Desde hace unos años atrás
estamos siendo testigos y, -más que testigos-,
adecuado es decir que estamos siendo atacados por estos grupos que se
dicen de vanguardia y progres que están llevando a la humanidad a un callejón
sin salida con esta nueva visión del mundo y su pensamiento único, o lo que
otros conocen como Nuevo Orden Mundial. Esta nueva dictadura del relativismo
que en su momento denunció el Papa Benedicto XVI. Si ya el mismo Jesucristo
había dicho que “la verdad nos hará libres”; el lema de estos paladines
modernos es el “mientras más libres seas, más verdadero serás”. Así nos llevan
camino a la anulación del ser humano convirtiéndolo en una cosa, despojándolo
de su dignidad, principios, valores y su sentido de trascendencia. Y es que el
relativismo se hace especialmente fuerte en las instituciones de carácter supranacional,
es decir, en aquellas organizaciones que están más alejadas de la gente, de los
valores de la persona, y que tienen su máxima expresión en la ONU.
Nos parece muy acertado, -teniendo en cuenta que
nos encontramos en esta carrera de elegir nuevas autoridades o ratificar a las
que están en mayo próximo-, compartir con ustedes una serie de considerandos
que el periodista y consultor Paco Segarra
participa a su audiencia y aplicarlo a nuestra realidad en vistas a las
próximas elecciones presidenciales. Los cristianos no estamos ni debemos ser
ajenos ni mucho menos sustraernos al compromiso político en la sociedad en que
vivimos. El verdadero y auténtico creyente no puede jamás renunciar a ser luz
en este terreno donde abunda la oscuridad. Los cristianos no consideramos que
Estado y sociedad sean una misma cosa, y siempre defenderemos nuestro derecho a
opinar sobre cualquier cosa que afecte a la sociedad y el bien común, incluso
cuando la acción del Estado resulte injusta o perjudicial para el bien común. Nuestros
países atraviesan un momento histórico en que el compromiso de los cristianos
en la esfera pública es más necesario que nunca. Los cristianos debemos poner
entre paréntesis nuestras diferencias y cooperar para ofrecer respuestas auténticas a un Occidente cada vez
más extraviado y desesperanzado.
En su libro “La columna del coronel Paquez”,
el señor Segarra nos habla del “manifiesto del voto en blanco católico” para
que una lluvia de blancura, de pacífica limpieza, cubra las urnas y vacíe el
parlamento y los ámbitos del poder político de la maldad que atenta contra el
bien común y la justicia. Así entonces: 1- no quiero teñir mi voto con la
sangre de los niños antes de nacer; 2- no quiero dar mi voto a los verdugos de
los desahuciados, de los pobres, de los débiles, de las viudas, de los
huérfanos. Y la clase media; 3- no quiero manchar mi voto con la suciedad de la
usura económica y la corrupción política; 4- no quiero que mi voto valide la derogación
de la ley natural; 5- no quiero que mi voto contribuya a la destrucción de la
familia y a la corrupción de la moral y las costumbres; 6- no quiero que la
verdad se determine en un parlamento; 7- porque la mayor influencia de mi voto
es la repercusión moral que tiene en mi conciencia; 8- porque el mal menor es,
a la larga, el mayor de todos los males. Nunca se pacta con el mal, ni poco ni
mucho; 9- porque más vale una Iglesia prohibida, perseguida y mártir, que una
Iglesia liberal y acomodada al mundo; 10- porque no quiero permitir que el Estado
eduque a nuestros hijos; 11- porque no quiero que el Estado, ningún Estado, se
convierta en un dios al que hay que adorar; 12- porque los derechos
fundamentales de las personas no pueden separarse del bien común y de la
salvación de las almas; 13- porque no se puede servir a Dios y al dinero. Y
porque mi conciencia no habita en mi bolsillo; 14- porque tengo mandado amar a
los enemigos, no puedo odiar ni ofender; pero tengo el deber de denunciar la
injusticia, la mentira y la iniquidad; 15- mi voto no irá a parar a manos de
impíos, de mercaderes y lacayos de organizaciones transnacionales; 16- mi voto
no contribuirá al triunfo de los mediocres y de los charlatanes. Ni al de la
banca internacional; 17- porque no quiero que mi voto conceda al César lo que
es de Dios; 18- y porque si doy a Dios lo que es de Dios, tengo que defender
sus derechos y los de su santa Iglesia.
Cuidado con la masonería y sus adeptos. No
caben dudas de que tienen gran influencia política y social. Tenemos que
aprender a identificar a esos lobos que se disfrazan de corderos. A esos
comerciantes de la política que con su discurso demagógico engañan las
conciencias de los más incautos para conseguir su voto haciéndoles falsas
promesas y después se olvidan de las mismas cuando tienen el poder político en
sus manos, porque para éstos “el poder es para usarse; no para servir”. Y es
que el poder es un ídolo muy unido al dios dinero, pues vuelve locos a los
hombres orgullosos, porque fácilmente se sienten unos elegidos, unos mesías, y
justifican de este modo,-asqueroso también-, cualquier tropelía. Debemos de
saber qué políticos son católicos-practicantes porque el catolicismo está en
las antípodas de las sociedades secretas. El catolicismo ha tenido, sin duda,
gran influencia política y social. Pero lo ha hecho a cara descubierta. No se
ha escondido en ocultas logias. Para saber a quién votar debemos conocer la
cosmovisión y el modelo de hombre que propone el candidato.