“Y el lugar a donde yo voy, ustedes ya saben
el camino…” (Jn 14,6)
Jesús es el
camino en cuanto que revela al Padre, nos da a conocer el camino que nos
conduce al Padre: Él mismo es el único acceso al Padre. Es el camino porque nos
mereció la gracia que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo y Él con su
mensaje y con su ejemplo nos enseña el camino que hemos de seguir para llegar
al cielo. Nadie se ha atrevido a hacer las afirmaciones que Él hizo; en boca de
otros serían una insensatez; en boca de Jesús son un verdadero consuelo. Él es
la ruta que Dios nos ha trazado, por ella andamos seguros.
Nuestra vida por este mundo es precisamente
un retorno al Padre, es un camino que hay que recorrer. Este retorno al Padre
no lo podemos hacer de cualquier manera, sino a la manera como Jesús mismo nos
lo reveló. Para llegar al Padre no podemos dar un salto y pensar en librarnos
de las contrariedades de la vida sin más; es necesario e indispensable caminar,
recorrer el sendero marcado. Recorrer el camino nos implica siempre esfuerzo,
cansancio, fatiga, sacrificio, perseverancia, etc.; pero ahí está siempre Jesús
que, como buen cirineo, nos ayuda para
aligerarnos la carga pesada que llevamos. Jesús camina con nosotros; fue su
promesa de que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt
28,20).
Es importante saber, y también esto es parte
del discernimiento espiritual, que caminos hay muchos, así como senderos; pero
uno solo es el verdadero, es el correcto. Fijémonos también que cuando Jesús
hizo la afirmación dijo bien claro que “es” el camino para llegar al Padre, no
dijo que Él era “uno” de los caminos. Pero también hay otro elemento que se une
a esta afirmación de Jesús de que es el camino para llegar al Padre, y es
cuando Él dijo: “yo soy la puerta, si alguno entra por Mí, será salvo; podrá ir y venir
y hallará pastos” (Jn 10,9). Como vemos, el camino que es Él mismo
termina o nos conduce a la puerta que nos da entrada al Reino de Dios-Padre.
Aquí hay que resaltar que Jesús dijo que “es” la puerta y no una puerta. También
nos advirtió con respecto a las otras puertas que el que entra por alguna de
ellas, se introduce a su perdición: muchos entran por éstas porque no hay que esforzarse
ni sacrificarse, a diferencia de la puerta estrecha que es la que nos exige
todo esto pero que sí nos conduce a nuestra salvación.
Ese camino que Jesús nos habla no es un
camino desconocido o escondido. Es ya el camino revelado y que solamente nos tenemos
que decidir a recorrer tal como Él mismo nos lo enseñó. Pero ¿cuál es esa forma
de recorrer el camino revelado por Jesús para nuestra salvación? Lo podemos
resumir con aquellas palabras dichas por Él mismo: “todo el que escucha mis palabras
y las pone en práctica, ese se salvará…” y también: “… felices más bien los que
escuchan la palabra de Dios y la conservan” (Lc 11,28). Este
“conservar” hay que entenderlo como practicar. Jesús siempre nos insiste en
esto, porque no todo el que le diga “Señor, Señor…se salvará”.
Recorrer el camino que Jesús nos ha marcado
para llegar al Padre es asumir nuestra cruz de cada día, con todo y lo pesada
que es o sea. Siempre tenemos la tentación de abandonar la cruz, pero esto es
una condición “sine qua no”, es decir, sin la cual nadie puede acceder al Padre
Dios. El camino que tenemos que recorrer no es todo él color de rosas, es un
camino con sus distintos relieves: un trayecto será color de rosa, otro será de
espinas, otro será entre rocas, otro será inclinado, otro será con alguna
pendiente muy pronunciada, otro será con curvas, otro será un trayecto recto,
etc. En el camino a recorrer sentiremos el cansancio, como es lógico, el
cansancio físico y espiritual. Pero ahí está siempre Jesús para ofrecernos su
ayuda. Él mismo dijo: “vengan a mí los que se sientan cansados y
agobiados, que yo los aliviaré. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”
(Mt 11,28).
Jesús “es” el camino. No hay ningún engaño en
estas palabras suyas. Él mismo dijo que se iría al Padre a prepararnos una
habitación porque es su voluntad que donde Él está estemos también todos los
que creamos en Él (Jn 4,6). Su regreso y presencia con el Padre Dios es ya
nuestro triunfo y allí nos espera; unos ya están gozando de la eternidad con Él
en su Reino, otros iremos detrás, pero debemos de tener mucho cuidado en no
perder el camino. Tenemos que conocer este camino porque en conocer a Jesús
está también el que conozcamos al Padre, puesto que de Él somos y a El
regresamos.
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