martes, 5 de septiembre de 2017

La dirección espiritual (I)


“Les dijo también una parábola: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo?” (Lc 6,39).

  Queremos hablar en los próximos números de nuestra revista acerca de un medio tan importante en nuestra vida cristiana como lo es la dirección espiritual. Hay muchas dudas y resistencia de muchos cristianos a utilizar este medio o recurso que nos ayuda a crecer en la vida de la fe. Muchos miran la dirección espiritual con cierta “sospecha”. Son muchos los cristianos que dicen a voz en grito que no necesitan  hablar con nadie acerca de lo que ocurre en sus vidas. Ya lo dice el dicho popular “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Una de las falsas visiones que se tiene del director espiritual es que a veces se le ve como si fuera una especie de “metiche”. Nada más falso. Por esto y otros malos entendidos es que queremos compartir en estos artículos el que podamos entender la verdadera y real necesidad que tenemos los cristianos de una ayuda en nuestro caminar de fe y espiritual. La necesidad que tenemos que existan otras personas que nos ayuden a ver cuando sentimos o sabemos que el camino se nos ha oscurecido. Dicen, y con razón, que dos cabezas piensan más que una; cuatro ojos ven más que dos, etc. Así, de esta manera, introducimos este apasionante tema y lo hacemos siempre con la única intención de aportar al crecimiento espiritual de todos los creyentes y también de todo aquel que lea estas líneas para su fortaleza  en la vida comunitaria.

  Es por todos nosotros sabido que el hombre no fue creado para estar solo, para vivir en soledad: “no es bueno que el hombre esté solo”, leemos en el libro del Génesis. Dios le crea al hombre la mujer para que le acompañe y le ayude. Pero también el hombre es compañía y ayuda para la mujer. Ambos fueron creados con la misma dignidad y con sus diferencias, y así surge entre ellos un complemento. Así vemos nosotros cómo se va desarrollando la vida de ambos en su caminar, en la vida en el paraíso del Edén.

  Si aplicamos esta voluntad divina a la vida espiritual, podemos también decir que no es bueno que el cristiano esté solo. De hecho, el mismo Jesús ya lo había previsto, y fue más lejos: Él mismo no quiso llevar a cabo la misión del Reino solo, sino que se hizo acompañar por un grupo de hombres elegidos por Él mismo para instruirlos en las cosas del Reino de Dios y después enviarlos a la misión de seguir o continuar su obra. Pero Jesús sabía a qué tipo de terreno o realidad los enviaba y por eso les dijo que los enviaba como corderos en medio de lobos. Sabía que iban a estar sometidos a muchas y diferentes pruebas en su caminar y que esto provocaría el que pudieran flaquear en el camino de la fe. Les insistió muchas veces en la necesidad de estar siempre unidos y de confiar plenamente en Dios para que les diera la fortaleza necesaria para cumplir con la misión. Él mismo prometió su presencia, su acompañamiento a los discípulos todos los días hasta el fin del mundo. Jesús así se convertiría en el guía, custodio, acompañante de los suyos y atestiguaría sus palabras con obras de sanación, liberación y salvación; haría creíbles con gestos concretos las palabras de los discípulos. Jesús mantendría en la dirección correcta a los discípulos para que no se desviasen del camino trazado y sería también el motivo de la fortaleza de los mismos. Por eso les prometió el Espíritu Santo, que era el que terminaría de comunicarles y revelarles lo que faltaba a la misión iniciada por Jesús.

  En la vida de la fe y de la espiritualidad no podemos caminar solos. Jesús lo sabía y por eso estableció la comunidad cristiana que es la Iglesia, su Iglesia, su pueblo santo. Vivir la vida cristiana en comunidad es la manera más fácil de poder llegar a la meta, que es la casa de Dios-Padre. Cuando Jesús resucitó y se le apareció a María Magdalena le dio el mandato de que le dijera a los discípulos que permanecieran juntos y así se les manifestaría resucitado y también vendría sobre ellos el Espíritu Santo. Así podrían caminar y cumplir con lo mandado por el Maestro de Nazaret. Estarían en sintonía con la voluntad de Jesús y en profundo discernimiento de las palabras del buen pastor. Esto les permitiría saber cuándo el buen pastor les habla y cuándo sería el lobo el que actúa. Y es que, sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.



Bendiciones.

 



 

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