Ya sabemos que el hombre es un
misterio. El hombre es capaz de pensar y reflexionar por todo lo que le rodea,
por lo que forma parte de su existencia. Hay un sin número de preguntas que el
hombre se hace, como pueden ser ¿Quién soy? ¿Por qué y para que existo? ¿De dónde
vengo y a dónde voy? ¿Qué es la felicidad y dónde está? Aquí son fundamentales
las respuestas que podemos encontrar en las ciencias humanas, y en especial en
la religión. Pero lo cierto es que estas respuestas no son siempre del todo
satisfactorias o conclusivas.
Es por esto que aquí tenemos que pensar en el
bien y el mal. Dos realidades que están siempre alrededor del hombre. Si se
preguntara a las personas por estas dos realidades, de seguro que las
respuestas serían muy variadas y por lo común estarían asociadas al placer y al
sufrimiento. Pero serían muy limitadas las mismas ya que olvidarían por lo
general su asociación con la dimensión espiritual del ser humano. No nos cabe
la menor duda de que el bien y el mal existen, coexisten y se enfrentan. Podríamos
decir que son dos caras de una misma moneda. Son inseparables del ser humano y
de la historia de la misma humanidad. Son sombra una de la otra, y aunque el
hombre busque siempre irse del lado del bien, sabe que el mal le acecha y en
cualquier momento hace su entrada porque está siempre al acecho en cada
instante de su vida.
El mal es universal. La humanidad está
arropada por problemas de diferentes índole: sociales, culturales, económicos,
políticos, religiosos, falta de trabajo, enfermedades, dudas, miedos, guerras,
etc. Es un trabajo permanente el que siempre se le esté buscando la vuelta o
solución a cada uno de estos problemas, pero lo cierto es también que mientras
esto sucede, más problemas aparecen y es una cadena interminable de situaciones
calamitosas, y hasta desconocidas. Pensemos por un momento en la situación de
los países: ¿Hay alguna nación en el mundo, por más rica y poderosa que sea,
que no hayan pobres, donde no sean necesarias las cárceles ni los hospitales? ¿Hay
algún país donde no sean necesarias las cerraduras en las puertas ni en los
comercios ni los bancos, porque sus ciudadanos son respetuosos y obedientes de
sus normas de la propiedad ajena? La vida de los seres humanos es una vida
rodeada de problemas, de dolor, de sufrimiento, de limitaciones, etc., que nos
lleva a estar en una constante y permanente lucha. Las riquezas, la abundancia
no son cosas suficientes para garantizar la felicidad que el ser humano
necesita vivir en esta vida, a pesar de que para muchas personas esta es su
razón de ser y de su felicidad. El ser humano, por más riqueza material que
posea, siempre se dará cuenta de que lleva en su interior un gran vacío. Porque
lo cierto es que, aunque las cosas que nos rodean son buenas y son obra de
Dios, no hemos sido creados para ellas, sino para “Alguien” que está más allá
de esto que nos rodea. Las cosas no son para nosotros un fin en sí mismas, sino
un medio para llegar a algo mucho mejor y más pleno.
La lucha del hombre contra el mal existe
desde que este hizo su aparición sobre la tierra. Todos los seres humanos la
padecemos, sin importar color, raza, religión. Pero también es cierto que
anhelamos borrar su presencia de nuestra existencia; luchamos por ello. Soñamos
con una humanidad guiada plenamente por la justicia y la paz, donde todo lo que
suene a negativo esté definitivamente ausente. De ahí que encontremos tantos
caminos ofertados como los que nos pueden conducir a lograr estas metas de paz
y bienestar, felicidad, amor y salud… que todos seamos capaces de alcanzar
todos estos anhelos del ser humano. Los partidos políticos y sus miembros nos
ofrecen caminos de bienestar aunque sabemos que en la realidad no se da y
seguimos votando por ellos; los empresarios nos ofrecen también caminos de
cierto bienestar con trabajos y sueldos, pero sabemos que eso tampoco es
suficiente para saciar las necesidades más prioritarias de la población. Estos
son los primeros que saben que estas ofertas son difíciles, -por no decir inalcanzables-,
de lograr. Pero de algo o alguna manera hay que prometer a los demás lo que
estos quieren oír y con lo que sueñan.
No podemos tener un conocimiento profundo del
mal, si no somos capaces de adentrarnos hasta su raíz. Muchas veces este
conocimiento lo hacemos con miedo. ¿De dónde procede el mal? ¿Cómo se origino?
¿Cómo llego al mundo? ¿Quién lo tajo? Este conocimiento es necesario y hasta
obligatorio si se quiere hacer frente a esta realidad que nos rodea. ¿Puede el
hombre encontrar las respuestas al mal por sus propias fuerzas, por sus propios
medios? Esto es algo que nos tenemos que preguntar seriamente.