jueves, 23 de julio de 2015

Jesús "es" el camino...


“Y el lugar a donde yo voy, ustedes ya saben el camino…” (Jn 14,6)

  Jesús es el camino en cuanto que revela al Padre, nos da a conocer el camino que nos conduce al Padre: Él mismo es el único acceso al Padre. Es el camino porque nos mereció la gracia que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo y Él con su mensaje y con su ejemplo nos enseña el camino que hemos de seguir para llegar al cielo. Nadie se ha atrevido a hacer las afirmaciones que Él hizo; en boca de otros serían una insensatez; en boca de Jesús son un verdadero consuelo. Él es la ruta que Dios nos ha trazado, por ella andamos seguros.

  Nuestra vida por este mundo es precisamente un retorno al Padre, es un camino que hay que recorrer. Este retorno al Padre no lo podemos hacer de cualquier manera, sino a la manera como Jesús mismo nos lo reveló. Para llegar al Padre no podemos dar un salto y pensar en librarnos de las contrariedades de la vida sin más; es necesario e indispensable caminar, recorrer el sendero marcado. Recorrer el camino nos implica siempre esfuerzo, cansancio, fatiga, sacrificio, perseverancia, etc.; pero ahí está siempre Jesús que, como  buen cirineo, nos ayuda para aligerarnos la carga pesada que llevamos. Jesús camina con nosotros; fue su promesa de que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

  Es importante saber, y también esto es parte del discernimiento espiritual, que caminos hay muchos, así como senderos; pero uno solo es el verdadero, es el correcto. Fijémonos también que cuando Jesús hizo la afirmación dijo bien claro que “es” el camino para llegar al Padre, no dijo que Él era “uno” de los caminos. Pero también hay otro elemento que se une a esta afirmación de Jesús de que es el camino para llegar al Padre, y es cuando Él dijo: “yo soy la puerta, si alguno entra por Mí, será salvo; podrá ir y venir y hallará pastos” (Jn 10,9). Como vemos, el camino que es Él mismo termina o nos conduce a la puerta que nos da entrada al Reino de Dios-Padre. Aquí hay que resaltar que Jesús dijo que “es” la puerta y no una puerta. También nos advirtió con respecto a las otras puertas que el que entra por alguna de ellas, se introduce a su perdición: muchos entran por éstas porque no hay que esforzarse ni sacrificarse, a diferencia de la puerta estrecha que es la que nos exige todo esto pero que sí nos conduce a nuestra salvación.

  Ese camino que Jesús nos habla no es un camino desconocido o escondido. Es ya el camino revelado y que solamente nos tenemos que decidir a recorrer tal como Él mismo nos lo enseñó. Pero ¿cuál es esa forma de recorrer el camino revelado por Jesús para nuestra salvación? Lo podemos resumir con aquellas palabras dichas por Él mismo: “todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica, ese se salvará…” y también: “… felices más bien los que escuchan la palabra de Dios y la conservan” (Lc 11,28). Este “conservar” hay que entenderlo como practicar. Jesús siempre nos insiste en esto, porque no todo el que le diga “Señor, Señor…se salvará”.

  Recorrer el camino que Jesús nos ha marcado para llegar al Padre es asumir nuestra cruz de cada día, con todo y lo pesada que es o sea. Siempre tenemos la tentación de abandonar la cruz, pero esto es una condición “sine qua no”, es decir, sin la cual nadie puede acceder al Padre Dios. El camino que tenemos que recorrer no es todo él color de rosas, es un camino con sus distintos relieves: un trayecto será color de rosa, otro será de espinas, otro será entre rocas, otro será inclinado, otro será con alguna pendiente muy pronunciada, otro será con curvas, otro será un trayecto recto, etc. En el camino a recorrer sentiremos el cansancio, como es lógico, el cansancio físico y espiritual. Pero ahí está siempre Jesús para ofrecernos su ayuda. Él mismo dijo: “vengan a mí los que se sientan cansados y agobiados, que yo los aliviaré. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28).

  Jesús “es” el camino. No hay ningún engaño en estas palabras suyas. Él mismo dijo que se iría al Padre a prepararnos una habitación porque es su voluntad que donde Él está estemos también todos los que creamos en Él (Jn 4,6). Su regreso y presencia con el Padre Dios es ya nuestro triunfo y allí nos espera; unos ya están gozando de la eternidad con Él en su Reino, otros iremos detrás, pero debemos de tener mucho cuidado en no perder el camino. Tenemos que conocer este camino porque en conocer a Jesús está también el que conozcamos al Padre, puesto que de Él somos y a El regresamos.

 

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