martes, 11 de junio de 2013

¿Por qué confesarme? (3a. parte)


Alguien puede preguntarse: ¿por qué tanta insistencia departe de la Iglesia en la confesión? Quizá se dé a entender con esta pregunta que a la Iglesia, -y los sacerdotes-, le interesa saber o estar enterada de lo que hacen las personas, sobre todo, de los actos malos, quizá como una especie de “policía” de la conciencia, etc. Nada que ver este pensamiento con la realidad. O dicho de otra forma, nada que ver con la verdad revelada por Cristo a la humanidad con respecto al amor y misericordia de Dios. Y, ciertamente, este es el punto: “Dios desea nuestra confesión porque es una condición previa para su misericordia”.

Dios es el Dios de la misericordia infinita y ha querido hacer partícipe al ser humano de tan insigne don para su salvación. Claro que esta misericordia el mismo Dios nos la fue revelando gradualmente a lo largo del tiempo y de una manera definitiva en la persona de Hijo Jesucristo. Nos dice Scott Hahn: “la misericordia de Dios es su mayor atributo, no porque nos haga sentirnos mejor, o porque nos resulte más atractivo que su poder, sabiduría y bondad. Sino porque es la suma y esencia de su poder, sabiduría y bondad. La misericordia es poder de Dios, sabiduría y bondad manifestados en unidad”.

Un peligro que debemos de evitar es pensar que, por el hecho de que Dios es infinitamente misericordioso, eso es una licencia para pecar hasta al máximo. Recordemos que, si Dios es infinitamente misericordioso, es también infinitamente el Dios de la justicia. No podemos pensar en que por esto, podemos “pecar descaradamente”. La misericordia no elimina el castigo, sino más bien asegura que cada castigo servirá de remedio misericordioso. A este respecto decía Santo Tomás de Aquino: “la misericordia y la justicia están tan unidas que se atemperan (adecuan) la una a la otra: la justicia sin misericordia es crueldad, la misericordia si justicia es desintegración”; y la enciclopedia católica lo expresa de esta forma: “la misericordia no anula la justicia, sino mas bien la trasciende y convierte al pecador en un justo llevándole al arrepentimiento y a la apertura al Espíritu Santo”.

Si bien es cierto que uno de los pilares en donde descansa la enseñanza de la iglesia es la “tradición apostólica”, con respecto a la confesión hay que decir que ésta con el paso del tiempo ha ido adaptándose a los tiempos, pero manteniendo su esencia, tal y como lo quiso y enseñó el mismo Jesucristo: “la continuación, a lo largo del tiempo, de su ministerio de perdón y salvación” (Scott Hahn). Para esto, recordemos que el rito de la confesión ha variado con el paso del tiempo ya que siglos anteriores los cristianos hacían confesión pública de sus faltas y pecados en la asamblea. Esto hoy en día ya no es así; sino más bien que la confesión ha pasado al ámbito de lo privado entre el penitente y el sacerdote. Otro cambio que ha experimentado la confesión es que siglos atrás algunos obispos prohibían a los cristianos que se confesaran más de una vez en la vida. Hoy la Iglesia pide o recomienda a los cristianos bautizados que por lo menos se confiesen una vez al mes y exige que se confiesen una vez al año, sobre todo en el tiempo de cuaresma. Pero hay otros que somos más atrevidos y pedimos que los cristianos bautizados se confiesen cada vez que lo necesiten; teniendo en cuenta de que todos cometemos faltas y pecados todos los días. Claro que aquí no estamos diciendo que por esto hay que estar confesándonos todos los días. No hay que caer en exageraciones tampoco. El Papa Juan Pablo II llegó a decir que uno de los grandes problemas de la humanidad es que ha “perdido la conciencia de pecado”.

Otro punto en el cual la confesión ha ido evolucionando es el concerniente a la severidad de las penas impuestas por la Iglesia.  Otro punto es la forma de confesarse. Siglos anteriores los monjes tenían la facultad de oír confesiones frecuentes y privadas. Ahora la Iglesia permite la confesión a través del confesionario por medio de una rejilla o tela metálica para así conservar el anonimato del penitente; pero también es cierto que muchos penitentes prefieren la confesión cara a cara con el confesor como si fueran dos amigos.

Podemos concluir todo lo anterior diciendo que, por más que haya variado y evolucionado la práctica de la confesión sacramental, lo cierto es que el sacramento de la confesión sigue manteniendo su esencia, sigue siendo el mismo. Esto es lo que ha mantenido y enseñado la Iglesia en toda su tradición hasta el día de hoy.

 

2 comentarios:

  1. La pregunta es la siguiente padre Robert: ¿Como una persona debe prepararse ha la hora de la confesión? y también ¿Como perder el miedo de decir tus faltas, no importando en grado de gravedad de la misma?.

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    1. hola Charlie. recuerda que nuestra iglesia nos ha dado los medios para prepararnos para la confesion, esos son los pasos previos a la misma: examen de conciencia, acto de contricion, dolor de las culpas, confesion y cumplimiento de la penitencia. pero creo que lo mas importante es la humildad, y esta es una virtud que tenemos que pedirle al espiritu santo. humildad para reconocer que hemos pecado. la humildad nos lleva a perder el miedo de cnfesar nuestras faltas y nos hace confiar en la misericordia de Dios. recurda que Dios ama al picador, pero aborrece el pecado.

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