El gran filósofo griego
Platón, en la República, 1. VIII., dijo: “El exceso de libertad, ya sea en
los Estados o en los individuos, parece que sólo da paso a un exceso de
esclavitud. Y, de esta manera, surge naturalmente, de la democracia, la tiranía
y la forma más agravada de tiranía y esclavitud surge de la forma más extrema
de la libertad”.
Estamos en una situación actual que parece
que caminamos como el cangrejo, hacia atrás. Ayer, lo que era considerado como
malo, hoy es bueno; y lo que era considerado bueno, hoy es malo. Y esto, se
puede decir que es parte de un proceso asombroso. Si vamos a la parte de lo
sucedido después de la II guerra mundial, surgió un organismo supra nacional
para velar por la protección y difusión de los derechos humanos, la
Organización de las Naciones Unidas (ONU). En ésta se elaboró un texto de
defensa y protección de derechos humanos, en la cual en su artículo 16 leemos
lo siguiente: “La familia es la unidad básica natural y fundamental de la
sociedad y tiene derecho a protección por parte de la sociedad y del estado”.
La Constitución italiana, en su artículo 29 dice: “La república reconoce los
derechos de la familia como sociedad natural basada en el matrimonio”; y
con la sentencia 138/2010, dictaminó: “La familia contemplada en el artículo
29 de la Constitución tiene derechos originales y preexistentes al Estado, el
cual está obligado a reconocerlos”. Entonces, vemos aquí la importancia que
tiene, le dan y le reconocen estas instituciones a la familia natural.
Ciertamente, la institución familiar es anterior al Estado, e incluso a la misma
Iglesia. La institución familiar tiene unos derechos que no le han sido dados
ni por los Estados ni por las iglesias. Esos derechos son inalienables y
naturales y lo que corresponde a los Estados es reconocerlos, protegerlos y
defenderlos. Pero eso no es lo que ha estado sucediendo en muchas sociedades
con toda una caterva de leyes anti-familia y reestructuración-creación de
nuevos modelos de familias motivadas e impulsada precisamente desde la ONU. Y
es que la familia, formada por un hombre y una mujer es lo que da paso a la
creación de nuevas vidas, y está protegida por el matrimonio. Es también donde
se inculcan los valores, deberes y principios a las nuevas generaciones, pero
esto es lo que parece que no gusta e incómoda a grupos, organismos y países, y,
por lo tanto, se han enfocado en acabar con esta institución de orden natural y
divina. El matrimonio monogámico exige fidelidad sexual entre los esposos, y si
ésta se llegara a romper, se destruiría la familia.
El modelo de libertad que se está proponiendo
desde estos organismos internacionales es una especie de libertad absoluta sin
restricciones ni limitaciones naturales ni morales. Es como dijera el ex jefe
del gobierno español José Luís Zapatero “la libertad los hará más verdaderos”;
y esto se opone a la enseñanza evangélica de Jesucristo de que “la verdad os
hará libres”. Pero para alcanzar dicha libertad absoluta tiene que liberarse de
la tiranía de la naturaleza. Es el colmo del asombro ya que lo que busca esta
nueva libertad absoluta es la creación de un nuevo ser humano, liberado de todo
ese bagaje de cristianismo que dio origen a toda una cultura occidental, y que
proporcionó la moralidad básica que se transmitía de generación en generación.
Y es que, por cuántas situaciones catastróficas no ha pasado la fe cristiana en
su devenir histórico, tanto hacia fuera como hacia dentro; y de todas ellas
siempre ha sabido salir victoriosa porque esa fue la promesa de su fundador de
que los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Después de cada
catástrofe, el crecimiento del cristianismo brotó de nuevo, y con el tiempo
llegó la unificación, -por ejemplo, de Europa-, sobre la roca de los más altos
valores de sus fundamentos cristianos.
Pero en estos tiempos se está gestando una
situación conflictiva muy profunda. El ataque apunta a la estructural moral
íntima de la persona, la que le capacita para ser libre. Es cortar de cuajo
dicha raíz para que así esta institución natural caiga como cual edificio de naipes.
La idea cristiana de que los seres humanos son creados a imagen y semejanza de
Dios fue la base de la dignidad inviolable de toda persona y llevó a la
formación del Estado y de la sociedad sobre el principio de la libertad. Como
prueba de esto, veamos hacia los principios fundantes de nuestra patria
dominicana que está toda ella impregnada de la fe cristiana católica; las
palabras de nuestro escudo nacional de Dios, Patria y Libertad, y la Biblia en
su centro con las palabras iluminadoras del evangelio de Cristo: “Conocerán la
verdad y serán libres”. La elevada cultura configurada por el cristianismo, con
su compromiso con la razón y la verdad, permitió la investigación abierta sobre
la realidad, dando lugar a un desarrollo científico y tecnológico único. Pero
todo esto está siendo socavado y puesto bajo presión por estos nuevos profetas
del progresismo mundial. Y los resultados son terribles. Muchas personas ya no
quieren transmitir la vida que han recibido y las familias se están
desintegrando.
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