martes, 30 de abril de 2024

Elecciones de mayo 2024: votemos por el bien posible.

 

Hemos entrado en la recta final de este proceso electoral con miras a las elecciones presidenciales y congresuales. En el mes de febrero pasado, tuvimos un primer torneo electoral que fue para elegir o confirmar a los alcaldes. Ahora nos ha llegado la segunda oportunidad de elección nacional, pero estas son las presidenciales y congresuales. No podemos negar que el interés que despiertan estas elecciones presidenciales y congresuales de mayo sea el mismo que para las alcaldías. La República Dominicana es un país presidencialista. A nivel político, todo gira en torno a la figura presidencial. Así nos concientizaron nuestros líderes políticos y esto está muy difícil, -por no decir imposible -, que sea cambiado de la mentalidad del pueblo dominicano. Quien ha ocupado la primera magistratura del estado siempre es visto y tratado como una especie de rey o príncipe, a quien hay que rendirle pleitesía.

  En el Catecismo de la Iglesia Católica, n 1776, leemos lo que nos dice con relación a la conciencia moral: “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y hacer el bien y a evitar el mal… el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón… la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella”. Y, Santo Tomás Moro, que es el patrono de los políticos y gobernantes, nos dijo “El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral”.

  Ante este torneo electoral que se avecina, los cristianos estamos llamados a votar con conciencia cristiana, es decir, elegir a aquellos candidatos y partidos políticos que estén más acorde con la búsqueda del bien común y que luchen por defender y promover lo que nos enseña nuestra Iglesia Católica sobre los llamados “Principios no negociables, a saber: la defensa de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural; la defensa y promoción de la familia natural (papá, mamá e hijos); la libertad de los padres de elegir la educación que quieren para sus hijos de acuerdo a sus convicciones, y el derecho de libertad religiosa. ¿Por qué son llamados Principios no negociables? Pues porque expresan valores de razón y de fe fundamentales para construir una sociedad respetuosa de la dignidad de la persona humana.

  Pero cuando se acerca un torneo electoral, estos principios siempre son cuestionados de manera más incisiva. Luchar por defender el valor absoluto de la dignidad de la persona garantiza un diálogo pacífico y respetuoso. No podemos acallar nuestra conciencia a la hora de ejercer el voto.

  Lamentablemente, es característica del votante dominicano, dar su voto al político y partido que representa sus intereses personales y familiares; también dar su voto al político que, según las encuestas y medios de comunicación, está llevando la delantera en la carrera electoral porque no quiere dar su voto a un perdedor, aun esté de acuerdo con el proyecto político de este último; otra motivación del votante dominicano es votar por puro sentimentalismo, es decir, por aquel candidato que le es más simpático, agradable a la vista y hasta más parecido o gracioso, etc.

  La política es la ciencia de lo posible. Y los cristianos tenemos que hacer lo posible en este terreno porque se haga realidad. No buscamos la perfección. Esto es imposible. Los cristianos debemos ejercer con conciencia nuestro derecho a elegir y ser elegidos porque no somos ciudadanos ni de segunda ni de tercera categoría. Somos ciudadanos de pleno derecho como todos los demás. Tenemos todo el derecho a promover y defender nuestros valores y principios en la plaza pública; tenemos derecho a ser escuchados como todos los demás. Tenemos que impregnar desde nuestra fe en el Dios verdadero nuestra acción política. Tenemos que trabajar e influir por la sanidad y la santidad en las esferas sociales, culturales y políticas. Tenemos que decirles a los políticos que tienen una gran responsabilidad de proteger la vida humana. Esto no es imponer una religión. Nos dice el libro del Éxodo 18,20: “A ellos los debes instruir en las leyes y en las enseñanzas de Dios, y darles a conocer la conducta que deben llevar y las obligaciones que deben cumplir”.

  Si nuestros líderes políticos que desempeñan un cargo público de responsabilidad cometen atropellos contra los mandatos divinos, nosotros los votantes cristianos, también tenemos responsabilidad en ello porque fuimos los que los votamos para esos cargos. Nuestra conciencia moral tiene su fundamento en nuestra fe en Dios, y san Pablo nos dice que la obediencia de la fe es nuestra primera obligación. Seremos juzgados en base al cumplimiento o no, de los mandamientos de la ley de Dios.

  Nuestro país está transitando en estos momentos un camino muy complicado, sobre todo en el aspecto internacional. O sea, está sufriendo una fuerte presión foránea de países y organismos internacionales para que establezca en nuestra Constitución leyes contrarias a la voluntad divina. Se viene presionando con el tema de la implantación o imposición de la nefasta, perversa y diabólica Agenda 2030 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible que sus enunciados están cargados de buenismo, pero que, en su aplicación es pura deshumanización, destrucción, totalitarismo y esclavitud. Una agenda que lo busca es la destrucción de las soberanías nacionales y los estados. Y muchos ciudadanos, creyentes, no creyentes e indiferentes están de acuerdo. Pero que nunca se han molestado en saber e investigar de qué se trata esta agenda. Esta agenda globalista es una dictadura disfrazada de democracia.

  En este mes de mayo los dominicanos elegiremos a nuestras autoridades que nos gobernarán por los próximos cuatro años. No votamos ni elegimos a organismos internacionales ni políticos de otros países para que nos gobiernen ni nos digan qué tenemos que hacer como nación soberana. Los gobernantes dominicanos se deben al pueblo dominicano, que es quien los vota; por eso al pueblo se le llama “el soberano”. Necesitamos políticos, autoridades que no se arrodillen ni arrodillen al país por un plato de lentejas, ante estos poderes injerencistas; más bien que se arrodillen ante Dios. Para votar por un buen dirigente político, tenemos que exigir de él que sea honrado, transparente y con vocación de servicio.

  No podemos ser indiferentes ante este torneo electoral que se avecina. En la República Dominicana siempre se ha dicho y, parece ser que la experiencia lo atestigua, que las elecciones se deciden una semana antes de la fecha. Y esto, nuestros partidos y políticos lo saben muy bien y a eso juegan. Tenemos que eliminar la costumbre del “pica pollo, la cerveza y el galón de gasolina”, que son elementos de esta politiquería barata, demagógica y populista, que utilizan gran parte de nuestra clase política para granjearse los votos. Blas de Leso dijo que “una nación se pierde porque quienes la aman no la defienden”; y Walt Whitman dijo que “los peores gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. ¿Cuál debe ser el filtro por el cual debemos emitir nuestro voto? Nuestras convicciones cristianas, y no las lealtades ni simpatías a un partido.

  Muchos cristianos han perdido el eje de la dirección de Dios en cuanto a lo que tienen que hacer ante los gobiernos. Estamos viviendo un tiempo en que se busca la felicidad y perfección del ser humano dejando de lado la incidencia de Dios en la vida de la sociedad, y esto es un fallo grande. No podemos seguir siendo cómplices del mal que arropa nuestra sociedad por nuestra indiferencia e irresponsabilidad en el ejercicio y práctica política.

  Ante todo esto que amamos y percibimos que nos lo pueden arrebatar, tenemos que sacudirnos del confort, de la indiferencia, del conformismo y del derrotismo. Por eso: no importa que no te guste la política, ya que hay unos políticos feroces que sí les gusta, y decidirán por ti, y afectará nuestra vida; si amas a tus hijos y nietos, y no quieres que sean adoctrinados por esos políticos feroces, debes votar; si deseas que la libertad de expresión, de pensamiento, de movimiento, de educación, de  creencia…sigan vigentes, debes votar; si quieres que la dignidad de la persona prevalezca siempre, debes votar; si quieres que la democracia y la pluralidad sigan siendo los pilares de nuestra convivencia, debes votar; si quieres que la ley y la justicia predominen en nuestra sociedad, debes votar; si deseas una economía de libre mercado en donde se respete la propiedad privada, debes votar; si quieres una sociedad de ciudadanos libres e iguales, con los mismos derechos y obligaciones, sin privilegios ni superiores a nadie, debes votar; si amas a tu patria y no quieres que sea postrada, dividida, pisoteada, humillada, debes votar. En definitiva, tenemos que luchar y defender todo aquello que amamos, y que nos quieren arrebatar.

  Nuestra nación dominicana se juega su futuro en los próximos años. Y para verla destruida, no hace falta crear una guerra; aunque eso parece. Lo que basta es hacer olvidar su historia, trastocar o cambiar su lenguaje, alejarla de su religión y desintegrar sus valores, principios e identidad.

  El político irlandés Edmund Burke dijo que “para que el mal triunfe, sólo hace falta que los hombres buenos no hagan nada”. Y es que, si queremos que la situación de crisis que vive nuestra nación dominicana cambie para bien, aquellos dominicanos que se dicen que son buenos y serios, no sean indiferentes ante el compromiso político y moral que tenemos en frente en este próximo torneo electoral. Los cristianos no podemos fallarle a Dios ni a nuestra patria. Sacar a Dios, - que es la luz -, de nuestra vida como sociedad, es perdernos en las tinieblas.

  Las familias destruidas destruyen a la patria, mientras que las familias sanas no lanzan delincuentes a las calles. Tenemos que luchar por construir una sociedad dominicana sana, justa y comprometida, donde su mayor valor es su gente. Pero para lograrlo, debemos volver a Dios, darle a Dios el lugar que le corresponde en nuestra vida personal, familiar, eclesial y social. Es lo que le debemos a Dios. Él no nos debe nada. En nuestra sociedad dominicana no debe reinar jamás satanás; no podemos ser esclavos suyos. Y esto es parte de lo que se juega el futuro de nuestra sociedad dominicana en estos años venideros.

  Nos advierte el Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 1868: “El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos con ello: participando directa y voluntariamente, ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos; no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo; protegiendo a los que hacen el mal”. Es decir, los cristianos no sólo debemos ser y actuar como tales cuando vamos al templo, sino que toda nuestra vida, - privada y pública -, debe estar impregnada de nuestra fe en Dios. No podemos quitarnos “el traje de la fe” cuando vamos a ejercer el voto.

  En estas próximas elecciones presidenciales y congresuales, dejémonos guiar por la razón y no por el corazón. Pidámosle a Dios que nos ilumine y guíe para saber elegir el bien posible.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario