No deja de ser interesante el que podamos
reflexionar sobre la persona del apóstol Judas Iscariote y poder sacar
enseñanzas que nos ayuden a profundizar y fortalecer cada vez más nuestro
discipulado y pertenencia a la Iglesia. Son muchos los escritos y reflexiones
que se han hecho de este personaje evangélico, hasta libros se han escrito
sobre el mismo, abordando su figura desde lo psicológico y lo
teológico-doctrinal. Hay estudios que se han hecho incluso en comparación con
otro del grupo de los Doce: Pedro; y es interesante este estudio comparativo de
ambos apóstoles.
Para
empezar, lo primero que tenemos que descartar es una idea que está muy
arraigada en el pensamiento de muchos creyentes sobre Judas Iscariote. Hay quienes
afirman todavía que Jesús eligió a Judas para que lo traicionara. Esto es
falso. Más bien hay que afirmar que Jesús eligió a Judas con la misma intención
con que eligió al resto de los Doce: para revelarle los misterios del Reino de
Dios. Esto lo vemos muy claro en el pasaje de la parábola del sembrador que,
después de estar solos con sus discípulos, éstos le preguntan qué significaba
aquella parábola y el señor les dice que “a ustedes se les ha concedido conocer
los misterios del Reino de Dios”; y comienza a explicarles la parábola y en ningún
momento se le invitó a Judas a salir del lugar para que no escuchara. Además,
pensar o afirmar esto es tener o hacernos una imagen de Dios que sería injusta
porque, parecería que ya hay quienes están destinados para la condenación, sin
importar que hagan obras buenas; y otros están destinados a la salvación, sin
importar que hagan obras malas. Otro dato interesante que no nos narran los
evangelistas es que cada vez que Jesús hace referencia a la entrega o traición
a las autoridades judías, nunca menciona el nombre de Judas; solo menciona la
acción. Jesús mantuvo a su lado a Judas hasta el último momento que podía
esperando a ver si este cambiaba de intención. Pero no sucedió así. Jesús en
una ocasión habló de la corrección fraterna; pero los evangelistas no mencionan
si Jesús en algún momento intentó hablar con Judas para disuadirlo de su
intención traidora. A lo mejor lo intentó varias veces, pero Judas quizá lo
evitaba. Lo cierto es que Jesús nunca lo expulsó del grupo.
El
evangelista san Juan, que es muy característico en su estilo literario de usar
los dualismos: luz-oscuridad, vida-muerte, etc.; nos ayuda a comprender un poco
más esta actitud de Judas, y sacarle mayor provecho espiritual, de fe, de Iglesia…,
que es en fin lo que nos debe de interesar. En el capítulo 13,21-33.36-38,
leemos que Jesús estaba con el grupo de los Doce en lo que la tradición bíblica
nos ha mostrado como la Última Cena. Interesante los elementos que encontramos
en esta escena evangélica con respecto al Maestro y sus discípulos. Nos dice
que estaban juntos y que el Maestro vuelve una vez más a hacer referencia a su
muerte y la traición de uno de los suyos. Todos se inquietan y Pedro le hace
señas a Juan para que le pregunte y saber de quién se trata. Jesús accede pero
lo hace con gesto que, si por un lado no es muy claro, por otro lado, no deja
de ser un gesto profundo de amor y confianza: darle un trozo de pan mojado.
Esto sigue a las palabras de Jesús de “lo que tengas que hacer, hazlo pronto”.
Y entonces entra en Judas el demonio y sale corriendo de la sala, y era de
noche. Estas palabras pueden pasar desapercibidas por muchos, pero hay todo un
sentido teológico-evangélico en ellas. Una de las características del Demonio
es que es reconocido en la Biblia como el “príncipe de las tinieblas”. Al
entrar en Judas, pues las tinieblas se apoderan de él; y como era de noche
cuando salió, pues Judas abandonó la luz, -que es Cristo-, para irse a meter a
las tinieblas. Recordemos que Cristo en otra ocasión había dicho que él era la
luz que alumbra a todo hombre y que todo el que va hacia él no caminará en las
tinieblas. Pero esto fue lo que hizo Judas: abandonó la luz, la vida, la
libertad… para irse a meter en las tinieblas, la muerte, la esclavitud. Es de
resaltar también que el evangelista menciona hasta este momento que es cuando
el Demonio por fin entra en Judas, es decir, a pesar de que Judas venía
pensando desde hace rato el entregar al Maestro, todavía el Demonio no entraba
en él.
En fin,
de lo que se trata es que, mirando hacia a este personaje y sus actitudes, lo
que debemos de hacer es no actuar como él. Podríamos pensar que si se hubiera arrepentido
y pedido perdón a tiempo, a lo mejor el Maestro le hubiera perdonado.
Recordemos que Pedro también negó al Maestro, y fue perdonado. La diferencia
puede estar precisamente en que uno sí buscó y se dejó impregnar por la
misericordia divina, pero el otro no. No debemos abandonar la luz que es
Cristo. Abandonar a Cristo, el Dios vivo y verdadero, es empezar a vivir el
infierno aquí en la tierra y ser presa del Demonio y de la muerte. Nosotros
también hemos sido elegidos por Cristo para ser luz de las naciones, para que
los demás, viendo nuestras buenas obras den gloria al Padre del Cielo. Cristo
nos ha llamado a estar con él, para aprender de él los misterios del Reino de
Dios en comunidad eclesial y de discipulado. Amemos a Cristo y su familia, que
es su Iglesia, a la cual pertenecemos por el bautismo que hemos recibido.
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