martes, 12 de diciembre de 2017

La Dirección Espiritual (3): Canal de Gracia


“Quien a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16).



  Dios ha derramado su gracia abundantemente sobre nosotros, sus hijos e hijas. Jesús mismo nos vino a participar de la gracia de Dios-Padre cuando dijo que vino al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo; y también cuando dijo “yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Esto es lo que podemos entender como la gracia de Dios. San Pablo nos dirá que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Entonces podemos decir que la dirección espiritual es un canal de gracia. Sabemos también que el Señor nos ofreció curación, sanación de la enfermedad del pecado: “son los enfermos los que necesitan al médico; no los sanos”. Esta sanación del alma nos la participa el Señor por medio de Él mismo y, otras veces por medio de otros que Él ha elegido para obrar en nuestro favor.

  Nuestro Señor tiene sus formas y maneras de cómo actuar en nosotros; tiene sus instrumentos que ha elegido. Nadie tiene la exclusividad de este actuar en nombre de Dios. Pero también nosotros debemos de tener mucho cuidado de no instrumentalizar a Dios ni al Espíritu Santo para intentar hacerles que hagan lo que nosotros queramos. Aquí nos estamos refiriendo más específicamente al director espiritual, ya que es una persona, un instrumento en las manos de Dios; una persona elegida por Él para este servicio. El director espiritual es una persona que conoce el sendero, que se ha preparado para este ministerio; es una persona que ha profundizado en el conocimiento interior del alma y que, en muchas de las veces, hace de maestro y guía, de médico; es un amigo que acompaña en el caminar; es también ese buen pastor en las cosas que a Dios se refiere.

  El director espiritual es esa persona que ayuda a ver los posibles obstáculos que nos podemos encontrar en el camino de la vida; nos guía por caminos y senderos de vida interior para que luchemos con eficacia y nos anima en toda circunstancia. Por eso, quien a él lo escucha, escucha a aquel que lo ha enviado y de quien en su nombre habla y actúa. Es el Espíritu de Dios que actúa y habla en él y por medio de él. El director espiritual tiene que saber despertar la sed y el hambre de Dios en el alma; tiene que saber avivar la llama del Espíritu cuando percibe que ésta se quiere apagar en el alma; guía al alma por el sendero de la vocación a la que ha sido llamada por el Señor y así también puede reafirmarla si ya se conoce la misma. El director espiritual nos ayuda a conducirnos por el camino de la santidad enfrentando con valentía el pecado. De ahí que, como nos dice Francisco Fernández-Carvajal: “Por eso, estos deseos de ser mejores, de crecer en la amistad con Jesucristo y de preocuparnos de los demás, son el fundamento de la dirección espiritual”. De ahí que insistamos en que la dirección espiritual sea un canal de gracia, ya que la vida del Señor, su amor y su amistad se desbordan abundantemente para que desde ya en esta vida luchemos por nuestra santidad, como lo dijo el mismo señor Jesucristo: “sean santos como su Padre celestial es santo”. El director espiritual nos ayuda a mantenernos en el camino que Dios desde un principio ha elegido para nosotros, porque él mismo es un hombre que vive en libertad y nos encamina para que vivamos y usemos de esa libertad con la cual hemos sido creados y revestidos por Dios.

  La Iglesia, que es el pueblo de Dios, siempre ha visto y recomendado esta práctica desde antiguo como un camino eficaz que nos ayuda a mantenernos en el camino hacia esa santidad que el Señor Jesús nos ha llamado. Es un medio eficaz también para mantenernos en la práctica de una vida espiritual y práctica cristiana efectiva, profunda y comprometida; por esto siempre la ofreció a sus hijos e hijas porque ella es consciente de que solos no podemos avanzar o se nos hace difícil el camino para poder vivir y ser luz en medio de tanta tiniebla que nos rodea.

  La vida del hombre sobre la tierra es un constante desafío. Cada día debemos estar dispuestos a nuevas cosas que pueden ocurrir: una enfermedad, un accidente, un fracaso, una pérdida… Ante todo esto corremos el riesgo de apartarnos del camino de Dios. Con la ayuda del director espiritual podemos mantenernos en el sendero de nuestra vocación divina, porque solo el dominio de Dios conduce al bien, a la bendición; mientras que, el dominio del mal, de la desidia, del sin sentido conduce a la destrucción, inseguridad, temor y muerte.

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