En el diccionario etimológico encontramos que
la palabra autoridad viene del latín auctoritas,
que derivó de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar,
promover, hacer progresar. Desde el punto de vista etimológico, autoridad es
una cualidad creadora de ser, así como de progreso. Pero también en latín las
palabras ducet et docet hacen
referencia a conducir y enseñar. Así entonces, tenemos que la persona que
ejerce autoridad es aquella que es creadora o forjadora del ser propio y del
ser del otro. Pero, también en base a las palabras latinas antes mencionadas,
podemos decir que la persona que ejerce autoridad es aquella que sabe o debe
conducirse en la vida y a la vez enseña a los demás.
Desde
el punto de vista da la fe, podemos afirmar que estas cualidades estaban bien
claras y definidas en la persona de Jesús: Jesús fue llamado por los demás como
el Maestro; que enseñaba con una sabiduría diferente a la de los demás escribas
y fariseos. Jesús también se conducía con autoridad y esto era muy bien percibido
por sus oyentes; sabía muy bien ejercer esta cualidad con sus seguidores,
principalmente con sus discípulos. Una cosa es ejercer la autoridad y otra es
ejercer el autoritarismo: la primera, como ya lo hemos visto, es positiva y
ayuda al buen conducirse de la persona; mientras que la segunda es entendida
como el ejercicio abusivo de la autoridad, y puede derivar en despotismo, dictadura,
absolutismo, etc. Todo esto viene al
asunto de preguntarnos por qué hoy en día la humanidad esta tan falta de
autoridad o, como dicen otros, hay un gran vacío de autoridad en la humanidad,
en sus instituciones. Se puede decir que esta falta de autoridad se ha
institucionalizado, es estructural; y esto, como es lógico, está contribuyendo
al deterioro de la convivencia social, familiar y cultural.
Pensemos rápidamente en la falta de autoridad que hay en la institución
familiar. Parece ser que en nuestros días, los padres tienen miedo a ejercer la
autoridad que es su deber. Hay padres que tienen o manifiestan miedo a corregir
a sus hijos de sus errores; que, en el colmo, hasta parece que les piden
permiso a sus hijos para hacer o decir las cosas, etc. Uno de los grandes
errores en muchos hogares es que hoy todo lo dialogan, y no todo se dialoga; la
aplicación de las normas se regatea y los padres, muchas veces, ceden ante el
chantaje de los hijos. Un error de
muchos padres es pensar que sus hijos no pasen las dificultades que ellos
pasaron en su niñez o que no tengan las limitaciones que ellos tuvieron. Pero,
¿es este pensamiento correcto? Claro que no. A los hijos no se les puede dar todo, aunque se pueda
darlo; más bien hay que enseñarles a esforzarse en la vida, hay que enseñarles
el valor del sacrificio, del trabajo, del respeto, de la responsabilidad; como
se dice popularmente: hay que enseñarles a rascarse con sus propias uñas. A los
hijos no se les puede llenar de derechos, y no recordarles sus deberes. Hay que
educarlos enseñándoles quién tiene la autoridad en el hogar, y la autoridad es
monopolio de los padres. Los padres cristianos deben de pedirle a Dios que les
ilumine para que sepan ejercerla con amor y de acuerdo a su voluntad; el mejor
ejemplo lo tienen en el mismo Jesús que practicó el servicio con amor y
autoridad.
Y en
cuanto al ejercicio de la autoridad en la sociedad, ¿qué pasa? Pues que vemos
cómo la autoridad está desacreditada en ella. Hoy tenemos una sociedad
desafiante a la autoridad, en gran parte consecuencia de que la misma Institución
ha caído en la violación de la misma ley que ella está llamada a cumplir y
hacer cumplir. Tenemos una Institución que negocia y hasta le regatean y se
deja chantajear en la aplicación de la ley. Las leyes se negocian, se discuten,
se aprueban o se rechazan en el Congreso; pero una vez aprobadas y promulgadas,
se tienen que aplicar: “la ley es dura,
pero es la ley”. Hoy en día se está exigiendo el “imperio de la ley”. Debemos
y tenemos que ser una sociedad que no transija con la aplicación de la ley; que
sea cierto de que todos somos iguales ante la ley. Que la ley no sea utilizada
para proteger a los poderosos y fastidiar a los pequeños. Y es que cuando una
sociedad esta manga por hombro, no queda más que el desorden y caos. No se
trata de exigir a los demás que cumplan la ley que yo no estoy dispuesto a
cumplir. Es muy característico de nosotros que cuando vamos a un país en donde
sí se cumplen las leyes, nos adaptamos inmediatamente a ello, pero no queremos
hacerlo en nuestro país. Y es que ese es el problema, no queremos hacerlo.
Seguimos fomentando el desorden, la anarquía, el caos, porque hay quienes se
benefician del desorden; queremos ser una sociedad ordenada, pero sin esfuerzo
ni sacrificio. La autoridad tiene que devolverle a la Institución el monopolio
de la misma, pero ella tiene que dar ejemplo de su fiel cumplimiento al resto
de la sociedad, porque el ejemplo entra por casa.
Si
sabemos esto, pues actuemos en consecuencia. No seamos cobardes ni
acomodaticios ni irresponsables. Tenemos un deber y responsabilidad que asumir,
ya que por esto se nos pedirá cuenta.
Cuan cierto Padre Robert, como sociedad debemos tomar consciencia y exigir a las autoridades el cumplimiento correcto de su deber, estamos a tiempo de construir una sociedad ordenada porque nos encanta "soñar" con países desarrollados, teniendo más riquezas en nuestra tierra que en muchos de esos países que sólo es cuestión de que todos cumplan la ley, el respeto a los demás y a las generaciones futuras. En las familias, oremos al Señor que nos guie, se necesita disciplina, corregir a tiempo es mejor que lamentar a destiempo.
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