Hasta ahora hemos hablado
mucho del pecado, pero sería bueno preguntarnos ¿cómo apareció el pecado? o
¿Qué es el pecado? Esto nos tiene que llevar a pensar y reflexionar en su
origen, en su naturaleza; y cómo éste se ha visto en las sagradas escrituras en
el sentido de la salvación. Las respuestas a estas preguntas ciertamente que no
son fáciles de dar, ya que el origen del pecado escapa a nuestro entendimiento;
es difícil abarcar el pecado en nuestro lenguaje humano y explicarlo de una
manera inteligible y convincente. Pero algo se puede hacer al respecto. Podemos
llegar a una aproximación que nos sirva como orientación de abordaje de la
cuestión. Según el Catecismo de la Iglesia, el pecado hay que situarlo desde la
relación del hombre con Dios y examinarlo a la luz de la Revelación divina (CIC
386).
Ya hemos dicho en otros momentos que el
pecado está presente en la historia de la humanidad y que no podemos ignorarlo
ni hacernos los desentendidos. Volvemos a decir que el pecado hay que
entenderlo en la relación del hombre con Dios y que esto tiene que ver con la Revelación
divina: “solo en el conocimiento del designio
de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad
que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente”
(CIC 387).
El concepto de pecado en Dios no varía; es el
mismo siempre. No así sucede en el hombre, ya que éste no puede entrar en el
misterio profundo del mismo. Por esto mismo es que hay variación entre la
visión de pecado del hombre del Antiguo Testamento con el del Nuevo Testamento
ya que esta variación tiene mucho que ver con lo que Jesús mismo enseña y
revela como salvador y redentor.
En el Antiguo Testamento, el pecado es visto
fundamentalmente como ruptura de la alianza del hombre con Dios. Para el Nuevo
Testamento, sin embargo, el pecado es una falta grave contra el amor de Dios
Padre: “yo les aseguro que se les perdonará
todo a los hijos de los hombres, pecados y blasfemias…Pero el que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, será reo de pecado eterno”
(Mc 3,28-29). Sería interesante, aunque no lo haremos aquí ahora, ver y
reflexionar sobre la visión de pecado en la persona de Jesús, san Juan y san
Pablo. Pero solo lo mencionamos.
Ya el mismo Jesús había dicho que “lo que hace impuro al hombre no es lo que
entra en él, sino lo que sale de su boca, porque viene del corazón…” (Mt
7,14-15). Por lo tanto, vemos entonces que el pecado reside en el interior de
la persona y del interior se manifiesta hacia fuera en cada una de sus
realidades. El pecado es sobre todo una actitud interior, en la que el hombre
se declara a sí mismo como norma y legislador de sus propios actos, -en el buen
dominicano diríamos batuta, ley y constitución-; no tiene en cuenta las leyes
de Dios, lo ignora, y hasta puede llegar a desafiarlo. Esto también se llama
orgullo, que deviene también en soberbia, y ya sabemos cuál es la sentencia de
Dios con respecto al hombre soberbio. San Agustín dijo al respecto del pecado: “el pecado es amor de sí hasta el desprecio
de Dios”.
La enseñanza de los apóstoles con respecto al
pecado es abundante y muy esclarecedora. En el documento que contiene sus
enseñanzas llamado “Didaché”(didajé), hablando de los pecados más comunes entre
los hombres dice: “el camino de la
muerte es este: ante todo es camino malo y lleno de maldición: muertes,
adulterios, codicias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías,
rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, maldad,
arrogancia, avaricia, chismes, celos, temeridad, altanería, jactancia…” El
pecado es un afán del hombre en querer ser como dioses, de querer dominarlo y
saberlo todo… En resumen, en separarse de Dios.
En conclusión, es mucho menos lo que sabemos
del pecado que lo que sabemos de él. El pecado se presenta para nosotros como
un misterio, que no nos queda más que ver y reflexionar lo que nos ofrece Dios
por medio de la Revelación en su Hijo Jesucristo. El pecado es siempre para el
hombre experiencia y misterio.
Bendiciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario