálogo pacífico
y respetuoso. No podemos acallar nuestra conciencia a la hora de ejercer el
voto.
Lamentablemente, es característica del
votante dominicano, dar su voto al político y partido que representa sus
intereses personales y familiares; también dar su voto al político que, según
las encuestas y medios de comunicación, está llevando la delantera en la
carrera electoral porque no quiere dar su voto a un perdedor, aun esté de
acuerdo con el proyecto político de este último; otra motivación del votante dominicano
es votar por puro sentimentalismo, es decir, por aquel candidato que le es más simpático,
agradable a la vista y hasta más parecido o gracioso, etc.
La política es la ciencia de lo posible. Y
los cristianos tenemos que hacer lo posible en este terreno porque se haga
realidad. No buscamos la perfección. Esto es imposible. Los cristianos debemos
ejercer con conciencia nuestro derecho a elegir y ser elegidos porque no somos
ciudadanos ni de segunda ni de tercera categoría. Somos ciudadanos de pleno
derecho como todos los demás. Tenemos todo el derecho a promover y defender
nuestros valores y principios en la plaza pública; tenemos derecho a ser
escuchados como todos los demás. Tenemos que impregnar desde nuestra fe en el
Dios verdadero nuestra acción política. Tenemos que trabajar e influir por la
sanidad y la santidad en las esferas sociales, culturales y políticas. Tenemos
que decirles a los políticos que tienen una gran responsabilidad de proteger la
vida humana. Esto no es imponer una religión. Nos dice el libro del Éxodo
18,20: “A ellos los debes instruir en las leyes y en las enseñanzas de Dios, y
darles a conocer la conducta que deben llevar y las obligaciones que deben
cumplir”.
Si nuestros líderes políticos que desempeñan
un cargo público de responsabilidad cometen atropellos contra los mandatos
divinos, nosotros los votantes cristianos, también tenemos responsabilidad en
ello porque fuimos los que los votamos para esos cargos. Nuestra conciencia
moral tiene su fundamento en nuestra fe en Dios, y san Pablo nos dice que la obediencia
de la fe es nuestra primera obligación. Seremos juzgados en base al
cumplimiento o no, de los mandamientos de la ley de Dios.
Nuestro país está transitando en estos momentos
un camino muy complicado, sobre todo en el aspecto internacional. O sea, está
sufriendo una fuerte presión foránea de países y organismos internacionales
para que establezca en nuestra Constitución leyes contrarias a la voluntad
divina. Se viene presionando con el tema de la implantación o imposición de la
nefasta, perversa y diabólica Agenda 2030 de los Objetivos del Desarrollo
Sostenible que sus enunciados están cargados de buenismo, pero que, en su aplicación
es pura deshumanización, destrucción, totalitarismo y esclavitud. Una agenda
que lo busca es la destrucción de las soberanías nacionales y los estados. Y
muchos ciudadanos, creyentes, no creyentes e indiferentes están de acuerdo.
Pero que nunca se han molestado en saber e investigar de qué se trata esta
agenda. Esta agenda globalista es una dictadura disfrazada de democracia.
En este mes de mayo los dominicanos
elegiremos a nuestras autoridades que nos gobernarán por los próximos cuatro
años. No votamos ni elegimos a organismos internacionales ni políticos de otros
países para que nos gobiernen ni nos digan qué tenemos que hacer como nación
soberana. Los gobernantes dominicanos se deben al pueblo dominicano, que es
quien los vota; por eso al pueblo se le llama “el soberano”. Necesitamos
políticos, autoridades que no se arrodillen ni arrodillen al país por un plato
de lentejas, ante estos poderes injerencistas; más bien que se arrodillen ante
Dios. Para votar por un buen dirigente político, tenemos que exigir de él que
sea honrado, transparente y con vocación de servicio.
No podemos ser indiferentes ante este torneo
electoral que se avecina. En la República Dominicana siempre se ha dicho y,
parece ser que la experiencia lo atestigua, que las elecciones se deciden una
semana antes de la fecha. Y esto, nuestros partidos y políticos lo saben muy
bien y a eso juegan. Tenemos que eliminar la costumbre del “pica pollo, la
cerveza y el galón de gasolina”, que son elementos de esta politiquería barata,
demagógica y populista, que utilizan gran parte de nuestra clase política para
granjearse los votos. Blas de Leso dijo que “una nación se pierde porque
quienes la aman no la defienden”; y Walt Whitman dijo que “los peores
gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. ¿Cuál debe
ser el filtro por el cual debemos emitir nuestro voto? Nuestras convicciones
cristianas, y no las lealtades ni simpatías a un partido.
Muchos cristianos han perdido el eje de la
dirección de Dios en cuanto a lo que tienen que hacer ante los gobiernos.
Estamos viviendo un tiempo en que se busca la felicidad y perfección del ser
humano dejando de lado la incidencia de Dios en la vida de la sociedad, y esto
es un fallo grande. No podemos seguir siendo cómplices del mal que arropa
nuestra sociedad por nuestra indiferencia e irresponsabilidad en el ejercicio y
práctica política.
Ante todo esto que amamos y percibimos que
nos lo pueden arrebatar, tenemos que sacudirnos del confort, de la indiferencia,
del conformismo y del derrotismo. Por eso: no importa que no te guste la
política, ya que hay unos políticos feroces que sí les gusta, y decidirán por ti,
y afectará nuestra vida; si amas a tus hijos y nietos, y no quieres que sean
adoctrinados por esos políticos feroces, debes votar; si deseas que la libertad
de expresión, de pensamiento, de movimiento, de educación, de creencia…sigan vigentes, debes votar; si
quieres que la dignidad de la persona prevalezca siempre, debes votar; si
quieres que la democracia y la pluralidad sigan siendo los pilares de nuestra
convivencia, debes votar; si quieres que la ley y la justicia predominen en
nuestra sociedad, debes votar; si deseas una economía de libre mercado en donde
se respete la propiedad privada, debes votar; si quieres una sociedad de
ciudadanos libres e iguales, con los mismos derechos y obligaciones, sin
privilegios ni superiores a nadie, debes votar; si amas a tu patria y no
quieres que sea postrada, dividida, pisoteada, humillada, debes votar. En
definitiva, tenemos que luchar y defender todo aquello que amamos, y que nos
quieren arrebatar.
Nuestra nación dominicana se juega su futuro
en los próximos años. Y para verla destruida, no hace falta crear una guerra;
aunque eso parece. Lo que basta es hacer olvidar su historia, trastocar o
cambiar su lenguaje, alejarla de su religión y desintegrar sus valores,
principios e identidad.
El político irlandés Edmund Burke dijo que
“para que el mal triunfe, sólo hace falta que los hombres buenos no hagan
nada”. Y es que, si queremos que la situación de crisis que vive nuestra nación
dominicana cambie para bien, aquellos dominicanos que se dicen que son buenos y
serios, no sean indiferentes ante el compromiso político y moral que tenemos en
frente en este próximo torneo electoral. Los cristianos no podemos fallarle a
Dios ni a nuestra patria. Sacar a Dios, - que es la luz -, de nuestra vida como
sociedad, es perdernos en las tinieblas.
Las familias destruidas destruyen a la
patria, mientras que las familias sanas no lanzan delincuentes a las calles.
Tenemos que luchar por construir una sociedad dominicana sana, justa y
comprometida, donde su mayor valor es su gente. Pero para lograrlo, debemos
volver a Dios, darle a Dios el lugar que le corresponde en nuestra vida
personal, familiar, eclesial y social. Es lo que le debemos a Dios. Él no nos
debe nada. En nuestra sociedad dominicana no debe reinar jamás satanás; no
podemos ser esclavos suyos. Y esto es parte de lo que se juega el futuro de
nuestra sociedad dominicana en estos años venideros.
Nos advierte el Catecismo de la Iglesia
Católica, en el numeral 1868: “El pecado es un acto personal. Pero nosotros
tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando
cooperamos con ello: participando directa y voluntariamente, ordenándolos,
aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos; no revelándolos o no impidiéndolos cuando
se tiene obligación de hacerlo; protegiendo a los que hacen el mal”. Es decir,
los cristianos no sólo debemos ser y actuar como tales cuando vamos al templo,
sino que toda nuestra vida, - privada y pública -, debe estar impregnada de
nuestra fe en Dios. No podemos quitarnos “el traje de la fe” cuando vamos a
ejercer el voto.
En estas próximas elecciones presidenciales y
congresuales, dejémonos guiar por la razón y no por el corazón. Pidámosle a
Dios que nos ilumine y guíe para saber elegir el bien posible.