La ingenuidad, según el
diccionario, indica ausencia o falta de malicia y de experiencia, una
deficiente comprensión o inteligencia y la ausencia de sofisticación, es decir,
que esconde su falta de seguridad en sí misma.
Esto viene a colación ya que, en días pasados
salió publicada una noticia en algunos medios de la prensa escrita, de que un
grupo de homosexuales y lesbianas se reunió con el embajador norteamericano en
su residencia para tratar algunos asuntos. Lo tratado en esa reunión no fue de conocimiento
público, salvo que fue una reunión que giró en torno a una invitación de cortesía
y hablar un poco de la discriminación que aun existe en nuestra sociedad hacia
estas personas. No seamos ingenuos, ni nos quieran tratar como ingenuos. Estas
personas no fueron a tomarse el té con el embajador norteamericano así no más.
Esa reunión tuvo sus motivaciones específicas. No seamos ingenuos para no
darnos cuenta qué es lo que se está fraguando o tramando muy por debajo con
estos grupos y no queramos ver de qué se trata esto. El envío del embajador
norteamericano a nuestro país no es un asunto fortuito ni casual. Todos sabemos
de la condición del embajador en cuanto a su preferencia sexual. Estos grupos
de homosexuales y lesbianas han visto en este embajador un apoyo fuerte en su
lucha para que se les reconozcan unos supuestos derechos. Sabemos todos de la intención
del gobierno que encabeza el señor Obama de imponer sus políticas de depravación
y de inmoralidad con las uniones del mismo sexo, las adopciones de niños por
estas personas, el tema del aborto, etc. Esta es una manera de cómo este
gigante imperialista quiere imponer sus ideas a los demás países del área, con
financiamiento económico sobre todo, a estos grupos para que luchen por lograr que
se les reconozcan estos supuestos derechos. Es una manera de injerencia en los asuntos
internos de los Estados, fruto de una mentalidad imperialista. Con estas
políticas lo que ha hecho esa administración es estar encaminando a la sociedad
norteamericana a una debacle moral.
Una cosa que debemos de tener bien claro es
que el Estado no puede asumir la tarea de estarle creando privilegios, -disfrazados
de derechos-, a cada minoría de la sociedad. Los derechos de estas personas
están consignados en nuestra Constitución como todos los demás ciudadanos.
Nuestra Constitución reprueba la discriminación en todos sus sentidos. Si una
persona, independientemente de su preferencia sexual es discriminada, tiene
todo el derecho a interponer una demanda ante los tribunales. Otra cosa es la
preferencia sexual de la persona que es un asunto personal y de fuero interno
la cual el Estado no tiene que tutelarla. Si un hombre decide unirse a otro
hombre, o una mujer unirse a otra mujer, eso es una decisión personal y que el
Estado no está en la obligación de legalizar o tutelar esa unión dándole rango
o igualándola al matrimonio entre un hombre y una mujer. No se diga en lo que
respecta a la adopción por parte de estas uniones, por ejemplo.
Estos grupos están buscando el apoyo, sobre
todo económico, de estas instituciones y organismos internacionales para su
lucha. Mientras unos están mirando estrellas en el cielo, el enemigo está
planeando su estrategia de lucha. Ya se han levantado voces que apoyan estas
iniciativas; porque la lucha es estratégica. Se necesitan voces en los medio de
comunicación y ya están activadas. No nos quieran tratar de ingenuos, que no lo
somos o por lo menos, una gran parte, ni tampoco jueguen con nuestra
inteligencia. Es clara la intención de estos grupos, ONGs y organismos internacionales
de querer anular o destruir los principios y valores en los que se ha venido
forjando la sociedad dominicana, muchos de ellos valores cristianos. Hay que
recordarles a estas personas, tanto de fuera como a los de adentro, que la
historia fundacional de la República Dominicana está cimentada sobre la base
del cristianismo católico, porque así lo quisieron nuestros independentistas y
eso no se puede borrar jamás, porque para hacerlo tendríamos que volver al
principio de todo y quitar todo lo que huela a cristiano, y eso no se puede;
les guste o no.
Hay muchas personas que no quieren ver lo que
tienen que ver ni oír lo que tienen que oír, sino más bien, ven lo que quieren
ver y oír lo que quieren oír. Ya lo dijo Jesucristo: “Es que tienen la mente
embotada, ¿para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen?” (Mc
8,17-18). O, como dice el dicho popular: “no hay peor ciego que aquel que no
quiere ver”. Esto es lo que está pasando con muchos ciudadanos nuestros: no quieren
ver lo que está preparando el enemigo. Pero no nos dejaremos confundir, porque
hay otros que sí pensamos y vemos más allá de nuestras narices. Ya lo dijo
nuestro querido Monseñor Arnaiz, que en paz descanse: “la humanidad de hoy está
saturada de informaciones, pero no es capaz de reflexionar”. Y esto es lo que quieren
estos grupos y bocinas del patio, que no reflexionemos.